ARTESANÍAS MEXICANAS, en la liturgia

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Se refiere tanto al trabajo del artesano (normalmente realizado de forma manual por una persona, sin el auxilio de maquinaria o automatizaciones), como al objeto o producto obtenido -en el que cada pieza es distinta a las demás. La artesanía como actividad material se suele diferenciar del trabajo en serie o industrial. Con el objeto de definir a la artesanía y distinguirla de la industria, Eutimio Tovar Rodríguez en "La artesanía su importancia económica y social" ha propuesto como definición de artesanía "toda técnica manual creativa, para producir individualmente, bienes y servicios".

Todo arte tiene su raíz en la sociedad, pero dentro de la multiplicidad de formas de creación y de expresión, el arte popular es el arte social por excelencia. A partir de una interpretación personal de los comunes denominadores del grupo, muy a menudo religiosos, se suscita una suerte de hallazgo de lo propio; luego una identificación general del gusto con el objeto, y finalmente una manera, un estilo, que particulariza a la comunidad y que toma el nombre de su locativa. México ha sido un país disperso por la historia, la incomunicación in¬terior, las diferencias económicas y la abundancia de lenguas y versiones dialectales. Las culturas regionales o locales se conservaron en el aislamiento, pero su permanencia actual se finca en los estímulos que les otorgan la Iglesia, el Estado, y un sector de la inteligencia nacional deseoso de preservar y heredar lo que estima como característico.

De la pluralidad de las culturas locales proviene la variedad de los pro¬ductos del arte popular. Estos se distinguen por el material de que están hechos y por el lugar de su procedencia. La sensibilidad de los mexicanos, ejercida con destreza, ha convertido en objetos de arte las arenas sílices (vidrio soplado), el barro y el caolín (alfarería); el oro, la plata el cobre, el latón, el fierro y el acero (metalistería); la piel, el cuero, el cuerno, la concha, el carey, el hueso (taracea); la caña de maíz , la medula del camalote, la madera y las raíces, la piedra, el alabastro, el jaspe y la obsidiana(escultura y talla); y el azúcar (alfeñique).

Con estos materiales y de modo distinto, aunque semejante, en cada región ha rodeado de representaciones y símbolos, el nacimiento; y de juguetes, la infancia; ha proporcionado vestido, muebles y utensilios al hombre durante su vida, decorado su casa y adornado sus fiestas; y ha rendido culto a Dios, a la Virgen, a los santos y a sus muertos. Tan importante ha sido la artesanía en el arte religioso mexicano, que sin ella no existirían algunas de las versiones más originales de la arquitectura.

La ciudad de Puebla y sus alrededores es el área donde los templos católicos llegaron a representar un estilo nuevo. Durante los siglos XVII y XVIII surgió allí un barroco sensual y conceptuoso. La formula consistió en añadir a los edificios todos los recursos aplicables de las artesanías: el ladrillo, el azulejo, las labores de argamasa , el hierro , la cantería, la imaginería, la pintura y el dorado. El gusto por la exuberancia formal, la variedad de materiales y la policromía fue compartido tanto por la rica sociedad poblana cuanto por los barrios y comunidades indígenas.

Los mismos recursos constructivos y plásticos, aunque con tratamientos diferentes, sirvieron a los prósperos navegantes que hacían el comercio con España y Filipinas para homenajear a la Virgen en la Capilla del Rosario, y a los aborígenes de Santa María Tonantzintla para figurar un paraíso profano. Domos, torres, pórticos, patios y fuentes fueron revestidos con ladrillos y azulejos; las fachadas fueron tratadas como grandes composiciones murales, con escenas, escudos y alegorías; y aun hubo iglesias enteras que fueron hechas de piezas de ceramica. Millones de pequeños elementos salieron de docenas de talleres, donde cientos, acaso miles de artesanos producían una a una las partes que luego serian ensambladas. Los interiores, a su vez, se cubrieron de lacerias, roleos, tarjas y símbolos cristianos. La arquitectura poblana llega a expresar asi toda la fuerza creativa del pueblo.

Según advierte la Constitución Gaudium et spes, "múltiples son los vínculos que existen entre el mensaje de salvación y la cultura humana... De igual manera, la Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia en variedad de circunstancias, ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación a todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad, para expresarlo mejor en la celebración litúrgica y en la vida de la multi¬forme comunidad de los fieles. Pero al mismo tiempo, la Iglesia, enviada a todos los pueblos sin distinción de épocas y regiones, no está ligada de manera exclusiva e indisoluble a raza o nación alguna, a algún sistema particular de vida, a costumbre alguna antigua o reciente. Fiel a su propia tradición y consciente a la vez de la universalidad de su misión, puede entrar en comunión con las diversas formas de cul-tura; comunión que enriquece al mismo tiempo a la propia Iglesia y a las diferentes culturas (G.S, 58)".

Ya en los planes de trabajo formulados en 1980, la Comisión Episcopal de Liturgia, Música y Arte Sacro señalaba que se debía "promover el arte sagrado entre los artesanos, fomentando una digna creatividad". Este propósito sugiería la intención de preferir para la liturgia las piezas elaboradas por los artesanos y no las opciones que ofrece la industria. En El arte sacro actual (1965) del padre Juan Plazola, SJ, citado en Panorama actual de las artesanías con motivos religiosos (1981) por Porfirio Martínez Peñalosa, se clasifican los objetos sagrados en tres grupos. Primero: el cáliz, la patena, el copón, el sagrario, la custodia, la cruz del altar y los candelabros; Segundo, el de los vestidos: casulla, dalmática, capa pluvial, alba, cíngulo y roquete, el manipulo y la estola. Tercero: el incensario, el aguamanil, las vinajeras, los vasos para los santos oleos y la lámpara perpetua.

Los del primer grupo, igual que las coronas, los pectorales, los báculos episcopales y los anillos llamados esposas, son productos de la orfebrería y ciertamente no se van producidos en serie. En años recientes, según Martínez Peñalosa, se ha intentado con éxito reavivar el uso de la calamina (bronce dorado) en los candelabros y lámparas, siguiendo los modelos neoclásicos de Manuel Tolsa, o ensayando diseños modernos. Las vestiduras, a su vez, se hicieron con suntuosidad durante el virreinato, especialmente por los gremios de sederos y bordadores, pero extinguidas estas corporaciones, esas prendas se confeccionaron industrialmente y se importaron de Europa. Sin embargo, algunas comunidades de religiosas continuaron haciendo en forma manual estas piezas, así como los corporales, las palias, los manteles y los frontales, aunque el bordado, el deshilado y la pintura con que se adornan, decayeron en calidad artística. Otros materiales que se han utilizado para fines litúrgicos son el vidrio soplado y el cristal al plomo, y se explora la posibilidad de aplicar a las vestiduras y accesorios los tejidos hechos en telar de cintura.

Bibliografía

  • Diccionario Porrúa, México, 1971.


JOSE FLORENCIO CAMARGO SOSA