https://dhial.org/diccionario/api.php?action=feedcontributions&user=172.16.56.103&feedformat=atomDicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina - Contribuciones del usuario [es]2024-03-29T04:56:01ZContribuciones del usuarioMediaWiki 1.33.1https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=814MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:20:44Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina ''modus vivendi'' tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un ''modus vivendi'' es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución ''modus vivendi'' se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
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<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
<br />
<br />
En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.”<ref>Ibíd., pp. 271-273</ref><br />
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<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».”<ref>Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977, pp. 336-337</ref>La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <ref>Meyer Jean. Ibíd. pp. 345-346</ref><br />
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<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.”<ref>González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008. Vol. II, p. 1614</ref>Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
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Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
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Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.”<ref>Ibíd, vol. I, p. 767</ref><br />
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Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
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La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado.<ref>Canonizado durante el jubileo del año 2000 por S.S. Juan Pablo II.</ref><br />
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En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt.<ref>El texto de esa carta es citada por el entonces embajador de Estados Unidos en México, Josephus Daniels en su libro de memorias titulado Diplomático en mangas de camisa. Talleres Gráficos de la Nación, México, 1949, p. 289; citado por Pazos Luis, Mitos y realidades del petróleo mexicano. Diana, México, 1979, p. 35 </ref>Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
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México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
*Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957<br />
<br />
*Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977<br />
<br />
*González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008<br />
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'''JUAN LOUVIER CALDERÓN/FIDEL GONZÁLEZ FERNANDEZ'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=813MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:16:12Z<p>172.16.56.103: /* BIBLIOGRAFÍA */</p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
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Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
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Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
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“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
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II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
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III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
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IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
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V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
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VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
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VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
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VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
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IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
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En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
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“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.”<ref>Ibíd., pp. 271-273</ref><br />
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La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».”<ref>Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977, pp. 336-337</ref>La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <ref>Meyer Jean. Ibíd. pp. 345-346</ref><br />
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Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.”<ref>González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008. Vol. II, p. 1614</ref>Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
<br />
<br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
<br />
<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.”<ref>Ibíd, vol. I, p. 767</ref><br />
<br />
<br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
<br />
<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
<br />
<br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado.<ref>Canonizado durante el jubileo del año 2000 por S.S. Juan Pablo II.</ref><br />
<br />
<br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt.<ref>El texto de esa carta es citada por el entonces embajador de Estados Unidos en México, Josephus Daniels en su libro de memorias titulado Diplomático en mangas de camisa. Talleres Gráficos de la Nación, México, 1949, p. 289; citado por Pazos Luis, Mitos y realidades del petróleo mexicano. Diana, México, 1979, p. 35 </ref>Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
<br />
<br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==<br />
<br />
*Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957<br />
<br />
*Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977<br />
<br />
*González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008<br />
<br />
<br />
'''JUAN LOUVIER CALDERÓN/FIDEL GONZÁLEZ FERNANDEZ'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=812MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:15:29Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
<br />
<br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
<br />
<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
<br />
<br />
En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.”<ref>Ibíd., pp. 271-273</ref><br />
<br />
<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».”<ref>Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977, pp. 336-337</ref>La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <ref>Meyer Jean. Ibíd. pp. 345-346</ref><br />
<br />
<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.”<ref>González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008. Vol. II, p. 1614</ref>Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
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Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
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Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.”<ref>Ibíd, vol. I, p. 767</ref><br />
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Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
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La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado.<ref>Canonizado durante el jubileo del año 2000 por S.S. Juan Pablo II.</ref><br />
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En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt.<ref>El texto de esa carta es citada por el entonces embajador de Estados Unidos en México, Josephus Daniels en su libro de memorias titulado Diplomático en mangas de camisa. Talleres Gráficos de la Nación, México, 1949, p. 289; citado por Pazos Luis, Mitos y realidades del petróleo mexicano. Diana, México, 1979, p. 35 </ref>Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
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México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=811MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:12:53Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
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Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
<br />
<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
<br />
<br />
En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.”<ref>Ibíd., pp. 271-273</ref><br />
<br />
<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».”<ref>Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977, pp. 336-337</ref>La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <ref>Meyer Jean. Ibíd. pp. 345-346</ref><br />
<br />
<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.”<ref>González Fernández Fidel, Sangre y Corazón de un Pueblo. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008. Vol. II, p. 1614</ref>Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
<br />
<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
<br />
<br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
<br />
<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.”<ref>Ibíd, vol. I, p. 767</ref><br />
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<br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
<br />
<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
<br />
<br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
<br />
<br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
<br />
<br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=810MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:10:19Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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<br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
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Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
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V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
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VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
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VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
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En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.”<ref>Ibíd., pp. 271-273</ref><br />
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La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».”<ref>Meyer Jean. La Cristiada. Vol. I Siglo XXI, México, 5 ed. 1977, pp. 336-337</ref>La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <ref>Meyer Jean. Ibíd. pp. 345-346</ref><br />
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Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
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Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
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Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
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Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
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La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
<br />
<br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
<br />
<br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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<br />
== Notas y referencias ==<br />
<br />
<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=809MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:07:52Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
<br />
<br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
<br />
<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades.<ref>Ibíd., pp. 234-239</ref>Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.”<ref>Ibíd., pp. 269-270</ref><br />
<br />
<br />
En sus ''Memorias'', el General Degollado Guízar comenta: ''“Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.”''<ref>Ibíd., p.270</ref>El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
<br />
<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
<br />
<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
<br />
<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
<br />
<br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
<br />
<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
<br />
<br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
<br />
<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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<br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
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En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
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México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=808MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T01:04:19Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
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Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo.<ref>Cfr. Degollado Guízar Jesús. Memorias. JUS, México, 1957, p. 239</ref><br />
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Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
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III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
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IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
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V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
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VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
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VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
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VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
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IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
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En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
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La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
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Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
<br />
<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
<br />
<br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
<br />
<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
<br />
<br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
<br />
<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
<br />
<br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
<br />
<br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
<br />
<br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=807MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:54:42Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
<br />
<br />
La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
<br />
<br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
<br />
<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
<br />
<br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
<br />
<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
<br />
<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
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Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
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Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
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Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
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La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
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En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
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México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=806MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:54:25Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
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El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
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Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
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Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
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“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
<br />
<br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
<br />
<br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
<br />
<br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
<br />
<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
<br />
<br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
<br />
<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
<br />
<br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
<br />
<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
<br />
<br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
<br />
<br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
<br />
<br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=805MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:54:04Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
<br />
<br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
<br />
<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
<br />
<br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
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III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
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IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
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V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
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VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma.<br />
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VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
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VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos.<br />
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IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
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En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
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“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
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La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
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Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
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La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
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Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
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Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
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Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
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La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
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Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
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En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
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México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<br />
<references/><br />
<br />
==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=804MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:50:00Z<p>172.16.56.103: </p>
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'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=803MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:49:43Z<p>172.16.56.103: </p>
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==MODUS VIVENDI en México (1929-1992)==<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=802MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:49:26Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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==MODUS VIVENDI en México (1929-1992)==<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=801MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:48:55Z<p>172.16.56.103: </p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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==MODUS VIVENDI en México (1929-1992)==<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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<references/><br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=MODUS_VIVENDI_en_M%C3%A9xico_(1929-1992)&diff=800MODUS VIVENDI en México (1929-1992)2013-12-19T00:48:41Z<p>172.16.56.103: Página creada con ''''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)''' ==MODUS VIVENDI en México (1929-1992)== ==CRISTIADA: Antecedentes== La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la …'</p>
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<div>'''MODUS VIVENDI en México (1929-1992)'''<br />
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==MODUS VIVENDI en México (1929-1992)==<br />
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==CRISTIADA: Antecedentes==<br />
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La locución latina modus vivendi tiene dos acepciones: la primera designa la actividad mediante la cual una persona se gana la vida; la otra significa un acuerdo pactado de manera provisional e informal y previsto a ser reemplazado por un arreglo de carácter más permanente y detallado. Generalmente la razón de realizar un modus vivendi es permitir que la vida continúe mientras se concierta una solución completa a un problema de carácter político entre dos partes en disputa. Con esta última acepción es como la locución modus vivendi se usa para describir la situación que prevalecerá en México a partir de 1929 en la relación entre la Iglesia y los católicos mexicanos por un lado, y el gobierno mexicano por otro. <br />
El día 21 de junio de 1929, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto acordaron con el presidente provisional de la República mexicana Emilio Portes Gil y el secretario de Gobernación Felipe Canales, unos “arreglos” que pusieron fin a la Cristiada↗ o guerra Cristera. Esos arreglos fueron sólo verbales y consistían en los siguiente: el Gobierno se comprometía a dejar en suspenso las leyes anticatólicas y a permitir su modificación mediante los procedimientos legales establecidos; a dar amnistía a los “rebeldes” sublevados (los cristeros); a restituir a la Iglesia los templos, obispados y parroquias, y su palabra de honor de no volver atrás; por su parte los dos obispos comprometieron a la Iglesia a reanudar el culto público y a solicitar a los cristeros que depusieran las armas, aceptando además el exilio del arzobispo de Guadalajara, Mons. Orozco, y el no regreso a México de los obispos de Huejutla y Durango, Mons. José de Jesús Manríquez y Zárate↗, y Mons. José María González y Valencia↗, respectivamente. Cabe decir que el 18 de mayo de 1929, el papa Pío XI nombró a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores Delegado Apostólico ad referéndum.<br />
Aquellos “arreglos” (si “arreglos” pueden llamarse) fueron papel mojado sin valor jurídico alguno; a lo sumo se trataba de una especie de “pacto entre caballeros” que, como se verá, fueron un pacto entre dos caballeros eclesiásticos en total buena fe, y unos rufianes sin palabra. Publicados los “arreglos” por la prensa al día siguiente de su “firma”, y reanudado el culto público el domingo 30 de junio, los cristeros se quedaron sin la causa más noble por la cual luchaban. Ante los hechos consumados, el jefe supremo de la Guardia Nacional (el ejército cristero), general Jesús Degollado Guízar, el presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, Rafael Ceniceros y Villareal, y el vicepresidente de la misma, Miguel Palomar y Vizcarra↗, acordaron licenciar (no rendir) a la Guardia Nacional, como medida para evitar la anarquía y el escándalo. <br />
Don Luis Beltrán, delegado del general Degollado Guízar, a petición de éste se entrevistó con el presidente Portes Gil y obtuvo lo siguiente: una carta ordenando la libertad absoluta de la esposa de Degollado quien estaba en prisión por las actividades de su marido, y la aceptación de un serie de condiciones que el general Degollado puso para el licenciamiento de la Guardia Nacional y la suspensión de hostilidades . Estas condiciones fueron las siguientes:<br />
“I.- Garantías plenas de vidas e intereses para que puedan regresar a sus hogares todos los generales, jefes, oficiales y soldados de la Guardia Nacional.<br />
II.- Garantías plenas de vidas e intereses para todos los civiles, que en cualquier forma hayan ayudado al movimiento de la defensa de la libertad religiosa.<br />
III.- Libertad absoluta a todos los presos por la cuestión religiosa.<br />
IV.- Sobreseimiento de los juicios incoados contra los católicos, por motivo de la cuestión religiosa.<br />
V.- Repatriación de los desterrados por el mismo motivo.<br />
VI.- Entrega de 25 pesos por rifle a los soldados de la Guardia Nacional que entreguen su arma<br />
VII.- A los jefes y oficiales se les permitirá la portación de sus pistolas, con licencia respectiva de portación de armas y salvoconductos, y un auxilio en metálico, a juicio de los jefes de operaciones.<br />
VIII.- Que se den las facilidades necesarias para que puedan desarrollarse los trabajos<br />
IX.- Que el licenciamiento de las tropas de la Guardia Nacional, sea ante los jefes de operaciones.” <br />
En sus Memorias, el General Degollado Guízar comenta: “Todas las condiciones fueron aceptadas, pero no cumplidas. Cuando la Guardia Nacional entregó sus armas fueron vilmente asesinados muchos jefes, oficiales y soldados. Tengo la seguridad de que después de los arreglos fue mayor el número de muertos del ejército cristero que durante tres años de lucha.” El espíritu de los cristeros de fidelidad y obediencia a la Santa Iglesia quedó resumido en el mensaje que Jesús Degollado Guízar dirigió a sus tropas para notificarles el cese de hostilidades, en el preciso momento en que se encontraban en el apogeo de sus éxitos militares. Párrafos significativos del mensaje del General en jefe de la Guardia Nacional son los siguientes:<br />
“Su Santidad el Papa, por medio del Excelentísimo Señor Delegado Apostólico, ha dispuesto, por razones que no conocemos, pero que como católicos acatamos, que sin derogar las leyes persecutorias, se reanudaran los culto (…) En el acto, nuestra situación, compañeros, ha cambiado (…) el arreglo inicial concertado entre el Excelentísimo Delegado Apostólico y el Lic. Portes Gil, nos ha arrebatado lo más noble, lo más santo que figuraba en nuestra Bandera (…) Debemos, compañeros, acatar reverentes los decretos ineludibles de la Providencia; cierto que no hemos completado la victoria; pero nos cabe, como cristianos, una satisfacción íntima, mucho más rica para el alma: el cumplimiento del deber y el ofrecer a la Iglesia de Cristo el más preciado de nuestros holocaustos, el de ver rotos, ante el mundo, nuestros ideales; pero abrigando, si, ¡VIVE DIOS! La convicción sobrenatural que nuestra fe mantiene y alimenta, de que al fin CRISTO REY reinará en México. No a medias, sino como Soberano absoluto sobre las almas. Como hombres, cábenos también otra satisfacción que jamás podrán arrebatarnos nuestros contrarios: la Guardia Nacional desaparece, no vencida por nuestros enemigos, sino, en realidad, abandonada por aquellos que debían recibir, los primeros, el fruto valioso de sus sacrificios y abnegación.” <br />
La Iglesia reanudó el culto público y los cristeros fueron a entregar sus armas; pero ocurrió lo que casi todo mundo temía: una vez más los gobernantes demostraron la felonía y falsedad de su conducta y la “amnistía” se convirtió en un asesinato a mansalva. Jean Meyer relata con gran detalle cómo al ir a entregar las armas, el gobierno comenzó el asesinato sistemático y premeditado de los jefes cristeros. Esa “carnicería selectiva” se prosiguió por varios años y en ella la mayoría de los jefes y oficiales cayeron. “Para los cristeros, el modus vivendi se convirtió muy pronto en un siniestro modus moriendi, padecido como una prueba peor que la guerra misma y llevado como una cruz, misterio incomprensible al cual se sometían por amor al Papa y a Jesús, Cristo Rey. Todos los antiguos cristeros dicen: «Han muerto más después de los arreglos que durante la guerra».” La perfidia del gobierno no se limitó al momento de la entrega de las armas; prosiguió durante mucho tiempo con todo tipo de excombatientes: “la carnicería selectiva se prosiguió durante varios años y la mayoría de los grandes jefes cayeron. No se libraron los simples soldados: Hubo una matanza en masa excepcional, la de Cojumatlán (Jalisco), donde todos los cristeros perecieron, y en San Martín de Bolaños una carnicería menos importante, la de 40 antiguos cristeros, el 14 de febrero de 1930. La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas, la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.” <br />
Pero la felonía gubernamental no se limitó al punto de la amnistía acordada para los combatientes cristeros; en casi toda la República se siguió adelante con la persecución en todos los órdenes, y nuevas leyes y decretos anticlericales fueron promulgados; en especial destacan aquellos que buscaban limitar bruscamente el número de sacerdotes, así como el número de templos abiertos al culto público. Así Adalberto Tejada durante su segundo período como gobernador de del Estado de Veracruz (1928-1932) limitó el número de sacerdotes a uno por cada 100.000 habitantes; en el Estado de Chiapas se limitó a uno por cada 60.000 y en Chihuahua uno por cada 45.000. “El gobernador del estado de Veracruz, Adalberto Tejeda, convencido y refinado perseguidor de la Iglesia, promulgó una ley estatal conocida como «Decreto 197» o Ley Tejeda . Aquel decreto-ley se proponía reducir los sacerdotes en todo el estado de Veracruz «para terminar con el fanatismo del pueblo», como lo había publicado unos días antes el mismo gobernador en el diario El Dictamen, amenazando aún con la muerte a quien no se sometieran.” Todas estas limitaciones exacerbadas e intrusiones del Estado en los asuntos internos de la vida eclesial continuaron hasta 1934 y aún después. El mismo Adalberto Tejeda envió el 25 de julio de 1931 a un grupo de policías al mando del oficial Pedro Aguirre a clausurar la Parroquia de la Asunción (hoy Catedral) en el puerto de Veracruz, donde tres sacerdotes estaban impartiendo el catecismo a muchos niños. Los policías entraron al templo disparando a los sacerdotes sin importar la multitud de niños presentes; el padre Darío Acosta (beatificado en 2005) cayó asesinado y heridos los padres Landa y Rosas, así como algunas otras personas que se encontraban en el lugar.<br />
La enorme y generalizada violación de los “acuerdos” por parte del gobierno mexicano motivó a S.S. Pío XI escribir la encíclica Acerba animi que fue publicada el 29 de noviembre de 1932; en este documento el Papa protestaba fuertemente contra la conducta de los gobernantes mexica¬nos que no cumplían con lo prometido y alzaba su voz para manifestar que la persecución se había recrudecido contra el clero, la jerarquía y la libertad de enseñanza. <br />
Dice el Pontífice: “cuando en el año 1929 el presidente de la República mejicana declaró públicamente que no era su propósito destruir la «identidad de la Iglesia» con la aplicación de las citadas leyes, ni menospreciar la Jerarquía Eclesiástica, Nos, teniendo en cuenta solamente la salvación de las almas, juzgamos que de ningún modo se había de renunciar a este o cualquier otro medio de reintegrar a su dignidad la Jerarquía. Es más, aún consideramos que debíamos pensar si sería oportuno, puesto que brillaba alguna esperanza de remediar males más graves y puesto que parecían alejarse aquellas causas principales que movieron a los Obispos a juzgar que los servicios públicos del culto divino debían suspenderse, renovarlos por el momento. Con lo cual no era ciertamente Nuestra intención ni aprobar las leyes mejicanas contra la Religión, ni de tal modo retractarnos de las reclamaciones hechas en contra de las mismas, que decretásemos no haber ya por qué se resistiese y atacase a dichas leyes todo lo posible. Se trataba solamente de lo siguiente: de que puesto que los gobernantes de la República daban a entender que abrazaban propósitos distintos, parecía esto exigir el que se suspendieran aquellos procedimientos de resistencia que más bien pudieran resultar perjudiciales al pueblo cristiano, y que se adoptasen otros en realidad más oportunos.<br />
Más, de todos es sabido que la tan esperada paz y conciliación no respondió a Nuestros deseos y votos. Porque, violadas palpablemente las condiciones estipuladas en la conciliación, de nuevo se encarnizaron con los Obispos, sacerdotes y fieles cristianos, castigándolos con penas y cárceles; y con la mayor tristeza vimos que no sólo no se llamaba del destierro a todos los Obispos, sino que más bien aun de aquellos que gozaban del beneficio de seguir en la patria, algunos, con desprecio de las cláusulas legales, eran expulsados de sus confines; que en no pocas diócesis los templos, los seminarios, los palacios episcopales y demás edificios sagrados no habían sido en modo alguno dedicados de nuevo a su uso propio; finalmente, que, con desprecio de las indubitables promesas hechas, muchos clérigos y seglares que habían defendido valientemente la fe de sus mayores eran entregados a la envidia y odio disimulado de sus enemigos.” <br />
Sin embargo la experiencia de la resistencia armada durante la Cristiada↗ hizo que el gobierno federal afinara sus estrategias para “descatolizar” a México, enfocándose primordialmente a la educación pues, como lo señaló el entonces secretario de Educación Narciso Bassols, había que considerar a todas las generaciones adultas como definitivamente perdidas (para la revolución) y consagrar todos los esfuerzos en educar a los niños en el anticlericalismo y el ateísmo. La educación en México↗ fue desde entonces la principal “trinchera” para la descatolización de la nación, sin abandonar del todo las demás estrategias persecutorias.<br />
La situación generada por la nueva persecución - atrás de la cual sin duda estaba el “jefe máximo de la revolución” Plutarco Elías Calles↗- algunos antiguos cristeros y miembros de la Liga, empujados por los acontecimientos a una nueva respuesta armada, se lanzaron a las montañas a lo que se conoce como “la segunda” Cristiada que en sus mejores momentos no llegó a sobrepasar los siete mil combatientes. En febrero de 1931, Mons. Ruiz y Flores lanzó una pastoral condenando todo recurso a la violencia; en mayo, junio, julio y agosto, la mayoría de los obispos publicaron pastorales prohibiendo a los sacerdotes y a los fieles apoyar y mantener relaciones con el nuevo movimiento armado, lo que no impidió que el mismo Mons. Leopoldo Ruiz y Flores ↗que había llevado a cabo los “arreglos” con el presidente Portes Gil en 1929, fuera nuevamente expulsado del país. La Liga se vio obligada a modificar su nombre eliminando de él la palabra “religiosa” para quedar simplemente como Liga Nacional Defensora de la Libertad. Carente de todo apoyo, incluso moral, la “segunda” no tuvo trascendencia alguna y murió de inanición; otra consecuencia de la prohibición a los fieles de participar en el ámbito político fue que los católicos mexicanos se alejaran por muchos años de la vida política -y también de la social-de la nación. <br />
Pero en 1936 el llamado “jefe máximo de la revolución”, Plutarco Elías Calles, fue expulsado del país por su ahijado político Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles había puesto en la presidencia de la República dos años antes; con este acontecimiento la historia de México comenzaba una nueva fase. La salida de Calles de las esferas del poder fue vista por algunos observadores como posibilidad para una real tolerancia, ya que no una completa libertad religiosa. Así se expresaba un delegado apostólico en marzo de 1936 al respecto: "traerá, sin duda, algunas esperanzas de que el gobierno de México adopte una actitud más conciliadora respecto la Iglesia". Todavía el 28 de marzo de 1937, el mismo Pío XI lanzó otra nueva y dura encíclica: la Firmissimam Constantiam, sobre la situación de persecución religiosa que continúa en México. Según el historiador Jean Meyer, en aquellos años la ley permitía únicamente a 305 sacerdotes para ejercer su ministerio en 17 Estados de la República, ya que como establecía el artículo 130 de la Constitución de 1917 correspondía a cada Estado establecer el número de sacerdotes que podían ejercer en él su ministerio sacerdotal. Algunos Estados lo aplicaban de manera totalmente arbitraria y persecutoria. Así todavía en abril de 1936 el parlamento del Estado de Chihuahua emanó un decreto en materia religiosa por el que permitía solamente a un sacerdote ejercitar su ministerio sacerdotal en todo el territorio de ese extenso Estado. Un año después, el 11 de febrero de 1937, fue arteramente asesinado a golpes en la Presidencia de Chihuahua el sacerdote Pedro Maldonado. <br />
En 1938 los nuevos arzobispos de Guadalajara y México, Mons. José Garibi Rivera y Luis María Martínez respectivamente, hicieron un llamado a los católicos para apoyar a Cárdenas en la expropiación petrolera. A pesar de que la expropiación afectaba a las compañías petroleras norteamericanas , el gobierno de los Estados Unidos presidido entonces por Franklin D. Roosevelt, apoyó a Cárdenas para realizar la expropiación; así lo constata una carta de agradecimiento enviada por Cárdenas al presidente Roosevelt. . Era la época de los totalitarismos y a la vigilia de la Segunda Guerra Mundial, y los Estados Unidos deseaban tener un México en paz y favorable a su política; por ello veían con buenos ojos una mayor libertad religiosa para la Iglesia católica en el país. <br />
México está cansado y muy desgastado de tanta lucha civil y de tanta sangre derramada; por ello a partir de 1936 el gobierno de Cárdenas, a pesar de sus claras tendencias socialistas tanto en su política interior como en su política exterior, (estamos en la época de la guerra civil española y el gobierno mexicano apoya la España socialista y republicana), busca una paz con la Iglesia a través de una política religiosa más tolerante; ello sin merma en absoluto de sus planes educativos socialistas y sin tocar los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 de la Constitución.. Casi a finales del mandato presidencial de Cárdenas se empezaban a atisbar señales de que el gobierno mexicano deseaba vivir una nueva etapa de concordia, al menos de tolerancia positiva con la Iglesia y con los derechos a la libertad religiosa. Ello será evidente con la candidatura presidencial del sucesor de Cárdenas, el general Manuel Ávila Camacho. Estamos ya en 1940. México inaugura una nueva etapa en las relaciones respetuosas entre la Iglesia y el Estado, basadas en la doctrina de la laicidad del Estado y de los derechos inalienables de la Iglesia para cumplir su misión, así como a todo ciudadanos de vivir según los principios de la libertad religiosa reconocida; pero el marco jurídico, las leyes persecutorias, continuaron inalterables por muchos años más. El Modus vivendi adquirió un nuevo rostro que se mantuvo hasta 1992 cuando fueron modificados los artículos antirreligiosos de la Constitución de 1917↗, eliminando de ellos sus aristas más jacobinas. Había pasado casi un siglo de dura confrontación y de martirio.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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==BIBLIOGRAFÍA==</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=Glosario&diff=799Glosario2013-12-19T00:40:57Z<p>172.16.56.103: /* M */</p>
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__NOTOC__<br />
{{Índice}}<br />
<br />
=== A ===<br />
<br />
'''[[Árciga y Ruiz de Chávez José Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[AZTECAS]]'''<br />
<br />
=== B ===<br />
<br />
;'''[[Banegas]] G&aacute;lvan Francisco'''<br />
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'''[[BARROCO Indiano]]'''<br />
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'''[[BENAVENTE (MOTOLINIA), FRAY TORIBIO DE]]'''<br />
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'''[[Bulas alejandrinas]]'''<br />
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=== C ===<br />
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=== D ===<br />
'''[[Defensa del indígena]]'''<br />
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'''[[DE LAS CASAS, Fray Bartolomé, (Sevilla, 1474; Madrid, 1566) obispo de Chiapa, misionero dominico y protector de los indios.]]'''<br />
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=== E ===<br />
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=== F ===<br />
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=== G ===<br />
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'''[[Generales]]'''<br />
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'''[[Gómez de Portugal y Solís Juan Cayetano]]'''<br />
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=== H ===<br />
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=== I ===<br />
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=== J ===<br />
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'''[[Jesuitas (Compañia de Jesús)]]'''<br />
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=== K ===<br />
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=== L ===<br />
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=== M ===<br />
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'''[[MÉXICO. Cristiada]],La'''<br />
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'''[[MÉXICO. CONQUISTA]]'''<br />
<br />
'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. REFORMA, GUERRA Y LEYES DE]]'''<br />
<br />
'''[[MODUS VIVENDI en México (1929-1992)]]'''<br />
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=== N ===<br />
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=== Q ===<br />
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;'''[[Quetzalc&oacute;atl]]'''<br />
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'''[[Quinto Sol (La cosmogonía azteca)]]'''<br />
<br />
'''[[Quiroga, vasco de]]'''<br />
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<div>El objetivo de este glosario es facilitar el acceso a una definición de los principales términos que utilizamos en Wikipedia y en otros proyectos de la Fundación Wikimedia. Si no encuentras algún término de uso específico en Wikipedia o sus proyectos, bien puedes incluirlo en la lista para que alguien lo describa o preguntarlo en la página de discusión.<br />
<br />
__NOTOC__<br />
{{Índice}}<br />
<br />
=== A ===<br />
<br />
'''[[Árciga y Ruiz de Chávez José Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[AZTECAS]]'''<br />
<br />
=== B ===<br />
<br />
;'''[[Banegas]] G&aacute;lvan Francisco'''<br />
<br />
'''[[BARROCO Indiano]]'''<br />
<br />
'''[[BENAVENTE (MOTOLINIA), FRAY TORIBIO DE]]'''<br />
<br />
'''[[Bulas alejandrinas]]'''<br />
<br />
=== C ===<br />
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=== D ===<br />
'''[[Defensa del indígena]]'''<br />
<br />
'''[[DE LAS CASAS, Fray Bartolomé, (Sevilla, 1474; Madrid, 1566) obispo de Chiapa, misionero dominico y protector de los indios.]]'''<br />
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=== E ===<br />
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=== F ===<br />
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=== G ===<br />
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'''[[Generales]]'''<br />
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'''[[Gómez de Portugal y Solís Juan Cayetano]]'''<br />
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=== H ===<br />
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=== I ===<br />
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=== J ===<br />
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'''[[Jesuitas (Compañia de Jesús)]]'''<br />
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=== K ===<br />
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=== L ===<br />
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=== M ===<br />
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'''[[MÉXICO. Cristiada]],La'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. CONQUISTA]]'''<br />
<br />
'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. REFORMA, GUERRA Y LEYES DE]]'''<br />
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<br />
'''[[MODUS VIVENDI en México (1929-1992)]]'''<br />
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=== N ===<br />
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=== Q ===<br />
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;'''[[Quetzalc&oacute;atl]]'''<br />
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'''[[Quinto Sol (La cosmogonía azteca)]]'''<br />
<br />
'''[[Quiroga, vasco de]]'''<br />
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=== R ===<br />
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<hr />
<div>'''AZTECAS'''<br />
<br />
<br />
==AZTECAS==<br />
<br />
<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los ''macehuales'' (''macehualli'', o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El ''macehualli'' “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
<br />
<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los'' tlamatinime'' (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o ''huey tlatoani'' representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último ''tlatoani'' que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El ''tlatoani'' es «su envoltura y su piel», es decir, su ''ixiptla''.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
<br />
<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre ''Historia General de las cosas de Nueva España''. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
<br />
<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de ''"nobleza obliga"'', ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «''Macehualiztli'' = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el ''Macehualli'' por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era ''el canto y la danza'', pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama ''maceualiztli'', que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
<br />
<br />
Para el indio el ''«téquitl»'', (literalmente ''corte'', del verbo ''tequi'' = ''cortar''), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «''Tetequi''= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a ''la Virgen de Guadalupe''.<br />
<br />
==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
<br />
<br />
En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: ''“El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.”'' En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el ''Acontecimiento del Tepeyac''. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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<br />
== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=796AZTECAS2013-12-19T00:33:38Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
<br />
<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los ''macehuales'' (''macehualli'', o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El ''macehualli'' “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
<br />
<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los'' tlamatinime'' (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o ''huey tlatoani'' representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último ''tlatoani'' que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El ''tlatoani'' es «su envoltura y su piel», es decir, su ''ixiptla''.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
<br />
<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre ''Historia General de las cosas de Nueva España''. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
<br />
<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de ''"nobleza obliga"'', ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «''Macehualiztli'' = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el ''Macehualli'' por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era ''el canto y la danza'', pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama ''maceualiztli'', que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el ''«téquitl»'', (literalmente ''corte'', del verbo ''tequi'' = ''cortar''), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «''Tetequi''= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a ''la Virgen de Guadalupe''.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=795AZTECAS2013-12-19T00:30:14Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los ''macehuales'' (''macehualli'', o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El ''macehualli'' “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los'' tlamatinime'' (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o ''huey tlatoani'' representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último ''tlatoani'' que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El ''tlatoani'' es «su envoltura y su piel», es decir, su ''ixiptla''.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre ''Historia General de las cosas de Nueva España''. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de ''"nobleza obliga"'', ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «''Macehualiztli'' = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el ''Macehualli'' por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era ''el canto y la danza'', pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama ''maceualiztli'', que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=794AZTECAS2013-12-19T00:26:47Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los ''macehuales'' (''macehualli'', o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El ''macehualli'' “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
<br />
<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los'' tlamatinime'' (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o ''huey tlatoani'' representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último ''tlatoani'' que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El ''tlatoani'' es «su envoltura y su piel», es decir, su ''ixiptla''.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
<br />
<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre ''Historia General de las cosas de Nueva España''. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
<br />
<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
<br />
<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
<br />
==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
<br />
<br />
En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
<br />
<br />
<br />
== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=Glosario&diff=693Glosario2013-12-05T19:36:36Z<p>172.16.56.103: /* M */</p>
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'''[[MÉXICO. CONQUISTA]]'''<br />
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'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
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'''[[Árciga y Ruiz de Chávez José Ignacio]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Cristiada]],La'''<br />
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'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
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'''[[MÉXICO. REFORMA, GUERRA Y LEYES DE]]'''<br />
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=== A ===<br />
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'''[[Árciga y Ruiz de Chávez José Ignacio]]'''<br />
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'''[[BARROCO Indiano]]'''<br />
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'''[[BENAVENTE (MOTOLINIA), FRAY TORIBIO DE]]'''<br />
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'''[[Bulas alejandrinas]]'''<br />
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'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
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<div>El objetivo de este glosario es facilitar el acceso a una definición de los principales términos que utilizamos en Wikipedia y en otros proyectos de la Fundación Wikimedia. Si no encuentras algún término de uso específico en Wikipedia o sus proyectos, bien puedes incluirlo en la lista para que alguien lo describa o preguntarlo en la página de discusión.<br />
<br />
__NOTOC__<br />
{{Índice}}<br />
<br />
=== A ===<br />
<br />
'''[[Árciga y Ruiz de Chávez José Ignacio]]'''<br />
<br />
'''[[AZTECAS]]'''<br />
<br />
=== B ===<br />
<br />
;'''[[Banegas]] G&aacute;lvan Francisco'''<br />
<br />
'''[[BARROCO Indiano]]'''<br />
<br />
<br />
'''[[BENAVENTE (MOTOLINIA), FRAY TORIBIO DE]]'''<br />
<br />
'''[[Bulas alejandrinas]]'''<br />
<br />
=== C ===<br />
<br />
<br />
=== D ===<br />
<br />
=== E ===<br />
<br />
<br />
=== F ===<br />
<br />
=== G ===<br />
<br />
'''[[Generales]]'''<br />
<br />
<br />
'''[[Gómez de Portugal y Solís Juan Cayetano]]'''<br />
<br />
=== H ===<br />
<br />
=== I ===<br />
<br />
=== J ===<br />
<br />
'''[[Jesuitas (Compañia de Jesús)]]'''<br />
<br />
=== K ===<br />
<br />
=== L ===<br />
<br />
'''[[Las casas, Fray Bartolomé de (Sevilla, 1484?– Madrid, 1566) Fraile dominico, obispo.]]'''<br />
<br />
=== M ===<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Cristiada]],La'''<br />
<br />
'''[[México. CONSTITUCIÓN de 1917; artículos antirreligiosos.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Evangelización]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Planes Políticos en los siglos XIX y XX]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. Partido Católico Nacional.]]'''<br />
<br />
'''[[MÉXICO. REFORMA, GUERRA Y LEYES DE]]'''<br />
<br />
=== N ===<br />
<br />
=== O ===<br />
<br />
=== P ===<br />
<br />
=== Q ===<br />
<br />
;'''[[Quetzalc&oacute;atl]]'''<br />
<br />
'''[[Quinto Sol (La cosmogonía azteca)]]'''<br />
<br />
'''[[Quiroga, vasco de]]'''<br />
<br />
=== R ===<br />
<br />
=== s ===<br />
<br />
=== T ===<br />
<br />
=== U ===<br />
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=== V ===<br />
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=== W ===<br />
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=== X ===<br />
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=== Y ===<br />
<br />
=== Z ===</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=626AZTECAS2013-12-02T18:37:25Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
<hr />
<div>'''AZTECAS'''<br />
<br />
<br />
==AZTECAS==<br />
<br />
<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los ''macehuales'' (''macehualli'', o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El ''macehualli'' “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
<br />
<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
<br />
<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
<br />
<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
<br />
<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
<br />
==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
<br />
<br />
En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
<br />
<br />
== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
<br />
<br />
<br />
== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=625AZTECAS2013-12-02T18:36:23Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
<hr />
<div>'''AZTECAS'''<br />
<br />
<br />
==AZTECAS==<br />
<br />
<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era ''Motecuhzoma'' a su llegada.<br />
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<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del ''Tlatocan''<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: '''Izcóatl''' ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –''Ilhuicamina''- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; ''Axayácatl'' (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó ''Oztomán'' (hoy Estado de Guerrero); ''Tizoc'' (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; ''Ahuítzotl'' (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –''Xocoyotzin''-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. ''Cuitláhuac'' y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «''Pipiltin''» y el ''Huey Tlatoani'' eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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<br />
En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=624AZTECAS2013-12-02T18:32:16Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
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Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en ''calpullis''; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los ''tlatoanis'', junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «''Tlatocan''», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «''Cihuacóatl'' = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «''Huey Calpizqui'' = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «''Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «''Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui'' = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=623AZTECAS2013-12-02T18:29:00Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
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Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la ''Triple Alianza'', la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El ''Imperio Mexicano'' concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=622AZTECAS2013-12-02T18:27:08Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el ''"Pueblo del Sol",'' lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=621AZTECAS2013-12-02T18:26:23Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "''El Pueblo del Sol''", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "''Pueblo del Sol''", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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<br />
En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=620AZTECAS2013-12-02T18:22:48Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como ''mexicas o mejicanos.'' <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio ''mexicano.''<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=619AZTECAS2013-12-02T18:21:29Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de ''Aztlán'' (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso ''Chicomostoc'' (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete ''tribus nahuatlacas'' iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos ''tenochca'' porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde ''Aztlán'' era ''Tenoch''. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio ''meshicas''; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
<br />
<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
<br />
<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
<br />
<br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
<br />
<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
<br />
==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
<br />
<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
<br />
<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
<br />
<br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
<br />
<br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=618AZTECAS2013-12-02T18:17:49Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros"<ref>Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de León-Portilla Miguel, 4a. edición, México 2001, Sub voce "Sacrificarse...", p. 106 v.</ref>También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..."<br />
<ref>MENDIETA: "Historia Ecca...", libro II, Prólogo</ref>. Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=617AZTECAS2013-12-02T18:16:19Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
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Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...."<ref>Motolinia Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971, II parte, cap. 27, no. 782, p. 387.</ref>.<br />
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Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=616AZTECAS2013-12-02T18:15:07Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
<br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
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La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.”<ref>Escalante Gonzalbo. Obra citada, p. 170</ref>Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.”<ref>Schlarman, obra citada, p. 21</ref><br />
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La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=615AZTECAS2013-12-02T18:12:12Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Cosmogonía y religión */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones"<ref>Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana., lib. II, cap. 1.</ref>, sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
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Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España."<ref>Mendieta: Historia Ecca.: libro IV, cap. 21</ref>, y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.."<ref>Sahagún: "Historia General...", Prólogo</ref>.<br />
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La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.”<ref>González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004, pp. 24-25</ref><br />
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<br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=614AZTECAS2013-12-02T18:08:43Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=613AZTECAS2013-12-02T18:08:15Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
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La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.”<ref>Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Libro VIII, Cap. XIV. Ed. Porrúa, México, 1989, p. 465</ref>Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores..”<ref>Cfr. Sahagún, Ob. Cit. Libro IX, Cap. II. Ed. citada, p.490 y ss</ref><br />
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La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<ref>Von Hagen, obra citada p.52</ref><br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=612AZTECAS2013-12-02T18:04:56Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
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Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
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“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.”<ref>Escalante Gonzalbo Pablo, Obra citada p. 167</ref>Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=611AZTECAS2013-12-02T18:03:46Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes".<ref>Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977, cap. 38, p. 103.</ref><br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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<br />
A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=610AZTECAS2013-12-02T17:55:30Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
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Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan<ref>Tízoc, quinto Huey Tlatoani, muy probablemente fue muerto, y Motecuhzoma II ciertamente fue depuesto.</ref>. En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=609AZTECAS2013-12-02T17:53:33Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=608AZTECAS2013-12-02T17:53:05Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
<br />
<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
<br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45. - El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla»<ref>El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref>. El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=607AZTECAS2013-12-02T17:49:16Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<ref>Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987, p.45. - El idioma náhuatl es uno de los más ricos y expresivos que ha forjado la mente humana. Hablarlo con propiedad era todo un apreciado arte, tanto que existían dos idiomas: el vulgar: "macehuatolli" y el refinado: "tecpillatolli", por ello identificaban la autoridad máxima con la mejor manera de hablar.</ref><br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=606AZTECAS2013-12-02T17:48:10Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
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El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=605AZTECAS2013-12-02T17:47:52Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
<br />
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En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste.<ref>Cfr. Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I, p. 164</ref>Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
<br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas<ref>Una excelente exposición de cómo se hallaba organizada la sociedad mexicana y su gobierno, puede verse en Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955, Cap. II: "La societé et l'Etat au debut du XVe. Siècle", pp. 62-121.</ref>. “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.”<br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
<br />
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=604AZTECAS2013-12-02T17:46:17Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS.Organización social y política */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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<br />
==AZTECAS==<br />
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<br />
Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
<br />
“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
<br />
==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
<br />
<br />
De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
<br />
Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
<br />
==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste. Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas . “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.” <br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.”<br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=603AZTECAS2013-12-02T17:44:34Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
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A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
<br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
<br />
Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste. Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas . “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.” <br />
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<br />
==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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<br />
Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.” <br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
<br />
*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103https://dhial.org/diccionario/index.php?title=AZTECAS&diff=602AZTECAS2013-12-02T17:43:50Z<p>172.16.56.103: /* AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia */</p>
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<div>'''AZTECAS'''<br />
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==AZTECAS==<br />
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Al momento de la llegada de los españoles en 1519, los aztecas eran el pueblo mesoamericano que dominaba la región central y sur del actual territorio de la República Mexicana. El nombre de «aztecas» les fue dado después de la conquista de México↗ porque, según su mitología, procedían de Aztlán (lugar de las garzas), un lugar supuestamente cercano al mítico e impreciso Chicomostoc (lugar de las siete cuevas) desde el cual las siete tribus nahuatlacas iniciaron su emigración hacia el sur. Los aztecas se llamaban así mismos tenochca porque el sacerdote que los guió en su peregrinaje desde Aztlán era Tenoch. Posteriormente, al fundar la ciudad de Meshico- Tenochtitlán↗, fueron también conocidos por el gentilicio meshicas; término que los españoles castellanizaron como mexicas o mejicanos. <br />
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“La única razón por la cual el nombre «azteca» está grabado tan profundamente en la historia y en el conocimiento del hombre, es que era el Estado exactor de impuestos que tenía el dominio político en la época de la conquista española, en 1519, aún cuando su dominio nada más era sobre una porción del centro de México. Sin embargo, cuando el nombre «azteca» estalló sobre Europa, se grabó profundamente en la memoria humana.”<ref>Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965, p. 33</ref>En la actualidad la palabra azteca es tomada como sinónimo del gentilicio mexicano.<br />
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==AZTECAS. Su origen entre el mito y la historia==<br />
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De las siete tribus nahuatlacas (llamadas así porque todas ellas hablaban la lengua náhuatl), los aztecas fueron la última en arribar al Anáhuac↗ o Valle de México, lo cual ocurrió en el año 1168 d.C. después de peregrinar durante muchísimos años por el norte del actual territorio de México o el sur de los Estados Unidos. “No sabemos el número siquiera aproximado de los tenochcas en esa época. Era minúsculo…tal vez un millar, quizá cinco mil, no mucho mayor. Cuando menos en un área tan densamente poblada como el valle del Anáhuac, era tan insignificante, que su llegada a los lagos pasó desapercibida por completo y no hay noticia de su llegada al majestuoso bosque de Chapultepec, alrededor de la generación de 1250 d.C. (…) Durante esos «años errantes» los aztecas estaban absorbiendo la cultura de sus vecinos. Crecieron. Crearon enemigos. Se extendieron.”<ref>Ibídem, p. 49</ref><br />
<br />
A su llegada al Valle de Anáhuac, los Mexicas eran una tribu pobre y débil, una mezcla aun no muy homogénea de la característica agrícola de los pueblos sedentarios con los que se mezclaron a su llegada y de la suya propia, típica de nómadas cazadores, de cuño astral<ref>Cfr. Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953. También Sejourne Laurette: "Pensamiento y Religión en el México Antiguo", Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México 1957.</ref>. Siendo la última tribu en llegar, encontró todo el Valle ocupado por las otras; pero la singularizaba una convicción interna indeleble: nada menos que la de ser el "Pueblo del Sol", lo que les dio una fuerza fuera de toda proporción con su insignificancia; fuerza tan indomable que en apenas siglo y medio llegaron a convertirse en los dueños de todo el Anáhuac; pero esa idea de Pueblo del Sol sería la misma que dos siglo después habría de paralizarlos antes los españoles. Esa fuerza y esa debilidad, esa grandeza y esa miseria, fue siempre la absoluta entrega con que vivieron su religión, sin la cual no es posible entenderlos. <br />
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Simplificando mucho podríamos decir que, según las creencias de los pueblos que los habían precedido y que ellos adoptaron, todo el Anáhuac pertenecía a Quetzalcóatl↗, un rey mítico divinizado a quien ellos referían todo lo bueno de su cultura. El había inaugurado una edad de oro, hasta que un dios rival llamado Tezcatlipoca, había conseguido embriagarlo y hacerlo pecar. Lleno de vergüenza, Quetzalcóatl se había arrojado a una hoguera para purificarse, pero, no contento con eso, se había auto-exilado después, aunque prometiendo volver a reasumir la soberanía de sus tierras cuando lo considerase oportuno. <br />
Con su retirada se había creado un "vacío de poder" que aprovecharon los mexicas, identificando a su dios tribal Huitzilipochtli↗ con Tezcatlipoca, para justificar así instalarse ellos como dueños en el Anáhuac, si bien con la amarga certeza de que tendrían que ceder ese dominio tan pronto como regresase su indiscutido titular legítimo: Quetzalcóatl. Pero el dios Huitzilopochtli↗ les había dicho que debían establecerse en un lugar donde vieran a un águila sobre un cactus devorando una serpiente, y la leyenda dice que eso ocurrió en un islote rocoso dentro del Lago de Texcoco; por ello decidieron fundar su ciudad en ese lugar, en medio del Lago y no en otro más adecuado; por ejemplo en Teotihuacán, sitio abandonado por sus moradores hacía más de un siglo.<br />
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==AZTECAS. Fundación y consolidación de la ciudad-estado mexica==<br />
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Poco a poco fortalecidos, los aztecas pudieron fundar Tenochtitlán en el año 1325, que en sus inicios tuvo que pagar tributos al señorío de Azcapotzalco. Para librarse del yugo de Azcapotzalco el jefe mexica (huey-tlatoani) Itzcóatl↗ estableció en 1428 una alianza con Nezahualcóyotl↗, huey- tlatoani de Texcoco↗, y con la colaboración de guerreros de Huejotzingo↗ lograron vencer a los de Azcapotzalco. Esta victoria convirtió a México-Tenochtitlán en un señorío independiente, en una verdadera ciudad-estado. <br />
En 1434 los mexicas formaron con Texcoco y Tacuba la Triple Alianza, la cual les permitió imponerse sobre los demás pueblos del Anáhuac y extender sus dominios hasta las costas del Golfo de México hacia el este y del Pacífico hacia el oeste. Una abundante historiografía llama impropiamente a ese dominio “imperio azteca”, pero ese “imperio” no fue tal porque nunca hicieron el menor intento por integrar a su cultura y gobierno a los pueblos que fueron sometidos militarmente; sólo les impusieron la obligación de entregarles periódicamente cuantiosos tributos, especialmente de hombres y mujeres destinados a ser sacrificados a las deidades aztecas. <br />
El Imperio Mexicano concebido como una unidad política totalitaria, jamás existió: eran ciertamente conquistadores, pero jamás fueron imperialistas, en el sentido socio-político que conferimos hoy a esa palabra, pues en política interior y exterior eran convencidos pluralistas . “Ni como unidad política, ni social, ni religiosa, ni étnica, existía México. Era un mosaico inmenso de pueblos de muy diverso nivel cultural que iba desde los salvajes perdidos en las selvas tropicales y los nómadas de las áridas estepas del norte hasta los pueblos civilizados de las tierras templadas de Mesoamérica. El mal llamado Imperio azteca, no era sino un conjunto abigarrado de pueblos y regiones, sojuzgado por la fuerza por la tribu audaz que había sustituido a los toltecas en el Valle de México: los mexicas.” <br />
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==AZTECAS.Organización social y política==<br />
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Tenochtitlán al igual que el pueblo estaba dividido en calpullis; estos eran pues grupos configurados en razón de su territorio y su clan, y relativamente autónomos: cada cual con su propio templo, colegios, tribunales y control comunal de la tierra. Cada uno elegía a un jefe, llamado «Tlatoani = el que habla» . El conjunto de todos los tlatoanis, junto con representantes del clero y del ejército, constituía el «Tlatocan», que era el cuerpo colegiado que efectivamente gobernaba México. Ellos designaban a cuatro ejecutivos: el «Cihuacóatl = Serpiente Mujer» (nombre de la diosa madre), el General en Jefe del ejército; el «Huey Calpizqui = Gran Mayordomo», que atendía a todo lo interno a la tribu; el jefe del culto, que era un cargo doble y cuyos titulares llevaban el nombre de «Quetzalcóatl Tlaloc Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de Tláloc» y también el de «Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui = Serpiente emplumada sacerdote de nuestro Señor», (nombres que, por sí solos, nos hablan tanto de la teología aun no homogéamente asimilada de los primeros pobladores y de los ulteriores mexicas, como de la importancia de Quetzalcóatl); y, finalmente, el «Huey Tlatoani = Gran Hablante», quien, en la práctica, era el más poderoso, pues se le consideraba "imagen" de Huitzilopochtli y de él dependía la guerra o la paz, pero que de ningún modo era un "Emperador" como erróneamente lo creyeron los españoles; esto es lo que era Motecuhzoma a su llegada.<br />
Esos cargos eran electivos e indefinidos en su duración, pero no necesariamente vitalicios: los nombrados podían ser removidos, depuestos y aún ejecutados, si no cumplían a satisfacción del Tlatocan . En su política exterior, lo que buscaban prioritariamente eran alianzas que implicaban "nunca ser contrarios al imperio, dejar entrar y salir, tratar y contratar a los mercaderes y gente de él, enviando cierto presente de oro, pedrería, plumas y mantas, requiriéndoles que recibiesen a sus dioses mexicanos y los tuviesen en su templo y adorasen y reverenciasen [...] los pueblos que ansí venían de su voluntad, sin haber precedido guerra, tributaban como amigos y no como vasallos, y servían trayendo presentes y estando obedientes" . <br />
“El esplendor de México-Tenochtitlan, su etapa imperial, duró escasamente un siglo, y en esa historia intervinieron seis gobernantes.” Fueron ellos: Izcóatl ↗, quien gobernó de 1427 a 1440 y dio a los aztecas su independencia; Moctezuma I –Ilhuicamina- (1440-1469) que empezó la gran expansión territorial y consolidó el estado mexica; Axayácatl (1469-1481) que fracasó en su intento por someter a los tarascos pero conquistó Oztomán (hoy Estado de Guerrero); Tizoc (1481-1486) quien conquistó la Mixteca y Tuxpan; Ahuítzotl (1486-1502) quien tuvo fama de guerrero feroz y conquistó Oaxaca pero fracasó también ante los tarascos; y Moctezuma II –Xocoyotzin-↗ (1502-1520) quien recrudeció los ataques contra Tlaxcala para someterla definitivamente sin lograr su propósito, situación ésta que prevalecía a la llegada de Hernán Cortés↗. Cuitláhuac y Cuauhtémoc gobernaron sólo durante el sitio que los españoles pusieron a Tenochtitlán.<br />
La nobleza azteca se integró inicialmente por aquellos guerreros que se habían distinguido por su valentía; posteriormente sólo se reconoció como nobles a quienes descendían de nobles. Los nobles «Pipiltin» y el Huey Tlatoani eran quienes administraban la justicia. “El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de la Judicatura, donde residían el rey, los señores cónsules, o oidores (jueces), y principales nobles, oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte (…) y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules, cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o a ser trasquilados, o les hacían maceguales.” Los mercaderes, que en sus correrías también realizaban labores militares, eran tenidos por señores. <br />
La gran base de la sociedad estaba constituida por los macehuales (macehualli, o en plural macehualtin). Sólo por encima de los esclavos, los macehualtin pagaban impuestos, debían participar en la realización de obras colectivas, especialmente en la agricultura, y participar en las acciones bélicas. El macehualli “era miembro de un clan y parte de la célula de la tierra, de una especie de sociedad mutualista; era, en suma, un indio de cuerpo apto, contribuyente. En primer lugar era un agricultor, un campesino (…) y sin embargo, este azteca común era algo más. Era también un guerrero, parte de una milicia agraria.” <br />
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==AZTECAS. Cosmogonía y religión==<br />
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A pesar de que los aztecas nunca se preocuparon por formularse una sistemación teológica coherente, y tanto menos en que pudiera parecerlo a ojos españoles, pues como juzgaba Mendieta "diferentemente relataban diversos desatinos, fábulas y ficciones" , sin embargo todos sus mitos coincidían en asignar al hombre un lugar nobilísimo en cuanto a su origen y a su situación ante sus dioses, ya que había nacido por su interés y de su sacrificio, y era su colaborador en el sustento del orden cósmico, tarea a la que se entregaron con arrolladora totalidad, pero que vino a resultarles espada de dos filos, pues, mientras se desenvolvió en un contexto cultural propicio, les confirió una fuerza irresistible, misma que se metamorfoseó en paralizante maleficio cuando hubo de enfrentarse a otra: la de los españoles, no menos religiosa ni menos totalizante, pero que veía al mundo de modo completamente diferente.<br />
Su religiosidad era abrumadora: "Puédese afirmar por verdad infalible -asegura Mendieta- que en el mundo no se ha descubierto nación o generación de gente más dispuesta y aparejada para salvar sus ánimas (siendo ayudados para ello), que los indios de esta Nueva España." , y Sahagún no se queda atrás: "En lo que toca a religión y cultura de sus dioses no creo que ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como estos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años.." .<br />
La cosmovisión de los aztecas se centraba en el sol, que en su recorrido diario de oriente a poniente manifestaba la divinidad en su nacimiento, cenit y ocaso. Por ello los tlamatinime (sabios) aztecas afirmaban que el mundo fue creado y destruido cuatro veces; luego, en el quinto sol↗, los dioses crearon nuevamente el mundo, siendo el dios Quetzalcóatl ↗ quien creó a los hombres y a las plantas. “En el México antiguo, el Sol representaba el corazón de su visión cósmica. Todo el ciclo de la vida, de los imperios y los reinos, de la religión y de los años, giraba simbólicamente alrededor del Sol: coincidía simbólicamente con el «recorrido» del astro de Este a Oeste en el arco de un día. El gobernante, el sacerdote, el sabio, tenían como misión cooperar para mantener viva y en marcha la máquina del mundo. Por ello, el Sol se encuentra identificado y en el centro de esas misiones, y los poderes político y religioso, que de hecho se identifican, están en función de esa misión (…) Para los mexicas, el rey o huey tlatoani representaba al Sol bajo el aspecto de Huitzilopochtli (…) Desde el primer emperador-sacerdote mexica, Acamapichtli, hasta el último tlatoani que cae con la conquista española, el tlatoani es figura y «semejanza de nuestro dios Huitzilopochtli». Es él quien lo elige. El tlatoani es «su envoltura y su piel», es decir, su ixiptla.” <br />
Conforme a esta cosmogonía que era, de hecho, un determinismo cósmico, el Sol-Huitzilopochtli exigía la sangre de los hombres para que continuara la existencia del universo. La sangre y los corazones humanos sacrificados en los altares aztecas impedían la extinción del Sol e impedían el dominio de los seres de la obscuridad. Los demás dioses que presidían los fenómenos naturales -como la lluvia y el viento- y los dioses menores relacionados con ellos, también exigían el sacrificio de seres humanos. De ahí que los ritos de la religión azteca estuvieran constituidos por una gran cantidad de sacrificios humanos, los cuales fueron ampliamente detallados por Bernardino de Sahagún en el libro segundo de su célebre Historia General de las cosas de Nueva España. <br />
La proliferación de los sacrificios humanos, consecuencia de esa cosmovisión, fue también notable. “Ahuítzotl (1486-1502) accedió al trono siendo aún adolescente y murió joven (…) Celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella.” Sobre ese mismo acontecimiento pero dándole otro significado Schlarman escribe: “Ese mismo año de 1487 Ahuitzotl, Emperador de los Aztecas, y tío de un muchacho que iba a ser Moctezuma, iba a celebrar la dedicación del gran teocalli o templo principal en la Gran Tenochtitlán. La solemnidad debía costar la vida a un crecido número de víctimas humanas que, en opinión de Torquemada, fueron 72,344; Ixtlilxóchitl las apreciaba en 80,000 y los códices Telleriano y Vaticano en solo 20,000, cifra todavía horrorosa.” <br />
La sangre, pues, era elemento esencial del orden cósmico, y deber ineludible del Pueblo del Sol el procurársela, tanto por razón de "nobleza obliga", ya que no hacían sino retornarle lo que él les había donado antes, como porque sin día y sin noche no podrían ellos vivir. La forma de atender a ese cometido era la guerra, la cosecha de corazones; pero, precisamente por eso, la guerra no era para los mexicanos el aniquilamiento de los enemigos, sino sólo su sometimiento al orden que equilibraba a todos. Esto suena extraño, y hay que explicarlo un poco más: ¿Tenían estos pueblos y culturas la idea de creación en el sentido bíblico? La respuesta es negativa. Ante todo, tomemos en cuenta que la idea india de creación (término que no podemos usar en el sentido bíblico según la mentalidad de estas culturas) no era en absoluto como la de la tradición bíblica o hebreo - cristiana, la del SER, poder absoluto, que con su solo Fiat manda que se hagan las cosas, y éstas quedan hechas de la nada..., sino era «Macehualiztli = La acción de merecer, de ganar con total esfuerzo, entrega». El ser humano para ellos era el Macehualli por antonomasia, es decir: el Merecido con la sangre y el sacrificio divinos; y por eso los arduos trabajos, las duras campañas, los actos de sacrificio físico, a veces espantosamente duros, no los veían como carga o castigo o dolor..., sino como una forma de asimilarse a Dios. También por eso, la máxima oración era el canto y la danza, pues en ella se entregaba todo el ser. Nos refiere Motolinía (fray Toribio de Benavente↗): ".. la danza se llama maceualiztli, que propiamente quiere decir merecimiento [...] ansí como decimos merecer uno en las obras de caridad. de penitencia y en las otras virtudes hechas por buen fin. [...]. En estas no sólo llamaban e honraban e alababan a sus dioses con cantares de la boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo [...] , por lo cual aquel trabajoso cuidado de levantar sus corazones y sentidos a sus demonios, y de servirlos con todos los talantes del cuerpo...." .<br />
Para el indio el «téquitl», (literalmente corte, del verbo tequi = cortar), era simultáneamente trabajo y gloria, dolor y exaltación. «Tetequi= cortar persona» era "Sacrificarse al ydolo, sacando sangre de las orejas o de la lengua, y de los otros miembros" También, por eso, una dura tarea, prolongada incluso durante generaciones, pero sustentada por la convicción de que era un asimilarse a Dios, (como había sido su peregrinar hasta llegar al Anáhuac), la veían como noble, lógica, deseable. Fueron en eso tan coherentes, que su entrega y aprecio de lo que los misioneros consideraron penitencia, que la penitencia de los misioneros cristianos les hacía sentirse hasta avergonzados: "... siendo cristianos no nos disponemos a hacer por Jesucristo siquiera la centésima parte de lo que éstos hacían por nuestro común enemigo el demonio; la vergüenza que los cristianos deberíamos tener..." . Esto es de suma importancia que lo tomemos en cuenta para entender nosotros ahora cómo pudieron ellos entender entonces a la Virgen de Guadalupe.<br />
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==AZTECAS. Situación tras la Conquista==<br />
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En la «Plaza de las Tres Culturas» en Tlatelolco están grabadas unas palabras de Jaime Torres Bodet que sabiamente dicen: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.” En efecto, la política de los conquistadores fue incorporar a los aztecas y a los demás pueblos indígenas a la Corona española y constituyeron una de las raíces de la nueva Nación que empezó a formarse a partir de la Conquista. El mestizaje biológico fue un proceso lento; el mestizaje cultural fue más inmediato, especialmente tras el Acontecimiento del Tepeyac. En la actualidad aún el criollo o el indígena biológicamente puros, son culturalmente mestizos.<br />
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== Notas y referencias ==<br />
<references/><br />
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== BIBLIOGRAFÍA: ==<br />
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*Caso Alfonso: "El Pueblo del Sol", Fondo de Cultura Económica, México 1953<br />
*Escalante Gonzalbo Pablo. Historia General de México (ilustrada). Ed. El Colegio de México y la LXI Cámara de Diputados. México, 2010, Vol. I<br />
*González Fernández Fidel. Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. Ediciones Encuentro, Madrid 2004<br />
*Ixtlilxochitl Fernando de Alva: "Historia de la Nación Chichimeca" en "Obras Históricas", U.N.A.M., Instituto de Investigaciones Históricas, México 1977<br />
*Mendieta Jerónimo de O.F.M. : Historia Eclesiática Indiana . Porrua, México, 1971<br />
*Molina Fray Alonso de O.F.M.: "Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana y Mexicana y Castellana", 1a. Edición México 1555-1571; Editorial Porrúa, Biblioteca Porrúa no. 44, Estudio Preliminar de LEON-PORTILLA Miguel, 4a. edición, México 2001,<br />
*Motolinía Fr. Toribio Paredes de Benavente O.F.M.: "Memoriales o Libro de las Cosas de la Nueva España y de los Naturales de ella", U.N.A.M., *Instituto de Investigaciones Históricas, México 1971,<br />
*Sahagún Bernardino de. Historia General de las Cosas de Nueva España. Porrúa, México, 1989 <br />
*Soutelle Jacques: "La vie quotidienne des Azteques a la veille de la conquête espagnole", Editorial Hachette, París 1955,<br />
*Von Hagen Víctor Wolfgang. Los Aztecas, Hombre y Tribu. Ed. Diana, 2 edición, México, 1965<br />
*Schlarman Joseph H.L.. México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa, México, 14 edición, 1987<br />
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ/ JUAN LOUVIER CALDERÓN'''</div>172.16.56.103