INCARIO. Clases sociales

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Los relatos dinásticos incas transcritos después de la conquista española, describen de manera contradictoria la partición social y espacial del Cuzco antiguo en mitades asimétricas (hanan/hurin). Dichos relatos no concuerdan sobre la identidad del soberano a la iniciativa de esta división, ni sobre los principios de clasificación que la fundan. La mayoría de los historiógrafos modernos atribuyen estas discrepancias narrativas a los actores coloniales. Estos habrían modificado la historia inca, ya sea por incomprensión cultural y lingüística o por estrategia, a fin de asentar jurídicamente el sistema colonial (virreinal) y, con este, sus pretensiones personales. Estos relatos dinásticos proponen una lectura alternativa y consideran estas discordancias no solo como el resultado de contaminaciones coloniales, sino también como el indicio de un discurso inca ambivalente sobre la perpetuidad dinástica. La nobleza inca En el Incario existían dos linajes principales, Hanan Cuzco y Hurin Cuzco, de los cuales provenía el Sapa Inca o monarca. Cada vez que un inca moría, había inestabilidad política entre estos dos linajes y la descendencia del último monarca por el poder. Cuando se instituía al nuevo inca, éste conformaba un nuevo linaje propio o «panaca». Hubo al menos una docena de «panacas» en el imperio, cuyos miembros tenían varios privilegios. Si bien el «Sapa Inca», la «Coya» (su esposa), el «Auqui» (heredero del Inca) y sus hijos (primeras generaciones de cada «panaca») conformaban la familia real o realeza del imperio, existía un número importante de personas que se les consideraba nobles, sean de sangre o de privilegios. Entre los nobles de sangre estaban los restantes miembros y descendientes de las «panacas» y dentro de los nobles de privilegio estaban aquellas personas que destacaron por sus servicios. Una de sus características que diferenciaba a la nobleza inca del pueblo era el enorme tamaño de sus orejas, causado por el uso de aros expansores.

La nobleza de sangre en el imperio incaico o «Incario», se estima al momento de su caída en más de 10.000 individuos repartidos en diferentes partes del territorio, que cumplían funciones administrativas y militares. Parte de las estrategias utilizadas por los incas para someter a otros pueblos, luego de enfrentamientos militares, era establecer alianzas matrimoniales entre los caciques locales y las hijas o concubinas del Inca a modo de crear lazos que permitieran la pacífica ocupación. También era habitual que el cacique entregara a sus hijas al Inca, las que se enviaban directamente al Cuzco para formar parte de su harén.

Con la caída del Incario, se perdieron todas las prerrogativas nobiliarias incaicas existentes; sin embargo, algunos nobles hicieron esfuerzos para que éstas fueran reconocidas por la Corona española, como Cristóbal Pariacallán Tuquiguaraca, a quien se le concedió escudo de armas y privilegios; también Felipe Guamán Poma de Ayala o Inca Garcilaso de la Vega hicieron gestiones en el sentido de que se reconocieran sus distinciones de clase.


Las «panacas» Las panacas eran linajes de los descendientes directos de un Inca reinante, excluyendo el sucesor y conservaban la momia del Inca fallecido, al igual que sus memorias, quipus, cantares y pinturas en recuerdo del finado de generación en generación.

Estas panacas reales formaban la élite cuzqueña. Tuvieron un rol en la política del incanato y sus alianzas y enemistades fueron cruciales para la historia de la capital inca. Se dice que hubo otras panacas, que tuvieron un papel importante en épocas anteriores. Una nota curiosa acerca de las panacas, es que, si se le añaden las panacas tradicionales, se obtiene un total de ocho panacas por cada dinastía, el cual es un número frecuente en la organización andina de los ayllus por ser un múltiplo de la dualidad y de la cuadruplicación. Hurin Cuzco Panaca Inca Chima panaca Manco Cápac Raura panaca Sinchi Roca Awayni panaca Lloque Yupanqui Usca Mayta panaca Mayta Cápac Apu Mayta Cápac panaca Cápac Yupanqui Hanan Cuzco Panaca Inca Wikak'iraw panacaInca Roca Awkaylli panaca Yáhuar Huácac Suqsu panaca Viracocha Inca Hatun ayllu Pachacútec Cápac ayllu Túpac Yupanqui Tumipampa panaca Huayna Cápac

Hatun runa Eran el grueso de la población que iniciaba su servicio al estado con la mayoría de edad, de ahí su significado «hombre mayor». Eran la población común del imperio incaico que estaban dedicados a las actividades de ganadería, agricultura, pesca y artesanía; eran la fuerza de trabajo. Se podía disponer de ellos para servir en el ejército y trabajar las tierras del estado, también podían ser nombrados «mitmaqkuna» o «yana». Viracocha Hasta antes de casarse, los padres eran los que designaban el trabajo a sus hijos. Posterior al matrimonio el hombre adquiría responsabilidades con el estado. A partir del matrimonio los «hatun runa» debían prestaciones al estado para toda su vida. Pero antes de eso los niños iban teniendo obligaciones menores que iban incrementando en responsabilidad con la edad. Existieron adolescentes a los cuales se les encargaba la tarea del acarreo de cargas para el estado y el ejército; a los adultos mayores se les encargaban tareas auxiliares en las que se requería mayor criterio.

Según crónicas de Pedro Pizarro, los jorobados habrían sido utilizados como bufones de la corte y las mujeres acompañaban a sus hombres en la prestación de servicios, tanto para la guerra como para las labores agrícolas. Los Mitmaqkuna Fueron pobladores que eran trasladados a otras regiones junto con sus familias y bajo el mando de su jefe étnico; estas poblaciones permanecían en territorios alejados por un tiempo determinado cumpliendo tareas asignadas por el estado o por sus mismos jefes. Estos grupos no perdían sus derechos comunales, además mantenían lazos de reciprocidad y parentesco. Según las crónicas, los «mitmaqkuna» mantenían sus vestidos y tocados utilizados en sus pueblos de origen, además se trasladaban llevando consigo sus bienes.

La institucionalidad de los «mitmaq» existió antes de la expansión incaica, y surgió de la necesidad de los pueblos andinos de acceder a otros pisos ecológicos y explotar recursos diversos que complementarían su alimentación. Durante la época de mayor expansión del Incario (Imperio incaico) hubo transformaciones en la institucionalidad de los «mitmaq», puesto que los movimientos migratorios se hicieron a distancias más largas y masivas, impidiendo que el grupo de «mitmaqkuna» continuase en contacto con su núcleo de origen.

Se trataba de poblaciones trasplantadas con el objetivo de producir bienes que luego serían redistribuidos. En algunos casos la población era trasladada como muestra de confianza y en otros como castigo; la diferencia radicaba en las condiciones de vida de unos y otros (castigados y premiados). Cieza de León[1]afirma que existieron miembros de la élite cuzqueña que fueron trasladados con sus familias para enseñar el idioma y tradiciones incaicas, estos eran elegidos como muestra de confianza y se les daba «chacras» [parcelas de tierras cultivables], casas, dádivas, objetos de lujo, honores e incluso mujeres en señal de recompensa por tener que viajar lejos del Cuzco. Yanakunas Los «yanakuna» o simplemente yanas, eran un grupo poblacional difícil de definir en tanto que eran poblaciones extraídas de su grupo étnico para labores específicas pero que en algunos casos tuvieron funciones gubernamentales importantes llegando, en algunos casos, a ser curacas (jefes tribales) y a tener inclusive «acllas»[2]otorgadas por el Inca.

Básicamente los «yanakuna» fueron población escogida por sus habilidades para prestar un servicio especial, se documentan grupos yanakuna llevados desde Chan Chan al Cuzco para sus servicios metalúrgicos, así como grupos Cañaris trasladados al valle de Yucay para el cultivo del maíz. En el caso de la producción maicera de los cañaris de Yucay, sirvió para la alimentación directa de las panacas cuzqueñas.

La institucionalización de este grupo poblacional está documentado a través de relatos recogidos por los cronistas españoles. Según algunos relatos los «yanas» fueron población que se rebeló y a la que se le perdonó su vida a cambio de servir perpetuamente al soberano incaico, esta rebelión sucedió en Yanayaco; según la leyenda, justo cuando iban a ser ejecutados Mama Ocllo intercedió por ellos y pidió que estuvieran a su servicio. Según la historiadora Rostworowski el Inca entregaba población yana a la «coya» (la esposa principal del Inca) cuando al momento de casarse.

La población «yana» también era entregada por el Inca a otros curacas para servicios especiales, en este caso hacían lo que ordenaba la persona a las que estaban a cargo. Los yanas estaban repartidos en casi todo el Incario; se documentan «yanas» al cuidado de las momias de los soberanos incaicos; asimismo el sol y las huacas (lugares de culto) tenían «yanas» a su servicio (Cieza de León describe a los yanas al cuidado de las huacas de «Huanacaure» y «Huarochirí»).

Los primeros españoles identificaron a los «yanas» como poblaciones sin derechos, comparándolos con la concepción de esclavos que existía desde antiguo en la Europa de aquellos tiempos. Sin embargo, existe información que descarta esta idea que fue publicada por J. Murra; esta información señala que los «yanas» tenían derecho a recibir tierras para su sustento. Investigaciones de W. Espinoza señalan que el estatus de «yana» era algo común antes del imperio incaico y su número fue aumentando a medida que el territorio del mismo se extendía.


Piñas institucionalizadas por Huayna Capac Algunos historiadores los identifican como esclavos, y a pesar de no aparecer en las crónicas se sabe de ellos pues estaban descritos en las relaciones quechuas. Según investigaciones de la historiadora Rostorowsky, en estas relaciones se menciona que los «pinakuna» eran prisioneros de guerra y ocupaban un nivel inferior en la escala incaica. El investigador histórico W. Espinoza, señala que la institucionalización de los «piñakuna» es tardía y quien la institucionalizó fue Huayna Capac; a partir de este periodo todo aquel prisionero de guerra que no admitía su derrota pasaba a formar parte de los «piñakunas». Así sucedió con algunos grupos de pastos, carangues, cayambes, quitos, cañaris y chachas.

La situación de los «piñacunas» fue extensiva para sus parejas e hijos, quedando como propiedad del estado incaico, enviándolos a trabajar en zonas de difícil acceso; generalmente en cocales de la selva de montaña; existen evidencias de que el estado también les proporcionaba tierras para su propia subsistencia. Sistema de control de la población El Incario extendió su dominio bajo distintas etnias. El mestizaje era prácticamente nulo. Según cálculos hipotéticos a falta de fuentes fidedignas y precisas algunos historiadores calculan que la población total del Incario habría sido de entre 16 a 18 millones, un número claramente hipotético y abultado, dependiendo las fuentes.

Sistema de control decimal de la población: Encargado Cantidad de familias Puriq1 familia Pichqa kamayuq 5 familias Chunka kamayuq10 familias Pichqa chunka kamayuq 50 familias Pachaka kamayuq 100 familias Pichqa pachaka kamayuq 500 familias Waranqa kamayuq 1000 familias Pichqa waranqa kamayuq 5000 familias Hunu kamayuq10 000 familias


NOTAS

©JMS: Historia-Imperio Inca 6/10.

Revista Cultura y Ocio

  1. Pedro Cieza de León (Llerena, Badajoz, 1520-Sevilla, España, 2 de julio de 1554) fue un conquistador y colonizador español, destacado por su labor como cronista e historiador del mundo andino. Escribió una Crónica del Perú (1553) en cuatro partes, de las que solo la primera se publicó en vida de su autor, quedando inéditas las otras tres hasta los siglos XIX y XX.
  2. Las acllas (en quechua: akllasqa ‘escogida’) eran mujeres de singular belleza. Fueron escogidas de varios lugares del Imperio inca para servir al Inca o al Dios Sol o Inti. Su preparación se llevaba a cabo en el Acllahuasi donde vivían las mujeres bajo la vigilancia de las Mamaconas aisladas en un servicio de alto honor. Existían diversos tipos de Acllas, entre las más importantes tenemos:
    • Aclla del Sol (en quechua, Intiq Akllasqan) Dedicaban su vida entera a la adoración del Dios Sol.
    • Aclla del Estado (en quechua, Suntor Akllasqan)
    • Aclla ceremonial (en quechua, Taki Aklla), elegida por sus habilidades cantoras. Su labor era alegrar las fiestas de la corte del Inca.