Diferencia entre revisiones de «PERSECUCIONES Y MARTIRIOS EN EL SIGLO XX»
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GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, FIDEL. ''Anunciare Cristo all’Europa'', ISTRA, Milán 1991; (con varias traducciones en revistas españolas). | GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, FIDEL. ''Anunciare Cristo all’Europa'', ISTRA, Milán 1991; (con varias traducciones en revistas españolas). | ||
− | GONZÁLEZ FERNÁNDEZ FIDEL, ''México, tierra de Mártires. Historia de la persecución anticatólica en México''. Alba, Tlaquepaque (Jalisco) 2002 | + | GONZÁLEZ FERNÁNDEZ FIDEL, ''México, tierra de Mártires. Historia de la persecución [[MÉXICO;_Camino_del_nacimiento_de_un_estado_laico_(II) | anticatólica]] en México''. Alba, Tlaquepaque (Jalisco) 2002 |
MEINECKE Friedrich. ''Idee der staatsrason'' (1924) ''(La idea de la razón de estado en la historia moderna); Weltbürgertum und National staat. Studien zur Genesis das deutschen Nationalstaats'' ( 1907) (aparecido en inglés con el título: ''The Middle Classes of the World and the National State. Studies on the Genesis of the National State)'', también otras obras de entonces como: ''Cosmopolitismo y Estado nacional'' (1908): desarrollan estas ideas tan actuales en la moderna historia de los Estados y sus teorías prácticas. | MEINECKE Friedrich. ''Idee der staatsrason'' (1924) ''(La idea de la razón de estado en la historia moderna); Weltbürgertum und National staat. Studien zur Genesis das deutschen Nationalstaats'' ( 1907) (aparecido en inglés con el título: ''The Middle Classes of the World and the National State. Studies on the Genesis of the National State)'', también otras obras de entonces como: ''Cosmopolitismo y Estado nacional'' (1908): desarrollan estas ideas tan actuales en la moderna historia de los Estados y sus teorías prácticas. | ||
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Sumario
- 1 Un siglo de mártires
- 2 ¿Cuál puede ser la raíz de estas persecuciones?
- 3 El martirologio canónico del siglo XX en la Iglesia católica.
- 4 El magisterio de Juan Pablo II sobre los Mártires.
- 5 El caso de la persecución en México.
- 6 Páginas duras e intensas de martirio.
- 7 Inventar una nueva religión y una nueva iglesia: proyectos del gobierno mexicano
- 8 NOTAS:
- 9 BIBLIOGRAFÍA:
Un siglo de mártires
"Te martyrum candidatus laudat exercitus" (Que te alabe la multitud de los mártires), cantamos en el Te Deum, el himno atribuido a San Ambrosio. "Ellos son los que pasaron por la gran tribulación y lavaron sus vestiduras volviéndolas inmaculadas con la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7, 14). Nos los recordaba el Papa Juan Pablo II en la Bula de convocación del Jubileo 2000, Incarnationis Mysterium (n. 13), donde hablaba de la multitud de los mártires en el siglo XX: "Este siglo ha visto numerosos mártires, especialmente del nazismo, del comunismo y de conflictos raciales y tribales". Y en su Carta Encíclica Tertio millennio adveniente para preparar aquel gran jubileo escribía: "En nuestro siglo (XX) han vuelto los mártires, muchas veces ignorados, como 'soldados desconocidos' de la gran causa de Dios" (n. 37).
Los mártires de hoy, como los de los dos mil años de la historia cristiana, son hombres y mujeres que, según las palabras del Papa, "han seguido a Cristo en las varias formas de la vocación religiosa" (ibidem). En más de 70 países han sufrido persecución por motivo de la profesión de su fe todas las Iglesias cristianas. Las ideologías que han dominado la cultura mundial a lo largo de los dos últimos siglos, a partir de la etapa inaugurada por la Revolución Francesa, continuada y fomentada en el llamado “largo siglo liberal”, con sus altibajos anticristianos y anticlericales, por personas y grupos que se confesaban “libre-pensadores”, agnósticos, masones en una variedad múltiple de tonos. La historia de las ideologías fuertemente anticristianas de este periodo no se puede simplificar ni medir con un solo parámetro; a veces encontramos mentalidades y posiciones que se cruzan entre sí con vetas muy diversas por origen y propósitos.
A finales del siglo XIX también se abrió camino una mentalidad radicada en las diversas doctrinas de carácter socialista y anárquico, que encontró una acogida favorable en muchos ámbitos del inquieto mundo intelectual de la época, y en las masas populares maltratadas por los profundos cambios sociales de la época. Las revoluciones de carácter marxista-comunista encontrarán una notable acogida en muchos países y regiones entre tales grupos y masas de gente, sobre todo del mundo obrero. Ante el perdurar de situaciones penosas y traumáticas, tras la Primera Guerra mundial aprovechando el descontento general causado por la tragedia de la guerra, se abrieron paso proyectos sociales nuevos de carácter totalitario, e intentos de recomponer la sociedad sobre los cimientos de un orden nuevo revolucionario. Son los proyectos violentos de todos los diversos fascismos, el del nazismo en la Alemania de Hitler, del comunista en la Unión Soviética, y otros que, en el llamado “siglo breve” (siglo XX), condujeron de manera variada a una cadena de genocidios, guerras y desastres de todo tipo. Desde el punto de vista de la historia cristiana, todos estos proyectos sociales han intentado por todos los medios eliminar el Acontecimiento cristiano de la Historia. Aquí se sitúa la historia de las persecuciones que los cristianos han sufrido en el siglo XX y la de sus mártires.
En el curso de su Pontificado el papa Juan Pablo II recordó en numerosas ocasiones que el siglo XX, recorrido dolorosamente por inmensas tragedias, ha conocido la vuelta de los mártires; ello no ha sido sólo el resultado de los varios totalitarismos que han ensangrentado el siglo; ha sido, sobre todo, resultado del clima ideológico y cultural que se fue creando después de doscientos años de sueños, o mejor dicho de pesadillas, de racionalismo, que ha querido violentar a la naturaleza y al hombre con las pretensiones utópicas de las ideologías. Todas las iglesias cristianas han sufrido la persecución por la fe en más de 70 países debido a esas ideologías que han dominado la cultura mundial a lo largo del siglo, desde la liberal-masónica pasando por la nazi, la fascista de diverso color, y las marxista-comunista en sus diversas versiones.
Numéricamente nunca ha habido tantos cristianos como en el siglo XX con casi dos mil millones de fieles. Pero también el siglo XX se caracteriza por haber tenido más mártires que todo el resto de la historia del Cristianismo: de hecho, dos tercios de los mártires de esa historia milenaria fueron masacrados precisamente en el siglo XX. Han sido alrededor de 27 millones, de un total de casi 40, según los cálculos proporcionados por el Obispo Michel Hrynchyshyn, Exarca de los Ucranianos de Rito Bizantino en Francia, y Presidente de la Comisión de los Nuevos Mártires del Jubileo Vaticano; comisión integrada por 10 expertos y que fue constituida por Juan Pablo II para recoger las informaciones necesarias sobre los mártires del siglo XX en todas las Iglesias y Confesiones cristianas[1]. Estos datos los proporciona el estudioso anglicano David B. Barret en "Christian World Encyclopedia". Barret habla de 26, 685,000 solo en el siglo XX[2]. A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II canonizó a 464 santos y santas, de los que 344 fueron mártires; beatificó a 1291, de los que 971fueron mártires. Por su parte, Benedicto XVI en sus dos primeros años de pontificado canonizó 9 santos y beatificó 40 beatos, de éstos últimos 21 son mártires[3].
¿Cuál puede ser la raíz de estas persecuciones?
¿Cuál puede ser la raíz de las persecuciones contra el cristianismo y la Iglesia que eso vive en la edad contemporánea? Se perfila cada vez con mayor fuerza una visión del hombre y de la historia contrapuesta al pensamiento y a la experiencia cristiana. Incluso se llega a pensar que el cristianismo es un estorbo para el desarrollo del hombre y una especie de tumor que es necesario extirpar del corazón de las personas y de la sociedad. Se considera primero a la fe cristiana como contraria a la razón humana, y se la tolera como expresión mitológica de una etapa infantil de la religiosidad de las personas que creciendo en madurez y años deben naturalmente superar. Por ello no debe tener cabida en la educación pública que se dice, debe ser “neutra” y totalmente a-religiosa (se comienza a usar el término laico en este sentido, como contrapuesto a religioso, cristiano, católico, clerical, confesional). La permanencia del hecho religioso se tolera en la vida privada de las personas, pero debe ser desalojado de la vida pública en cualquiera de sus manifestaciones.
En un proceso cada vez más apresurado y rápido, el pensamiento filosófico dominante se pronuncia en tal sentido, negando toda posibilidad racional a la fe cristiana y a la religiosidad en cuanto tal. El Poder político en sus diversas manifestaciones se propone, poco a poco pero decididamente, expulsar la fe de la vida. Este proceso o intento va al paso con la pretensión de parte del Estado de erigirse como criterio de moralidad total, bajo diversas formas y como medida única de la libertad concedida al hombre. Más concretamente, a partir de la Paz de Westfalia de 1648, cuando se concluye la llamada “Guerra de los Treinta Años” entre católicos y protestantes en el centro de Europa, las potencias sentadas en las mesas de negociación para la paz, van a inaugurar una política de equilibrio en la balanza de las relaciones entre los Estados, y una tolerancia en el campo religioso que debe estar bajo el control de los mismos para evitar toda fricción y el repetirse de las antiguas hostilidades sangrientas. Los Estados reunidos en Westfalia ven la necesidad de una convivencia pacífica entre ellos y entre las confesiones cristianas diversas reconocidas por los mismos para aquellos países europeos hasta entonces en pie de guerra (católicos, luteranos y calvinistas). Se inauguró así una filosofía política de tolerancia del hecho religioso, pero siempre controlado por el Estado.
Aquella política aprobada llevó a eliminar de hecho la fe cristiana confesada de la vida internacional, y la exclusión del hecho religioso cristiano, en este caso, de sus debates. El papa de Roma, que hasta entonces había jugado un papel siempre importante en los debates entre los países europeos, en Westfalia ya no pudo intervenir[4]. A continuación, el Estado mismo se autoproclamará única forma global y totalizadora de la vida humana, de las relaciones y de la sociedad, eliminando cualquier otro punto de referencia. En los últimos milenios, sobre todo en la historia del mundo occidental, se han visto sucederse tres sistemas estatales: el Estado patrimonial, o sea el feudalismo, el Estado absolutista, concentrado en las manos del soberano, y el Estado constitucional, fundado sobre la división de poderes y sobre la participación teórica de los ciudadanos o del pueblo en la elección de sus representantes. Más tarde, en nuestra historia contemporánea emerge y se impone en muchos lugares del mapa mundial, una nueva concepción totalitaria e inmanentista del Estado en sus diversas formas, característica tanto de los regímenes de carácter comunista, como de los de tipo nazista y de aquellas formas de fascismo estatal, que arrastran lejanos orígenes filosóficos comunes en la visión hegeliana de la realidad y de la historia.
Según la concepción absolutista, el Estado no es la expresión de nación o de patria, o un instrumento al servicio de la sociedad, sino es propiedad de quien está en el poder, para quien la razón de estado, el proyecto que se tiene sobre el hombre y sobre la sociedad que está al servicio del Estado, es la razón última de todo tipo de moral y de intervención en la vida social y en la vida humana. Podría parecer que la ideología del absolutismo antiguo (antiguo régimen) hubiese sido superada con la Revolución francesa, pero no fue así. Se superan las antiguas formas, pero se mantienen o se cambian algunas concepciones antiguas bajo nuevos ropajes. En nuestra edad contemporánea el Estado asumirá nuevas formas estatistas. "La razón de Estado es la norma de la acción política, la ley motriz del Estado. Ella dice al hombre de gobierno lo que debe hacer para conservar el Estado vigoroso y fuerte"[5].
Para el hombre de Estado, la norma de "actuar según una responsabilidad moral" cede frente a la norma de "actuar según el instinto de potencia". Y el instinto de potencia lleva al imperialismo estatal. Es fácil captar la derivación maquiavélica de la "razón de Estado", pero también es fácil prever a qué consecuencias habría llevado este terrible juego de los imperialismos estatales, desde el momento en que la política descuida los reclamos de la ley moral natural y, en el caso del mundo occidental ya cristianizado en sus grandes líneas, de los principios cristianos profesados.
También en este campo, la Iglesia se ha mostrado una vez más como la única realidad que ha defendido a la persona, a la libertad del hombre y a la libertad de la sociedad frente a todo sistema totalitario. Aunque las circunstancias han cambiado en diversos lugares del mundo, en definitiva, en el fondo de toda situación de persecución anticristiana, siempre encontramos un concepto de Estado que es idolátrico, globalizante e inmanente. En nuestra época podrá tener la forma del Estado típica del régimen nazi, de los fascistas o de los marxistas, pero la concepción de fondo sobre la naturaleza, el objetivo y el papel de Estado es, en el fondo, coincidente. Con esta concepción quedan, por tanto, minadas las bases cristianas de la vida, su concepto del hombre, de la sociedad y del mismo Estado. Por esto, estas formas o ideologías de Estado, tienden a eliminar radicalmente la experiencia cristiana de la vida individual y social, en cuanto que no quieren únicamente doblegar a la Iglesia al propio sistema, o insertarla en esta concepción del Estado -como algunos podían pensar en a lo largo de la primera parte de la edad moderna- sino que proyectan su desaparición de la faz de la tierra, como el único elemento que contradice radicalmente esta concepción del Estado.
Esta ideología persecutoria se puede comprobar en los casos de las persecuciones inauguradas por la Revolución francesa, y después en las promovidas por los regímenes bajo el influjo de la masonería, (como en el caso de México y de numerosos países de América Latina, las graves hostilidades en Portugal desde principios del siglo XX, en la España de los años treinta del siglo XX, donde muchos casos de martirio fueron instigados precisamente por algunas logias masónicas, etc.). Son más conocidas las persecuciones instigadas por los nazis y por los diversos regímenes comunistas en la Unión Soviética o en otros países dominados por estas ideologías a lo ancho y largo de la geografía mundial en el siglo XX: desde la Segunda República española y la mayor parte de los países de la Europa central y meridional bajo regimenes comunistas, por poner algunos casos dramáticos, hasta China, Camboya y otros países bajo tales regímenes totalitarios.
De aquí en adelante se proyecta la desaparición de la Iglesia, se quiere construir un nuevo orden, inmanente, y para esto hay que desarraigar el hecho cristiano de la historia. Es verdad que la primera tentativa de este tipo se ensayó durante la Revolución francesa, sobre todo durante los períodos llamados de la Convención y del Directorio: con sus medidas explícitamente anticristianas, (creación de un nuevo calendario donde se cancelaba totalmente la memoria cristiana, creación de una nueva religión racionalista y deísta obligatoria y, en seguida, de una nueva de carácter naturalista con un sistema de culto y de prácticas religiosas propias, los diversos juramentos introducidos de rechazo a la antigua religión católica, apostasía exigida a los eclesiásticos, odio al antiguo régimen monárquico, etc...). La Revolución, por consiguiente, produjo numerosos mártires cristianos, sobre todo sacerdotes y religiosos, (como los mártires de la Rochelle, las Carmelitas Descalzas de Compiegne, para recordar los casos más conocidos). A partir de este evento histórico, encontraremos continuamente tentativas similares.
El martirologio canónico del siglo XX en la Iglesia católica.
Juan Pablo II, en su carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, escribía acerca de los mártires y de sus canonizaciones por parte de la Iglesia: "La Iglesia del primer Milenio nació de la sangre de los mártires: 'Sanguis martirum semen christianorum"[6][La sangre de los mártires es semilla de cristianos]. Al término del segundo milenio, la Iglesia se ha convertido nuevamente en Iglesia de Mártires. Las persecuciones contra los creyentes -sacerdotes, religiosos y laicos- han obrado una gran siembra de mártires en varias partes del mundo. El testimonio prestado a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha convertido en patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes, como ya revelaba Paulo VI en la homilía para la canonización de los mártires de Uganda, donde cristianos católicos y anglicanos mezclaron su sangre y sus cenizas en la misma hoguera donde muchos ardieron vivos confesando su única fe en Cristo[7]. Fue un verdadero ecumenismo sellado en su sangre.
Es un testimonio que no hay que olvidar. La Iglesia de los primeros siglos, pese a encontrar notables dificultades organizativas, se preocupó por fijar en martirologios especiales el testimonio de los mártires. Tales martirologios han sido puestos al día constantemente a través de los siglos, y en el catálogo de los Santos y de los Beatos de la Iglesia han entrado no sólo los que han derramado su sangre por Cristo, sino también maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbíteros, vírgenes, cónyuges, viudas, seglares empeñados en el trabajo y en la vida pública, padres y madres de familia, jóvenes y adolescentes: todos los niveles de la pertenencia eclesial.
"En nuestro siglo han vuelto los mártires, frecuentemente ignorados, como "soldados desconocidos" de la gran causa de Dios. En cuanto sea posible, no deben dejarse perder en la Iglesia sus testimonios [...] recogiendo la necesaria documentación. Esto no podrá dejar de tener también un hálito y una elocuencia ecuménica. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es quizá el más convincente. La communio sanctorum [comunión de los santos] habla con una voz más alta que los factores de división. El martyrologium [martirologio] de los primeros siglos rendía sumo honor a Dios mismo; en los mártires veneraba a Cristo, que era el origen de su martirio y de su santidad. Se desarrolló luego la práctica de la canonización, que perdura hasta hoy en la Iglesia católica y en las ortodoxas. En estos años se han multiplicado las canonizaciones y las beatificaciones, que manifiestan la vivacidad de las iglesias locales, mucho más numerosas hoy que en los primeros siglos y en el primer milenio. El más grande homenaje que todas las Iglesias tributarán a Cristo en el umbral del Tercer milenio será la manifestación de la omnipotente presencia del Redentor mediante los frutos de fe, de esperanza, de caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas que han seguido a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana"[8].
Aquí tenemos la explicación clara del por qué de este multiplicar beatificaciones y canonizaciones. De 280 canonizaciones realizadas por Juan Pablo II hasta el año 1999, se contaban 248 de mártires (frecuentemente hechas en grupo); y de cerca de 800 beatos elevados por él a los altares en el mismo período, 248 eran de mártires, de los cuales la mayor parte pertenecían al siglo XX. Se trataba de figuras de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. De ellos, 37 fueron canonizados: el padre Kolbe y Edith Stein, mártires del nazismo; 10 españoles; 9 son los mártires de Turón[9]en Asturias (España), martirizados en 1934 por un grupo de milicianos socialistas, impulsados por la logia masónica local, y otro Hermano de las Escuelas Cristianas, martirizados en Cataluña en 1937; los demás son 25 mártires mexicanos[10]. Aquellas estadísticas de santos canonizados mártires crecieron casi el doble en los restantes casi cinco años del pontificado del gran papa polaco; y luego los elevados a los altares por su sucesor Benedicto XVI. En las beatificaciones y canonizaciones de varios centenares de mártires, especialmente de las persecuciones en España, en Polonia y en otros países del Este europeo, entraron también cuarenta mártires mexicanos, de entre muchísimos otros más.
El magisterio de Juan Pablo II sobre los Mártires.
A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II subrayó continuamente el valor del bautismo, punto de partida y transformación total de la vida. Dentro de la vida cristiana, el martirio, el testimonio que a veces podrá ser sigilado con el derramamiento de la propia sangre, es una gracia que ha acompañado siempre a la vida de la Iglesia desde su nacimiento. Los mártires, repetía continuamente el santo papa Juan Pablo II, eran indispensables para anunciar el Evangelio.
Así recordaba a los responsables de la animación misionera en el mundo católico a los misioneros y misioneras que: «no pocas veces proclaman la buena nueva y manifiestan su fe en ambientes hostiles o indiferentes”. Y añadía: “La reciente conmemoración de los testigos de la fe del siglo XX, que tuvo lugar el pasado domingo en el Coliseo, nos recuerda que para la misión a menudo la prueba suprema es el don de la vida hasta la muerte. Como siempre en la historia cristiana, los «mártires», es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. También en nuestra época hay muchos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como laicos; a veces héroes desconocidos que dan la vida como testimonio de la fe. Ellos son los anunciadores y los testigos por excelencia. (Redemptoris missio, 45)»”[11].
El papa se refería a los misioneros que dejaban su patria para anunciar el Evangelio y pagaban con su vida el testimonio que daban sobre Cristo, frecuentemente, decía el papa, durante años o toda la vida para anunciar el Evangelio por los cinco continentes, con frecuencia «en ambientes hostiles o indiferentes». Cada bautizado debe ser misionero, recordaba el gran Papa profeta. Y al recordar la Conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX, que había tenido lugar aquel mes de mayo del año santo del 2000 en el Coliseo, y por él mismo presidida, el Papa constataba que «Jesús, manantial de vida para todos» era la única fuente, motivo y sostén de tal testimonio. En el jubileo del año dos mil se celebraron profusamente las memorias de todos los Mártires cristianos del siglo que concluía, el más sangriento de toda la historia cristiana, un siglo en el que se mezcló, del norte al sur... y del sur al norte, la sangre de obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas y fieles bárbaramente asesinados y a los pastores a los que se les impide ejercer su ministerio, o incluso que son amenazados de muerte». Tal fue lo que sucedió en México en las primeras décadas del siglo XX.
El caso de la persecución en México.
Uno de los países del mundo que ha vivido algunas páginas más heroicas de martirio cristiano en el siglo XX ha sido México. En México asistimos a una serie de acontecimientos contemporáneos que aparecen densos de significado por los hechos en sí, y por la operación de silencio histórico a que han sido sometidos por parte de algunos ambientes. Por una parte se trata de la feroz persecución anticatólica en la primera mitad del siglo XX, y del martirio de numerosos cristianos en un país de tan antiguas y arraigadas raíces católicas; y por otra parte, el alzamiento del pueblo católico en algunas regiones de México en los años 20 de aquel siglo, pidiendo el derecho de expresar libremente su fe cristiana. Por todo ello México ha sido ya señalado por muchos como tierra fecunda de mártires[12]. Esta historia mexicana se presenta como un mundo poliédrico y apasionado de aspectos y temas que no cesará de interesar al historiador abierto a la vida de los pueblos, de su identidad, de sus sufrimientos y de su lucha por la dignidad y libertad de las personas.
Páginas duras e intensas de martirio.
El martirio de muchos cristianos mexicanos conmovió al mundo católico de entonces, y ha sido reconocido como una de las páginas de martirio más duras e intensas de la historia moderna de la Iglesia Católica. Cuarenta de aquellos mártires, entre los miles de católicos víctimas de la persecución, han sido ya canonizados o beatificados durante los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. De ellos 25 también han sido ya canonizados por Juan Pablo II el 21 de mayo de 2000, en el marco del Jubileo del Año Santo. Desde un punto de vista canónico (Proceso de canonización) estas Causas fueron llevadas por tres Organismos diferentes (postulaciones que presentan las Causas al Papa en el Vaticano) y que por lo tanto pueden seguir ritmos y caminos más o menos lentos; una Postulación se encargó de 25 de los Mártires ya canonizados (en su mayoría sacerdotes diocesanos) y otras diversas las del Padre Pro, jesuita, del Padre Nieves, agustino, y de los 13 mártires beatificados bajo el pontificado de Benedicto XVI, en Guadalajara el 20 de noviembre de 2005[13].
Entre los mártires canonizados y los beatificados encontramos un buen número de sacerdotes, pero se hallan entre ellos también 13 seglares, y no serían los únicos, que constituyen una verdadera legión de víctimas de la persecución y de testigos de Jesucristo. La muerte de estos mártires, canonizados o beatificados, como se ha demostrado en los respectivos procesos no fue debida a motivos políticos. Si en el caso de los sacerdotes el hecho ha sido demostrado con creces, en el caso de los seglares se puede afirmar sin lugar a dudas que su martirio fue en odio a la fe, como se verá más adelante. Es cierto que algunos de ellos, como también se dirá, se encontraban involucrados en la lucha por la libertad religiosa y por los derechos de las personas y de la sociedad católica mexicana. Es un derecho fundamental de la persona luchar por la propia dignidad. Estos mártires seglares no se mezclaron en hechos de armas directos, aunque en algún caso apoyaron claramente la protesta armada, como se verá también en cada caso. ¿Por qué lo hicieron, los que lo hicieron? ¿Era lícito moralmente su actitud? Son preguntas a las que trataremos de responder con los hechos. De todos modos, a la hora de su muerte fueron asesinados fríamente porque eran católicos que confesaban su fe y no por hechos de protesta armada o por participar en la lucha armada de los llamados “cristeros”, que además buena parte del mundo católico de entonces, comenzando por Roma y por los obispos mexicanos consideraban moralmente lícita, independientemente de consideraciones de carácter de conveniencia.
Aquella legítima protesta armada de numerosos católicos en algunos Estados de la Federación Mexicana fue tildada como rebelión sin base alguna legal, y bautizada con oprobio y desprecio por el gobierno mexicano de entonces con el nombre de Cristiada. Y pasó lo que les sucedió a los primeros cristianos, un nombre inventado por el desprecio, se convirtió en el más alto nombre de su gloria. Me refiero a cómo los cristianos del siglo II y III eran llamados y definidos por los paganos como “tertium genus” (“uno sin patria, gente extraña, extravagante”), perteneciente a un tipo de personas que estaban fuera del mundo; eso precisamente, “un tercer género de gente”, que no pertenecían ni al mundo de los cultos greco-romanos, ni al mundo religioso hebraico. Eran eso: ¡“cristianos”!. Los cristianos acogen aquello que quería ser un insulto o una acusación y le dan totalmente la vuelta, como escribe, ya en el siglo III, Clemente Alejandrino: “Una alianza nueva ha establecido el Señor con nosotros. Lo que se refiere a los Griegos y a los Hebreos pertenece al pasado; en vez, para nosotros, como una tercera estirpe (tertium genus), de manera nueva, lo adoramos como cristianos”[14].
Por eso los cristianos le dan al término un sentido positivo para indicar que forman “un pueblo nuevo”, el pueblo eclesial de Dios. Sin embargo, al cristiano le acecha siempre la tentación de adaptarse a la vieja mentalidad “del mundo”, como recuerda Jesús en el evangelio de san Juan (capítulos 15-17). El cristiano “posee entonces una patria” cuando, a pesar de confesar teóricamente a Cristo, busca su seguridad en lo que hace, o en el éxito de lo que se propone, o en la cultura y poder dominante, sacrificando su identidad de pertenencia a Cristo. En este sentido Jesucristo y la Iglesia serían sólo pretextos en la vida o formas inconsecuentes de religiosidad. Por el contrario, la confesión de Jesucristo abre el horizonte encerrado y mezquino del orden humano, y crea incesantemente formas de vida y relaciones nuevas que rompen las modas y los imperativos impuestos por el poder. Empieza así la persecución. En este sentido, el cristiano “no tiene patria” y es precisamente por esto que cualquier tipo de Poder humano en todos los sectores de la vida, desde el político al económico y social, e incluso también del familiar, como nos lo recuerda el Evangelio, lo odia[15]. Fue esta la raíz profunda de las persecuciones: desde las primeras en la época del Imperio Romano hasta nuestros días[16].
Y éste es el otro aspecto de la violenta historia de persecuciones que sufrieron los católicos mexicanos en aquellos años trágicos. De hecho muchos católicos se levantaron con protestas populares que fueron ahogadas en la sangre; pedían sólo que se respetasen sus derechos fundamentales a la libertad religiosa, es decir, el derecho a vivir conforme a su fe cristiana. Se crearon asociaciones y se fundaron organismos en defensa de la libertad religiosa. Todo fue inútil. Tras la Constitución aprobada en Querétaro en 1917, y especialmente tras la llamada “ley Calles” de 1926 en la que se determinaba de manera violenta la aplicación de las disposiciones de la Constitución en materia religiosa, surgió un fuerte movimiento popular católico, que pedía simplemente que se reconociesen los derechos fundamentales de la persona y de las sociedades a la libertad religiosa fundamental. El Estado mexicano de entonces, representado por sus Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, se negó a todo diálogo y a escuchar humillantes súplicas y todo tipo de peticiones y protestas pacíficas por parte de los obispos mexicanos, delegaciones católicas de seglares, asociaciones, e incluso de millones de firmas recogidas como sostén de aquellas súplicas.
Solamente entonces, y tras tentativas vanas de pedir que se reconociesen sus propios derechos civiles y religiosos, algunos católicos tomaron las armas de la insurrección. Fueron los Cristeros y la Cristiada, auténtico levantamiento popular, en frase ya citada del historiador francés Jean Meyer, quien trazando las raíces del hecho, señala la ciega hostilidad del Estado radical y masón que llevó su ideología hasta el fondo[17]. Comenzará así la “primera Cristiada” hasta 1929, cuando por obediencia a la jerarquía de la Iglesia, los campesinos depondrán las armas tras unos “acuerdos” firmados en 1929 entre una delegación de obispos con el Gobierno, apoyados y sostenidos por el Gobierno de los Estados Unidos y que habían sido también propiciados por la Santa Sede en busca de una solución pacífica al conflicto. Los acuerdos serán pisoteados por el Gobierno con una sangrienta “matanza”. Tras esta villana traición de las promesas de libertad por parte del Gobierno habrá una “segunda Cristiada”, aunque más cauta y desconocida por la historiografía.
Inventar una nueva religión y una nueva iglesia: proyectos del gobierno mexicano
¿Cómo arrancar de raíz el catolicismo y cómo vencerlo usando armas aparentemente religiosas y patrióticas al mismo tiempo? Entre las ideas peregrinas que rondaron en la cabeza de algunos políticos revolucionarios de los tiempos de Obregón y de Calles, se les ocurrió la de inventar una religión nueva y una iglesia que sustituyese a la Católica, una iglesia mexicana, separada de Roma. Ello debía ser el medio más adecuado para controlar la fe católica de los mexicanos, el ejercicio del culto y cuanto se refiriese a la vida eclesiástica. La idea la promovió Luís Napoleón Morones, el secretario de Industria y Comercio del gobierno de Calles[18]. Pero ya antes del proyecto de Morones, un tipo llamado Eduardo Coronel y Román había solicitado en 1923 a la secretaría de Gobernación poder ejercer como sacerdote cristiano, independiente del clero católico, ya que los curas católicos se lo habían impedido y sus esfuerzos por ordenarse sacerdote habían sido vanos. En 1925, el presidente Plutarco Elías Calles quiso poner en marcha el proyecto de Morones creando la espectral y títere “Iglesia Católica Apostólica Mexicana”. Cuatro cismáticos, entre ellos dos curas renegados, apoyados por el gobierno callista, ocuparon el templo de La Soledad, en la ciudad de México. La ocupación estuvo a cargo de otro grupo títere que usurpó el nombre de “Caballeros de la Orden de Guadalupe” y que estaba bajo el mando de Ricardo Treviño, secretario general de la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana), de matriz callista anarco-socialista. Hasta montaron la comedia de hacer a uno de ellos “patriarca de la nueva iglesia mexicana”, Joaquín Pérez Budajar [19].
El proyecto fracasaría a lo ancho y a lo largo de la geografía mexicana. Incluso, en un lugar alejado del centro, como el Estado de Tabasco, totalmente bajo la señoría de algunos “señores de la guerra”, para usar una terminología propia de la historia de la China en total anarquía de aquellos años, verdaderos caciques de las tierras y haciendas, se intentó acoger aquella iniciativa, que no tuvo éxito alguno.
NOTAS:
- ↑ .El obispo Hrynchyshyn abrió las conferencias de una de las sesiones consagradas a los "Mártires de la Europa Oriental y del Nazismo" de un simposio sobre el tema que se estuvo celebrando con sesiones mensuales durante el año Jubilar del 2000 en el Pontificio Ateneo Romano "Regina Apostolorum". Datos recogidos por la agencia Zenit ZE00050405.
- ↑ Barret usa el término "mártir" en un sentido más bien amplio, y no sólo en el sentido canónico católico.
- ↑ Hay que tener presente que la totalidad de estos procesos de canonización y beatificación habían sido comenzados bajo pontificados anteriores, especialmente bajo el de Juan Pablo II. Entre los santos canonizados por Benedicto XVI se encuentra el primer obispo mexicano canonizado, San Rafael Guizar y Valencia, obispo durante el periodo de la persecución en Jalapa y Veracruz.
- ↑ Ello causará una enérgica protesta del papa Inocencio X con una bula en la que no sólo no acepta aquella exclusión sino que critica con tonos fuertes las bases sobre la que se va a fundar aquella política que va a dar frutos muy amargos a la historia europea y mundial con sus cadenas de guerras.
- ↑ Friedrich MEINECKE [filósofo-político alemán, 1862-1954], Idee der staatsrason (1924) (La idea de la razón de estado en la historia moderna); Weltbürgertum und National staat. Studien zur Genesis das deutschen Nationalstaats ( 1907) (aparecido en inglés con el título: The Middle Classes of the World and the National State. Studies on the Genesis of the National State), también otras obras de entonces como: Cosmopolitismo y Estado nacional (1908): desarrollan estas ideas tan actuales en la moderna historia de los Estados y sus teorías prácticas.
- ↑ TERTULIANO, Apologeticum. 50, 13; CCL I, 171.
- ↑ Cfr. Acta Apostolicae Sedis 56 (1964), 906.
- ↑ JUAN PABLO II, Tertio Millennio Adveniente, 37.
- ↑ Se trata de 8 Hermanos de las Escuelas Cristianas, consagrados a la enseñanza de los hijos de mineros en esa región, y de su confesor, un padre pasionista, martirizados en 1934 en el pueblo minero de Turón, en Asturias (España). [Este pueblo y esta historia los conozco bien, desde pequeño, pues se encuentra junto a mi pueblo nativo]; el décimo mártir es también un Hermano de las Escuelas Cristianas martirizado en Cataluña (España) en 1937.
- ↑ Los beatos mexicanos eran 27; el no haber canonizado a los otros dos se debió a motivos de carácter técnico en el desarrollo del debido "iter" para la canonización, en cuanto que era Causas diversas introducidas por diócesis diversas.
- ↑ JUAN PABLO II, a los directores de las Obras misionales Pontificias de 130 países del mundo reunidos en Roma para su asamblea anual, discurso, el 11 de mayo del 2000.
- ↑ Tal es el título de nuestro libro: Fidel GONZÁLEZ, México, tierra de Mártires. Historia de la persecución anticatólica en México. Ed. Alba, Tlaquepaque (Jalisco) 2002, en el que hemos presentado el tema que aquí de nuevo ampliamos con nuevos datos y aspectos.
- ↑ Los Procesos de martirio han sido diversos y con “marchas” diferentes, promovidos por varias diócesis y congregaciones religiosas, también en tiempos diversos. Esto explica el hecho de que sólo los primeros 25 mártires llegasen a la canonización, tras haber sido aprobado el milagro correspondiente requerido según el Derecho canónico y las leyes de la Iglesia vigente para las beatificaciones y canonizaciones. Se espera que los otros casos, tan heroicos y grandes, como el de los primeros, lleguen también pronto a su término. Existen también muchos otros casos de sacerdotes, religiosos, seglares, hombres y mujeres de todas las edades, que fueron sacrificados a causa de su fe. Entre ellos se encuentran incluso algunos soldados federales, fusilados por sus superiores por negarse a disparar contra víctimas inocentes en los mismos momentos en que se veían obligados a formar parte de los pelotones de ejecución, y numerosos civiles, especialmente campesinos y gentes sencillas de los pueblos que murieron por defender a sus sacerdotes, víctimas de represalias por parte de políticos y militares. Habría que escribir documentalmente esta larga historia de testimonios de la fe.
- ↑ CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata, III, 5, 41, 4-6.
- ↑ Cfr. Mateo 10,22-24; Mc 13,13; Lc 21,27; Jn 15,18.
- ↑ Fidel GONZALEZ FERNANDEZ, Anunciare Cristo all’Europa, ISTRA, Milán 1991; (con varias traducciones en revistas españolas).
- ↑ Ibidem, 234.
- ↑ La idea fue de Morones, pero la puesta en marcha perteneció a Calles; cfr. J. GUTIÉRREZ, La Masonería en la Historia y en las Leyes de México, México 1962², 166-167; IDEM, El cisma Mejicano, Buena Prensa, México 1957.
- ↑ Este personaje, sacerdote apóstata, será conocido en la historia como “el Patriarca Pérez”.
BIBLIOGRAFÍA:
Acta Apostolicae Sedis 56 (1964), 906.
CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata, III, 5, 41, 4-6.
VALVERDE TÉLLEZ, Bio-bibliografía Eclesiástica Mexicana, (1949), I, 182-186. E. VALVERDE TÉLLEZ, Bio-bibliografía Eclesiástica Mexicana (1949), I, 242-252. La fuente de este hecho es también la citada en la nota anterior.
GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, FIDEL. Anunciare Cristo all’Europa, ISTRA, Milán 1991; (con varias traducciones en revistas españolas).
GONZÁLEZ FERNÁNDEZ FIDEL, México, tierra de Mártires. Historia de la persecución anticatólica en México. Alba, Tlaquepaque (Jalisco) 2002 MEINECKE Friedrich. Idee der staatsrason (1924) (La idea de la razón de estado en la historia moderna); Weltbürgertum und National staat. Studien zur Genesis das deutschen Nationalstaats ( 1907) (aparecido en inglés con el título: The Middle Classes of the World and the National State. Studies on the Genesis of the National State), también otras obras de entonces como: Cosmopolitismo y Estado nacional (1908): desarrollan estas ideas tan actuales en la moderna historia de los Estados y sus teorías prácticas.
ARBONA ABASCAL, Guadalupe “El arte encarnatorio de escribir”, en Huellas (Madrid), enero (2006) 54.
GUTIÉRREZ, J. La Masonería en la Historia y en las Leyes de México, México 1962², 166-167; IDEM, El cisma Mejicano, Buena Prensa, México 1957.
J. VASCONCELOS, Breve Historia de México
JUAN PABLO II, a los directores de las Obras misionales Pontificias de 130 países del mundo reunidos en Roma para su asamblea anual, discurso, el 11 de mayo del 2000.
JUAN PABLO II, Tertio Millennio Adveniente, 37.
LÓPEZ BELTRÁN, LAURO. Historia de la persecución en México, Tradición, México D.F., 1987,.
OSORIO MARBÁN, M. El Partido de la Revolución Mexicana. La nueva generación militante, 3 tomos. El autor fue historiador y convencido miembro del PRI.
Mártires de la Europa Oriental y del Nazismo, Simposio sobre el Martirio en el siglo XX, Año Jubilar del 2000, Pontificio Ateneo Romano "Regina Apostolorum", Datos recogidos por la agencia Zenit ZE00050405.
TERTULIANO, Apologeticum. 50, 13; CCL I, 171.
FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ