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Revisión del 16:19 7 abr 2015
La inmigración es una de las variables utilizadas para medir la evolución de una población. Esta última no se mantiene constante a lo largo del tiempo y se ve modificada como efecto no solo de la inmigración sino también de la emigración, la fecundidad y el envejecimiento.[1]Desde los inicios mismos la vida independiente, Uruguay presentó serios problemas poblacionales que se intentaron subsanar a través de la atracción de inmigrantes de procedencia europea. La llegada de inmigrantes se comenzó a dar mucho antes de que se definiera una política al respecto, y de hecho, la elaboración de la misma fue bastante lenta. Podría afirmarse que lo que supo llamarse “tierra de ningún provecho”, se fue poblando en un principio, sin que se prestara especial atención al proceso, con importantes aportes de la inmigración.
Todo proceso migratorio viene acompañado de una serie de causas que explicarían la decisión de los inmigrantes de escoger a Uruguay como lugar de destino. Las causas económicas son las que más se repiten a lo largo de la historia. Pero, durante el siglo XIX y gran parte del XX, las causas políticas tuvieron gran peso en la decisión de emigrar de aquellos que sufrían persecuciones raciales e ideológicas. Conjuntamente con esas causales, las redes sociales jugaron un papel importante a la hora de la elección de Uruguay como país de destino, ya que muchos inmigrantes llegaban a este territorio por la información brindada por familiares o amigos previamente instalados.
Un claro ejemplo de esto fueron las “llamadas de parientes”, gracias a las cuales llegaron al país entre 1948 y 1955, según datos de la Dirección General de Migración –actual Dirección Nacional de Migración (DNM)-, 49.789 inmigrantes.”[2]Para comprender de forma cabal esta realidad inmigratoria uruguaya se hace necesario dividir en varias etapas la llegada de inmigrantes al país.
Primera etapa
Se produjo desde los primeros años de vida independiente hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) con un paréntesis producido entre 1839 y 1851, periodo correspondiente a la Guerra Grande. El Uruguay que nació a la vida independiente apenas contaba, en 1830, con 70.000 habitantes, si bien en 1875 poseía ya 450.000, y en 1908 un poco más de un millón de habitantes. Este espectacular crecimiento se debió a la variable natalidad, dominante hasta 1890, unida a la baja tasa de mortalidad y a la inmigración procedente fundamentalmente de Europa. La mayor parte de los inmigrantes ingresados, según las listas de pasajeros de ultramar de la DNM, procedían de España, Italia, Francia y de países vecinos como Brasil.
Los europeos y los brasileños, con valores diferentes a los de la población uruguaya, sobre todo los primeros, más proclives al espíritu de empresa y al ahorro, se convirtieron hacia 1870-1880 en los principales propietarios rurales y urbanos, poseyendo el 56% del total de la propiedad montevideana y el 58% del valor de la propiedad rural. Fueron también los iniciadores de la industria de bienes de consumo, al grado que en 1889 controlaban el 80% de esos establecimientos.[3]La legislación en materia inmigratoria llegaría con posterioridad a la llegada de los inmigrantes, recién el 19 de junio de 1890 cuando se sancionó la Ley 2.096.[4]
Segunda etapa
El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso un freno a la entrada de los 3.500 inmigrantes que, en promedio, habían estado llegando al país anualmente.[5]Durante los años de la guerra se hizo prácticamente imposible salir de los países en conflicto y esto afectó de forma negativa los saldos migratorios del país.
Tercera etapa
La misma transcurrió entre la finalización de la Primera Guerra Mundial y la entrada en vigor de la Ley 8.868 de 1932 de inmigración. Durante este periodo la llegada de contingentes inmigratorios procedentes tanto de España como de Italia, mayoritarios hasta el momento, fue eclipsada por el arribo al país de un conjunto de nacionalidades europeas y de otras procedencias –rusos, polacos, lituanos, húngaros, rumanos, checoslovacos, yugoslavos, turcos, armenios, palestinos…- que representaron el 72% del total de los inmigrantes. En general escapaban de sus países de origen por efecto de los problemas económicos que trajo aparejada la guerra, por cambios de fronteras o por persecuciones étnicas sufridas por algunos pueblos, como los armenios del Imperio turco-otomano.
Cuarta etapa
La misma se inició en 1932 y se extendió hasta el estallido del Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Hasta este período la política del país había sido prescindente en materia migratoria: no alentó ni frenó la inmigración.[6]Sin embargo, a partir del año 1932 se produjo un freno a la misma, registrándose una caída en el número de inmigrantes ingresados de 13.000 en 1930, a 1.200 en 1933. Si bien esta tendencia habría de revertirse en años posteriores, las cifras continuarían siendo más bajas en comparación con el período anterior.
La profunda crisis económica que comenzó a vivir Uruguay a partir de 1931, como efecto de la crisis económica global de 1929, transformó por completo la política inmigratoria. Se pasó a una política restrictiva de la mano del nuevo gobierno, fruto del golpe de estado del presidente Gabriel Terra el 31 de marzo de 1933, quien dejaría el poder en 1938. En este período se instaló en el país una ideología conservadora con connotaciones xenófobas que sería otro de los factores determinantes en la aparición de políticas inmigratorias sumamente restrictivas.[7]El 19 de julio de 1932 se aprobó la Ley 8.868, conocida como «Ley de indeseables» derogándose así la Ley 2.096. En el primer artículo de esta nueva ley, se establecieron diversas causales de no-admisión y de expulsión de extranjeros y, para complementarla, se creó el reglamento del 6 de setiembre de 1932, cuyo primer capítulo establecía que sólo podrían entrar al país extranjeros con recursos suficientes para subsistir por un año (Registro Nacional de Leyes, 1933).
El decreto del 24 de enero de 1934 continuó intensificando los controles ya que establecía el depósito de seiscientos pesos por persona para poder radicarse en el país (Registro Nacional de Leyes, 1934). Esta nueva legislación limitó la llegada al país de personas de bajos recursos. En 1933 se registró un retorno masivo de inmigrantes a sus países de origen debido a la legislación inmigratoria restrictiva y a los ya comentados acontecimientos políticos vividos en el país.[8]La tendencia restrictiva en materia de política inmigratoria continuó y se intensificó más con la aprobación de la ley 9.604, del 13 de octubre de 1936, que agregó nuevas trabas para el ingreso de extranjeros al país; a los controles sanitarios y de buena conducta se sumaban los políticos (Registro Nacional de Leyes, 1936). Pese a esta rigidez aparente, continuaron entrando al país inmigrantes y refugiados que no cumplían los requisitos de la mencionada ley; por lo cual, a través de un decreto presidencial el 23 de noviembre de 1937, se unificaron todas las normas existentes hasta el momento sobre inmigración a fin de fortalecer las reglamentaciones y asegurar su cumplimiento.
Quinta etapa
Se extendió entre 1940 y 1945; es decir, entre el momento posterior al inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta la finalización de la misma. Durante este período la inmigración descendió a niveles críticos a consecuencia de la guerra y a la prohibición impuesta a los judíos de los territorios alemanes u ocupados por ellos de emigrar fuera de los mismos.
Sexta etapa
Se encuentra comprendida entre la finalización de la Segunda Guerra Mundial y el año 1955. En este período se vivió la recuperación provocada por la postguerra; se pasó de un saldo neto negativo a poco más de 5.000 efectivos anuales. Pero, para esta época, Uruguay ya no era el territorio atractivo que fue en otros momentos debido a la rigidez de las estructuras agropecuarias, el estancamiento y la desocupación creciente en el sector industrial, junto con el súper poblamiento de los servicios, todo lo cual trajo aparejado una visión menos atractiva del país para los inmigrantes.[9]
A esta situación deben sumarse dos factores: el desarrollo de los países del Mercado Común Europeo, gracias a la ayuda brindada por Estados Unidos a través del Plan Marshall, y la falta de una política inmigratoria sólida y proactiva para atraer a inmigrantes interesados en radicarse en nuestro país, representada por el reglamento del 28 de febrero de 1947. Este reglamento establecía un sistema de entrada al país de los inmigrantes a través del sistema de “llamadas” de un familiar o amigo ya instalado, que respondiera por el inmigrante en el caso de que este no pudiera encontrar trabajo. Al mismo tiempo se permitía la gestión de entrada de inmigrantes apátridas o sin nacionalidad o de quienes, por circunstancias derivadas de la guerra, carecieran de los documentos exigidos por la reglamentación (Registro Nacional de Leyes, 1948), como los judíos sobrevivientes de los campos de concentración.
Séptima etapa
Se extendió desde 1956 hasta 1963. Comenzó a disminuir la llegada de inmigrantes al país por dos razones. Por un lado, la recuperación económica de los países europeos que recibieron la ayuda del Plan Marshall, como Alemania Federal, el Reino Unido y Francia, motivó la necesidad de mano de obra inmigrante para su industria y sus servicios que llegaría, en un principio, de los países menos desarrollados de Europa y que, con anterioridad se había dirigido a otros países como Uruguay. Por otra parte, también influyó la finalización del ciclo de crecimiento económico motivado por la Postguerra y por la Guerra de Corea.
Octava etapa
Se desarrolló entre 1963 y 2008. En esta larga etapa Uruguay se convirtió en un país de emigración, presentando durante todo el período saldos migratorios negativos, debido a la fuerte crisis económica de 1965, luego la de 1973 - acompañada por una crisis institucional, el golpe de estado del 27 de junio de 1973 debido al cual se instaló una dictadura cívico-militar hasta 1985 -, seguida por la de 1982 y la de 1999 al 2002. Otras causas fueron: la total recuperación de la economía europea; el fuerte crecimiento de la economía argentina entre 1965 y 1975, que atrajo mano de obra uruguaya;[10]el funcionamiento de las redes sociales que en este período funcionaron de forma inversa, captando efectivos migratorios uruguayos para dirigirse fuera de fronteras. Durante este período Uruguay perdió más de 700.000 personas.[11]Al mismo tiempo, continuó recibiendo inmigración pero de forma marginal y de nueva procedencia, como los países de la región.[12]
Novena etapa
Comenzó en 2008 con la crisis global económica, iniciada en los Estados Unidos como efecto de la burbuja inmobiliaria vivida en el citado país y acompañada por la nueva ley de migración de 2008. A partir de ese año se produjo un fuerte retorno de emigrantes uruguayos del exterior, acompañado por la entrada de inmigrantes procedentes no sólo de la región sino también de países del norte desarrollado. Los motivos que traen a estos últimos inmigrantes a Uruguay no son de índole económica. Es necesario analizar un nuevo escenario que explica la inmigración norte-sur, que se explica por las siguientes causas: las incomodidades cotidianas del norte - falta de espacio, estrés cotidiano, consumismo a niveles exagerados, falta de tiempo -; la tendencia, que se impone a nivel global, de “regresar a lo natural” que se manifiesta en diferentes áreas: la salud, la moda, el turismo, la gastronomía y el cuidado de los recursos naturales; motivos personales del inmigrante relacionados con los lazos afectivos; intercambio laboral.[13]
Entre 2008 y 2009 ingresaron al país unos 7.800 inmigrantes aproximadamente, procedentes de Estados Unidos, de Europa y de los países de la región.[14]Si se suma el importante retorno de uruguayos desde el exterior, estimado en más de 10.000 desde 2008 hasta 2011, se constata que en 2009 Uruguay volvió a presentar saldos migratorios positivos[15]. Este cambio se logró no sólo por la situación de crisis internacional, que hasta el momento no ha afectado a Uruguay, sino también por la entrada en vigor de una nueva política inmigratoria que contempla también el retorno de uruguayos radicados en el exterior. Se trata de la Ley 18.250, promulgada el 6 de enero de 2008, que garantiza derechos a los extranjeros y concede, en su artículo 1º, beneficios a los uruguayos residentes en el exterior y que deciden retornar.
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
AGUIAR, César, Uruguay: país de emigración, Montevideo, 1982;
AROCEN, Felipe, La contribución de los inmigrantes en Uruguay, Montevideo, 2009;
BARRÁN, José Pedro, El nacimiento del Uruguay moderno en la segunda mitad del siglo XIX, Montevideo, 1995;
CALVO, Juan José y MIERES, Pablo, Importante pero urgente. Políticas de población en Uruguay, Montevideo, 2007;
Cancillería: Hay 700.000 uruguayos en el exterior, Montevideo, El País Digital, http://www.elpais.com.uy/08/10/29/pnacio_378440.asp, 2008;
Dirección General de Migración. La inmigración en los últimos veinte años. Pedido de informes del Representante Nacional Señor Enrique R. Erro, Montevideo, 1956;
Dirección Nacional de Migración, Anuarios 1999-2009, http://www.dnm.minterior.gub.uy/estadisticas.php, 2010;
FACAL SANTIAGO, Silvia, Aufwiedersehen Deutschland, Shalom Uruguay, Montevideo, 2006;
Ley Nº 18.250, http://www.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=18250, 2008;
PEREIRA, J. J. y TRAJTENBERG, R. Evolución de la población total y activa en el Uruguay: 1908-1957, Montevideo, 1966;
Registro Nacional de leyes de la República Oriental del Uruguay. Año 1932, Montevideo, 1933;
Registro Nacional de leyes de la República Oriental del Uruguay. Año 1934, Montevideo, 1935;
Registro Nacional de leyes de la República Oriental del Uruguay. Año 1936, Montevideo, 1937;
Registro Nacional de leyes de la República Oriental del Uruguay. Año 1947, Montevideo, 1948;
SEGUÍ GONZÁLEZ, Luis, Contribución al estudio del derecho migratorio uruguayo, Montevideo, 1939
ZUASNABAR, Florencia, Uruguay al mundo 1997-2010: un estudio sobre la inmigración de europeos y norteamericanos en Uruguay, Montevideo, 2011.
SILVIA FACAL SANTIAGO