Diferencia entre revisiones de «NUEVA VIZCAYA. Proceso de su Evangelización»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La región llamó la atención del explorador español Ginés Vázquez de Mercado, quien creyó encontrar un gran yacimiento de plata en un cerro. Buscando profundizar y explotar ese hallazgo, el 8 de julio de 1563 Alonso de Pacheco fundó la «Villa de Durango» en la cercanía del desde entonces llamado «Cerro de Mercado». En el plano del trazo original de la nueva población se le llamó «Villa del Guadiana» y señalaba el emplazamiento que debía tener la Plaza de Armas, el Palacio de Gobierno y el templo parroquial.  
 
La región llamó la atención del explorador español Ginés Vázquez de Mercado, quien creyó encontrar un gran yacimiento de plata en un cerro. Buscando profundizar y explotar ese hallazgo, el 8 de julio de 1563 Alonso de Pacheco fundó la «Villa de Durango» en la cercanía del desde entonces llamado «Cerro de Mercado». En el plano del trazo original de la nueva población se le llamó «Villa del Guadiana» y señalaba el emplazamiento que debía tener la Plaza de Armas, el Palacio de Gobierno y el templo parroquial.  
  
El territorio estaba habitado desde tiempos ancestrales por la tribu Tepehuana, que pertenecía a los pueblos que ya los aztecas designaban como «chichimecas»,<ref>Cfr. Tepehuanes. Enciclopedia de México, T.XII, Editorial México, 1977.</ref>(vocablo nahua equivalente a bárbaros) pues vivían a la intemperie o en cuevas acondicionadas para una estancia efímera, debido a su condición de seminómadas que se alimentaban de la pesca y la recolección de frutos.<ref>Cfr. GALAVIZ SUAREZ DEL REAL María Elena. Rebeliones indígenas en el norte del Reino de la Nueva España. Siglos XVI y XVIII. Ed. Campesina, 1967, p.37</ref>   
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El territorio estaba habitado desde tiempos ancestrales por la tribu Tepehuana, que pertenecía a los pueblos que ya los aztecas designaban como «chichimecas»,<ref>Cfr. Tepehuanes. ''Enciclopedia de México'', T.XII, Editorial México, 1977.</ref>(vocablo nahua equivalente a bárbaros) pues vivían a la intemperie o en cuevas acondicionadas para una estancia efímera, debido a su condición de seminómadas que se alimentaban de la pesca y la recolección de frutos.<ref>Cfr. GALAVIZ SUAREZ DEL REAL María Elena. Rebeliones indígenas en el norte del Reino de la Nueva España. Siglos XVI y XVIII. Ed. Campesina, 1967, p.37</ref>   
  
 
La geografía de la región se conforma de innumerables serranías y picos cercanos a los 3000 metros, bosques y abundante vegetación, haciendo difícil su acceso, situación que les daba seguridad a los tehuanes ante agresiones de otras tribus, pero que facilitó su aislamiento lo cual en buena parte contribuyó a darles un carácter agresivo y muy hostil a cualquier presencia extraña.   
 
La geografía de la región se conforma de innumerables serranías y picos cercanos a los 3000 metros, bosques y abundante vegetación, haciendo difícil su acceso, situación que les daba seguridad a los tehuanes ante agresiones de otras tribus, pero que facilitó su aislamiento lo cual en buena parte contribuyó a darles un carácter agresivo y muy hostil a cualquier presencia extraña.   

Revisión del 19:25 16 ago 2025

El Reino de Nueva Vizcaya abarcaba los territorios de los actuales estados de Chihuahua y Durango, parte de Coahuila, y Nuevo México. Dependía de la Real Audiencia de Guadalajara, y eclesiásticamente hasta el año 1620, de la diócesis de Guadalajara.

La región llamó la atención del explorador español Ginés Vázquez de Mercado, quien creyó encontrar un gran yacimiento de plata en un cerro. Buscando profundizar y explotar ese hallazgo, el 8 de julio de 1563 Alonso de Pacheco fundó la «Villa de Durango» en la cercanía del desde entonces llamado «Cerro de Mercado». En el plano del trazo original de la nueva población se le llamó «Villa del Guadiana» y señalaba el emplazamiento que debía tener la Plaza de Armas, el Palacio de Gobierno y el templo parroquial.

El territorio estaba habitado desde tiempos ancestrales por la tribu Tepehuana, que pertenecía a los pueblos que ya los aztecas designaban como «chichimecas»,[1](vocablo nahua equivalente a bárbaros) pues vivían a la intemperie o en cuevas acondicionadas para una estancia efímera, debido a su condición de seminómadas que se alimentaban de la pesca y la recolección de frutos.[2]

La geografía de la región se conforma de innumerables serranías y picos cercanos a los 3000 metros, bosques y abundante vegetación, haciendo difícil su acceso, situación que les daba seguridad a los tehuanes ante agresiones de otras tribus, pero que facilitó su aislamiento lo cual en buena parte contribuyó a darles un carácter agresivo y muy hostil a cualquier presencia extraña.

Ese aislamiento también impidió a los tehuanes conocer la cultura de otros pueblos, sumiéndolos en una civilización sumamente precaria, casi paleolítica. “El natural de los tepehuanes de suyo, fue siempre el mal sujeto, brioso y guerrero, que se preciaron de levantar la cabeza y sujetar y hacerse temer de naciones vecinas.”[3]

PRIMERAS ACCIONES INTEGRADORAS

A pesar de que el territorio fue descubierto en 1528 durante la exploración al norte de Nueva España del tristemente célebre Nuño Beltrán de Guzmán, la belicosidad de los tepehuanes impidió durante muchos años toda posibilidad de establecer poblaciones o llevar a cabo acciones de integración. Así lo señalan las crónicas de la época: “La compañía del capitán José de Angulo atravesó las fragosísimas tierras de Topia, donde no encontró más que indios muy feroces, sin población fundamental y faltos hasta de bastimentos, porque su manutención la tenían fundada en arco y las flechas que cazaban. De allí pasó se pasó a los llanos de Pánuco, que son los que después se llamaron del Guadiana (…) En estos llanos tampoco halló el capitán Angulo cosa en que detenerse, porque eran indios muy bárbaros los que allí vivían, y solo se sustentaban de raíces, tuna y sabandijas…”[4]

Impulsados por la minería -de gran desarrollo en la vecina zacatecas-los asentamientos novohispanos propiamente dichos en Nueva Vizcaya iniciaron con la fundación de la ciudad de Durango en 1563, a pesar de comprobar que el «Cerro de Mercado» no era un yacimiento de plata sino de hierro. Pero en Guatimapé, Guanaceví, Indé y Santa Bárbara si se encontraron ricos yacimientos de plata e incluso de oro, dando origen a pequeñas comunidades para la explotación de esos minerales.

Desde el Valle del Guadiana, a partir del nombramiento del Gobernador y Capitán General, don Gaspar de Alvear y Salazar, se dio la expansión y fundación de otras poblaciones más como Nombre de Dios, San Juan Bautista del Río, Analco, Santa María del Oro y otras. Esta expansión fue de la mano primero de los misioneros franciscanos y luego de los misioneros jesuitas. Ante la presencia novohispana ya permanente, los tepehuanes abandonaron la región para refugiarse la mayoría en las regiones más intrincadas de la sierra Tarahumara. Pero en Topia un grupo de indígenas asesinó en 1601 a varios misioneros y quemó la Iglesia.

CONSOLIDACIÓN DE LA PRESENCIA NOVOHISPANA EN LA PROVINCIA

El 23 de mayo de 1603, el virrey Conde de Monterrey nombró gobernador de la Provincia a Francisco Urdiñola, expresando en el texto del título que “…teniendo buena relación de calidad, virtud y prudencia y otras muy buenas partes que concurren en la persona de vos, y en consideración de lo que me habéis servido en muchas ocasiones… he tenido por bien proveer y nombrar, como por la presente os proveo y nombro por mi Gobernador de la dicha Nueva Vizcaya.”[5]

De inmediato Urdiñola se trasladó a Durango, organizó una cuadrilla de soldados y sin estruendo y casi sin derramamiento de sangre, logró la aprehensión de los cabecillas que había realizado el atentado en Topia. Todas la tribus, empezando por las que están en las serranías más cercanas, se rindieron y aceptaron «reducirse» a vivir en las poblaciones que Urdiñola mandó construir. En ellas los misioneros edificaron templos y dieron inicio a la evangelización y a un proceso de integración; poco después los soldados fueron despedidos y regresados a sus lugares de origen.

Para 1604 la pacificación de la Provincia de Nueva Vizcaya era total, y el gobernador Urdiñola mandó levantar un censo que incluyera el número de moradores de las poblaciones, de las minas y de las haciendas; los comerciantes; las estancias de ganado mayor y menor; y la extensión de tierras ya abiertas al cultivo. Este censo permite conocer con mayor precisión la información y estadísticas primeras de las poblaciones de Villa de Durango, Valle de San Juan del Río, minas del Real de San Andrés, Minas del Real del Pánuco y Charcas, del Valle de Santa Bárbara y Villa de Santiago del Saltillo, y otras más.[6]

ERECCIÓN DE LA DIÓCESIS DEL GUADIANA (DURANGO)

Los informes del gobernador Urdiñola permitieron justificar la solicitud para desmembrar la Parroquia de Durango del obispado de Guadalajara y erigirla como diócesis independiente. La solicitud del rey fue aceptada y el Papa Paulo V erigió la diócesis de Durango mediante la Bula «Altitudo», fechada 11 de octubre de 1620.

Entre otras cosas, señala esa bula de erección que “Dentro de los límites de dicha diócesis (de Guadalajara) hay una población insigne y muy populosa llamada de Durango, no como separada sino muy remota de la ciudad de Guadalajara, y que sus habitantes no podían ocurrir de allí al propio obispo para recibir lo que es del cargo y orden Episcopal, ni para otras necesidades que les ocurrían , ni podían cómodamente ser visitados, corregidos y dirigidos en las cosas espirituales por el mismo Obispo….”[7]

Detalla el documento que a la Villa del Guadiana se le certifica como Ciudad de Durango, cuya diócesis estaría bajo la jurisdicción de la Metropolitana de México. En un principio, el territorio que abarcaba la Diócesis de Durango abarcaba los actuales estados mexicanos de Durango, Sonora y Chihuahua, así como el de Nuevo México, hoy territorio de los Estados Unidos.

A finales del siglo XVII, a ese ya inmenso territorio se le agregaron «las Californias» (la Alta y la Baja) donde, desde 1683, el celo apostólico de los jesuitas les había llevado a fundar primero la Misión de San Bruno y la Misión de Nuestra Señora de Loreto, y luego muchas otras misiones más.

NOTAS

  1. Cfr. Tepehuanes. Enciclopedia de México, T.XII, Editorial México, 1977.
  2. Cfr. GALAVIZ SUAREZ DEL REAL María Elena. Rebeliones indígenas en el norte del Reino de la Nueva España. Siglos XVI y XVIII. Ed. Campesina, 1967, p.37
  3. PÉREZ DE RIVAS Andrés. Historia de los triunfos de nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbara y fieras del Nuevo Orbe. Vol. III. Ed. Layac, México, 1944, p.137
  4. GARCÍA ICAZBALCETA Joaquín. Colección de documentos para la Historia de México, T.II, Ed. Porrúa, México 1980, p. 356
  5. ROBLES VITO Alessio. Francisco de Urdiñola y el Norte de la Nueva España. Ed. Porrúa, México, 1981. P. 282
  6. Ibid., pp. 286-297
  7. GARCÍA GUTIERREZ Jesús. Bulario de la Iglesia Mejicana, documentos relativos a erecciones, desmembraciones de diócesis mejicanas. Ed. Buena Prensa, México, 1951, p. 182


BIBLIOGRAFÍA

GALAVIZ SUAREZ DEL REAL María Elena. Rebeliones indígenas en el norte del Reino de la Nueva España. Siglos XVI y XVIII. Ed. Campesina, 1967

GARCÍA GUTIERREZ Jesús. Bulario de la Iglesia Mejicana, documentos relativos a erecciones, desmembraciones de diócesis mejicanas. Ed. Buena Prensa, México, 1951,

GARCÍA ICAZBALCETA Joaquín. Colección de documentos para la Historia de México, T.II, Ed. Porrúa, México 1980

PÉREZ DE RIVAS Andrés. Historia de los triunfos de nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbara y fieras del Nuevo Orbe. Vol. III. Ed. Layac, México, 1944

ROBLES VITO Alessio. Francisco de Urdiñola y el Norte de la Nueva España. Ed. Porrúa, México, 1981

JUAN LOUVIER CALDERÓN