Diferencia entre revisiones de «PERSECUCIÓN EN JALISCO (1923-1929)»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Sin embargo esta salida del Prelado fue vista en los ambientes políticos como una salida definitiva de la diócesis,<ref>A juicio de Meyer «estas esperanzas quedaron fallidas, porque, ante la acumulación de los peligros, Roma, se vio obligada a permitir el regreso de Mons. Orozco. De no haber precipitado la crisis el gobierno de Calles, es posible que Mons. Orozco hubiera seguido en el destierro» (J. MEYER, La Cristiada, II, 133)</ref>como hacía notar un diputado “Orozco y Jiménez no volverá a Jalisco. Se designará un arzobispo que siga una política de cordialidad con el gobierno, y vendrá un nuevo nuncio que impondrá a los elementos del clero que se ocupan de sembrar divisiones”.<ref>V. CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el grande, II, 149. Citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 133</ref>
 
Sin embargo esta salida del Prelado fue vista en los ambientes políticos como una salida definitiva de la diócesis,<ref>A juicio de Meyer «estas esperanzas quedaron fallidas, porque, ante la acumulación de los peligros, Roma, se vio obligada a permitir el regreso de Mons. Orozco. De no haber precipitado la crisis el gobierno de Calles, es posible que Mons. Orozco hubiera seguido en el destierro» (J. MEYER, La Cristiada, II, 133)</ref>como hacía notar un diputado “Orozco y Jiménez no volverá a Jalisco. Se designará un arzobispo que siga una política de cordialidad con el gobierno, y vendrá un nuevo nuncio que impondrá a los elementos del clero que se ocupan de sembrar divisiones”.<ref>V. CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el grande, II, 149. Citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 133</ref>
  
En esta misma línea, C. Bayley señala que debido a la actitud de hostilidad hacia las leyes y el gobierno, la presencia del prelado en México no hacía sino obstaculizar el acercamiento entre la Santa Sede y el gobierno mexicano después de los acontecimientos del cubilete.  
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En esta misma línea, C. Bayley señala que debido a la actitud de hostilidad hacia las leyes y el gobierno, la presencia del prelado en México no hacía sino obstaculizar el acercamiento entre la Santa Sede y el gobierno mexicano después de los acontecimientos del cubilete.<ref>Cfr. D. C. BAILEY, Viva Cristo Rey, The Cristero rebellion and the Church State conflict in Mexico, Austin University, Texas Press, 1974. Cit. en Enciclopedia Temática de Jalisco, VII, 102</ref>
  
 
Para darnos una idea de cómo se encontraba la situación de la Iglesia en relación con el gobierno y lo que éste pensaba, es interesante un informe dirigido al gobernador Zuno en 1925,  que nos describe el escenario en la población de Totatiche:
 
Para darnos una idea de cómo se encontraba la situación de la Iglesia en relación con el gobierno y lo que éste pensaba, es interesante un informe dirigido al gobernador Zuno en 1925,  que nos describe el escenario en la población de Totatiche:
  
“La rémora mayúscula en el encauzamiento de estos pueblos tan apartados [Totatiche, Colotlán] es el prestigio que nuestros enemigos los sacerdotes se han sabido capturar. Desde el púlpito y el confesional sujetan a las voluntades, prescribiéndoles sus ideas con todo el absolutismo de los más depravados dictadores. Nada ni nadie se opone a sus caprichos, y la ignorancia en que han envuelto a las multitudes fanáticas es su mejor arma y escudo. Con esta regla de conducta tenemos en Totatiche un pueblo rebelde a las instituciones del gobierno, donde las disposiciones de éste quedan relegadas al último término […] La enseñanza en Totatiche es católica, apostólica y romana. Su gobierno ídem y sus moradores unos esclavos abyectos, tristes instrumentos de las pasiones curales”.  
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“La rémora mayúscula en el encauzamiento de estos pueblos tan apartados [Totatiche, Colotlán] es el prestigio que nuestros enemigos los sacerdotes se han sabido capturar. Desde el púlpito y el confesional sujetan a las voluntades, prescribiéndoles sus ideas con todo el absolutismo de los más depravados dictadores. Nada ni nadie se opone a sus caprichos, y la ignorancia en que han envuelto a las multitudes fanáticas es su mejor arma y escudo. Con esta regla de conducta tenemos en Totatiche un pueblo rebelde a las instituciones del gobierno, donde las disposiciones de éste quedan relegadas al último término […] La enseñanza en Totatiche es católica, apostólica y romana. Su gobierno ídem y sus moradores unos esclavos abyectos, tristes instrumentos de las pasiones curales”.<ref>Copia anónima de un escrito dirigido al gobernador de Jalisco desde Totatiche o Colotlán en 1925, citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 144-145</ref>
  
 
Continúa el mismo informe describiendo la situación en otra población contigua, llamada Villa Guerrero, proponiendo al mismo tiempo una solución para ambas poblaciones:
 
Continúa el mismo informe describiendo la situación en otra población contigua, llamada Villa Guerrero, proponiendo al mismo tiempo una solución para ambas poblaciones:
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“mientras el gobierno le prestó apoyo a unos cuantos liberales que, como por maravilla, existían allí, la leyes constitucionales fueron respetadas y cumplidas; hoy es un campo de Agramante: se golpea, se asesina, se coarta todo pensamiento dislate, y el cura con su gobierno se yergue altivo y desafiador […]  ¿Cuál debe ser el remedio? En mi humilde concepto enviar un consejo municipal apoyado con la fuerza armada a Totatiche y Villa Guerrero.”
 
“mientras el gobierno le prestó apoyo a unos cuantos liberales que, como por maravilla, existían allí, la leyes constitucionales fueron respetadas y cumplidas; hoy es un campo de Agramante: se golpea, se asesina, se coarta todo pensamiento dislate, y el cura con su gobierno se yergue altivo y desafiador […]  ¿Cuál debe ser el remedio? En mi humilde concepto enviar un consejo municipal apoyado con la fuerza armada a Totatiche y Villa Guerrero.”
  
Como reacción a las actitudes hostiles hacia los católicos de  parte del gobernador Zuno, Anacleto González Flores comenzó a organizar un «Comité de Defensa Religiosa», pues haciendo memoria de la victoria obtenida ante el gobierno local en 1918, creía posible repetir la hazaña, y el 2 de enero de 1925 lanzó un manifiesto en el cual invitaba a todos los católicos a defender sus principios.  
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Como reacción a las actitudes hostiles hacia los católicos de  parte del gobernador Zuno, Anacleto González Flores comenzó a organizar un «Comité de Defensa Religiosa»,<ref>Este se convertirá en una agrupación más amplia y eficaz, llamada posteriormente Unión Popular</ref>pues haciendo memoria de la victoria obtenida ante el gobierno local en 1918, creía posible repetir la hazaña, y el 2 de enero de 1925 lanzó un manifiesto en el cual invitaba a todos los católicos a defender sus principios.  
  
La «Unión Popular» se difundió y alcanzó un gran desarrollo durante ese año gracias a la publicación semanal del periódico «Gladium», en el cual González Flores motivaba e informaba sobre los peligros, los remedios y la situación de la Iglesia frente a la Revolución; esta publicación alcanzó un tiraje de hasta cien mil ejemplares.  
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La «Unión Popular» se difundió y alcanzó un gran desarrollo durante ese año gracias a la publicación semanal del periódico «Gladium», en el cual González Flores motivaba e informaba sobre los peligros, los remedios y la situación de la Iglesia frente a la Revolución; esta publicación alcanzó un tiraje de hasta cien mil ejemplares.<ref>Cfr. A. RIUS FACIUS, La Juventud Católica…, 290-292</ref>
  
El éxito de esta nueva organización, que no era propiamente religiosa sino de acción cívica, se debió a su carácter popular, la ausencia de cuotas, de burocracia y de formalismos. El único requerimiento para sus miembros, según lo había expresado su mismo fundador, era que estuvieran en disposición de escuchar. Entre otras cosas llevó a cabo una intensa propaganda, organizó la educación primaria y combatió la enseñanza oficial.  
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El éxito de esta nueva organización, que no era propiamente religiosa sino de acción cívica, se debió a su carácter popular, la ausencia de cuotas, de burocracia y de formalismos. El único requerimiento para sus miembros, según lo había expresado su mismo fundador, era que estuvieran en disposición de escuchar. Entre otras cosas llevó a cabo una intensa propaganda, organizó la educación primaria y combatió la enseñanza oficial.<ref>Cfr. H. NAVARRETE, Por Dios…, 87-91; además J. MEYER, La Cristiada, II, 146-147</ref>
  
A mediados del mes de febrero, por órdenes de Zuno, fueron clausurados diversas instituciones que se encontraban dirigidas por católicos: el 16 de febrero fue clausurado el Instituto de Ciencias de Jalisco, y al día siguiente el de la Inmaculada Concepción y el Hospital de San Martín, y los de las hermanas Adoratrices y los hermanos Juaninos. Para el mes de abril, propuso al Congreso Local limitar el número de sacerdotes a 250, además de adjudicarse el derecho a determinar cuántos podría haber en cada municipio.  
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A mediados del mes de febrero, por órdenes de Zuno, fueron clausurados diversas instituciones que se encontraban dirigidas por católicos: el 16 de febrero fue clausurado el Instituto de Ciencias de Jalisco, y al día siguiente el de la Inmaculada Concepción y el Hospital de San Martín, y los de las hermanas Adoratrices y los hermanos Juaninos. Para el mes de abril, propuso al Congreso Local limitar el número de sacerdotes a 250, además de adjudicarse el derecho a determinar cuántos podría haber en cada municipio.<ref>Cfr. «Monseñor Orozco y la Revolución Cristera», en F. MARTINEZ REDING, ed., Crónica de la Iglesia…, 113</ref>
  
Mons. Orozco se encontraba de regreso en la diócesis para fines de mayo; esto no impidió a Zuno continuar sus arbitrariedades, pues en julio fueron de nuevo clausurados el Seminario Menor y Mayor. Al día siguiente del cierre del Seminario, la ACJM y la Unión Popular organizaron una protesta a las afueras del Palacio de Gobierno.  
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Mons. Orozco se encontraba de regreso en la diócesis para fines de mayo; esto no impidió a Zuno continuar sus arbitrariedades, pues en julio fueron de nuevo clausurados el Seminario Menor y Mayor.<ref>Ya había sido clausurado por él mismo el 22 diciembre de 1924</ref>Al día siguiente del cierre del Seminario, la ACJM y la Unión Popular organizaron una protesta a las afueras del Palacio de Gobierno.  
  
 
Durante la manifestación se creó una comisión para hablar personalmente con el gobernador, la cual fue rechazada en su intento. Momentos después salió Zuno al balcón presidencial para dirigirse a la muchedumbre ahí reunida, afirmando con respecto a los acontecimientos suscitados el día anterior en el seminario que “ningún inconveniente existe de parte de mi gobierno para reparar el yerro involuntario”, pero también señalando que no estaba de acuerdo con la manera de proceder de los manifestantes:
 
Durante la manifestación se creó una comisión para hablar personalmente con el gobernador, la cual fue rechazada en su intento. Momentos después salió Zuno al balcón presidencial para dirigirse a la muchedumbre ahí reunida, afirmando con respecto a los acontecimientos suscitados el día anterior en el seminario que “ningún inconveniente existe de parte de mi gobierno para reparar el yerro involuntario”, pero también señalando que no estaba de acuerdo con la manera de proceder de los manifestantes:
  
“Mas lo que repruebo categóricamente, por lo que no puedo menos de amenazar con represiones enérgicas, es por el sistema que se quiere seguir, al parecer de presionar a las autoridades con manifestaciones como ésta, que no puede conducir a nada […] no puedo tolerar que venga una multitud como ésta, engañada por gente de sacristía, a tratar de amedrentarme con el número”.  
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“Mas lo que repruebo categóricamente, por lo que no puedo menos de amenazar con represiones enérgicas, es por el sistema que se quiere seguir, al parecer de presionar a las autoridades con manifestaciones como ésta, que no puede conducir a nada […] no puedo tolerar que venga una multitud como ésta, engañada por gente de sacristía, a tratar de amedrentarme con el número”.<ref>H. NAVARRETE, Por Dios…, 56</ref>
  
 
En contradicción a sus actitudes de frente a los católicos, concluye sosteniendo la libertad de conciencia, que era pura demagogia, porque esta manifestación concluyó en represión por parte de las autoridades después del discurso que Manuel Ontiveros dirigió al gobernador de en medio de la muchedumbre, en el cual una vez señaladas las arbitrariedades acometidas a propósito de la clausura del seminario, concluyó con una crítica a la Revolución
 
En contradicción a sus actitudes de frente a los católicos, concluye sosteniendo la libertad de conciencia, que era pura demagogia, porque esta manifestación concluyó en represión por parte de las autoridades después del discurso que Manuel Ontiveros dirigió al gobernador de en medio de la muchedumbre, en el cual una vez señaladas las arbitrariedades acometidas a propósito de la clausura del seminario, concluyó con una crítica a la Revolución

Revisión del 22:22 31 ene 2018

Gobierno de José Guadalupe Zuno

Con la llegada de J. G. Zuno (1891-1980) a la gubernatura del Estado el 1° de marzo de 1923, las cosas empeoraron para los católicos y los sacerdotes en la diócesis. El 8 de julio de 1923, el diputado J. G. Estrada denunció al Clero de Jalisco y en particular al párroco Amado López por insultos a la memoria de Benito Juárez.[1]

En ese mismo mes se desató en todo el país la rebelión del general Adolfo de la Huerta contra el presidente Álvaro Obregón. Zuno, expulsado por los rebeldes, queriendo congraciarse con el candidato Plutarco Elías Calles, culpó al arzobispo como responsable del triunfo de los Delahuertistas en esta parte del país.

Zuno señalaba un supuesto manejo sedicioso de algunos párrocos, quienes supuestamente recibían órdenes del obispo Mons. Francisco Orozco para intervenir en política, poseer milicia, predicar en contra de las autoridades y atacar la educación oficial.[2]Ante estas acusaciones el Pastor publicó un edicto en el cual refiere:

“Tuvimos oportunidad de ver que, en algunas de las apreciaciones que hace el señor Presidente de la República acerca de la actual conmoción en contra del gobierno general constituido, se le atribuye alguna participación al clero. Como parte de lo que ahí se llama reacción […] Desearíamos, y sería justicia, que en una afirmación semejante fuera acompañada de pruebas […] Todo el mundo ve la imposibilidad de cualquier ingerencia en los actuales acontecimientos.”[3]

Zuno hizo publicar una circular, que fue enviada a todos los presidentes municipales y que fue difundida en la prensa el 9 de marzo de 1924, a través de la cual denunciaba que algunas agrupaciones católicas se reunían para conspirar contra las autoridades,[4]razón por la cual el presidente municipal de Guadalajara mandó clausurar los edificios en los cuales se reunían.[5]

A mediados del mismo mes se corrió la noticia de un supuesto combate entre la gente que dirigía Mons. Orozco y el cuerpo agrarista de la población de Ocotlán, quienes según la prensa “efectuaron un sangriento tiroteo que resultó fatal para la gente de Orozco y Jiménez”.[6]

El Presidente de la República, general Obregón, fue entrevistado sobre esta versión, a la cual respondió: “Creo infundados los informes relacionados con el arzobispo Orozco y Jiménez, porque dada la idiosincrasia de estas personalidades y sus métodos que siguen cuando intervienen en contiendas de esta índole, me resisto a creer que él, personalmente, haya aceptado los peligros de una aventura de esta naturaleza, poniéndose al frente de un grupo de rebeldes”.[7]

Ese mismo día fue publicado en «El Universal», una declaración que algunos habitantes de Atotonilco el Alto, habían dirigido al director del mencionado diario, en la cual desmienten la versión del levantamiento en armas del arzobispo, afirmando que era absolutamente falso y hasta ridículo, y que el motivo de su presencia por aquellos lugares de la diócesis no eran otros que la realización de una visita pastoral.[8]

Para el mes de mayo, el arzobispo Orozco dirigía su circular 105 en la cual se despedía de su grey, para dirigirse a Roma con ocasión de la vista «ad limina Apostolorum» y asistir al Congreso Eucarístico Internacional a celebrarse en Ámsterdam.

Sin embargo esta salida del Prelado fue vista en los ambientes políticos como una salida definitiva de la diócesis,[9]como hacía notar un diputado “Orozco y Jiménez no volverá a Jalisco. Se designará un arzobispo que siga una política de cordialidad con el gobierno, y vendrá un nuevo nuncio que impondrá a los elementos del clero que se ocupan de sembrar divisiones”.[10]

En esta misma línea, C. Bayley señala que debido a la actitud de hostilidad hacia las leyes y el gobierno, la presencia del prelado en México no hacía sino obstaculizar el acercamiento entre la Santa Sede y el gobierno mexicano después de los acontecimientos del cubilete.[11]

Para darnos una idea de cómo se encontraba la situación de la Iglesia en relación con el gobierno y lo que éste pensaba, es interesante un informe dirigido al gobernador Zuno en 1925, que nos describe el escenario en la población de Totatiche:

“La rémora mayúscula en el encauzamiento de estos pueblos tan apartados [Totatiche, Colotlán] es el prestigio que nuestros enemigos los sacerdotes se han sabido capturar. Desde el púlpito y el confesional sujetan a las voluntades, prescribiéndoles sus ideas con todo el absolutismo de los más depravados dictadores. Nada ni nadie se opone a sus caprichos, y la ignorancia en que han envuelto a las multitudes fanáticas es su mejor arma y escudo. Con esta regla de conducta tenemos en Totatiche un pueblo rebelde a las instituciones del gobierno, donde las disposiciones de éste quedan relegadas al último término […] La enseñanza en Totatiche es católica, apostólica y romana. Su gobierno ídem y sus moradores unos esclavos abyectos, tristes instrumentos de las pasiones curales”.[12]

Continúa el mismo informe describiendo la situación en otra población contigua, llamada Villa Guerrero, proponiendo al mismo tiempo una solución para ambas poblaciones:

“mientras el gobierno le prestó apoyo a unos cuantos liberales que, como por maravilla, existían allí, la leyes constitucionales fueron respetadas y cumplidas; hoy es un campo de Agramante: se golpea, se asesina, se coarta todo pensamiento dislate, y el cura con su gobierno se yergue altivo y desafiador […] ¿Cuál debe ser el remedio? En mi humilde concepto enviar un consejo municipal apoyado con la fuerza armada a Totatiche y Villa Guerrero.”

Como reacción a las actitudes hostiles hacia los católicos de parte del gobernador Zuno, Anacleto González Flores comenzó a organizar un «Comité de Defensa Religiosa»,[13]pues haciendo memoria de la victoria obtenida ante el gobierno local en 1918, creía posible repetir la hazaña, y el 2 de enero de 1925 lanzó un manifiesto en el cual invitaba a todos los católicos a defender sus principios.

La «Unión Popular» se difundió y alcanzó un gran desarrollo durante ese año gracias a la publicación semanal del periódico «Gladium», en el cual González Flores motivaba e informaba sobre los peligros, los remedios y la situación de la Iglesia frente a la Revolución; esta publicación alcanzó un tiraje de hasta cien mil ejemplares.[14]

El éxito de esta nueva organización, que no era propiamente religiosa sino de acción cívica, se debió a su carácter popular, la ausencia de cuotas, de burocracia y de formalismos. El único requerimiento para sus miembros, según lo había expresado su mismo fundador, era que estuvieran en disposición de escuchar. Entre otras cosas llevó a cabo una intensa propaganda, organizó la educación primaria y combatió la enseñanza oficial.[15]

A mediados del mes de febrero, por órdenes de Zuno, fueron clausurados diversas instituciones que se encontraban dirigidas por católicos: el 16 de febrero fue clausurado el Instituto de Ciencias de Jalisco, y al día siguiente el de la Inmaculada Concepción y el Hospital de San Martín, y los de las hermanas Adoratrices y los hermanos Juaninos. Para el mes de abril, propuso al Congreso Local limitar el número de sacerdotes a 250, además de adjudicarse el derecho a determinar cuántos podría haber en cada municipio.[16]

Mons. Orozco se encontraba de regreso en la diócesis para fines de mayo; esto no impidió a Zuno continuar sus arbitrariedades, pues en julio fueron de nuevo clausurados el Seminario Menor y Mayor.[17]Al día siguiente del cierre del Seminario, la ACJM y la Unión Popular organizaron una protesta a las afueras del Palacio de Gobierno.

Durante la manifestación se creó una comisión para hablar personalmente con el gobernador, la cual fue rechazada en su intento. Momentos después salió Zuno al balcón presidencial para dirigirse a la muchedumbre ahí reunida, afirmando con respecto a los acontecimientos suscitados el día anterior en el seminario que “ningún inconveniente existe de parte de mi gobierno para reparar el yerro involuntario”, pero también señalando que no estaba de acuerdo con la manera de proceder de los manifestantes:

“Mas lo que repruebo categóricamente, por lo que no puedo menos de amenazar con represiones enérgicas, es por el sistema que se quiere seguir, al parecer de presionar a las autoridades con manifestaciones como ésta, que no puede conducir a nada […] no puedo tolerar que venga una multitud como ésta, engañada por gente de sacristía, a tratar de amedrentarme con el número”.[18]

En contradicción a sus actitudes de frente a los católicos, concluye sosteniendo la libertad de conciencia, que era pura demagogia, porque esta manifestación concluyó en represión por parte de las autoridades después del discurso que Manuel Ontiveros dirigió al gobernador de en medio de la muchedumbre, en el cual una vez señaladas las arbitrariedades acometidas a propósito de la clausura del seminario, concluyó con una crítica a la Revolución

“Engaño y mentira ha sido la Revolución que promete libertades al pueblo y pretende, en la práctica, aun aherrojar la conciencia del mismo […] la Revolución, manchada con sangre de hermanos, ha sido y sigue siendo una farsa trágica cuya trama está hecha de burlas y mentiras.”

Por si fuera poco, fueron clausurados el 30 de julio el convento de las Madres Reparadoras. Otras congregaciones religiosas al enterarse de ello abandonaron sus casas. Esta manera de proceder solo se explica a través de la actitud obstinada de querer implantar la ley de manera eficaz, y si en ello ha salido afectado el clero o sus instituciones señala es “porque no la cumple”.

Al referirse a los acontecimientos puntualiza que los culpables “fueron únicamente algunos de los seminaristas y algunas pocas mujeres fanatizadas dirigidas por dos o tres politicastros a su vez aconsejados por muy pocos de los sacerdotes católicos alborotadores que hay en Jalisco”.

Bajo la Presidencia de Plutarco Elías Calles

La situación se agravó aún más con la llegada de Calles a la Presidencia por sus intenciones de acabar con el catolicismo en México, so pretexto de cumplir estrictamente la Constitución. Si hasta entonces la Iglesia había vivido momentos de tensión con el gobierno, con la llegada de Calles y sus modificaciones al código penal, la esclavitud legal presente en los artículos constitucionales tratará de ser aplicada hasta las últimas consecuencias.

Después que Calles hizo aprobar el 6 de enero de 1926 la ley reglamentaria del artículo 130 constitucional (Ley Calles), se vislumbró un panorama diverso del que se había tenido bajo la presidencia de Álvaro Obregón. Al mes siguiente, el mismo Calles ordenó la aplicación inmediata y universal de la Constitución, pidiendo además a los gobernadores de los Estados que hicieran las reglamentaciones respectivas al mencionado artículo. Las reacciones no se hicieron esperar en Jalisco; el 17 de febrero fueron clausuradas las escuelas confesionales, así como el orfanato y el hospital de Guadalajara.

La reglamentación requerida fue dada a conocer el día 18 de marzo con el Decreto 2801. El artículo 1° fijaba en 250 el número de sacerdotes de cada confesión para todo el estado. Su reglamento preveía que todo responsable de una iglesia habría de hacerse registrar en su ayuntamiento. El articulo 6 rezaba: “la sección del Interior de la Secretaria General del Gobierno llevará un registro de los ministros”, y el 7: “los ministros que ejerzan a pesar de la ley serán citados ante los tribunales”.

Este reglamento provocó diversos enfrentamientos; en Ciudad Guzmán, el gobierno acusaba a los sacerdotes de encontrase detrás de los enfrentamientos sangrientos ocurridos en San Juan Bautista del Teúl y en San Luis Soyatlán.

Actitud del Arzobispo Orozco y Jiménez

Después de la promulgación de la «Ley Calles», misma que entraría en vigor el 31 de julio de 1926, el Episcopado Mexicano buscaba una solución. En un principio se sostuvo una cierta condescendencia con el Gobierno, pero después cambió como señala Mons. Orozco al dar su opinión al respecto “por mi parte estuve por la resistencia, y al final se tomó el acuerdo unánime de suspender el culto público si lo aprobaba el Santo Padre”.

Mons. Orozco añadía que la acción política, económica y en todos casos no violenta como la practicaba la Unión Popular, en Jalisco, aportaría a largo plazo la victoria a los seglares. La actitud del arzobispo tapatío se mantuvo incluso cuando estalló el levantamiento armado

“Tres meses después que me ausenté yo de Guadalajara, estalló el movimiento armado de los católicos contra el Gobierno. Aunque estando yo ya escondido, había notificado por escrito al presidente de la Unión Popular de Guadalajara (Anacleto González), que no debía por motivo alguno mezclar esa asociación en un movimiento armado, le prohibía que se fuera a prestar a ello, una vez que el fin de la Unión Popular no era ese, sino puramente de acción social.”

Si Mons. Orozco no estuvo de acuerdo con el movimiento armando, ¿Por qué después del 1927 parece estar a favor? Según Mutolo, porque el arzobispo entiende que es menos representativo y débil el apoyo a quienes están de acuerdo por parte del episcopado. El mismo autor afirma “Questo è dimostrato dal fatto che Orozco, chiede alla Santa Sede un rappresentante dei vescovi favorevoli alla lotta armata, in un momento in cui i vescovi sostenitori del conflitto non hano più alcuna importanza”. Olmos Velásquez señala que la misma actitud del arzobispo de permanecer en medio de sus ovejas, era un ejemplo de valor y de consuelo, aunque no se inmiscuyera directamente en la lucha. Apoyó la autoridad de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) y llamó al orden a las brigadas femeninas, indicándoles que debían reconocer a la Liga como la suprema autoridad.

Ante las acusaciones de las autoridades, que lo veían como el líder del movimiento armado, el mismo aclarará después: “yo jamás estuve en contacto con las facciones levantadas, ni alguno de ellos supo donde me encontraba. Se necesitaba, pues, absoluta falta de entendimiento y de lógica para creer que un líder tan famoso, como se quiso hacerme, ni siquiera por la huellas que hubiera dejado en tan largo y azaroso tiempo. La verdad es que estuve amparado por el silencio bondadoso y religioso de unos quince mil diocesanos míos, sabedores de todo, quienes vivían dispersos en una región pobre y montañosa.”

A pesar de su apología, de las declaraciones que había hecho ante la prensa, y de la falta de pruebas contundentes para inmiscuirlo, cuando se realizaron los «arreglos» en 1929, el presidente Portes Gil le pidió que abandonara el país, cosa que él realizó aun cuando se trataba de una gran injusticia.

Reacción Popular

Los cultos fueron suspendidos en todo el País el 31 de Julio de 1926, según lo había determinado el Episcopado Mexicano. El gobierno Jalisciense determinó que diez vecinos del municipio se constituyeran en junta, y recibieran los muebles e inmuebles de los templos bajo inventario y se hicieran responsables de ellos ante las autoridades.

Se comenzó a correr entonces el rumor de que las tropas se iban a apoderar de las iglesias para saquearlas y demolerlas, entre éstas el Santuario de Guadalupe, por lo que desde el 31 fue ocupado por una multitud de personas. El 3 de agosto por la noche fue cuando un incidente sin importancia concluyó en un enfrentamiento entre las autoridades locales y la gente que lo custodiaba, según nos relata un testigo:

“Dos gritos fuertes, y el obrero dispara su pistola contra el militar. Esta es la señal que comienza el zafarrancho. Los soldados comienzan a disparar sus armas, primero al viento; más dentro del atrio, y en las azoteas del Santuario hay muchos católicos armados. Comienza pues un furioso tiroteo. Acá y allá caen soldados heridos. Algunos vecinos pacíficos son cazados por la enfurecida soldadesca, y quedan tendidos en las calles adyacentes al templo, cinco muertos y muchos heridos.”

Mientras todo esto acontecía fuera, dentro del templo las mujeres y los niños cantaban. Cerca de las 10 de la noche el ejército controlaba el jardín en torno al Santuario, pero no así el atrio, ni el templo. Para evitar que se unieran más personas que vivían en esa zona, ésta fue evacuada y controlada por los militares. Como se terminaron las municiones de los guardianes del Santuario, se procedió entonces a negociar rendición ante el General Ferreira, quien dirigía aquella operación; “a las mujeres y a los niños se les dejó partir, y los hombres (390) fueron conducidos al cuartel”.

En la Iglesia parroquial de Jesús, una de las colonias más populares de la ciudad, se establecieron turnos voluntarios para impedir que se hicieran los inventarios oficiales que había determinado el gobierno estatal. Esta clase de protesta se pudo verificar también en algunas poblaciones fuera de la capital tapatía, como sucedió en Cocula, la Barca, Atotonilco y Ocotlán.

El boicot comercial

Una reacción de manera más pacifica fue la promovida por la Unión Popular, a iniciativa de Anacleto González Flores, quien decía a su colaborador H. Navarrete: “Mira, Navarrete, no nos hemos dado cuenta del poder que tenemos en la mano los católicos. A una organización sólida, fuerte, que se moviera con uniformidad rigurosa, seguiría inmediatamente la ruina de esta ridícula revolución mexicana. Sin disparar un solo cartucho podríamos aniquilar sus ejércitos y máquinas de coacción. ¡Oh, si entendiéramos que no es a balazos como tenemos que llegar! No hay quien quiera llevar a cabo otros actos heroicos que matar y dejarse matar”.

Ciertamente que González Flores tenía en mente el resultado positivo obtenido en 1918, y creía firmemente en repetir la hazaña a través del boicot, que consistía en no comprar nada superfluo, y lo necesario comprarlo con un comerciante reconocidamente católico. Este mismo medio había sido promovido a nivel nacional por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, mismo que aprobaban algunos miembros del episcopado, entre ellos Mons. Orozco.

Gracias a la buena organización de la «Unión Popular», que para ese entonces ya se había unido a la «Liga», el boicot obtuvo mayor eficacia en la diócesis tapatía. El gobernador Silvino Barba González reconoció el boicot como una “drástica y criminal medida”.

“los militantes de la UP, de la U, de la ACJM, de la ACFM, de las Empleadas Católicas de Comercio, se dividían el trabajo en cuatro comisiones: fiestas, comercio, transportes y escuelas, y Guadalajara se convirtió en una ciudad de peatones, una ciudad enlutada, una ciudad paralizada económica y socialmente. 800 maestros de enseñanza primaria dimitieron para no servir al gobierno, y 22 000 niños, de 25 000 en edad escolar dejaron de ir a la escuela.”

Al hacer un balance de los resultados obtenidos por este medio pacífico, Jean Meyer señala cual fue la actitud del gobierno: “el boicoteo no logró hacer capitular al gobierno, pero sí estremecerse lo bastante gravemente la economía, para suscitar el descontento”. . ¿Por qué no se continuó esta campaña? Navarrete refiere que “el natural cansancio para sostenerse en actitudes violentas acabó por relajar la acometida pacífica, con miras al recurso que siempre se consideró más efectivo por los más [las armas]”.

No solo influyó el cansancio, sino también la violación a las garantías individuales y la persecución al culto privado, que había producido las primeras víctimas.


El recurso armado

Desde el mes de agosto de 1926 dieron inicio levantamientos armados; algunos motivados instintivamente por defender las iglesias en contra del inventario señalado por la ley, y otros por las agresiones físicas que recibían los habitantes en diversas poblaciones de la diócesis. Hasta diciembre no se había establecido formalmente la resistencia armada contra el gobierno.

A fines de 1926 se llevó a cabo en Guadalajara la primera Asamblea de Jefes de la Unión Popular, en la cual después de múltiples presiones, el líder González Flores, aceptó el recurso de las armas, sin participar directamente en las acciones, sino permaneciendo como jefe político. Navarrete nos refiere haber recibido de él las siguientes instrucciones:

“1° La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa ordena a sus Delegaciones, que con los elementos que quieran seguirlos, organicen inmediatamente un movimiento armado para derrocar al Gobierno de la República y salvaguardar por medio de la fuerza las libertades populares. 2° Anacleto González Flores, como Delegado Regional de la Liga, acata la disposición e invita a los Jefes Locales para secundar en sus jurisdicciones el movimiento de rebelión contra la dictadura de Calles.”

Además de nombrarlo su representante con poderes absolutos de la Unión Popular, le confió la consigna de alejar éste organismo de cualquier actividad militar, cosa que en la práctica no sucedió, como señala el mismo representante. En una conversación privada, González Flores, motivó a sus colaboradores más cercanos a llevar a término esta empresa que estaban por comenzar: “les convido a sacrificar su vida para salvar a México […] México necesita una tradición de sangre para cimentar su vida libre mañana. Para esta obra está puesta mi vida y para esa tradición os pido la vuestra”.

Sin que se pueda precisar un día exacto, en el mes de enero de 1927 se llevó a cabo un levantamiento general en la zona en que ejercía su influencia la Unión Popular; es decir, en el estado de Jalisco y zonas limítrofes con los Estados vecinos.

Entre los líderes podemos señalar a Miguel Hernández y Victoriano Ramírez (apodado el catorce), quienes dirigieron los enfrentamientos en la región de los Altos de Jalisco, logrando reunir hasta 2000 hombres; mientras que en el norte Pedro Sandoval, Teófilo Baldovinos y José María Gutiérrez hacían respectivamente lo mismo, logrando reunir 1300. En las poblaciones del sur y occidente, que desde diciembre habían comenzado los enfrentamientos, hacían lo suyo con resultados favorables.

El Clero ante el movimiento armado

El arzobispo tapatío, había pedido a sus sacerdotes que permanecieran en sus parroquias para no abandonar a los fieles. Después de que fueron sacrificados bastantes sacerdotes y se puso más tenso el ambiente, les permitió marcharse a donde ellos quisieran. Siguiendo a Jean Meyer podemos señalar diversas actitudes y reacciones adoptadas por el clero diocesano: 1-Oposición activa manifiesta, es decir aquellos que se oponían al movimiento y lo declaraban abiertamente. 2-Oposición pasiva, abandonando las parroquias, huyendo o buscando protección en las grandes ciudades. 3-Voluntariado, es decir la permanencia entre los fieles. No se mezclaban con los cristeros, pero si los atendían espiritualmente por medio de los sacramentos. Algunos tomaron parte activa como capellanes u organizadores. Otros fueron protegidos por los mismos cristeros. 4-Participación activa, es decir aquellos que tomaron las armas y combatieron.

El 3 de mayo, el arzobispo tapatío redactó una circular dirigida al clero y a los fieles, en la cual se defiende de la acusación, de estar al frente del movimiento armado y de incitar a sus sacerdotes a hacer lo mismo:

“De un modo u otro se ha estado diciendo que el Episcopado Nacional organiza revoluciones; y en especial a nuestra persona, que encabeza grupos rebeldes. Jamás el arzobispo de Guadalajara ha estado al frente de gente armada. En cuanto al V. Clero, de manera categórica declaramos que tampoco es organizador de movimiento alguno rebelde, y si algún sacerdote en particular ha tomado las armas para luchar en cualquier sentido que sea, tenga entendido que lo hace no solo sin la autorización pero aun en contra de la voluntad y disposición expresa de su prelado y las leyes de la Iglesia.”

Consecuencias del Movimiento Cristero

En la región de los Altos, solamente en los dos primeros meses de la lucha, el ejército había ocupado 21 localidades y dado muerte a 2000 cristeros. A mediados de marzo, se sostuvieron sangrientos combates en toda la región. Por esas fechas los cristeros obtuvieron un triunfo muy sonado en la población de San Julián, misma que repercutió en todo Jalisco y por la cual se ganaron la solidaridad de los pueblos vecinos, pues a su paso les proveían comida y les aclamaban, como sucedió en Cuquío.

El 1° de Abril de 1927 fue capturado, torturado y asesinado Anacleto González Flores, quien desde la ciudad animaba a los cristeros. “El cuarto de trabajo del Maestro seguía siendo el centro que irradiaba fe, entusiasmo, pureza en el ideal, energía en la resistencia, esperanza en la victoria.” Fue hecho prisionero y ejecutado en el cuartel Colorado de la ciudad, junto con los hermanos Jorge y Ramón González Vargas, y Luis Padilla.

En el mismo mes de Abril, los Cristeros al mando del Padre Reyes Vega, descarrilaron y asaltaron un ferrocarril, a poca distancia de Ocotlán: “El ataque que sufrió el tren de Guadalajara […] no creo que tenga precedente en la historia de los atentados ferrocarrileros en México, tanto por las terribles penas que sufrieron los pasajeros como por el enorme número de víctimas inocentes que hubo que lamentar.” Lo que motivó tal atentado fue el apoderarse de las municiones y el dinero, que se sabía transportaba el tren.

La estrategia del gobierno cambió implementando las llamadas «concentraciónes», así como la evacuación de aldeas y pueblos, ya que serían bombardeadas. Esto provocó un gran movimiento de gente, y quienes se negaron a cumplir con estas medidas fueron víctimas del ejército. Ante esos resultados, el general Joaquín Amaro creía que el movimiento cristero sería sofocado, pero en realidad no hizo sino “atizar más la hoguera”.

La situación del movimiento en la segunda mitad del 1927, como señala Navarrete era la siguiente: “el movimiento había decaído mucho en su primera etapa. Faltaba ya en Guadalajara Anacleto; en el campo Vega. La liga ensayaba tenazmente, ora con algún éxito, ora con ninguno, un centro de control civil y militar en la ciudad de Guadalajara […] Sin embargo la constancia del ranchero alteño sobrepujó las dificultades; si un grupo se deshacía, otro brotaba para mantener el fuego de la rebelión, en tanto que nuevos acontecimientos venían a ofrecer mayores esperanzas.”

La Liga nombró al Lic. Miguel Gómez Loza, como gobernador provisional del Estado, mismo que operaba en la región de los Altos desde una población cercana a San Julián, Jal. En el tiempo en que desempeño su cargo nombró autoridades civiles en varias poblaciones en poder de los cristeros y motivó a través de un decreto a la colaboración económica con la causa del movimiento; cayó en una emboscada en marzo de 1928.

Meyer presenta una relación del cónsul norteamericano, en Guadalajara, sobre la panorámica de la lucha hasta ese momento: “La situación empeora lenta pero segura, a pesar de los movimientos histéricos e ineficaces de los federales. Del 11 al 15 de marzo, contó 20 combates que iban de la escaramuza al ataque de una ciudad durante 8 horas. El ejército no podía aplastar ya Los Altos, porque la guerra localizada en diciembre, enero y febrero ardía ahora en todo el estado: 3 000 hombres se encontraban en la costa oeste en torno a Puerto Vallarta. El 10 de marzo, 500 cristeros del P. Pedroza aniquilaron la guarnición de San Juan de los Lagos; el 35° de caballería tuvo 75 muertos, y el 54° del general Z. Martínez perdió el combate en Palmitos. Para tratar de detener el movimiento, Figueroa abandonó sus procedimientos persuasivos y comenzó a fusilar como quien tala un bosque, en campo abierto y en Guadalajara, en el Cuartel Colorado.”

Es verdad que aunque los Cristeros, no contaban con grandes medios, económicos o militares, si contaban con gran número de adeptos unidos a la causa, animados por la perseverancia y el entusiasmo. Arriesgaban la vida en defensa de valores que eran atropellados, ignorados o desconocidos, la pérdida de ésta era vista con un sentido trascendente, consecuencia del carácter que había impreso en el pueblo la acción eficaz de la Iglesia a través de sus pastores.

Las víctimas fueron numerosas; un balance de la guerra, según el reporte del mayor Harold Thompson, en la región de los Altos, de enero de 1928 al 31 de julio del mismo era de 3235 cristeros muertos.

A mediados de 1928, señala Meyer, “los cristeros no podían ser ya vencidos militarmente; y el gobierno menos todavía, porque éste apoyado por los Estados Unidos, no podía permitirse otra situación como la que había vivido en tiempos posteriores a la dictadura Porfirista, por lo tanto se replegaba bien en Guadalajara y controlaba los accesos ferroviarios.” Para junio de 1929, el movimiento alcanzará su apogeo, pues en la región occidente se contaba con 25 000 hombres armados y organizados.

Los «Arreglos»

A pesar del apogeo y de los muchos militantes con que para esas fechas contaba el movimiento, el gobierno de los Estados Unidos se aprovechó de la situación y apoyó al gobierno mexicano. “La crisis política y la guerra cristera debilitaban y facilitaban la tarea norteamericana en la cuestión petrolera”. Es entonces cuando ellos promoverán la solución al conflicto religioso, porque no le conviene a sus intereses que continué el antagonismo. Silvano Velarde ha escrito al respecto:

“Es tan claro como la luz del día, que quienes tomaron la iniciativa para la reanudación del culto y los que más se empeñaron en que se tuvieran pláticas de arreglos con el licenciado Portes Gil, fueron los banqueros y los capitalistas norteamericanos; porque vieron que el conflicto religioso tenía a México en tales condiciones, que ellos no podían continuar sus planes de imperialismo, que no podían seguir acaparando las riquezas del suelo mexicano […].”

El arzobispo tapatío ya había previsto como detrás de cualquier posible arreglo sobre la cuestión religiosa, se interpondrían por delante los intereses políticos, más que el propio bien de la ciudadanía o de la Iglesia, porque claramente se veía cómo desde 1913, el gobierno pretendía acabar con ésta; al referirse al arreglo señala “tendrá necesariamente que ser transitorio, que durará lo que calculen los directores para asestar golpe más duro contra la Iglesia”.

La actitud del general Enrique Gorostieta, Comandante de la Guardia Nacional, era de gran inquietud por las consecuencias que traería para el movimiento cristero que el dirigía. El 16 de mayo envió una carta a los obispos para darles a conocer que no estaba de acuerdo con las tentativas que se estaban llevando a cabo y las cuales sentía como un golpe muy duro para la causa; que debían dejar a ellos resolver la situación y que no pretendieran resolverla por su cuenta, ya que durante todo el tiempo de la lucha se habían mantenido al margen de ésta; les reprocha el poco apoyo recibido por parte de ellos, y les pide por lo menos su apoyo moral; los invita a tener paciencia, pues estaba seguro del triunfo, además de apelar al derecho de ser escuchados como miembros de la Iglesia que eran.

En los mismos términos comentaba a uno de sus colaboradores más cercanos: “Si los señores Obispos logran acabar con nuestro movimiento, sépanse que habremos dejado pasar la única oportunidad que tuvimos en nuestras manos para rehacer el orden y establecer un régimen de derecho en México. Es posible que por una condescendencia del Gobierno, que obedece órdenes de los americanos, se reanude el culto; pero es una inocentada creer que abiertas las iglesias, ya se resolvió el problema de la libertad en el país.” El 22 de junio de 1929 la prensa dio a conocer los “arreglos” celebrados entre el gobierno y los obispos.

Después de los “Arreglos”

En Guadalajara y en el resto del estado, los templos fueron reabiertos al culto el 29 de junio. Las campanas fueron echadas al vuelo en señal de regocijo. La gente sencilla no se imaginó en que terminarían los susodichos «Arreglos» y las consecuencias que estos traerían para aquellos que de alguna manera habían estado dirigiendo los combates.

Los menos conformes eran aquellos que habían combatido, pues las negociaciones llegaron en un momento en el cual el movimiento cristero se encontraba en pleno apogeo. No se resignaron tan fácilmente, pero ya no tenían causa por la cual luchar, y por otra parte habían perdido el apoyo de su gente, pues ésta buscaba la manera de regresar a sus labores cotidianas. Al respecto señalaba posteriormente un cristero:

“Yo comprendí que la opinión pública ya no estaba con nosotros, y nuestros amigos los campesinos necesitaban de tranquilidad para dedicarse a sus labores sin la continua amenaza del gobierno que los mataba o torturaba porque no nos denunciaban, y hubiera sido una imprudencia seguir adelante, porque seguramente hubiera tenido mucho que sentir de las gentes que antes nos ayudaban, y si me ponía a tomar represalias la responsabilidad caería sobre mi persona, así es que preferí ponerle fin a las agonías de una situación imposible.”

La actitud de Mons. Orozco fue, muy prudente al respecto. En un encuentro llevado a cabo en la ciudad de México entre el prelado y uno de los que habían vivido de cerca el movimiento armado, es muy reveladora, pues al preguntarle qué debía hacer, el Prelado le respondió: “Pónganse en paz. Vuelve a tu trabajo pacifico de antes. Yo no sé gran cosa de lo que hayan arreglado. Pero parece que ya está todo hecho. Yo no sé mucho créeme. ¿Qué quieres que te diga? Ya déjense de eso.”

Posteriormente cuando tuvo conocimiento de los «Arreglos», el arzobispo no habló en contra, antes bien impuso al clero diocesano el guardar silencio sobre el asunto, a través de varios edictos, indicando además que si era aceptado por el Papa, debía ser tomado como norma de conducta para los católicos y obedecida como tal.

Como era de esperarse el gobierno no cumplió con los acuerdos y comenzó a deshacerse de aquellos que se habían levantado en armas. Los cristeros señalan que murieron más después de los «Arreglos» que durante la guerra; afirmación que parece un poco exagerada, pero que es indicativa.

Un testigo afirma: “la carnicería, que así puede llamarse, que hicieron los elementos secundarios del gobierno con mis antiguos compañeros […] fueron asesinados villanamente”. Como este encontramos muchos otros testimonios de entre aquellos que sobrevivieron y creyeron a la amnistía, que en la práctica fue una falacia. De esta manera, como bien señala Meyer, el «modus vivendi», se convirtió en «modus moriendi».

“La carnicería selectiva se prosiguió durante varios años, y la mayoría de los grandes jefes cayeron […] No se libraron los simples soldados […] La caza del hombre fue eficaz y seria, ya que se puede aventurar, apoyándose en pruebas la cifra de 1500 víctimas, de las cuales 500 jefes, desde el grado de teniente hasta el de general.”

NOTAS

  1. Cfr. J. MEYER, La Cristiada, II, 129
  2. Cfr. J. MEYER, La Cristiada, II, 131-132
  3. V. CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el Grande, II, México 1966, 136, citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 132
  4. La circular señala específicamente a los Caballeros de Colón, el Sindicato de Agricultores y la ACJM
  5. Cfr. Art. «Un ukase del gobernador Zuno, en Jalisco» [9 de marzo de 1924], en A. Maya Nava, ed., Las relaciones Iglesia-Estado en México 1916-1992, I, México: EL UNIVERSAL, 1992, 77
  6. Cfr. Art.«Ya fue inventado el primer combate» [19 de marzo de 1924], en A. Maya Nava, ed., Las relaciones…, I, 77
  7. A. TARACENA, La Verdadera Revolución Mexicana. Décima Etapa 1924-1925, México 1962, 67
  8. Cfr. Art. «Los informes relacionados con el Arzobispo de Guadalajara» [20 de marzo de 1924], en A. Maya Nava, ed., Las relaciones…, I, 78
  9. A juicio de Meyer «estas esperanzas quedaron fallidas, porque, ante la acumulación de los peligros, Roma, se vio obligada a permitir el regreso de Mons. Orozco. De no haber precipitado la crisis el gobierno de Calles, es posible que Mons. Orozco hubiera seguido en el destierro» (J. MEYER, La Cristiada, II, 133)
  10. V. CAMBEROS VIZCAÍNO, Francisco el grande, II, 149. Citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 133
  11. Cfr. D. C. BAILEY, Viva Cristo Rey, The Cristero rebellion and the Church State conflict in Mexico, Austin University, Texas Press, 1974. Cit. en Enciclopedia Temática de Jalisco, VII, 102
  12. Copia anónima de un escrito dirigido al gobernador de Jalisco desde Totatiche o Colotlán en 1925, citado por J. MEYER, La Cristiada, II, 144-145
  13. Este se convertirá en una agrupación más amplia y eficaz, llamada posteriormente Unión Popular
  14. Cfr. A. RIUS FACIUS, La Juventud Católica…, 290-292
  15. Cfr. H. NAVARRETE, Por Dios…, 87-91; además J. MEYER, La Cristiada, II, 146-147
  16. Cfr. «Monseñor Orozco y la Revolución Cristera», en F. MARTINEZ REDING, ed., Crónica de la Iglesia…, 113
  17. Ya había sido clausurado por él mismo el 22 diciembre de 1924
  18. H. NAVARRETE, Por Dios…, 56

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VV.AA. Enciclopedia Temática de Jalisco, Vols. IV y VII


DANIEL ÁGUILA