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Primeras acciones
Fue el virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, quien en 1541 se propuso enviar una expedición a las entonces denominadas solo como «Islas del Poniente», descubiertas durante la expedición de Fernando de Magallanes en abril de 1521, y sobre las cuales ninguna acción se había realizado para incorporarlas a la Corona española.
La expedición fue encomendada a Ruy López de Villalobos, quien preparó una flota de seis galones llamados «Santiago», «San Jorge», «San Antonio», «San Cristóbal», «San Martín», y «San Juan», que llevan a bordo unos 370 hombres comprometidos en el cumplimiento de la misión encomendada. El 1° de noviembre de 1542 la flota zarpó de Barra de Navidad, Jalisco. Recorridas unas 145 leguas náuticas (800 kms.) encontraron el archipiélago de las «Islas de Revillagigedo», hoy bajo jurisdicción del estado mexicano de Colima.
Adentrándose en el Pacífico, el 26 de diciembre de ese mismo 1542 se encontraron con otro grupo de islas al que llamaron de «Corales» (hoy Islas Marshall). Anclaron en una de ellas a la que llamaron «San Esteban», por ser ese día (26 de diciembre) su fiesta litúrgica. Zarparon de nuevo el 6 de enero de 1543 y en el mismo día otearon otras varias pequeñas islas en la misma latitud que las de los Corales, a las que llamaron de «Los Jardines», hoy conocidos como el atolón de las de Kwajalein.
El 23 de enero de 1543 la expedición encontró la isla «Fais», una isla de coral emergente en las islas Carolinas orientales, a las que catalogaron cartográficamente como las «Matelotes». El 26 de enero de 1543 también catalogaron otras nuevas islas como «Los Arrecifes», que se identifican como las «Yaps», también en las Carolinas. Según Oskar Spate con Villalobos navegaba el piloto Juan Gaetan, al que La Perouse le atribuye el descubrimiento de Hawai..
Ampliación de las exploraciones y descubrimiento de nuevas islas
El 29 de febrero de 1543 los expedicioneros entraron en la Bahía de Baganga, a la que bautizaron con el nombre de «Málaga», en la costa oriental de la isla de Mindanao. López de Villalobos bautizó Mindanao con el nombre de «Caesarea Karoli», en honor del rey-emperador de España Carlos I-V. La flota permaneció allí anclada 32 días, sufriendo los tripulantes numerosas penalidades y hambre. El comandante intentó plantar cereales, pero fracasaron en el intento. El 31 de marzo de 1543, la flota zarpó en busca de Mazaua para provisionarse de comida. Pero debido a los débiles vientos no pudieron navegar. Y tras varias laboriosas jornadas, finalmente lograron llegar a Sarangani.
El galeón «San Cristóbal», que había sido conducido fuera de las aguas de la Isla de Limasawa dos meses antes, apareció inesperadamente con una carga de arroz y de otros alimentos. El 4 de agosto de 1543, el «San Juan» y el «San Cristóbal» fueron enviados a Leyte y Samar en busca de más comida, para almacenarla en vistas al cruce del Pacífico camino de regreso a México. Un contingente portugués llegó el 7 de agosto con una carta de Jorge Castro, gobernador portugués de las Molucas, pidiendo una explicación sobre la presencia de la flota en territorio portugués. López de Villalobos respondió a la carta fechada el 9 de agosto afirmando que no habían traspasado la línea de la demarcación perteneciente a la Corona de Castilla.
El «San Juan» zarpó rumbo a México el 27 de agosto de 1543, con Bernardo de la Torre como capitán. Otra carta de Castro llegaba en la primera semana de septiembre con la misma protesta, y López de Villalobos respondía a la misma el 12 de septiembre de 1543 repitiendo los mismos puntos que en su carta anterior. Zarpó rumbo a Abuyong, Leyte con sus galeones restantes, el «San Juan» y el «San Cristóbal». Pero encontraron los vientos desfavorables por lo que no pudieron navegar.
En abril de 1544 la expedición navegó hacia las islas de Samar y Leyte. Fue en esos momentos cuando Ruy López de Villalobos, jefe de la expedición, bautizó a todas aquellas islas con el nombre de «islas Filipinas» en honor del príncipe Felipe, hijo primogénito de Carlos I-V y futuro rey de España con el nombre de Felipe II. Bajo su reinado se consolidaría el Imperio español en cuyos dominios «no se ponía el sol».
Obligados por las actitudes hostiles de los aborígenes, el hambre y las averías en los galeones, López de Villalobos tuvieron que abandonar los asentamientos que ya tenían en las islas y los proyectos de la expedición. Buscó refugio en las Molucas, donde tuvo enfrentamientos con los portugueses, que lo encarcelaron. López de Villalobos murió en la cárcel el 4 de abril de 1544, en la isla de Amboyna, por una fiebre tropical, o como los portugueses afirmarían por «un ataque de corazón».
Pese a aquellas tremendas dificultades, unos 117 marineros sobrevivieron; entre ellos estaban Guido de Lavezaris, y Ginés de Mafra. Este último nos dejó un documento manuscrito sobre la circunnavegación Magallanes-Elcano, que hizo llegar a España a través de un amigo marinero; dicho manuscrito permaneció desconocido durante varios siglos, hasta que fue descubierto en el siglo XX y publicado en 1920.
Una relación del viaje, basada en cuanto recogió el historiador italiano del siglo XVI Giovanni Battista Ramusio, en su «Navigatori et Viaggi», sobre un marinero sobreviviente llamado Juan Gaetano, fue publicado entre 1550 y 1559. Una colección de relaciones o crónicas de aquellos primeros exploradores sobre sus expediciones, y donde se incluyen también narraciones de otros anteriores o contemporáneos, como Marco Polo, Magallanes, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y otros, constituyen documentos de valor histórico inestimable y demuestran el temple más que notable de aquellos navegantes ibéricos, en buena parte españoles, y su contribución a la historia épica de los descubrimientos y conquistas del siglo XVI.
Los marineros de aquella primera expedición española no siempre encontraron la «vuelta del poniente», como se decía en aquel entonces, y sumidos en miles de dificultades supieron resistir y superar las dificultades; muchos encontraron la muerte y otros, por ello no pudieron regresar a México, desde donde habían emprendido su navegación. Pero abrieron el camino para otros compatriotas que lo conseguirán en una siguiente y fundamental expedición que cambiará la historia de estas Islas Filipinas en el corazón del Pacífico asiático.
La expedición de Miguel López de Legazpí y Fray Andrés de Urdaneta
En 1564 el rey Felipe II, pidió al Virrey de Nueva España don Luis de Velasco que organizara una expedición para colonizar las islas que llevaban su nombre: las Filipinas. El Virrey solicitó al alcalde de la Ciudad de México Miguel López de Legazpi, que encabezara esa misión; a su vez, López de Legazpi pidió al prior del convento agustino de la capital del Virreinato, fray Andrés de Urdaneta, que le acompañara en la expedición dado que a su condición de sacerdote, se aunaba la de su gran experiencia como marino y cosmógrafo. El espíritu de aventura y el deseo de expandir el Evangelio le llevaron a fray Andrés a aceptar con entusiasmo la propuesta del Alcalde.
Miguel López de Legazpi (Zumárraga,1502-Manila, 1572) había estudiado en la Universidad de Salamanca y desempeñado el cargo de escribano en la alcaldía mayor de Areria, pero al no tener derecho a la herencia de sus padres, decidió viajar a la Nueva España a donde llegó en 1528, probablemente siguiendo a su paisano fray Juan de Zumárraga O.F.M, recién nombrado primer obispo de México. López de Legazpi conoció a fray Julián Garcés O.P, primer obispo de Tlaxcala, con cuya hermana contrajo matrimonio y llegando a procrear nueve hijos.
Debido a su preparación académica y a su experiencia de escribano, se le asignó el puesto de secretario en el Cabildo de la ciudad de México y posteriormente fue elegido alcalde. Es en esa situación y a sus sesenta y dos años de edad, cuando el virrey le encarga la misión de hacer realidad la incorporación de las Filipinas a la Iglesia y a la Corona. Pocas semanas después de haber aceptada la responsabilidad, en julio de 1564 moría don Luis de Velasco. Pero la Audiencia de la Nueva España siguió apoyando la preparación de la expedición programada, y finalmente el 19 de noviembre de 1564, la expedición zarpó de las costas de Jalisco; más precisamente de Barra de Navidad.
A bordo de cuatro navíos iban 350 hombres; de entre ellos, además de López de Legazpi y fray Andrés de Urdaneta estaban seis misioneros agustinos, Melchor de Legazpi, hijo del jefe de la expedición, así como su jóven nieto Felipe de Salcedo, y Guido de Lavezarez, uno de los marineros sobrevivientes de la expedición de Magallanes-Elcano de 1522. Tras una travesía sin contratiempos pues en todo momento navegaron con vientos favorables, a principios de 1565 anclaron en las islas Marianas en la Micronesia.
Un jefe de la Isla Bohol, llamado Catunao les dio información sobre Cebú y se embarcó con la expedición como guía. La expedición de López de Legazpi echó anclas en Rajahnate de Cebú el 13 de febrero de 1565, sin entrar en el territorio debido a la hostilidad de los nativos. El 22 de febrero de 1565 alcanzaron la isla de Samar donde estipularon un pacto de sangre («sanduguan», en tagalo) con Datu Sikatuna, el jefe de Bohol, el 16 de marzo de 1565, para sellar su pacto de amistad siguiendo la tradición tribal del lugar.
Los españoles navegaron hasta Limasawa donde fueron recibidos por Datu Bankaw, luego hacia Bohol donde se hermanaron con los jefes locales. El 27 de abril de 1565 la expedición regresó a Cebú desembarcando allí. Un jefe local, llamado Rajah Tupas se opuso a los españoles, pero fue derrotado. Allí los españoles establecieron un establecimiento al que llamaron «Villa del Santísimo Nombre de Jesús» con una imagen del Santo Niño, que colocaron en una de las habitaciones de los nativos. La devoción al Santo Niño marcará la historia católica de las Filipinas.
En 1569, dada la penuria alimenticia en Cebú, la expedición de López de Legazpi se trasladó a la isla de Panay, donde fueron acogidos pacíficamente por la población en Kedatuan de Madja-as. Fundaron entonces un segundo establecimiento que llamaron «Capiz» y que hoy es la ciudad de Roxas en la provincia de Capiz, en la ribera del Río Panay. En 1570, López de Legazpi mandó a Juan de Salcedo, su nieto, a Mindoro (antigua localidad de Huangdom de Ma-i) a castigar a los piratas musulmanes Moro, que estaban invadiendo los poblados Panay. Salcedo destruyó también fuertes en las islas de Ilin y Lubang, en el Sur y en el Norte de Mindoro.
Exploraciones y enfrentamientos
Al tener noticias de Luzón, López de Sagasti envió a Martín de Goiti a explorar la región norte. Desembarcando en Batangas con 120 españoles, Goiti exploró el Río Pansipit, que se alimenta del lago Taal. El 8 de mayo de 1570, llegaron a la bahía de Manila, donde fueron bien recibidos por los naturales y donde permanecieron durante varias semanas estableciendo una alianza con el jefe musulmán, Rajah Ache, conocido como Rajah Matanda, que era un vasallo del sultán de Brunei. López de Legazpi se propuso usar el puerto natural de Manila como base para el comercio con China.
Pero el aliado de Rahaj en las costas del norte de la Bahía de Manila, conocido como el joven Bambalito de Macabebe, pidió a Rahaj Soliman, el Viejo Ache, romper la alianza con los españoles. Pero Rahaj Matanda rechazó la petición por fidelidad a su palabra de honor con los españoles. Rahaj Soliman puso sus condiciones a Bambalito de que, si era capaz de matar al menos a 50 españoles, él habría roto su alianza con López de Legazpi, y el Viejo Ache habría ayudado a expulsar a los conquistadores. Bambalito formó una flotilla de unos dos mil quinientos moros formados por soldados de los poblados de la Bahía de Manila, especialmente de Macabebe y Hagonoy.
El 30 de mayo de 1570, Bambalito salió navegando hacia Tondo con caracoas, largas barcazas, y el 3 de junio de 1571 se encontró con los españoles en el Canal de Bangkusay, mandados por Martín de Goiti Bambalito y su flotilla perdieron el combate, y consecuentemente se enzarzaron en luchas entre los dos grupos; los españoles ocuparon las regiones medio islamizadas de Tondo y de Maynila. Manila fue así preparada para recibir a López de Legazpi que dejó Panay.
Manila, capital de las «Islas Orientales» En el mismo año llegaron a la Filipinas desde Nueva España nuevos refuerzos, lo que indujo a López de Legazpi a dejar Cebú por Panay y luego por Luzon. Reclutó unos 250 soldados españoles y otros 600 nativos para explorar las regiones de Leyte y de Panay. En el año siguiente, siguió Goiti y Salcedo a Manila tras su conquista. Durante la primera fase de la exploración de la parte septentrional de las Filipinas, López de Legazpi permaneció en Cebú y no acompaño a sus hombres en la conquista de Manila debido a su mal estado de salud y a su edad.
En Manila, López de Legazpi estipuló un pacto de amistad con los nativos y sus jefes Rajah Sulayman y Lakan Dula, (Lakan y Rajah eran títulos «reales» de los jefes nativos). Ambos grupos acordaron organizar una administración local, que reflejaba sin duda la tradición española importada. López de Legazpi estableció formalmente la fundación de la ciudad el 24 de junio de 1571, y mandó construir una muralla, hoy todavía llamada «Intramuros», proclamando la ciudad de Manila como capital de las Islas y sede del gobierno español en las Indias Orientales.
No concluye aquí esta historia importante en la presencia española en el Pacífico de Oriente. Tras la derrota de Bambalito, Legazpi ordenó la exploración de las poblaciones al norte de Manila. En septiembre de 1571, Goiti pacificó Lubao y Betis, con la ayuda de tributarios de Rio Chico, luego el 14 de noviembre de 1571 alcanzó los establecimientos de Calumpit y Malolos y otras poblaciones a lo largo de la Bahía de Manila. De hecho, López de Legazpi debe considerarse como el propulsor de la colonización española de Filipinas y su primer gobernador general. Moriría un año después de tal nombramiento de un paro cardiaco en Manila, el 20 de agosto de 1572.
López de Legazpi no dejó bienes ni riquezas, ya que había consumido todos sus haberes en aquellas empresas. Sería sepultado en la Iglesia de San Agustín Intramuros. Ya antes de su muerte, parte de las Visayas habían pasado al dominio de España, aunque los españoles encontraron fuertes resistencias en los sultanatos islámicos de las islas de Mindanao, Zambal y de Igorot, tribus en las montañas, así como en algunos piratas Wokou de China y Japón.
López de Legazpi escribió varias cartas al rey Felipe II de España sobre sus viajes a las Indias Orientales y sus conquistas. Se conocen como: «Cartas al Rey Don Felipe II: sobre la expedición, conquistas y progresos de las islas Felipinas», y se conservan en el Archivo General de Indias de Sevilla.
Religiones y evangelización católica
A la llegada de los españoles a las Filipinas sus pobladores practicaban un mosaico variado de religiones, entre las que destacaban el Animismo, el Islam, el Hinduismo, y el Budismo. Pero, como en otras regiones del globo donde estuvieron presentes los españoles, su preocupación primaria fue siempre la propagación del Evangelio y el bautizo de los naturales. Esto explica que las Filipinas sea prácticamente la única nación independiente de toda el Asia Oriental con una mayoría predominante de católicos, y que su historia evangelizadora esté profunda y sustancialmente unida a la de la América española, especialmente a México.
Durante buena parte de los comienzos de la implantación del Evangelio en Filipinas los misioneros partían de México y en este sentido la misión dependía en lo humano de la Nueva España; a su vez desde las Filipinas muchos misioneros partían hacia las regiones cercanas de Japón, China y los reinos de Vietnam, sellando buen número de ellos con su sangre la fe católica que anunciaban en medio de notables circunstancias adversas y de duras y pluriseculares persecuciones marcadamente xenófobas. Los mártires mexicanos en el Japón son prueba elocuente de ello.
Entre sus evangelizadores se distinguieron la Orden de los agustinos, que fueron los primeros, y luego los franciscanos, los dominicos y luego también los jesuitas. Un dato significativo de la metodología española en las Filipinas fue que los misioneros, al igual que lo habían hecho inicialmente en México, no intentaron implantar el español como lengua de comunicación. Es también digno de tomarse en cuenta que las misiones y los misioneros sirvieron también como centros educativos y de administración civil hasta la ocupación norteamericana en 1898.
Así, en 1609, Antonio de Morga, Alcalde de las Causas Criminales, en la Real Audiencia de la Nueva España, escribía una precisa relación en la que decía entre otras cosas que: “tras la conquista de las islas por la luz soberna del Santo Evangelio que entró en ellas, los paganos fueron bautizados, las tinieblas de su paganismo fue borrado y cambiaron sus nombres por nombres cristianos. Las islas también, perdiendo su antiguo nombre, tomaron – con el cambio de religión y el bautismo de sus habitantes – el de Islas Filipinas, en reconocimiento del gran favor recibido por parte de su Majestad Felipe II, nuestro soberano, en cuyo tiempo afortunado y reino habían sido conquistadas, protegidas y desarrolladas, como trabajo y logro de sus reales manos”.
La ruta del «tornaviaje» y el «Galeón de Manila».
Según órdenes de Legazpi, Urdaneta comandó un buque que regresó a Nueva España para informar al virrey de lo acontecido y de los descubrimientos realizados. El día 1 de junio partió Urdaneta en la nave «San Pedro», al mando de la cual estaba un nieto de Legazpi, Felipe Salcedo. El viaje se inició en dirección norte, y al llegar a la latitud de Japón, lograron salir de la influencia dominante del alisio. Desde allí, aprovecharon la corriente llamada del «Kuro Shivo» para llegar a Acapulco el 8 de octubre de 1565. Este viaje supuso el descubrimiento de la ruta de navegación más corta entre Asia y América, denominada «tornaviaje», rumbo que siguió sistemáticamente hasta 1815 el «Galeón de Manila», en el que se servía de enlace comercial entre América y El Oriente, intercambiando entre otros productos la plata de México y de Potosí y la seda, la porcelana china y las especias de Indonesia, las perlas-joyas de la India y otros productos muy requeridos en Europa.
La ruta comercial constituía un importante lazo comercial centre la América Hispana y el Asia del Pacífico con productos comerciales que luego se transportaban a Europa con los Galeones de la Habana y que constituían una fuerte entrada para el Imperio Español. La introducción e intercambio de bienes constituyó uno de los factores importantes de la hispanización de las islas del Pacífico, hasta el punto que el inmenso Océano Pacífico comenzó también a llamarse popularmente «el mar español». El Pacífico tenía por fin ruta de ida y de vuelta desde y hacia América.
A lo largo de 333 años, desde 1565, cuando España estableció una colonia en las Islas Filipinas, hasta el tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, cuando España se vio obligada a ceder la soberanía de las Filipinas a los Estados Unidos que tomaron posesión de ellas tras una guerra amañada y falaz en la cual obtuvieron incluso el dominio de las islas caribeñas de Puerto Rico y Cuba.
En 1825, Casado Giraldes, un geógrafo portugués, establecía que las islas Sándwich habían sido descubiertas ya en 1542 por Gaetan, y ni siquiera nombra a James Cook, el marino británico al que sin embargo una común historiografía falsa y amañada atribuye el descubrimiento, olvidando los primeros y fundamentales descubridores y pioneros. Entre el 6 y el 23 de enero de 1543, el galeón «San Cristóbal», pilotado por Ginés de Mafra, que había sido uno de los marinos de la expedición de Magallanes en 1519-1522, fue separado del resto de la flota durante una fuerte tormenta. Este galeón tocó la isla de Mazaua, donde Magallanes había anclado en 1521. Esta fue la segunda visita de Mafra a las Filipinas, que hoy se identifica con Limasawa en la parte meridional de la isla de Leyte. La historia de Limasawa fue escrita en 1667 por el jesuita Francisco Combés cuya relación sería traducida y difundida por varios historiadores.