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Arquitectura incaica: sistemas
Entre las expresiones más conocidas e imponentes de la cultura arquitectónica incaica se deben citar los restos arqueológicos más imponentes y majestuososos como: el Machu Picchu, que es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura inca; el Acllahuasi en Pachacámac; la Fortaleza de Sacsayhuamán y otros muchos vestigios que quedan a lo largo de la cordillera andina y en la región de Cuzco, sobre todo en el «valle sagrado de los incas».
Estas construcciones ciclópeas fueron, sin duda, el arte más avanzado del Tahuantinsuyo. Se desarrolló bajo las exigencias de la nobleza cuzqueña, a la que interesada afirmar su poder y levantó gigantescas construcciones líticas. Ellas imponían sin duda alguna reverencia y asombro en las comunidades del Incario. El trabajo colectivo dentro del Incario, impuesto a la colectividad y bajo el sistema de la explotación estatal (mita) hizo posible tales edificaciones a lo largo del Tahuantinsuyo, especialmente en su capital: Cuzco.
Su arquitectura se caracterizaba por su solidez, sencillez y simetría. En la etapa imperial, sus puertas y ventanas eran siempre de forma trapezoidal símbolo formal de los incas en sus «llactas» o bases urbanas administrativas. Se utilizaron diversas técnicas para las construcciones: maquetas de cerámica, instrumentos como el nivel de cuerda, arcilla especial para desplazar los bloques de granito tallados o también cantos rodados y planos inclinados para ascender las piedras de varias toneladas a gran altura (se rellenaba de tierra desde el piso de terreno hasta la altura donde debía ser colocada la piedra exactamente); también se evidencia el uso de espigas y cajas para hacer sólida la construcción, uniendo las piedras perfectamente sin utilizar ningún tipo de argamasa.
Comúnmente se clasifica a la arquitectura incaica, de acuerdo a su finalidad, en los siguientes tipos:
• Kanchas • Kallankas • Ushnu • Tambos • El Acllahuasi
Centros administrativos provinciales
Conforme se iba expandiendo el imperio, se fueron construyendo centros provinciales desde los cuales se administraban las diferentes regiones conquistadas. La planificación estatal implicaba el uso de maquetas de barro en las que se representaba desde valles enteros hasta un edificio, antes de empezar a construirlo. En la costa, la piedra usualmente era sustituida por el tapial o el adobe. Entre los lugares más significativos de estos centros administrativos con sus modalidades peculiares se encuentran: • Tambo Colorado • Huánuco Pampa • Tomebamba • Cajamarca • Quito • Shincal • Batungasta • Lumbra • Los Huacos-Hualmay • La Paya-Guitián • Paria Vieja • Uma Porco • Cochabamba • Pumpu • Aypate • Curamba • Armatambo • Santiago de Chile • Farfán • La Viña • Moqi • Sama La Antigua • Cabeza de Vaca • Huacones-Vilcahuasi
Construcciones de carácter religioso: • Vilcashuamán • Coricancha en Quenqo • Inticancha • Tambomachay (Fuentes de agua)
Construcciones militares y conmemorativas Dada la dominación y explotación de la nobleza cuzqueña sobre otros pueblos, los incas debieron siempre afirmar su supremacía con la presencia militar, para ello edificaron fortalezas como las de: • Incahuasi • Sacsayhuaman • Puka • Pisaq • Arquitectura de élite se encuentra en: • Ollantaytambo • Pucará • Machu Picchu
Cerámica y Alfarería:
Fueron trabajos de carácter utilitario y con fines ceremoniales; eran policromas, precocidas y de superficie pulida. Destacan, en especial: • Los urpu o aríbalos: En su mayoría, cántaros o vasijas para la elaboración de chicha; de base cónica y cuerpo ensanchado para evitar la descomposición rápida del líquido. • Los platos de asa: platos redondeados y dotados de asas, muchas veces decorados con una cabeza de animal. También hacían vasos de madera, los keros. Con fondo oscuro y dibujos de rostros humanos y de camélidos. Textilería incaica En este campo hay que señalar: el «Uncu» o poncho incaico, con más de 150 diseños geométricos o «tocapus». Las confecciones textiles en el Incario Peruano tuvieron sus antecedentes en Huaca Prieta. Alcanzaron su máximo desarrollo con los «paracas» y luego con los «chancay». Durante el clasismo andino finalizado con los incas, los vestidos hechos de tejidos de diferentes cualidades fueron expresión de las diferencias sociales. Tenemos, por ejemplo: • Tejidos de abasca: mantos de uncuchas (ponchitos) de los hatun runas, hechos de lana de camélidos, teñidos en blanco, pardo y negro • Tejidos de cumbi o cumpi: prendas de vestir finísimas, de lana de vicuña, entrelazadas con pelos de murciélago, con finos bordados multicolores y figuras geométricas denominadas «tokapus», que según algunos estudiosos fue un sistema de escritura paralelo a las quillca, dibujos en las paredes. Entre ellos sobresale el «Uncu» o poncho incaico.
Estos «cumbis» se adornaban con plumas, placas de oro y chaquiras, conchitas de colores como cuentecillas, etcétera. Su confección estaba a cargo de las acllas en los acllahuasi o talleres textiles. Los cumbis solo eran usados por la nobleza Escultura incaica Los trabajos realizados en piedra constituyen el otro gran conjunto de realizaciones incaicas que merece la pena destacar. Suele limitarse a representaciones zoomorfas de auquénidos, llamas, vicuñas y alpacas, y fitomorfas, mazorcas de maíz, que son conocidas como conopas y a numerosos cuencos y recipientes llamados popularmente «morteros». Entroncados en las tradiciones artísticas andinas, los incas supieron imprimir un carácter propio y original a sus obras que se basó en una simplificación de las formas por medio de volúmenes geométricos sencillos y una esquematización de los motivos decorativos muy próxima a una concepción estética geometrizante y cubista. El arte incaico se caracterizó por la sobriedad, la geometría y la síntesis, tendiendo más a lo práctico y funcional que a lo formal. Pintura incaica La pintura como expresión estética se manifestó en murales y mantos. Los expertos señalan la diferencia entre paredes pintadas de uno o varios colores y los murales con diseños o motivos representando escenas diversas. Los murales pintados se aplicaban sobre paredes enlucidas con barro empleando pintura al temple, técnica diferente a utilizada para las pinturas rupestres.
Hacia el Horizonte Temprano, la pintura era aplicada directamente sobre la pared enlucida, mientras que durante el Período Intermedio Temprano se cubría el muro enlucido con pintura blanca para luego aplicarle el dibujo deseado. Otro medio usado en la misma época consistía en trazar motivos incisos sobre el barro húmedo para luego rellenarlo con pintura. En la época «moche» se usó pinturas murales y de alto relieve de barro como los descubiertos en la Huaca de la Luna y en la Huaca del Brujo, en departamento de La Libertad, a unos 5 km al sur de Trujillo.
La técnica y el uso de mantos pintados sobre telas de algodón llano era costumbre de toda la costa, con mayor énfasis en el norte. Todavía por los años de 1570 a 1577 existían artistas especializados en el arte de pintar mantos que ejercían su oficio trasladándose de un lugar u otro. En aquel tiempo estos artesanos pedían licencia ante el oidor para usar de su arte e ir libremente por los valles sin ser estorbados. En los museos y colecciones privadas se pueden apreciar estos mantos, empleados quizá para cubrir paredes desnudas o servir de vestimenta a los señores importantes.
Otro renglón dentro del arte pictórico fue la realización de una suerte de mapas pintados que representaban un lugar o una región. El cronista Betanzos cuenta que después de la derrota de los chancas infligida por el príncipe inca Cusi Yupanqui, los dignatarios cuzqueños se presentaron ante él para ofrecerle la borla y lo encontraron pintando los cambios que pensaba introducir en el Cuzco. Esta noticia no sería suficiente para confirmar tal práctica si no fuese apoyada por otra referencia la afirmación en el juicio sostenido por las etnias de Canta y de Chaclla en 1558-1570.
Uno de los litigantes presentó allí ante la Real Audiencia de los Reyes los dibujos de su valle indicando sus reclamos territoriales, mientras los segundos exhibieron una maqueta de barro de todo el valle. Sarmiento de Gamboa decía que al conquistar un valle se hacía una maqueta y se le presentaba al Inca, quién delante de los encargados de ejecutar los cambios se informaba de sus deseos.
Arte plumario
Las prendas de plumería manifiestan un gusto estético por el color y se usaron en mantas camisas, abanicos y sombrillas para preservar del sol a los personajes conducidos en andas. Los brillantes tonos de las plumas empleadas señalan un origen selvático con lo cual concluimos que debió existir un trueque a lo largo y ancho del país entre la selva, la sierra y la costa.
El cronista Santa Cruz Pachacuti cuenta que para los grandes acontecimientos, como el matrimonio de Huayna Cápac con su hermana el día que recibió la borla o «mascaipacha» insignia del poder como Inca, se recubrieron los techos de paja de los palacios y los templos del Cuzco con las más vistosas mantas confeccionadas con plumas multicolores. El espectáculo debió ser magnífico y sobrecogedor pues los brillantes colores de las techumbres contrarrestaban con la sobriedad de las piedras y las cenefas de oro de los muros palaciegos.
Orfebrería y metalurgia
El área andina de Perú, Bolivia y Ecuador fue la cuna de la metalurgia a nivel sudamericano y surgió sin ninguna influencia proveniente del Viejo Mundo. Existieron dos centros metalúrgicos uno en la zona del altiplano peruano-boliviano y otro en la costa norte en la región Mochica-Lambayeque.
La metalurgia en los Andes tiene una gran antigüedad y sus artífices lograron las más variadas técnicas y aleaciones. En toda la costa existieron expertos labradores y durante al apogeo incaico sus gobernantes establecieron «mitimaes» en el Cuzco para la producción de objetos suntuarios. Diversos documentos nombran a estos grupos provenientes de Chimú, Pachacámac, Ica y Chincha. Es probable que sus obras siguiesen los gustos estéticos incaicos. Sabemos del establecimiento en Zurite, cerca del Cuzco de unos «yanas» (labradores) de Huayna Cápac, provenientes de Huancavilca (actual Ecuador) que residían en tierras del soberano y cuya obligación era fabricar objetos para el Inca.
La numerosa presencia en el Cuzco de labradores indígenas fue aprovechada posteriormente por los oidores, corregidores y encomenderos para la confección de vajillas de oro y plata, burlando la obligación del quinto del rey. Por ese motivo, son escasas las piezas de plata del siglo XVI en el Perú que tengan punzones. Para la creación de armamento se utilizaba cobre y aleaciones de esta; como el bronce, sobre todo para la elaboración de cuchillos ceremoniales y hachas para la nobleza, también se cree que utilizaron platino y hierro aunque solo para la elaboración de pequeños ornamentos.
Música incaica
Los incas contaron con varios instrumentos musicales de viento y percusión entre los que se encuentran: la «quena», la «tinya» o «wankar», el calabacín, la zampoña y la baqueta. La música desempeñaba un papel importante en distintas ocasiones. Se sabe que había música amorosa, guerrera, fúnebre y agrícola. La música incaica se componía de cinco notas musicales (pentafónica). Una característica fue la ejecución de música durante las labores agrícolas en tierras del Estado. Los instrumentos musicales empleados en las manifestaciones corporales eran diversos según las danzas a interpretar, los integrantes, las regiones o los motivos de las celebraciones. Las flautas eran uno de los instrumentos más populares.
Las «quenas» por lo general, eran confeccionadas con huesos humanos, mientras que otras flautas eran de arcilla y las más comunes, de carrizos. Entre ellas destacan los «sikus» de caña; y de cada instrumento está dividido en dos mitades con tonos complementarios y tocados por un par de instrumentos. Para formar una melodía es necesario que ambos instrumentos toquen alternadamente cuando les corresponde y además en forma simultánea con los demás registros.
El caracol marino se representó desde la época de Chavín de Huantar y en quechua se le dice «huayllaquepa». La voz «pututu» con el cual se le llama actualmente proviene del Caribe y fue traída por los españoles a la par que las palabras maíz, chicha y ají, entre otras. Es una adaptación de «fututo« por no existir en el quechua la letra «f».
Un instrumento musical básico fue el tambor. Este podía ser de diversos tamaños y sonidos, y se utilizaba para marcar el ritmo en las danzas y bailes colectivos. Los había pequeños, ilustrados por Guamán Poma, que eran tocados por mujeres; grandes, que eran confeccionados con piel de puma u otorongo y llamados «poma tinya» y finalmente, los «runa tinya», confeccionados con piel humana.
El compás se marcaba también con cascabeles de racimos de semillas que se ataban a las piernas de los danzantes. En la cultura «moche», los grandes señores o los dioses usaban atados a sus cinturas grandes sonajas de oro, como las del Señor de Sipán. Entre los grupos campesinos y en ciertas festividades o celebraciones soplaban en las cabezas secas de venados como si fuesen flautas y marcaban con ellas los pasos de los danzantes.
Literatura incaica
Antes de la conquista española existía una rica y variada literatura oral en el área del Incario. Algunas muestras de poesía religiosa, narraciones y leyendas quechuas han llegado a nosotros gracias a que fueron transcritas por cronistas como Cristóbal de Molina, el Cuzqueño, autor de «Fábulas y ritos de los incas» (1575); Santa Cruz Pachacuti, indígena evangelizado defensor de la Corona española, que escribió la «Relación de antigüedades de este reino del Perú» (1613), donde describe la religión y cosmovisión quechuas y recoge en lengua quechua algunos poemas de la tradición oral.
El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616); y Felipe Guamán Poma de Ayala cuya obra «Nueva crónica y buen gobierno» permite reconstruir buena parte de la historia y genealogía de los incas, así como numerosos aspectos de la sociedad peruana posterior a la conquista. Gracias a ellos y a otros cronistas del siglo XVII, una parte de este legado pervivió y es una fuente viva para la literatura posterior. Esa labor fue continuada mucho después por antropólogos, historiadores e investigadores modernos y contemporáneos. Uno de los más influyentes es José María Arguedas, importante también por su obra novelística, que subraya la importancia del carácter bilingüe y multicultural del Perú. Lenguas del Incario: Lenguas quechuas y Lenguas preincaicas. Lenguas preincaicas en el siglo XVI: el Incario o Imperio incaico era un estado multicultural y plurilingüístico, que englobaba algunas de las regiones de altísima diversidad cultural y lingüística como son el norte de Perú, Ecuador y en menor medida el este de Bolivia. Algunas lenguas fueron ampliamente usadas junto con las lenguas quechuas. Entre las lenguas más importantes destacan algunas que estuvieron asociadas a reinos preincaicos de importancia. Una lista no estensiva de lenguas regionalmente importantes es: • Idioma puquina, alrededor del lago Titicaca. • Idioma aimara, alrededor del lago Titicaca y en regiones circundantes. • Idioma mochica, en el noroeste de Perú y la costa norte. • Idioma quingnam, en la costa central de Perú. • Idioma chacha, en el territorio dominado por los chachapoyas. • Idioma cacán, en el sur del Incario. Ciencia y armas Los incas eran hábiles forjadores de metal, construyeron armas de bronce y objetos domésticos. Construyeron hachas y mazas para la lucha cuerpo a cuerpo y entre otros objetos militares también armas arrojadizas como arcos y flechas, usando también hondas llamadas «huaracas». Las mazas tenían forma estrellada con un orificio al centro a fin de colocarla en un palo, recibían el nombre de «macanas». Sabían también forjar el hierro pero sin aleación, y solo lo usaban para objetos muy decorativos, aunque también usaban para este fin el oro y la plata. Ejército del Imperio incaico Los incas de Cuzco forjaron el imperio más extenso del continente americano, siendo el disciplinado ejército Inca el elemento principal para asegurar la expansión sobre un enorme conglomerado de pueblos andinos de las montañas, costas, junglas y desiertos. Para asegurar esta movilidad, el Incario, al igual que el romano, crearía una extensa red de calzadas para poder actuar en cualquier rincón de sus vastos territorios. No sería hasta el siglo XV que el imperio Inca entraría a tambor batiente en la zona andina gracias al príncipe Tito Cusi Yupanqui. Este príncipe en quechua venció a los Chancas en la batalla de Yahuarpampa y consolidó el dominio de Cuzco en la región. A partir de este momento la expansión sería constante. Primero bajo Tito Cusi Yupanqui, que en adelante sería conocido como Pachacutec. A Pachacutec le seguirían su hijo y nieto, pero dicho avance habría sido imposible sin la fuerza de un disciplinado y numeroso ejército a las órdenes del inca. El perfil del guerrero-soldado inca era el de un soldado de infantería ligera, preparado para desplazarse y combatir en el accidentado relieve de los Andes. Usaba un escudo que era cuadrado y de dimensiones pequeñas para favorecer la movilidad del combatiente y no anclarlo al terreno. La disciplina, el valor más importante en el ejército andino A medida que el Tahuantinsuyo se iba haciendo más grande y poderoso, la superioridad militar de los incas sobre los pueblos vecinos también creció. Sin embargo, en los comienzos del Tahuantinsuyo, solo adelantaban a los pueblos de alrededor en su disciplina, lo que es una ventaja fundamental para un pueblo guerrero.
Un ejemplo de esta disciplina se produjo cuando el Inca Atahualpa, mandó matar a todos los indios que se habían asustado por los caballos durante la visita de Hernando Pizarro. El ejército incaico estaba dividido en dos masas de maniobra: una variable y otra permanente. La primera estaba compuesta por quienes cumplían su «mita» o servicio militar. Una vez cumplido, los «mitayos» volvían a sus labores habituales.
Unidades profesionales y oficiales de carácter permanente Las fuerzas profesionales incas estaban formadas por los altos mandos del ejército, la guardia personal del Inca y las tribus que habían alcanzado ese status. Estas tribus eran los «chichas», «chuyes», «charcas» y «caracas», que se convirtieron en una casta guerrera profesional, permanente y hereditaria. En cuanto a su estructura, por debajo del «Sapa-Inca», se encontraba el jefe supremo del ejército, una especie de general en jefe, conocido como «Apuquispay». Todos los capitanes del ejército pertenecían al linaje de los Incas. El ejército se dividía progresivamente en agrupaciones tácticas o unidades de 1000, 100, 50 y 10 hombres, teniendo cada una de éstas un capitán o responsable de valía acreditada. Las fuerzas movilizables o de levas Sin embargo, en el ejército no se mezclaban a los soldados de tribus diversas; sino que todos los miembros de una tribu continuaban juntos en una misma «división». Cada tribu llevaba el traje propio de su «ayllu». Por ello en el ejército Inca no había un uniforme militar común a todas sus fuerzas. A las tribus que tenían malas relaciones entre ellas, o a quienes formaban parte de facciones diferentes se les separaba. Al mantener a los soldados separados por tribus se fomentaba la competencia entre ellas.
Dentro del ejército había diversos rangos y funciones. Un rasgo que distinguió al ejército inca a lo largo de su accidentada historia, fue que, durante las campañas, nunca pedía nada a los habitantes de los territorios ocupados. De esta manera, los Incas se aseguraban de que los lugareños de las zonas por donde pasaba el ejército no incubaran desconfianza u odio hacia el poder inca. Esto sorprendió mucho a los españoles.
Para no crear descontento o rebelión entre los habitantes del lugar, el ejército no se alojaba en poblados, sino en campamentos militares fuera. Estos estaban formados por numerosas tiendas de campaña hechas de algodón. Las armas se encontraban hincadas en la tierra o bajo los toldos. La tienda del Inca estaba en el centro o en un extremo del campamento. En los campamentos también había muchas mujeres que preparaban alimentos o convivían con los soldados.
También debe señalarse que, como medida de protección, cuando el ejército inca salía del Cuzco, los guerreros no sabían hacia donde se dirigían ni a qué pueblo iban a combatir, ya que el Inca solo daba esa información a sus consejeros. De esta manera, evitaba que la información pudiera filtrarse y llegar a los enemigos. Los cronistas afirman que en su momento de mayor esplendor (durante el reinado de Huayna-Cápac), el ejército inca pudo llegar a tener 200.000 soldados, pero no se sabe si en esa cifra se contaba o no con los elementos logísticos como eran los porteadores y criados y otros servidores. La asimilación de los vencidos por el Inca Según los estudiosos del tema de las conquistas incas, parece ser que era costumbre que, al concluir una campaña militar, el Inca liberara a los prisioneros, castigando solo a los traidores y a los revoltosos. Si los jefes vencidos aceptaban someterse y le juraban fidelidad, solía mantenerlos en el poder. Además, acostumbraba a hacerlos regalos. Por ello, el éxito de los incas se habría debido, en parte, a esta táctica, resolviendo así algunos de los problemas suscitados por la conquista. Algunos de estos problemas eran la necesidad de obtener recursos complementarios y sustitutivos en pisos ecológicos diferentes al propio o la existencia de un conflicto entre etnias diversas y hostiles entre sí. Estas situaciones provocaban que se viviera en un estado de guerra permanente y que la mayor parte de la población viviera en refugios fortificados en las cumbres. «Qhapac Ñam», el eje vertebrador del imperio Inca Lograron superar esta situación gracias a la «Qhapac Ñam», la red de caminos del Tahuantinsuyo. Esta red permitía trasladar bienes y servicios de un piso ecológico a otro. A lo largo de todos sus territorios, construyeron dos grandes vías, con una longitud superior a 20.000 km. Estas vías estaban protegidas y señalizadas. En ellas había puentes, posadas, albergues y un sistema de posta con chasquis (mensajeros). Estas vías facilitaban enormemente las comunicaciones en el Incario. El tráfico en la ruta principal estaba reservado exclusivamente a funcionarios y bienes imperiales. Así, las tropas podían trasladarse rápidamente a cualquier punto del Tahuantinsuyo sin perjudicar a la población civil. A cambio del uso de este servicio, exigían labores de cultivo y pastoreo en tierras estatales (mita). Como recompensa por sus servicios al Inca, los soldados profesionales recibían tierras. Con el tiempo, los guerreros fueron acumulando cada vez más poder e influencia. En algunas regiones, los militares formaban castas, legando a sus hijos sus cargos. Esto será muy común a partir de Tupac Yupanqui en Charca, Chuy, Caracara y Caranga. Instrucción militar y reclutamiento Algunos autores han considerado al Incario o imperio inca como un estado de conquista. Un claro síntoma del militarismo incaico se aprecia en el servicio militar obligatorio para todos los hombres aptos, probablemente entre los 25 y 50 años. En todas las poblaciones del Incario había maestros de armas que enseñaban a los niños de entre 10 y 18 años a luchar y a manejar armas. También les enseñaba a hacer señales de humo, enviar mensajes mediante el tambor, hacer ruidos de animales, espiar, buscarse en la oscuridad, fingir retiradas para emboscar al enemigo o cruzar ríos caudalosos. Cuando un maestro llevaba un tiempo educando a un grupo, presentaba a sus mejores alumnos a un funcionario o a un guerrero. Este sometía a los alumnos a una prueba. Simulaba que iba a dar un porrazo en la cabeza a cada alumno, y si el alumno apartaba su cabeza o hacía un gesto de miedo, ya no podría ser un guerrero y tendría que conformarse con ser un portador. Los impasibles serían conducidos a las filas del ejército. Para las campañas militares se movilizaba por turnos a la décima parte de la población de cada provincia. Los indios que podían usar armas, cuando no eran reclutados para la guerra, se dedicaban a sus profesiones normales. Astronomía En la astronomía incaica destacó el Sol y su culto, sin duda por el papel que el astro rey cumple en el "calendario agrícola". Los incas adoraban al Sol fundamentalmente para que les proporcionara abundantes cosechas. Era una fuerza dominante y un símbolo de prestigio y poder. En el Perú el culto al Sol se oficializó debido a las conquistas incaicas. Estos, que adoraban al Sol al extremo de afirmar que los gobernantes Incas eran sus hijos.
El Sol («Inti», en quechua), al que acostumbran representar por un gran disco de oro circundado de rayos, era adorado en templos cubiertos totalmente de oro, como lo era el Koricancha o patio de oro en la ciudad del Cuzco. También se afirmaba que el maíz eran las lágrimas del Sol debido al color dorado que tiene el maíz seco. Por lo tanto, se ofrendaba al Sol la bebida que se elaboraba con el maíz: la chicha. El culto al Sol tenía su apoteosis en la Fiesta del Sol (Inti Raymi) que hoy todavía se reproduce todos los 24 de junio, en la ciudad del Cuzco, como una gran manifestación folklórica. Algunos cronistas afirman que los incas podían predecir los eclipses. La astronomía, como en muchas culturas de la época, tuvo un alcance agrícola importante. Los incas eran capaces de separar las estaciones por épocas de sembrado y cosecha para cada tipo de producto.
Este sentido de conocimiento de las estaciones y su importancia en la agricultura (siembras, recolecciones, etc…) es una constante en todas las sociedades donde la agricultura es parte fundamental en la vida de la sociedad, y esto hasta nuestros días en todo el mundo. Los Incas observaban los ciclos de la naturaleza y su influjo en la vida agrícola mediante la utilización de edificaciones de piedra (entre los que se encontraban los templos) alineadas con los ejes cardinales siendo el norte la guía referencial utilizada. Medicina La medicina que se practicó en el Incario, estaba íntimamente ligada a la magia y la religión. Todas las enfermedades se suponían provocadas por el desprendimiento del espíritu del cuerpo, a causa de un maleficio, una desgracia o un pecado personal o social. Los curanderos incaicos, -como en numerosas culturas de la antigüedad y hasta épocas recientes-, llegaron a realizar intervenciones quirúrgicas, como trepanaciones craneanas (practicadas anteriormente por la cultura «Paracas»), con el propósito de eliminar fragmentos de huesos o armas, que quedaban incrustadas en el cráneo, luego de accidentes o enfrentamientos bélicos. Uno de los instrumentos utilizados en la cirugía incaica, fue el «Tumi», cuchillo en forma de «T». Como anestesia se usaba la coca y la chicha en grandes cantidades, y se sabe que también conocieron el uso de las vendas. Los médicos curanderos tradicionales en la región andina, kallawayas, han conservado una detallada clasificación antigua de las plantas y animales, como recordaba ya "el jesuita José de Acosta en su «Historia natural y moral de Indias». Estos kallawayas conocían, por ejemplo, la quina, una planta altamente efectiva contra la malaria. Conocimiento y uso de especies vegetales Se estima que los incas cultivaron cerca de setenta especies vegetales, entre ellas, papas (Solanum tuberosum y otras), camotes (Ipomoea batatas), maíz (Zea mays), ajíes, algodón (Gossypium barbadense), tomate, maní ( Arachis hypogaea), oca (Oxalis tuberosa) y quinua (Chenopodium quinoa). Las principales técnicas agrícolas, - y muchas se pueden ver hoy y siguen en pleno funcionamiento -, en cuanto a la disposición de tierras fueron: • Andenes o terrazas, para evitar la erosión y aprovechar las laderas y cerros. • Waru waru, técnica en la que se araban surcos alrededor de los cultivos y se les llenaba de agua para crear un microclima más estable que el ambiente. • Pozas secas que se llenaban en época de lluvias. Era muy empleado en la costa. Se les llamaba simplemente lagunas (qucha).
También se resalta su técnica de mejoramiento de varias especies. Así conocían la influencia de la temperatura del suelo que el aire sobre las plantas, como lo atestigua el laboratorio de Moray. La ganadería, en cambio, no estuvo presente a excepción de algunos animales andinos. Esto se debió a la escasa fauna andina.
Utilizaron llamas como bestias de carga y alpacas como fuente de alimentos y su lana como material para confeccionar vestidos y sobre todo prendas de abrigo, industria muy viva y apreciada hasta nuestros días. La vicuña fue también muy apreciada. Se crio también el cuy (Cavia porcellus), hasta hoy uno de los principales potajes de la gastronomía andina. Matemática y escritura incaica Quipukamayuq con su quipu y una yupana, fueron los principales instrumentos que usaron los incas en matemáticas. Los contenidos o conceptos matemáticos fueron aplicados por los Incas, principalmente, en el cálculo de resultados y cantidades de la Economía. Si bien en el Incario se desarrollaron importantes sistemas de medición, son más conocidos los quipus y yupanas, que representan la importante presencia matemática en la administración incaica.
Los quipus eran sistemas mnemotécnicos que consistían en tiras anudadas; solo se anudaban los resultados de las operaciones matemáticas realizadas anteriormente en los ábacos o yupana. Los cronistas españoles narran que los khipu kamayuqkuna leían en los nudos de los quipus la historia de los incas, relatando nacimientos, guerras, conquistas, nombres de los nobles y tiempos de tales eventos. “Son quipos unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos nudos y diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan puntualmente, que admiran».
La escritura que subyace bajo los quipus aún no ha sido descifrada. Existe en la actualidad un estudio sobre la posible escritura incaica, del inglés William Burns, que considera que fue de carácter alfanumérico representado con figuras geométricas en telares y en dibujos del cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, que se habría originado en la época del gobernante Pachacutec.
La panorámica general presentada muestra el muy notable desarrollo cultural del Incario y su problemática subyacente en muchos aspectos. Todavía son temas muy abiertos al estudio de carácter científico superando las simples conjeturas e hipótesis discutibles, pero siempre son temas muy abiertos a la investigación que es ciertamente apasionante.