Diferencia entre revisiones de «KINO, Eusebio Francisco»
m (Protegió «KINO, Eusebio Francisco»: Página muy visitada ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido)) [en cascada]) |
|
(Sin diferencias)
|
Revisión del 18:41 6 ago 2014
(Segno, 1645 – Sonora, 1711) Misionero, jesuita
Nació el 10 de agosto de 1645 cerca de Trento, en Segno, un pueblo de las montañas del Tirol italiano. De niño fue enviado por sus padres a estudiar a un colegio jesuita en la ciudad de Trento donde fue iniciado en el estudio de las letras y las ciencias; más tarde marchó al colegio jesuita de Hall, cerca de Innsbruck, Austria. Mientras estudiaba en este colegio contrajo una grave enfermedad que le puso al borde de la muerte. Él mismo relataba que obtuvo la salud a través de la intercesión de San Francisco Javier, a quien le había prometido convertirse en jesuita si se le concedía la curación; por ello, a los veinte años de edad, decidió ingresar a la Orden de San Ignacio.
Estudió Teología, Geografía, Filosofía y Matemáticas en las universidades de Innsbruck, Munich, Oettingen e Ingolstadt. Al graduarse le fueron ofrecidas las cátedras de Ciencias y Matemáticas en esta última institución, pero él anhelaba ser misionero, por lo cual pidió a sus superiores que lo enviaran a China para predicar el Evangelio. No obstante, sólo estaban disponibles los destinos de Filipinas y Nueva España, siendo este último el lugar a donde fue enviado.
Ya en 1572 habían llegado a la Nueva España los primeros jesuitas para encargarse no sólo de la educación de los criollos, como muchas veces se ha señalado, sino también de la difusión del mensaje evangélico en todo el territorio, realizando lo que sería “una ejemplar labor misional que tuvo por escenario lo que hoy son Durango, Sinaloa, Sonora y la Baja California”[1].
Siguiendo entonces con la labor misionera de la Compañía de Jesús, partió en junio de 1678 junto con dieciocho compañeros rumbo a Cádiz, puerto de donde zarparía hacia la Nueva España. Pero un retraso a causa de la niebla les impidió alcanzar la flota imperial española; tuvieron que esperar dos años en Sevilla para poder viajar a América, tiempo que aprovecharon aprendiendo español. Partieron en la nave llamada Nazareno, pero ésta encalló en un banco de arena cercano a Cádiz y fue destruida por el viento y las olas; tuvieron que aguardar otros seis meses hasta que finalmente, en enero de 1681, zarparon rumbo a la Nueva España desembarcando en Veracruz ese mismo año. El viaje a través del Atlántico y el traslado hasta la ciudad de México se llevaron a cabo sin mayor contratiempo. Al llegar a la capital fue inscrito como misionero y Cartógrafo Real en una nueva expedición que se realizaría hacia el oeste, en la Baja California. Mientras se realizaban los preparativos para esta empresa, el padre Kino escribió un tratado sobre un nuevo cometa, escrito que formaría parte de la larga lista de obras que redactaría el jesuita sobre distintos temas.
Los anteriores intentos de colonización en estas tierras habían fracasado desde los tiempos de Hernán Cortés debido principalmente a las duras condiciones climatológicas. Esta nueva expedición partió en 1683 y constaba de tres barcos, los cuales –después de algunos contratiempos provocados por el clima- lograron anclar en la Bahía de la Paz, en cuya costa los españoles levantaron un campamento. Entretanto, el padre Kino se acercaba a los tímidos indios que anteriormente habían sido maltratados por los pescadores de perlas que llegaron tiempo atrás. El jesuita se ocupaba en socorrer a los naturales en sus necesidades básicas, así como en enseñarles el camino de la civilización y de la doctrina cristiana, para lo cual tuvo que aprender el dialecto de los indios guaicuros.
Sin embargo, el intento de colonización fracasó debido a la escasez de provisiones, provocada por la dificultad que tenían los barcos de socorro para arribar a La Paz a causa de violentas tormentas. La desesperación por la falta de agua y alimentos, aunada a la sospecha de que algunos indios estaban robando las pocas provisiones que quedaban, motivaron el asesinato de los sospechosos, lo cual provocó un intento de venganza de los naturales contra los españoles, quienes sólo se salvaron por el providencial arribo del barco de socorro. El padre Kino se mostró disgustado con los soldados por el asesinato de los indígenas y decepcionado por la decisión de los colonos de abandonar La Paz, pero por necesidad tuvo que regresar con ellos para reorganizar la expedición en “tierra firme”.
Ésta se realizó desde un nuevo punto de California, San Bruno, ubicado en la costa norte del actual Loreto, a través de la rocosa sierra de La Giganta. En esta segunda expedición el padre Kino llegó hasta las costas del Pacífico y logró la amistad de los indios, entre quienes administró el bautismo. Después de un año parecía que esta misión sería permanente, pero nuevamente el clima actuó en contra de los colonizadores, dejándolos sin agua y secando las cosechas. Ante estas condiciones, el almirante y gobernador Isidro de Atondo sometió a votación el abandono de la misión: el resultado fue nuevamente el regreso a Sinaloa, en contra de los deseos del jesuita.
El padre Kino viajó a la ciudad de México para solicitar un nuevo apoyo para California; permaneció allí durante varias semanas hasta que el virrey le concedió autorización para restablecer las misiones californianas. Pero una deuda que tenía España con Francia a causa de una indemnización marítima, dejó a la Real Hacienda sin recursos para la empresa del padre Kino. Entonces le pidió a su provincial que lo enviara a trabajar entre las tribus de los seris y los guaymas que se encontraban cerca de California. En su camino a este nuevo destino, se detuvo en Guadalajara para discutir con la Real Audiencia sobre la esclavitud de algunos indios en las minas. Al llegar al cuartel general de las misiones jesuitas en las montañas de Oposura, el padre Manuel González decidió que debía acompañarlo a él y al padre José de Aguilar a la Pimería Alta, hogar de los indios pimes, ubicada en los desiertos del noroeste de la Nueva España.
Fue en esta zona donde fundó múltiples misiones, siendo la primera de ellas la de Nuestra Señora de los Dolores. Esta misión le sirvió como centro para realizar sus expediciones en sus alrededores; desde ella partían los sacerdotes a visitar las rancherías de los indígenas, instando a cuantas familias podían a mudarse alrededor de las diferentes misiones e ir formando así pequeños municipios. Algunas otras misiones fundadas por el padre Kino, repartidas entre Sonora y Arizona, fueron: Nuestra Señora de los Remedios, Nuestra Señora del Pilar y Santiago Cocóspera, San Ignacio de Cabórica, San Pedro y San Pablo Tubutama, La Purísima Concepción de Nuestra Señora de Caborca, San Diego del Pitiquí, San Cayetano de Tumacácori, San Xavier del Bac y las misiones del Alto Santa Cruz.
La cadena de misiones fue creciendo con gran rapidez; sin embargo, no faltaron las críticas: comenzaron a circular rumores sobre el “ambicioso padre Kino”, rumores ante los cuales las autoridades decidieron enviar al padre Juan María Salvatierra, investido como Visitador General, para investigar la situación. Al conocer las diferentes misiones y la obra del jesuita entre los indios pimas, Salvatierra no sólo desmintió los rumores que existían alrededor de ellos, sino que compartió la visión del padre Kino sobre la reconquista de California.
Entretanto, las visitas del padre Kino a caballo se extendían 320 kilómetros hacia el norte y el oeste. Uno de los propósitos que buscaba lograr con estos viajes era unir al grupo de pimas salvajes, los sobaípuris, para que formaran nuevos poblados y pudieran defenderse de los apaches. Para el año de 1692, el padre Kino había conseguido paz y seguridad para estas tierras. No obstante, poco tiempo después hubo una rebelión de indios infieles que incendiaron campos listos para la cosecha, derribaron construcciones, saquearon pueblos y asesinaron al primer mártir de la Pimería, el padre Saeta. Después de esta revuelta los españoles estaban divididos en cuanto a la forma de llevar a cabo la pacificación, ya que unos se inclinaban por la venganza y otros por un juicio y castigo a los instigadores de la rebelión. Finalmente las tropas españolas asesinaron a un grupo de indígenas entre los que se encontraban tanto inocentes como culpables. El resultado de estas acciones no fue la pacificación sino el incremento de la violencia, por lo cual le pidieron al padre Kino que resolviera el problema. Éste, en pocos días, logró que volviera la paz.
Meses después del incidente, el jesuita volvió a viajar a la ciudad de México con el objetivo de presionar para que se volvieran a abrir las misiones de California. Le habían sido aprobadas sus peticiones, pero una vez más su deseo de volver a California se vio frustrado por una orden del Virrey que le mandaba quedarse en la Pimería, ya que los indios pidieron que no se fuera su fundador. En cambio, se le encargó convertir sus misiones en una base de operaciones para California, un imperio agrícola que pudiera socorrer a la “isla” en caso de necesidad. Desde la Pimería continuó con sus largos viajes hacia el norte –los relatos incompletos de sus expediciones señalan que en sus últimos diez años de vida “recorrió 12,800 kilómetros a caballo, a través de uno de los desiertos más hostiles del continente”[2]- , buscando un acceso terrestre hacia California. En una de estas expediciones fue acompañado por el padre Manuel González, aquél que lo llevó a la Pimería por primera vez y quien moriría durante este viaje.
En uno de sus numerosos viajes realizados a caballo logró finalmente divisar el entronque de California con el macizo continental ¡era una península, no una isla!. Éste descubrimiento hizo que se le prestara más atención a aquella parte del territorio y se enviara apoyo para la fundación de misiones y su cristianización. El padre Kino fue el primero en dibujar un mapa de la península californiana; asimismo fue nombrado cosmógrafo real.
Murió el 15 de marzo de 1711 en Santa María Magdalena, (hoy Magdalena de Kino) a donde había acudido para dedicar una nueva capilla a San Francisco Javier. A mitad de la misa de dedicación se sintió enfermo y después de terminada ésta fue ayudado por el padre Campos a llegar hasta la casa cural, donde entregó su alma al Señor sobre el suelo de adobe, muriendo con la sencillez en la que había vivido. Así descansaba un hombre que “pasó su vida entre los modestos pueblos del desierto; transformando los bancos fluviales en granjas, la tierra en edificios e iglesias, y los sueños de los hombres en vivas realidades”[3].
Fue sepultado en esa misma capilla, dedicada al Santo a quien tanta devoción tuvo siempre, aunque durante muchos años no se tuvo certeza de la ubicación de su tumba. No fue sino hasta mayo de 1966 cuando un grupo conformado por antropólogos e historiadores mexicanos y estadounidenses consiguió localizar el sepulcro del padre Kino, en el mismo pueblo de Magdalena, donde se reconstruyó la plaza local como marco de una ermita que actualmente guarda los restos del memorable misionero.
Obra(s): Favores celestiales; Exposición astronómica del cometa de 1680 y 81; Inocente, apostólica y gloriosa muerte del V.P. Francisco Xavier Saeta; Teatro de los Trabajos Apostólicos de la Compañía de Jesús en la América Septentrional; Las misiones de Sonora y Arizona.
NOTAS:
BIBLIOGRAFÍA:
- Polzer, Charles S.J. Eusebio Kino S.J. Gobierno del Estado de Sonora, México, 1981.
- Rodríguez, Nemesio. Forjadores de México. 3ª edición. Tradición, México, 1983.
SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA