Diferencia entre revisiones de «CUBA; la Virgen de la Caridad y la formación de la Nación»
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Después de dar fe de que la Virgen de la Caridad ya era famosa “en todas partes”, entendiéndose por esto que ya era conocida en la Nueva España, en Nueva Granada y en las colonias españolas del Caribe y América Central, el buen prelado pasó a explicar que la fábrica del Santuario era un cuerpo de mampostería y teja con veintisiete varas de longitud, dieciséis varas de ancho y seis de alto y que tenía tres altares, púlpito y reloj, dos tribunas con sus órganos, un pórtico con tres campanas (una grande y dos pequeñas), las últimas en la puerta principal. La sacristía se encontraba de espaldas al altar mayor con el que se comunicaba por dos pequeñas puertas, y estaba protegida por una tapia adornada con garitas. Al este del edificio estaban las casas del capellán y los ermitaños que atendían la imagen de la Virgen, y al oeste, los locales de la hospedería. | Después de dar fe de que la Virgen de la Caridad ya era famosa “en todas partes”, entendiéndose por esto que ya era conocida en la Nueva España, en Nueva Granada y en las colonias españolas del Caribe y América Central, el buen prelado pasó a explicar que la fábrica del Santuario era un cuerpo de mampostería y teja con veintisiete varas de longitud, dieciséis varas de ancho y seis de alto y que tenía tres altares, púlpito y reloj, dos tribunas con sus órganos, un pórtico con tres campanas (una grande y dos pequeñas), las últimas en la puerta principal. La sacristía se encontraba de espaldas al altar mayor con el que se comunicaba por dos pequeñas puertas, y estaba protegida por una tapia adornada con garitas. Al este del edificio estaban las casas del capellán y los ermitaños que atendían la imagen de la Virgen, y al oeste, los locales de la hospedería. | ||
− | Morell habla de las donaciones y regalos, consistentes en sumas considerables de diversas procedencias y otras que hacían los fieles en forma de dinero con el que se pagaba la subsistencia del capellán, de los ermitaños de la Virgen y de la servidumbre, para ampliaciones y reparaciones, alhajas y ornamentos de mucho valor, y especificaba que las únicas rentas fijas con que contaba el Santuario eran censos de particulares con los que se enfrentaban los gastos de las fiestas, la luz de la lámpara del Santísimo y el salario del organista, y terminaba diciendo: ''“En conclusión el Santuario del Cobre es el más rico, frecuentado, y devoto de la Ysla, y la Señora de la Charidad, la más milagrosa efigie de quantas en ella se veneran''”.<ref>Ibídem | + | Morell habla de las donaciones y regalos, consistentes en sumas considerables de diversas procedencias y otras que hacían los fieles en forma de dinero con el que se pagaba la subsistencia del capellán, de los ermitaños de la Virgen y de la servidumbre, para ampliaciones y reparaciones, alhajas y ornamentos de mucho valor, y especificaba que las únicas rentas fijas con que contaba el Santuario eran censos de particulares con los que se enfrentaban los gastos de las fiestas, la luz de la lámpara del Santísimo y el salario del organista, y terminaba diciendo: ''“En conclusión el Santuario del Cobre es el más rico, frecuentado, y devoto de la Ysla, y la Señora de la Charidad, la más milagrosa efigie de quantas en ella se veneran''”.<ref>Ibídem.</ref> |
Los humildes cobreros se sentían orgullosos del Santuario que habían edificado con su trabajo. Era tan grande su apasionado amor por la Virgen de la Caridad que dedicaron todo el capítulo IV de su titulada “''Representación al Rey de 1783''” para hablar de aquella fundación y de los esfuerzos realizados para edificarla. Al respecto manifestaron que el primer templo había costado 30,000 pesos, suma colosal para ellos sobre todo en esa época, y que cuando fue necesario reconstruirlo cuando una crecida del río lo deterioró, le agregaron nuevos espacios a un costo de 40,000 pesos que incluía el valor de las tres campanas, del altar de plata maciza y de una lámpara para el Santísimo, también de plata, que pesaba 150 libras. Como el Santuario estaba en lo alto de un cerro fue necesario construir “''una escalaraza de ocho pasos de ancho, y medio cuarto de legua de largo con dos muros, o pasamanos de cantería que la guarnese hasta la misma Yglesia pintados de varios colores.”'' El costo de la obra, sin contar el trabajo realizado por los cobreros de forma absolutamente gratuita, ascendió a 200,000 pesos fuertes que fueron reunidos por los habitantes libres y esclavos de la villa del Cobre.<ref>Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627. Representación para el Rey Nro. Sor. [Dios le guarde] sobre el estado miserable en que se hallan los naturales del Pueblo de Santiago del Prado en la Ysla de Cuba.</ref> | Los humildes cobreros se sentían orgullosos del Santuario que habían edificado con su trabajo. Era tan grande su apasionado amor por la Virgen de la Caridad que dedicaron todo el capítulo IV de su titulada “''Representación al Rey de 1783''” para hablar de aquella fundación y de los esfuerzos realizados para edificarla. Al respecto manifestaron que el primer templo había costado 30,000 pesos, suma colosal para ellos sobre todo en esa época, y que cuando fue necesario reconstruirlo cuando una crecida del río lo deterioró, le agregaron nuevos espacios a un costo de 40,000 pesos que incluía el valor de las tres campanas, del altar de plata maciza y de una lámpara para el Santísimo, también de plata, que pesaba 150 libras. Como el Santuario estaba en lo alto de un cerro fue necesario construir “''una escalaraza de ocho pasos de ancho, y medio cuarto de legua de largo con dos muros, o pasamanos de cantería que la guarnese hasta la misma Yglesia pintados de varios colores.”'' El costo de la obra, sin contar el trabajo realizado por los cobreros de forma absolutamente gratuita, ascendió a 200,000 pesos fuertes que fueron reunidos por los habitantes libres y esclavos de la villa del Cobre.<ref>Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627. Representación para el Rey Nro. Sor. [Dios le guarde] sobre el estado miserable en que se hallan los naturales del Pueblo de Santiago del Prado en la Ysla de Cuba.</ref> |
Revisión del 12:37 28 ago 2014
Sumario
- 1 Conceptos de Patria, Nación y Estado en el caso de Cuba
- 2 Antecedentes históricos. El culto mariano en la Cuba del siglo XVI
- 3 El sentimiento de Patria y de Nación el siglo XVI
- 4 Un pueblo que comenzó a vivir aislado y en pie de guerra
- 5 Aparece la Virgen de la Caridad en Cuba. Los indios viajan en busca de sal
- 6 La aparición
- 7 Los indios recogen la sal
- 8 Significado e importancia de la Virgen de la Caridad
- 9 La Virgen de la Caridad, los derechos humanos y la libertad
- 10 El siglo XVIII. El culto a la Virgen de la Caridad en toda la Isla de Cuba.
- 11 NOTAS
- 12 BIBLIOGRAFÍA
Conceptos de Patria, Nación y Estado en el caso de Cuba
La finalidad del análisis que se presenta es poner de manifiesto la importancia decisiva de la Virgen de la Caridad del Cobre como factor aglutinador que facilitó la formación de la Patria y la Nación cubana. La Virgen de la Caridad, efectivamente, es el Primer Símbolo de la Patria y la Nación, emblema de nuestra religiosidad, convocatoria que une a nuestro pueblo en una devoción común y punto de referencia de todo el Pueblo. En este trabajo no se examina la Nación Cubana bajo el prisma de entidad política, o sea, su estudio como sujeto político en el que reside la soberanía que es la base del Estado, ya que su objetivo es el análisis de la Nación Cubana como una comunidad humana que tiene características culturales comunes, lo que significa que sus miembros tienen conciencia de constituir un cuerpo ético-político diferenciado porque comparten unas determinadas características culturales como la lengua, religión, tradición o historia común, todo lo cual puede estar asumido como una cultura distintiva, formada históricamente. Está clara la diferencia entre Nación y Estado, puesto que este último es un concepto político queMuchos años atrás, cuando los moros ocupaban España, los habitantes del pueblo de Palos de Moguer decidieron se refiere a una forma de organización social soberana y coercitiva, formada por un conjunto de instituciones involuntarias, que tiene el poder de regular la vida nacional en un territorio determinado. Concretando, se puede decir que nuestra Nación es el conjunto de los habitantes del pueblo cubano, una comunidad con la misma historia, lengua, tradición, valores y cultura, cuya religiosidad es cristiana y muchas veces sincrética con base católica. Patria es el lugar, ciudad o país donde se ha nacido, es la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que el hombre se siente unido por vínculos afectivos, jurídicos o históricos. Patria es el sitio donde nacieron nuestros antepasados, y viene del latín pater (padre), y de patris (tierra paterna). El sentimiento patriótico o patriotismo (de patriota > del francés patriote > del latín patriota > del griego patriotes, patris + otes, perteneciente a la tierra del padre) es el pensamiento que vincula al ser humano con su patria.
En cuanto al Estado cubano, que norma la vida nacional en función de los intereses y objetivos de una dictadura totalitaria y no de las necesidades del pueblo, se ha convertido en un poder terrorista al servicio del grupo del poder, y es la antítesis del Estado de Derecho por el que se incluyen dentro de la organización estatal aquellas resultantes del imperio de la ley y la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y otras funciones más sutiles, pero propias del Estado, como la emisión de moneda propia.
La Patria Cubana y la Nación Cubana no tienen nada que ver con el Estado que desgobierna nuestra isla desde hace medio siglo. La Cuba Eterna tiene su base en los conceptos de Patria y Nación, que forman nuestra identidad como pueblo.
Antecedentes históricos. El culto mariano en la Cuba del siglo XVI
En el Convento Franciscano de la Rábida, donde Colón pasó los últimos días antes de iniciar el Gran Viaje, se veneraba una imagen de la Virgen de los Milagros, también llamada de la Rábida.[1]Muchos años atrás, cuando los moros ocupaban España, los habitantes del pueblo de Palos de Moguer decidieron sepultarla en el mar antes que verla ultrajada por los infieles, y en el fondo de la rada permaneció muchos años. El 7 de diciembre de 1472, veinte años antes de la partida de Colón, unos pescadores sacaron la imagen del fondo del mar, cuando recogieron las redes, y la pequeña estatua de la Virgen de los Milagros fue llevada con solemnidad a los altares de la iglesia anexa al convento.
Cada vez que iba a la Rábida, Colón se arrodillaba ante la preciosa imagen, y el 2 de agosto de 1492, en víspera de la partida, se aprovechó la fiesta de Nuestra Señora de la Rábida para asistir a la Santa Misa con las tripulaciones y encomendar a la Madre de Dios el Gran Viaje que iba a comenzar el día siguiente.
El Gran Almirante zarpó el 3 de agosto de 1492. Las carabelas levaron anclas media hora antes de la salida del sol. Mientras rechinaban las cadenas en los tornos, los tripulantes, con la cabeza descubierta, entonaron un antiguo canto: la Salve de los marineros, encomendando el portentoso viaje a la Virgen de los Milagros, la Virgen de la Rábida, que los observaba desde el convento franciscano edificado a la orilla del mar:
- Salve, estrella de los mares,
- de los mares iris de eterna ventura
- salve, oh fénix de hermosura
- madre del Divino Amor.
- De tu pueblo, a los pesares
- tu clemencia de consuelo
- fervoroso, llegue al cielo,
- y hasta Ti, hasta Ti nuestro clamor.
- Salve, Salve, estrella de los mares
- Salve, estrella de los mares
- Sí, fervoroso llegue al cielo
- y hasta Ti, y hasta Ti, nuestro clamor.
- Salve, salve, Estrella de los mares
- Estrella de los mares,
- salve, salve, salve, salve.
El 12 de octubre de 1492 llegó a su destino el primer viaje de Cristóbal Colón, que comenzó bajo el amparo de la Virgen de los Milagros. La Virgen que estuvo oculta bajo las aguas facilitó aquella travesía singular, para que las mismas aguas dejaran de separar a los hombres y fueran, por el contrario, la vía que uniera dos extensiones gigantescas que se desconocían: después de miles de años se amplió la historia al incorporarse a las crónicas dos continentes nuevos: para el Viejo Mundo se incorporaba América, y para ésta, era el llamado Mundo Viejo el que se sumaba a sus conocimientos antiguos. El 27 de octubre tuvo lugar el descubrimiento de Cuba, que fue llamada por el Almirante la tierra más hermosa que hubieran visto los hombres.
Pasaron varios años antes de que comenzara la conquista y colonización de Cuba. En 1508 el gobernador de La Española comisionó a Sebastián de Ocampo para que explorara las costas a fin de determinar si Cuba era una isla o tierra firme. Durante el viaje de Sebastián de Ocampo, uno de los marinos, enfermo de cierta gravedad durante la travesía, fue confiado por éste al cuidado de los taínos que habitaban la comarca que llamaban Macaca, tal vez cercana a Cienfuegos. El marino aprendió la lengua indígena y, celoso cristiano, se dio a la tarea de evangelizar a sus prójimos. Dirigió la construcción de una ermita en la que colocó una imagen de la Virgen que llevaba consigo, y efectuó numerosos bautizos, entre ellos el del cacique al que puso por nombre Comendador, porque así sabía aquel indio que llamaban al Gobernador de La Española.
El devoto cristiano enseñó a los taínos la Salutación Angélica, y fue grande el asombro del bachiller Fernández de Enciso cuando visitó el lugar años más tarde y pudo escribir en sus crónicas que los indios, de rodillas ante el altar, repetían las palabras “Ave María”. De esta forma comenzó el Culto Mariano entre los indios de Cuba.
Otra referencia al Culto Mariano entre los aborígenes cubanos la da el propio bachiller Fernández de Enciso, quien se gloriaba de que los habitantes de Cuba le habían recibido benignamente, y en particular cierto cacique llamado Comendador... y explica que el citado marino, aunque sin letras, era de buena intención y veneraba devotísimamente a la bienaventurada Virgen Madre de Dios, y perpetuamente llevaba consigo cosida en el pecho, una imagen de la Virgen lindamente pintada en papel, la cual devoción dijo a Comendador que le había dado siempre la victoria...
A petición, pues, del cacique, le regaló la imagen de la Virgen, a la cual dedicó casa y altar... conforme a la enseñanza del marinero, al ponerse el sol el Cacique Comendador y todos sus súbditos de ambos sexos, van todos diariamente a la casa dedicada a la Virgen María. Una vez entrados, de rodillas, con la cabeza reverentemente inclinada y las manos juntas, saludan repetidas veces a la imagen con estas palabras: Ave María, pues pocos de entre ellos aprendieron más palabras de esta oración...
Cuando llegaron Enciso y sus compañeros les tomaron de la mano y les llevaron alegres a la casa dedicada, diciéndoles que les enseñarían cosas admirables. Les enseñaron con el dedo la imagen rodeada de joyas y vasijas de barro que había en pailas, llenas de comida y agua. Pues esto era lo que en vez de sacrificios daban a la imagen al tenor de la antigua religión de los zemes. Dijeron que le daban eso no fuera que, si tenía hambre, le faltara qué comer...[2].
Parece existir cierta confusión entre los cronistas. El relato que acabamos de leer aparece en las Décadas del Nuevo Mundo, de Pedro Mártir de Anglería y el Obispo de Cuba, Don Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, da una versión parecida de los hechos, en la que la historia parece tener lugar en el cacicazgo de Cueybá y no en Macaca, aunque no se observan diferencias sustanciales entre las dos narraciones.
Si suponemos que los de Macaca y Cueybá fueron dos episodios distintos, las ermitas que en ambos casos se levantaron para honrar a la Virgen –simples bohíos levantados por los indios donde se veneraba una pequeña imagen de María rodeada de flores y ofrendas—fueron las primeras edificaciones que tuvo la religión cristiana en Cuba, y su erección fue el primer paso de la evangelización. Como dato de interés recalco que esto sucedió en 1508, tres años antes de que terminara la conquista de Cuba, cuyos naturales conocieron a la Virgen Madre de Dios antes de que comenzara la colonización.
Poco después, a fines de 1510, un grupo de 300 hombres procedente de La Española y dirigido por Diego Velázquez de Cuéllar, comenzó la conquista de la isla. Los acompañaba un religioso franciscano, fray Juan de Tesín, a quien secundó poco después el clérigo Bartolomé de las Casas, que todavía no pertenecía a la orden dominica. Se dice que en menos de tres meses los españoles lograron quebrar la resistencia de los indios taínos en el territorio oriental del país, y Diego Velázquez mandó edificar en la costa norte un fuerte de madera a cuyo amparo fundó el 15 de agosto de 1511 la primera de las villas de Cuba: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.
De esta forma, el primer establecimiento fundado por los españoles en Cuba fue puesto bajo el título de la Virgen de la Asunción, advocación instituida para recordar que la Virgen María, Madre de Dios, ascendió al cielo en cuerpo y alma cuando terminaron sus días en la tierra, celebrándose esta festividad de la Iglesia el día 15 de agosto: de esta forma, la devoción y el culto a la Virgen María fueron las primeras manifestaciones del catolicismo que conocieron los indios de Cuba en 1508, de la misma forma que la primera ciudad fundada fue encomendada a su protección y amparo.
A continuación, demostrando el acendrado catolicismo de los colonizadores, las restantes villas fundadas por Velázquez fueron encomendadas a Santos de la Iglesia: San Salvador de Bayamo en 1513 en memoria de Jesús, Hijo de Dios, Redentor y Salvador; la Santísima Trinidad en 1514, recordando el Misterio de Dios Uno y Trino; también en 1514 la villa de Sancti Spíritus en memoria de la Tercera Persona de la Santa Trinidad, Santiago de Cuba en 1515 para honrar al apóstol Santiago; Santa María de Puerto Príncipe ese mismo año de 1515, para que dos de las siete primeras villas quedaran tituladas con el nombre de María, especificándose que la Patrona de la ciudad era la Virgen de la Candelaria, cuya fiesta se celebra el 2 de febrero y es llamada la fiesta de la Luz o de las Candelas; todos estos nombres expresan su significado: Cristo es la Luz del mundo presentada por su Madre en el Templo, viene a iluminar a todos como la vela o las candelas, de donde se deriva el nombre de "Candelaria". La última villa fue la de San Cristóbal de La Habana, cuya primera versión se fundó igualmente en 1515 hasta que pasó a su ubicación actual en 1519.
El sentimiento de Patria y de Nación el siglo XVI
El primer hijo de españoles que nació en Cuba ya era, propiamente, un cubano. No conoció a España, no pudo ver sus paisajes, no respiró su aire. Vino al mundo en otro clima y otra geografía, en una tierra de primavera permanente con palmas y sinsontes, jutías y tocororos y caimanes, yuca y guayabas. Supo que allá lejos, después de varias semanas de navegación, estaba la tierra donde nacieron sus padres, pero no podía imaginarla y sólo tuvo vagas nociones a través de los relatos de sus mayores... al primero siguieron otros que incorporaron a su vocabulario palabras no usadas en España, y que conocieron el sabor del casabe y de frutas, viandas y carnes ignoradas en Europa.
Dicen que Patria es el lugar donde uno nace; significa también familia, y es un término que se vincula a la tierra natal a la que el individuo se siente unido por lazos afectivos, culturales o históricos. España era la Madre Patria, la tierra de los padres. Pero para aquellos niños que no conocieron ni podían representarse a España como suya, la Patria era Cuba, la tierra donde habían nacido, donde jugaron y crecieron y aprendieron, donde amaron y trajeron al mundo sus hijos.
Así fue que los hijos de españoles tuvieron otra Patria: Cuba, que sentían y reconocían como propia, y la Madre Patria, España, a la que respetaban a través de sus mayores, de donde venían las leyes y la religión, el idioma y muchos hábitos y costumbres, las órdenes y los decretos y las restricciones.
No pasó mucho tiempo sin que la realidad que vivían los nacidos en Cuba entrara en contradicción con las disposiciones que tomaban los reyes a miles de kilómetros de distancia. ¿Qué sabían los reyes de Cuba? ¿Cómo se puede gobernar lo que no se conoce? Por otra parte, el escaso comercio con España hizo que los primeros descendientes de españoles iniciaran el contrabando con los extranjeros, que rápidamente comenzaron a frecuentar las Antillas, y de esta forma se fue restando importancia al poder español. España no podía proporcionar muchos productos necesarios para la vida, pero los criollos los obtenían de los extranjeros. España no era imprescindible, y este fue otro factor importante para que surgiera poco a poco en la conciencia del pueblo una nueva concepción de Patria.
Sin embargo, la noción de que la Isla fuera la Patria, aunque comenzaba a insinuarse, no se hizo presente en el siglo XVI. La población era muy escasa, apenas 15 o 17,000 habitantes al comenzar el siglo XVII, y estaba distribuida en las siete villas y en las haciendas, hatos, estancias y corrales. Más de un tercio del total vivía en La Habana, y una proporción significativa eran descendientes de esclavos negros, de libertos, o de indios libertados desde 1542. La población de españoles propiamente dichos había tenido fluctuaciones, porque al comenzar a agotarse el oro, muchos colonizadores dejaron la isla para unirse a las expediciones de Hernán Cortés o de Francisco Pizarro, lo mismo que a los contingentes que desde 1513 hasta 1565 zarparon de Cuba para la conquista de la Florida con los Adelantados Ponce de León, Pánfilo de Narváez, Hernando de Soto, Pedro Menéndez de Avilés...
La factoría que era Cuba, ya que aún no podía hablarse de una colonia, no era un sitio donde se hacía fortuna con rapidez, y el espejismo del oro se llevó detrás los sueños de muchos colonos. Otros se quedaron en aquella tierra empobrecida y despoblada, echaron raíces y criaron sus hijos. Las mezclas con indios y negros hicieron surgir un pueblo con mucho de mestizo, de forma que la hispanidad original comenzó a borrarse y fue sustituida por la «cubanidad» criolla. Las villas y las haciendas eran la Patria chica de los descendientes, desvinculados de España y ligados a sus terruños, la nueva geografía, los alimentos, los olores, los sabores y las costumbres nuevas que surgían ante la nueva realidad vital... en la medida en que la población creció y los contactos entre las haciendas y las villas, y las villas entre sí, se hicieron más sólidos, comenzó a forjarse el concepto global de una Patria que trascendía las fronteras locales y comenzó a extenderse por todo el territorio.
Un pueblo que comenzó a vivir aislado y en pie de guerra
Las riquezas de Cuba no eran importantes para España. En Cuba no había fuerza de trabajo para emprender grandes empresas, y cuando se trató de fomentar la extracción de cobre en las minas de Santiago del Prado, próximas a Santiago de Cuba, se utilizaron esclavos. Prácticamente, la producción de Cuba apenas alcanzaba para la subsistencia, para realizar un comercio mínimo con España y los dominios españoles de las Antillas, la Florida, América Central y del sur, y guardar un excedente que iba a ser utilizado en peligrosos intercambios con piratas, corsarios y filibusteros, a fin de obtener productos y artículos que no podían adquirir por el comercio normal. Estos intercambios conducían muchas veces a encuentros armados donde triunfaba el que fuera más fuerte, según las circunstancias.
Por otra parte, todas las villas de Cuba, así como La Habana y las haciendas del interior, comenzaron a vivir en pie de guerra. Hubo años en que se libraron cientos de escaramuzas, y las villas, incluyendo La Habana, fueron saqueadas y quemadas más de una vez. El peligro unió a los habitantes de Cuba, sobre todo a los que residían en el interior del país, en las haciendas y en las villas lejanas, y la débil defensa que España podía proporcionar hizo crecer la unión entre los criollos para sobrevivir, contribuyendo a debilitar con el paso del tiempo los vínculos con la península. Sólo La Habana, por la importancia estratégica de su puerto y las arribazones de las flotas que proporcionaban clientela al comercio local, pudo alcanzar un poco de desarrollo que no la libró, sin embargo, de los ataques constantes y las ambiciones desmedidas de los aventureros del mar.
Aparece la Virgen de la Caridad en Cuba. Los indios viajan en busca de sal
En aquella época, la explotación de las minas de cobre cercanas al pueblo de Santiago del Prado, a pocos kilómetros de Santiago de Cuba, tenía gran importancia económica. Gran parte de los alimentos que consumían los esclavos que trabajaban en las minas venía del cercano Hato de Barajagua.
En los últimos días de agosto o comenzando septiembre de 1612, el administrador del hato de Barajagua, Miguel Galán, se dio cuenta de que la sal escaseaba. En aquellos tiempos la carne sólo podía conservarse si se curaba con sal para ahumarla o hacer tasajo y tocino, y también era necesaria para tratar las pieles, curtirlas y sazonar las comidas. La carne salada se enviaba a la villa del Cobre, porque era parte importante de la dieta de los esclavos de las minas, los funcionarios reales y los habitantes del pueblo, y Miguel Galán envió una partida a las salinas de la bahía de Nipe para renovar las existencias.
La comisión de recoger unos tercios[3]de sal en la costa de los cayos ubicados en la bahía, fue encargada a dos monteros indios, que eran al mismo tiempo rancheadores, los hermanos Diego y Rodrigo de Hoyos, quienes buscaron a un negrito llamado Juan Moreno a quien estaban entrenando en los trabajos de la hacienda, y partieron desde la casa de vivienda del hato, situada en Barajagua la Vieja, en dirección norte, llevando un arria de mulas para transportar los pesados bultos de sal. La casa de vivienda se encontraba a unas 21 millas del litoral de la bahía, y después de varias horas llegaron a un cayo de monte que llamaban Cayo Francés o Vigía, muy cerca de la costa.
Allí se detuvieron para refugiarse porque se desató una furiosa tormenta. Soplaron fuertes ráfagas de viento que llevaban ramas, hojas y hasta troncos, un aguacero interminable calaba hasta los huesos, y las aguas de la gran bahía impactaban tumultuosas en la costa, donde las olas se rompían formando cataratas de espuma. El mal tiempo duró dos o tres días, hasta que el 8 de septiembre de 1612 se anunció con un luminoso amanecer. Los monteros vieron que la atmósfera estaba quieta. El mar se mantenía tranquilo, sereno como un plato, y ni el viento más leve rizaba la superficie. Había llegado el momento de navegar hacia la salina.
La aparición
Antes de que saliera el sol, para no agotarse manejando los remos, los indios y el negrito salieron a la costa, a una caleta donde se guardaba una canoa o bote para estas incursiones, lo echaron al agua y avanzaron hacia el interior de la bahía. Cuando la luz bastó para distinguir a lo lejos algún objeto, observaron una cosa blanca sobre la espuma del agua. No distinguían los contornos, y pensaron que podría ser un ave posada sobre ramas secas. Pero en la medida que se acercaban comenzaron a ver mejor, y dijeron que parecía una niña.
Hay que imaginar su inmensa sorpresa cuando estuvieron ante la imagen. Enseguida se percataron de que se trataba de la Virgen, por ser una figura principal del culto católico, nada menos que la Madre de Jesús. En la ermita de la villa del Cobre se veneraba una imagen de la Virgen María Madre de Dios de Illescas, y seguramente conocían otras advocaciones. Además, en la tabla había un letrero formado por las cabezas de unos clavos de plata, que se puede ver actualmente y que no deja lugar a dudas: «Yo soy la Virgen de la Charidad».
Probablemente los indios sabían leer. Un siglo antes, en 1515, varios padres dominicos establecieron en Baracoa la primera escuela que funcionó en Cuba. Desde mediados del siglo XVI, en los Conventos Franciscanos de Santiago y Bayamo, también se enseñaba a los indios a leer y a escribir. No es extraño que en 1612 los indios leyeran el letrero. Después del hallazgo, se pusieron de pie en el bote y observaron el mar. No se divisaba ninguna vela en la bahía, por tanto, la imagen no fue colocada en el agua por los tripulantes de un navío, pues si hubiera caído de un barco estaría mojada. No podía ser una representación de María salvada de un naufragio, las ropas estaban secas y hasta hacía pocas horas, caía la lluvia torrencial que acompañaba al huracán.
¿Qué pensar ? ¿Por qué estaba allí la Virgencita? ¿Cómo era posible que las olas que tocaban la tablita de menos de una pulgada de grosor, unas veinte de largo y seis de ancho y a veces saltaban sobre la madera, no la hubieran humedecido? Por otra parte, ¿quién dispuso los sucesos de esta forma? ¿Por qué fueron a buscar la sal en el momento en que iba a aparecer la imagen? ¿Cómo fue que la hallaron en la inmensa superficie de Nipe, una de las bahías de bolsa más grandes del mundo, con 25,9 kilómetros de largo y 16,8 kilómetros de ancho y 200 kilómetros cuadrados de superficie? ¿Por qué los indios y el negrito llegaron al sitio donde estaba la imagen? Unos minutos antes o después, la tabla hubiera seguido viaje, arrastrada por las corrientes interiores, y el bote, al mantener su trayectoria, estaría muy lejos para divisar una imagen de sólo 35 centímetros de alto, que levantaba poco más de un pie sobre la superficie del mar.
Demasiadas preguntas sin respuesta. Sólo se podía pensar que el suceso era fruto de la Voluntad Divina. Los indios no dudaron del milagro. ¿Qué podrían pensar los protagonistas del hallazgo en el lejano siglo XVII, si actualmente no existen explicaciones? En la transparente atmósfera del amanecer, en medio de la impresionante calma del mar, navegando en una majestuosa soledad, en un silencio casi absoluto (solamente el grito de un ave a lo lejos, solamente el murmullo del agua que se escurre ante la proa), en el imponente desierto azul levemente coloreado de espumas, apareció la Virgencita morena que cargaba a su Hijo… nadie sabrá qué pensaron Rodrigo, Diego y Juan en aquel trance, único de la historia de Cuba que la dividió para siempre en un antes y un después.
Los indios recogen la sal
¿Había sido un viaje profético en busca de sal? ¿Qué es la sal? ¿Sólo un sazonador que además sirve para preservar los alimentos? Desde los tiempos antiguos, la sal era signo del pacto del hombre con Dios, de la alianza perpetua entre el hombre y lo trascedente (2 Cor 13, 5). Para los judíos la sal era símbolo de alianza indestructible, y cuando hacían un pacto se regalaban sal para dar a entender que era inviolable. No había ofrenda al Señor en que faltara la sal, “no permitirás que falte nunca la sal de la alianza con tu Dios” (Lv 2, 13). Tal como la sal era requerida en todos los sacrificios de ofrenda, los cristianos necesitan ser “salados,” para ser la sal de la tierra.
Y los indios que fueron enviados regresaron con la sal y con la Virgen María de la Caridad, Madre de Jesús. El símbolo estaba claro: a través de la intercesión de la Virgen se iba a realizar un Pacto Nuevo del pueblo de Cuba con Dios Nuestro Señor. Por ese pacto, la Virgen de la Caridad sería la Madre del Pueblo Cubano, la Patrona de la República, el Primer Símbolo de la Patria, el Estandarte de nuestro Catolicismo y la Figura Principal que preside y honra nuestros hogares. La alianza indestructible, y la existencia de nosotros los cubanos, sal de nuestra Isla, la ofrenda que día a día haríamos al Señor por la mediación de su Santísima Madre, María de la Caridad, llegada a nosotros cuando la isla, rodeada de enemigos padecía por dentro la lacra de la esclavitud y de las herejías que trataban de deteriorar la fe, en medio del desamparo y la pobreza de un pueblo constantemente amenazado, atacado y saqueado por los enemigos de afuera y por los enemigos de adentro.
No voy a seguir el relato. La imagen fue llevada al hato de Barajagua, y allí se le dedicó una ermita donde permaneció unos días hasta du traslación en procesión solemne a la villa del Cobre, donde fue colocada en un altar de la parroquial mayor. Allí permaneció tres años, y en 1616 pasó a una ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de Guía Madre de Dios de Illescas que estaba en lo alto del cerro. Un inventario real de 1620 informa que en la ermita se veneraba una imagen de bulto de Nuestra Señora, sin precisar su advocación. No podía indicar que se trataba de la Virgen de la Caridad, porque aún no tenía el reconocimiento oficial de la Iglesia.
La ermita del cerro fue dañada por un ciclón en 1635 y restaurada en 1637. Desde ese año debía estar allí la imagen de la Virgen de la Caridad, y su advocación aparece descrita en el inventario real tomado en 1648, lo que no deja lugar a dudas. Hacia 1670, la piedad de los fieles y de los humildes esclavos cobreros estimuló la construcción del primer Santuario consagrado a la Virgen de la Caridad, y también se levantó una parroquia que sustituyó a la primitiva.[4]
Finalmente, los Autos de 1687-1688 que contienen las declaraciones de Juan Moreno sobre la aparición de la Virgen en Nipe, oficializan el culto a la imagen y facilitan que se erija una capellanía en el primer Santuario del Cobre, y el nombramiento del primer capellán, que fue el Padre Onofre de Fonseca.
Significado e importancia de la Virgen de la Caridad
El hecho de haber sido encontrada en Cuba la hizo ser amada desde el mismo momento de la aparición, y su color moreno la hizo cercana y familiar a los indios y mestizos del territorio oriental primero y de toda la isla después. Los habitantes de la villa del Cobre, y en particular los esclavos, la vieron como cosa propia. En una lucha de siglos por mantener sus derechos, en la que finalmente triunfaron, los cobreros depositaron toda su esperanza a los pies de la Virgen, que no los defraudó.
Los esclavos del cobre tenían ciertos privilegios desde finales del siglo XVI. Además del trabajo en las minas, podían tener conucos, sembrar, cosechar y fomentar crías de animales, y participaban en la producción de azúcar. Podían comerciar con los excedentes agrícolas y con las escorias refinadas de la fundición del cobre.[5]Hacia 1648, el 43 por ciento de los cobreros decían ser criollos, y a finales de siglo, el 83 por ciento. Los cobreros nacidos en la villa proclamaban ser de la raza de los criollos y no se igualaban a los africanos. Muchos ejercían labores calificadas como los fundidores, y ya otros tenían conocimientos de música. Los que nacían de padres libres eran libres por derecho, y los que habían nacido en la villa del Cobre, hijos de padres esclavos, eran considerados libres y así eran asentados en los registros parroquiales.[6]Los cobreros llegaron a tener su propio ayuntamiento local, los alcaldes daban solución a los problemas de su jurisdicción, y participaban en la defensa del territorio y la vigilancia del puesto de Gueycabón.
Los humildes cobreros consideraban que sus derechos, fueros y ciertas facilidades para vivir que los diferenciaba del resto de los criollos de igual procedencia y condición social, eran el resultado de las gracias que la Virgen de la Caridad derramaba sobre ellos. Hacia 1670, la bonanza económica de los cobreros, derivada en parte de la merced de comerciar con el cobre que pudieran obtener de las escorias de la fundición, les permitió financiar la construcción de un Santuario para su querida Virgen de la Caridad, dotado con dos campanas de bronce de 9 y 7 arrobas respectivamente:[7]
“El primer efecto de su próspera situación fue fabricar a su Patrona Nuestra Señora de la Caridad milagrosamente aparecida (un Santuario) adornándole con Alhajas de tanto valor que todo el Altar de Nuestra Señora es de plata, y la lámpara del Santísimo Sacramento pesa 150 libras del mismo metal construyendo así mismo una calzada de cantería que tiene como un quarto de legua, desde la falda hasta la cumbre de la Sierra donde está situado el templo la qual le costó muchos millones de pesos y celebraban en el barias festividades annuales con una manificencia en el culto divino que quizá excedía a la de otras Poblaciones más ricas”.[8]
La Virgen de la Caridad, los derechos humanos y la libertad
Cada vez que las autoridades quisieron obligarlos a realizar determinadas actividades, los cobreros se alzaban en los montes y generalmente tenían éxito con este proceder, lo que sin dudas se debía al favor de la Virgen. En 1666 el gobernador Pedro Bayona Villanueva exigió que los cobreros colaboraran en la reconstrucción del castillo de San Pedro de la Roca, y éstos dieron su aporte personal,[9]pero en 1677, cuando se quiso enviar 50 cobreros para impulsar la construcción de las fortalezas de La Habana, los habitantes de la villa se fueron con sus mujeres al monte. En esta ocasión se dijo de ellos: “Estos esclavos no son como otros, que son del Rey, ellos hacen grande aprecio de la palabra y quieren mantener sus fueros...[10]
En esa misma época un funcionario, Antonio Mata Haro, expresa que los esclavos del Cobre: “ya (son) de mala calidad; el averlos dexados, como llevo referido, a sido acauarlos de rematar con la esperiencia de que un gobernador de Cuba, con el poder que tiene, no los a sujettado, incombeniente bien grande para lo venidero..”.[11]
Esto significa que los habitantes de la villa del Cobre eran prácticamente libres y capaces de hacer su voluntad. La diferencia entre ellos y el resto de los habitantes de Cuba era su cercanía y familiaridad con la Virgen de la Caridad, con quien se sentían unidos y favorecidos por vínculos y favores muy especiales. Este hecho, y la realidad de la existencia de los cobreros en comparación con los habitantes más humildes de otros lugares habitados, facilitó que en la villa de Santiago del Prado o del Cobre, surgieran las nociones de autonomía, independencia y libertad antes que en otras partes de Cuba, y que en los pueblos cercanos Nuestra Señora de la Caridad del Cobre comenzara a ser vista como la Virgen que facilitaba la vida y la libertad, y se convirtiera en la esperanza de los pobres que formaban el pueblo humilde, quienes le ofrecieron su devoción y su amor.
Simultáneamente se corría la voz de los numerosos milagros y mercedes otorgados por la Virgen en favor de los cobreros y de los habitantes de las cercanías. El hecho de que fueran respetados los derechos humanos de aquellas personas tan humildes, y de que hubieran podido alcanzar cierta posición y reconocimiento social, era algo inverosímil en esa época, y se pensó que era el resultado del amparo de la Virgen que intercedía en su favor. Fue así como estas ideas, el tratamiento especial que se daba a los cobreros, sus derechos y fueros, y el poder elegir sus ayuntamientos y alcaldes, se interpretaron como gracias singulares que les otorgaba la Virgen de la Caridad, difundieron el culto y pronto su fama desbordó el territorio oriental y se esparció por la isla. Había llegado una Virgen cubana, que era el socorro, remedio y amparo de los criollos.
Los Autos o testimonios de 1687-1688, que tuvieron por objetivo informar detalladamente a la Corona sobre la aparición y trayectoria de la Virgen de la Caridad sobre la base de las declaraciones de testigos de época, comenzando por Juan Moreno, el negrito que estuvo presente en el momento de la aparición, tenían como fin erigir la capellanía del Santuario del Cobre, que había sido edificado por los cobreros en la década de 1670 a costa de grandes sacrificios para honrar a su amada virgencita. La erección de la capellanía y el nombramiento del Padre Onofre de Fonseca como primer capellán del Santuario, dieron el “placet” eclesiástico y civil tanto a la nueva fundación como a la devoción y el culto de Nuestra Señora de la Caridad, ya consagrados por la práctica y la fe del Pueblo de Dios, ya que la decisión real fue tomada sobre la base de los dictámenes realizados por los Obispos Diego Evelino y Hurtado (Compostela), y fray Juan Lazo de la Vega y Cansino, y el Cabildo Catedral de Santiago de Cuba, además de los oficiales reales y el gobernador.
Hacia 1691, el auditor general Francisco Manuel de Rosa, comisionado por el rey para investigar las acciones de Juan de Villalobos, gobernador de Santiago de Cuba, hizo causa común con los habitantes de la villa del Cobre, al percatarse de las presiones que se realizaban para privarlos de sus derechos. Para poder cumplir su cometido, el auditor Roa “organizó a los negros y mulatos esclavos cobreros y a los indios de San Luis del Caney para canalizar el disgusto de éstos, ante las exigencias de las autoridades... les ofreció la libertad, se hizo fuerte en la hospedería del Santuario y luego se encaminó a la ciudad (Santiago de Cuba) con esa tropa armada de lanzas, machetes, puñales y hasta piezas de artillería. Ocupó la plaza y tomó preso a Villalobos”.[12]
Esto significa que a finales del siglo XVII ya los habitantes de la villa del Cobre, Santiago del Prado o Real de Minas, ya eran capaces de armarse y marchar de forma amenazadora contra el gobernador en la sede de Santiago de Cuba en defensa de sus derechos ancestrales, sus fueros y su libertad. Se habían hecho fuertes en la hospedería del Santuario, habían puesto su causa a los pies de la Virgen y según ellos sabían muy bien, Ella los había guiado y protegido como principal defensora de su causa.
El siglo XVIII. El culto a la Virgen de la Caridad en toda la Isla de Cuba.
Las luchas de los cobreros
¿Qué luchas protagonizaron los cobreros en el siglo XVIII? Corría el año 1731 cuando el gobernador Pedro Ignacio Jiménez quiso imponer regulaciones que eran inaceptables para los habitantes de la villa del Cobre, implantando un impuesto del quinto sobre la extracción de escorias del mineral, prohibición de las monterías, prohibirles la compra de ganado a los hacendados de Bayamo, e imponerles la prestación obligatoria de sus servicios en la construcción de las fortalezas. Los cobreros se negaron a esta última exigencia, que en otras ocasiones habían aceptado, cuando se les pagaba un real por el servicio y disponían de tierras para cultivos y fomento de crías de ganado.[13]
El 25 de julio de 1731, cuando se esperaba que la milicia de libres y esclavos de la villa del Cobre desfilara durante los carnavales de Santiago, llegó la noticia de que los cobreros se habían sublevado alzándose en las montañas cercanas con caja y bandera (tambor y bandera).[14]Al mismo tiempo, los insurrectos enviaron un pliego de demandas: consentían en trabajar en la construcción de los castillos, si les garantizaban mantener a costa del estado a sus hijos y mujeres, o en su defecto se les entregaba el hato de Barajagua y las tierras del Ramón para siembras y crianza, más cuatro leguas en torno al poblado, que en ese momento estaban arrendadas, para levantar sitierías,[15]y como territorio de caza.[16]
Ante los hechos consumados, el gobernador reaccionó acusándolos de despojar e incendiar el Santuario responsabilizando por este vandalismo al capellán Juan Jacinto de Silva,[17]y al deán de la Catedral, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, por mal aconsejarlos y ser “demasiado condescendiente” con ellos. Pero la Virgen de la Caridad vino en auxilio de sus hijos mediante el deán Morell de Santa Cruz, quien se personó en el campamento de los alzados con dos miembros del cabildo de Santiago de Cuba, habló con ellos y los convenció para que regresaran a su pueblo y sus trabajos habituales, con lo que reconoció sus derechos ancestrales y su autonomía. Para hacer todo esto no actuaba de motu proprio,[18]ya que contaba con el respaldo del gran obispo franciscano Juan Lazo de la Vega y Cansino, quien aprobó la designación de alcaldes y regidores entre los cobreros, y admitió que pudieran sentarse en la parroquial mayor de la villa del Cobre, equiparando de esta forma a los esclavos con los hombres libres “per se”.[19]
El gobernador Pedro Ignacio Jiménez no estuvo de acuerdo en que se equiparara a aquellos esclavos con los hombres libres y protestó la decisión en un informe al rey: “...como por ser esclauos y que como tales no pueden administrar jurisdicción ordinaria porque fuera una cosa muy Yrregular, lo que se les ha permitido es que nombren Alcaldes, esto es unos Mayorales que sujeten a los Demás por que como son muchos es nesesario que aya quien los mande y mui espezial para que estos tengan el Cuidado de nombrar las esquadras de los que vienen a las fábricas de S.M. y otras cosas que se ofrezen y que aya quien egecute las ordenes..”.[20]
La respuesta del rey demostró que la Virgen continuaba amparando de forma especial a sus hijos, ya que Su Majestad, por Real Cédula de 3 de septiembre de 1733, ordenó “tratarlos con mayor templanza y benignidad, sin oprimirlos como se había hecho hasta allí”.[21]
Al recibir la respuesta del monarca, los humildes cobreros se dirigieron en masa al Santuario para dar gracias a la Virgen de la Caridad, porque hizo justicia para ellos y facilitó que sus súplicas fueran oídas por el rey. Aseguraron que colaborarían en el trabajo de las fortificaciones siempre que el gobierno garantizara el sustento de sus mujeres e hijos. Pero el gobernador siguió insistiendo y buscando la manera de controlar a los cobreros y redactó nuevas misivas pidiendo que se les castigara por reclamar sus antiguos fueros: “...no queden dichos esclauos admitidos de lo que deben ejecutar sino corregidos y castigados Porque de otra suerte esta República y Gobierno padecerá muchos contratiempos y puede ser que sea necesario estar con las armas en la mano..”.[22]
Al mismo tiempo acumuló acusaciones contra los habitantes de la villa: “El Pueblo de dichos esclavos esta hecho receptáculo de maldades y aunque siempre lo han sido, después que fatalmente se han negado a la obediencia se mantienen como reino aparte y si qualquiera comete algún delito o si es soldado que comete fuga procuran abrigarse y refugiarse en dicho Pueblo…”.[23]
Al ver que continuaban los ataques del gobernador y otros funcionarios a pesar de las gestiones de la Iglesia a través del deán Morell de Santa Cruz, un grupo de 50 cobreros encabezados por Mathias Moreno viajó a San Cristóbal de La Habana para presentar el caso al Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, ante quien explicaron que los habitantes del Cobre cumplían con todas sus obligaciones civiles y eclesiásticas, incluso la construcción de templos como la Parroquial y el Santuario de la Virgen de la Caridad, construidos con las donaciones y el trabajo de los pobladores:
“...no escusándose de declarar si es verdad que nos costeamos a medico si tenemos dos yglesias hechas a nuestra costa y mensión sin haber su Mgd. gastado en hellas la más mínima cosa si mantenemos la luz de la lámpara de el Santísimo Sacramento y el Señor Cura jurar si el tiempo ha que su merced se mantiene en dicho pueblo a enterrado un esclavo del Rey por cuenta de su Mgd. si se an fijado escomuniones por los que an devido entierros, si somos cuidadosos en pagar diezmos y primissias y puede S.M. en collunda de los vesinos y moradores de dicha ciudad, si es verdad que desde la ora y quando se nos quitó el hato de barajagua y las demas tierras nos mantenemos con todas calamidades…”.[24]
Haciendo uso de la fuerza y excediendo sus atribuciones, el gobernador Jiménez, aprovechando una acusación de brujería contra un vecino, desató una persecución y algunos de los trabajadores de las minas fueron deportados. Pero la Virgen de la Caridad vino de nuevo en ayuda de sus hijos, cuando algunos patricios santiagueros de familias principales elevaron al rey sus protestas por la conducta desaforada del gobernador, por lo que Su Majestad depuso a Jiménez y se trató de apaciguar la irritación de los habitantes del Cobre, de lo que se encargó el nuevo gobernador, Francisco Cagigal de la Vega, quien llegó con instrucciones precisas al respecto, eliminó las gabelas, gravámenes y exacciones que pesaban sobre los queridos hijos de la Virgen, y gozó del apoyo decidido del deán Morell de Santa Cruz, de quien dio los mejores informes, en su calidad de vicepatrono,[25]por la delicadeza con que supo proteger a los mineros, de lo que dejó constancia escrita:
“...solo desde que (Morell de Santa Cruz) tomó la Posesión del deanato, se dice en Cuba que se save que ay Cathedral en ella, tanto por las fábricas que le ha hecho, como por la solemnidad, seriedad, y desencia con que se celebran los Ofisios Divinos: yo no he oido quexarse de su persona, y proseder a ningun vezino, los que lo tratan y visitan, son muy pocos, pero todos Generalmente lo Alaban: en Limosnas, es mucho lo que Reparte: y en fin Señor, si tiene alguna prenda mala, es tan oculta, que ni yo se la he conocido, ni me la han notisiado...”.[26]
El 8 de septiembre de 1735, día de la Virgen de la Caridad, el deán Pedro Agustín Morell de Santa Cruz se reunión con el alcalde, capitanes y regidores de la villa del Cobre para celebrar, el día del onomástico de la Virgen, el regreso de la paz y la cordialidad, así como el manifiesto incremento del culto y la devoción. Aquél día, para celebrar el triunfo de los cobreros y dar gracias y homenaje a la Virgen, la fiesta que revistió especial solemnidad contó con la participación masiva del pueblo.[27]
Poco después se desencadenó la “guerra de la oreja de Jenkins”, pues se dio este nombre a la contienda entre España e Inglaterra. El buen entendimiento entre el gobernador y el deán de la Catedral fue la garantía del buen trato que comenzaron a disfrutar los cobreros. Los trabajos de fundición en las minas de cobre cobraron importancia, en sus hornos se fundieron piezas y equipos tales como un alambique, y las partidas de mineral eran famosas y solicitadas en Cartagena de Indias y la Nueva España. Gracias a la influencia de la Virgen María de la Caridad se borraron las fricciones pasadas, e incluso se gestionó y obtuvo el perdón para algunos de los mineros desterrados, y la villa se convirtió en un pueblo que prosperaba y crecía.[28]
La buena voluntad de los cobreros se demostró en 1741 cuando las tropas británicas al mando del Almirante Vernon desembarcaron por Guantánamo, fundaron el campamento de Cumberland y trataron de marchar sobre Santiago de Cuba, que fue auxiliada por las milicias de Bayamo y Puerto Príncipe. Los humildes habitantes del Cobre demostraron su valor en los combates de la avanzada del hato de Canabacoa, para luego marchar a Santiago en 1748 para tomar parte en la defensa del castillo de San Pedro de la Roca del Morro, cuando el Almirante Knowles amenazó con un nuevo desembarco.
Años después, en 1762, las milicias de los cobreros marcharon para participar en la defensa de La Habana, y muchos de sus hombres nunca regresaron. Pero se había demostrado hasta la saciedad que ellos se encontraban siempre en primera línea cuando se trataba de defender la Patria, aquella tierra natal, que era donde habían nacido y el solar de sus mayores, la misma que había sido seleccionada por la Madre del Cielo, María de la Caridad, la misma que los había elegido para que en tierras de Cuba ellos fueran sus primeros hijos.
Sobre el comportamiento de los cobreros del siglo XVIII y su fuerte vínculo con Nuestra Señora, la Virgen María de la Caridad, se han dicho hermosas palabras: “Esta generación de esclavos del rey poseía claridad meridiana sobre sus derechos, no era fácil de amedrentar y menos aún de engañar con subterfugios. Su fuerza se hallaba en la unidad, y el Santuario era el símbolo de congregación sagrada de aquella comunidad”.[29]
El culto a la Virgen de la Caridad
Desde comienzos del siglo XVIII, las iglesias de la Virgen se multiplicaban hacia Occidente, mientras que los viajes y el número de los peregrinos y romeros se multiplicaba hacia Oriente, en una doble corriente de amor; amor de Madre a sus hijos más queridos, amor de hijos que buscan el amparo, la protección y el consuelo de su preciosa Madre del Cielo. Esto quiere decir que después de la primera ermita de Barajagua en 1612, de la ermita que se consagró después en el cerro de las minas a fines del primer tercio del siglo XVII, y del Santuario erigido por los cobreros en la década de 1670, los templos bajo la advocación de la Virgen de la Caridad saltaron la frontera del territorio oriental y en 1717 el Pbro. Silvestre Alonso comenzó a construir una ermita en Sancti Spíritus, que se concluyó unos años después.
Sucede que la Virgen irradiaba un resplandor de Caridad que iluminaba la isla entera, desde las montañas de oriente al extremo occidental de Pinar del Río, y la luminosidad de su amor arrastraba todos los años miles de peregrinos que venían desde todos los luga'res habitados de la isla para ser iluminados por su luz, y el Santuario del Cobre se convirtió en el punto de reunión de todos los cubanos. En un lugar que estaba por encima de todos los regionalismos, opiniones y tendencias, el sitio donde se expresaba en su mayor dimensión la unión espiritual de todo el pueblo.
Hasta tal punto llegaban el prestigio y la fama de la Virgen de la Caridad y del Santuario del Cobre, que muy pronto comenzó a hablarse de la historia y los hechos de Nuestra Señora, y de la forma en que convocaba y reunía a las multitudes. En la corte de Madrid, por ejemplo, el santiaguero Nicolás Joseph de Ribera en su “Descripción de la Isla de Cuba” que dio a la imprenta a mediados del siglo XVIII, habló del Santuario y de la Virgen en estos términos: “Santiago del Prado (comúnmente El Cobre) es pueblo pequeño de negros y mulatos, parte libres y parte esclavos del Rey. Está quatro leguas al occidente de Cuba, en la falda de un monte en que hai abiertas muchas minas de Cobre, en cuya cima hai una Iglesia en la que se venera una imagen de María Santísima con el título de la Charidad, a donde de todas partes van en romería, y se han experimentado algunos milagros”.[30]
Llegado el año 1756, el ya entonces Obispo de Cuba Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, visitó la villa del Cobre y ponderó sobre todo el Santuario de la Virgen de la Caridad: “Este es el templo tan celebrado no solo en la Ysla sino en todas partes, por venerarse en él una efigie de Nra. Sra. con título de Caridad...”.<ref>Ibídem</ref>
Después de dar fe de que la Virgen de la Caridad ya era famosa “en todas partes”, entendiéndose por esto que ya era conocida en la Nueva España, en Nueva Granada y en las colonias españolas del Caribe y América Central, el buen prelado pasó a explicar que la fábrica del Santuario era un cuerpo de mampostería y teja con veintisiete varas de longitud, dieciséis varas de ancho y seis de alto y que tenía tres altares, púlpito y reloj, dos tribunas con sus órganos, un pórtico con tres campanas (una grande y dos pequeñas), las últimas en la puerta principal. La sacristía se encontraba de espaldas al altar mayor con el que se comunicaba por dos pequeñas puertas, y estaba protegida por una tapia adornada con garitas. Al este del edificio estaban las casas del capellán y los ermitaños que atendían la imagen de la Virgen, y al oeste, los locales de la hospedería.
Morell habla de las donaciones y regalos, consistentes en sumas considerables de diversas procedencias y otras que hacían los fieles en forma de dinero con el que se pagaba la subsistencia del capellán, de los ermitaños de la Virgen y de la servidumbre, para ampliaciones y reparaciones, alhajas y ornamentos de mucho valor, y especificaba que las únicas rentas fijas con que contaba el Santuario eran censos de particulares con los que se enfrentaban los gastos de las fiestas, la luz de la lámpara del Santísimo y el salario del organista, y terminaba diciendo: “En conclusión el Santuario del Cobre es el más rico, frecuentado, y devoto de la Ysla, y la Señora de la Charidad, la más milagrosa efigie de quantas en ella se veneran”.[31]
Los humildes cobreros se sentían orgullosos del Santuario que habían edificado con su trabajo. Era tan grande su apasionado amor por la Virgen de la Caridad que dedicaron todo el capítulo IV de su titulada “Representación al Rey de 1783” para hablar de aquella fundación y de los esfuerzos realizados para edificarla. Al respecto manifestaron que el primer templo había costado 30,000 pesos, suma colosal para ellos sobre todo en esa época, y que cuando fue necesario reconstruirlo cuando una crecida del río lo deterioró, le agregaron nuevos espacios a un costo de 40,000 pesos que incluía el valor de las tres campanas, del altar de plata maciza y de una lámpara para el Santísimo, también de plata, que pesaba 150 libras. Como el Santuario estaba en lo alto de un cerro fue necesario construir “una escalaraza de ocho pasos de ancho, y medio cuarto de legua de largo con dos muros, o pasamanos de cantería que la guarnese hasta la misma Yglesia pintados de varios colores.” El costo de la obra, sin contar el trabajo realizado por los cobreros de forma absolutamente gratuita, ascendió a 200,000 pesos fuertes que fueron reunidos por los habitantes libres y esclavos de la villa del Cobre.[32]
Desde 1776 las poderosas familias de los Garzón y Mancebo, de Santiago de Cuba, presentaron recursos a Su Majestad tratando de justificar su pretensión de apoderarse del hato de Barajagua y de los descendientes de los esclavos que desde 1671 se consideraban libres. En 1781 y 1782, aquellos poderosos intereses se lanzaron sobre los cobreros y comenzaron a esclavizar a hombres que desde hacía 110 años se encontraban en libertad e incluso, usando una injustificada prepotencia, comenzaron a venderlos en Bayamo, Holguín y Santiago de Cuba. Muchos habitantes del Cobre se apalencaron en los montes y allí constituyeron núcleos de sublevados a los que comenzaron a unirse esclavos escapados de las haciendas de los alrededores. En ese momento el gobernador del Departamento Oriental, Vicente de Céspedes, mandó detener los actos hostiles contra los cobreros, previendo que la represión contra ellos desembocara en una sublevación masiva de esclavos y sus consecuencias ante la amenaza de una nueva guerra con Inglaterra,[33]pero su sucesor Nicolás Arredondo, autorizó de nuevo los abusos a partir de 1782.
Entonces los cobreros, apelando a la autoridad suprema del rey, redactaron la “Representación para que el Rey Nro. Sor. (Dios le gue.) sobre el estado miserable en que se hallan los Naturales del Pueblo de Santiago del Prado en la Ysla de Cuba”; donde se reflejan tanto el malestar, como la voluntad de los cobreros, dirigidos por los libres más cultos y solventes. Fue con este relato, que incluía la historia de la Virgen de la Caridad, que los cobreros se postraron ante Su Majestad para invocar su favor, ya “que Nuestra Sra. de la Caridad y tutelar patrona ha querido que oiga V. md. yegado a presencia de V. M.”[34].
Examinando su pasado a la luz de los sucesos de aquel momento, los cobreros trataron de alcanzar por sí mismos sus propósitos sin utilizar Intermediarios, respaldando sus reclamos y fueros por nuestro Pueblo adquiridos a fuerza de nuestras labores, del derecho y las costumbres. [35]
En el documento se hacía hincapié en la presencia del negro Juan Moreno en 1612 cuando tuvo lugar el hallazgo de la imagen de la Virgen, y la importancia de este personaje en la historia posterior. Esto se hacía para legitimar a los esclavos negros del Cobre y sus descendientes, e incluirlos en los derechos y privilegios seculares de los habitantes de la villa, de la misma forma que la Representación enfatiza que la Santa Imagen permaneció en el Real de Minas del Cobre por voluntad divina, aún en contra de las intenciones de los vecinos principales de Santiago de Cuba, y aludían al milagro de la aparición de cuatro luces en lo alto del cerro de las minas que señalaban el lugar donde por voluntad de la Virgen debía erigirse su Santuario.
Por otra parte, la Representación justificaba los antiguos derechos de la comunidad cobrera, buscando sus raíces en los años iniciales de la conquista y colonización de la isla. Como no bastaba el derecho otorgado por la costumbre para que los habitantes no fueran esclavizados, insistía en que se les considerara únicamente como vasallos del rey, mestizos con españoles, que habían alcanzado empleos de militares y sacerdotes, y enfatizaban en que todos los que habitaban la villa eran de procedencia mestiza,[36]y basaban su defensa en el postulado de que ellos formaban un pueblo que descendía de españoles, indios y negros, lo que diferenciaba aquella comunidad cobrera de vasallos del rey de los esclavos negros nacidos en África. Por lo tanto, según las leyes, no podían pasar a ser esclavos de particulares. Se ha dicho al respecto que:
“La alianza entre la comunidad cobrera y la Virgen de la Caridad quedó patentizada con la erección del Santuario: libertos y realengos cooperaron en su construcción. Su condición de comunidad, su personalidad como entidad y sus derechos, le habían sido otorgados por su carácter de pueblo escogido por la advocación mariana para que fuera siempre venerada por ellos, bajo el auspicio de la Iglesia Católica. No se escapa a este análisis el acatamiento de los cobreros a las mismas reglas del juego de la colonización, su cultura propia criolla era una consecuencia; también en el terreno político no había más opción que reclamar la intervención del monarca para que mediara en su favor en cualquier asunto”.[37]
Expectantes, los habitantes de la villa del Cobre esperaban el dictamen del rey, del que dependía su libertad y el mantenimiento de sus derechos ancestrales. Todos los esclavos de los pueblos de los alrededores esperaban el fallo real. Si era favorable a los cobreros, ello significaría que la libertad no era un sueño, sino una realidad alcanzable. Muy pronto los hechos demostraron que la libertad por la cual peleaban los cobreros desde hacía tantos años no era un entelequia imposible. Mientras se pronunciaba el fallo de la historia, la relación entre los cobreros y la pequeña imagen de la Virgen de la Caridad eran un ejemplo y una esperanza para los pobres, para todos los desamparados de la isla de Cuba que confiaban ciegamente en su infinito amor maternal.
A finales del siglo XVII el culto a la Virgen de la Caridad estaba presente en toda la isla. Según noticias documentales, al menos desde 1738,[38]se conoce que la Virgen de la Caridad ya era conocida por los indios de la Florida, ya que la devoción y el culto saltó de la isla a la península junto con los misioneros franciscanos, los sacerdotes que transitaban entre La Habana y San Agustín, las Visitas Pastorales realizadas por los obispos y sus delegados diocesanos, y por la devoción popular que viajaba con soldados, marinos y comerciantes en el tráfico constante entre ambas colonias, y como resultado de los frecuentes contactos de los indios de la Florida con los vecinos de las villas cubanas. En realidad, la Virgen de la Caridad debió ser conocida en la Florida desde los mismos comienzos del siglo XVII y su culto, en alas de la fama y de la fe de los cubanos, sus hijos, ya llegaba a muchos lugares de América y del Mundo.
Pero ahora, a finales de la centuria del XVIII, los habitantes del Cobre esperaban el fallo del rey. Mientras, los poderosos intereses de Santiago de Cuba continuaron acosando a los cobreros, pero éstos respondieron con violencia y numerosos esclavos particulares de los alrededores del Cobre comenzaron a sumarse a su causa. Una Real Cédula de 1789 que autorizaba la introducción de esclavos bozales, logró que las demandas de las familias Garzón y Mancebo, respaldadas por el gobernador Juan Bautista Vaillant perdieran fuerza, y en cierto momento, el mismo gobernador terminó por unirse al grupo de los hacendados criollos que eran partidarios de la trata de esclavos, ya que la enemistad con los cobreros se había convertido en un serio problema desde que los esclavos de haciendas próximas comenzaron a incorporarse a su causa... poco a poco comenzaron a escucharse en Santiago de Cuba los comentarios de miembros de familias patricias santiagueras favorables a los habitantes de la villa del Cobre: ...”si ellos siempre han sido libres, ¿cómo ahora se han de acomodar a ser esclavos?”, “¿de dónde les viene a esta gente ser amos de los cobreros?” y, “poeque los dueños del Cobre sean ricos, los demás vecinos nos hemos empobrecido”.[39]Finalmente, en septiembre de 1796, por parte del gobierno se decidió anular las decisiones tomadas a favor de las familias Garzón y Mancebo y dejar en paz a los cobreros.
El siglo XIX. La Virgen de la Caridad del Cobre, Símbolo y Emblema de la Nación y la Patria Cubana
Para los habitantes de la villa del Cobre, el comienzo del siglo XIX tuvo una connotación muy especial. Los poderosos intereses de Santiago de Cuba continuaron acosando a los cobreros, pero éstos respondieron con violencia y numerosos esclavos particulares de los alrededores del Cobre comenzaron a sumarse a su causa. Una Real Cédula de fecha 7 de abril de 1800 declaró libres a todos los vecinos, y cada uno debía recibir una “suerte” para la manutención de su familia; parcela que no podían vender, dividir ni enajenar. Dicha real Cédula fue leída solemnemente por el capellán, Padre Alejandro Paz Ascanio, ante la multitud de los habitantes de la villa reunida frente al Santuario del Cobre en el mes de marzo de 1801.
La batalla más importante se había ganado, puesto que la amenaza de la esclavitud dejó de estar pendiente sobre los cobreros como una ominosa espada de Damocles, y el estado español había ganado, porque en una época en que grandes rebeliones de esclavos comenzaban a sucederse en las Antillas y estaba demasiado próximo el recuerdo de la gran sublevación de Haití, se evitaba que los cobreros tuvieran fundamento para alzarse contra el poder establecido.
Sin embargo los problemas no habían terminado, porque el gobierno y los patricios santiagueros ganaban tiempo y demoraban las soluciones, tales como la entrega de las tierras que se debían dar en propiedad a cada uno de los vecinos. Por otra parte, al perder su condición de realengos o esclavos del rey, los cobreros perdían sus derechos ancestrales a usufructuar las escorias de las minas de cobre, adquiridos en las postrimerías del siglo XVI.
Por su parte, el capellán P. Alejandro Paz Ascanio, querido y respetado por los cobreros, continuó la tradición según la cual los capellanes del Santuario eran guías espirituales de la población e intervenían en los asuntos del pueblo. Con su actitud y sus hechos fue ganando cada vez más prestigio entre los habitantes, y promovió relaciones de buena comunicación con el gobierno.
En 1805 nos encontramos con que los cobreros reclamaban la condición de villa para el pueblo a través de su portavoz, Justo Cuzata, así como la designación de autoridades consistoriales cada año y la promoción de las minas. Por esos años, la arribazón de franceses que llegaron huyendo de Haití y fomentaron cafetales y haciendas en los alrededores del pueblo del Cobre, contribuyó a formar otras fuentes de producción y trabajo con el fomento de la caña de azúcar y el café. Al tanto del prestigio de la Virgen de la Caridad y de la firme devoción de los cobreros y los esclavos negros de los alrededores, los propietarios franceses de plantaciones cafetaleras, católicos en su inmensa mayoría, aportaban cuantiosas limosnas al culto de la Virgen y al Santuario: aunque sabían que con ello se ganaban la buena voluntad de los esclavos, hay que reconocer que la influencia maternal de la Virgen los fue ganando rápidamente y muy pronto se vio que los franceses comenzaban a unirse a las peregrinaciones al Santuario y andaban como penitentes descalzos en las romerías.
Había sido muy largo el camino seguido por los cobreros, y el precio a pagar había sido muy alto. En 1677 tuvo lugar la primera sublevación, cuando se quiso obligar a 50 habitantes de la villa para que trabajaran en la construcción de las fortalezas de La Habana, y en 1691, al sufrir nuevas presiones, se hicieron fuertes en la hospedería del Santuario. En 1731 se alzaron nuevamente al ser oprimidos por impuestos y exacciones inaceptables, y ganaron el apoyo del deán de la Catedral, Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, y se alzaron en los montes de la Sierra del Cobre con sus banderas e insignias para dar a entender que eran buenos súbditos del rey y que sus actos sólo tenían que ver con injusticias perpetradas por el gobierno local, y en 1741 y 1762 combatieron por la defensa de la isla ante las agresiones inglesas del Almirante Vernon y en el sitio de La Habana respectivamente.
En 1776, 1781 y 1782, tuvieron que defenderse ante nuevos ataques desencadenados por poderosos intereses esclavistas de Santiago de Cuba, hasta que finalmente lograron la libertad por decisión de Su Majestad plasmada en la Real Cédula de 1800. Esto significa que después de 123 años de contiendas y sublevaciones, en las que murieron muchos cobreros y otros fueron deportados o vendidos como esclavos, la fe en la Virgen de la Caridad, expresión suprema del Amor de Dios, terminó triunfando sobre todos los intereses mezquinos. Al amparo de Nuestra Señora, los cobreros preservaron su libertad durante más de un siglo en un país en el que imperaba la esclavitud y finalmente lograron el supremo don de ser declarados libres 86 años antes de que la odiosa lacra de la esclavitud fuera abolida oficialmente en Cuba.
La devoción a la Virgen de la Caridad había triunfado sobre todas las acechanzas: Ella había dado la libertad a los cobreros, y su devoción era sinónimo de esperanza para todos los esclavos. Ella, la Virgen que anuncia la llegada del supremo amor de Dios para redimir a la humanidad del pecado y de la muerte, era la máxima expresión de la liberación personal y colectiva. Ella fue también, junto con el primer emblema de la libertad, el primer símbolo de la Nación y de la Patria, porque la Nación y la Patria no tienen sentido si los hombres que la habitan no son libres.
Los esclavos negros y el culto a la Virgen de la Caridad
Los esclavos negros que vivían en las haciendas próximas a la villa del Cobre se incorporaron apasionadamente y con mucha rapidez al culto a la Virgen de la Caridad, como lo demuestra el hecho de que en los siglos XVII y XVIII no hay referencias a prácticas heréticas en los territorios cercanos al Santuario y las minas, exceptuando dos negros condenados por hechicerías en el siglo XVII, y una acusación de brujería en el siglo XVIII que no tuvo ningún resultado. Las manifestaciones religiosas congas debieron incorporarse a las creencias en torno a la advocación mariana con relativa rapidez a partir de la influencia de los esclavos negros y mestizos del Cobre, y a la influencia del color moreno de la pequeña imagen.
De esta forma, a comienzos del siglo XVIII, alrededor de 1701, el primer capellán del Santuario, el Padre Onofre de Fonseca, hace referencia a cómo, en honor de la Virgen de la Caridad, se podía ver a “los negros danzando con sus atabalillos y demás invenciones” durante el traslado de la imagen a la ermita edificada en el cerro de las minas. Por otra parte, las intensas y largas luchas de los cobreros por mantener su libertad, que terminaron exitosamente, deben haber impresionado de forma muy favorable a los esclavos de los alrededores, quienes participaban de la idea de que el culto y la devoción a la Virgen de la Caridad era lo que daba fuerza a la defensa de los cobreros y lo que les dio finalmente la victoria. Por este motivo, los negros de los alrededores se incorporaron en masa a la devoción mariana de la Caridad, en la que participaron poco después todo los esclavos del territorio oriental y por la misma causa, todos los de la isla de Cuba.
Con los años, los cobreros se fueron mezclando con cimarrones bozales, antiguos descendientes de realengos apalencados en la Sierra Maestra, o engrosaron otros palenques que surgieron en el siglo XIX. Como es natural, llevaban con ellos la devoción a la Virgen de la Caridad y la trasmitieron a nuevas generaciones de gentes de color. La incorporación de los negros esclavos y libertos al culto de la Virgen de la Caridad encontró una expresión de gran significado en las cofradías religiosas. Se conoce que en el segundo cuarto del siglo XIX, en la Iglesia de Santo Tomás, donde se venera hasta hoy una antigua réplica de la imagen de la Virgen de la Caridad, un cabildo de morenos nombrado «Tiberé» realizaba cada año, el día 8 de septiembre, una procesión presidida por la imagen de la Virgen de la Caridad.
La Virgen salía el día 7 de una casa situada en el campo de la Maloja, era llevada a la Iglesia, y desde allí regresaba a la casa el 9 de septiembre. Después de la procesión, los participantes, para celebrar el cumpleaños de la Virgen, comenzaban una fiesta y bailes que duraban hasta altas horas de la noche... En los alrededores de la iglesia de Santo Tomás había una numerosa e importante población de negros y mulatos libres que eran artesanos o miembros de los diversos gremios de zapateros, fundidores y otros que habían tomado a la Virgen de la Caridad como centro de su expresión religiosa.
Por su parte, la Iglesia Católica apoyaba el culto a la Virgen de la Caridad en todas sus manifestaciones. El Arzobispo Joaquín Osés de Alzúa y Cooparaccio veía con muy buenos ojos el culto a la Virgen, que incorporó a sus ideas de progreso para el Departamento Oriental y a la promoción del catolicismo. De esta forma, Osés respaldó de muchas formas el culto a la Virgen de la Caridad e imprimió a su costa la historia redactada por el capellán de Fonseca. Por orden suya se imprimió una estampa que representaba la imagen de la Virgen con sus atributos: la cruz, el nimbo, la media luna invertida y el niño cargado en el brazo izquierdo, adornada con seis viñetas alrededor que representan la historia desde la aparición en la bahía de Nipe hasta el cerro donde Ella señaló el sitio donde se edificaría su Santuario.
Las peregrinaciones al Santuario: la hospedería del Padre Valencia
Las peregrinaciones al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre comenzaron en el siglo XVII cuando la imagen se hallaba en la ermita del cerro, o sea, a partir de 1616 aproximadamente, y 54 años antes de que se iniciara la construcción del Santuario propiamente dicho en la década de 1670. A mediados del siglo XVIII, el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz dejó constancia escrita de las peregrinaciones y romerías y de la gran festividad masiva del 8 de septiembre.
Las peregrinaciones y romerías masivas cobraron gran fama en el siglo XIX. Todos los textos del segundo cuarto del siglo hablan del culto a la Virgen de la Caridad y demuestran la forma en que ha crecido la devoción popular. Los vegueros seguían con su antiquísima costumbre de echar semilleros el 8 de septiembre, y los cafetaleros escogían ese mismo día para iniciar la cosecha del aromático grano. En Santa María de Puerto Príncipe, las Ferias de la Caridad que comenzaban como una gran fiesta preparatoria del 8 de septiembre, se señalaban por el ornato y las galas con que se embellecía la ciudad, demostrando la prosperidad de los vecinos.
Un factor que contribuyó a incrementar la presencia de peregrinos y romeros fue la inauguración del ferrocarril que llegaba a la villa del Cobre, con lo que se garantizaba una extraordinaria concurrencia de fieles desde varias semanas antes de la fecha del 8 de septiembre. Cada año las celebraciones eran más lúcidas, y en 1845 se estableció definitivamente la tradición de sacar a la Virgen de la Caridad, en una procesión que transitaba por las calles del pueblo como momento culminante que daba término a las fiestas por el onomástico de la Virgen.
NOTAS
- ↑ Se trata de una imagen de estilo gótico, del siglo XIII aproximadamente, realizada en alabastro. Fue testigo de excepción de los históricos acontecimientos del descubrimiento y evangelización de América. Ante ella oraron Colón, los Pinzón y los hombres que participaron tanto en la primera expedición colombina como en aquellas posteriores que partieron hacia América desde esta zona (IZQUIERDO LABRADO, Julio. «Religiosidad popular en los Lugares Colombinos: su proyección evangelizadora hacía América». Consultado el 19 de mayo de 2008).. Asimismo, en sus visitas al monasterio franciscano, se postraron ante ella, entre otros, Hernán Cortés, Gonzalo de Sandoval (que falleció en el monasterio y fue enterrado en el mismo) o Francisco Pizarro (GARCÍA, Sebastián. "La Rábida, pórtico del nuevo mundo." Síntesis histórico-artística, pp. Capítulo VI. Págs. 141-144)- Es una imagen de alabastro, de cincuenta y cuatro centímetros de altura. Escultura de cuerpo entero de una sola pieza, aunque con algún pequeño añadido posterior debido a algunos desperfectos sufridos a lo largo de su historia, se encuentra sobre un pedestal de cinco centímetros y es de líneas entrelargas. Su rostro es alargado y lleva el cabello peinado al agua, con las manos un tanto exageradas con respecto al cuerpo. El vestido tallado se trata de una túnica con un escote modesto y que va descendiendo en pliegues paralelos, regulares y bien trazados, hasta el pedestal, donde se deja entrever el pie derecho cubierto por un típico zapato en punta. La cabeza está cubierta por un manto que le cae sobre el cuerpo, un tanto rígido, y sobre su brazo izquierdo se encuentra sentado el Niño Jesús en posición un poco violenta, la mano derecha se encuentra en la típica posición de bendecir a la manera griega, y la izquierda porta lo que parece ser el globo terráqueo, y al igual que la Virgen, viste túnica ceñida.6 Tiene una singular forma de ladear la cadera para sostener al Niño en su brazo izquierdo, que es característico del tipo escultórico al que pertenece. La Virgen lleva en la mano derecha una granada, colocada en una restauración realizada en 1937, tras los destrozos sufridos durante la Guerra Civil, y que sustituyó a la primitiva azucena que portaba (GARCÍA, Sebastián. "La Rábida, pórtico del nuevo mundo." Síntesis histórico-artística, pp. Capítulo VII. <<La imagen de Santa María de la Rábida>>. Págs. 147-171). Como adorno externo la imagen porta una ráfaga con una estructura oval, poco frecuente entre las imágenes de la Virgen. La decoración de la misma está compuesta por una cardina en la que están esmaltados los escudos de los países americanos, y arriba en el centro el escudo de España, rematado el conjunto por rayos biselados, lisos y ondulados alternados. Fue realizada por Manuel Seco de Velasco y diseñada por Evaristo Domínguez, pintor de Palos de la Frontera
- ↑ Mártir de Anglería, Pedro. Décadas del Nuevo Mundo. Ediciones Bajel, Buenos Aires, 1944, pp. 164-165
- ↑ Un tercio pesaba aproximadamente un quintal, o sea, 100 libras
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1631
- ↑ Portuondo Zúñiga, Olga. La Virgen de la Caridad del Cobre, Símbolo de Cubanía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995, p. 125, todo este asunto.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 1627, todo este asunto
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 1631
- ↑ Ibídem (6).
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 136, todo este asunto
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 1631
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 104
- ↑ Archivo Nacional de Cuba (ANC). Academia de la Historia de Cuba (AHC), legajo 90, nro. 650, 15.XII.1688; legajo 90, nro. 652, 18.IV.1689; Cf. Marrero, Levi. Cuba, Economía y Sociedad, Editorial Playor, Madrid, 1973, t. V, p. 50, este asunto
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 451
- ↑ Ibíd. Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 451
- ↑ En Cuba, lugares para la explotación agrícola.
- ↑ Ibídem (13),
- ↑ Marrero, Levi, o.c., t. VI, pp. 40-42
- ↑ Por iniciativa propia
- ↑ Por sí mismos, o por su propia naturaleza.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 451, 24.XII.1732
- ↑ Ibídem,
- ↑ Ibídem,
- ↑ Ibídem, misiva de 2.VI.1735
- ↑ Ibídem (Representacion al Gobernador y Capitan General, Nos El pueblo de Santiago del Prado y vecinos del Cobre. Certifica el deán Pedro A. Morell de Santa Cruz, el 26 de octubre de 1735.
- ↑ El rey de España disfrutaba el privilegio del Patronato Real sobre la Iglesia de las Indias, lo que le permitía presentar a la Santa Sede proposiciones para relevar o cambiar a los miembros de la jerarquía eclesiástica. En el Nuevo Mundo, los virreyes, capitanes generales y gobernadores departamentales, estaban comisionados por el rey para ejercer funciones de Vicepatronos.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 363. Francisco Cagigal de la Vega al rey en 13:XI.1738
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 2226. Testimonio contenido en un documento escrito por los vecinos de la villa del Cobre al Provisor y Vicario General de Cuba y Diligencias en su virtud practicadas. Santiago de Cuba, en 7.XII.1735 y 9.IX.1737. En la villa, Juan Bautista Vidaburu. Todo este asunto.
- ↑ Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC). Ayuntamiento, Actas Capitulares, libro no. 2, 30 de abril de 1734, 30 de mayo de 1734.
- ↑ Portuondo Zúñiga, Olga. La Virgen de la Caridad del Cobre, Símbolo de Cubanía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1993, p. 158
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 451, 24.XII.1732
- ↑ Ibídem.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627. Representación para el Rey Nro. Sor. [Dios le guarde] sobre el estado miserable en que se hallan los naturales del Pueblo de Santiago del Prado en la Ysla de Cuba.
- ↑ Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba (AHPSC). Ayuntamiento, Actas Capitulares, no. 13 de 2.V.1785, fol. 152; Cf. Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627, todo este asunto.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627, Rafael Cosme, El Cobre, 19.VIII.1784
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Cuba. Expediente de los Indios del Pueblo del Cobre.
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627
- ↑ Portuondo Zúñiga, Olga. La Virgen de la Caridad del Cobre, Símbolo de Cubanía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995, p. 191
- ↑ Hargrett Rare Books and Manuscript Library, The University of Georgia. Collection Keith Read, box: 19, folder: 11, document 01 Spanish: Official Letters from Don Manuel de Montiano, Governor of East Florida, to Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Captain-General of the Island of Cuba, September 30th 1737 to January 2nd 1741. Translated from a copy of the Original Archives of the City of St. Augustine, 1846, pp. (24)
- ↑ Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, legajo 1627, 16.X.1792
BIBLIOGRAFÍA
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Larrúa Guedes, Salvador. Historia de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de la Isla de Cuba, Reina y Madre de todos los cubanos. Miami, 2008
Portuondo Zúñiga, Olga. La Virgen de la Caridad del Cobre, Símbolo de Cubanía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1995
SALVADOR LARRÚA GUEDES