Diferencia entre revisiones de «DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; Primeros frutos evangélicos»
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Sumario
Los primeros siete indios que fueron a España con Cristóbal Colón
Co¬lón trajo a España, en su regreso del viaje del Descubrimiento, siete indios en situación de libertad. Un testigo les vio en Sevilla: Bartolomé de las Casas, antes de ser clérigo y religioso y es quien nos da la cifra de siete: “los quales yo vide entoces en Sevilla, y posaban junto al arco que se dice de las Imágenes, a San Nicolás”; y así Colón, salvando la distancia de Sevilla a Barcelona, por tie¬rra, “despachóse de Sevilla con los indios y con lo demás”, atravesando toda Castilla.
“Los pueblos por donde pasaba” se apercibieron de que “por tal camino en que las descubrió (las Indias) y traía consigo de aquella gente…salía el mundo a lo ver”; no solamente de los pueblos del ca¬mino sino de otros pueblos remotos por donde pasaba, que se vaciaban para ir a ver y adelan¬tarse a recibir a Colón y a los indios.
El pueblo entero de Barcelona salió a la calle para recibir al gran Descubridor, “admirados todos de ver aquella veneranda persona... de ver a los indios...”. En el recibimiento Real y de la Corte en el palacio de Tinel de Barcelona, que la Reina había mandado reparar a su costa, co¬mo casa que era de Castilla, la presencia de Colón y de los indios, provocó lágrimas en los ojos de los Reyes, “y singularmente (añade Las Casas) la sancta Reyna doña Ysabel”, viendo en aquellos siete indios la muestra de que “se hobiesen descubierto tantas infieles naciones y tan dispuestas, que, en sus tiempos pudiesen cognoscer a su Criador”.
En los infor¬mes de Colón hablaba sobre “la disposición y mansedumbre destas gentes, la docilidad que dellas cognosció, y cuan aparejadas para rescibir la fe, que fuesen creía, y que, a lo que él pudo entender, tenían cognoscimiento alguno de haber un Dios y Criador en los cielos”.
Su Bautismo en Barcelona (mayo de 1493)
Después de un mes y medio de permanencia de Colón en Barcelona, y pocos días antes de partir para Sevilla a preparar la nueva expedición, “los Reyes mandaron que se baptiza¬sen los indios que había traído”. La larga convivencia con Colón y los suyos durante el largo viaje de regreso, hacen pensar que ellos fueron conociendo la doctrina necesaria para recibir el bautismo.
Pero sabemos por el testimonio de las Casas, que volvió a ver en Sevilla a los indios y a Colón, que ya desde los primeros días de estancia de éstos en Barcelona, “los Reyes mandaron, luego como llegaron, fuesen enseñados, y en ello se puso mucha diligencia”. Por tanto, cuando dispusieron bautizarlos, “ya estaban bien instructos en las cosas de la fe y cristiana doctrina”; pe¬ro además señala que los indios “de su propia voluntad, pidieron el bautismo”.
Con esto “quisieron los católicos Príncipes ofrecer a nuestro Señor las primicias de aque¬lla gentilidad”, por lo que fueron padrinos del bautismo de los siete, el rey don Fernando y su hijo y herede¬ro, el Príncipe don Juan.
El indio del Príncipe don Juan.
Pocos días después, últimos de mayo, partía Colón de Barcelona para Sevilla, llevándose los indios bautizados, los cuales volverían a su tierra en la expedición. Menos uno, que se quedó en España y en la Corte: “Quiso el Príncipe que quedase en su casa y en su servicio”. Tenía ya el Príncipe casa propia en Almazán, villa fronteriza entre Castilla y Aragón.
La Reina regaló al indio un traje completo de corte para la convivencia con los jóvenes que servían al Príncipe: “un sayo de paño de la tierra e un jubón de fustán, e un par de camisas, e un cinto, e un bonete”: la estampa de un muchacho español de aquella época. El pago de la tesore¬ría de la Reina se hizo el 30 de junio en Barcelona. Pero seis meses después, en diciembre, y en la meseta castellana, pensamos que el Príncipe vestía al indio, como a todos los jóvenes de la corte, de riguroso invierno.
Y sabemos que también ahora, como lo hiciera antes, fue la Reina quien hizo vestir al indio con un completo atuendo de invierno: un capuz de pardillo, un sayo de paño verde, una carmellana de grana, y unos guantes de lana. Imaginamos en el indio los gestos ante la novedad de los guantes, como que en La Española, Colón también dio unos guantes a un reyezuelo indio, diciendo don Cristóbal que aquel rey “por los guantes hizo más fiesta que por cosa de las que le dio”.
No obstante estos cuidados maternales de la Reina, este indio del Príncipe, único que permaneció en España, se les murió en fecha que desconocemos: “Se lo llevó Dios para sí, dice Las Casas, porque tomase posesión el primero, según piadosamente se debe creer, de la bienaventuranza que muchas destas naciones habían después de alcanzar”.
Los indios bautizados en el Monasterio de Guadalupe
A la vuelta de su segundo viaje en junio de 1496, trajo el Almirante Colón otros dos indios, Cristóbal y Pedro. En esa fecha, en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe existía ya un «Libro de bautizados», en donde consta el bautismo recibido por estos dos indios el 29 de julio de 1496: “Xual [Cristobal] y Pedro. Vyernes xxlx deste dicho mes se baptizaron Xual e Pedro, criados del sennor almyrante don Xual Colon, fueron sus padrinos, de Xual Antonyo de Torres e Andrés Blázquez; de Pedro fueron padrinos el sennor coronel e sennor comendador Várela e baptizólos Lorenco Fernandes, capellán”.
Este bautismo en Guadalupe, de camino del Almirante para Burgos, puede tener relación con la fecha en que la Reina había suspendido la venta de esclavos indios el año anterior (1495), y ordenará devolverlos a su tierra como personas libres. Estos dos bautizados en un al¬to del viaje, eran, como dice el acta documental «criados del señor Almirante». Estando bauti¬zados eran libres; podían servir libremente a Colón, sin afectarles las leyes de la Reina sobre la libertad y la devolución, entonces recientes.
Por lo demás, los padrinos que figuran en la parti¬da de bautismo, son conocidos: Antonio de Torres, contino de la Casa de la Reina, hermano del alma del Príncipe, compañero de Colón desde la expedición descubridora; y Pedro Fernán¬dez Coronel que acompañó a Colón en el segundo viaje (1493); del comendador Várela sabe¬mos que, en esta ocasión del bautismo, regaló a la Virgen de Guadalupe una lámpara de plata y varias joyas de oro.
Ornamentos para las Indias; interés personal de Isabel
La fabulosa nómina de ornamentos de altar de la Reina Isabel, para Granada y las Islas Canarias, en su contaduría, haría pensar que funcionase en la Casa Real a modo de taller una oficina permanente de trabajos y encargos para las Iglesias. Concretamente, para las Indias, las primicias de ello son el lote extraordinario preparado personalmente por la Reina para fray Bernardo Boyl y sus compañeros sacerdotes de expedición en estos meses (jun.-jul. de 1493).
Consistía en un do¬sel de terciopelo carmesí de grana y «un ornamento» que la Reina mandó dar “para llevar a las yglesias de las Yndias”. Es un juego completo de ornamentos para misa solemne de tres minis¬tros: una casulla, una capa pluvial, dos dalmáticas, tres albas y tres amitos; un frontal de altar y dos manteles. El rico dosel prevé la celebración del Delegado Apostólico. Todos es¬tos ornamentos, especialmente la casulla, tuvieron una historia religiosa y litúrgica muy señala¬da en La Española. Fueron un recuerdo de veneración «post mortem» a la Reina Isabel, y se tu¬vieron «casi por reliquias»:
“Mandaron (los Reyes) proveer de ornamentos para las iglesias, de carmesí, muy ricos, mayormente la Reina doña Isabel, que dio uno de su Capilla, el cual yo vi y duró muchos años, muy viejo, que no se mudaba, por tenello casi por reliquias, por ser el primero y habello dado la Reina, hasta que de viejo no se pudo más sostener.”
Gozo y solicitud de la Reina por noticias de las Indias.
El gozo y solicitud de la Reina los hemos visto descritos por Las Casas. Efectivamente, nadie como ella siguió tan cerca con solicitud verdaderamente ma¬ternal la gestación del descubrimiento y evangelización de estas Indias.
Aquellas primeras no¬ticias del Nuevo Mundo, adquiridas a través de la información directa y personal del Almirante durante el tiempo de su permanencia en Barcelona, y de la atenta lectura de su «Diario de a bor¬do», las irá luego la Reina ampliando y perfeccionando día tras día mediante la frecuente y larga correspondencia epistolar mantenida con Colón, a quien no se cansa una y otra vez de recordar y repetir en sus cartas: “De allá nos escrevid e fased sienpre saber, que de acá de todo lo que oviere vos avisaremos e vos lo faremos saber...”. .
Las cartas que le llegan de Colón le proporcionan a la Reina un gran placer: “Vimos vuestras letras, y hobimos mucho placer en saber lo que por ellas nos escrebistes”. “es mucho gozo y alegría leerlas”, pero se queja de que estas cartas fuesen tan pocas y sobre todo tan cortas, porque “algo más querríamos que nos escribiésedes”, pasando seguidamente a señalarle algunas de estas cosas que más le interesaban: v. gr. cuántas islas nuevas había descubierto, qué nombres les había puesto y también los nombres de las otras con “que les llaman los indios”.
Le pregunta expresamente por la distancia que hay de una a otra de estas islas, por su climatología, si “ay allá mucha diferencia en los tiempos a las de acá”; y se muestra particular¬mente interesada por saber la cosecha recogida de todo cuanto por aquellas latitudes han sem¬brado. Le encantan sobre todo las aves americanas: “de todas las aves que allá ay y se pudieran aver, que querríamos verlas todas”.
Pero mucho más que las cosas, le interesa saber de las «personas»: “para saber de vos y de toda la gente que allá está”, encargándole al Almirante les diese “el más contentamiento que ser pueda”, dentro siempre del orden y de la disciplina, sin consentir insubordinación alguna. Y, por supuesto, animándole siempre a proseguir sin desmayos ni desalientos la em¬presa comenzada:
“Encargaron mucho al Almirante los Reyes, por escripto y por palabra encarecidamente, que, lo más presto que pudiese, trabajase (en) proseguir el descubrimiento de Cuba, para ver si era isla o tierra firme, como él creía y afirmaba...”.
Y lo primero de todo: “la principal cosa que habéis de hacer es guardar mucho a los in¬dios, que no les sea fecho mal nin daño, ni les sea tomado cosa contra su voluntad, antes resciban honra, e sean asegurados de manera que no se alteren...” Así se lo habían mandado los Reyes a Colón, y éste se lo recordaba a mosén Pedro Margarit cuando le mandó a reconocer la isla de Cuba: “Porque sus Altezas desean más la salvación de esta gente, porque sean cristianos, que todas las riquezas que de acá puedan salir”.
Religiosos y clérigos enviados por la Reina Isabel a las Indias.
Difícil tarea ésta para la Reina, la de encontrar misioneros para las expediciones a las Indias; y difícil también para los directos encargados de ello, Colón y Fonseca. El procedimiento más expeditivo era que los Reyes enviaran sendas circulares a los Superiores de las Órdenes Religiosas.
Para la siguiente expedición de Colón, y comenzando pronto (ya en 1495), nuevas instancias a don Juan Rodríguez de Fonseca.
a) primera expedición misionera, y segundo viaje de Colón
(1493), fueron con el Delegado Apostólico fray Bernardo Boyl, los religiosos fray Jorge de Sevilla, O. M., fray Rodrigo Pérez O.F.M, dos legos franciscanos borgoñones: Fray Juan de la Deule y Fray Juan Tisín (o Cosín); “no sentí que viniesen otros”, escribe las Casas, y añade: “clérigos, tres o cuatro”; también el capellán de Colón.
Cuando llegó Las Casas a La Española, en 1502, allí continuaban los dos heroicos legos franciscanos, de quienes dice: “A fray Boyl no le pude yo alcanzar” (había regresado a fines de 1494), “pero alcancé a cognoscer dos religiosos de la Orden de san Francisco que fueron con él, frailes legos, pero personas notables, naturales de Picardía, o borgoñones, y que se movieron a venir acá por solo celo de la conversión destas ánimas; y, aunque frailes legos, eran muy bien sabidos y letrados por lo cual se cognoscía que por humildad no quisieron ser sacerdotes; uno de los cuales se llamó fray Juan de la Duela, o fray Juan el Bermejo, porque lo era, y el otro fray Juan de Tisín. Fueron bien cognoscidos míos, y en amistad y conversación, al menos el uno, muy conjuntos.”
Pocos se consiguieron para acompañar a fray Bernardo Boyl, a pesar de que el primer ensayo de misión organizada se ceñiría a la isla Española. Cuba se organizaría más tarde. Y una de las razones es que, al mismo tiempo, estaba la Reina Isabel pidiendo religiosos y sacerdotes seculares a los obispos y Superiores de España para Granada y las Islas Canarias, que, con las Indias, eran las tres grandes obras misioneras que la Reina afrontaba, prácticamente simultáneas.
En el siguiente viaje de Colón (año 1497), la misma demanda de religiosos: “Se debe procurar que vayan a las dichas Indias algunos Religiosos e clérigos, buenas perso¬nas, para que allá administren los sacramentos a los que allá estarán, eprocuren de convertir a nuestra santa fe católica a los dichos indios.”.
La primera expedición que había ido con fray Bernardo Boyl parece que obtuvo pocos frutos duraderos. Cuando regresó fray Boyl al cabo de un año de tanteos (fines de 1494), decía a los Reyes que la causa principal era la lengua indígena y la falta de intérpretes. También entonces (1494), enviaba Colón a España junto con los esclavos, nueve indios en condición de libertad remitidos al mercader florentino Juanottó Verardi, para que aprendiesen la len¬gua castellana e hiciesen de intérpretes en las Indias.
La Reina Isabel, que mandaría liberar y devolver los es¬clavos, admitió estos nueve “porque no son para vender”, sino para aprender la lengua y regre¬sar. Por la misma razón parece que volvieron a Castilla los dos legos franciscanos extranjeros; pero estos re¬gresan a las Indias con la expedición de Bobadilla en 1500. Era de todo punto necesario, para asentar entre los indios, o aprender su lengua o preparar intérpretes.
b) expedición de Bobadilla, nuevo gobernador de las indias.
En ella (1500) iban seis religiosos y el capellán de Bobadilla. Entre estos seis iba un monje benedictino, fray Alonso del Viso; y los dos legos franciscanos, fray Juan de la Deule «el Bermejo» y fray Juan de Tisín.
c) la gran expedición misionera franciscana de 1502
Estuvo formada con doce religiosos: “Y trujeron un prelado llamado fray Alonso del Espinal, varón religioso y persona venerable. Y entonces vino acá la Orden de San Francisco para poblar de propósito”. Todos estos franciscanos pertenecían a la recién reformada Orden de la Observancia, primer servicio en gran escala que hicieron a las Indias aquellos franciscanos, en cuya reforma había personalmente la Reina Isabel gastado tantas energías y puesto tanto interés. Empezaba a cosechar sus frutos.
Además de éstos iban también con Nicolás de Ovando otros tres franciscanos más de la Casa y Consejo del Cardenal Cisneros: su secretario particular fray Francisco Ruiz, que, después fue obispo de Ciudad Rodrigo y más tarde de Ávila, en España; fray Juan de Trasierra y fray Juan de Robles. Estos fueron enviados por el cardenal con los otros doce envia¬dos por la Reina: es decir, “allende de otras reverendas y honorables personas que allá sus Al¬tezas mandaron yr”.
Acción misional de los franciscanos.
La noticia se refiere especialmente a los tres enviados por el Cardenal Cisneros, pero extensiva al grupo de los doce mandados por la Reina. En primer lugar: adoctrinar, bautizar “e poner en servicio de Dios” a los indios; “principal¬mente, a los caciques e yndios principales”, después “todas las otras personas desús tierras”. En cifras, Vallejo anota de mil a dos mil personas bautizadas por estos tres religiosos.
Fray Francisco Ruiz enfermó y hubo de regresar; estuvo allí menos de seis meses, de agosto a la Navidad del año 1502. Fechas aparte, fray Francisco Ruiz dio “larga cuenta a sus Reales Altezas de todas las cosas de aquellas partidas”; y por tanto llegó a tiempo de haber podido influir, como testigo de excepción, en las nuevas «Instrucciones» de 1503 a Nicolás de Ovando, que son el más completo código pastoral de país en misión, y el último y de-finitivo que la Reina Isabel dio a las Indias.
De esta misión evangelizadora de los religiosos franciscanos de 1502, así como de todos los restantes asuntos de Indias, especialmente de los de La Española, Cisneros tuvo cabal noticia informativa directa por los tres enviados suyos: de fray Francisco Ruiz, hasta finales de este mismo año; y de los otros dos, fray Juan de Trasierra y fray Juan de Robles, hasta adelantado el año 1504 en que regresaron. Ellos mantuvieron correspondencia constante con Cisneros.
Y resultado de su permanencia durante varios años en la misión franciscana en la Española, ellos habían tenido la mayor y mejor información sobre cualquier otra persona que haya transmitido noticias de ella; información que tuvo por destinatario directo al Cardenal Cisneros, y a través de él indirectamente también a la Reina Isabel la Católica.
NOTAS:
BIBLIOGRAFÍA
En las notas de este artículo que ofrecen una abundante referencia documental de Archivos y Bibliotecas, así como de otras obras específicas sobre los temas referidos. DIRECCIÓN GENERAL DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS, Testamento y Codicilo de la reina Isabel la Católica, 12 de octubre y 23 de noviembre de 1504, ed. facsímil (Madrid 1969); V. D. SIERRA, El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires 1942); C. BAYLE, Ideales misioneros de los Reyes Católicos, en Missionalia Hispanica 9 (1952) 233-75; V. RODRÍGUEZ VALENCIA, Isabel la Católica y la libertad de los Indios, en Anthologica annua 24-25 (1977-1978) 645-80; RAFAEL DEL VALLE CURIESES, El reinado de Isabel “La Católica” a la luz de los documentos del Archivo Municipal de Palencia, Instituto “Tello Téllez de Meneses”. Diputación Provincial, Palencia 2007. Para los Documentos Pontificios: J. METZLER, OMI, America Pontificia (3 vol.), EDV 1991. En el Vol. I, pp. 47-67: da una bibliografía histórica importante sobre el argumento.
Los Autores miembros de esta exposición histórica documental fueron varios. El DHIAL presenta una relación sumaria de dicha exposición. Los textos documentales citados los transcribimos tal cual aparecen en los documentos en sus aspectos gramaticales y sintácticos de la lengua castellana usada entonces.
© Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.
Vallisoleti 1990, 647-706.