Diferencia entre revisiones de «TRADICIÓN Y MODERNIDAD; los Colegios Jesuitas del S. XIX»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 16:42 16 jun 2016

Dentro de los esfuerzos misioneros de la Compañía, el colegio es capital: es el principal fundamento de su autonomía económica, garantía de apoyo social, barrera frente a las proscripciones legales y principal cantera de vocaciones. Al mismo tiempo se configura como una fortaleza aislada del mundo exterior y, por causa de esta misma condición, se ve sometido a fuertes conflictos que se reflejan tanto en sus actividades extracurriculares como en la misma estructura de su currículo, que necesita adaptarse a las presiones y necesidades de la sociedad donde se implanta el colegio.

LA VIGENCIA DE LA «RATIO STUDIORUM»

La presencia de la Ratio Studiorum, manifiesta los límites de la adaptación jesuita a las exigencias pedagógicas y legales del mundo moderno, y fuerza a preguntarse hasta qué punto se trata del deseo de mantener vivos los métodos de una tradición educativa o de la manifestación de un necesidad no siempre consciente de resistirse a las innovaciones de la modernidad.

Un primer análisis podría hacer pensar que la Ratio no ocupó un papel destacado en las preocupaciones de los jesuitas americanos del siglo XIX: en las más de dos mil quinientas cartas de este periodo, escritas o recibidas por jesuitas y conservadas en el Archivo de la actual Provincia de Castilla, no llegan a diez las alusiones a la Ratio. En 1855, el P. Manuel Gil solicita al P. Pablo de Blas que envíe a Roma "las observaciones que ocurran a todos aquellos que tienen alguna práctica de colegios, y particularmente sobre el modo de dividir y tratar las materias de teología en 4 años y las de filosofía en 3, y sobre la manera de enseñar en las clases inferiores las [asignaturas] accesorias sin perjuicio del latín y del griego", en cumplimiento del decreto 38 de la última Congregación General que solicitó a los provinciales informes sobre la Ratio, en torno a la conveniencia, o no, de adaptarla a las presiones de los tiempos y a los planes de estudio oficiales.

Las referencias posteriores a la Ratio hacen pensar que la respuesta dada fue contraria a la adaptación de este instrumento pedagógico a los nuevos tiempos: En 1859 el P. Gil, concedió plena libertad al P. Pablo de Blas para decidir sobre la aceptación de un colegio en Cundinamarca, siempre que procediese según la Ratio Studiorum. En otras tres ocasiones, en las Antillas, aparece la Ratio como punto de referencia. Con motivo de los actos de inauguración del curso es muy elogiada, en el colegio de Puerto Rico, por el catedrático de retórica, un miembro del clero secular.

El P. Pujol, en 1859, manifiesta su satisfacción al desentendersede la redacción del reglamento del seminario de Puerto Rico, porque le “parece que no hubiera sido fácil ni aun acercarse a nuestro Ratio”. El Padre Provincial recuerda al P. Güell, rector del colegio de Sancti Spíritus, la necesidad de adaptarse lo más posible a este texto. Del mismo modo, Cotanilla señala como el Colegio de Bogotá, en su segunda época, lo siguió lo más de cerca que le fue posible, y los Avisos para los que van por primera vez a los colegios de las Antillas, de 1877, recomiendan hacer lo mismo, pues la Ratio es el fruto de una larga experiencia que ha producido siempre grandes frutos, mientras el método actual es "fosfórico y pedante" y sólo "se funda en el orgullo y la ignorancia".

Las referencias son muy escasas, pero esto no quiere decir que se trate de un instrumento olvidado; muy al contrario, su vigencia se manifiesta en todo momento y mejor que en ningún otro, en la insistencia con la que aparece en los contratos y convenios firmados con las autoridades civiles o eclesiásticas cada vez que la Compañía se hace cargo de un nuevo colegio.

El estudio de la actividad desarrollada en América permite afirmar que la vigencia de la Ratio es grande en lo referente a principios pedagógicos y metodología, mientras se cumple muy difícilmente su plan de estudios. El P. Bartolomé Munar, siendo Rector del Colegio de Belén, defiende expresivamente la aplicación de la Ratio:

«... sin entrar en un examen que no me corresponde, y sin pretender siquiera establecer un paralelo entre el método de enseñanza universitario y el nuestro diré que el que presentamos, tanto en lo que tiene relación con la enseñanza secundaria como en lo que toca a la filosofía y ciencias es un sistema, cuyas bases sentó tres siglos hace San Ignacio de Loyola, nuestro fundador, el que la Compañía ha seguido y enseñado en todos tiempos y lugares y el que han copiado, han seguido y siguen hoy día las primeras y más célebres academias de la culta Europa, nuestras emulas y rivales. Y si los resultados de un principio son los que comúnmente lo hacen estimar en lo que vale ahí están trescientos años: diga su historia lo que hizo la Compañía derramada por el mundo todo, y abriendo en todas partes asilos a la juventud estudiosa: dígalo esa serie no interrumpida de hombres eminentes en todo linaje de conocimientos, que formó ella con su sistema de instrucción, y que tanto han contribuido a ensanchar lo dominios de la ciencia. Pues bien, Excmo. Señor, ese mismo sistema, ese mismo plan quisiéramos nosotros adoptar y seguir en La Habana. Lo quisiéramos por ser la preciosa herencia que nos han trasmitido nuestros mayores; lo quisiéramos porque ha reunido los votos unánimes de amigos y adversarios, y por tener a su favor la importante y universal autoridad de tres siglos; lo quisiéramos en fin porque lo conocemos, porque lo hemos experimentado, porque estamos seguros de llenar de ese modo las miras del Gobierno y los compromisos que hemos contraído».


En modo alguno renuncian al principio rector de este modelo educativo: la armonía entre el saber y la educación religiosa. También están vivos otros grandes valores: la unidad de acción; la gradación de los estudios, afirmando la lenta asimilación; la enseñanza activa y participativa; el equilibrio entre la teoría y la praxis; la importancia dada al conocimiento de la psicología infantil; la relación cordial entre maestros y discípulos; la suavidad en los castigos; el fomento de la responsabilidad en los alumnos; el principio de adaptación a los lugares y las circunstancias; la creación de una atmósfera favorable al desarrollo del alumno, etc.

Al mismo tiempo, intentan hacer el mayor uso posible de los métodos recomendados en la Ratio: la pre-lección, la repetición de los alumnos, las composiciones, la exposición pública, los cargos honoríficos, las academias, los premios, etc. En algunos casos es manifiesta la actualidad de estas normas (en la suavidad de los castigos o el cambio frecuente de actividad); en otros, se deja intuir en la correspondencia.

Puede afirmarse que, cuando menos, la Ratio Studiorum fue el punto de referencia de toda la Compañía en su labor educativa. Aun así, no puede sostenerse que estos principios se desarrollasen plenamente en la situación, difícil e inestable, de unos colegios presionados por la falta de personal, las malas relaciones con muchos gobiernos, la necesidad de adaptarse a planes oficiales de estudio, el desagrado de los alumnos hacia algunas asignaturas y el rechazo de muchas familias a la prolongada estancia de sus hijos en el colegio para conseguir, en principio, el mismo título que otros centros daban en menos años.

EL PLAN DE ESTUDIOS: PRUEBAS DE LA FALSEDAD MODERNA

La mayor dificultad para mantener la vigencia de la Ratio estuvo en el plan de estudios. La Ratio establece un bachillerato de ocho cursos dividido en cinco inferiores (ínfima, media, superior, humanidades; retórica) y tres superiores o de filosofía. Por el contrario, en el caso que ahora estudiamos la actividad escolar se concentró básicamente en cinco cursos: tres de latinidad y dos de filosofia (véase el cuadro); si bien, como sucedió en La Habana, pudo oscilar entre nueve cursos, cuando en 1863 se introdujo el cuarto de filosofia, y siete, cuando a partir del curso 1866 se suprimió el tercero.

Siguiendo los planes de estudio del Colegio de Belén, que se conservan completos, se puede estudiar el contenido de la enseñanza jesuita; incorporando algunas observaciones a partir de los programas de otros centros.

La mayoría de los colegios, antes de comenzar la enseñanza secundaria, ofrecía a los alumnos la posibilidad de cursar una preparatoria, en uno o dos cursos, para cubrir las deficiencias formativas que podían incapacitarles para estudiar con éxito la secundaria. En el primer año de preparatoria el objetivo principal era ejercitar a los alumnos en la lectura, la escritura y los rudimentos de las matemáticas. Además se introducía la geografía, aplicando sus nociones generales al caso de Cuba, y la gramática.

Lógicamente la religión constituía otra de las materias del curso, dividida en catecismo e Historia Sagrada. Los temas del catecismo eran: el nombre y la señal del cristiano; las obligaciones del cristiano; el Creador; los artículos de la fe; El Padre Nuestro; Ave María y Salve; otras oraciones; los mandamientos de la ley de Dios y los de la Iglesia. La Historia Sagrada, a partir del Compendio de Fleury, se extendía desde la Creación a la fundación de la Iglesia.

En otras ocasiones, por ejemplo, en Popayán, esta primera introducción a la Historia Sagrada se prolonga hasta Constantino, solapándose el estudio de las Sagradas Escrituras con la historia de la Iglesia. En el segundo curso de preparatoria se ampliaban estas nociones, insistiendo nuevamente en la numeración, las cuatro reglas de las matemáticas, la geografía de Cuba, el Compendio de Historia Sagrada de Fleury y el Catecismo del P. Ripalda.

Además se introducía por primera vez la historia, con unas nociones generales de historia universal y la historia de Cuba, dividida en cinco periodos: Descubrimiento, Conquista y Colonización, Organización, Civilización y Prosperidad. Significativamente, al tiempo que se comienza el estudio de la geografía a partir de Cuba, mientras que en los otros colegios se comienza con la geografía de Europa, se pone de manifiesto el compromiso de los jesuitas con la causa de España, reflejado en el análisis que se hace de su experiencia colonizadora, en el hecho de calificar de prosperidad la última época y en la misma prolongación del estudio de la historia, cuando, normalmente, centran su interés en la historia antigua y, en muchísima menor medida, en la medieval. Su actuación es comprensible, por ser los jesuitas en su mayoría españoles y por depender el colegio del Gobierno, pero les debió plantear, como mínimo, un problema de adaptación a partir de 1898.


EL CURRÍCULO BÁSICO DE LOS COLEGIOS JESUITAS

En La Habana la enseñanza secundaria se divide en dos bloques: los tres cursos de latinidad -a los que puede reducirse la enseñanza en otros colegios- y los cursos de filosofía. En el primer curso de latinidad, o curso ínfimo, se imparte latín, lengua y gramática castellana, geografía, aritmética, historia y religión. La religión se centra principalmente en el estudio del Antiguo Testamento, llegando hasta la división del reino de Israel, el curso en que más materias se imparten.

La asignatura de historia, en la que se combina la historia sagrada y la profana, establece las principales divisiones cronológicas y se centra en la Edad Antigua, de la Creación al Imperio de Alejandro, dedicando atención a Mesopotamia, Egipto, China, África y Grecia. En Medellín y en Bogotá, por el contrario, se separa la historia de la historia sagrada, llegando ésta hasta la época de Constantino. En Popayán la historia se centra en la Roma republicana. En Medellín se incorpora un curso de declamación. Con respecto a la distribución del tiempo, sabemos, por ejemplo, que en Puerto Rico se impartían semanalmente seis horas de latín y seis de lengua -ambas asignaturas en dos clases de tres horas-, dos clases de una hora de religión y otra hora de geografía. Al estudiar el Antiguo Testamento y la Historia Sagrada se pone de manifiesto un rasgo muy destacable y común a todos los colegios: la posición marginal que ocupa la profecía.

Son muy raros los años y los colegios en los que se estudia este tema con entidad propia. Se hace en el curso preparatorio inferior de los colegios de Bogotá, en 1859, y Belén, entre 1859 y 1863, y en el curso medio del colegio de Medellín, en 1860, pero tanto en los programas de estudio como en la correspondencia de los jesuitas o en sus distintos escritos, informes y memoriales, aparece únicamente -o casi exclusivamente, para no olvidar la existencia de algunas referencias de carácter moralizante- en dos sentidos: las profecías de Cristo, y con insistencia la que advierte de la persecución que sufrirán sus discípulos a imitación de la sufrida por él, y las profecías veterotestamentarias que anuncian la venida del Señor.

Es significativo, por ejemplo, que uno de los objetivos de cuarto de filosofía, en 1864, en el Colegio de Belén, sea explicar cómo "los milagros y las profecías son posibles y son además una señal cierta de la Divina Revelación". En la misma línea, se expresa un drama navideño de los representados en estos colegios: "No sabes que los escritos / de los profetas prometen / que nacerá de una Virgen / el que ha de ser Rey de Reyes". De este modo el profeta queda reducido a un anticipador.

En el segundo curso de latinidad (curso medio) en La Habana se imparte latín, lengua castellana, historia de Roma hasta la ruina del Imperio de Occidente (en Popayán sólo se habla de la República), geografía de Europa, aritmética y religión, centrada en el Nuevo Testamento. En Medellín se incorpora ya en este curso el griego y el francés y se imparte historia sagrada, que continúa centrada en el Antiguo Testamento.

Por el contrario, en Bogotá (al igual que lo hará La Habana en el curso siguiente) en la asignatura de religión se ha sustituido ya la Biblia por la enseñanza sistemática, centrada en las verdades que se deben creer, la explicación de cada uno de los artículos del símbolo y los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia y las virtudes.

En el tercer curso de latinidad (Curso supremo) se imparte en La Habana religión, latín, lengua castellana, literatura, historia, griego, álgebra, geografía, teneduría de libros y cálculo mercantil. La historia, ya medieval, comienza en Carlomagno y estudia las principales naciones de Europa a partir de una división por reinados. El interés por la historia medieval es llamativo; los otros colegios en este mismo curso siguen impartiendo historia de Roma, principalmente republicana, aunque estas diferencias se relacionan, muy probablemente, con las capacidades de los profesores y carecen de importancia para los jesuitas considerando la idea que de la historia tienen.

En La Habana la enseñanza religiosa, partiendo del Nuevo Testamento, se centra en los hechos principales de los primeros siglos de la Iglesia, desde la venida del Espíritu Santo hasta el martirio de los apóstoles, concluyendo con el fin trágico de los perseguidores de la religión cristiana -muy significativamente se pone en relación con la situación decimonónica- y la labor de los apologistas del cristianismo.

Una y otra vez se repite en los distintos cursos la profecía terrible contra Jerusalén: "Ve a este pueblo y diles: Oiréis, pero no entenderéis, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han endurecido sus oídos para no ver con sus ojos, ni oír con sus oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse, para que yo los sane" (Hch 28,26-27), concluyendo que la descristianización decimonónica es fruto de la inmoralidad de costumbres.

Si a la hora de estudiar los fundamentos del orden político se partirá de la imposibilidad de fundamentar la moral, social e individual, sin referirla a Dios; ahora se afirma que es la relajación de las costumbres morales la que debilita la fe. Cuando se suprime el último año de filosofía, en 1866, se incorpora a la historia de la Iglesia del tercer curso de latinidad el estudio de la divinidad de Jesucristo y el de sacramentos.

Con respecto al primer tema se pretende presentar las principales pruebas de la divinidad de Jesucristo (milagros, profecías, rápida propagación del evangelio, mártires, doctrina y santidad de la vida de Jesús), en oposición a sus detractores: los herejes que niegan su divinidad, los judíos, los arrianos, los racionalistas y los incrédulos. La asignatura de religión del tercer curso del Colegio de Bogotá tiene un contenido semejante: las pruebas de la existencia de Dios, de la inmortalidad y espiritualidad del alma humana, de la necesidad de la religión y la revelación y de la divinidad de la religión cristiana, recurriendo al mismo tipo de pruebas y terminando con los caracteres que distinguen a la verdadera Iglesia de Jesucristo y el poder del Papa.

Con respecto a los sacramentos, en La Habana se realiza una introducción al tratado teológico clásico: quién los instituyó y en qué se distinguen los de la ley nueva y los de la ley antigua; potestad de los apóstoles y de la Iglesia en orden a los sacramentos; distinción de éstos entre sí; efecto en los que los reciben dignamente; qué gracia causan los sacramentos; cómo y cuándo la causan, y necesidad de los sacramentos para la justificación.

En el cuarto curso, primero de filosofía, o curso de humanidades, en La Habana impartían religión, latín, lengua castellana y literatura, historia, geografía, álgebra y griego. Los demás colegios imparten las mismas materias, excepto Bogotá que imparte además historia griega y medieval. Además tanto Bogotá como Medellín centran la asignatura de geografía en Europa, con nociones sobre América y Nueva Granada.

En el colegio de La Habana, hasta 1864 la materia impartida en las clases de religión se divide en dos grandes bloques: la divinidad de Jesucristo y los sacramentos. Con un esquema muy semejante al del tercer curso de latinidad, se concluye que "los racionalistas, los incrédulos y los demás que niegan la divinidad de Jesucristo y su doctrina son muy malos pensadores", indicando "la verdadera causa que les mueve a negar los dogmas revelados", que, como en tantas ocasiones se repite, es la soberbia humana. Cuando, en 1866, se suprime uno de los cursos de filosofía, integrando en el cuarto año de segunda enseñanza la Clase de humanidades y retórica, el contenido de las asignaturas se amplía. La historia se centra en la Edad Moderna y la asignatura de religión explica básicamente los siguientes temas:

Definición de la verdadera religión; Medios para conocer los deberes religiosos; Carácter del impío, el supersticioso y el pecador; Religión dominante entre los antiguos, antes y después del diluvio y hasta Jesucristo; La protección de Dios sobre el pueblo hebreo y su causa; Venida del Mesías, su misión y su vida pública; Fundación de la Iglesia y forma de gobierno; Celo de los primeros predicadores del cristianismo y rápida propagación de éste; Fuerza incontrastable de un argumento fundado en el principio de causalidad para probar la divinidad de la religión católica; Bienes que ha traído al mundo la religión de Jesucristo en el orden intelectual y moral; Gracia interior que se dispensa a los cristianos para obtener la felicidad eterna, y aun temporal, en cuanto es posible disfrutarla en la tierra; Diferentes acepciones que puede tener la palabra gracia; Ventajas de la sociedad cristiana sobre las antiguas; Medios con los que la religión cristiana ha ennoblecido al individuo; Diferencia entre la condición de los esclavos del paganismo y los esclavos en los países católicos; Amor mutuo y universal entre todos los hombres que ha inspirado el cristianismo; Medios Con los que la religión cristiana ha mejorado el estado de la familia; Inconvenientes de la poligamia; El cristianismo ha reformado el derecho público de las naciones. Influencia saludable de la religión cristiana en las relaciones mutuas entre súbditos y gobernantes. Suavidad de costumbres y rectitud de la conciencia pública en los estados que profesan el catolicismo.

Teniendo en cuenta que la materia religiosa impartida en el Colegio de Bogotá comprende aproximadamente los mismos temas, comenzando por la religión en general -Dios y las pruebas de su existencia-, para concluir con los caracteres o notas que distinguen la verdadera Iglesia de Jesucristo, merecen destacarse, junto al hecho de que vuelve a prescindirse de la profecía, dos rasgos: la importancia dada a los elementos probatorios en la enseñanza de la religión, y el alto contenido apologético y conservador de la misma.

Es significativo que en el curso de 1867 la misma materia se concentra bajo el expresivo título La verdad de la religión cristiana probada contra los incrédulos y que se divida en 10 temas, siete de los cuales se plantean como pruebas de la verdad cristiana. El permanente planteamiento apologético y conservador reflejado en los bienes traídos por el cristianismo al mundo lleva, muy significativamente en Cuba, donde los jesuitas se han comprometido con el estatus existente, a insistir en la distinta condición del esclavo antiguo y el moderno, y a temas tan claros e ilustrativos como el titulado Influencia saludable de la religión cristiana en las relaciones mutuas entre súbditos y gobernantes. Suavidad de costumbres y rectitud de la conciencia pública en los estados que profesan el catolicismo, que habla de la religión como garante del orden social y único soporte para la moral. En el segundo curso de filosofía, o curso de retórica, en La Habana se imparte religión, latín, lengua y literatura castellanas, griego, historia (en Bogotá llega hasta el siglo XVIII y en Medellín vuelve a ser Antigua), geografía astronómica (de Asia y América, en Medellín), matemáticas y mineralogía, elocuencia y poética. Mientras en La Habana se esperará al último curso, en Medellín hay un mayor interés por la filosofía (antropología y lógica).

Mientras La Habana vuelve a incidir en la misma estructura y planteamientos en lo que respecta a la asignatura de religión (definición de la verdadera religión, medios para conocer los deberes religiosos, bienes que ha traído al mundo la religión cristiana, etc.), en otra línea apologética, en Bogotá se aprovecha el Catecismo de controversia religiosa de Scheffmacher para hablar del origen del luteranismo, de la verdadera Iglesia de Jesucristo y de los errores luteranos con respecto a la palabra de Dios, a Cristo, a los santos, a los sacramentos, al purgatorio y al Primado Romano.

En el tercer curso de filosofía en La Habana se imparte religión, filosofía (lógica, metafísica, dialéctica, crítica, método, ontología, cosmología, psicología), griego, física, historia natural (zoología, botánica), geografía, química (inorgánica y orgánica), trigonometría y geometría. En Bogotá y en Medellín se manifiesta un mismo interés por la filosofía y no hay razón para pensar que no sea igual en los demás colegios.

En La Habana el tercer año de filosofía las clases de religión se estructuran en tres grandes bloques: Religión en general, donde define el concepto, distingue entre la natural y la revelada y pretende probar que a Dios se le debe religión y que sólo puede haber una religión verdadera; Religión natural, que busca demostrar la insuficiencia de ésta, y Revelación y religión cristiana, que se desarrolla básicamente en tres direcciones.

En primer lugar, plantea la posibilidad y la necesidad de la divina revelación: la necesidad de la Revelación en cuanto a los misterios para que sean conocidos y en cuanto a las verdades que no superan los alcances de la humana inteligencia, que es moral, para evitar que los hombres caigan en errores groseros sobre la divinidad que les alejen del pleno conocimiento de sus deberes. En segundo lugar, se plantean las señales para conocer la verdadera revelación y distinguirla de las falsas supersticiones (los milagros, las profecías, la excelencia de la doctrina cristiana, su rápida propagación, su larga conservación y el testimonio de los mártires).

Por último, se considera la necesidad de una autoridad infalible para defender la revelación divina y, sobre esta afirmación, se estudia el sujeto en quien dicha autoridad reside (en la Iglesia de Jesucristo, una, visible y perpetua, que cuando propone o defiende la divina revelación es infalible); lo poco que hubiera servido al género humano la Revelación, si no hubiese quedado en la tierra una autoridad divinamente instituida e infalible; cómo las continuas variaciones y la esterilidad de las misiones protestantes demuestran su falsedad y, afirmando que fuera de la Iglesia católica no hay salvación, la posibilidad de admitirse en algún caso la tolerancia civil, pero nunca la religiosa. Además, junto a la materia de religión, en 1866 y 1867 se desarrollan temas de moral personal y social, al igual que lo hace, quizás con menos detalle, Medellín y lo había hecho, cursos antes, Bogotá.

Once son los temas considerados. El primero, bajo el título Ética general, parte de cómo Dios, autor de la naturaleza, propuso al hombre un fin último, que es el mismo Dios. Dios en cuanto es conocido por el entendimiento y amado por la voluntad constituye el último fin subjetivo del hombre. La Bienaventuranza natural y sobrenatural no puede consistir en los placeres, ni en las riquezas, ni en los bienes del cuerpo, ni en el conocimiento de Dios que en esta vida se tiene, ni en las virtudes que aquí se ejercitan.

Los actos de conocimiento y amor de Dios con que el hombre consigue su último fin sacian por completo su apetito. Es contradictorio el hacer consistir el último fin del hombre en el progreso indefinido del género humano sobre la tierra. El tema segundo, Moralidad, trata de la moralidad de las acciones humanas, de la existencia de actos morales buenos o malos por naturaleza, de la imposibilidad de que existan en concreto acciones indiferentes, aunque en abstracto puedan no ser ni buenas ni malas, del entendimiento como la facultad que percibe la honestidad o malicia de las acciones humanas y de cómo la bondad moral de los objetos no consiste en su conformidad con la libre voluntad de Dios, sino en su conveniencia con la naturaleza racional en cuanto racional.

En el tema tercero, Definición y división de la ley según Santo Tomás, con relación al legislador y al súbdito, hay que destacar entre los objetivos la demostración de cómo la razón humana es incapaz de obligarse a sí misma. Tras un tema dedicado a la Ética especial o deontología, se plantean los Deberes para con Dios, tema cinco, especialmente el deber absoluto que tiene el hombre de procurar conocer a Dios y el hipotético de creer en él, si se manifiesta por vías extraordinarias, de amarle y darle culto interno y externo.

Después se desarrollan los Deberes del hombre para consigo mismo (el de la propia conservación y el de perfeccionarse) y los Deberes para con los demás hombres: los fundados en la caridad (amar al prójimo como a nosotros mismos, amar a nuestros enemigos) y los fundados en la justicia (rechazo del duelo, aceptación de la legítima defensa, deberes respecto a la fama, los bienes de fortuna y la propiedad de los demás hombres). En el mismo tema se desarrolla lo referente a la propiedad: derecho de adquirir dominio de propiedad sobre los bienes que se consumen y sobre los bienes raíces; los títulos primitivos y originarios en los que se funda el derecho de propiedad; los modos de adquirir propiedad; la facultad de testar; la usura y las condiciones legítimas para exigir interés.

El tema ocho se dedica a la Sociedad: tipos de sociedad; relación de la sociedad con la naturaleza del hombre origen de la sociedad (multiplicación de las familias procedentes de un mismo tronco viviente); fin de la sociedad civil; concepto y necesidad de la autoridad, que no proviene de la voluntaria sujeción de los ciudadanos sino que se deriva de Dios. Estas cuestiones se prolongan en el tema Acción de la autoridad civil, donde, entre otras cosas, se rechaza la "absoluta libertad de imprenta" y que la ley civil puede ir contra las leyes divinas y se estudian los problemas asociados a la tributación, a la sanción de los delitos, a la acción del Estado en el campo educativo y a los bienes físicos que la suprema autoridad debe procurar a los súbditos.

Tras un tema dedicado al Derecho internacional, el once se dedica a la Sociedad religiosa, a cómo Jesucristo instituyó la Iglesia católica, que es una sociedad visible y divina en la cual tienen estricta obligación de ingresar todos los hombres, al carácter independiente de la Iglesia, a su forma de gobierno y a sus derechos: obligatoriedad de las leyes canónicas, libertad de predicar el evangelio en todo el mundo, adquirir dominio sobre bienes temporales e imposición de tributos a sus fieles.

A lo largo del curso se va contestando las opiniones de Puffendorf, Hobbes, Rousseau, Heinecio, Grocio, Bentham, Fourier, Thomasius, Kant, Cousin, Helvecio o Galluppi; con títulos tan significativos como: "Pacto social. Fundamento de esta absurda invención. Autoridad in concreto (opinión de algunos escolásticos y su diferencia de algunos pseudofilósofos modernos)".

Viendo las formas de argumentar en los discursos académicos públicos, hay que preguntarse hasta qué punto se trata de una crítica sólida o, por el contrario, de despachar rápidamente sus planteamientos. En este sentido, es altamente significativo lo que señala el discurso citado más abajo:

"El género humano progresa, porque debe progresar y no puede menos de progresar. Esto dice una escuela que hoy quiere dominar a todas las ciencias y artes, y dirigir a todos los gobiernos y sociedades. La analogía entre la vida individual y la social; la historia estudiada filosóficamente, y la misma misión del Cristianismo, le sirven, dice ella, de apoyo; y subiéndose a la alta cátedra que le han levantado el orgullo de sus profesores y la ignorancia de sus agentes, da las lecciones de la nueva y según ellos encumbrada filosofía.

¿Queréis que haga pasar delante de vosotros estos grandes doctores empezando por Kant y rematando por Lamartine? Pero cuándo acabaríamos. Oigamos solamente a dos o tres, y oigámosles sólo dos o tres palabras para formar una leve idea: «Tres verdades --dice Chateaubriand- forman la base del edificio social: la verdad religiosa, la verdad filosófica, y la verdad política. Estas tres verdades las ha habido en todas las épocas y edades de las naciones; y cuando después de largas peleas lleguen a equilibrarse, producirán la perfección de la sociedad».

Si no entendéis, señores, cómo tantas verdades conocidas hasta aquí se reducen ahora a tres, y, cómo puede haber verdades contrarias que pelean y se reconcilian, tened paciencia que éste es el progreso. Dejemos pues a Chateaubriand y oigamos a Coussin, al grande hombre nacido, según él mismo, para tocar la cumbre de la más sublime ciencia. Redoblad vuestra atención que harto la necesitaréis.

«En la conciencia de cada individuo (dice) así como en la del género humano, hay tres términos o elementos esto es, lo finito, lo infinito, y la relación de lo finito a lo infinito. Ahora las diferencias características que dividen el desarrollo de la conciencia del individuo, o de los tres términos, son las diferentes épocas de la vida del hombre, y de la sociedad. Esta sucesión procede matemáticamente en virtud de una geometría sublime, y por eso el progreso será necesariamente una serie geométrica».

¿Bastará, señores, de Coussin? Creo que basta, pues ni yo entiendo palabra, y os supongo a vosotros demasiado cuerdos para creer que lo entendéis. Sin embargo me habéis de permitir que saque, por un solo momento, a Fourier el famoso: «Hay cuatro movimientos (dice el maestro) y las leyes de estos cuatro movimientos están regidas por leyes matemáticas. Por eso las pasiones en el hombre y en el animal no poseen más que efectos geométricamente arreglados por Dios. Así es que, por ejemplo, las propiedades de la amistad están calcadas sobre las del círculo; las del amor lo están sobre las de la elipse; la parábola es el modelo geométrico de la paternidad; la hipérbole de la ambición ...»

¿Qué tal señores? ¿No es esta la quintaesencia de la locura? Pues ahora añadid que quien esto escribía se daba a sí mismo 1.000 años de existencia antecedente, y que aún le faltaban 73 mil para morir; y profetizaba que el mundo llegaría a tal perfección no sólo en lo moral sino también en lo físico, que hasta el agua del mar perdería su amargura y se convertiría en limonada ... «Risum teneatis amici». Y no obstante este loco es el jefe de la escuela progresista llamada Falansteriana. «Oh tempora! Oh mores!»".

Además, por lo menos en 1866, se dedicaron algunos temas al misterio de Dios: Teodicea: Existencia de Dios. Ateísmo y teísmo. Pruebas de la existencia. Refutación de los que pretenden explicar el orden del mundo por el azar. Naturaleza de Dios. Amor de Dios. Creación y conservación de las sustancias creadas. Providencia. Estos mismos temas se dieron en el cuarto año de teología, que sólo se impartió en La Habana entre 1863 y 1866. En cierto modo amplió algunas de las materias señaladas para el tercer año.


NOTAS

Preparatoria Latinidad Filosofía
(uno o 2 cursos) Ínfima Media
Filosofía 1
Superior
Filosofía 2
Humanidades Retórica Filosofía 3 Filosofía 4
Religión
Lengua o Literatura
Latín
Historia
Geografía
Matemáticas

BIBLIOGRAFÍA

CHARMONT, F. La pedagogía de los Jesuitas. Madrid, 1952

COTANILLA, P. José Joaquín, S.J. Historia de la misión colombiana de la Compañía de Jesús. (Manuscrito en cuatro tomos, conservado en AHJPTSJ C-92 (1866)

GIL CORIA, Eusebio. La pedagogía de los jesuitas ayer y hoy. Madrid, 1999

REVUELTA, Manuel. Los colegios jesuitas y su tradición educativa (1868-1906). Madrid, 1998

FRANCISCO JAVIER GÓMEZ DÍEZ © Forum Hispanoamericano Francisco de Vitoria