Diferencia entre revisiones de «MAGAÑA SERVÍN, Luis»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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==Miembro activo de la A.C.J.M.==
 
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En cuanto se fundó en Arandas la Acción Cató1ica de la Juventud Mexicana (ACJM) que tenía como fin coordinar las fuerzas vivas de la juventud para cooperar en la restauración del orden social cristiano, Luís se afilió a ella y se metió de lleno en la vida de esta asociación. Con toda seguridad a principios de 1923 conoció y trató a Miguel Gómez Loza, otro de los mártires, quien vivió una corta temporada en Arandas.  En aquellos días combativos, los jóvenes católicos no escondían ni su fe ni su fuerza. Se les ofrecían a diario numerosas ocasiones para demostrarlo. Así el 27 de noviembre de 1921 se celebró en Arandas un acto de desagravio por el ataque dinamitero perpetrado en la Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe en la ciudad de México; y días después, el 7 de enero de 1922, en la fiesta patronal, todos los arandenses juraron solemnemente defender la sagrada Imagen Guadalupana. En todos estos actos estaba Luís en primera fila.  
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En cuanto se fundó en Arandas la Acción Cató1ica de la Juventud Mexicana (ACJM) que tenía como fin coordinar las fuerzas vivas de la juventud para cooperar en la restauración del orden social cristiano, Luís se afilió a ella y se metió de lleno en la vida de esta asociación. Con toda seguridad a principios de 1923 conoció y trató a Miguel Gómez Loza, otro de los mártires, quien vivió una corta temporada en Arandas<ref>Summ., Proc. G, Test. II, 297, § 787; ver también: Proc. G, Test. VI, 317.</ref>. En aquellos días combativos, los jóvenes católicos no escondían ni su fe ni su fuerza. Se les ofrecían a diario numerosas ocasiones para demostrarlo. Así el 27 de noviembre de 1921 se celebró en Arandas un acto de desagravio por el ataque dinamitero perpetrado en la Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe en la ciudad de México; y días después, el 7 de enero de 1922, en la fiesta patronal, todos los arandenses juraron solemnemente defender la sagrada Imagen Guadalupana. En todos estos actos estaba Luís en primera fila.  
  
Los testigos hablan de su amor filial hacia la Virgen María y su devoción hacia la Eucaristía. Lo demuestra el hecho de que va a promover la Adoración Nocturna en Arandas. Así el 7 de noviembre de 1922 al fundarse en aquella población la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, con el objeto de hacer guardia y oración ante Jesús Eucaristía durante la noche como acto de reparación y desagravio por los ultrajes hechos al amor de Dios, Luís fue uno de los socios fundadores más comprometidos, siempre fiel a su turno de la noche. “Luís no tenía ninguna clase de vicios; era un hombre muy entero y de una gran responsabilidad; su fuerte era la adoración nocturna; ahí se llenaba de Dios; y su actividad era la A.C.J.M. donde le metía todo el valor para la defensa de la Iglesia. Era alegre, muy activo, buen organizador, de grande fe y esperanza en Dios nuestro Señor. Un burro de trabajo. Bueno para tratar a las personas, gran amigo del párroco J. de Alba, ¡cómo le ayudó al señor cura! Era un líder entre la muchachada. Yo si creo que haya tenido espiritualidad muy grande para hacer lo que hizo” .
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Los testigos hablan de su amor filial hacia la Virgen María y su devoción hacia la Eucaristía. Lo demuestra el hecho de que va a promover la Adoración Nocturna en Arandas. Así el 7 de noviembre de 1922 al fundarse en aquella población la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, con el objeto de hacer guardia y oración ante Jesús Eucaristía durante la noche como acto de reparación y desagravio por los ultrajes hechos al amor de Dios, Luís fue uno de los socios fundadores más comprometidos, siempre fiel a su turno de la noche. ''“Luís no tenía ninguna clase de vicios; era un hombre muy entero y de una gran responsabilidad; su fuerte era la adoración nocturna; ahí se llenaba de Dios; y su actividad era la A.C.J.M. donde le metía todo el valor para la defensa de la Iglesia. Era alegre, muy activo, buen organizador, de grande fe y esperanza en Dios nuestro Señor. Un burro de trabajo. Bueno para tratar a las personas, gran amigo del párroco J. de Alba, ¡cómo le ayudó al señor cura! Era un líder entre la muchachada. Yo si creo que haya tenido espiritualidad muy grande para hacer lo que hizo”''<ref>Summ., Proc. G, Test XV,  350-351, § 940; ver también: Proc. G, Test. XII,  337, § 899; Proc. G, Test. I,  292, § 771.</ref>.
  
 
Luís viajaba regularmente con su padre a Atotonilco para vender los cueros curtidos. Por aquellos años, los pueblos de Los Altos estaban comunicados entre sí por caminos empedrados, en el mejor de los casos, o por terracerías y brechas para comerciar los productos agroganaderos. La comunicación se hacía principalmente a través de diligencias de arrieros, incansables comerciantes y efectivos portadores de noticias. Testimonio del buen talento de Luís en sus actividades laborales y comerciales es una escritura de compra venta, fechada el 18 de mayo de 1925, con la cual Luís Magaña Servín compró a la Sra. Adelaida Herrera, viuda de Loza, una finca urbana en la calle Aldama y la pagó al contado con cuarenta pesos de oro nacional, fruto de su trabajo y de sus ahorros.
 
Luís viajaba regularmente con su padre a Atotonilco para vender los cueros curtidos. Por aquellos años, los pueblos de Los Altos estaban comunicados entre sí por caminos empedrados, en el mejor de los casos, o por terracerías y brechas para comerciar los productos agroganaderos. La comunicación se hacía principalmente a través de diligencias de arrieros, incansables comerciantes y efectivos portadores de noticias. Testimonio del buen talento de Luís en sus actividades laborales y comerciales es una escritura de compra venta, fechada el 18 de mayo de 1925, con la cual Luís Magaña Servín compró a la Sra. Adelaida Herrera, viuda de Loza, una finca urbana en la calle Aldama y la pagó al contado con cuarenta pesos de oro nacional, fruto de su trabajo y de sus ahorros.

Revisión del 18:03 11 jun 2014

(Arandas, 1902; Arandas, 1928) Beato, Mártir

Las raíces profundas de un mártir

La población de Arandas está situada en Los Altos de Jalisco, tierra que ha dado a la Iglesia numerosos mártires en la época de la persecución religiosa y forjó gentes formidables que lucharon entonces por su libertad religiosa. Una de estas figuras admirables de jóvenes seglares es la de Luís Magaña Servín[1]. Este joven y otros muchos, a veces de manera distinta pero todos aunados bajo el grito de “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”, confesaron sin medias tintas su pertenencia a Cristo.

Luís Magaña Servín había nacido en Arandas, el 24 de agosto de 1902 y morirá fusilado en la misma ciudad el 9 de febrero de 1928. Contaba 25 años y 5 meses y medio. Estaba casado desde hacía apenas dos años. Tenía un hijo y cinco meses después de su muerte, nacería otra hija póstuma. Luis era el primogénito de los esposos Raimundo Magaña Zúñiga y María Concepción Servín Gómez; habían contraído matrimonio el 14 de noviembre de 1901 en la iglesia parroquial de Ntra. Señora de Guadalupe, ante el sacerdote Don J. Refugio Durán. Los Magaña Servín se establecieron en la calle Vallarta, en una casa grande del barrio de arriba. Tuvieron tres hijos: Luís, Delfino y José Soledad.

Luís nació el 24 de agosto de 1902 a las 10 de la noche y fue bautizado dos días después por el sacerdote Don Víctor Díaz en la iglesia parroquial de Arandas;[2]sus padrinos fueron Mariano Magaña y Francisca López. Sería confirmado tan sólo tres años después, el 2 de julio de 1905, de manos del arzobispo de Guadalajara Don José de Jesús Ortiz, durante una visita pastoral a Arandas. Don Raimundo, el padre, tenía fama de ser hombre honrado, formal y trabajador; poseía una pequeña industria de curtidos de pieles; fabricaba monturas, coyundas o correas para uncir a los bueyes u otros usos, cinturones, huaraches, zapatos, tiras de cuero, etc. Los hijos de la familia aún adolescentes entrarían en el negocio del padre como aprendices con toda la responsabilidad de un trabajo que les pedía sacrificio y tesón. La madre, doña Concepción, pertenecía a la característica generación de madres mexicanas, totalmente dedicadas a la familia y a la crianza de los hijos que enriquecían a la familia y a la patria, como se decía entonces. Ella supo inculcar en sus hijos una piedad sólida, y como en muchas familias de aquellas comarcas alteñas, un gran amor a la Eucaristía y a la Virgen Maria.

En la escuela de la tradición mexicana

En el México de finales del siglo XIX y de comienzos del XX, la escuela era todavía escasa en muchos ambientes. Por ello non encontramos con numerosas iniciativas educativas que parten del mundo católico, fundadas por religiosos, religiosas y sacerdotes. Muchos sacerdotes, especialmente en los ambientes rurales y en lugares menos afortunados de las ciudades y del campo, abrieron numerosas escuelas de todo grado. Uno de estos sacerdotes, el Sr. Cura Don Juan N. de la Torre, había fundado una escuela parroquial en Arandas durante los años en que allí había sido párroco desde 1895 a 1908.

EI niño Luís Magaña Servín empezó a ir a esta escuela; recibió su primera comunión el 25 de diciembre de 1909, cuando contaba solamente 7 años, un hecho excepcional para aquellos tiempos y ambiente, cuando la edad de la primera comunión giraba más allá de los 12 o 13 años. Su infancia y adolescencia transcurrieron en la tranquilidad de un pueblo fuertemente tradicional: entre la casa, la iglesia y la escuela. Los Magaña - Servín como buena parte de los vecinos eran madrugadores; el trabajo lo exigía, pero además era lógico en un ambiente donde había que vivir y trabajar siguiendo el curso de la luz del sol. Todos en la familia se levantaban muy temprano; a las cinco de la mañana papás e hijos iban a misa a la parroquia; solían comulgar a diario. De vuelta a casa los niños desayunaban y luego se iban a la escuela[3]. Por las tardes los niños ayudaban en el trabajo de la curtiduría; buenos aprendices del oficio, con el tiempo se convirtieron en brazo derecho de su padre. Muy pronto Luís llegó a estar al frente de la curtiduría[4]. Así los recuerda un antiguo amigo: “Ahí en Arandas [Luís] trabajó desde muy joven. Fue un excelente apoyo para sus padres; él estuvo al frente de la peletería y de la fábrica de huaraches. Era muy reservado; le ayudaba mucho al señor cura, les daba como catecismo a los demás muchachos. Él era muy de rutina, su trabajo, su iglesia, de vez en cuando se iba al béisbol, así pues en un pueblo no hay mucho que decir”[5].

Un joven firme

Desde muy joven Luís destacó especialmente por la firmeza de su fe y su coherencia de vida cristiana. Los testigos aseguran que Luís se acercaba con frecuencia a los sacramentos y vivía lo que creía con gran sencillez y naturalidad. En la forma lacónica de los testimonios jurados en el Proceso sobre su martirio se suceden las cuentas de un rosario de juicios que nos deescriben esta entereza y esta fuerza del joven Luís. “Ese muchacho valía oro, só1o con su pura fe”[6], dirá un conocido suyo. “[Luís] tuvo una fe muy grande y a prueba de todo y sobre todo”[7], añade otro. “Él tenía su fe bien puesta, iba a su misa y a otras cosas más. Usted lo podía ver con frecuencia en la calle acompañado por el señor cura o él lo acompañaba; lo cierto es que ahí andaban los dos. Yo creo que si no se hubiera quedado a trabajar con su familia, hubiera sido un buen cura, de esa calidad de persona era Luís”[8].

Luís colaboró de manera especial con el párroco Don Amando J. de Alba, quien permaneció al frente de la parroquia durante 8 años, de 1918 a 1926. Era un sacerdote y un pastor excepcional, muy abierto y sensible ante los problemas sociales de sus parroquianos. Por ello fundó tres sindicatos: "Casa amiga de la obrera", "Liga católica arandense" y "Obreros cató1icos de Santa María de Guadalupe", que reunía a los obreros de la población como artesanos, albañiles, zapateros, herreros y curtidores. Ciertamente Luís Magaña perteneció a esta última asociación. Los testigos declaran que en todas las iniciativas parroquiales Luís fue incondicionalmente el brazo derecho del párroco.

A su vez, el párroco Don Amando, supo influir de manera positiva en Luís forjándolo espiritualmente, avivando su piedad, y orientando sus energías juveniles hacia el apostolado. Muy pronto Luís estuvo comprometido en el apostolado parroquial, dando catecismo y ayudando en varias iniciativas de formación espiritual de los jóvenes, y participando activamente en asociaciones presentes en la parroquia como la Adoración Nocturna, la A.C.J.M. y los movimientos obreros católicos presentes en la parroquia.

A Luís le apasionaban los temas de doctrina social cristiana; conocía el contenido de las líneas sociales lanzadas por la encíclica Rerum novarum del Papa León XIII (1891); ello se veía en el modo como trataba a los trabajadores de su pequeña “empresa” familiar de curtido de pieles. “Era el brazo fuerte del negocio, casi todos los que eran sus mejores amigos trabajaban ahí en la curtiduría. Tenían muy bonito ambiente y se llevaban muy bien”[9]. “Casi todos los amigos de Luís trabajaban ahí con é1. Siempre los ayudaba; que yo le haya conocido jamás tuvo un pleito o un problema con los trabajadores. Él se metía en todo y ayudaba y trabajaba como si fuera uno de ellos”[10]. “[Luís] fue un hombre de una pieza, muy integro, en é1 no había cabida para las chuecuras [entuertos], que yo me haya dado cuenta, nunca tuvo ningún problema en su negocio, ni con sus clientes, ni con los que le llevaban el material para curtir, ni con sus trabajadores, con nadie. Él fue todo un hombre, tenia una voluntad fuerte”[11].

Miembro activo de la A.C.J.M.

En cuanto se fundó en Arandas la Acción Cató1ica de la Juventud Mexicana (ACJM) que tenía como fin coordinar las fuerzas vivas de la juventud para cooperar en la restauración del orden social cristiano, Luís se afilió a ella y se metió de lleno en la vida de esta asociación. Con toda seguridad a principios de 1923 conoció y trató a Miguel Gómez Loza, otro de los mártires, quien vivió una corta temporada en Arandas[12]. En aquellos días combativos, los jóvenes católicos no escondían ni su fe ni su fuerza. Se les ofrecían a diario numerosas ocasiones para demostrarlo. Así el 27 de noviembre de 1921 se celebró en Arandas un acto de desagravio por el ataque dinamitero perpetrado en la Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe en la ciudad de México; y días después, el 7 de enero de 1922, en la fiesta patronal, todos los arandenses juraron solemnemente defender la sagrada Imagen Guadalupana. En todos estos actos estaba Luís en primera fila.

Los testigos hablan de su amor filial hacia la Virgen María y su devoción hacia la Eucaristía. Lo demuestra el hecho de que va a promover la Adoración Nocturna en Arandas. Así el 7 de noviembre de 1922 al fundarse en aquella población la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, con el objeto de hacer guardia y oración ante Jesús Eucaristía durante la noche como acto de reparación y desagravio por los ultrajes hechos al amor de Dios, Luís fue uno de los socios fundadores más comprometidos, siempre fiel a su turno de la noche. “Luís no tenía ninguna clase de vicios; era un hombre muy entero y de una gran responsabilidad; su fuerte era la adoración nocturna; ahí se llenaba de Dios; y su actividad era la A.C.J.M. donde le metía todo el valor para la defensa de la Iglesia. Era alegre, muy activo, buen organizador, de grande fe y esperanza en Dios nuestro Señor. Un burro de trabajo. Bueno para tratar a las personas, gran amigo del párroco J. de Alba, ¡cómo le ayudó al señor cura! Era un líder entre la muchachada. Yo si creo que haya tenido espiritualidad muy grande para hacer lo que hizo”[13].

Luís viajaba regularmente con su padre a Atotonilco para vender los cueros curtidos. Por aquellos años, los pueblos de Los Altos estaban comunicados entre sí por caminos empedrados, en el mejor de los casos, o por terracerías y brechas para comerciar los productos agroganaderos. La comunicación se hacía principalmente a través de diligencias de arrieros, incansables comerciantes y efectivos portadores de noticias. Testimonio del buen talento de Luís en sus actividades laborales y comerciales es una escritura de compra venta, fechada el 18 de mayo de 1925, con la cual Luís Magaña Servín compró a la Sra. Adelaida Herrera, viuda de Loza, una finca urbana en la calle Aldama y la pagó al contado con cuarenta pesos de oro nacional, fruto de su trabajo y de sus ahorros.

Noviazgo y matrimonio

Cuando Luís pensó seriamente en formar una familia, formalizó sus relaciones de noviazgo con una joven llamada Elvira Camarena Méndez, quien vivía con un tío suyo llamado Margarito Gómez por haber quedado huérfana. Elvira fue su única novia; eran vecinos del mismo barrio y se conocían muy bien desde niños, como lo recuerda quien bien los conoció y trató: “Luís no tuvo más novia que Elvira Carnarena que vivia con su tio, casi eran corno de la familia; ella era huerfanita y se crió ahí con su tío. Se conocieron desde muy chicos, ya grandecitos se paseaban en la plaza en algunos fines de semana. Creo que ella tampoco tuvo más hombre que Luís. Ellos eran muy serios, muy respetuosos. ¡Qué pareja, válgame Dios!, todos los apreciábamos mucho, en aquel tiernpo se era muy respetuoso de la mujer y de los tratos que uno tenía con ellas”.

En la parroquia de Ntra. Señora de Guadalupe, durante la primera misa del día 6 de enero de 1926, Luís y Elvira unieron sus vidas con el sacramento del matrimonio ante el sacerdote Don J. Refugio Durán. Fueron testigos del matrimonio Benito y Emiliano Alvizo. Elvira tenía 18 años y Luís casi 24. Formaron una pareja muy bien acoplada y se les veía felices, como recuerdan los testigos de aquellos entonces. Elvira se incorporó sin dificultad al ritmo del trabajo del taller y ayudaba en lo todo que podía, sin descuidar sus deberes del hogar. “Luís y Elvira eran de los que juntos asistian a la misa de las cinco de la mañana [...]. Era de esos que llevaban a la práctica lo que creían” . El 11 de abril de 1927 nació su hijo primogénito, Gilberto, y para Luís fue un nuevo impulso en redoblar sus esfuerzos, ya que debía responder a las dificiles circunstancias históricas que vivía el país como padre y como cató1ico.


Empeñado en la protesta contra la opresión

Entre tanto, la situación de la Iglesia cató1ica parecía empeorar de día en día. Ya el 31 de julio de 1926 el culto público había sido suspendido por mandato de los obispos mexicanos. Los cató1icos, heridos en lo más vivo, organizaron una resistencia sin parangón, cuyo eco alcanzó muy intensas repercusiones en la región de Los Altos en general y en Arandas en particular, ya que fue uno de los puntos más candentes de la resistencia activa. Por su clara convicción pacifista, Luís no se sumó a las filas armadas, como muchos de sus compañeros y amigos; sin embargo, con gran empeño se propuso ayudar a los cató1icos alzados que se encontraban necesitados de todo para poder sobrevivir en el monte. Luís, asesorado por el párroco, logró organizar muy bien la ayuda coordinando todo a través de un mensajero de confianza, a quien le decían “Pancho la Muerte” y que era panadero. Ciertamente Luís estaba comprometido en todas las actividades de su párroco; y es que, como dicen los testigos de entonces, “...era como uña y carne del señor cura J. de Alba; siempre se entendió muy bien con él. Él si que apoyó el levantamiento y junto con el señor [cura] se dedicaron a ayudar a los levantados. Yo creo que sirvió más así a la causa”.

Luís era consciente del riesgo y del peligro que toda esa organización representaba, ya que el apoyo incondicional ofrecido por los habitantes de la región de Los Altos a las fuerzas cristeras fue la que fortaleció en gran medida la causa; por ello las represalias del Gobierno no se hicieron esperar. De los pueblos vecinos llegaban noticias acerca de los primeros caídos. En efecto, el 15 de agosto de 1926, solamente quince días después de haber sido cerrados los templos, en el Puerto de Santa Teresa, camino a Zacatecas, fueron fusilados el Sr. Cura Luís Batis y tres jóvenes de la A.C.J.M., Salvador Lara, David Roldán y Manuel Morales . Además, en enero de 1927 fue ahorcado el Padre Jenaro Sánchez en Tecolotlán, Jalisco, y en el cercano San Julián habían fusilado y echado a un basurero al Sr. Cura Julio Álvarez. Pero, sin lugar a duda, la noticia que más impactó al Luís fue la muerte del Maestro Anacleto González Flores, asesinado el 1º de abril de 1927 junto con tres jóvenes de la A.C.J.M. Sin embargo esos ejemplos, en lugar de desanimarle lo encendieron por dentro, y de alguna manera lo prepararon para afrontar, en su momento, esa misma suerte.

Desde una barranca de Guadalajara en donde se encontraba oculto, el arzobispo de Guadalajara Don Francisco Orozco y Jiménez envió a sus diocesanos el 15 de agosto de 1927 una carta donde hacía mención de los ú1timos acontecimientos derivados del conflicto, aludiendo expresamente al martirio del Lic. Anacleto González y compañeros, a só1o cuatro meses de distancia: “A Dios Nuestro Señor sean dadas las gracias por el buen ejemplo que hemos recibido ú1timamente por el valor heroico con que han sufrido el martirio no ya uno o dos entre el clero y los fieles, sino una verdadera pléyade de ínclitos confesores de Cristo. Ufana debe estar la Iglesia de México al contar ya en sus purísimas glorias a tantos confesores de Cristo [...]. Los nombres de Anacleto González Flores, Luís Padilla, Jorge y Ramón Vargas, hermanos, y Ezequiel y Salvador Huerta, también hermanos, son bien conocidos con todos los detalles de su heroico fin” . También el jefe moral de los cristeros y gobernador civil de Jalisco, Luís Miguel Gómez Loza, andaba por ese tiempo cerca de Arandas. Hacia mediados de 1927, después de que los federales incendiaron su centro de operaciones en Cerro Gordo, estableció su morada en el rancho Presa de López, en el municipio de Arandas. Desde allí organizaba y supervisaba a los jefes cristeros.

Intentando cortar desde sus raíces la oposición cató1ica, los Gobiernos federal y estatal y su brazo ejecutor, el ejército, pusieron en marcha acciones durísimas de represión y acoso a la población. Entre las medidas de represión y escarmiento comenzaron a ejecutar a algunos de los cató1icos más conocidos en cada comunidad. Para ello el Gobierno del Estado de Jalisco exigió a los presidentes municipales de Los Altos una lista de los jefes cristeros y de las personas que les prestaban ayuda. Además, para atemorizar a la gente, colgaban los cuerpos de los fusilados en los eucaliptos al sur de la villa, a la orilla del río Colorado. Este macabro y cruel escarmiento había sido inaugurado hacía ya algunos años, desde los comienzos de la Revolución; ahora el Gobierno y sus fuerzas militares lo usaban como método normal en su represión.

La autoridad militar ordenó en 1927 que, en cuanto terminara la cosecha del maíz, todas las familias que vivían en los pueblos chicos y en los ranchos se concentraran en algún centro importante señalado por la autoridad, con el fin de impedir la ayuda del pueblo a los cristeros. De este modo cualquier persona que se encontrara fuera de dicho centro o aislada, era consideraba rebelde y podía ser fusilada en el mismo lugar y sin investigación o juicio alguno. Esta reconcentración obligó a todos los campesinos a abandonar sus casas. La misma orden fue dirigida a los sacerdotes que se encontraban prestando su ministerio en los pueblos. E1 sacerdote que fuera encontrado en cualquier ambiente rural era considerado también rebelde y como tal era ejecutado sin más (normalmente o los ahorcaban o los fusilaban).

Detención y muerte

En febrero de 1928 un grupo de soldados federales al mando del general Miguel Zenón Martínez ocupó la plaza principal de Arandas, tomando la iglesia parroquial y el curato como su centro de operaciones. Se decía que el general Martínez tomó informes de los cató1icos arandenses solidarios con la resistencia, y que estaba muy molesto por el trabajo que realizaba el grupo de la A.C.J.M.; por eso se propuso dar un sonoro escarmiento a la población fusilando sin más a algunos de sus habitantes. . Encabezaron su lista de elegidos: Luís Magaña Servín y José Refugio Aranda (a) “Pancho la Muerte”.

Al mediodía del 9 de febrero de 1928, los soldados federales llegaron al domicilio de Luís, pero no lo encontraron porque se ocultó en un subterráneo que unía su domicilio particular con el de sus padres. Para no irse con las manos vacías, hicieron prisionero al segundo de los Magaña Servín, Delfino, que era dos años menor que Luís, haciendo saber que si Luís no se presentaba en la comisaría ese mismo día, su hermano sería fusilado. Reunidos Luis y sus padres, deliberaron sobre el caso; Luís con gran serenidad trató de animarlos y tomó la decisión de presentarse ante los militares. Se vistió con sus mejores vestidos; se sentó a la mesa y comió tranquilamente. Era la ú1tima comida con los suyos. Al terminar, se levantó, se puso de rodillas delante de sus padres y les pidió la bendición. Animó a todos diciéndoles que pronto volvería y les dio un fuerte abrazo; estrechó a su pecho y besó al pequeño Gilberto; con otro fuerte abrazo se despidió de su esposa Elvira, que sollozaba. Salió de su casa camino de su martirio. Tomó la calle Juárez, la que cotidianamente recorría para bajar a la plaza o a la parroquia. Se presentó en la notaria parroquial convertida en cuartel y preguntó por el general Martínez. Un oficial lo condujo escoltado al Hotel Centenario donde se hospedaba el general.

El general no creía a sus ojos. El joven Luís había venido libremente ante él. Luís simplemente le pidió la libertad de su hermano a cambio de la suya. El militar aceptó el trato y sin mayores trámites, como si se tratara de un peligroso delincuente, ordenó se formara en el atrio de la iglesia el cuadro para ejecutar a los dos prisioneros, José Refugio Aranda y Luís Magaña Servín. Eran las tres y media de la tarde del 9 de febrero de 1928. Luís tenía atadas las manos, pero no quiso ser vendado. Hizo uso de la palabra en los siguientes términos: “Yo no he sido nunca ni cristero ni rebelde como ustedes me acusan, pero si de cristiano me acusan, si lo soy y por eso estoy aquí para ser ejecutado. Soldados que me van a fusilar, quiero decirles que desde este momento quedan perdonados y les prometo que al llegar ante la presencia de Dios serán los primeros por los que yo pida. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa Maria de Guadalupe!”.

Sus palabras fueron interrumpidas por la descarga de los fusiles. La fuerte detonación estremeció el silencio trágico de esa tarde y con ella se quiso dar una lección a toda la población cató1ica de Arandas. En el lugar donde yacía el cuerpo sin vida del Luís, uno de los soldados del pelotón que los había fusilado, tuvo todavía la desvergüenza de insultar y mofarse de los dos amigos vilmente ejecutados colocando un letrero que decía: «Así mueren los cristeros» : “Después alguno de los soldados puso un letrero sobre el muro de la iglesia que decía: ‘así mueren los cristeros’; mi abuelo cuando llegó agarró el letrero y lo rompió y lo aventó al suelo, después fue a pedir permiso para llevárselo. Se lo llevaron a su casa y ahí lo tuvieron, después lo fuimos a enterrar al panteón”.

Poco después, su padre trasladó los restos mortales de su hijo Luís a su hogar, donde los vecinos acudieron con discreción durante toda la noche para velar y tocar con veneración y reverencia los despojos mortales de un hombre de bien, muerto injustamente. El certificado civil de defunción dice cínica y lacónicamente que "falleció de traumatismo de arma de fuego”. Al día siguiente se le sepultó en el cementerio municipal.

En julio de 1928, cinco meses después de la muerte del Luís, nació su hija, a quien llamaron Maria Luísa en memoria de su padre. En 1980 los restos mortales de Luís Magaña Servín fueron exhumados y depositados en la capilla doméstica del seminario de los misioneros Xaverianos de Arandas, al pie del altar, hasta donde actualmente acuden numerosas personas para solicitar gracias y favores por su intercesión. Por mandato de S. S. Benedicto XVI, el 20 de noviembre de 2005, Luis Magaña Servín fue beatificado en Guadalajara en una ceremonia solemne presidida por el Cardenal José Saraiva Martins C.M.F., Prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos.

Notas

  1. Las Actas del proceso sobre el martirio de Luís Magaña Servín se encuentran en: CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, , N. 2008, Guadalaiaren. Beatificationis seu Delcarationis Martyrii Servorum Dei Anacleti González Flores et VII Sociorum… Positio super Martirio, Romae 2003. En el presente capítulo dedicado totalmente a Luís Magaña Servín, uno del grupo de los ocho mártires de Guadalajara, se citarán solamente los documentos mostrados en la llamada Informatio y en el Sumarium (abreviado: Summ.,) del Proceso bajo tales nombres según los casos.
  2. Summ., Doc. Personales, 3 1), 503.
  3. Summ., Proc. G, Test. V, 314, § 829.
  4. Summ., Proc. G, Test. VII, 320, § 848; Summ., Proc. G, Test. VI, 317, § 837.
  5. Summ., Proc. G, Test, I, 292, § 771.
  6. Summ., Proc. G, Test. VI, 318, § 842.
  7. Summ., Proc. G, Test. XIV, 347, § 930; ver también: Proc. G, Test. XVI, 357, § 958; Proc. G, Test. XII, 337, § 899.
  8. Summ., Proc. G, Test. XVII, 361, § 967; ver también: Proc. G, Test. XV, 350, § 939.
  9. Summ., Proc. G, Test. XVII, 361, § 966; ver también: Proc. G, Test. V, 314, 829.
  10. Summ., Proc. G, Test. IV, 3 09, § 815; ver también: Proc. G, Test. II, 300, § 794.
  11. Summ., Proc. G, Test. IV, 311, § 82 1.
  12. Summ., Proc. G, Test. II, 297, § 787; ver también: Proc. G, Test. VI, 317.
  13. Summ., Proc. G, Test XV, 350-351, § 940; ver también: Proc. G, Test. XII, 337, § 899; Proc. G, Test. I, 292, § 771.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ