JARA, Ramón Ángel.

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Santiago de Chile, 1852 – La Serena, 1917) Obispo, Poeta

Estudió en el Colegio de los Sagrados Corazones de Valdivia, y en l862 se incorporó al Seminario Conciliar de Santiago, donde alcanzó el grado de bachiller en humanidades. Ingresó a la Universidad de Chile, pero interrumpió la carrera de leyes en l874 para ser sacerdote. Fue ordenado en l876.

Ocupó el cargo de Administrador Apostólico de la diócesis de Valparaíso. Recibió la consagración episcopal de manos del Papa León XIII en l898 y asumió como cuarto obispo de Ancud, cargo que ejerció hasta l909, cuando fue trasladado a La Serena, donde murió en l9l7.

Jara se distinguió por su gran elocuencia, la cual desplegó por primera vez en la inauguración de las obras del cerro Santa Lucía en l872, por solicitación de Vicuña Mackenna. Su ámbito de mayor expresión fue la oratoria sagrada, lo cual le ha valido la distinción de gran orador eclesiástico.[1]Desde el púlpito, desplegó la fuerza de su palabra a favor de la causa chilena durante la Guerra del Pacífico.

Defendió que la Iglesia debía “bendecir las armas… pedir diariamente… el triunfo de Chile, e incluso enviar a sus capellanes a los combates donde el sacerdote y el soldado morían envueltos en la misma bandera”.[2]Su postura patriótica le valió el honor de pronunciar la «salutación» al ejército y armada, “el día de su entrada triunfal a la capital”,[3]así como la Oración Fúnebre en honor de Diego Portales con ocasión del centenario de su nacimiento, en l893.

El presbítero se destacó en preocupación por los pobres y los jóvenes. Dirigió la Sociedad de San Luis de Gonzaga y la Archicofradía de Madres Cristianas, ambas dirigidas a la evangelización y educación de los sectores más desposeídos. También participó activamente del Círculo de Obreros Católicos, la Sociedad de Obreros de San José y la Asociación Católica de Obreros; en Valparaíso fundó la mutual Unión Social de Orden y Trabajo.

Fue importante su participación como impulsor y director durante sus casi 6 años de existencia, del Asilo de la Patria, donde continuó su trabajo a favor de los huérfanos y abandonados, iniciado ya con la creación del Asilo de Nazaret, llamado luego Asilo de la Purísima.

Su participación en el Asilo de la Patria debe insertarse en el afán eclesiástico por mantener su hegemonía sobre aspectos sociales, culturales y políticos. El Estado, especialmente luego de la riqueza incorporada por el triunfo de la guerra, intentó combatir el protagonismo clerical, contra lo cual Jara fue un protagonista destacado. No en vano, el presidente Domingo Santa María decretó el cierre del Asilo, el cual calificó como “verdadero nido de pichones de clérigos y centro de agitación electoral“.[4]

Es famosa la cita, pronunciada en l904, sobre el monumento al Cristo Redentor. Su inauguración sirvió para celebrar la superación pacífica de un conflicto por cuestiones de límites que había llevado a Argentina y Chile a estar al borde de la guerra. “Y cuando las futuras generaciones suban por estos desfiladeros, conducidos por brazos del vapor, no encontrarán, como en las Termópilas, escrito con sangre en las desnudas piedras, aquel testamento de los heroicos espartanos: «Aquí rendimos la vida por defender las patrias leyes». Antes bien, llegarán a esta cumbre, y en el bronce de este glorioso monumento verán grabada con caracteres de fuego una leyenda sublime: «Se desplomarán primero estas montañas, antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo Redentor»”

Ramón Ángel Jara fue también aficionado a la poesía; su poema «Retrato de una Madre» forma parte de la tradición poética eclesiástica chilena y representa la visión que la Iglesia propone de la mujer católica:

“Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados…la mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo rica, daría con gusto su tesoro para no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud; una mujer que siendo débil se reviste a veces con la bravura del león…”.


NOTAS

  1. Manuel Antonio Román, vol. X
  2. Carmen McEvoy, l63
  3. Carmen McEvoy
  4. David Home

BIBLIOGRAFÍA

HOME David, Los Huérfanos de la Guerra del Pacífico: El “Asilo de la Patria”, l879-l885, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, LOM, 2007.

MC EVOY Carmen, Guerreros Civilizadores: Política, sociedad y cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico, Santiago, Ediciones UDP, 2011

MC EVOY Carmen, (editora), Armas de Persuasión Masiva: Retórica y ritual en la Guerra del Pacífico, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010.

ROMÁN Manuel Antonio (editor), Oradores Sagrados Chilenos, en Biblioteca de Escritores de Chile, vol. X, Santiago, Barcelona, l9l3.


ANA MARÍA STUVEN