MISIONES JESUITAS EN PERU. Los Maynas

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En la selva

De las misiones en la selva, la misión de los chiriguanas, en el oriente de Bolivia actual, tuvo un primer comienzo en 1587 cuando, desde Lima, a instancias de un colono español, los padres Diego Samaniego y Diego Martínez, se resolvieron a evangelizar aquellas apartadas regiones. Pero a pesar del optimismo inicial, la misión cosechó más desventuras que éxitos.

Los heroicos conatos de los padres pudieron poco frente a unos nativos que, además de belicosos, eran volubles y vagabundos. Se advierte empero un repunte de optimismo hacia 1633 o 1634 cuando ingresan en territorio de indios los padres Cristóbal de Mendiola, Francisco Díaz y Francisco Castelli. Pero esta misión no tuvo el despliegue y florecimiento que alcanzará posteriormente la de los indios mojos.

En 1637 aparecen dedicados a la «misión de chiriguanas» cinco sacerdotes, entre ellos dos venidos del Paraguay: Pedro Álvarez e Ignacio Martínez. Por las dificultades de dicha misión, que atrajeron en Lima el celo del joven sacerdote Francisco del Castillo, es explicable que éste pidiese a sus superiores que le destinaran allá. Pero el padre Bartolomé de Recalde le respondió que los obstáculos eran tantos y tan invencibles que la misión estaba por suprimirse, “por cuanto en nueve años que habían estado los padres con los infieles no había sido posible el reducirlos; más rebeldes y traidores cuanto más asistidos y acariciados”. Más esperanzas se abrían en la Selva Norte, en las regiones amazónicas.

El notable misionero pasionista monseñor Atanasio Jáuregui, que llegó a ser en 1936 Vicario Apostólico de San Gabriel del Marañón, afirmó acerca de la evangelización de las regiones amazónicas: “El apostolado misional de la Compañía de Jesús se halla tan íntimamente ligado al gran río, que la región amazonense, desde Borja, en el pongo de Manseriche, hasta la frontera brasileña, fue teatro señalado de sus fatigas y esfuerzos, durante ciento treinta años, desde 1638 hasta 1768”.

En realidad, las exploraciones de los jesuitas por los ríos septentrionales comienzan con el padre Rafael Ferrer, quien hacia 1605 recorre detenidamente la región del río Ñapo, haciendo más de trescientas leguas. Preparó una exacta y detallada relación de las partes descubiertas y la envió a Lima pidiendo el refuerzo de nuevos misioneros. Trabajó arduamente entre los indios cofanes, y vino a morir trágicamente en plena selva en marzo o junio de 1610.

Otro misionero destacado fue el padre Cristóbal de Acuña, quien, comisionado por el virrey Conde de Chinchón, recorre hacia 1639 el Amazonas en compañía del padre Andrés de Artieda. El resultado de ese viaje es un memorial al Rey de España que alcanzó difusión europea. El padre Raimundo Santa Cruz explora por primera vez el río Pastaza (1651), así como sus afluentes. Padeció los estragos de las fiebres tropicales y murió ahogado en el Bobonaza. El padre Lucas de la Cueva completó los recorridos de Santa Cruz, haciéndolo por los afluentes de la margen izquierda del Pastaza, antiguamente conocido como Sumatra, tributario del río Marañón en la cuenca noroeste amazónica (Ecuador-Perú). En éstas como en las restantes expediciones de jesuitas a la región de Maynas, las entradas se hacían desde el colegio de Quito, por la mayor facilidad de acceso, y así se explica que las misiones de Maynas pasasen a depender de la viceprovincia de Quito.

Los misioneros jesuitas jesuitas comenzaron esta misión descendiendo desde Quito en Ecuador, sobre todo mediante el Río Napo como su ruta. Utilizaron las técnicas misioneras comunes que se encuentran en otras misiones jesuitas jesuitas como Paraguay, Chiquitania, Moxos o el Orinoco. A diferencia de otras áreas, en esta los indios pertenecían a diferentes tribus y lenguas. Las misiones crecieron en extensión bajo el padre jesuita Samuel Fritz, y los jesuitas viajaron todo el camino hasta Belém (hoy Brasil), dibujando el primer mapa de la Amazonía, hasta lo que hoy es Manaos.

Tuvieron que enfrentarse con los comerciantes de esclavos portugueses, que hacían sus incursiones en la captura de indios como esclavos desde Belem aguas arriba. Uno de los resultados de esta misión jesuita fue el haber detenido la influencia portuguesa, especialmente la captura de esclavos por los llamados «paulistas», (por tener su centro de operaciones en Sao Paulo, Brasil) y lograr que las partes altas de la cuenca del Amazonas quedase bajo el dominio español y por lo tanto de los a países de habla hispana.

Tras la expulsión de los jesuitas jesuitas, Maynas pasó misioneramente a los franciscanos de Oacampa-Perú. Estas fueron una de las razones por las que las fronteras y la soberanía del territorio de los Maynas en el tiempo de la post-independencia no estuvieron claras. Aquella imprecisión provocaría varios conflictos entre los países hermanos, incluso hasta casi finales del siglo XX.

Vinieron también a las misiones del nororiente sacerdotes jesuitas no españoles, deseosos de contribuir a la expansión de la fe católica entre los infieles. Entre ellos señalamos al Padre Pablo Moroni, nacido el 1 de noviembre de1695 y que entró en la Compañía de Jesús el 27 de octubre de1712. En 1723 fue enviado como misionero a la misión del Alto Marañón, perteneciente a la Audiencia de Quito.

Enseñó teología durante varios años en Quito para luego pasar a misionar entre los indios de las reducciones de Napo y de Aguarico y fundando nuevas reducciones. Exploró nuevas regiones, como lo reconoce el geógrafo francés La Condamine (Journal des Savants, Paris, marzo de 1750, 183). Maroni nos ha dejado numerosas obras, entre ellas: «Diario de la entrada que hizo el P. Pablo Maroni de la C. d. J. por el rio Coriño ó Pastaza ... el año 1737», publicado por P. Sanvicente, S. J. en El Industrial (Quito, 1895), año IV., num. 132, 133, 135.

Noticias auténticas del famoso río Marañón y misión apostólica de la Compañía de Jesús de la provincia de Quito en los dilatados bosques de dicho rio las escribió por el año de 1738 un misionero de la misma compañía y las publica por primera vez Marcos Jiménez de la Espada (Madrid, 1889), con mapas trazados por Maroni. Contiene entre otros documentos los diarios personales del cartógrafo y misionero jesuita en aquellas regiones Samuel Fritz, compilados después de la muerte de Fritz y con comentarios añadidos .

Este meritorio refuerzo contó con el tenaz rechazo del Consejo de Indias, el cual entendía que la colaboración de dichos jesuitas iba en contra de las prerrogativas del Real Patronato. La insistencia del padre general de la Compañía, Juan Pablo Oliva, logró aparentemente que el Consejo de Indias y el Rey ablandasen su oposición.

Pero el 10 de diciembre de 1664 se dio una Real Cédula que dice lo siguiente: “He venido en que en las misiones que la Compañía enviare a las referidas provincias, vaya la cuarta parte de religiosos extranjeros, con tal que sean vasallos de S. M. y de los Estados hereditarios de la Casa de Austria, y que haya de aprobarlos el General; y traer ellos Patente suya, en que se exprese el lugar de donde son naturales, en qué colegios entraron, y dónde han residido, y que van ordenados de orden sacra, que pasen un año en la Provincia de Toledo, para que se reconozcan sus costumbres y procedimientos, e informe de ello al Provincial”.

La concesión transcrita es otra muestra del carácter fiscalizador y controlista del Real Patronato. Con toda razón la consideró harto menguada y aun odiosa el padre Oliva, General de los jesuitas. No la aceptó y las cosas siguieron como antes. Nueve años después se intentó otra vez obtener el permiso para que pasasen a América jesuitas no españoles; se acompañaron sólidos fundamentos y memoriales para justificar la solicitud.

Por fin, una Cédula del 12 de marzo de 1674 concede la exoneración del examen por parte del Consejo de Indias, pero subsiste todavía la limitación del número, pues sólo se autoriza el pase de una tercera parte de extranjeros en las expediciones de jesuitas. La razón que daba el Consejo de Indias para la restricción numérica, a saber, los gastos irrogados al Real Erario, era especiosa, pues si bien el gobierno español gastaba en estos viajes un tercio, la Compañía de Jesús suplía las otras dos terceras partes.

Los jesuitas germanos resultaron excelentes misioneros, dieron buena cuenta de sí en el aprendizaje de las lenguas nativas y traían esmerada preparación científica. Entre los de Maynas debemos destacar a tres en especial: el padre Enrique Richter (1653-1695), nacido en Prosnitz de Moravia, vino al Perú en 1685, y se entregó a la evangelización de las tribus de las riberas del Huallaga y del Ucayali. Hizo más de cuarenta salidas por tierra y río, totalizando ocho mil leguas de recorrido. Se estableció entre los cunibos, enseñándoles la doctrina cristiana y tratando de reducirlos a vida civilizada. Fundó nueve pueblos. En 1695, cuando se preparaba a apaciguar a los piros sublevados, murió a manos de un cacique cunibo.

El ya recordado padre Samuel Fritz (1663-1723) nació en Trutnov de la antigua Bohemia, y terminados los estudios de teología salió a las misiones de ultramar. “Gracias a su obra y su valentía personal, Fritz se convirtió en una verdadera personalidad de la provincia bohémica, de la cual no puede prescindir la historia de las misiones jesuitas jesuitas, pues dicho misionero se hizo su testigo más fidedigno y estimado. Es que en realidad Fritz descubrió para los europeos el gran río Amazonas”.

Efectivamente el nombre de Samuel Fritz está vinculado para siempre a los estudios amazónicos. Fue el autor del primer mapa impreso del gran río. Con los datos recogidos en largas navegaciones fluviales trazó su célebre carta, y en 1707 la imprimió en Quito «Sin más instrumentos que la balsa y las estrellas», como dijo Raúl Porros Barrenechea, presentó el resultado de su arduo trabajo al virrey del Perú Conde de la Monclova .

Allí se muestra el nacimiento del Amazonas en la laguna peruana de Lauricocha. La Condamine se sorprendió de que Fritz hubiese podido culminar una obra tan detallada y exacta, sin péndulo ni anteojo para determinar las longitudes, disponiendo para las latitudes sólo de un pequeño círculo de madera de tres pulgadas de radio.

Otro mapa notable se debe al padre Francisco Javier Weigel, superior de las misiones de Maynas, que por razón de su cargo tuvo que realizar muchos viajes por los ríos. El mapa fue elaborado casi sin recursos en las cárceles de Lisboa, donde Weigel se hallaba recluido con sus compañeros de misión en acatamiento de los decretos de expulsión de los jesuitas jesuitas en los dominios de Portugal (1759) y más tarde en los de España (1767).

Menéndez Pelayo (1856-1912) exaltó los merecimientos científicos de los misioneros de la Compañía en las selvas americanas. Más dura y difícil fue la tarea de conducir a los selvícolas al cristianismo y a la vida civilizada. Con indecibles trabajos y sacrificios lograron fundar, en 130 años, 173 pueblos en las orillas de los ríos Pastaza, Tigre, Ñapo, Marañón, Huallaga, Bajo Ucayali y Amazonas. He aquí sólo algunos nombres de pueblos de fundación jesuítica en las misiones de Maynas: San Francisco de Borja, San Ignacio de Maynas, Santiago de la Laguna, San Juan Evangelista de Maynas, La Concepción de Jeberos, San Javier de Chamicuros, San Regis de Lamistas, Nuestra Señora de las Nieves de Yurimaguas, Nuestra Señora de Loreto de Paranapuras, La Presentación de Chayavitas, La Concepción de Cahuapanas, Santo Tomé de Andoas, San Ignacio de Pebas, y el que, con el tiempo, llegaría a ser el más importante de la Selva peruana, capital del departamento de Loreto: Santa María de la Luz de Iquitos, fundada en 1740 por el padre José Bahamonde.

De esas poblaciones sólo queda hoy una veintena: Borja, Jeberos; Cahuapanas, Yurimaguas, Lagunas, Andoas, Pebas, Urarinas, Iquitos y algunas más. Y aquí es conveniente adjuntar algún dato más sobre esta región amazónica donde los jesuitas plantaron la cruz y establecieron varias « reducciones», base de la futura colonización del territorio, cuya capital será Iquitos.

Iquitos es la capital de la Amazonas Peruana. Fue fundada en 1757 como una reducción misionera de los jesuitas en la rivera de los ríos Nanay e Itaya, afluentes del Amazonas. Los jesuitas reunieron allí indígenas Napeano (yameo) e Iquito, y la bautizaron como San Pablo de Napeanos. En un principio, entre 1638 y 1769, los Iquitos y otras tribus del río Marañón vivieron en estas reducciones de los jesuitas, que llegaban de la Audiencia de Quito. En un principio pertenecía a la jurisdicción del Virreinato de Perú, pero luego pasó brevemente bajo el de Nueva Granada (1717-1723) para ser de nuevo reintegrada en el virreinato de Perú, tras ser disuelto el de Nueva Granada, que años más tarde (1739) vuelve a ser restaurado por Felipe V y la Audiencia de Quito puesta bajo su jurisdicción, parte de nuevo del Virreinato de Nueva Granada. En este periodo 161 misioneros jesuitas jesuitas trabajaron en la región. Entre ellos se cuentan 63 criollos, 43 españoles, 32 alemanes y holandeses, 20 italianos, 2 portugueses y 1 francés.

Los jesuitas representan a los máximos evangelizadores de esta inmensa región amazónica del Subcontinente. A partir de 1730 emprenden a lo largo de 37 años en la fundación de las misiones de Iquitos, por ser estos grupos indígenas los mayoritarios de la muy extensa región. Entre los protagonistas misioneros de este trabajo evangelizador se recuerdan los nombres del padre José Bahamonde, nacido en Quito el 1 de enero de 1710. Después de la expulsión de los jesuitas jesuitas por Carlos III (1767), el padre Bahamonde, con la mayor parte de sus hermanos jesuitas tuvieron que ser acogidos en los Estados Pontificios (en Italia); morirá en Ravena (Italia) el 11 de mayo de 1786.

Las « reducciones» jesuitas fueron estas:

1730, Santa María de la Luz de los Iquitos, fundada por el P. Bahamonde.

1740, Juan Nepomuceno de Iquitos, fundada por el P. Bahamonde.

1741, Santa Bárbara de Iquitos, fundada por el P. Bahamonde.

1742, San Sebastián de Iquitos, fundada por los PP. Bahamonde y Bretano.

1748, Sagrado Corazón de Jesús de Maracanos (de Iquitos), fundada por el P. Bahamonde.

1754, Santa María de Iquitos, fundada por el P. Uriarte.

1757, San Pablo de los Napeanos, fundada por el P. Bahamonde.

1763 San Javier de Iquitos, fundada por el P. Palme.

1767 San José de Iquitos, fundada por el P. Uriarte. Más tarde, en aquel mismo año, los jesuitas fueron expulsados de los Dominios Españoles por orden del rey Carlos III.

La región fue objeto de continuos ataques por parte de los « bandeirantes» esclavistas criollos brasileños (paulistas), por lo que los reyes españoles de este periodo crearon una nueva jurisdicción en su defensa en la zona amazónica: la Comandancia General de Maynas en 1802, siguiendo perteneciendo a la Audiencia de Quito y al virreinato de Nueva Granada. El avance portugués fue parado entonces en Tabatinga.

Ya en el siglo XIX se entra en las borrascosas luchas criollas por la independencia, y cada grupo interpretará según su propia conveniencia los antiguos tratados hispano-portugueses sobre los límites jurisdiccionales y políticos de estos inmensos territorios amazónicos. Hay que tener en cuenta que sus pobladores nativos, los amerindios, eran semi-sedentarios, y los criollos, mestizos o blancos constituían una minoría insignificante y se dedicaban al comercio con las poblaciones locales diseminadas, sobre todo a lo largo de los ríos.

Durante el régimen virreinal hispano la región estuvo bien administrada en las regiones evangelizadas por los jesuitas, pero una vez que éstos fueron expulsados aquellas regiones sin límites y en zonas totalmente selváticas, cayeron en un triste abandono; solamente sobrevivieron un puñado insignificante de misiones a lo largo del siglo XIX en los antiguos dominios españoles, mientras que los colonos portugueses fueron sembrando de colonias propias los márgenes de los ríos, a partir de las ya por ellos fundadas en las costas atlánticas y en la desembocadura del Amazonas, ocupando de hecho zonas inmensas que jurídicamente sin duda pertenecían a la antigua jurisdicción hispana.

Entre las nuevas naciones hermanas hispano-americanas (Ecuador y Colombia por una parte, y Perú por otra) surgirán ininterrumpidos conflictos a lo largo del siglo XIX y XX por la ocupación de muchos territorios discutidos en su pertenencia, por ejemplo con la ubicación en aquellos territorios por parte de Perú de colonos propios, debiendo también enfrentarse con las pretensiones e invasiones de colonos brasileños. Se llega así entre Perú y Brasil a un acuerdo en 1851 (23 de octubre), bajo el presidente peruano Ramón Castilla, sobre la ocupación de aquellos territorios y la libre navegación y comercio en el Amazonas.

Por su parte Perú en aquel entonces crea el departamento Político de Loreto (7 de enero de 1861), formado con el antiguo territorio Mayna. Es entonces cuando Iquitos alcanzará un rango de capital de aquel distrito el 9 de noviembre de 1897. Será también creado el Vicariato Apostólico de Iquitos, que contribuirá al desarrollo de aquella antigua región, evangelizada antiguamente por los jesuitas.

Con el desarrollo de estos hechos, Perú podrá así controlar la mayor parte de aquella región y tras no pocos conflictos llegar a un acuerdo político con Colombia (1922) y con Ecuador (1942), aunque una latente cadena de conflictos se prolongará intermitentemente a lo largo del siglo XX, llegando finalmente a acuerdos pacíficos.

Ya se ha recordado cómo, por razones de facilidad de acceso, las misiones jesuitas jesuitas de Maynas quedaron dependiendo de la antigua viceprovincia de Quito (1607), hasta que ocurrió la expulsión de la Compañía (1767). Con la Real Cédula de 1802 la Comandancia General de Maynas pasó a depender del Virreinato de Lima, y los franciscanos de Ocopa recibieron el encargo de asumir la misión de los jesuitas desterrados.

ARMANDO NIETO VÉLEZ, S.J

©Revista Peruana de Historia Eclesiástica, 2 (1992)