GUADALUPE; Misterio de los ojos en la pintura

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En 1929, como consecuencia de unas fotografías, se descubrió una figura humana microscópica en el ojo de la Virgen de Guadalupe. Desde entonces el misterio de esas pupilas ha continuado interrogando a muchos. Uno de los investigadores que han tratado de dilucidar esas imágenes ha sido el ingeniero peruano José Aste Tönsmann, experto de la Compañía IBM en procesamiento digital de imágenes.


Según sus estudios, se puede señalar la existencia una serie de figuras reflejadas en las pupilas de la imagen. Cuando el ojo humano observa algo, los objetos que está mirando se reflejan en su retina. Dependiendo de que el objeto esté más cerca o más lejos del ojo, se reflejará a mayor o menor tamaño en el globo ocular. Eso sería lo que ocurrió con los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe: la imagen que aparece recogida en sus dos retinas sería la del momento en que la Virgen se impresionó en la tilma de Juan Diego. A finales de los años setenta del siglo XX, el Dr. Aste comenzó a interesarse por el ayate o tilma guadalupana donde se encuentra pintada la imagen de la Virgen y que se conserva en la Basílica de Guadalupe. Quiso estudiarla usando las técnicas y procedimientos digitales que estaba usando en su trabajo para otros fines.


Se enteró que en 1951 un dibujante mexicano, Carlos Salinas, con una lente de aumento, descubrió en una ampliación fotográfica, tomada del cuadro original guadalupano, que en el ojo izquierdo se localizaba el perfil de una figura humana. Observando una fotografía de la Virgen de Guadalupe con una lupa, había descubierto en el ojo derecho la imagen de un hombre barbado. Según él, debía ser Juan Diego, el vidente. Con aquellas hipótesis suyas, Carlos Salinas publicó en México en 1974 un libro titulado Juan Diego en los Ojos de Santa María de Guadalupe. Su hallazgo contribuyó a que el ayate o lienzo original fuera examinado por varios médicos oculistas, quienes certificaron que el ojo de la imagen en la tilma poseía los reflejos de un ojo humano.


La hipótesis del mismo había sido hecho por Alfonso Marcué en la década de los años veinte del siglo XX, pero dadas las circunstancias azarosas de la vida católica en el México de aquellos años, que vivía momentos de dura persecución anticatólica, no se había hablado más sobre el asunto. Los científicos Purkinje y Samson descubrieron a mitad del siglo XIX como en el ojo humano se pueden reflejar hasta tres imágenes de un objeto situado enfrente: una que se refleja en la córnea, otra en la cara anterior del cristalino, y la tercera en la cara posterior del mismo cristalino. La primera es la más clara; la segunda es más grande y más tenue; la tercera es la más pequeña, y es la única que está invertida, cabeza abajo. La segunda y tercera imágenes pueden faltar, aún existiendo lo primera, pues para producirse, el objeto tiene que estar frente a las pupilas: la luz debe poder entrar en la pupila y volver a salir después de reflejarse, hasta encontrar el objetivo de la cámara.


La primera imagen de Purkinje-Samson se ve reflejada en la córnea, sobre el iris, o en la pupila. La segunda y la tercera, que se producen cuando hay poca luz y las pupilas están dilatadas, se observan en las mismas pupilas o al borde de ellas. Otro oftalmólogo, Rafael Torija Laoignet, confirmó tras examinar el ojo de la pintura de la Virgen, cuanto había afirmado Salinas. Torija creyó que el hombre con barba, descubierto en la córnea derecha de la imagen de la virgen, podía ser considerado como la primera imagen de Purkinje-Samson, en cuanto que aparecían además en ese ojo las imágenes segunda y tercera del mismo personaje. Pero además afirmó otra cosa sorprendente: que la imagen de esa misma persona estaba también en el ojo izquierdo, vista desde otro ángulo y muy desenfocada. Se trataba de algo como lo que se observa en la fotografía de una persona, con las tres imágenes de Purkinje-Samson en la córnea del ojo derecho de la imagen de la Virgen y la primera de Purkinje-Samson en el ojo izquierdo. Fue a partir de estas experiencias que el doctor Aste comenzó sus experimentos.


En la historia de las apariciones guadalupanas ocurridas en diciembre de 1531, en el llamado Pregón del atabal, que puede datarse casi inmediatamente después de los acontecimientos, un indio que resulta su cantor, llamado Francisco Plácido, habría cantado en los momentos del traslado de la tilma-icono de la Virgen a la primera ermita: “Tu alma, ¡oh Santa María! Está viva en la pintura”. La tradición guadalupana, a partir del Nican Mopohua, ha considerado siempre la pintura como resultado de un milagro. Ya en el siglo XVIII varios pintores mexicanos se pararon a examinarla. Quisieron hacer varias pruebas pintando sobre tilmas hechas con el mismo material que el de la pintura de la Virgen de Guadalupe, imágenes que salían mal. Con el paso del tiempo el tejido de las fibras usadas (lo intentaban con las de magüey, supuestamente idénticas a las de la tilma de Juan Diego) se descomponían.


En cambio la tilma de Juan Diego perdura hasta hoy con la pintura de la Virgen. Ya en 1936 Richard Kuhn, premio Nóbel de Química en 1938, había examinado unas muestras de la tilma. Tras el análisis concluía en su dictamen que “en las fibras analizadas, una roja y otra amarilla, no existen colorantes vegetales, ni colorantes animales, ni tampoco colorantes minerales”. Por supuesto en 1531 no existían colorantes sintéticos. En 1954 y luego en 1963, otro experto de pintura, Francisco Camps Ribera, examinó la tilma afirmando que “no pude encontrar huellas de pincel, ni que la tela fuera preparada para pintar”, llegando a la conclusión de que “ningún artista humano hubiera escogido, para ejecutar una obra de tal magnitud, una tela o lienzo de la calidad del ayate, y mucho menos con una costura al centro”. Años más tarde, en 1979, los norteamericanos Philip Callahan y Jody B. Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos, quedando sorprendidos también por la ausencia, según ellos, de pinceladas, de bocetos previos y de aparejo en la tela.


Se llegaba así a la convicción en algunos de que no había trazos ni preparación subyacente, ni barniz aplicado sobre la pintura, y que la trama misma de la tela es aprovechada para dar profundidad al retrato. Estos estudiosos de la tela observaban que, tras cuatro siglos y medio, no existía decoloración ni agrietamiento de la figura original en ninguna parte del ayate o tilma (que era de magüey, según ellos), que por carecer de empaste, debería haberse deteriorado hace ya años. Según ellos no se podía explicar ni el tipo de los pigmentos cromáticos utilizados, ni la permanencia de la luminosidad y brillantez de los colores. “En resumen, la imagen original es inexplicable”. Callahan y Smith hacían también notar que la imagen cambiaba ligeramente de color según el ángulo desde el que se la mirase, lo que se conoce como iridiscencia. “Los colores de la imagen original se deben en parte a la difracción de la luz, una técnica que es imposible para las manos humanas [...]. Los mejores oftalmólogos mexicanos, unos quince, examinaron la imagen en los años cincuenta del siglo XX y llegaron a la conclusión de que los ojos de la Virgen se comportaban como los de una persona viva: al proyectar la luz de un oftalmólogo sobre el segmento anterior del ojo, el iris brilla más que el resto, no así la pupila, lo que da una sensación de profundidad; pareciendo además, como si el iris fuera a contraerse, de un momento a otro. Y todos los especialistas afirman, unánimes, que nadie hubiera sido capaz de realizar tan delicados y precisos rasgos en una tela, y mucho menos sobre el burdo tejido de la tilma”.


En 1979 el doctor Aste comenzó la digitación de los ojos de la imagen de la virgen de Guadalupe y el análisis mediante el computador. El fruto de su trabajo confirmaba la existencia de aquellas imágenes en los ojos de la Virgen. En 1991, otro estudioso, el doctor Escalante, realizando un video para una productora de televisión, quedó sorprendido al constatar que en los párpados y en la córnea de la Virgen de Guadalupe se podían observar una red venosa normal, microscópica. El doctor Aste explica cómo empezó a trabajar con imágenes, figuras o fotografías mediante computador y las aplicaciones al caso. Explica el método usado “de un rostro convertido en números”, los “colores registrados”, “el proceso digital de imágenes y su aplicación concreta” al caso de la imagen de la Virgen de Guadalupe.


Escribe Aste: “En febrero de 1979 decidí investigar los posibles personajes e imágenes que estuvieran grabados en los ojos de la Virgen de Guadalupe, utilizando para ello las ventajas del proceso digital. Como en los ojos de una persona viva sólo se reflejan imágenes en las córneas, el estudio estuvo centrado en el análisis de las dos córneas de los ojos de la virgen del Tepeyac. Son dos los periodos de trabajo dedicados a este proyecto. En el primer período (1979-1982) llevé a cabo la localización de varios personajes y su respectiva comprobación, mediante procesos bastante extensos y complejos. El segundo período (1987-1997), gracias a equipo y software más desarrollado, sirvió para redescubrir las imágenes, encontrar nuevos personajes, verificar nuevamente todas las figuras, comprobar su presencia en otras fotografías y mejorarlas grandemente para facilitar su observación. La búsqueda de las figuras reflejadas tuvo como punto de partida la fotografía que el Señor Manuel de la Mora, distinguido periodista mexicano, me entregó en 1978. Sin embargo, han sido muchas las fotografías que sirvieron para llevar a cabo la investigación; todas ellas fueron tomadas directamente de la imagen original y, la mayoría, sin el vidrio protector. He trabajado con fotografías de los ojos, tanto en blanco y negro como en colores, correspondientes a varias épocas; algunas de ellas en positivo, y otras en trasparencias o negativos. En la digitalización de las imágenes, durante el primer período, utilicé varios tamaños de cuadrícula variando desde 25 micrones (1.600 cuadraditos por milímetro) hasta 6 micrones por lado (27.778 cuadraditos por milímetro cuadrado de la fotografía). El tamaño de la ventana fue definido, en cada caso, de acuerdo a las necesidades de la futura ampliación, así como de la escala de la fotografía. En la última fase, un scanner de mesa a colores, con precisión hasta 1.200 píxeles por pulgada, fue utilizado especialmente para ampliaciones y detalles requeridos en esta parte del proyecto.


De acuerdo al momento del estudio, así como al tamaño y detalle de lo que se quería observar, preparé ampliaciones que fueron desde treinta hasta dos mil veces el tamaño original. Durante la ejecución del presente trabajo he empleado filtros suavizantes, cuyo propósito es de reducir las formas regulares de las subimágenes para facilitar así la interpretación visual; filtros endurecedores, o contrastantes, para hacer resaltar determinadas partes de la imagen; filtros mixtos, o combinados, que primero contrastan partes de la imagen y luego suavizan los cuadros resultantes; filtros realzantes que, como su nombre indica, realzan ciertas partes de las figuras. Todos estos filtros fueron muy útiles, especialmente para las grandes ampliaciones. Finalmente también se usaron los ya mencionados filtros de comprobación, cuyo propósito fue certificar la existencia de los personajes descubiertos. Cada una de las imágenes encontradas tiene características propias; sin embargo, todas ellas han sido sometidas a una serie de procesos, aunque en algunos casos no se hayan ejecutado en forma continua. Estos procesos constituyen pues lo que podríamos llamar etapas del estudio de las imágenes. En pocas palabras, se puede decir que la búsqueda y descubrimiento se realizó sobre imágenes ya preparadas y ampliadas de las córneas. A continuación, la imagen descubierta fue verificada en la misma fotografía; se comprobó su presencia en otras fotografías y finalmente fue mejorada, asegurando así su fácil identificación por personas ajenas a la investigación. Antes de empezar la búsqueda fue necesario preparar ampliaciones de las córneas de la imagen, provenientes de la digitalización de una fotografía dada. Las ampliaciones se realizaron sobre papel y en la pantalla del computador.


El tiempo trascurrido entre el primer y el segundo período del estudio condicionó el tipo de programas utilizados. En 1979, el desarrollo técnico del proceso digital de imágenes se encontraba en sus inicios, y no existían disponibles programas adecuados. La necesidad de desarrollar programas propios, específicos para el proyecto, fue apremiante. Se disponía, eso sí, de las facilidades de un centro de investigación que podríamos decir, estaba en “la avanzada” de la técnica. Los paquetes de software de uso múltiple y amigable para aplicaciones definidas aparecerían años después. En los desarrollos de los programas utilicé primordialmente lenguajes como el APL (de IBM) en procesos interactivos, sobre todo para interactuar en pantalla, y el PL1 (también de IBM) para los procesos no interactivos, en batch o lotes, requeridos especialmente en la salida de las ampliaciones hacia la impresora, y su mejoramiento correspondiente. A pesar que el desarrollo de programas propios permitía adecuarlos al proyecto y de esta manera probar muchas alternativas y algoritmos apropiados, se requería mucho tiempo para su escritura y, sobre todo, encontraba muchas limitaciones en el equipo (hardware): las impresoras disponibles proporcionaban muy poca resolución, los procesadores no aceptaban muchas de las facilidades que se obtienen ahora en cualquier computadora personal, y las pantallas no daban las gamas de colores actuales. Ya en el segundo período del estudio pude utilizar paquetes de programación muy poderosos que, unidos a la gran capacidad de las computadoras personales actuales y de las impresoras de chorro de tinta, facilitaron grandemente el estudio de imágenes en todas sus etapas. En el proyecto contamos con computadoras personales compatibles IBM y Macintosh, empleándose en cada caso paquetes específicos para el manejo de imágenes. El programa más utilizado en computadoras personales compatibles IBM fue el Picture Publisher de Micrografx. En realidad ha sido el más usado en el proyecto, pues su gran capacidad permitió el manejo, mejora, enmascarado, filtrado, recorte, impresión y despliegue en pantalla de todas las imágenes. Un programa ya descontinuado -Halo Desktop Imager de la compañía Media Cibernetics- merece especial mención, pues fue de mucha utilidad en la impresión de ampliaciones, con chorro de tinta. Las imágenes procesadas en las computadoras Macintosh exigieron el empleo del famoso y muy útil programa de Adobe, el Photoshop. Fue de particular ayuda en el trabajo, su manejo de capas o layers, así como sus filtros, máscaras, métodos de recorte y mejoramiento de imágenes”


Aste habría llegado así a descubrir las pequeñas imágenes existentes en los ojos de la Virgen de Guadalupe pintada en la tilma. En un segundo momento Aste estudió cada una de las imágenes en la fotografía donde había sido hallada. Empezó haciéndose una serie de preguntas: en primer lugar, si la imagen descubierta correspondía a la cara o figura de una persona. Como él mismo relata, estudió sus dimensiones, la persistencia de cada elemento característico de cada figura (ojos, barbilla, nariz, codo, etc..), la continuidad de una figura en la córnea y no la de una mancha aislada, la presentación de los hallazgos a varias personas para su confirmación de lo percibido. Aste analizó la ubicación de la figura descubierta dentro de un escenario, integrándola con los demás personajes encontrados. Descubriría así, según sus datos, dos escenas en los ojos de la Virgen de Guadalupe; sólo una de ellas correspondería al momento histórico de la aparición.


Otro de los intentos de Aste fue el de identificar las figuras que aparecían; si cada una ellas correspondía a un personaje histórico identificable según las fuentes históricas. “El hecho de encontrar la imagen del mismo personaje en ubicaciones correspondientes y en las mismas posiciones relativas de los dos ojos, aunque de diferente tamaño -como se esperaría al estudiar los reflejos en ojos de personas vivas-, constituye una de las pruebas de verificación más importante”. Luego el doctor Aste trató de comprobar la existencia de las figuras en otras fotografías tomadas de los ojos de la imagen del Tepeyac, para ver las coincidencias o la existencia. En este trabajo usó el método de la superposición y transición. “Las secuencias de imágenes obtenidas mediante este método, fueron empleadas para observar cómo se precisan las imágenes al acercarse la secuencia a la foto final, como si se tratara de una película de cine, y para seleccionar la imagen o imágenes que muestren estáticamente el proceso de definición preciso.”


En su libro El secreto de sus ojos, presenta en detalle sus descubrimientos, las medidas -todas ellas microscópicas-, la situación o colocación de cada figura. Señala la existencia de trece minúsculas figuras, doce de las cuales se repiten en ambos ojos de la Virgen de Guadalupe; la decimotercera aparece sólo en el ojo izquierdo. Las lista de las figuras es la siguiente: la figura de un indio de cuerpo entero, en el ojo izquierdo; y de un hombre barbado, en el ojo derecho; un personaje anciano y un hombre joven en el ojo izquierdo; un indio que lleva una tilma atada al cuello, en ambos ojos; una mujer (de caracteres faciales negros) en el ojo izquierdo; del hombre barbado en el ojo izquierdo; algunos personajes en ojo derecho que aparecían en el ojo izquierdo y que no había ubicado en el derecho; en ambas pupilas un microscópico grupo familiar compuesto, en el ojo izquierdo, por una pareja y tres niños, y en el derecho por los mismos personajes más dos adultos; la mujer “negra” en el ojo derecho; una mujer adulta, detrás de la pareja del grupo familiar, en el ojo izquierdo. “El único personaje no encontrado es el hombre parado detrás de la mujer, en el grupo familiar del ojo izquierdo”.


A continuación, el investigador presenta cada personaje y su reconstrucción pictórica a partir del negativo. Así el indio aparece de cuerpo entero y sentado en el suelo; muestra la pierna izquierda extendida sobre el piso, mientras que la derecha está doblada y pasa sobre la otra. Es la postura propia de gente no acostumbrada al uso de sillas. En esta postura aparecen sentados los indios en varios códices mexicanos antiguos (Códice Aubin y Códice Magliabecchiano). El indio aparece semidesnudo. Actitudes, posición y dirección de la mirada coinciden en ambas córneas. Un estudio atento de la figura en sus diversos elementos: orejas, nariz, adornos (pendientes), cabello, sandalias, etc., corresponderían curiosamente a las características de los personajes indios de aquel entorno. Otro de los personajes estudiados es el del anciano, con la cabeza agachada, con una calva bastante grande, con nariz grande, los ojos hundidos bajo unos arcos superciliares muy salientes, mejilla descarnada, mandíbula sobresaliente, barba espléndida: muestra las características de un “blanco”. Curiosamente tal imagen coincide con la iconografía que usará el pintor mexicano Miguel Cabrera a la hora de representar al obispo franciscano Zumárraga en sus cuadros guadalupanos. ¿Se trata aquí de la figura del obispo de las Apariciones? A su lado, a la izquierda, vemos la cara bastante difusa de un hombre joven, pero se pueden trazar sus ojos, nariz, boca, mejillas, frente y parte de la cabellera. La reconstrucción técnica nos muestra un rostro lleno de asombro: ¿se trataba del traductor de Zumárraga que desconocía totalmente el náhuatl? ¿Era este el clérigo Juan González, traductor de Zumárraga?


Aste conjetura que se hallaba ante la “escena de las rosas” o de la presentación de las rosas recogidas en el Tepeyac por el indio Juan Diego al obispo electo de México. Tratando de reconstruir la escena a base de los antiguos documentos indígenas que la describen y de los cuadros que más tarde intentaron plasmarla, Aste supuso que la figura que debería estar hablando al presunto obispo tenía que estar frente a la cabeza del mismo. Fue en la córnea izquierda donde el ingeniero descubrió la nueva figura. Se trataba de un hombre de edad madura y con aspecto de un indio que llevaba una especie de sombrero o cucurucho, como lo usaban los indios campesinos de aquel entonces. La fisonomía sería la típica de un indio. Lleva una tilma anudada al cuello. El personaje extiende el brazo derecho debajo de ella y la despliega en dirección al lugar donde se encuentra el anciano. Para Aste todos los elementos, -como los rasgos físicos del personaje, la posición en la escena y la tilma expuesta- le conducirían a creer que se trata del vidente Juan Diego.


Detrás del indio, hipotéticamente Juan Diego, “aparece la figura de una mujer, de ojos penetrantes, que mira con asombro lo que ocurre por encima de los hombros del indio. Se trata del personaje más retirado y sólo puede verse el busto y la cara”. Para Aste correspondería a las facciones de una mujer de raza negra, con ojos expresivos y que mira de frente la escena. Sobre la cabeza lleva algo parecido a un turbante o a la forma de un peinado exuberante. ¿Era posible que se hallase una mujer negra en México y precisamente en la casa de Zumárraga? El padre Mariano Cuevas, s.j., en su Historia de la Iglesia en México, afirma que fray Juan de Zumárraga había concedido en su testamento la libertad a una esclava o sierva negra que había servido en su casa de México. Textualmente dice así: “declaro que ahorro y hago libres de toda subjección y servidumbre, a María, negra, e a Pedro, negro, su marido, esclavos que están en casa, para que como tales personas libres puedan disponer de sí lo que quisieren”. En el acta de embarcación de Zumarraga hacia la Nueva España se halla registrada también precisamente a esta esclava negra entre sus acompañantes.


El investigador peruano llegaría a descubrir más tarde en el ojo derecho de la Virgen de Guadalupe, lo que confirmaba el hallazgo de Alfonso Marcué en 1929 y el de Carlos Salinas de 1951; se trataba de un personaje (que no era Juan Diego según los dos citados fotógrafos), sino un personaje barbado “europeo” en actitud reflexiva. ¿De quién se trata? No es posible identificarlo con precisión, aunque algunos suponen que pueda tratarse, por ejemplo, de don Sebastián Ramírez y Fuenleal, presidente de la Segunda audiencia de la Nueva España en ese entonces. Pero nos hallamos ante meras suposiciones. En el centro de ambos ojos aparecen otros grupos de imágenes, lo que Aste llama “grupo familiar indígena” que es más pequeño y componen una escena diferente. Aste ha querido identificar una mujer joven de rasgos muy finos, con un tocado y con un niño atado a la espalda con un rebozo, como era común entre las indias; vería también la figura de un hombre en actitud de conversar con la india, una pareja de niños, otra pareja formada por un hombre y una mujer maduros. Estas escenas aparecerían en ambos ojos y se encuentran en el centro de las pupilas, lugar que ocupan las imágenes cuando son observadas por una persona viva.


Así concluye Aste, tras la descripción de los cuadros y la hipótesis sobre los personajes: “volviendo a la ubicación de estos personajes, conviene notar que es la posición en que debieron caer las flores presentadas por Juan diego al obispo, como encargo de la Virgen, y que no han sido encontradas a lo largo de la investigación”. El doctor Aste Tönsmann concluye afirmando que “la presencia de las imágenes en los dos ojos de la Virgen de Guadalupe constituye, sin duda, una de las pruebas más contundentes de su existencia y de la dificultad de obtener una explicación natural del hecho. Las imágenes no poseen el mismo tamaño pero sí ocupan las mismas posiciones relativas, es decir, aparecen tal y como sería de esperar en los reflejos de las córneas de una persona viva. El resultado, asombroso por sí mismo, elimina la posibilidad del azar. La presencia de trece personajes en ambos ojos no es fruto de la casualidad ni de una falsa interpretación de los hallazgos”. Y concluye que: “las figuras que aparecen en los ojos de la Guadalupana no están pintadas [...], por tres motivos. En primer lugar, no son visibles al ojo humano, salvo una: la del español, que es la más grande. Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas. En segundo lugar, los pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen tienen. [...] Las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué artista haría eso? Además, su tamaño varía de un ojo al otro, dependiendo de lo cerca que estuviera el personaje del ojo izquierdo o derecho de la Virgen. Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Fray Juan de Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego); una mujer negra (una esclava); un español con barba; y por último, una familia indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más, que pueden ser abuelos o tíos” (Entrevista con el Dr. José Aste Tönsmann realizada por Alex Navajas, La Razón [Madrid], el 17 julio 2002).


El pequeñísimo diámetro de las córneas, de apenas 7 u 8 milímetros, nos lleva a deducir la imposibilidad de pintar las miniaturas encontradas en los ojos de la Virgen de Guadalupe, sobre todo si se tiene en cuenta el material sumamente burdo sobre el que está grabada la imagen, más aún si se tiene en cuenta la fecha: 1531. Los documentos indígenas más antiguos nos hablan de la larga espera del indio para ser recibido por el obispo electo, de la curiosidad de los asistentes, del “milagro de las rosas” y de la impresión del ayate en el momento en el que el indio abrió su ayate con ellas ante el obispo y las personas que allí estaban, del estupor de todos ante el prodigio. Concluye el investigador: “El uso de las técnicas del proceso digital de imágenes me ha permitido localizar varios personajes relacionados con el momento arriba descrito, de la misma manera como suelo identificarlos en fotografías de personas vivas. Los individuos que se encuentran directamente frente del sujeto fotografiado quedan reflejados en las córneas, y sus imágenes registradas en la fotografía. De esta manera he podido verificar la presencia de cada uno de los personajes y comprobar que las figuras humanas descubiertas cumplen las leyes físicas de las imágenes reflejadas en los ojos de una persona viva, y captadas en una fotografía”. Nos encontraríamos ante “una fotografía del hecho, que es, en definitiva, lo que nos ha proporcionado. [...] Es imposible una demostración irrefutable, pero son varios los indicios descritos en la investigación, que respaldan esa suposición” (ASTE, El secreto de sus ojos). Estas hipótesis, fruto de su investigación, respaldarían las antiguas narraciones indígenas basadas en la tradición y en el Nican Mopohua.


BIBLIOGRAFÍA

- GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, FIDEL, - CHÁVEZ SÁNCHEZ, E. - GUERRERO ROSADO, J.L., El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Porrúa, México 1999.

- GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, FIDEL, Guadalupe: pulso y corazón de un pueblo. El Acontecimiento Guadalupano cimiento de la fe y de la cultura americana. EE., Madrid 2004.

-ASTE TÖNSMANN, José El secreto de sus ojos, Tercer Milenio, México 1998..

- NAVAJAS, ALEX, Entrevista con el Dr. José Aste Tönsmann, La Razón [Madrid], el 17 julio 2002.

- SODI PALLARES, ERNESTO Y PALACIOS, ROBERTO, Descubrimiento de un busto humano en los ojos de la Virgen de Guadalupe, Tradición, México 1976.


JOSÉ ASTE TÖNSMANN/ FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ (RECOPILADOR)