ZUMÁRRAGA, Fray Juan de
Vizcaya, 1468; México, 1548) Religioso franciscano, Obispo
Al convento de San Francisco en Valladolid, más conocido como “Convento del Abrojo”, llegó a pasar en oración la Semana Santa de 1527 el rey Carlos I de España y V de Alemania. El Padre Guardián de ese convento era un fraile vasco de sesenta años llamado Juan de Zumárraga. Al despedirse el domingo de Pascua, el rey quiso hacerle al Padre Guardián un fuerte donativo a lo que éste se rehusó, y ante la insistencia del monarca decidió entregársela a los pobres. Impresionado por la actitud del franciscano, en 1528 el rey Carlos propuso a la Santa Sede que el primer titular de la entonces recién erigida diócesis de México, fuera fray Juan de Zumárraga, quien de inmediato embarcó hacia Nueva España.
Una de las primeras acciones que Zumárraga tuvo que realizar al llegar el 6 de diciembre de 1528 a la ciudad de México, fue enfrentarse a las autoridades de la Audiencia presidida por Nuño Beltrán de Guzmán, debido a los abusos y crueldades que estaban cometiendo en contra de los indígenas. El obispo reprendió a los integrantes de la Audiencia desde el púlpito "con amonestaciones muy recias (…) replicaron los de la Audiencia con pregón público, amenazando con pena de muerte al indígena o español que presentara queja ante el obispo”[1]. Zumárraga escribió a Carlos V dándole cuenta de esa situación. En ausencia del rey quien se encontraba fuera de España, su esposa, la reina Isabel de Portugal, ordenó la destitución y arresto de Nuño de Guzmán y los demás oidores de la Audiencia[2], quienes no tuvieron empacho en propagar diversas calumnias contra su acusador Zumárraga. Pero esas calumnias también debían ser investigadas por lo que, tras quedar demostrada su inocencia y ser nombrado «Protector de los indios», su consagración como obispo se realizó hasta abril de 1533 en el “Convento del Abrojo”. En 1547 la diócesis se trasformó en arquidiócesis y Zumárraga recibió el nombramiento de primer Arzobispo de México. A Juan de Zumárraga le tocó consagrar a tres obispos: Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, Juan López de Zárate, obispo de Nueva Antequera (Oaxaca) y a Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán.
En los veinte años que estuvo al frente de la diócesis-arquidiócesis (1528-1548) se distinguió, además de su labor como protector de los indios, por los siguientes hechos incuestionables que hacen manifiesta su preocupación por elevar el nivel cultural de todos los habitantes: fomentó y subvencionó las célebres escuelas para indios erigidas por sus hermanos de Orden, la cuales fueron “hijas del idealismo práctico (y) de incorporación y de transfusión de una cultura y de una raza, en otra cultura y otra raza”;[3]la fundación en 1536 del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, “obra meritísima, debida principalmente a fray Juan de Zumárraga (en el cual) se formó entre los indios un laicado católico selecto y la afirmación práctica de la igualdad de las razas en sus manifestaciones más elevadas.”[4], la petición hecha en 1537 al rey para fundar una Universidad en México, la cual no vio realizada pues Felipe II firmó la cédula de fundación de dicha Universidad hasta septiembre de 1551; el establecimiento de la primera imprenta que hubo en el Nuevo Mundo, la cual, bajo la dirección del impresor Juan Pablos [5]empezó a funcionar a finales de 1539 en la casa del Obispo, y en la que también unos años atrás había formado la primera biblioteca que hubo en el Continente y trasladada después al Colegio de Tlatelolco. Pero también patrocinó otras obras significativas, como la introducción del gusano de seda y la fundación del Hospital del Amor de Dios, destinado también a los indígenas.
La vertiente polémica de la trayectoria del obispo Zumárraga surge de dos hechos: el proceso contra un indígena que fue ejecutado, y la destrucción de innumerables ídolos y códices. Por lo que se refiere al primero de estos hechos, el asunto surge en 1536 cuando fue nombrado «inquisidor apostólico»; con tal cargo procesó a un cacique de Texcoco llamado Carlos Ometochtzin a quien se acusaba de seguir practicando sacrificios humanos. Zumárraga investigó el caso y halló culpable al cacique, entregándolo a las autoridades civiles quienes procedieron a ejecutarlo en la hoguera. El rey Carlos V censuró fuertemente al obispo, pues consideró que los indígenas no debían ser juzgados por herejía y Zumárraga aceptó humildemente la reprimenda. El juicio al cacique Ometochtzin sirvió para que el rey Felipe II, al erigir el Tribunal de la Inquisición en América (25 de enero de 1569), decretara que dicho Tribunal no tuviera jurisdicción ni poder sobre los indígenas, lo cual quedó asentado en las «Leyes de Indias»[6].
Y por lo que se refiere a la destrucción de ídolos y códices, el mismo Zumárraga afirma en una carta del 12 de junio de 1531 que “se han destruido más de quinientos templos y veinte mil ídolos”[7], pero no dice que él los haya destruido. Sin embargo en tiempos de la conquista “conservar algunos ídolos, algunos templos, como pensó Cortés, hubiera parecido una locura; fundar un museo, algo más extravagante aún (…) Icazbalceta ha hallado la frase exacta cuando dijo « un misionero no es un anticuario».”[8]José Vasconcelos escribe al respecto: “no habría que pensar en guardar ídolos o restaurar groseras tallas en piedra, trabajo minúsculo de arqueólogos y antropólogos. Cuando se puede sustituir un teocalli con una catedral, no vale el argumento de que podría haberse buscado otro sitio…”[9].
En lo referente a la destrucción de los códices, “acusan a Zumárraga de haber quemado en gigantesca hoguera los archivos de Texcoco. Pero esos archivos habían sido destruidos desde 1520, cuando los tlaxcaltecas entraron allí con Cortés y quemaron los palacios principales. Los misioneros tuvieron gran empeño en la destrucción de ídolos y templos, pero se preocuparon poco por los manuscritos”[10]. Se debe tener en cuenta que la conducta de los tlaxcaltecas no tenía nada de extraño, pues como señala Riva Palacio, entre todos los pueblos prehispánicos y no sólo con los tlaxcaltecas “era costumbre en las guerras, al tomar un pueblo por la fuerza, incendiar su templo y destruir sus ídolos”[11]. Los ídolos eran “dioses aldeanos” y por eso el politeísmo prehispánico no fue proselitista. La indudable destrucción de cientos de códices no fue total; muchos fueron conservados por los mismos misioneros: “el tonalamatl, que Sahagún deseaba ver destruido, no lo fue, sino que se conservó en el convento de San Francisco de México.”[12]
Pero sobre todo lo anterior, fray Juan de Zumárraga es recordado por su protagonismo en el Acontecimiento Guadalupano, pues fue ante él que San Juan Diego Cuahutlatoatzin desplegó su ayate, y fueron sus ojos los que vieron plasmarse en ese burdo lienzo la preciosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. “Es una verdad históricamente demostrada con sobra de documentos que la crítica más severa no ha logrado destruir, que en diciembre de 1531 un indio plebeyo y desconocido se presentó al primer obispo de México, don Fray Juan de Zumárraga, como mensajero de la Virgen maría que le pedía un templo en el que se mostraría Madre tierna y amorosa de cuantos la invocaran”[13]. Y también ese protagonismo ha sido motivo de polémica, pues los antiaparicionistas argumentan que Zumárraga y los franciscanos de esos años nunca escribieron una línea sobre el Acontecimiento Guadalupano.
Sin embargo quienes tal cosa alegan, no se preguntan el porqué de ese “silencio” de Zumárraga y sus compañeros de Orden. “Podemos afirmar que el testimonio del silencio puede ser también «elocuente» cuando lleva a preguntarse el porqué del mismo, y a intuir los motivos de un silencio, que a veces es deliberado. Por ello, a la objeción corriente de que este silencio es incomprensible, a menos que no se sepa nada de la historia, se tiene que responder intentando explicar sus porqués, sobre todo si uno se encuentra ante la evidencia, como lo demuestran las fuentes históricas, de un culto arrollador a ese cuadro particular guadalupano y precisamente en un lugar tan concreto como el cerro del Tepeyac. Para entender y explicar el silencio de los franciscanos, es necesario diferenciar fechas y etapas en esta historia (…) Lo contrario sería desconocer los complejos factores que explican sus actitudes; sería caer en una especie de anacronismo histórico y en un desconocimiento de su naturaleza. No se pueden proyectar criterios actuales sobre una situación de hace siglos, ignorando los distintos factores que la constituyeron. Para comprender objetivamente lo sucedido es necesario profundizar las distintas circunstancias y problemas de la evangelización en aquel entonces, sobre todo mirando desde la perspectiva misma de sus protagonistas, los frailes misioneros.”[14]
Fray Juan de Zumárraga, fiel observante de las reglas de la Orden de San Francisco, falleció en la ciudad de México el 3 de junio de 1548. Sus restos mortales fueron depositados en la Catedral.
Obras
Doctrina breve para la enseñanza de los indios, 1543: Doctrina breve muy provechosa, 1543; Doctrina cristiana cierta y verdadera, 1546; Regla cristiana, 1547.
Notas
- ↑ Lopetegui y Zubillaga, p. 345
- ↑ Chávez Ezequiel, p. 190
- ↑ Chávez Ezequiel, p. 180
- ↑ Mendieta y Nuñez, p. 37
- ↑ Juan Pablos fue traído por Zumárraga de la ciudad de Sevilla, donde había aprendido el oficio con el célebre Juan Cromberger.
- ↑ Libro I, Título 18, Ley 17; también en el Libro VI, Título I, Ley 35
- ↑ Citada por Ricard Robert, p. 106
- ↑ Ricard, pp. 105-106
- ↑ Vasconcelos, p. 125.
- ↑ Ricard, p. 107
- ↑ México a través de los siglos. Tomo I, p. IV, Cumbre, México.
- ↑ Ricard, p. 108
- ↑ Enciclopedia Guadalupana, p. 393
- ↑ González Fernández Fidel. Guadalupe; el problema de los silencios. Voz en el presente Diccionario de Historia Cultural de la Iglesia en América Latina.
BIBLIOGRAFÍA
Chávez Ezequiel. Fray Pedro de Gante, JUS, México, 1962
http://www.franciscanos.org/enciclopedia/jzumaraga.html
Enciclopedia Guadalupana
Lopetegui y Zubillaga, Historia de la Iglesia en la América Española. BAC, Madrid, 1965
Mendieta y Nuñez Lucio. Ensayo sociológico sobre la Universidad. UNAM, México, 1980
Ricard Robert. La conquista espiritual de México. FCE, México, 7 reimpresión, 2002
Riva Palacio Mariano. México a través de los siglos. Tomo I, p. IV, Cumbre, México.
Vasconcelos José. Hernán Cortés, creador de la nacionalidad mexicana. Tradición, México, 1975
JUAN LOUVIER CALDERÓN