EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas
Presentación
El 29 de marzo de 1549 el primer gobernador del Brasil, Tomé de Sousa, arribó a Bahía de Todos los Santos. Con él viajó el Padre Manuel de Nóbrega y cinco compañe¬ros jesuitas. A partir de entonces comenzó la labor de la Compañía de Jesús en Amé¬rica. El 3 de setiembre de 1759 los jesuitas fueron expulsados de Portugal y de sus posesiones ultramarinas. En 1762 fue disuelta la Compañía de Jesús en Francia, en tanto que el 17 de febrero de 1767 el rey Carlos III firmó el decreto de expulsión de los hijos de San Ignacio de España y de sus posesiones. Será el fin de la presencia de la Compañía de Jesús en las Américas en esta primera época, aunque no el punto fi¬nal de la actividad americana de los jesuitas, como habrá ocasión de considerar. Entre 1549 y 1767, la Compañía de Jesús realizó una importante y variada con¬tribución a la consolidación y al desarrollo de la Iglesia en América y a la evangeliza¬ción de las parcialidades indígenas.
Presencia en el espacio geográfico
Los primeros jesuitas portugueses que arribaron en 1549 pudieron desplegar su actividad en Brasil, de tal modo que en 1553 fundaron la Provincia del Brasil de la Compañía de Jesús y en 1615, incluso, lograron fundar una segunda provincia, la del Marañón, primero dependiente de la del Brasil y desde 1727, independiente.
Los primeros jesuitas españoles partieron el 28 de junio de 1566 para ocuparse de la evangelización de Florida, hoy Estados Unidos de Norteamérica. Fueron tales las dificultades encontradas por los misioneros, que al poco tiempo abandonaron sus propósitos. No lograron un establecimiento permanente ni en Florida ni en las Anti¬llas, que pensaron podría servir de punto de apoyo para la evangelización de Florida. Los superiores desistieron en 1572 de este primer ensayo misional en posesiones es¬pañolas.
Experiencia diferente realizaron los jesuitas en Perú desde 1568 y en Nueva Es¬paña desde 1572, donde lograron ocuparse en las tareas de evangelización y fundar sendas provincias
en 1568 y 1572 respectivamente. Incluso desde Nueva España y Perú lograron expandirse y prestar servicios variados en la evangelización de los más diversos escenarios. Los jesuitas acudieron al Alto Perú (1572); islas Filipinas (1581); algunas regiones de la actual Argentina (1585); Reino de Quito (1586); Paraguay (1587); Chile (1593); Nuevo Reino de Granada (1599); diversos puntos de América Central a fines del siglo XVI y principios del siguiente; Canadá (1611); Antillas Fran¬cesas hacia 1640; la Banda Oriental en 1680; el sur de Argentina incursionado por je¬suitas provenientes de Chile en la segunda mitad del siglo XVII; Venezuela y Luisia¬na en la primera mitad del siglo XVIII. Asimismo los jesuitas incursionaron en las Californias y regiones adyacentes.
Se habrá observado que la expansión de la Compañía de Jesús en América fue progresiva y abarcante. Se constituyeron provincias sujetas al Padre General. Hubo un sano crecimiento de personal y de obras apostólicas. Espejo de todo ello es el siguiente cuadro estadístico, que pone de manifiesto los jesuitas existentes en las diversas provincias americanas jesuíticas de habla castellana en el año 1749:
Provincia | Total de jesuitas | Sacerdotes jesuitas |
PERÚ | 526 | 306 |
CHILE | 242 | 130 |
NUEVO REINO | 193 | 102 |
MÉXICO | 572 | 330 |
FILIPINAS | 126 | 97 |
PARAGUAY | 303 | 208 |
QUITO | 209 | 107 |
TOTALES | 2.171 | 1.280 |
La expansión de los jesuitas en el Nuevo Mundo tuvo éxitos y fracasos. Ya se se¬ñaló cómo la primera experiencia en Florida y Antillas tuvo que ser abandonada. Si¬tuaciones parecidas corresponden también a otras épocas y regiones. Por ejemplo, los jesuitas del Río de la Plata, antes de tener éxito en la evangelización de los guaraníes con los cuales formaron las reducciones del Paraguay, intentaron sin resultados positivos la evangelización de los guaycurúes ubicados al occidente de Asunción. San Ro¬que González de Santa Cruz participó en ambas experiencias. En la última etapa de su vida encontró el martirio no bien pretendió evangelizar otro grupo indígena en el Alto Uruguay, que lo rechazó.
Cabe señalar que la historia de florecientes intentos jesuíticos de evangelización tuvieron que afrontar crisis y fracasos. Por ejemplo, las misiones del Paraguay y las de Maynas, éstas últimas pertenecientes al Reino de Quito.
Marco referencial de la actividad
Se habrá notado, por las fechas aportadas, que los jesuitas no fueron ni los pri¬meros ni los últimos en arribar al Nuevo Mundo para ayudar en la evangelización. Fueron precedidos por las órdenes mendicantes, con excepción quizás de Brasil y Canadá. Cuando arribaron los primeros jesuitas, los obispados se encontraban establecidos y existía una interesante y variada experiencia, tanto de las cosas americanas como de los asuntos propios de la evangelización. Los jesuitas arribarán con autorización del patronato real indiano y prácti-camente en una época contemporánea a la introducción de las normas tridentinas.
Al ser los jesuitas enviados por los reyes de España y Portugal en calidad de patronos de las Iglesias en América, tuvieron que acomodarse a las reglas de jue¬go del patronato. Los hijos de San Ignacio no se constituyeron en críticos del patronato real. Sí lo fueron de funcionarios reales o de los sistemas de evangelización o de colonización. En Brasil los jesuitas habrían tenido mayor conciencia de pioneros, aun así colaboraron con los gobernadores portugueses. Son suficientemente conocidas las buenas relaciones de colaboración entre los jesuitas y el tercer gobernador Mem de Sá.
En la América española el arribo de los jesuitas se produjo cuando el tiempo clásico de la conquista ya se había concluido; la Iglesia se había establecido, y la evangelización estaba encauzada. En estas circunstancias, podría decirse que los jesuitas se incorporaron para cuidar un árbol, que, bien o mal, ya había sido plantado. Había que atender a su crecimiento. No se podían subsanar sus defectos originarios. Este símil fue utilizado por el P. José de Acos¬ta, misionero peruano nacido en España y perteneciente a las generaciones de las últimas décadas del siglo XVI.
Entendiendo que no habían sido llamados para ocuparse entre los españoles, ni a entrar en conflictos con las otras órdenes religiosas, ni a perturbar los intereses de los colonos o encomenderos, los hijos de San Ignacio procuraron actuar en espacios no influenciados y, por así decirlo, ante parcialidades indígenas todavía no evangelizadas. Fue así como los jesuitas en América, sin haber sido los primeros en arribar, fue¬ron sí los primeros en trabajar pastoralmente en algunas regiones nuevas. Por ejem¬plo, en el sur de Argentina; entre parcialidades de guaraníes, mojos, chiquitos, en Maynas y en el Orinoco.
Es posible establecer itinerarios de penetración de los jesuitas. Resulta evidente que poseen un claro ideal misionero. La dinámica evangelizadora de los jesuitas fue pautada también por peticiones de obispos, de autoridades coloniales y cabildos, de colonos, que los pedían para que educasen a sus hijos, e incluso caciques y parcialidades indígenas.