GARCÉS, Fray Julián
(Munébrega, 1452? – Puebla, 1547) Obispo, dominico.
Nació entre 1452 y 1460 en Munébrega, población de la provincia de Aragón, en España. Ingresó a la Orden de Predicadores donde llevó a cabo su formación filosófico-teológica y aprendió perfectamente el latín; fue discípulo de Antonio de Nebrija. Profesó en el convento de Calatayud y estudió en la Sorbona de París. Fue maestro de su orden en Aragón y predicador en la corte de Carlos V. Tenía alrededor de setenta años cuando fue nombrado como primer obispo de la Nueva España.
La demarcación a la que fue destinado era la diócesis Carolense, erigida en 1519 por S.S. León X cuando llegaron a Europa las primeras noticias de las tierras que, en sus costas, estaban apenas siendo exploradas por los españoles, razón por la cual ésta primera diócesis nunca tuvo existencia real.[1]Pero consumada la conquista en agosto de 1521, la sede de la diócesis Carolense fue establecida en Tlaxcala y fray Julián fue ratificado como su titular, llegando a ella en 1527, donde tomó posesión en la iglesia de los franciscanos de Tlaxcala.
A partir de 1539, la sede de la diócesis fue trasladada a la Puebla de los Ángeles, ciudad fundada por el mismo fray Julián Garcés en 1531. Se ocupó de lleno en la conversión de los indígenas, así como en su defensa y trabajar por sus derechos. Escribió en 1536 una carta al papa Paulo III en defensa de los indios, la cual destaca tanto por la elegancia del latín en la que está escrita, como por sus diversos rasgos humanistas. En esta carta comienza destacando las capacidades intelectuales de los indios, asegurando incluso que los niños indígenas son de entendimiento más fácil y rápido que los niños españoles; señala que esta y otras características manifiestan su racionalidad -contrario a lo que algunos encomenderos afirmaban- y su aptitud para recibir el bautismo.
Escribe fray Julián: “Tienen los ingenios sobremanera fáciles para que se les enseñe cualquier cosa. Si les mandan contar, o leer, o escribir, pintar, obrar en cualquier arte mecánica o liberal, muestran luego grande claridad, presteza y facilidad de ingenios en aprender todos los principios, lo cual nace así del buen temple de la tierra y piadosas influencias del Cielo, como de su templada y simple comida, como muchas veces se me ha ofrecido considerando estas cosas (…) son con justo título racionales, tienen enteros sentidos y cabeza. Sus niños hacen ventaja a los nuestros en el vigor de su espíritu, y en más dichosa viveza de entendimiento y sentidos, y en todas las obras de manos”.[2]
Asimismo resalta la facilidad que demostraban los indígenas en la edificación de iglesias y conventos, que adornaban hábilmente con toda clase de artesanías. Señala también que, antes de la llegada de los españoles, los indígenas tenían algunas costumbres abominables pero también tenían otras admirables. Para eliminar alguna objeción que pudiera provenir de esta realidad, Garcés alude costumbres que hubo en España antes de la llegada del Imperio Romano y que eran similares a las que realizaban los indios en materia de crueldad e idolatría. Finalmente, el dominico insta al Papa a no dejar de evangelizar a los indios y pide que se redoblen los esfuerzos de los misioneros. Como respuesta a la carta de Garcés y a los esfuerzos de otros defensores de los indios, Paulo III escribió en favor de los indígenas: la Bula Altitude Divini de 1537, que trata sobre el bautismo y matrimonio de los indígenas; la Bula Sublimis Deus de 1537 que declara a los indígenas capaces de recibir los sacramentos; y una carta dirigida al cardenal de Toledo y en la cual le pide que los indígenas no sean esclavizados. Esta defensa le valió ser nombrado por Carlos V, junto con fray Juan de Zumárraga, “Protector de los indios”.
Sobre la actividad de fray Julián escribe Mauricio Beuchot O.P: “El dominico fray Julián Garcés merece por eso ser visto como un eximio defensor de los indios en aquellos primeros tiempos de la cristiandad americana. Por esta labor tan humanitaria, y además por su cultivo de las bellas letras, de las que es una muestra su carta, con su latín tan elegante, y con el conocimiento tan abundante de los autores clásicos que muestra en tan breve espacio, merece ser tenido como uno de los pensadores que hicieron presente en el Nuevo Mundo el humanismo que había surgido con el renacimiento en esa época”[3].
Entretanto, el obispo Garcés empleaba todo su salario en dar limosna a los pobres e hizo edificar el Hospital de Perote, el cual sirvió de refugio a los enfermos, a los pobres y también a los viajeros que iban de Veracruz hacia la ciudad de México. Estableció escuelas para indígenas en Tlaxcala y Hueytlalpan y gestionó la fundación de un convento de frailes de la Orden de Predicadores, mismo que fue erigido en 1535.
Murió en Puebla de los Ángeles el 7 de diciembre de 1542. Su cuerpo está sepultado en la catedral de la misma ciudad, donde al pie de su retrato puede leerse sapiens, integer, emeritus, es decir, sabio, íntegro y benemérito.
Obra(s): Carta a Paulo III
Notas
Biliografía
Beuchot, Mauricio, O.P. “El Humanismo de fray Julián Garcés”, en Dominicos en Mesoamérica 500 años. México, 1992, pp. 39-46.
González Carrillo, Josefina. “Carta de fray Julián Garcés OP, al Papa Paulo III (1537)” en Cintéotl Revista de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, (septiembre-diciembre 2009), no. 9.
Rodríguez, Nemesio. Forjadores de México. 3ª edición. Tradición, México, 1983.
SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA