CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

Introducción

«Habiendo cumplido el deber de someter a la Augusta consideración del Santo Padre la petición hecha por la Conferencia Episcopal para la creación de un Consejo Episcopal Latinoamericano y el correspondiente proyecto, me es grato poder comunicar ahora a V. E. cuanto le expongo a continuación: Su Santidad se ha dignado acoger con benevolencia la petición formulada por la Conferencia General [reunida en Rio de Janeiro], para formar un Consejo Episcopal Latinoamericano. Igualmente, el Augusto Pontífice ha accedido a aprobar, en sus líneas generales, los puntos contenidos en el proyecto de la Asamblea. Oportunamente se darán a conocer al Episcopado Latinoamericano los Estatutos y reglamentos del nuevo organismo y del Secretariado que de éste depende».

Así reza la carta que el Cardenal Adeodato Giovanni Piazza, Secretario de la Congregación Consistorial, enviaba el 24 de septiembre de 1955 a los Obispos de América Latina por especial encargo del Papa Pio XII. El había sido nombrado por el Papa como Presidente de esa Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. De esta forma, en el día de Nuestra Señora de la Merced, se daba una respuesta oficial a la petición unánime de los 96 obispos reunidos en Rio de Janeiro, del 25 de julio al 4 de agosto de 1955, quienes expresaban en el No. 97 de las Conclusiones: «La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, por unanimidad, ha aprobado pedir, y atentamente pide a la Sede Apostólica, la creación de un Consejo Episcopal Latinoamericano». Allí mismo se presentó un proyecto sobre como podría estar constituido dicho Consejo, cuáles serían sus funciones, e incluso se hizo una votación sobre la sede donde funcionaría el Secretariado General, con estos resultados: 32 votos por la ciudad de Roma, 30 por Bogotá, 16 por Rio de Janeiro, 6 por Lima y 2 por Santiago de Chile.

Sobre este último punto, la respuesta fue la siguiente: «Por lo que se refiere a la determinación de la sede del Secretariado General, el Augusto Pontífice ha agradecido vivamente los sentimientos de profunda devoción y adhesión filial hacia el Vicario de Cristo que han movido a tantos miembros de la Conferencia a escoger la Ciudad Eterna, capital del mundo católico. Con todo, Su Santidad no cree que el Secretariado General pueda tener residencia conveniente fuera de la América Latina, teniendo en cuenta las funciones mismas que está llamado a desempeñar», Por ello, se pidió hacer una nueva consulta, a raíz de la cual se designó la ciudad de Bogotá, en Colombia, como sede del Secretariado General. La documentaci6n oficial, por la que se constituye oficialmente el CELAM, seria firmada hasta el 2 de noviembre de 1955.

Como toda creatura que ve la luz del día, solo lo hace después de una amorosa gestación, así fue en el caso del CELAM. El Concilio Plenario Latinoamericano, realizado en Roma en 1899, había lanzado en buena tierra una semilla que iría germinando en el silencio de Dios, para dar fruto a su tiempo oportuno. En ese mismo sentido, la creación del Colegio Pio Latino Americano, donde tantos pastores compartieron sueños y esperanzas en sus tiempos de estudiantes, fue suscitando el deseo profundo de una Iglesia latinoamericana más unida, que relativizara las fronteras y estrechara la comunión de fe y de lengua, característica tan propia de nuestro Subcontinente, incluyendo al Brasil, donde se proclama la misma fe aunque en una lengua diferente, pero tan cercana que nunca ha significado una barrera.

1. Los tiempos germinales

De esa manera, cuando aún no tomaba cuerpo el lenguaje de la integración latino americana -salvo, claro está, allá lejos en los sueños de los Padres de la Patria- ni se habían creado organismos tan importantes como la CEPAL, ni mucho menos el ALALC, un grupo de pastores visionarios empezó a establecer contactos en torno a temas pastorales de interés común para América Latina y el Caribe. En la “prehistoria” del CELAM, es obligaci6n de gratitud recordar el Primer Congreso Latinoamericano de Educaci6n Católica, efectuado en Bogotá en 1945, el mismo año en que el Papa Pio XII había consultado a los Obispos latinoamericanos a través de la Secretaria de Estado, sobre la conveniencia de una reunión episcopal similar a la del Concilio Plenario de América Latina.

El año se dice con facilidad -1945 -, pero es necesario recordar que el mundo comenzaba a levantarse de la Segunda Guerra Mundial. Ya, entonces, la semilla eclesial integradora comenzaba a tomar carne en estos encuentros precursores de la expresión profética de la Iglesia, comunión que maduraría años más tarde en el Concilio Vaticano II. Otros encuentros que prepararon el camino fueron el Congreso Coordinador de Obras Cat6licas, convocado en Bogotá en 1952 por el entonces Nuncio Apostólico, Mons. Antonio Samoré; el Segundo Congreso Latinoamericano de Vida Rural, realizado en Manizales en enero de 1953, y la Primera Semana de Estudios Apologéticos, que se llevó a cabo en Bogotá, en enero de 1955. Entre los encuentros citados tiene especial importancia el de Manizales, porque reunió a 625 delegados de 16 países, incluidos Canadá y Estados Unidos de Norteamérica. Entre los participantes, se contaba el entonces Obispo de Ambata y posteriormente Cardenal del Ecuador, Mons. Bernardino Echeverría. Resalta también la presencia de Mons. Manuel Larrain de Talca, Chile, y de Mons. Antonio Samoré, Nuncio Apostólico en Colombia, más otros 24 Obispos y 274 sacerdotes. Es sabido que al regresar a Bogotá, Mons. Echeverría comentó al Sr. Nuncio Samoré: «Monseñor, ¿no cree Usted que la experiencia de Manizales, hecha con un grupo de Obispos de América, podría repetirse en mayor escala con un mayor número de Obispos? ¿No sería provechoso buscar una ocasión para que los Obispos de América se reúnan, se conozcan, se interesen mutuamente unos por otros?». A lo cual Mons. Samoré habría respondido: «Justamente he estado pensando lo mismo. Creo que debemos procurar un encuentro de Obispos de América; por lo menos, de América Latina... ». Por eso cuando en las primeras descripciones del Consejo Episcopal comienzan a aparecer frases como «instrumento de estudio de los asuntos de la Iglesia latinoamericana, de coordinación de sus actividades comunes, de promoción y ayuda a las obras católicas, de preparación de otras conferencias del episcopado en los problemas, las actividades y las obras católicas del Continente», o bien, las de «órgano de contacto y de colaboración de las Conferencias Episcopales de América Latina», se entiende que la creatura recién nacida traía en sus cromosomas una dosis de fe y de visión, de espíritu de comunión y de urgencia misionera que le habían inculcado sus padres en los momentos de su providente gestación.

2. Los tiempos fundacionales

Con esta hermosa tradición a sus espaldas, el recién creado CELAM iniciaría una actividad impresionante en diversos campos de la pastoral. Al revisar las crónicas de esos años, se experimenta la seguridad de la presencia viva del Espíritu Santo, que guía a su Iglesia para que sea fiel a Jesucristo y a los hombres de nuestros tiempos tan cambiantes. Hubo muchas iniciativas en el campo vocacional, conscientes como estaban los pastores de la escasez de clero en el Continente. Esto significó la llegada de sacerdotes españoles, franceses, italianos, alemanes, canadienses y estadounidenses, y un movimiento misionero hacia Latinoamérica. Se realizaron variadas actividades en el campo litúrgico, que culminaron con la creación del Instituto Latinoamericano de Liturgia (ICLA) en Santiago de Chile en 1961, y de los Institutos de Liturgia en Medellín y en Manizales en 1965. Se desarrolló mucha actividad en el campo de la catequesis, por el fenómeno que desde entonces preocupaba a nuestros pastores: el crecimiento de Iglesias evangélicas y la presencia de algunas sectas. Y ciertamente hubo muchos encuentros y estudios, tanto en el área de la educación como en el de pastoral social. Releer el elenco de iniciativas de aquellos años produce una profunda admiración por estos pastores visionarios, adelantados a los tiempos, precursores del Concilio Vaticano II y de la comunión eclesial, que ayer, hoy y siempre ha de ser inspiración para todo el Continente Americano. A este respecto es necesario recordar que la primera reunión Interamericana de Obispos se celebró en Washington DC., entre el 2 y el 4 de Noviembre de 1959, y que, ya entonces, se trataron temas que no han perdido vigencia y que reclaman una acción más decidida de la Iglesia. Resalto esta reunión por la perspectiva que ha tomado, como uno de los primeros frutos del Sínodo de Obispos para América y de su correspondiente Exhortación Post-sinodal «Ecclesia in América», cambiando su nombre original por el de «Reunión de los Obispos de la Iglesia en América». En esa ocasión, Mons. Samoré, enviado por el Papa Juan XXIII, enumera los grandes desafíos que debe afrontar la Iglesia en América Latina, además de su escasez de sacerdotes: «Hay cuatro peligros mortales que amenazan a la Iglesia (en América Latina): la invasión de las sectas protestantes; la secularización que afecta íntegramente su estilo de vida; el marxismo, cuya presencia se percibe en las universidades y es muy activo y hasta dominante en las organizaciones laborales, y, finalmente, un espiritualismo inquietante».

Todos estos puntos estaban reflejados en las proposiciones y en los programas del CELAM naciente, como decíamos líneas atrás. Pero hay uno, cuya maduración tardaría más años, hasta la convocación por parte del Papa Juan Pablo II a la Asamblea Especial del Sínodo para América. Decía Mons. Samoré: «Hace un instante me tomé la libertad de decirles que Ustedes constituyen casi la mitad de la Iglesia en el mundo. Permítanme añadir: si Ustedes pudiesen promover un movimiento que pusiera en acción todas las fuerzas de la Iglesia, a todo nivel, para fortalecer al Continente Americano religiosa y espiritualmente, eso sería muy providencial, no solo para América Latina sino, en el futuro cercano, para todo el mundo. Ustedes, los americanos en conjunto, podrían potencialmente ser -o más bien lo son- los salvadores del mundo».

Enorme es el llamado, esperanzadora la visión, urgente la respuesta. Pero, más allá del comentario, lo que nace del corazón agradecido, es bendecir a Dios por esta generación de pastores a quienes con justicia podríamos llamarlos "Padres de la Iglesia de este siglo”, en América Latina y el Caribe, sumando sus nombres a los de los primeros evangelizadores. Entre los latinoamericanos presentes se contaron, en esa ocasión: Mons. Juan Carlos Aramburu de Argentina, Mons. Tulio Botero de Colombia, Dom Hélder Cámara de Brasil, Mons. Manuel Larraín de Chile y Mons. Darío Miranda de México.

3. Las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano

No es el momento de seguir en detalle la historia del CELAM. Por lo demás, ya hay varios escritos al respecto. Sin embargo me parecería incompleta esta presentación, sin una breve referencia al menos a las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Puebla y Santo Domingo. Estas han marcado profundamente la acción pastoral de la Iglesia en el Continente, en las tres últimas décadas y, por otra parte, han sido preparadas y seguidas con gran esmero por el CELAM.

3.1. Signos de la Iglesia comunión

Lo primero que hay que recalcar es que estas Conferencias han sido un signo preclaro de la Iglesia comunión. Ellas han sido el fruto de un discernimiento realizado entre los Obispos latinoamericanos y los Romanos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, quienes las convocaron y señalaron el objetivo de cada una de ellas. Por lo tanto, son frutos de la estrecha comunión que existe con el Sucesor de Pedro y, en particular, la relación con los Papas del Siglo XX y América Latina, que el Espíritu Santo ha puesto para regir su Iglesia.

Para el CELAM es un gran honor que la primera visita de los Papas Pablo VI y Juan Pablo II a América Latina haya sido precisamente para inaugurar las Conferencias de Medellín y de Puebla. Posteriormente, el Papa Juan Pablo II inauguró la de Santo Domingo. Tanto la presencia personal de ambos Pontífices, testimonio de amor hacia nuestras Iglesias Particulares, como sus mensajes de apertura, marcaron hondamente la reflexión pastoral de esos encuentros. Nuestra comunión con Pedro y bajo Pedro, impulsada y sostenida por el CELAM, crece y se fortalece en nuestro Continente.

Pero, también, las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano han sido expresión y fuente de la comunión entre las Iglesias Particulares de este Subcontinente y, en particular, entre sus Obispos que, en gran parte gracias al CELAM, han estrechado vínculos de amistad y de afecto colegial.

Doy testimonio de cuánto me ha ayudado, y nos ha ayudado, a crecer en comunión eclesial el hecho de encontrarnos no solo en las Conferencias Generales, sino en las diversas reuniones promovidas por los Departamentos, Secciones y Secretariados de que consta el CELAM. Hemos compartido experiencias, problemas, búsquedas de soluciones. Nuestras Iglesias se han hecho más solidarias entre sí. Se han abierto nuestros horizontes y nuestros corazones a los demás hermanos Obispos, presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, para no permanecer aislados y sin conexión fraterna. ¡El CELAM ha sido una verdadera bendición y un gran servicio a la comunión!

3.2. Signos de una Iglesia atenta y disponible

Estas Conferencias son también un signo de la prontitud de la Iglesia de América Latina para responder al sentir de la Iglesia universal y a los caminos por los que el Espíritu nos conduce. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II se ha procurado aplicar con fidelidad a nuestras realidades concretas, gracias a la Conferencia de Medellín y al decidido aliento del CELAM. Algo semejante sucedió en América del Sur con el Tercer Concilio Limense, que presidió Santo Toribio de Mogrovejo, para la pronta aplicación del Concilio de Trento en tierra americana. Por algo los primeros Seminarios surgidos de ese Concilio están situados en esta parte del mundo. Semejante actitud asumió nuestra Iglesia para estudiar y aplicar la Exhortaci6n Apostólica Evangelii nuntiandi, bajo cuya inspiración se realizó la Conferencia de Puebla, enfocada hacia «La evangelización en el presente y el futuro de América Latina». Allí se reforzó la conciencia de que la evangelización debe ser integral y transformadora de nuestra sociedad, tan marcada por la honda brecha que separa a los ricos de los pobres. Como consecuencia, se urgió la opción preferencial por los pobres, por los jóvenes y por los constructores de la sociedad pluralista. El espíritu de comunión y participación fue una exigencia constante que ha fortalecido en la práctica, la vitalidad de esta Iglesia comunión.

En ese mismo espíritu se inscribe la Conferencia de Santo Domingo, para llevar adelante «con nuevo ardor, con nuevos métodos y nuevas expresiones» la nueva evangelización que el Papa Juan Pablo II inauguró en tierra latinoamericana con ocasión de los 500 años de la llegada del Evangelio a nuestro Continente. En nuestro contexto, esta nueva evangelización se recibe con una explicita profesión de fe cristológica y con el propósito de animar la «promoción humana y la cultura cristiana».

Con toda la importancia que han tenido estas Conferencias Generales, que han captado la atención de la Iglesia Universal, éstas habrían quedado sin su brazo ejecutor de no contar con el Consejo Episcopal Latinoamericano, que inmediatamente las ha introducido en los múltiples programas de sus Departamentos, Secciones y Secretariados, y que ha hecho lo posible por ayudar a las Iglesias Particulares en su implementación.

3.3. Signos de una Iglesia atenta al Espíritu de Dios

Comunión con la Sede de Pedro, comunión entre las Iglesias Particulares, comunión entre los Pastores y también comunión entre los pueblos de este Continente, para que el Reino de Dios se haga presente entre nosotros, es lo que el CELAM ha alentado en estas Conferencias Generales. Estas son un signo visible de una Iglesia que se pone a la escucha de lo que el Espíritu tiene que decir a las Iglesias, para alentar y también para corregir, de tal manera que transparenten con más hermosura el rostro del Señor. Las Conferencias Generales han sido un momento muy elocuente de encuentro con Cristo vivo y, por ende, de comunión con Dios, nuestro Padre, y de comunión con los hermanos más desvalidos del Continente. Los pobres, los pueblos indígenas, los americanos de origen africano, los rostros sufrientes de tantos hermanos, han estado siempre en el corazón de los pastores, que no quieren ni pueden olvidar que la Iglesia debe ser fiel expresión de la urgencia de la caridad de Cristo (cf 2 Cor. 5,14).

4. Los tiempos de la madurez

Con este buen espíritu, pasando por distintas vicisitudes, con tiempos más misioneros y otros más institucionales, con mayor o menor corresponsabilidad de los episcopados, el CELAM ha ido madurando en años y en experiencia pastoral. En su última Asamblea, ha lanzado una invitación explicita a proclamar a «Jesucristo, Vida plena para todos»,5) con el objetivo de animar una Iglesia evangelizadora y misionera, y de colaborar para la construcción de una sociedad solidaria. Es una gran bendición de Dios que América Latina cuente con esta institución providencial que, como toda obra humana, tiene que seguir perfeccionando su gestión. Con sencillez, pero también con mucha alegría, podemos compartir que el CELAM cuenta con un Secretariado General, 10 Departamentos, 4 Secciones y 5 Secretariados.

Los Departamentos son:

DECAT: Catequesis;

DEC: Educación;

DECOS: Comunicaci6n Social;

DEFANJ: Familia, Vida, Infancia y Juventud;

DELAI: Laicos;

DEL: Liturgia;

DEMIS: Misiones;

DEPAS: Pastoral Social;

DEVIC: Vida Consagrada;

DEVYM: Vocaciones y Ministerios.

Las Secciones son:

SEPAF: Pastoral Familiar;

SEJ: Juventud;

SECUM: Ecumenismo y Dialogo Interreligioso;

SEPAC: Cultura.

Los Secretariados son:

SEPAI: Pastoral Indígena;

SEPAFRO: Pastoral Afroamericana;

SENOC: No Creyentes;

SEPCAS: Pastoral Castrense;

SEPMOV: Movilidad Humana.

Además, el CELAM cuenta con un Instituto Teológico Pastoral (ITEPAL), que, en los últimos cuatro años, ha beneficiado a más de 15,000 personas a través de retiros espirituales, seminarios, cursos presenciales y a distancia. Se tiene un servicio radio-televisivo (SERTAL), una Oficina de Sistemas y un Centro de Publicaciones. Colaboramos con el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales en la implementaci6n de la Red Informativa de la Iglesia en América Latina (RIIAL).

La misión de estos organismos es llevar adelante el Plan Global que cada cuatro años aprueba la Asamblea. El de1 periodo 1999-2003 fue aprobado por unanimidad de los Obispos presentes en la XXVII Asamblea realizada en la ciudad de Quito; tuvo por título: Encuentro con Jesucristo vivo en el horizonte del tercer milenio. Su objetivo fue poner en práctica la Exhortación Apostólica Ecclesia in America y procurar que el Gran Jubileo fuera efectivamente un tiempo de gracia para nuestra Iglesia y nuestros pueblos.

Es hermoso contemplar una institución de Iglesia que se pone al servicio de los Obispos del Continente, siempre atenta a los requerimientos del Santo Padre y de la Sede Apostólica, como el que nos ha llevado a colaborar activamente en el Sínodo de América y a ampliar nuestros contactos internacionales, para anunciar a Jesucristo vivo y proponer la doctrina de la Iglesia en todas las tribunas que se abran a nuestra presencia.

5. Cuarenta y cuatro años sirviendo e integrando (1955-2003)

Así han transcurrido para el CELAM 44 años «sirviendo e integrando». En su Presidencia, Vicepresidencias, en su Secretaria General, en los Departamentos, las Secciones y los Secretariados, han servido un gran número de Obispos que invariablemente, al terminar sus respectivos periodos, confiesan cuánto se han enriquecido con esta visión más vasta de Iglesia que se adquiere en el servicio del CELAM.

A través de todos esos años, sigue en pie el ideal de los Padres Fundadores, como el que expresaba Mons. Julián Mendoza, primer Secretario General del CELAM, en un elogio póstumo a Mons. Manuel Larraín, uno de sus principales impulsores: «Pocas personas como él, entendieron y vivieron tan íntima y sustancialmente la idea básica del CELAM: servicio y ayuda a las Conferencias Episcopales de las naciones latinoamericanas, para que la Iglesia del Continente pueda trabajar mejor, y, de acuerdo a las necesidades de nuestro tiempo, por los hombres y por Dios. El quería, deseaba e hizo todos los esfuerzos para que el CELAM se convirtiera en el mejor instrumento. Fue su idea de siempre, pero especialmente después del Concilio».

Lo que se dice de Mons. Larraín, se puede decir con justicia de tantos Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que han tenido el privilegio y la generosidad de servir en el Consejo Episcopal Latinoamericano, a través de sus años de vida, y a quienes expresamos nuestra admiración y profunda gratitud.

Y como un testimonio para conservar la memoria de quienes han ocupado los cargos directivos de Presidentes y Secretarios, desde la fundación del CELAM hasta el momento de escribir estas líneas, recordamos a los siguientes Obispos.


Presidentes del CELAM desde su fundación:

1956-1959: Card. Dom Jaime de Barros Camara, Arzobispo de Rio de Janeiro, Brasil; 1959-1964: Mons. Miguel Darío Miranda, Arzobispo Primado de México. Hubo una reunión oficial en Roma en 1962 y la Santa Sede prorrogó los términos del periodo por un ano más. 1964-1966: Mons. Manuel Larraín, Obispo de Talca, Chile.

Por muerte trágica de Mons. Manuel Larraín el 22 de junio de 1966, la X Asamblea del CELAM, en Mar del Plata (Argentina), eligió a Mons. Brandao como Presidente Interino para completar el periodo.

1968-1972: Card. Dom Avelar Brandao Vilela, Arzobispo de Teresina, Brasil; 1972-1974: Mons. Eduardo F. Pironio, Obispo de Mar del Plata, Argentina; 1975-1979: Card. Aloisio Lorscheider, O.F.M., Arzobispo de Fortaleza, Brasil; 1979-1983: Card. Alfonso López Trujillo, Arzobispo de Medellín, Colombia; 1983-1987: Mons. Antonio Quarracino, Obispo de Avellaneda, Argentina; 1987-1991: Mons. Darío Castrillón Hoyos, Obispo de Pereira, Colombia; 1991-1995: Card. Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo; 1995-1999: Mons. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B., Arzobispo de Tegucigalpa, Honduras; 1999-2003: Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal, Obispo de Zipaquirà, Colombia.

Secretarios Generales del CELAM desde su fundación:

1956-1965: Mons. Julián Mendoza Guerrero, Obispo de Buga, Colombia; 1965-1968: Mons. Marcos G. Mc Grath, C.S.C., Obispo de Santiago de Veraguas, Panamá, y luego Arzobispo de Panamá; 1968-1972: Mons. Eduardo F. Pironio, Obispo Auxiliar de La Plata, Argentina; 1972-1979: Mons. Alfonso López Trujillo, Obispo Auxiliar de Bogotá, Colombia; 1979-1983: Mons. Antonio Quarracino, Obispo de Avellaneda, Argentina; 1983 -1987: Mons. Darío Castrillón Hoyos, Obispo de Pereira, Colombia; 1987-1991 Mons. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B., Obispo Auxiliar de Tegucigalpa, Honduras; 1991-1995: Mons. Raymundo Damasceno Assis, Obispo Auxiliar de Brasilia, Brasil; 1995-1999: Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal, Obispo de Zipaquirà, Colombia; 1999-2003: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de Tapachula, México.

Elevamos un canto de alabanza al Señor por las maravillas que ha realizado en nosotros, pues reconocemos que su Espíritu Santo es quien guía a su Iglesia a través de las mediaciones humanas, que son pobres y frágiles, sin grandes recursos económicos, pero que se ponen al servicio del Reino, para que el plan de salvación se vaya realizando hoy y aquí, en este Continente y para el mundo entero.

Presentamos a la Virgen María, precursora de todo servicio abnegado, Madre de la Evangelización del Continente, nuestra suplica confiada, para que el CELAM lleve su huella imborrable, y que así Jesucristo vivo sea anunciado, conocido y amado, y muchos puedan unirse a su Magnificat, por las grandes obras que Dios sigue haciendo entre nosotros.

BIBLIOGRAFÍA

BOTERO RESTREPO Juan, El CELAM, apuntes para una crónica de sus 25 años;

CELAM, edición de los 20 años

Conferencia de Rio de Janeiro, Conclusiones

Cardenal Adeodato Piazza, Carta al Cardenal Barros Cámara, 27 Octubre 1956, haciendo algunas sugerencias para la I Asamblea Ordinaria del CELAM.

Plan Global 1999-2003, «Jesucristo en et Horizonte del III Milenio».

RESTREPO Javier Maria, CELAM, 40 años sirviendo e integrando.

SECRETARIADO GENERAL, CELAM, elementos para su historia (1955-1980)


Mons. FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL