LACUNZA Y DÍAZ, Manuel
LACUNZA Y DÍAZ, Manuel (Santiago, 1731 ; Imola, 1801) Jesuita.
En 1755, a los veinticuatro años de edad, se ordenó sacerdote. En 1767, junto con todos sus compañeros jesuitas, fue expulsado de Chile e inició un largo exilio del cual no retornaría. Junto con otros jesuitas chilenos fijó su residencia en la ciudad italiana de Imola. Al poco tiempo, el 16 de agosto de 1773, se daba a conocer el Breve de extinción de la Compañía, firmado por el papa Clemente XIV. En la mañana del 18 de junio de 1801 hallaron su cadáver al borde del río Santerno, en los alrededores de la ciudad de Imola. Estaba por cumplir los setenta años. Vivió exiliado durante treinta años. Se había consagrado al estudio y meditación de las Sagradas Escrituras por espacio de más de quince años. Como producto de ese trabajo se conoce su obra titulada “La Venida del Mesías en gloria y majestad”.
Apoyándose en las profecías bíblicas y en una tendencia patrística de los primeros siglos, Lacunza pretende construir un nuevo sistema. Sostiene la superioridad de la interpretación literal de la Escritura sobre los sentidos espirituales, alegóricos o místicos. A pesar de que el libro manifiesta su distancia de la ideología ilustrada, se observa que algunos rasgos de su pensamiento lo aproximan a la Ilustración Católica: el empleo del idioma vulgar en un libro teológico, su oposición a la Escolástica, la aceptación de la Nueva Ciencia, especialmente en lo que se refiere a cosmología y física. Critica a la tradición eclesiástica medieval y moderna reivindicando la tradición milenarista. Su tesis central es que ha de haber un considerable espacio de tiempo entre la Segunda Venida de Jesucristo y la resurrección universal. Este espacio de tiempo no sólo señala la diferencia fundamental que existe entre el sistema propuesto por el jesuita chileno y la doctrina católica al respecto, sino que constituye la condición de posibilidad de tres eventos esenciales de la esperanza judeocristiana visualizada por el milenarismo: la resurrección de los santos, la destrucción de los poderes anticristianos y el establecimiento de un Reino visible de Cristo. En suma, antes del final de la historia se espera un reino terrestre del Mesías en el cual tendrán pleno cumplimiento las promesas de vida y justicia que Dios ha hecho a la humanidad. Combinando la esperanza apocalíptica con un pensamiento utópico postula que el tiempo nuevo que se inicia implicará una transformación política, social, religiosa y cósmica.
El reino mesiánico, el ‘milenio’ propiamente tal, que podrá durar un número indeterminado de siglos, es la penúltima época en la concepción de Lacunza, ya que tras una crisis definitiva acabará la historia y se dará paso a la última época: la vida eterna. Acontecerá el juicio y resurrección universal de todos los muertos, con la correspondiente condenación o salvación eternas. Cristo colocará el reino en manos del Padre y así será Dios todo en todo (1 Cor 15, 28). El centro de unidad de un reino tan extenso estará, sin duda, en un lugar determinado del universo: este lugar privilegiado será el mismo en el que ahora habitamos, es decir, la Tierra bellamente transfigurada.
Para fundamentar esta aseveración el autor presenta dos razones claves: Jesucristo es de esta Tierra, aquí nació, aquí se hizo hombre, aquí enseñó su Evangelio, aquí experimentó la injusticia de la cruz. Y lo mismo se puede decir de los coherederos: aquí padecieron por Él y sufrieron por causa de la justicia, aquí fueron, por lo mismo, atribulados y perseguidos. Luego, aquí mismo, en esta misma Tierra donde tanto abundó la iniquidad, deberán gozar eternamente el fruto más que céntuplo de todo lo que supieron sembrar. La Venida del Mesías, difundida a través de ocho ediciones, fue leída a lo largo de Europa y Latinoamérica por jesuitas expulsos, jansenistas franceses e italianos, por católicos ilustrados españoles, por adversarios del Concordato entre Napoleón y el Papa, por revolucionarios y contrarrevolucionarios, por judíos, liberales y eclesiásticos ilustrados de diversas regiones. La obra de Lacunza fue colocada en el Índice en 1824 y a mediados del siglo XX la doctrina misma es cuestionada y luego de una consulta, el Santo Oficio, en decreto del 21 de julio de 1944, responde que: “El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad” (Denzinger, 3839).
Obras
La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, Londres 1816.
Bibliografía
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FREDY PARRA