DE ROSALES, Diego
(MADRID, 1601 – SANTIAGO DE CHILE, 1677 ¿1682?) RELIGIOSO JESUÍTA, CRONISTA
Nació en Madrid, presumiblemente en 1601, sin saberse día ni mes exacto. Por su educación y cultura se deduce la procedencia de una clase acomodada. Estando en España ingresó a la Compañía de Jesús entre los años 1618 y 1619, donde después de dos años de noviciado y de haber concluido sus estudios de retórica y filosofía, pasó en 1625 a regentar una cátedra en el Colegio Jesuita de Madrid.
Sin ser aún sacerdote viaja hacia América y llega a Lima, hacia el año de 1625 o 1626, donde estudió teología por dos años. Cuando el jesuita Vicente Modollel fue a esa ciudad en busca de misioneros para la Gobernación de Chile, Rosales se enlistó, llegando a ésta el año de 1629. Años más tarde logrará terminar sus estudios de teología en Santiago, y se ordenará sacerdote en 1640.
La primera misión que se le asigna es en Arauco a fines de ese mismo año de 1629. En esta misión se dedicó a enseñar la doctrina cristiana a los indios vecinos al fuerte. Durante cerca de diez años (1629-1639) permaneció como jefe de la misión. El sacerdote pasa a ser testigo ocular de muchos acontecimientos en la Araucanía. Había aprendido con perfección la lengua araucana y viajaba a los lugares vecinos al fuerte, confesando, predicando y convirtiendo a los indígenas de los distintos «rehues» o parcialidades. En sus viajes se escapó milagrosamente de numerosas celadas tendidas por indígenas que se resistían a la conversión.
Durante cerca de veinte años se dedicó a recorrer la zona como simple aspirante al sacerdocio, haciendo su profesión definitiva en el Colegio Máximo de Santiago sólo en 1640, frente a su provincial, el Padre Juan Bautista Ferrufino. Incorporado como ministro en la Compañía de Jesús, el padre Rosales reanuda su vida de misionero.
De regreso a su misión de Arauco, acompañó al gobernador, marqués de Baides, al parlamento de Quillín (6 de enero de 1641) en calidad de consejero y amigo. Luego de firmarse las paces de Quillín, Rosales recibió el encargo de preocuparse de la pacificación de los pehuenches a través de nuevas misiones.
Durante su permanencia en la misión de Arauco acompañó al presidente Mujica al segundo parlamento de Quillín (24 de febrero de 1647). Al término del gobierno de éste, se repuebla el antiguo asiento de Boroa, y Rosales junto con el padre Luis Pacheco quedan a cargo de esta misión.
Frente a un nuevo levantamiento indígena, el padre Rosales se vio en la obligación de dirigirse a las reducciones cordilleranas de puelches y pehuenches, llegando hasta las lagunas cordilleranas frente a Villarrica para ayudar a calmar a los indígenas. El Padre Rosales tuvo que sufrir en muchas oportunidades encierros en los fuertes de la Araucanía por varios meses, y ayudar en la resistencia de éstos en contra de los indígenas. Por lo tanto, también tuvo la capacidad de transformarse de misionero en defensor, brindando apoyo moral a los soldados españoles.
En Penco (Concepción) es nombrado rector de la residencia de los Jesuitas y responsable de su templo. Se hallaba en la ciudad cuando ocurrió el terremoto del 15 de mayo de 1657, que la destruyó casi completamente. Permanece en ésta entre 1657 y 1662, año en que es llamado por las autoridades de la orden a asumir como superior de la vice-provincia de Chile, lo que lo obligó a trasladarse a la ciudad de Santiago.
En ese cargo fue reelecto por dos veces, a pesar de su avanzada edad, siendo además, entre los años 1666 hasta 1672, rector del Colegio Máximo de Santiago. Durante su desempeño como vice provincial, en 1664 visita Cuyo, la isla de Juan Fernández y Chiloé; en ese cuarto viaje en que cruza la cordillera, recorre Mendoza y San Juan.
Al parecer, el padre Rosales vivió hasta 1682, año en que cesó el gobierno de Juan Henríquez de las Casas (1670-1682). Este gobernador le había pedido al padre Rosales que se hiciera cargo de una misión en la Isla Mocha, la que no pudo llevarse a efecto. La mayoría de los biógrafos sostienen que el padre Diego de Rosales fallece en Santiago el 13 de junio de 1677, a los 76 años de edad.
Su obra Sus contemporáneos lo consideraron un historiador, por su empeño en la lectura y porque se preocupó por consignar datos y tradiciones. Hablaba un perfecto castellano, latín y también la lengua mapuche. Comenzó a escribir su «Historia General del Reino de Chile» cuando vivió en Concepción, teniéndola completamente terminada y puesta en limpio en diciembre de 1674, la que sin embargo no se publicó hasta 1877, en Valparaíso, por obra de don Benjamín Vicuña Mackenna.
Una de las razones de la tardanza en la publicación puede haberse debido a las críticas que la obra contenía sobre la forma de conducir la conquista y administración colonial por parte de las autoridades españolas.
La obra comienza con una prolija descripción de Chile, su suelo, sus ríos, sus islas y sus productos, tanto vegetales como animales; su fauna, y la vida y costumbre de los indígenas. También se refiere a los viajes y descubrimientos realizados. La historia propiamente tal comienza con la expedición de Diego de Almagro y termina, bruscamente, con los sucesos inmediatos a la insurrección de 1655.
También escribió una «Historia Eclesiástica» o «Conquista Espiritual del Reino de Chile», de la que han sido encontrados sólo fragmentos. Esta obra es, propiamente, una crónica de la Compañía de Jesús en el país, paciente y minuciosa recopilación de la vida de todos los varones de la Iglesia que militaron en Chile, especialmente, de los jesuitas ilustres y humildes.
BIBLIOGRAFÍA
Rosales, Diego de. Vol. 1. Imprenta del Mercurio, Valparaíso, 1877
Tampe E., Catálogo de Jesuitas de Chile, 1593-1767, Santiago 2008.
HUGO ROSATI