LIMA; Colegio de San Martin
Entre las obras educativas que la Compañía de Jesús mantuvo en el Virreinato del Perú destacan el Colegio Máximo de San Pablo y el Real Colegio de San Martín, ambos en Lima.
Los primeros jesuitas llegaron al Perú en 1568 y de inmediato deci¬dieron dedicar sus esfuerzos a la conversión de los indígenas y a la educación de la juventud. El licenciado Juan Martínez Rengifo y su esposa Bárbara Ramírez de Cartagena contribuyeron a que los jesuitas se estableciesen en los solares de la manzana en que se encuentran hoy la iglesia y residencia de San Pedro, el Banco Central de Reserva y la Biblioteca Nacional.
Allí se fundó el Colegio Máximo. Cerca de allí, en terrenos en que actualmente se levanta el edificio del Ministerio de Economía y Finanzas, la Compañía de Jesús creó el Real Colegio de San Martín (1582). Con este nombre se quiso rendir homenaje al protector de la obra, el virrey Martín Enríquez, que apoyó la iniciativa de los padres. Por Real Cédula del 5 de octubre de 1588 quedó fundado oficialmente el colegio. Veinte días más tarde, el 25 de octubre, el papa Sixto V dio su aprobación.
Pero el funcionamiento del colegio se remonta a 1583 cuando se nombró al padre Pablo José de Arriaga como rector. Los primeros colegiales fueron catorce y su edad oscilaba entre 13 y 17 años de edad. Al año siguiente fueron veintitrés alumnos; en 1594, sesenta; en 1597, sesenta y cuatro; en 1598 más de setenta; en 1599 descendió el número a sesenta y en 1600 alcanzó a ochenta y cuatro. Se calcula que entre 1587 y 1767, año de la expulsión de los jesuitas, el número de alumnos matriculados totalizaba más de cinco mil.
La instrucción abarcaba la Gramática, Artes (o Filosofía), Jurispruden¬cia, Cánones y Teología. Las clases de Gramática congregaban a la mayor parte de los alumnos y comprendían tres subgrupos: mínimos (12 años de edad), medianos y mayores. Los canonistas y juristas seguían las clases en la universidad de San Marcos o en el vecino Colegio Máximo.
El prestigio del colegio fue creciendo con el tiempo. El autor anónimo de los «Anales Martinianos» nos informa que entre los antiguos alumnos del colegio se contaron 82 títulos de Castilla [títulos nobiliarios del Reino de Castilla], 20 militares de alta graduación, 9 consejeros reales, 9 arzobispos, 41 obispos, 136 oidores y fiscales de las Reales Audiencias, 3 predicadores de reyes, 17 asesores de virreyes, 3 académicos de la Historia, uno de la Academia de la Lengua, uno de San Fernando, 40 rectores de la Universidad de San Marcos, 16 rectores del propio colegio de San Martín, 38 del colegio de San Felipe y San Marcos, 139 catedráticos de todas las facultades, 108 escritores, 71 alcaldes ordina¬rios de Lima, 44 varones eminentes en santidad y 39 prelados de órdenes religiosas.
Un promedio de ocho a diez jesuitas estaban dedicados a la formación de los alumnos. Según una relación del 28 de abril de 1603 (del padre Cabredo al propósito general de la Compañía, Claudio Aquaviva) , “en el seminario de San Martín de Lima son ocho sujetos: dos Padres, cuatro Hermanos estudiantes y dos coadjutores”. Además de la enseñanza cotidiana del castellano y del latín, asigna-turas medulares de lo que hoy llamaríamos instrucción primaria, los jesuitas concedían particular importancia pedagógica a las representaciones escéni¬cas. Con motivo de las fiestas profanas o religiosas se llevaban al teatro piezas cortas y coloquios, pero también autos sacramentales. Podemos citar las representaciones de la vida del duque de Gandía (San Francisco de Borja, tercer general de los jesuitas) antes de su conversión; «El Príncipe de Fez» de Pedro Calderón de la Barca; «El Fénix de España» del padre López de Lara, etc.
A comienzos del siglo XVII el nivel del colegio se mantenía muy alto en exigencias académicas. En la «carta anua» de 1602 se lee: “El progreso de este seminario en letras y virtud se va reconociendo cada día; llegan a ciento los colegiales y todos tan acudidos a su obligación, que en las cosas de virtud es menester ponerles a muchos limitación, para que acudan también a su estudio. Y en este ejercicio de letras, actos de Artes y Theología que tienen en la Universidad y en este colegio, favorecidos y honrados con la presencia de los señores de la Audiencia e Inquisición y en los exámenes que hacen para sus grados muestran tanto y con grande ostentación, que pone a todos particular gusto y admiración, de donde nace que todos desean poner aquí sus hijos, aunque sean más queridos, venciendo el deseo de verlos bien criados al amor que quisiera no apartarlos de su compañía”.
Y el año siguiente, el propio Padre General Aquaviva, manifiesta al Rector del colegio, padre Diego de Paz: “Lo que deseo es que pues ese colegio de San Martín está a su cargo, procure instruir esa juventud en todo género de virtud y piedad cristiana, pues de su buena educación depende en gran parte el bien de muchas almas en ese Reino”.
La economía del colegio se sostenía gracias a las ayudas provenientes del Estado, de la propia Compañía y de las familias de los alumnos. La citada carta anua de 1602 nos cuenta que el plantel “tiene de renta dos mil pesos de a nueve reales que le da Su Majestad cada año para diez colegiaturas que provee su Virrey. Tiene más de 700 pesos de renta para cuatro cole¬giaturas que nombra el Provincial. La demás renta crece y mengua conforme al número de los colegiales que hay, cada uno de los cuales da para su sustento cada año ciento y cinquenta pesos; y al presente vale esta renta doze mil pesos de a nueve. Paga de censo cada año quatrocientos y veinti pesos de a nueve, por cinco mil y ochocientos y veintidos pesos de principal. Tiene para poder redimir este censo ocho mil pesos que le deben personas al Colegio, en el que se pueden sustentar cómodamente de lo que le resta los ocho sujetos de la Compañía que tiene”.
A mediados del siglo XVIII, algunos años antes de la expulsión de los jesuitas, se mantenía el número de ocho jesuitas consagrados al colegio. Quince eran los alumnos becarios y sesenta y cuatro los de paga. Cincuenta rectores contaron el colegio de San Martín en sus 185 años de funcionamiento. La Compañía destinó a personalidades eminentes para tal cargo. Entre ellos podemos citar a los padres Pablo José de Arriaga (autor de «Extirpación de la idolatría del Pirú» -1621- obra clásica sobre la religión de los nativos), quien en seis períodos de rector sumó veinticuatro años al frente del colegio; Alonso Messía Venegas, el notable teólogo riobambino Leonardo de Peñafiel, Tomás Cavero y Alonso de Cereceda.
En la madrugada del 9 de septiembre de 1767 fueron sorpresivamente ocupadas por la fuerza pública las casas de la Compañía de Jesús en Lima. El rector del Colegio de San Martín, padre Juan Bautista Sánchez, acudió con sus seis súbditos (cuatro sacerdotes y dos hermanos coadjutores) al Colegio Máximo de San Pablo, donde —reunidos más de un centenar de jesuitas— les fue leído el decreto de extrañamiento. El rector del colegio, Juan Bautista Sánchez, era natural de Arica (norte del actual Chile), contaba 53 años y habría de fallecer en Ferrara (Italia) en 1775.
El 12 de enero de 1771 el virrey Amat refundió el antiguo colegio de San Martín con el Real de San Felipe y San Marcos. Quedó así fundado, en el local del noviciado jesuita de San Antonio Abad (actual Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos), el Real Convictorio de San Carlos. El local del colegio Martiniano alojó a la Aduana (nombre que tomó la quinta cuadra del jirón Miró Quesada de Lima); luego se convirtió en Palacio de Justicia y por último, con moderna edificación, pasó a ser Ministerio de Hacienda y Comercio (luego Economía y Finanzas). En su edificación original el colegio de San Martín tenía amplios patios con corredores y arquerías y pilas de agua corriente.
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
RODRÍGUEZ Q. DAVID, Por un lugar en el cielo: Juan Martínez Rengifo y su legado a los jesuitas 1560-1592, Lima: Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales UNMSM, 2005
VV.AA Enciclopedia Ilustrada del Perú, Alberto Tauro del Pino, PEISA, Lima2001.
ARMANDO NIETO VÉLEZ S. J.
[©Revista Peruana de Historia Eclesiástica