PANAMÁ; Catecismos empleados
Después de la llegada de los españoles a Panamá a principios del siglo XVI, se iniciaron las etapas de la Conquista y Colonización de la llamada Época Hispánica (1501–1821) de nuestra Historia. Ya el 4 de mayo de 1493, mediante la Bula Inter Coetera, el Papa Alejandro VI había encargado a los reyes de España, Isabel y Fernando, el envío de misioneros para evangelizar a los habitantes del Nuevo Mundo que Cristóbal Colón había encontrado en su viaje hacia oriente. Para cumplirlo, a partir del segundo viaje de Colón y en el de los siguientes conquistadores, debían traer frailes misioneros que también los debían acompañar en sus expediciones en estos nuevos territorios.
Así, a Santa María la Antigua del Darién, población fundada en 1510, por Martín Fernández de Enciso en la costa NE del Istmo (hoy Colombia), llegaron los primeros misioneros franciscanos quienes establecieron la primera escuela para hijos de caciques (entre 1511 y 1514), donde les enseñaban a leer y a escribir así como la religión católica. El método que utilizaban eran unas «cartillas» que tenían una serie de preguntas y respuestas con las que preparaban a los niños, a quienes reunían en el templo, dos veces al día, y se esperaba que transmitieran lo aprendido a su familia.
El 15 de agosto de 1519, el gobernador de Castilla de Oro, Pedrarias Dávila, fundó a orillas del Pacífico la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá (hoy Panamá La Vieja), y trasladó a ella los habitantes de Santa María la Antigua del Darién.
Otras órdenes religiosas que llegaron con la misión de evangelizar fueron: jesuitas, dominicos, agustinos recoletos y mercedarios. En cada nueva población, edificaban una iglesia y junto a ella una escuela a donde hacían venir a los indígenas o a otros poblados cercanos que levantaban para ellos (reducciones). Cuando en Panamá se iniciaban estos quehaceres catequísticos, en Europa ya existían incontables catecismos y cartillas, confeccionadas por obispos, frailes y sacerdotes que fueron traídas a América y traducidas a las distintas lenguas nativas existentes.
Destacamos, en primer lugar, las “cartillas de Valladolid”, impresas desde 1583, para que los niños aprendieran a leer y conocer la doctrina, y para financiar la terminación de la catedral de esa ciudad. Eran tan sencillas que se llegaron a imprimir 70 millones. En Panamá se usaron por espacio de 3 siglos.
También sobresalió el “Catecismo de la Doctrina Cristiana”, escrito a mediados del siglo XVI por el Padre Gaspar Astete, jesuita español, y que, en forma de cuestionario, fue muy popular. Se le hicieron adiciones y adaptaciones que trascendieron hasta el siglo pasado. Fray Pedro de Gante, misionero franciscano flamenco, al llegar a Texcoco, Nueva España, México (1523), organizó una escuela y para ella confeccionó un catecismo para evangelizar tanto a los hijos de los caciques, como a otros niños de comunidades cercanas a quienes preparó para llevar la Palabra de Dios, en su propia lengua al resto de la población. Sus hermosos códices le dieron gran vistosidad por lo cual este catecismo pictográfico de Gante gustó mucho y se difundió por el continente.
En la ciudad de los Reyes (Lima, Perú) se efectuó el III Concilio Provincial de Lima (1582-1583) que dio como resultado 3 catecismos: uno breve para los rudos, ocupados y ancianos, uno mayor para los que tienen facilidad de aprender y otro que resumía la doctrina en forma de sermones (sermoniario). Este concilio demostraba el interés de los prelados por lograr igualdad de criterios en cuanto a la enseñanza del castellano y la doctrina y por mantener el interés de la corona española en la evangelización de los indígenas, tanto en Suramérica como en las demás colonias hispanas, incluyendo a Panamá, con la que histórica y eclesiásticamente el Perú guardaba estrecha relación.
Otro importante instrumento catequístico colonial fue el “Catecismo y Exposición Breve de la Doctrina Cristiana”, escrito por el jesuita Jerónimo Martínez de Ripalda, publicado en 1618, que también fue traducido y reimpreso por muchísimos años.
Los diferentes obispos que se sucedieron en la Arquidiócesis metropolitana panameña demostraron vivo interés por continuar esta obra evangelizadora, usando diferentes cartillas y catecismos, también por aminorar los malos tratos que los naturales recibían de parte de los conquistadores españoles, por educarlos y encauzarlos en algún oficio, no sin poca resistencia por parte de ellos.
En cambio, con relación a los africanos que se trajeron a América en calidad de esclavos, hubo poco interés por evangelizarlos, con excepción del bautizo que se les practicaba al llegar a Portobelo y algunas excepciones esporádicas que sucedieron como respuesta a que la corona española promulgaba su liberación en forma reiterada con poco éxito.
Lograda nuestra independencia de España, el 28 de noviembre de 1821, nos incorporamos a la Gran Colombia, liderada por el libertador Simón Bolívar. Durante esa Época de Unión a Colombia (1821-1903) debimos haber usado los catecismos, que para la enseñanza religiosa se utilizaban en ese hermano país; como el de Luis Zapata de Cárdenas, el de Miguel de Espejo, el del obispo de Popayán Antonio de la Coruña y el del arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero, producto del III concilio de Lima. También el Catecismo Infantil, escrito en inglés, por la señora María Torrance, esposa del misionero Rev. Wallace, y que fue traducido por el padre Carlos Mario Morín, en 1870. Con el gobierno del Presidente Rafael Núñez, en 1888, cuando éste declaró que la religión católica debía enseñarse en todas las escuelas primarias y normales, se mandaron a imprimir mil catecismos del padre Astete para ser usados en las escuelas panameñas.
Diferentes causas motivaron nuestra separación de Colombia el 3 de noviembre de 1903. En esa fecha se proclamó la República de Panamá y se inició nuestra Época Republicana. El nuevo gobierno panameño puso especial empeño en la educación como base para lograr el progreso y aprobó que se agregaran las asignaturas de Religión e Historia Sagrada en las nuevas escuelas, aunque tanto en ellas como en las iglesias se usaban las mismas cartillas y catecismos coloniales, especialmente los de Astete y Ripalda, los cuales fueron cediendo su espacio poco a poco a otros más actualizados.
Atraido por la cultura kuna, el jesuita español, P. Leonardo Gassó, misionó en San Blas, en las islas Narganá y Nusatupo, donde aprendió la lengua kuna y escribió, en 1907, una gramática y un catecismo kuna para evangelizarlos. Su trabajo no logró la aceptación y la comprensión deseada, ni por el gobierno de entonces ni por los propios indígenas, a pesar del gran entusiasmo que le impregnó y que despertó, por lo cual este catecismo tuvo corta duración.
Desde la década del 80 sobresale el catecismo “Para Ser Cristiano”, de los misioneros claretianos centroamericanos que, actualizado, lleva más de un millón de ejemplares publicados. En 1982 Monseñor Daniel Núñez, obispo de David, escribió el “Catecismo Católico”, para los jóvenes que van a recibir la confirmación.
SS Juan Pablo II convocó, en 1985, una asamblea extraordinaria del Sínodo de obispos la cual recomendó, como producto del Vaticano II, redactar el Catecismo de la Iglesia Católica, que se hizo realidad en 1992. Juan Pablo II lo aprobó con beneplácito y ordenó su publicación a la Santa Iglesia Católica.
Con esta inspiración se redactaron catecismos panameños como los del Padre Bernardo Van Quathem: Curso de Confirmación, en 1990, con texto y manual para el catequista y Convivencia Prebautismal, en 1999; el del Padre Francisco Heagerty, Ven Espíritu Santo, por 1996, para recibir la confirmación y los de la Magister Rosa Gómez de Sánchez y la Hna. Olga Bustamante: ¡Qué Alegría Conocerte, Señor! (2006) y ¡Qué Alegría Vivir Contigo, Señor! (2007) para el primer y segundo nivel de preparación para recibir la eucaristía, con texto y manual para el catequista.
Bibliografía
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