LIRIO DE PUEBLA
TOMELÍN Y DEL CAMPO, Sor María de. (Puebla, 1579; Puebla, 1637) Religiosa
La venerable madre Sor María de Tomelín y del Campo nace en la ciudad de Puebla el 21 de febrero de 1579 y muere como monja profesa de la Orden de la Inmaculada Concepción el día 11 de junio de 1637, día de Corpus Christi en esta misa ciudad. Es hija de Sebastián de Tomelín nacido en Valladolid, España y de Francisca del Campo, criolla, nacida en la ciudad de México. Este emigrante logra amasar una buena fortuna en los negocios de obrajes y es propietario de haciendas, que le permiten dar a sus hijos un buen nivel de vida. Don Sebastián se hace famoso por haber mencionado en su testamento un legado a la Virgen de Guadalupe mexicana, mismo que está considerado como un testimonio histórico de la devoción de los peninsulares a la Morenita del Tepeyac, en fecha anterior a la publicación del primer libro impreso del acontecimiento guadalupano, hecho por el bachiller Miguel Sánchez en 1648. Todos los historiadores defensores de la aparición y culto guadalupano citan este testimonio como una prueba de la extensión de la veneración a la imagen del Tepeyac, no sólo entre los naturales, sino también, entre los españoles llegados a estas tierras.
Don Lorenzo Boturini Benaduci, célebre promotor de la coronación de la Guadalupana en el siglo XVIII, encuentra el texto de este testamento con el escribano Antonio Bermúdez de Castro, autor del «Theatro Angelopolitano» y acude a certificarlo con el siguiente escrito: “Lorenzo Boturini residente en esta ciudad, como mejor proxeda de derecho, parezco ante Vmd y digo: Que ha más tiempo de dos años estoy trabajando en solicitud de Instrumentos y otros Papeles con que poder justificar plenamente las Dichosas Apariciones de Nuestra Señora la Virgen María que, con el título de Guadalupe se venera en su Santuario de la ciudad de México, a motivo también de escribir la Historia de la misma Señora; y respecto a hallarme con noticias de que en el Oficio Público del presente Escribano se otorgó un Testamento el año pasado de 1572 por Sebastián de Tomelín, vecino que fue de esta ciudad y Padre legítimo de la Venerable Madre María de Jesús, Religiosa Profesa que fue de velo y choro en el Sagrado Convento de la Purísima Concepción de Nuestra Señora de esta misma ciudad, el cual dicho testamento contiene cierta cláusula de Legado en favor de dicho Santuario de Guadalupe”…… Continúa la petición de Bouturini para certificar el testamento. El testamento de don Sebastián Tomelín empieza: “Yo Sebastián Tomelín natural de la villa de Guadalcanal, hijo legítimo de Sebastián Tomelín e Isabel García ya difunta, estando en esta ciudad de los Ángeles de Nueva España, estando enfermo en cama y en mi memoria y entendimiento natural, recelándome de la muerte que es cosa natural a toda criatura viviente, creyendo como creo en el Misterio de la Santísima Trinidad, otorgo y conozco que haga y ordeno este mi Testamento y última voluntad en la forma y manera siguiente:” Después de algunas cláusulas, la que interesa dice: “Item: mando a Nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de México diez pesos oro común los cuales se paguen de mis bienes”. Más adelante dice también: “Item: declaro que no soy casado.” Este testamento lo confiere como soltero en 1572 y sor María de Tomelín nace en 1579, nueve años después. Los datos los proporciona don Francisco del Paso y Troncoso en su escrito realizado en Amecameca, 20 de octubre de 1884. La biografía de esta religiosa fue escrita por su compañera de claustro, sor Agustina de Santa Teresa por órdenes del obispo don Alonso Mota que había sido informado de los arrebatos místicos de sor María de Tomelín por su confesor, el sacerdote jesuita Miguel Godínez, por lo que los datos que cita son dignos de la mayor credibilidad. Desgraciadamente no es fácil conseguir estos escritos directamente, pero si son conocidos por historiadores que con posterioridad estudiaron la vida de esta venerable religiosa, como don Enrique Gómez Haro y Francisco Pardo de donde tomamos los datos para este escrito. La señora Francisca del Campo, tuvo problemas en su embarazo y consagra desde su nacimiento a la pequeña María a la Santísima Virgen en la advocación de Virgen del Carmen, aunque algunos citan que fue a la Virgen del Rosario. En cualquier caso, la pequeña niña creció con esta devoción y desde su tierna infancia se dice tenía arrebatos místicos en que recibía la visita de las Ánimas del Purgatorio, de la Virgen María que le mostraba al Niño Jesús y de los santos Ángeles Custodios. Desde pequeña se despertó en ella una vocación a la vida religiosa que era alentada por su madre, no siendo así la postura del padre que deseaba para ella una vida social contrayendo un buen matrimonio ya que su posición económica se lo permitía. Su biógrafo Francisco Pardo cuenta que teniendo María cinco años de edad, tiene la visión de un tío que había fallecido y que le pide diga a su padre le ofrezca misas y responsos para salir del purgatorio. El padre desconfiado de la veracidad de esta visión le dice que le haga al tío algunas preguntas personales y al ser contestadas correctamente, cumple la voluntad del difunto y logra rescatarlo de los suplicios del purgatorio. Este hecho impresiona profundamente a la familia, pero a pesar de ello, el padre seguía pensando que el destino de su hija sería un adecuado matrimonio. Por su parte Enrique Gómez Haro, relata que siendo una niña: “Presentóse una vez a la niña un mendigo que le hizo llorar mucho, no sólo por compadecerse de su miseria, sino porque no podía remediarla; acudió a la Santísima Virgen rogándole que la socorriese para auxiliar a aquel pobre y, al comenzar su oración, cayó de la bendita imagen una moneda de dos reales que, con el mayor júbilo, entrego al pordiosero. Vio este prodigio una hermanita de nuestra Venerable, a la que previno que lo tuviese oculto, como lo hizo durante largos años”. La relación en la familia se volvió un poco tensa pues el padre con la ilusión de casarla joven, recriminaba a su esposa la protección que le daba a su hija, ya que consentía que pasara muchas horas dedicada a la oración. La pequeña siendo testigo de esta situación, enfermó gravemente hasta considerar que moriría. Sanando en esta ocasión, recaía nuevamente en problemas de salud cada vez que el insistente padre volvía a tocar el tema de su matrimonio. Las cosas llegaron al grado de que en una ocasión, cuando el padre ya tenía un prospecto de marido, tuvo una discusión tan seria, que llegó a arrojar un puñal sobre la joven que afortunadamente fue a parar a un armario. Ante esta situación, la piadosa madre decidió acudir al convento de la Inmaculada Concepción de la ciudad, que estaba anexo a la iglesia de la misma advocación, sobre lo que es hoy la avenida 7 poniente, y escribió a la madre superiora y también al obispo don Diego Romano la situación familiar en que vivía y la vocación de su heredera. En el mes de mayo de 1598, pasando por la puerta del convento en compañía de su madre y un hermano, pretextó tener sed y detenerse a pedir un vaso de agua en la portería y, habiendo penetrado en el sagrado convento, logró la aceptación para permanecer en él y nunca más abandonó ese lugar que tanto deseaba. Al año siguiente, el 17 de mayo de 1599, hizo sus votos y se dedicó a severas penitencias que llamaron mucho la atención de la maestra de novicias, al grado que conociendo esto el señor obispo, encargó a un sacerdote que vigilara especialmente la vocación de esta novicia. Su vida conventual empezó a ser bendecida con una serie de visiones y éxtasis que lograba en sus profundas oraciones, lo que no pasó desapercibida por sus hermanas religiosas, produciendo en algunas un ejemplo a seguir y en otras una envidia que las llevó a acusarla de hechicería y de embustera, llamándola con el título burlón de “iluminada”, ya que en esos tiempos acaecieron varios eventos de monjas que falsamente decían estar recibiendo mensajes de la divinidad, lo que alertó sobre manera a las autoridades eclesiásticas. Sor María en efecto, según relata su compañera Agustina de Santa Teresa, tuvo en varias ocasiones éxtasis que la elevaban del suelo, y demostró además tener los dones de clarividencia y profecía, siendo intercesora de muchos favores, hablándose incluso del don de bilocación. La vida conventual de ese siglo, en algunos conventos de mujeres, estaba llena de comodidades, ya que se les permitía tener esclavas a su servicio y muchas de ellas gozaban también de cocinera y asistente personal. En efecto existían conventos femeninos de monjas «descalzas» que vivían en comunidad y de monjas «calzadas» que seguían llevando una vida particular. Entre estas había la distinción de monjas de «velo negro» que tenían recursos propios o de las dotes con las que habían ingresado y que no causaban ningún gasto al convento, ni en alimentación, ni en su vestuario u otras necesidades. Las llamadas de «velo blanco» eran las que no tenían recursos suficientes y nunca llegaban a tener los cargos o distinciones de las otras, ni participar en algunas funciones o pertenecer a los coros. Esta vida, que se prestó a muchos abusos y pérdida de la verdadera vocación, al siguiente siglo fue severamente criticada por la jerarquía, que se mostró dispuesta a acabar de raíz con estas comodidades y regresar a la vida austera en los claustros, lo que provocó severos conflictos con las religiosas. Fue hasta 1774 cuando el obispo Victoriano López González, siguiendo los pasos de su antecesor Fabián y Fuero, dicta sus órdenes para regularizar la vida común en el convento de la Inmaculada Concepción de María. A pesar de esto, de 58 monjas que existían entonces, solamente 12 de 58 aceptaron de buena voluntad estas ordenanzas y las demás siguieron algún tiempo con su vida privada, aunque con muchas restricciones. Sor María de Jesús, monja «de velo negro» tenía también a su servicio una esclava de origen asiático de nombre Isabel que, ante la bondad de la religiosa, fue tornándose sumamente rebelde y grosera con su ama, pero inspirada por la Santísima Virgen, nuestra Venerable soportó con paciencia estas ofensas, ofreciendo todo a su Señor. Esta virtud de la paciencia le sirvió para soportar todas las burlas e insultos que sus compañeras de vocación le inferían, llevadas por la envidia de la santidad que ella mostraba en todos sus actos. Todas las comodidades que le daba su posición económica las compartía con sus hermanas de claustro de menores recursos, ya fuera su ropa o su comida La más notable de sus profecías, narrada por sor Agustina de Santa Teresa, fue que predijo su muerte y también el fallecimiento del obispo de entonces, don Gutierre Bernardo de Quiroz, añadiendo que a la muerte de éste, llegaría a la diócesis un pastor santo que en ese momento, no era todavía sacerdote y que tendría muchos problemas en su ministerio. Estaba hablando de don Juan de Palafox y Mendoza que efectivamente en esos años no estaba ordenado sacerdote y que tuvo un santo ejercicio de su autoridad, padeciendo por ello feroces persecuciones de las órdenes religiosas que metió a trabajar siguiendo los lineamientos del Concilio de Trento, lo que le ocasionó incluso, su regreso a España por órdenes reales. El coronel e historiador Antonio Carrión escribe sobre sobre el tema: “En los primeros años de la fundación de este convento (1593) floreció en él una notable hija de Puebla que nació en esta ciudad el año de 1582 y murió con reputación de santidad el 6 de noviembre de1637. Se pidió su beatificación, y hasta el 2 de octubre de 1736 llegaron a Puebla los remisoriales para hacer las informaciones conducentes, se publicaron con repique general a vuelo de todas las iglesias, iluminación en toda la ciudad, salvas, fuegos artificiales, misa solemne en la iglesia de la Concepción a cuyo convento pasó el Obispo de la diócesis con asistencia de escribano y el cabildo mandó abrir el sepulcro de la madre sor María de Jesús y hallándolo incorrupto, después de las oraciones del caso, y de practicar las diligencias necesarias permitió que la vieran las religiosas”. Como vemos, Carrión da fechas diferentes a las de Gómez Haro, aunque cercanas entre sí, y nos describe la gran alegría de la población al conocerse que empezaba a caminar el proceso de beatificación, lo que nos lleva a pensar que era muy conocida su fama de santidad. La causa de beatificación trató de ser introducida por don Juan de Palafox, pero fue su sucesor don Diego Osorio de Escobar y Llamas el que realizó un proceso informativo en 1661 y lo envía a Su Santidad Clemente X quien lo encarga al cardenal Gaspare Carpegna. Como cita Carrión, los remisoriales llegan a Puebla hasta 1736 y es el Papa Pío VI quien en 1785 reconoce las virtudes de la Venerable religiosa y ordena el estudio de los tres milagros que se requerían y que estaban atribuidos a su intercesión. Se habla de hasta diez milagros de sanación que realizó Sor María, en vida y muchos más después de su muerte, que junto con sus virtudes heroicas y sus dones de profecía, propiciaron la causa de su beatificación. Desgraciadamente, no ha habido una constancia en el seguimiento del proceso. La causa de su beatificación data de más de 200 años, y en la segunda mitad del siglo XX fue retomada con entusiasmo por fray Jerónimo Verduzco, franciscano, poeta e historiador. Nuevamente la muerte de este fraile ha vuelto a dejar sin promotor el proceso de beatificación de Sor María Tomelín hasta la fecha. Su cuerpo se conserva en una urna de madera en el actual convento de las religiosas concepcionistas, pero ha perdido mucho la devoción que se le tenía en siglos pasados. Don Enrique Gómez Haro en su libro citado dice: “Era yo muy niño y ya iba con mi papá al Convento de Monjas Concepcionistas para visitar a la Venerable Madre, cuyo cuerpo, que decían estaba incorrupto, guardábase en una urna de revestimiento dorado, en una pieza de la planta baja, accesible a cuantos pretendían llegar hasta allí, en busca de alivio o de consuelo. ¡La Venerable Madre¡. Todos los poblanos hablaban de ella, tradicionalmente, como una religiosa muerta en olor de santidad”.
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
Carrión Antonio, “Historia de la Ciudad de Puebla de los Ángeles” 1970, Editorial José M. Cajica Jr. S.A. Cordero y Torres Enrique, “Diccionario biográfico de Puebla, tomo II, 1973, Centro de Estudios Históricos de Puebla. Gómez Haro Enrique, “Sor María de Jesús, el Lirio de Puebla”, 1947 Salazar de Garza Nuria, “La vida común en los conventos de monjas de la ciudad de Santoral Latinoamericano, recobrado el 4 de julio de 2015 www.oremosjuntos,com/Venerable/MariaTomelinCampoo.html Francisco del Paso y Troncoso. Recobrado el 4 de julio de 2015: cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080023759_C/…T!/1080023750_36.pdf
JOSÉ ANTONIO QUINTANA FERNÁNDEZ