EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada
EVANGELIZACIÓN; proyecto de una sociedad integrada
«La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (Gaudium et spes, 42).
INTRODUCCIÓN En la historia de la evangelización en América, es muy importante comprobar cómo esa evangelización, sin salir de su carácter religio¬so, se proyectaba hacia las bases de un sistema político, precisamente por los princi-pios doctrinales de la Iglesia sobre Jesucristo y el hombre. Quiero describir aquí cómo a partir del Evangelio, en ese Nuevo Mundo a don¬de llegaban los españoles, debía proyectarse una sociedad integrada y no de vencedo¬res y vencidos, o de opresores y oprimidos, o de señores y esclavos, o de dominado¬res y dominados.
Es también muy importante, y de muy vastas proyecciones -especialmente en el con¬texto de las polémicas que se han suscitado en los últimos años acerca de la dominación española en América- aclarar que este proyecto de sociedad integrada estuvo siempre vigente, aunque no se realizara en plenitud, y a pesar de los innega¬bles y graves abusos que se dieron durante el período hispano con los naturales de Indias.
También es digno destacar que tal proyecto de sociedad integrada fue pro¬puesto desde el inicio, por parte de los Sumos Pontífices, en términos muy claros, y que ése era el ideal por el cual trabajaron siempre los obispos y misioneros y que el mismo rey de España compartía tal proyecto, como se comprueba en las Leyes de Indias. Si tal proyecto no llegó a realizarse plenamente o apenas pudo concretarse, nada disminuye el hecho de los planteamientos tan claros de quienes eran los primitivos agentes y responsables de la evangelización en América.
Quiero delimitar el ámbito de esta exposición. Respecto de los documentos de los Pa¬pas, me detengo especialmente en los del primer siglo de la dominación española, y que se encuentran en la excelente colección América Pontificia. También quiero de¬clarar que -por razón de espacio e igualmente de mis propios conocimientos-, respecto de la actitud de los obispos, conocida por sus cartas y los sínodos, me con-traigo particularmente a Chile. Y deseo señalar que esta contracción a Chile no em¬pobrece ni disminuye el valor de esos ejemplos, ni los reduce a una solamente de las secciones de Indias.
En efecto, todos sus obispos, con pocas excepciones, habían es¬tado anteriormente en otras partes de América, en particular los del primer siglo, de manera que traían una experiencia elaborada ya con anterioridad, como por ejemplo los obispos Antonio de San Miguel, Diego de Medellín, Jerónimo de Oré, etc. Además, Chile era una de las secciones más pobres de América y nunca tuvo una se¬de metropolitana; por esto, hace que lo sucedido allí no sea una excepción en el con¬junto de todos los dominios españoles en Indias. Puede deducirse, entonces, que en otras partes de mayor importancia deben haber sido de igual o mayor relieve aún las enseñanzas de sus propios pastores. Un ejemplo importante a este respecto son las actuaciones de los obispos en los Concilios segundo y tercero de Lima.
Por último, aunque la evangelización no se detiene con la independencia de los países americanos, porque continuaban existiendo territorios cuyos habitantes nece¬sitaban aún la primera evangelización o ésta apenas había penetrado en algunas par¬tes, esta exposición llega hasta la independencia. En efecto, desde entonces se fue hacien¬do más posible la realidad de una sociedad integrada -con muchos problemas vi¬gentes, por cierto- cuya raíz estaba en la primera evangelización.