DELGADO JOSÉ MATÍAS. Las independencias de Centro América
Prólogo José Matías Delgado y de León (San Salvador, 24 de febrero de 1767 - San Salvador, 12 de noviembre de 1832) fue un eclesiástico y político salvadoreño, actor importante en la historia de la emancipación e independencias de las entonces «Provincias de Centroamérica», parte de la Capitanía General de Guatemala, que a su vez era parte del Virreinato de la Nueva España. La historia política de estas distintas realidades políticas está íntimamente unida en las primeras décadas del siglo XIX en el proceso emancipador, y en la creación atormentada de los distintos Estados independientes. Uno de los mayores protagonistas centroamericanos en esta historia fue precisamente el sacerdote salvadoreño José Matías Delgado y de León. Realizó sus estudios en el Seminario Tridentino de Guatemala y en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos de Guatemala, donde obtuvo el grado de Licenciado y Doctor en Cánones. En San Salvador participó como uno de los principales líderes del fallido movimiento independentista del año 1811, y en el año 1821 fue uno de los firmantes del Acta de independencia centroamericana como miembro de la Diputación Provincial de Guatemala. Con la anexión de las provincias centroamericanas al Imperio mexicano de Agustín de Iturbide, también encabezó la oposición a la anexión incondicional de la provincia salvadoreña. Tras la abdicación de Iturbide, Delgado fue elegido como el presidente de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, y posteriormente fue ilegalmente nombrado como obispo de la nueva diócesis de San Salvador, creada por el gobierno del Salvador independiente, sin el debido mandato canónico por parte de la Santa Sede. El hecho provocó una fuerte polémica que vio involucrados el arzobispo metropolitano de Guatemala Ramón Casaus y Torres −del que dependía El Salvador−, el gobierno del nuevo Estado, el candidato designado por este −José Matías Delgado y de León− y la Santa Sede, que anuló dicho nombramiento y al final dictaminó una grave pena de excomunión contra el mismo, pena que no llegó a ejecutarse por no haber llegado debidamente el breve con la misma a sus destinatarios. El padre Delgado se involucró en la vida política de Centroamérica en los años en los que se fraguaron las independencias de sus cinco provincias dependientes de la Capitanía General de Guatemala: Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Honduras, que al principio de aquel proceso emancipador lograrían la independencia y formar una «República Federal de Centroamérica». Durante el periodo de Manuel José Arce al frente de dicha república, Delgado −aparte de disputar contra las autoridades federales junto a los liberales salvadoreños y guatemaltecos− tuvo un papel determinante en la solución pacífica de la primera guerra civil de la región. Después de su fallecimiento fue reconocido como «Benemérito de la Patria» por parte de la Asamblea Legislativa de El Salvador, y también es considerado como un prócer centroamericano.
Primeros años y educación Los ascendientes de José Matías Delgado por la línea paterna, eran originarios de la provincia de Burgos (España). Uno de ellos, Alonso Delgado y Guzmán, nacido en Polán, llegó al continente americano en el siglo XVII. Alonso Delgado fue el padre de Sebastián Delgado, padre a su vez de Pedro Delgado Matamoros, oriundo de Panamá que llevó la familia Delgado a la ciudad de San Salvador. Aquí contrajo matrimonio con Mariana de León Mejía y Lobato Suárez en 1760, descendiente de Sancho de Barahona, compañero de las expediciones de Hernán Cortés y Pedro de Alvarado. Pedro Delgado fue alcalde ordinario, regidor y alférez real en El Salvador en 1797. Tuvo siete hijos: Manuel, Miguel, José Matías, Josefa, Juan, Francisco y Mercedes. Sin duda la familia, ya criolla, vivía holgadamente, pues se sabe que poseía bienes inmuebles tanto dentro como fuera de la ciudad. De la primera etapa de su vida existe un testimonio de Pedro de Avellaneda cuando Delgado optaba a las órdenes del diaconado. Avellaneda, quien le conocía desde niño, escribe de él lo siguiente: “...siempre fue muy moderado, recogido, obediente y de una conducta ejemplar, y que jamás ha sabido se diga de él cosa que desdiga a las buenas costumbres, y santo temor de Dios”. Delgado estudió en el Seminario Tridentino de Guatemala, probablemente por medio de una beca real otorgada por el arzobispo de Guatemala don Cayetano Francos y Monroy, obteniendo la calidad de pasante en leyes. Continuó sus estudios en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos de Borromeo en Guatemala, recibiendo el grado de bachiller en Filosofía; estudió además Sagrados Cánones y Leyes, y por un año Teología Moral con brillantes resultados. Se sabe también que trabajó en el bufete de don Manuel Talavera, abogado de la Real Audiencia. Para junio de 1794 era clérigo en órdenes menores, y posteriormente solicitó ante el deán y gobernador del arzobispado la obtención de las órdenes de subdiaconado y diaconado. En ese tiempo le faltaba un poco más de un año para obtener el título de Licenciado y Doctor en Cánones, por lo que mandó un memorial al rey Carlos IV solicitando la dispensa para graduarse antes de los cuatro normales, ya que deseaba regresar a San Salvador y ordenarse sacerdote. El rey le concedió todo lo solicitado.
Retorno a San Salvador
En 1795 regresó a San Salvador para dedicarse al trabajo ministerial apostólico. A finales de 1798 fue nombrado cura de la parroquia del Salvador del Mundo. El templo se encontraba dañado desde el terremoto de 1775, por lo que en 1802 el padre Delgado se empeñó en su reconstrucción. Según el libro «El padre Delgado» de Alberto Luna: “...entre él y su familia donaron a la iglesia la suma de veinte mil pesos y, concluidos que fueron, acudió a la caridad pública, que no lo abandonó en ningún momento, viendo que el óbolo era empleado honradamente. Él mismo trazó e hizo ejecutar los planos…”.
El templo fue bendecido en junio de 1808, pero aún quedaba pendiente pagar las sumas debidas a los obreros y otros gastos. Para solventarlas, Delgado vendió su derecho de herencia en una hacienda, y no siendo suficiente, tuvo la intención de vender su biblioteca, pero fue persuadido por Silvestre García de la tercera orden franciscana quien liquidó la suma restante. Según otro historiador, Mauricio Domínguez T.: “Delgado logró la colaboración total de los habitantes de la provincia, prueba irrefutable de que su popularidad era absoluta”. Se afirma también que Delgado era miembro de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
Participación en los movimientos independentistas de San Salvador a partir de 1811 Según los investigadores citados en las referencias, Delgado gozaba de buena reputación, por lo que era consultado en muchas materias tanto civiles como eclesiásticas. Pero Delgado pasará a la historia por ser uno de los próceres de las independencias hispanoamericanas, sacerdote como otros muchos de ellos. Así es representado plásticamente en un cuadro de 1957 del pintor chileno Luis Vergara Ahumada, donde retrata idealmente el primer grito de independencia de Centroamérica en San Salvador. Destacado, en primer plano, se ve al padre Delgado con el brazo derecho extendido.
En la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, se desarrolló el pensamiento marcado por el racionalismo de la llamada Ilustración, que en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico).
Los ilustrados fueron una minoría culta formada por nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por la reforma y reactivación de la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo); crítica moderada de algunos aspectos de la realidad social del país; interés por las nuevas ideas políticas de libertad y democracia, aunque, en su mayor parte, no apoyaron planteamientos revolucionarios.
En España destacan en este proceso de pensamiento figuras como la del benedictino Feijóo y Mayáns, y a lo largo del siglo otras como las de Campomanes, Jovellanos, Capmany o Cabarrús. Se crearon las principales academias, instrumento de difusión de las luces. Se establecieron las Reales Academias de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes de San Fernando, el Jardín Botánico y Gabinete de Historia Natural; se crearon las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, preocupadas por la difusión de las «ciencias útiles» y el desarrollo económico.
Estos movimientos reformistas impulsados ya durante el reinado de Fernando VI, llegaron a su apogeo en el reinado de Carlos III. Los ministros de este monarca, con espíritu renovador, trataron de elevar el nivel económico y cultural del país. El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de nuevas instituciones de enseñanza secundaria, de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores.
Estas ideas e iniciativas fueron extendiéndose también el Hispanoamérica, sobre todo durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, quienes impulsaron una política reformista bajo la mentalidad del llamado «despotismo ilustrado» en las diversas áreas de la cultura y de la administración pública.
Estas reformas y el correspondiente pensamiento ejercieron un notable influjo también en Hispanoamérica, y fueron sin duda germen en muchos grupos de nuevas ideas en los campos de la vida política y cultural. Con frecuencia, y dada la formación que recibían, fueron acogidas entre los clérigos y religiosos que encontraremos luego como adalides de los movimientos de independencia.
Además, los sucesos de la independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, influyeron en el pensamiento de los criollos, que se sentían discriminados por la administración borbónica en favor de los peninsulares.
El desarrollo de las ciencias experimentales fue importante: Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en Astronomía y Cartografía, Piquer en Medicina y otros muchos en todos los ramos de las ciencias, así como en las exploraciones trasatlánticas por motivos tanto políticos como científicos. También se desarrolló la literatura didáctica y crítica, y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas.
Además, un hecho fundamental que repercutió en las posesiones españolas americanas fue la invasión napoleónica de España, el cautiverio de sus reyes y la obligada impuesta renuncia a la Corona en favor de Napoleón, quien a su vez impuso a su hermano José Bonaparte como rey de España en 1808, lo que desencadenó la resistencia del pueblo español, la formación de juntas patrióticas, y el surgimiento de la Junta Suprema Central que en 1809 invitaba a las Cortes de Cádiz, órgano que reconocía a los americanos como parte activa del estado español; una circunstancia que afirmaba el sentimiento libertario en el continente.
Los criollos de la provincia de San Salvador no escaparon a esa agitación, ya que estaban agobiados por la crisis económica debido a la caída de los precios del añil, principal producto de exportación del Reino de Guatemala, y del cual San Salvador era el principal productor. También comenzaban a cuestionarse el dominio de la metrópoli guatemalteca en el reino.
Los movimientos que buscaban la autonomía en la provincia salvadoreña eran liderados por minorías cultas, entre las que sobresalían los sacerdotes. Aunque de acuerdo al historiador Carlos Meléndez Chaverri, ellos decidieron confiar la acción política a los criollos seglares, prevenidos de la muerte de Miguel Hidalgo y Costilla en el Virreinato de Nueva España. Sin embargo, los clérigos enfrentaron la censura de las autoridades eclesiásticas de Guatemala, quienes consideraban su conducta como heterodoxa.
Por otra parte, varios de esos líderes independentistas estaban unidos por lazos familiares: el mismo Delgado era tío de Manuel José Arce, guardaba parentesco con la familia Lara y Aranzamendi, y era primo de los hermanos Aguilar. En contraposición a sus aspiraciones, los insubordinados salvadoreños tenían a las autoridades del reino encabezadas por la alianza del capitán general de Guatemala José de Bustamante y Guerra, y el arzobispo Ramón Casaus y Torres.
En la Intendencia de San Salvador, los criollos tomaron la decisión de buscar la autonomía el año 1811. Un detonante fue el apresamiento del religioso Manuel Aguilar en Guatemala, y el comparendo de su hermano Nicolás ante las autoridades eclesiásticas; además se esparció el rumor que el cura Delgado estaba amenazado a muerte, por lo que grupos de la población se organizaron para defenderle. Para el historiador José Guandique, Delgado y Manuel José Arce se convertirían en el «binomio rebelde» de los acontecimientos posteriores.
El día 5 de noviembre de ese año, los insurgentes decidieron tomar presos a los españoles peninsulares de San Salvador. De acuerdo a testimonios, en la residencia del cura Delgado se reunían los sediciosos, y su autoridad se advierte en un llamado que dirigió al corregidor Morales ante un reclamo de Pedro de Alda, por el apresamiento de un sujeto de apellido Gutiérrez por parte de los amotinados. En un primer momento, Morales se había negado a presentarse por sus muchas ocupaciones, pero acudió ante una esquela del cura Delgado.
Ese mismo día, tras asumir el poder los rebeldes, el nombre de Delgado aparecía nuevamente demandando la entrega del bastón de mando a Rossi Rubí, comandante del escuadrón de Dragones, quien desatendió la petición. Asimismo, fue también relevante su predicación para que el amotinamiento no se degenerara en violencia.
Para otra historiadora −María López Velásquez− su posición contrastaba con la de Arce quien predicaba la lucha armada, pues la del sacerdote, por el contrario, era una “protesta pacífica, menos frontal, y sin derramamiento de sangre”. A pesar de todo, la revuelta no halló respaldo en el resto de la provincia, por lo que la sublevación acabó en fracaso.
Para acabar con la insubordinación de manera pacífica, las autoridades del reino decidieron enviar una comisión desde la ciudad de Guatemala. Los salvadoreños también organizaron una representación para las conversaciones, de la cual Delgado formó parte. Una vez calmada la situación, el 22 de diciembre de 1811, Delgado expresó en un discurso:
“Oid, en este sagrado lugar la voz consoladora de vuestro párroco. Yo que os he acompañado en todas vuestras tribulaciones, que no os he desamparado aun en los momentos más amargos, que siempre me visteis con vosotros en las calles, en las Plazas, en las habitaciones domésticas, en este sagrado templo implorando las clemencias del Señor. Que arrastrado del torrente impetuoso de las convulsiones populares que desgraciadamente arrastraron a esta ilustre Ciudad en los aciagos días 4, 5 y 7 de noviembre, corría de un lugar a otro infatigable y activo, por dar ejemplo de moderación a los unos, dirección a los Magistrados, y consolación a los afligidos …Escuchadme, hijos míos, escuchadme atentos y sosegaos...Hombres atrevidos os han deslumbrado con falsas ideas de bienes aparentes y os condujeron al precipicio. La mano bienhechora del Omnipotente os salvó, la Muy Noble y Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros tomó en consideración vuestros males y se encargó de su remedio…”. De acuerdo a Chaverri, Delgado debía dar ejemplo de “moderación, respeto, y hermandad cristiana”. También José Guandique escribe que Delgado conocía “el terreno y decidido a la prosecución de la lucha”, mantuvo “sus propósitos sin ofender a los poderosos en turno”. Por el contrario, otras opiniones sostienen que sus palabras iban en contra de los rebeldes y el intento de sublevación. Sea como fuere, Delgado, por medio de solicitud del capitán general Bustamante al arzobispado guatemalteco, terminó confinado por un tiempo en la Ciudad de Guatemala.
Movimiento de 1814 El año 1812 entró en vigencia la Constitución de Cádiz que contenía un espíritu liberal, y que además otorgaba autoridad a los ayuntamientos americanos. El mismo Delgado pronunció un sermón el 8 de octubre de ese año cuando se juró la constitución en San Salvador. Uno de los puntos de la Ley Fundamental, era la erección de diputaciones provinciales, por lo que dos de ellas fueron establecidas en el Reino de Guatemala: una en la misma provincia de Guatemala, que comprendía a Comayagua y San Salvador, y la otra en León.
Delgado integró la diputación guatemalteca junto a Mariano García Reyes, José María Pérez, José Simeón Cañas, Eulogio Correa, Bruno Medina y Mariano Pavón; la diputación fue instalada el 2 de septiembre de 1813. En noviembre, Delgado resultó elegido como rector de la Universidad de San Carlos, cargo en el que se mantuvo hasta el 10 de noviembre de 1814.
A principios de ese año, en la provincia de San Salvador estalló una nueva insurrección. Nuevamente el cura Delgado era objeto de rumores, cuando el 5 de septiembre de 1813 se difundió la noticia de que se encontraba detenido en Guatemala, por órdenes de Bustamante y Guerra. El entonces intendente de San Salvador, José María Peinado, trató de calmar la situación e instó a los pobladores de San Salvador que esperasen el correo de Guatemala para confirmar las noticias.
Noticias llegadas de Guatemala del mismo Delgado desmintieron las sospechas, pero estas continuaron vivas al ser acusado ante el gobierno español de ser cómplice en la preparación de los levantamientos.
La rebelión ocurrió el día 24 de enero de 1814 en la que el hermano de José Matías Delgado, Miguel, estaba involucrado ya que en la casa de los Delgado fue encontrada una carta dirigida a José María Morelos −rebelde mexicano− que contenía el borrador de un bando y capítulos de la Constitución “que se deseaba implantar”, y la cual era firmada por los sublevados, entre ellos Miguel.
Así acabaría en prisión junto a Juan Manuel Rodríguez, Santiago José Celis y Crisógono Pérez, entre otros. José Matías Delgado quiso dirigirse a su ciudad para intentar aplacar los ánimos, pero su viaje fue impedido por las autoridades guatemaltecas. Pese a todo, esta nueva insurrección terminó en fracaso y muchos de los involucrados terminaron presos.
Ese mismo año, la Constitución de Cádiz fue derogada el día 4 de mayo por el rey Fernando VII. Como consecuencia, el diputado a las Cortes por parte de Guatemala, el canónigo Antonio Larrazábal, acabó también preso junto con otros diputados de aquellas Cortes, acusados de alta traición por haber intentado condenar al rey. Para pedir su liberación, fue elevada una súplica al rey Fernando VII por parte del claustro pleno de la Universidad de San Carlos de la que formaba parte Delgado, como su rector.
La Independencia y las Provincias Unidas del Centro de América
En 1820, la Constitución de Cádiz fue puesta nuevamente en vigencia, debido al pronunciamiento del militar español Rafael del Riego en el mes de enero cuando se dirigía con un destacamento de tropas para achicar las sublevaciones americanas; además, se reinstalaron las diputaciones de Guatemala y León el día 13 de julio de ese año. José Matías Delgado integró la Junta Consultiva Provincial junto a José Simeón Cañas, Mariano Beltranena, José Valdez, José Antonio Rivera Cabeza de Vaca, y José Mariano Calderón, previo al establecimiento de la constitución en la región el día 26 de ese mes.
En 1821 se tuvo noticia en el Reino de Guatemala de la proclamación del Plan de Iguala en el Virreinato de Nueva España en el mes de febrero, en el que se declaraba la independencia de la Nueva España (México) del Imperio español. También Ciudad Real de Chiapas se declaró independiente en agosto.
Ante los hechos, el general español Gabino Gaínza que se encontraba al frente de la Capitanía General de Guatemala, empujado por los independentistas centroamericanos, proclamó la independencia de inmediato. Entonces la Diputación Provincial de Guatemala convocó una junta de todos los funcionarios de la ciudad el 15 de septiembre de 1821, y en la que se redactó el Acta de Independencia de Centroamérica.
Delgado formaba parte del llamado grupo «republicano» o «liberal» (el término liberal había sido acuñado en las Cortes de Cádiz) y fue uno de sus firmantes como miembro de la Diputación. Fue también elegido miembro de la Junta Provisional Consultiva, como representante de San Salvador.
En San Salvador se conoció del acta de independencia el 21 de septiembre. En el mando de la provincia se encontraba Pedro Barriere −intendente real de San Salvador−, quien rechazó la decisión y mandó detener a los próceres levantados Manuel José Arce, Domingo Antonio de Lara, Juan Manuel Rodríguez, Manuel Castillo, Mariano Fagoaga y otros, llevándolos presos a Guatemala.
Sin embargo el día 27 de octubre, José Matías Delgado que había sido nombrado por la Junta Consultiva de Guatemala como nuevo Jefe político de la Intendencia de San Salvador, puso en libertad a los presos que iban por el camino de Santa Ana hacia Guatemala. Al llegar a San Salvador, Barriere dejó el mando de la provincia, y las tropas de voluntarios realistas fueron desarmadas y licenciadas.
Los salvadoreños decidieron organizarse como Diputación Provincial de acuerdo a la Constitución de Cádiz, y resultaron electos como representantes de las elites municipales el mismo Arce, Juan Manuel Rodríguez, Sixto Pineda, Antonio José Cañas, Manuel Molina y Cañas, y el presbítero Basilio Zeceña, quienes acompañaron a Delgado como intendente presidente.
El nuevo gobierno salvadoreño tomó posesión el 28 de noviembre. Pero ya entonces surgieron disensiones entre los componentes de aquella Diputación entre los que abogaban por la fidelidad al antiguo régimen y los que apostaban por la independencia.
Delgado, ya como presidente de la nueva Junta Gubernativa, envió una nota a Gaínza en la que le exponía “el peligroso estado de venir a una funesta anarquía a consecuencia de la extraordinaria novedad con que se les había sorprendido, mandando que los cabildos en consejo abierto decidan sobre la agregación a México cuando trataban de elegir sus diputados para el Congreso”.
Durante los meses siguientes, Delgado, junto a Manuel José Arce, encabezaron la resistencia a la resolución del 5 de enero. Además, el mismo Delgado comenzó a enviar manifiestos a los demás partidos de la provincia llamando a la separación de Guatemala. También la Junta salvadoreña decidió erigir un obispado en la Provincia. Como consecuencia, y debido a su participación política, el sacerdote fue acusado de cismático.
La ofensiva desde Guatemala para someter a San Salvador empezó con el despliegue de las tropas al mando de José Nicolás de Abós y Padilla, que trabó batalla con las tropas salvadoreñas comandadas por Arce, quien triunfó en la batalla de Llano El Espino. Otra ofensiva al mando de Manuel Arzú, a pesar de arribar a San Salvador, no pudo consolidar la ocupación.
Para cesar las hostilidades se firmó un acuerdo el 10 de octubre de 1822 entre representantes salvadoreños y del Imperio mexicano, en el que se reconoció la voluntad de las provincias que se habían sometido a México y también a las que deseaban sujetarse a San Salvador. Al final el acuerdo quedó a la discreción Iturbide, quien tomó como disensión la conducta de San Salvador y ordenó su sometimiento.
Vicente Filísola, general realista español ahora unido a Iturbide, comandó las tropas imperiales mexicanas sobre San Salvador, pero el 12 de noviembre el gobierno salvadoreño acordó la incorporación al Imperio mexicano. Sin embargo, su cumplimiento se haría efectivo a condición de que se suspendiera la marcha de los militares, así como se reconociera la erección de la diócesis. Además, mantendrían las armas y dependerían de un gobierno central. Filísola interpretó esto como una dilación, por lo que declaró nula la resolución y reclamó la jurisdicción al Imperio. Ante los hechos, los salvadoreños declararon nula la incorporación al Imperio mexicano y acordaron la incorporación a los Estados Unidos el día 2 de diciembre de 1822. La declaración no detuvo a Filísola, que después de ocupar la ciudad salvadoreña de Mejicanos, el 9 de febrero de 1823, tomó San Salvador. Allí tuvo contacto con los dirigentes salvadoreños, entre ellos Delgado, quien terminó confinado en una de sus haciendas. Pero el rumbo de la política en México cambió radicalmente e Iturbide abdicó al trono el 19 de marzo, por lo que Filísola decidió convocar el congreso establecido en el acta del 15 de septiembre.
Presidente de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América Tras la convocatoria de Filísola, la provincia salvadoreña nombró a sus representantes. Por San Salvador fueron elegidos José Matías Delgado y José Antonio Jiménez en calidad de diputados propietarios, y como suplentes Pedro José Cuellar y Juan Francisco Sosa. El 24 de junio de 1823, quedó instalada la Asamblea Constituyente de Centroamérica y el mismo Delgado resultó elegido como su presidente. La primera sesión se celebró el 29 de junio, donde Delgado pronunció un célebre discurso: “Si Guatemala celebra con entusiasmo la instalación de su Congreso: si los pueblos perpetuaran justamente su memoria ¿Con qué palabras o expresiones podré ahora manifestar tan glorioso acontecimiento? Yo lo examino y observo en sus diversos aspectos; es propio del siglo de las luces y del sistema general de las Américas, estaba en el orden político de su historia y era una consecuencia tanto más necesaria cuanto más prevista; en fin, es un resultado inevitable de procedimientos tortuosos con que se cuidada evitarlo.
Mas cuando lo veo y contemplo con respecto al actual estado de nuestros pueblos, considero que a su debilidad, abyección y miseria se añadió el desprecio, la impostura y violencia; encuentro ya en el mismo suceso un prodigio que haciéndome prescindir de los principios de la ciencia política, lo miro designado con el sello de Dios, porque la mano poderosa del Altísimo obra a favor nuestro.
¡Oh Guatemala, San Salvador, Nicaragua y demás provincias del Centro de las Américas! Reconoced y publicad a la faz del universo que la libertad era don precioso con que ha sido criado el hombre y es tan debida a nuestra asociación; que nuestra independencia igualmente santa y costosa al volver ambas a nuestras manos de las infames que nos la habían usurpado, es una restitución ni solo justa por todos los títulos sino también feliz, prodigiosa y divina…”.
La independencia de las provincias del Reino de Guatemala había sido proclamada por Delgado; José Simeón Cañas, Pedro Molina Mazariegos, Francisco Flores y Felipe Vega, habían realizado el dictamen relativo a la independencia absoluta. El 1 de julio fue emitida la Declaración de Independencia absoluta de Centroamérica, que proclama con el nombre de “las Provincias Unidas del Centro de América...”. Ya Delgado se había referido a la región como “las Provincias del Centro de las Américas”.
En los nuevos Estados se discutía el sistema que regiría a la nueva república centroamericana, esto es, entre uno federal o centralizado. La opinión que prevalecía en las provincias, a excepción de Guatemala, era el sistema federal similar al de los Estados Unidos. El militar e historiador guatemalteco Manuel Montúfar y Coronado, atribuye al cura Delgado la definitiva adopción de este sistema, pues le acusaba de buscar el beneficio personal para erigir el obispado de San Salvador, aunque Meléndez Chaverri destaca que la actitud de los salvadoreños “en sus luchas libertarias era móvil más que suficiente para la adopción de un sistema por el que soñaban desde 1811”.
Delgado también participó en la redacción de las Bases de la Constitución Federal publicadas el 17 de diciembre de 1823, como parte de una comisión en la que también estaban Pedro Molina, José Francisco Barrundia, y Mariano Gálvez. Con la instalación de la República Federal de Centroamérica, el militar salvadoreño Manuel José Arce quedó elegido como su presidente para el año 1825. Asimismo, el sacerdote Delgado estuvo presente en el Congreso Constituyente de El Salvador instalado el 14 de marzo de 1824, como representante salvadoreño ante la Asamblea Constituyente centroamericana. Ese Congreso promulgó la primera Constitución de El Salvador el 12 de junio de 1824.
NOTAS
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LUIS ERNESTO AYALA BENÍTEZ