VIAJE DE CIRCUNNAVEGACIÓN 1519-1522. Magallanes y Elcano

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Una empresa que cambiará los derroteros de la historia La empresa marítima de la primera vuelta al mundo marcaría un hito en la historia de la humanidad; podríamos afirmar que daba inicio formal el «proceso de globalización». Las naos de la expedición zarparían del puerto atlántico de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. La flota estaba compuesta por cinco naves y 250 hombres; al mando del buque insignia, la nao Trinidad, estaba el capitán portugués Fernando de Magallanes. Sin embargo era una empresa sustentada y organizada por la Corona española, que comenzaba bajo la dirección de Magallanes y concluiría dirigida por el capitán español Juan Sebastián Elcano. Ni Magallanes ni sus hombres eran conscientes entonces de que su expedición cambiaría el curso de la historia: sin saberlo, se convertirían en los primeros en dar la vuelta al mundo. También fue una auténtica hazaña de resistencia humana: la primera circunnavegación al globo fue un infierno de enfermedades, hambre y violencia. Solo 18 de esos 250 tripulantes regresaron a Sanlúcar, tres años después de haber salido de ese puerto. Durante la gran aventura que supuso la primera vuelta al mundo, los europeos se encontraron con numerosos lugares, animales o plantas que fueron una verdadera novedad para ellos. Pero a lo largo de aquel periplo, los españoles tocaron algunas de las islas de un complejo archipiélago, al que más tarde bautizarán con el nombre de «Filipinas» en honor a Felipe II, en ese entonces príncipe heredero de la Corona, y que entrarán a formar parte del Imperio transoceánico español. Las Filipinas estarán estrechamente unidas a la América hispana, especialmente a la Nueva España, por lo que su historia estará vinculada en numerosos aspectos a la misma en todos los ámbitos: cultural, político, administrativo, y religioso. Trascendencia de ese Viaje Después de aquel primer viaje alrededor del mundo, este ya no volvería a ser el mismo. Los marineros de aquella expedición seguramente ni se proponían ni imaginaban el sentido que tendría su periplo y las consecuencias que tendría en la historia. El motivo del viaje era la búsqueda de una ruta por el oeste hacia Las Molucas, la isla de las especias, que era entonces un producto muy apreciado en los mercados de la Europa occidental. La empresa costaría a aquella expedición tres años de increíbles aventuras, sudor, lágrimas y muertes trágicas, entre ellas la de su capitán Fernando de Magallanes.

Después de haber dado la primera vuelta al mundo y llevado a cabo de hecho la primera globalización de la época moderna, el 6 de septiembre de 1522 arribó al puerto de Sanlúcar de Barrameda de donde había salido tres años antes, la nave «Victoria» con dieciocho hombres famélicos a bordo, según narra el marino historiador Martín Fernández Navarrete, quien publicó la relación completa de la tripulación, con sus nombres, patrias, categorías y distribución por naos, basándose en la «Relación» escrita por uno de los tripulantes, Antonio Pigafetta.

El marino cronista Antonio Lombardo Pigafetta Entre aquellos tripulantes de encontraba el italiano Antonio Lombardo Pigafetta (nacido entre 1480 y 1491), llegado a España formando parte del séquito del nuncio Francesco Chierigati cuando éste fue nombrado nuncio apostólico del papa Adriano VI ante el rey don Carlos, y que nos dejará una especie de crónica de aquel viaje: «Relación del Primer Viaje alrededor del Mundo. Noticias del Mundo Nuevo con las figuras de los países que se descubrieron», Venecia, 1524 (ed. Paris, 1525; Madrid, Fortanet, 1899).

Sus datos biográficos son oscuros, al igual que el de otros muchos personajes que pasaron a Indias y apenas dejaron datos sobre su pasado antes de los hechos, por los que entraron en la historia. Seguramente, con recomendaciones del mismo nuncio, llegó a Sevilla y entró en contacto con los responsables de la Casa de la Contratación, y así le fue fácil incorporarse a la tripulación de Magallanes, que por aquellas fechas se estaba completando y que partiría formada por un total de cinco naves: las naos «Trinidad», «San Antonio», «Concepción», «Victoria» y «Santiago».

El regreso y la «Relación» de Pigafetta La admiración por el esfuerzo realizado por los dieciocho supervivientes, capitaneados por Juan Sebastián Elcano, lo pone de manifiesto Gonzalo Fernández de Oviedo: “El cual [Juan Sebastián Elcano] e los que con el vinieron, me parece a mí que son de más eterna memoria dignos que aquellos argonautas que con Jasón navegaron a la isla de Colcos, en demanda del vellocino de oro. E aquesta nao Victoria, mucho más digna de pintarla e colocarla entre las estrellas e otras figuras celestiales que no aquella de Argo”.

Ya en España, primero en Sevilla, y finalmente en Valladolid, el rencor de Elcano y Pigafetta, incubados durante el largo viaje, volvieron aflorar; ahora era el vasco quien olvidó al italiano cuando recibió la carta de Carlos V pidiéndole que se personase junto con “[…] dos personas de las que han venido con vos, las más cuerdas y las de mejor razón”. A esa llamada del Emperador, Elcano se hizo acompañar por Francisco Albo, persona bien cualificada, y Fernando de Bustamante, un extremeño que trabajó en la expedición como barbero, pero figuraba Pigafetta.

Este, seguramente resentido, se trasladó a la Corte por cuenta propia, e hizo entrega al Emperador un manuscrito en italiano, redactado con el material recogido en sus notas de viaje. El original fue entregado a Pedro Mártir de Anglería, quien se encargó de hacer una nueva redacción y enviársela al Papa; pero este valioso documento desapareció en 1527, cuando ocurrió el Sacco de Roma, por las tropas imperiales.

A la entrevista entre don Carlos y Pigafetta asistió el secretario personal del Monarca, Maximiliano de Transilvania, gracias al cual queda otro testimonio fehaciente de la existencia del primer borrador. Desde Valladolid, Maximiliano de Transilvania envió una carta al cardenal de Salzburgo, y en 1523 se publicó en latín, con el título «De Moliccis Insulis […] Epistola», en las ciudades de Colonia y Roma, respectivamente.

Pigafetta debió acusar a Elcano de las desavenencias durante el viaje, porque al poco tiempo don Carlos ordenaba a Leguizano, alcalde de la Sala del Crimen, abrir una investigación contra Elcano. Las tensiones surgidas a raíz de la llegada a Valladolid, las acusaciones de Pigafetta contra Elcano, la campaña difamatoria contra Magallanes, hombre de temperamento intransigente y seco, habían sido motivos durante el viaje de varios encontronazos en la tripulación que terminaron violentamente con un motín en la bahía de San Julián y de la que constan algunos nombres.

Elcano se había puesto de parte de los amotinados en la bahía de San Julián frente a Magallanes. Como también en aquellos encontronazos resultan varios partidos entre los marineros en favor o en contra de Magallanes, ya desde la salida de Canarias, cuando las órdenes de Magallanes no siempre eran aceptadas y cuando se nombró a Juan de Cartagena como corresponsable de la travesía, no aceptando éste, desde la salida de Canarias, las órdenes de Magallanes. Estas duras fricciones y la intolerancia de Magallanes fueron la base de lo ocurrido en el motín de un grupo de marineros en San Julián.

Elcano apoyó la causa de los sublevados. Pigafetta por su parte admiraba y apoyaba totalmente a Magallanes y no parece haber captado los motivos del motín. Se ve en su relación la admiración que siente por Magallanes. Pigafetta, en todo momento, quiso salvar la imagen de Magallanes, e incluso llega a decir al Emperador “A fin de que Vuestra Ilustrísima señoría [Carlos I], conozca alguna [cosa] sepa que apenas anclados allá, los capitanes de los otros cuatro navíos, conjuráronse en traición para asesinar al Capitán General.” Estas cuestiones y viejos resquemores contribuyeron a que el cronista no se sintiera a gusto en España, desde donde pasó a Lisboa para explicarle a rey don Juan de Portugal los hechos de aquella travesía.

El relato que Antonio Pigafetta hace de aquella navegación es una maravilla de detalles etnográficos, zoológicos y geográficos, típica del hombre culto renacentista. En esa travesía increíble se recoge todo tipo de información sobre los nativos que encontraban, las enfermedades que padecían, o las innumerables dificultades que los navegantes tuvieron que afrontar en aquellos duros tres años de navegación.

El escrito de Pigafetta contiene datos importantes sobre los tres métodos de navegación: el cálculo de la distancia desde un punto de longitud conocida por la observación de la distancia de la Luna desde la curva por la que discurre el sol alrededor de la tierra; la observación de la conjunción de la luna con una estrella o planeta; y el uso de la brújula, además de describir la forma de tomar la altitud de la Estrella Polar para determinar la latitud, o conocer la dirección del viento.

Pigafetta al presentarse ante el rey-emperador Carlos I-V dirá: “Partiendo de Sevilla, pasé a Valladolid, donde presenté a la sacra Majestad de Don Carlos, no oro ni plata, sino cosas para obtener mucho aprecio de tamaño Señor. Entre las otras, le di un libro, escrito por mi mano, con todas las cosas pasadas, día a día, en nuestro viaje.”

Motivos de una empresa humanamente temeraria La pregunta que cabe hacerse ante tamaña empresa sobre el interés que movía en el fondo más profundo a aquellos hombres, como a otros de su época, sobre los motivos que les empujaba a una empresa humanamente temeraria e incierta se debe hacer en este caso tan excepcional, como en todos los demás de aquella época de los «descubrimientos» a partir de portugueses y españoles como Vasco de Gama, Cristóbal Colón y todos los demás navegantes, descubridores y conquistadores de una época tan apasionante como la que ellos inauguraban en la Edad Moderna occidental.

Este dato o pregunta previa al narrar sus empresas, ayuda al historiador a acercarse a las motivaciones más profundas que les movían, sin caer en fáciles motivaciones, que son siempre parte de sus comportamientos o móviles más profundos. En ellos hay algo previo. Y es la pregunta asombrada acerca de las razones que esos hombres tenían para salir de su tierra (pudiendo no hacerlo) y lanzarse a un aventura humana hacia tierras incógnitas surcando mares bravos y desconocidos, donde con suma probabilidad quedarían sumergidos.

Motivaciones de navegantes, conquistadores y misioneros del siglo XV y XVI Razones vividas dentro de una actitud de fondo que con frecuencia la historiografía actual pasa por alto o ignora. Las razones de estos hombres concretos sólo pueden reconocerse desde una experiencia educativa cristiana, y de un Renacimiento ya progresivamente inculturado en el mundo ibérico y mediterráneo, y que cambia la faz del mundo entonces conocido, con un ansia de conocer el cosmos en todas sus dimensiones, con una pasión centrada sobre el hombre y que se preguntaba sobre el sentido de su existencia en el mismo.

En el cuadro de esta experiencia humanista debe entenderse esta aventura humana de la primera vuelta al mundo, y las demás que jalonan la época de la historia hispano-portuguesa de los siglos XV al XVIII. Los protagonistas de estas empresas-aventuras evidentemente no eran ángeles, ni las intenciones se mantuvieron siempre puras en el corazón, y estuvieron salpicadas de errores humanos y morales, pero estos navegantes, descubridores, conquistadores y los misioneros, emprendieron las empresas con escasos medios e incluso posibilidades de éxito. Pero las llevaron a cabo con ahínco y determinación cambiando la dirección de la historia humana.

Y esto suscita esa gran pregunta acerca de la naturaleza, extraordinariamente ordinaria, de unos hombres a los que no les derrotó la adversidad de las circunstancias ni el pánico a la realidad, sino que fue su tesón y su esperanza, humanamente difícil sino imposible, lo que les sostuvo y ayudó a coronar exitosamente la empresa. Aspectos estos que con desgraciada harta frecuencia olvidan bastantes historiadores que analizan estas historias fríamente, como si se tratase de la llevar a cabo la autopsia de un cadáver.

Objetivos inmediatos del viaje hacia lo desconocido La expedición capitaneada por Fernando de Magallanes en 1519 tuvo como objetivo llegar a las Molucas, conocidas como las «islas de las especias», pero dio lugar al descubrimiento del archipiélago filipino en 1521. Con él comienza una nueva época en la historia cultural y religiosa del archipiélago unida a España a través de su presencia en el Nuevo Mundo, y en concreto en la Nueva España, punto de enlace con aquel mundo asiático a lo largo de tres siglos.

Aquella primera expedición, con la que se llevó a cabo sin pretenderlo en sus comienzos la empresa de dar la vuelta al mundo, marcaría un antes y un después en la Historia de España y en el devenir de Occidente. El 16 de marzo de 1521, Fernando de Magallanes, en su intento por encontrar una ruta marítima hacia las islas de las Especias y también India y China, siguiendo una ruta diversa de la portuguesa, por motivos políticos, avistaba la isla de Samar, en la actual Filipinas. Este primer contacto con el archipiélago asiático sería el inicio de una historia conjunta y de la presencia del Imperio español en el Pacífico.

El motivo inmediato de aquella «carrera» por parte de la Corona española había sido la de encontrar una nueva «ruta de las especias», hasta entonces de dominio exclusivo de Portugal, ya que el valor de las especias por aquel entonces superaba a veces el de los metales y las piedras preciosas. Los portugueses habían abierto aquellas rutas hacia Oriente circunnavegando el continente africano. Eran las rutas más cortas para alcanzar el objetivo de encontrar las fuentes productoras de las especias.

Aquí entra la formidable historia de las navegaciones portuguesas iniciadas en pleno siglo XV bajo el impulso del infante Don Henrique el Navegante (1394-1460) y la escuela marítima de Sagres (Algarve) por él creada, y una falange de expertos marineros, entre los que descuella en sus comienzos Bartolomeu Dias de Novaes, que dobló por primera vez el cabo de Buena Esperanza, preparando así el camino a la definitiva expedición de Vasco da Gama (1497-1499), la cual llegaría hasta la India y supondría la apertura de una nueva ruta comercial entre Europa y Asia.

Por ello, entre los navegantes y exploradores portugueses fundamentales lleva el justo título de primado Vasco da Gama que rodeó el continente africano hasta alcanzar la India, abriendo para los portugueses la llamada ruta de las especias. La figura de este gran marino portugués, inmortalizado por el poeta Luis Vaz de Camoes en su epopeya «Os Lusíadas», es de algún modo equiparable a la de Cristóbal Colón, Magallanes, Juan Sebastián Elcano, y resulta fundamental para comprender las transformaciones comerciales que se operaron en Occidente a lo largo de los siglos XV y XVI.

En 1495, tras la muerte del rey de Portugal Juan II el trono lusitano pasó a su heredero, Manuel I de Portugal, que recogiendo un ambicioso proyecto de su antecesor, organizó una expedición que debía ir a la India contorneando África. En ese momento parecía claro que era posible franquear el extremo sur de África y llegar hasta el Índico, como lo había demostrado diez años antes Bartolomeu Días.

Estaba en juego el comercio de las especias, ya que las rutas, en aquel momento, eran controladas por los árabes. Con ello se pretendía además equilibrar la ventaja que el descubrimiento de América había proporcionado a España. Rumbo hacia las Molucas En septiembre de 1519, la expedición marítima partía de Sevilla con cinco naves y 250 hombres y navegó por el Océano Atlántico buscando un paso a través del Nuevo Mundo. El 3 de octubre pusieron rumbo al Sur, pasaron por las islas de Cabo Verde y, a partir de ahí, Magallanes ordenó virar y poner proa hacia Brasil. A partir de ese momento el tiempo empeoró, y la expedición pasó dos meses enteros sin poder avanzar. Finalmente, en diciembre llegaron a Brasil, y agotados por las penalidades del viaje, terminaron pisando tierra al llegar a Río de Janeiro. A finales del mes decidieron volver a ponerse en marcha y en enero de 1520, bordeando la costa sur del continente, se adentraron por un profundo golfo con la esperanza de haber encontrado por fin el estrecho que comunicaría los dos continentes. Sin embargo, no fue así y tras varias semanas explorando las aguas, Magallanes se dio cuenta de que aquel no era el paso que buscaban y siguió navegando hacia el sur internándose en cada bahía hasta llegar a San Julián, en Patagonia. Allí esperarían seis meses, pero durante esos meses el capitán tuvo que sofocar una rebelión entre las naos que componían la expedición. En mayo de 1520 perdieron la nao «Santiago». Con las cuatro restantes zarparon del Puerto de San Julián en agosto. Meses después, en octubre, alcanzaron la Bahía de Todos los Santos. Durante los siguientes meses, ante la desesperación por encontrar aquellas islas y los diferentes obstáculos que iban encontrando por el camino, la nao «San Antonio» decidió regresar a España sin dar cuenta a Magallanes, y en su viaje de regreso descubrieron las islas Malvinas.

Nunca se supo cómo exactamente dieron aquellos hombres con la salida del estrecho navegando por aquellos pasos tortuosos. Ninguna de las versiones existentes ha sido históricamente constatada. Pero el día 27 de noviembre de 1520, veintiséis días después de empezar a cruzar el estrecho, la expedición, reducida a solo tres naves, se encontraba en mar abierto. Las naos exploraron el sur de Chile y luego pusieron rumbo noroeste, hacia las Molucas, que suponían cercanas. Pero el viaje se hizo interminable y muy pronto se quedaron sin agua y alimentos.

Navegaron cuatro meses hacia el oeste hasta anclar en el archipiélago de Guam, donde desembarcaron. Pero los nativos subieron a las naos robando todo aquello que encontraban. Debido a esto, la tripulación bautizó aquel lugar como la «Isla de los Ladrones». No sin enfrentamientos con los isleños, continuaron la navegación. Tras recorrer varias islas solitarias, llegaron ante un grupo de unas mil islas situadas a muy poca distancia. Habían llegado a las islas que más tarde los españoles bautizarían como «Islas Filipinas» en honor del rey Felipe II de España. El 16 de marzo divisan las islas Filipinas “El sábado 16 de marzo de 1521, dimos hacia la aurora con una tierra elevada, distante alrededor de trescientas leguas de las islas de los Ladrones y por nombre Zamal”, escribe Antonio Pigafetta. Magallanes se propuso mantener la paz con los isleños obedeciendo a las disposiciones de los reyes españoles de anunciarles la fe católica. Puede decirse que ya a partir de Magallanes comienza la evangelización y conversión al cristianismo de los isleños que aceptaron voluntariamente ser bautizados, dándose los primeros bautismos a partir del 14 de abril de ese mismo año.

Magallanes sintió con emoción aquellos bautismos por lo que quiso también establecer la dominación formal de aquellas islas bajo la Corona española. Comenzaba así, una etapa de estrechos lazos entre estas islas asiáticas y España. Desde entonces compartirían múltiples expresiones culturales, en parte y por algunos grupos también el idioma, y sobre todo la fe católica, además de producirse un intercambio o mestizaje cultural en varias modalidades que sigue presente hasta nuestros días. No todo fue color de rosa en aquel encuentro con los isleños de las futuras Filipinas. A partir del 16 de marzo de 1521, fecha del desembarco de la expedición española en las islas, se sucedieron varios acontecimientos felices unos, bien trágicos otros. Tras navegar por varias islas, atracaron en la isla de Cebú. Allí tomaron contacto con el jefe local, llamado Humabón, que se haría cristiano tomando por nombre Carlos, en honor al Rey de España. Con él los españoles establecieron buena amistad. Para Magallanes era también el modo de comenzar una consolidación del dominio español sobre las Islas que habían sido incorporadas oficialmente a la Corona española según el modo usual empleado en todas las nuevas tierras a donde llegaban los españoles. Pero ¿cómo podía hacerlo? La expedición marítima española no podía permanecer durante mucho tiempo en las islas ya que su meta eran las Molucas. Pero también dada la configuración geográfica del archipiélago, a los españoles les superaba con mucho el poder ocupar isla por isla aquel amplio archipiélago. Magallanes creyó que el modo más eficaz para que fuese reconocida la soberanía de la Corona española sobre aquel diseminado territorio de islas era nombrar como soberano de todos los otros jefes tribales de las mismas al ya bautizado Humabón.

En aquel contexto comenzaron a celebrarse algunos actos religiosos cristianos como la celebración de la primera misa y el bautismo de grupos de nativos. Hoy día este método evangelizador se juzga inadecuado e insuficiente. Fue un método empleado con bastante frecuencia entonces, sostenido por la doctrina teológica entonces comúnmente aceptada sobre la naturaleza de la salvación, y la necesidad absoluta del bautismo que se debía impartir a todas las criaturas en orden a la misma. Pero no todos los jefes tribales nativos acogieron aquel sesgo que tomaban las cosas por lo que resistieron a la nueva autoridad apoyada por aquellos extranjeros y a las usanzas, también religiosas que consideraban extrañas a su modo de vivir y concebir la vida.

Todo acabaría por aquel entonces en una absurda batalla en una de las islas cuando Magallanes intentó su ocupación por la fuerza, y él y parte de su expedición perecieron en una playa, asaetados por los nativos de la isla que intentaban dominar, poniendo en peligro el sentido primario de su misión exploradora: llegar a la isla de las especias (Las Molucas). Solamente 44 años más tarde, en 1565, con la expedición de Miguel López de Legazpi comenzará la formal Dominación española y con ella la evangelización de aquel archipiélago formado por más de siete mil islas. La muerte de Magallanes en una batalla absurda Duró muy poco tiempo la permanencia de la primera expedición española en las Filipinas debido sobre todo a una serie de serios errores cometidos por los expedicionarios y por el mismo Magallanes en su comportamiento con los naturales. Seguimos la crónica detallada dejada por Pigafetta sobre los acontecimientos.

Para fortalecer una alianza que Magallanes se proponía sancionar con los caciques locales, ofreció a uno de ellos, cacique de Cebú, darle un puesto relevante, una especie de «arci-cacique» sobre los demás, y asistirle militarmente si alguien se atrevía a desconocer su autoridad. No tardó en presentarse una ocasión para cumplir su promesa. Dos caciques de la vecina isla de Mactán llevaban tiempo en guerra con Humabón por el control del comercio en la zona. El primero de ellos, llamado Zula, no tardó en acoger a los españoles. El segundo, de nombre Lapulapu, los rechazó. Según relata Pigafetta “el capitán general [Magallanes] decidió ir en persona, con tres embarcaciones” para someter a Lapulapu. Esta decisión de Magallanes no sentó bien en los demás miembros de la expedición, pues la misión principal de la misma era llegar a las islas de las Especias. Y, además, ya habían sufrido diversas bajas en aquellas islas y no podían permitirse perder más vidas. Ahora, incluso podían perder no sólo la batalla sino también las naos. Sin embargo, Magallanes, se empeñó en llevar adelante sus planes contra Lapulapu.

Tomó dos decisiones importantes que serían perjudiciales en el plan contra Lapulapu. Redujo el número de hombres que participarían en el ataque, y ordenó a las naos mantenerse alejadas de la orilla. El 27 de abril de 1521 zarparon rumbo a la isla. Llegando a Mactán y chocaron con el primer problema: la costa era rocosa y los corales impedían que las tres naos españolas se pudieran acercar más a la tierra por lo que el fuego de los mosquetes y las ballestas no podían intimidar a los nativos.

Unos 60 hombres españoles, con sus pesadas armaduras, saltaron al agua. Al llegar a la orilla fueron sorprendidos por un millar y medio de guerreros isleños que se lanzaron contra ellos. Magallanes ordenó incendiar sus cabañas, lo cual les enfureció aún más. Los nativos de Lapulapu dispararon una nube de flechas envenenadas en dirección de los atacantes españoles hiriendo gravemente un pie de Magallanes, que penosamente herido intentó parlamentar con Lapulapu a través de su interprete, llamado Enrique, ofreciéndole un acuerdo y pidiéndole reconocer la soberanía del jefe de Cebú y el dominio protector del rey de España, Carlos.

La respuesta fue otra lluvia de flechas. Magallanes al darse cuenta del fracaso de su plan, ordenó la retirada. Pero ya era tarde. Debido a su herida, Magallanes se quedó rezagado. Los guerreros nativos consiguieron identificarle como jefe y centraron su ataque en él. Con los pocos soldados que se quedaron con él continuaron la contienda durante más de una hora, pero arrinconado y debilitado por el veneno, cayó muerto entre las olas atravesado a lanzazos y machetazos. Fernando de Magallanes moría así a los 41 años en la isla de Mactán.

Moría en la costa de aquella tierra que años más tarde sería parte de las Islas Filipinas y cuando estaba a punto de ver cumplido su principal objetivo de llegar a las islas de la especiería. La tripulación tenía que elegir ahora a un nuevo capitán y decidir si regresar a España o continuar con la misión. Eligieron al experto marino Juan Sebastián Elcano, quien cumpliría con la gesta de completar la primera vuelta al mundo.

Juan Sebastián Elcano continua el derrotero de la circunvalación El motivo inicial de aquella difícil expedición marítima había sido llegar a las Molucas, a través de una nueva ruta que no interfiriese con la ya trazada por lo portugueses hasta la India, para evitar los serios problemas diplomáticos con Portugal en lo referente a los nuevos descubrimientos, según lo acordado en el Tratado de Tordesillas.

Pero quedaba en pie un problema fundamental: había que demostrar que las Molucas eran islas que estaban dentro de la demarcación española para poder asentarse en ellas y controlar también así el comercio de las especias. La expedición marina española había logrado abrir un paso hacia aquella meta evitando interferir con la demarcación de los portugueses pasando por América. Permitiéndoles así navegar por el Pacífico, un objetivo perseguido por Castilla desde hacía 25 años, desde tiempos de Colón.

En aquel entonces, Vasco Núñez de Balboa había tenido ocasión de cruzar el istmo centroamericano (Panamá) e introducirse en aguas del mar del Sur, punto clave para la travesía hacia el mundo de las especias. Pero el paso no sería hallado hasta que la expedición española bajo el mando de Magallanes comenzó la expedición en 1519. En el transcurso de la expedición española bajo Magallanes se topará con un archipiélago de islas, impensado y desconocido para ella, pero que entrará más tarde en la historia del Imperio ultramarino marítimo español como una parte fundamental del mismo a lo largo de tres siglos y medio. Pero esta parte en el Lejano Oriente desde un punto de vista administrativo, desde entonces estará vinculada a los dominios de la Corona española en América hasta que sus Virreinatos se independizarán a comienzos del siglo XIX.

Más en concreto, aquellos vínculos de comercio, viajes y evangelización serán prácticamente únicos con España a través del virreinato de la Nueva España; comercio. Una vez que los dominios españoles en la América continental hispana alcanzaron su independencia, también la ruta de comunicación entre España y Filipinas tendrá que seguir los derroteros de la antigua ruta portuguesa, circunnavegando el continente africano a lo largo de todo el siglo XIX hasta que las Filipinas pasarán al dominio norteamericano con la guerra hispanoamericana de 1898.


NOTAS

FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ