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DICCIONARIO DE HISTORIA CULTURAL DE LA IGLESIA EN AMÉRICA LATINA
Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Notas de Edición
Este diccionario de Historia Cultural de la Iglesia en América Latina nace por iniciativa del Consejo Pontificio de Cultura, que convocó en Lima una reunión de representantes de las conferencias episcopales de América Latina y del Caribe en los primeros días de julio de 2006. Desde hacía tiempo se sentía la necesidad de ofrecer al público interesado en la historia de la formación del Continente Latinoamericano, un instrumento en el que se pusiera de manifiesto la contribución indudable que el hecho cristiano ha dado a la identidad, unidad y originalidad de América Latina. Por ello se quiso tomar conciencia, dialogando con un nutrido grupo de historiadores, enviados por las conferencias episcopales, sobre el asunto. Allí se dieron algunos pasos más concretos para poner en marcha el proyecto querido por todos.
Entre sus principales finalidades, el proyecto se propuso practicar una toma de pulso al momento historiográfico latinoamericano en su vertiente cultural-eclesiástica. Toma de pulso que debería servir para que los reunidos tomaran conciencia de lo que hasta entonces se había hecho y de lo que aún quedaba por hacer, en orden al mejor conocimiento de la historia cultural de la Iglesia en el Continente Latinoamericano. En aquella reunión y por medio de varias comunicaciones enviadas a los participantes y a las Conferencias Episcopales, se fueron perfilando cada vez más los objetivos y el método. Se invitaba a presentar aportes que habían de ajustarse a esta doble modalidad: informes sobre fondos históricos poco conocidos de archivos y bibliotecas, y obras específicas sobre el asunto. Se recibieron, leyeron y comentaron indicaciones sobre posibles voces para el diccionario y varias comunicaciones que tocaban los más diversos temas.
En cuanto a obras generales, así de análisis como de síntesis, existen historias eclesiásticas y culturales generales o para cada país, bibliografías biográficas de personalidades latinoamericnas, como también una rica bibliografía específica en el campo tanto civil como eclesiástico, diccionarios bibliográficos y obras misceláneas de naturaleza diversa, pero falta todavía un diccionario que recoja el papel del cristianismo en la forja del Continente. No se trata de redactar y poner al día una nueva historia eclesiástica o una historia cultural, sino la de facilitar un instrumento de fácil consulta que responda precisamente al título que lleva el diccionario.
Está claro que la historiografía cultural de la Iglesia en América Latina actualmente tiene ante sí un campo vasto y complejo. El preparar un diccionario de fácil manejo para todos los públicos es una empresa ardua, pero necesaria. Por ello, resultaba aconsejable una obra bien clasificada por voces y dividida según algunos criterios de extensión (voces mayores, intermedias y menores) que tuviese presente el título que se le quería dar al Diccionario: Cultural de la Iglesia en América Latina, el cual, sin renunciar a las síntesis de los grandes temas que pudieran presentarse, se caracterizara, más bien, por un trabajo de acopio del material bibliográfico y de ordenación de los datos históricos, ya poseídos y elaborados. La idea inicial partió del Padre Bernard Ardura, premostratense, secretario entonces del Pontificio Consejo de la Cultura, sostenido por el entonces Presidente de dicho Pontificio Consejo, el Cardenal Paul Poupard. La idea será luego sostenida por el actual Presidente el Cardenal Gianfranco Ravasi.
El proyecto fue objeto de especiales encuentros y debates con atinadas sugerencias. El plan detallado y la estructura del trabajo del Diccionario, la preparación del elenco bibliográfico de las colecciones, estudios y revistas que habían de ser citados con frecuencia en sus artículos, la lista de voces mayores, intermedias y menores fueron objeto de estudio y elaboración por parte de algunos colaboradores del P. C. de la Cultura y de los diversos participantes en el Encuentro citado de Lima de 2006, designándose luego una comisión encargada de poner en marcha el interesante proyecto, integrada por varios Consultores de dicho Dicasterio vaticano y con la cooperación importante de un equipo de expertos de la UPAEP (Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla).
Entre los problemas previos y fundamentales que hubo de resolver la Comisión, el más acuciante, sin duda, resultaba ser el relativo al equipo de colaboradores. Preciso es confesar que no es empresa fácil la formación del mismo, dada la complejidad y variedad de las situaciones concretas de los países que forman América Latina y el Caribe, y la dificultad en algunos casos para encontrar colaboradores y expertos en cada lugar y para cada voz o tema. Formóse, al fin, un equipo de colaboradores por países, con una serie de especialistas que se responsabilizaran de los artículos integrados en cada sección correspondiente a cada país. Sus nombres figuran al final de cada voz o artículo. y recientemente hemos agregado un listado alfabético de los ya más de 300 colaboradores. Algunos artículos se deben a especialistas ya difuntos; otras recogen con los debidos permisos, artículos de Congresos o Publicaciones del Vaticano o de otros Entes, de los cuales se dará la debida referencia después de cada voz junto con el nombre de sus autores. La responsabilidad del contenido de cada artículo es del autor o autores del mismo, con la lógica anuencia de los Editores.
De justicia es reconocer que sólo a la constante y estrecha comunicación que algunos colaboradores mantienen con el Pontificio Consejo de la Cultura, se deben los mejores logros que la empresa del Diccionario en ciernes y progresiva formación podrá apuntarse. El valor extraordinario de muchas colaboraciones y el singular mérito de sus autores, es al lector, no a nosotros, a quien toca juzgarlos. Por lo demás, resulta evidente que coordinar a docenas de especialistas, dispersos por toda el área de la geografía latinoamericana y del Caribe, y algunos en otros países como España y Portugal o los Estados Unidos de América, por razones obvias de sus vínculos históricos con el continente latinoamericano y su reconocido conocimiento de la materia, no es empresa fácil, viniendo a constituir dicha circunstancia uno de los motivos que explican la lentitud con que procede el proyecto, y no pocos de los fallos que puedan encontrársele.
Conjuntados, pues, los criterios y esfuerzos de la comisión directora, la empresa del Diccionario empieza a marchar, entrando en su fase ejecutiva, con una serie de problemas, de los cuales trataremos de dar aquí al lector breve idea. Para dársela, procederemos de fuera adentro, es decir, de sus aspectos más externos y superficiales a los más medulares e internos.
El título.
Se dio por definitivo el que campea en la portada y que no tiene precedentes en la historiografía latinoamericana, al menos con esa fórmula exacta. Existen aquí y allá en el mundo de lengua española y portuguesa títulos como Enciclopedia de la Religión Católica; Diccionario de Ciencias Eclesiásticas, Biografía Eclesiástica, Diccionarios Biográficos de personalidades en los diversos países. Con estos diccionarios o enciclopedias coincide nuestro Diccionario en exigir para sus artículos el natural orden alfabético y en ceñirse a temas y voces de contenido eminentemente cultural y eclesiástico, por lo menos en alguna de sus facetas.
El alcance del título "Diccionario de la Historia Cultural de la Iglesia en América Latina", resulta más complejo y se presta a que teóricamente pudieran fijarse a dicho contenido diferentes metas. En concreto, el principal problema que se deriva de semejante titulación es si el Diccionario había de alcanzar también a todas aquellas voces de la historia cultural pre-colombina o a otras muchas que pertenecen sin duda a la historia de la cultura moderna, sobre todo occidental. Incorporarlas efectivamente al Diccionario nos llevaría a un proyecto enciclopédico vastísimo, que sale de los objetivos del proyecto de este Diccionario; precisamente por ello se ha querido descartar la palabra "Enciclopedia". Se han impuesto criterios restrictivos, y solo en proporción muy pequeña se deberá tocar el mundo cultural indicado precisamente por tener que ver directamente o indirectamente con el objetivo señalado por el Diccionario en sus contenidos específicos.
En lo referente a la presentación, se parte del presupuesto que el Diccionario debería constituir un conjunto más o menos manual y asequible desde cualquier lado que se le mire. No se trata de nada parecido a las grandes enciclopedias hoy publicadas en los diversos países, de muchos volúmenes; pero ni siquiera a los conocidos Diccionarios de ciencias eclesiásticas, o a otros de carácter temático (de historia eclesiástica, de moral, de derecho, de ciencias religiosas, de los santos...). A medida que la obra ha ido cuajando, se ha impuesto la idea de que las dimensiones tenían que estar dictadas por las voces mismas, que podrán ser más largas o cortas según las exigencias del tema; y por ello en numerosos casos se trata de intentos de artículos temáticos; en otras ocasiones son voces que dan simples noticias sobre las mismas. Un proceso análogo de crecimiento se opera con relación a las páginas que se han ido ajustando a las exigencias prácticas en la elaboración de los temas; sobre los cuales hay que advertir que su numeración es seguida y continuada; y ello, en razón de que éstos no responden a divisiones internas o sistemáticas de su contenido textual, sino simplemente a razones prácticas en relación con su más fácil manejo y su presentación más discreta.
Dado que el Diccionario se comienza a publicar en red telemática para ir alimentándolo progresivamente, la dirección editorial del mismo ha ido añadiendo voces,corrigiendo o mejorarndo algunas, siempre con la explicita autorización de sus autores y por contribución de los mismos, o con el añadido de otras nuevas elaboradas también por autores anteriores o de reciente incorporación.
Se cuidan también otros elementos que puedan contribuir a hacer más agradable dicha presentación: medidas de las voces, según el tema de cada una y fácil búsqueda de otras con conexiones evidentes con las mismas. Por el momento, debido a problemas prácticos, se excluyen ilustraciones, mapas y fotografías, que hipotéticamente en un futuro podrán añadirse. En la parte tipográfica: se busca una uniformidad de combinación de tipos y de espacios que dan al conjunto una unidad tipográfica, de escritura ajustada y texto lleno, pero con cierta agilidad, incluso en los largos apartados bibliográficos de determinados artículos, donde el problema de la composición se agudiza a cuenta de una mayor cantidad de texto y de un menor tamaño de las letras, así como del tipo de las mismas.
El contenido.
El Diccionario no pretende, por principio, hacer investigación de primera mano sobre cada una de las voces o temas. Es un Diccionario de divulgación, lo que no significa falta de rigor histórico. Si en algún caso puede ocurrir lo contrario, es por singulares razones, derivadas, bien de la naturaleza de los artículos mismos, bien de la personalidad de los autores que los redactaron. De todas formas y con las limitaciones naturales, hay que reconocer que el conjunto del Diccionario ofrece una presentación elemental de la investigación lograda hasta el presente en los sectores de la Historiografía de la Historia Cultural de la Iglesia en América Latina, y constituye, por tanto, un punto de partida para ulteriores investigaciones. Lo que desde el primer momento se intenta es precisamente eso: recoger en resúmenes breves y en noticias seguras los datos históricos ya conocidos y elaborados sobre personajes y asuntos culturales y eclesiásticos relacionados con el primer tema específico. Esta distinción, entre asuntos temáticos y personas, aún siendo tan obvia, también plantea su problema; se conjuntan ambos aspectos: el temático y el biográfico.
Sin embargo, el trabajo tiene que ver más con los asuntos histórico-culturales-eclesiásticos que aquí han sido recogidos y tratados. No es fácil hacer de ellos una clasificación sistemática y, menos, establecer entre los mismos, en función de su importancia, un orden jerárquico. En cambio, sí interesa poner de relieve que la principal preocupación de los responsables del elenco de voces que se proponen recoger dichos asuntos en los correspondientes artículos, se polariza hacia criterios que den cabida no sólo a los grandes acontecimientos y situaciones extraordinarias de la Iglesia latinoamericana desde un punto de vista cultural, sino también a sus instituciones habituales y ordinarias y, dentro de éstas, a las menos conocidas o divulgadas, por ejemplo, las administrativas, sociales y económicas. Con lo cual se intenta asegurar que ninguna manifestación cultural apreciable de esta Iglesia, a lo largo de sus más de quinientos años de vida en América Latina, ha dejado de ser aquí historiada en mayor o menor grado. Basta, para comprenderlo, leer los títulos de los artículos, donde entran desde la historia de la Liturgia o de los Sínodos y Concilios hasta la de los Movimientos artísticos o literarios, en cuantos éstos han estado imbuidos de espíritu religioso y eclesiástico. No pocos de dichos artículos —Iglesia y Estado, Literatura, Humanismo, Teología, Universidad, Concordatos, Misiones evangelizadoras, Pioneros de la evangelización y de la cultura, etc.— constituyen pequeños artículos que darían para otros ensayos y libros; por eso en su redacción a veces un tema general ha tenido que ser tratado en varios aspectos particulares y redactado por varios autores especializados.
Otros artículos de voces, a pesar de su extensión y del cúmulo de datos que llevan consigo, no pasan de ser, por la naturaleza misma del asunto, más que un intento de recopilación ordenada, que no podía, ni en cantidad ni en calidad, aspirar a resultados definitivos; pues hubieran supuesto otros tantos diccionarios dentro del Diccionario. Tal, por no citar sino algunos, el artículo Descubrimientos, Conquista, Evangelización, Misiones y Misioneros, Santuarios, Religiosidad Popular, Independencias e Iglesia y un largo etcétera, los cuales, aun con la limitación dicha, creemos puedan cooperar en un avance de estudio los respectivos temas en el campo historiográfico, dando nuevos pasos en el campo de la respectiva historiografía del pasado. Como serie de artículos básicos y adecuados a la finalidad del Diccionario, no pueden quedar sin mención los dedicados a cada una de las antiguas diócesis latinoamericanas en sus diversas perspectivas históricas. A ellas se les da un relieve peculiar precisamente por el papel que han jugado en la historia cultural de América Latina: además de llevar casi todas voz propia, y se procura dar una noticia elemental de lo que fueron y del papel que jugaron en la vida de Iglesia en aquellos primeros siglos de vida. Dar noticias específicas sobre los centenares de diócesis creadas en la edad contemporánea es por el momento una empresa importante, pero que sale del objetivo inmediato de este Diccionario.
En cuanto a las biografías, el problema se ha complicado más, por encontrarnos ante varias disyuntivas fundamentales y de opción menos indubitada, a saber: si han de historiarse personas del estado eclesiástico solamente o también seglares cuyo peso en la marcha de la Iglesia latinoamericana haya sido claramente específico y de influencia notoria; si la selección ha de hacerse a escala nacional conjuntamente o por grupos separados, bien siguiendo las instituciones Eclesiásticas normales (obispados o diócesis, Órdenes religiosas, etc.), bien atendiendo a las respectivas especialidades técnicas en que lucieron los biografiados (trabajo evangelizador, teología, humanismo y filosofía, derecho, literatura, artes y música, ciencia, etc.) o a sus personales situaciones, positivas o negativas, con relación a la Iglesia (santos, herejes, apóstatas, reformadores, perseguidores, etc.). Como regla general se incluyen las personas históricas del pasado, incluso reciente, y generalmente se excluyen las vivas en el momento de la redacción a no ser que su significado histórico actual sea reconocido ya unanimemente como patrimonio universal de la Iglesia en América Latina y en la Universal.
Frente a todas estas opciones, se fijan los criterios siguientes: 1) Sólo en casos excepcionales se conceden voz y artículo propios a figuras laicas eminentes que no estuvieran declaradas santos o beatos o siervos de Dios; pues, si lo están, tienen derecho a figurar por ese título antes que por cualquier otro. Tal selección se debe al papel que han jugado en la vida e historia cultural de la Iglesia de manera positiva o negativa. 2) La selección de personajes eclesiásticos cuyo nombre ha de aparecer entre las voces principales del Diccionario, corre normalmente a cargo de las instituciones a que dichos personajes han estado más ligados, en concreto, la diócesis o la familia religiosa a la que pertenecieron, el país o la institución cultural concreta. Esto como norma general. Lo cual ya indica que en determinados casos rigen otras normas especiales; por ejemplo, con relación a aquellos sujetos que se hicieron famosos por su participación en concilios, organismos, hechos...; o por haber sido escritores literarios muy conspicuos, o juristas eminentes, o notables sociólogos católicos, etc. 3) Se incorporan a la lista de voces también muchos eclesiásticos biografiables, aunque hasta ahora hayan sido ignorados por la historiografía corriente. En este trabajo cobran especial importancia las aportaciones dadas por los colaboradores específicos de cada país. En su aplicación, el criterio que ofrece mayores dificultades es el relativo a la selección de personajes cuyos nombres merecen un artículo más amplio. Es inevitable que a veces se pueda pecar por falta de más, y otras, de menos; y esto, así en el número de sujetos que se consideren dignos de ser historiados, como en la extensión de las noticias dedicadas a cada uno de ellos. Puede denunciarse ya desde aquí que algunos grupos de biografías pecan de inflación en ambos aspectos, mientras que otros se le antojarán al lector excesivamente restringidos.
Al concluir estas observaciones sobre el contenido del Diccionario, se debe añadir que algunos temas específicos pueden ser incluidos en el Diccionario, a pesar de encontrarse al margen cronológico o temático específico del mismo. Por ello, tratándosede un Diccionario que se propone salir primero en red, queda abierta la invitación y la posibilidad de que otros autores preparen sus colaboraciones y pidan a la Dirección del Diccionario de incluir sus respectivas voces, que dicha Dirección podrá evaluar. Otros aspectos importantes: en algunos casos han debido incluirse temas y personajes del mundo secular por obvias razones de relación inseparable con la Historia Cultural de la Iglesia en América Latina; separar los campos es una empresa no sólo imposible, sino también contra la misma naturaleza de esta historia. Otros temas son excluidos por falta de colaboradores que no se encuentran dispuestos en el trabajo o que no cumplieron con lo prometido; y en todos, por falta de espacio dentro del Diccionario mismo que, de cargarse con la historia de cuantos asuntos y personas de la Historia Cultural de la Iglesia en América Latina tuvieron que ver con dichos territorios, hubiera desbordado en extensión las proporciones discretas a que nos hemos referido.
El método.
Su postulado más general e importante, impuesto por la naturaleza de la obra y la correspondiente metodología en uso, ha consistido en dividir todos los artículos en dos partes bien diferenciadas, incluso tipográficamente: una, la principal y primera, donde se han reunido los datos y noticias pertinentes a cada tema, ya sea éste de persona o de cosa; otra, donde se han recogido las oportunas referencias bibliográficas y las notas cuando éstas se consideren necesarias para completar la exposición histórica. Sobre cada uno de los dos apartados, el histórico propiamente dicho y el bibliográfico, será bueno hacer algunas advertencias:
1.a Todo articulo principal llevará en cabeza el signo de que lo es, vinculado a una voz, impresa en negrita mayúscula. Dicha voz, la mayoría de las veces, estará representada por una palabra sola; sin ser infrecuente que lo esté por varias, en cuyo caso algunas de ellas, las últimas, podrán ir en negrita minúscula.
2.a Tratándose de asuntos no biográficos, pueden abundar largos artículos temáticos que sinteticen los grandes temas históricos de la Iglesia en América Latina. Tratándose de una Iglesia hija misioneramene de la española y portuguesa, es obvio que entren también algunos temas esenciales y personajes de las mismas, importantes para entender la historia cultural y eclesial de América Latina. Se trata de dar de los mismos una visión conjunta, y sin perjuicio de que algunos de los puntos tocados en ellos vuelvan a tener luego su voz y su artículo allá donde por orden alfabético les corresponda. Ejemplos elocuentes de tales temas podrían ser algunos como éstos: Arqueología cristiana, Arte sacro, Beneficencia, Bibliotecas Eclesiásticas, Conquista, Concilios provinciales, Concordatos, Derecho, Descubrimientos, Espiritualidad, Evangelización, y un largo etcétera. Lamentamos sólo que muchas voces queden en el tintero; que muchos países queden de hecho menguados en el Diccionario a la hora de presentar su historia cultural y eclesial y la de sus personalidades históricas; el que no se les haya aplicado el mismo método, agrupándolas en serie seguida y completa dentro de un solo artículo, sino que se las deje dispersas y situadas cada una donde su nombre lo ha exigido por pura razón alfabética, o que simplemente queden olvidadas. Las razones ya las hemos apuntado. Hay que decir, que la opción por sacar a la luz esta iniciativa de Diccionario en forma telemática en red, es precisamente para dejar las puertas abiertas a ulteriores colaboraciones y subsanar las omisiones, que podrán ser numerosas.
3.a La estructura de cada uno de los grandes artículos no ha obedecido a esquemas rígidos, ni siquiera iguales. En general, su disposición y divisiones se han dejado al arbitrio de los respectivos autores; limitándose la dirección del Diccionario a perfilar detalles puramente extrínsecos, como la fijación de los puntos y aparte, la distribución y numeración de los diversos apartados, la tipografía de los títulos y subtítulos, la presentación en cabeza de los correspondientes resúmenes, el orden y disposición de la bibliografía, después de completarla cuando ello ha sido preciso. Se dan algunas notables excepciones cuando el tema lo pide por ser objeto necesario de mayor extensión y exposición completa. Así en tales casos el largo artículo tratado puede ser subdividido en varios apartados. Pero la estructura externa en estos casos se encuentra cortada por patrón uniforme, a base siempre de varios capítulos, en los que se puede dividir logicamente el tema, con sus titulaciones expresas en pequeña letra negrita que ayuden a seguir debidamente el tema del artículo. En los artículos dedicados a naciones latinoamericanas se ha procedido de forma igual o parecida. En otros, la misma temática ha impuesto a su desarrollo un orden cronológico o un orden alfabético según los casos.
4.a La bibliografía que acompaña a estos trabajos más largos y más articulados se caracteriza también, casi siempre, por su mayor extensión. Ideal hubiera resultado el sistema de dar largas listas de autores y obras convenientemente clasificadas, respondiendo a las divisiones del texto principal; se ha debido hacer una selección por motivos tipográficos, tratando incluir los libros u obras más conocidas sobre el argumento, normalmente dispuestos por orden alfabético y siguiéndo criterios metodológicos generalmente hoy aceptados en las citas bibliográficas. Estos criterios varían cuando la cita de un autor y su obra se incluye en la lista general bibliográfica, o en las notas. En el primer caso el nombre del autor (o del ente en conjunto que ha preparado o editado el escrito) comienza por su apellido, seguido de su nombre de pila o propio, título del libro, o del artículo y revista donde aparece, editor (si se considera fundamental), ciudad de edición y año de la misma. En las notas, se cita primero el nombre propio seguido de los apellidos del autor. En los autores clásicos antiguos se pone siempre el nombre por el que generalmente se le conoce en la historia, aunque sea nombre propio y no apellido.
5.a Para los artículos biográficos; la única norma metodológica se ha concretado a poner siempre en cabeza —salvo excepciones en algunos nombres de religiosos y religiosas— el apellido de la persona historiada, seguido del nombre, en minúscula; los datos referentes a lugar y fecha del nacimiento y muerte vienen a continuación, incluidos entre paréntesis e impresos en forma ordinaria; todo lo cual se complementa siempre con un calificativo o varios que especifiquen la condición del personaje en su faceta más importante: santo, obispo, siervo de Dios, fundador, misionero, evangelizador, teólogo, filósofo, jurista, religioso, religiosa, dramaturgo, escritor ascético, político, patriota, o el título más conocido en su historial (como, rey, virrey) etc. En el restante texto de cada biografía no existe ya uniformidad, ni siquiera en seguir un estilo breve y esquemático, y ello por las razones ya dadas. Consecuencia de esa libertad que a los autores se ha dejado en la estructuración de los respectivos artículos, son las evidentes diferencias que, en punto a extensión, pueden observarse entre unos y otros. Se ha puesto particular empeño en que las biografías de determinados eclesiásticos y personajes del mundo cultural y político importantes y aunque a veces menos conocidos, encontraran ahora ocasión de ser reivindicados historiográficamente, dados a conocer con un detalle y extensión que pudieran parecer a primera vista desmesurados; pero ello se ha tenido en cuenta dada la finalidad del Diccionario.
6.a El problema de la bibliografía en estos artículos biográficos, presenta un doble aspecto: el ordinario, en relación con cuanto se ha publicado sobre cada sujeto historiado; y el extraordinario que ofrecen los que fueron autores de textos escritos; los cuales resultan ser muchos más de lo que, en principio, pudiera imaginarse. De ahí que en los correspondientes apartados se haya optado por repartir su caudal bibliográfico en dos secciones: una, relativa a las obras del personaje, donde lo fundamental ha sido dar, lo más completa posible, la lista de aquéllas, acompañada en muchos casos de un breve estudio de las mismas; otra, la corriente, que viene en segundo término, cuya disposición y título es igual en todos los artículos, biográficos y no biográficos.
7.a En la biliografía se incluyen, cuando las hay, referencias: a las fuentes históricas sobre el argumento; a las obras del autor historiado, si las tiene, seguida de las referencias bibliográficas correspondientes.
8.a El Diccionario carece de ilustraciones, así dibujadas como fotográficas. Sin embargo no se excluye a priori que en algunos artículos las puedan llevar: Demografía eclesiástica, a base de cuadros y gráficos; el de Geografía eclesiástica y política a base de mapas etc...
9.a Desde el punto de vista metodológico consideramos importantes las indicaciones bibliográficas en los artículos temáticos fundamentales. Nos referimos a los grandes repertorios, a los diccionarios y enciclopedias, a los elencos y catálogos de Órdenes religiosas, sobre todo en su labor evangelizadora, a algunas revistas de carácter histórico y a documentos y archivos fundamentales en la história de América Latina. Se intenta citarlos íntegramente cada vez que salen; pero si salen en un mismo artículo más veces se citan en abreviatura, empleando sus iniciales o siglas que se señalan. Abreviar la bibliografía, y no precisamente en sus elementos secundarios, como el nombre de pila de los autores, o el lugar de impresión de los libros, sino en elemento tan principal e importante como el título mismo de las revistas o de las grandes colecciones bibliográficas que habían de repetirse centenares de veces a lo largo del Diccionario, ha exigido una cierta flexibilidad según los casos. En cada artículo se adopta el método de reproducir la primera vez el título entero, para luego citarlo abreviadamente cuando se repita en el mismo artículo. Esta opción evita la necesidad de montar un amplio aparato o tabla explicativa de las siglas y abreviaturas en cuestión para todo un Diccionario en crecimiento.
10.a Otros grupos de abreviaturas que se refieren a lugares de impresión de libros, citados más frecuentemente, o a nombres de Órdenes y Congregaciones religiosas, o a términos técnicos muy en uso, o a títulos conocidos de instituciones, personas, etc., no plantean especiales dificultades por ser universalmente conocidas.
11.a Teniendo en cuenta que los temas de algunas voces, así de biografías como de asuntos, están actualmente en revisión y estudio, y que la investigación se halla siempre en fase constituyente, se deja abierta la posibilidad de una apertura continua a alimentar y completar esta publicación con ulteriores publicaciones y correcciones, indicando siempre las voces relativas complementarias; y esto para otras voces y artículos que, por cualquier causa, no se hayan recogido ahora, se irán publicando así suplementariamente a medida que el avance de la investigación histórica y los colaboradores voluntarios lo ofrezcan.
12.a Todos los artículos van firmados y son responsabilidad de sus autores. La firma aparece al final del artículo en cuestión. En algunas ocasiones los artículos son frutos de varias colaboraciones; ello es siempre indicado. En contados casos cuando una pequeña voz no va firmada o se usa solamente una sigla, ello quiere decir que es fruto de la redacción del Diccionario y vendrá firmada con las siglas DHIAL.
13.a Las notas de los artículos, especialmente los más largos, no se incluyen en el texto del artículo, sino que van añadidas al final de del mismo y antes de la Bibliografía, en carácteres tipográficos menores y siguiendo las normas universalmente aceptadas a la hora de redactar el aparato crítico de un artículo o libro. El nombre del Autor o Autores cierran la voz.
14.a El Diccionario usa las lenguas española y portuguesa en sus voces, por ser las mayoritarias del Continente Latinoamericano, respetando los originales de cada autor en dichas lenguas, sin traducción de la una a la otra.
Lagunas
Sería pueril y pretencioso imaginar que nos encontramos ante un proyecto de Diccionario completo y perfecto. Se trata simplemente del intento de poner a disposición de cuantos lo deseen, un instrumento en el que puedan consultar datos importantes por lo que se ve con claridad meridiana y sin pretensiones ideológicas previas, cómo en la formación de lo que hoy llamamos Continente Latinoamericano, la Iglesia Católica ha tenido un papel tan fundamental, que sin él no se puede entender la historia pasada y la vida actual del mismo. Los medios con los que contamos son exiguos y muy pobres. Todo se basa sobre la libre y voluntaria adhesión y cooperación de algunos estudiosos de historia que, a base de tesón y perseverancia, nos proponemos ofrecer este servicio cultural a todas las personas apasionadas por la curiosidad histórica y la pasión por la búsqueda de “la verdad que nos hace libres” (Cf. Jn. 8, 32). Ello, al menos puede disculpar las inevitables taras que se manifiestan, como la ausencia de muchas voces y artículos cuya presencia era obligada u oportuna por razón del tema; o en el desorden, según los criterios en uso en muchos diccionarios; o en la repetición de conceptos y noticias que se tocan en diferentes artículos; los “duendes de imprenta” que a veces se cuelan; o a la variabilidad con que se ha procedido al citar títulos de obras que se repiten con insistencia; o en el empleo de mayúsculas y minúsculas; o en la disposición de los grupos numéricos correspondientes a citas de colecciones y revistas. Ya aludimos los motivos de muchas de estas lagunas que, si no las justifican, pueden contribuir a explicarlas: el exiguo número y diversidad de los colaboradores, las dificultades inherentes al tratamiento y estructuración de algunos temas, el demasiado tiempo transcurrido desde que se iniciaron los primeros trabajos en esta empresa, el complicado aparato bibliográfico y un largo etcétera. Sin embargo, la pasión inicial no se ha consumido, sólo que nos hemos ido dando cuenta de que aquella aparente simple aventura era más ardua de cuanto imaginábamos, y exigía una dedicación de tiempo tal del que no disponíamos, pero por encima de ello, este Diccionario es obra de nuestra ilusión inagotable, además de la gratuidad o “amor al arte” que nos empuja y sostiene en el empeño.
Agradecimientos
Para terminar solo queda el obligado capítulo de gracias a todos aquellos que, en una u otra forma, están haciendo posible la aparición del Diccionario.En primer lugar al Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano, en la persona de su Presidente, el Señor Cardenal Gianfranco Ravasi, y al Delegado S.E. Carlos Alberto Acevedo, Secretario y demás oficiales de dicho Consejo Pontificio, de modo particular a los PP. Miguel Ángel Reyes Arreguín y Carlos Javier Díaz Vega; y a la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) a su Junta Directiva y a su Dirección Académica, muy en especial al Lic. Juan Louvier Calderón, coordinador y corrector de estilo, y al departamento técnico dirigido inicialmente por el Lic. Mario Jaime García Ramírez y posteriormente por el maestro Eduardo Razo Fabre, y a otras muchas personas dignas todas del agradecimiento de quienes creemos en la búsqueda e investigación histórica sin más.
Agradecemos la colaboración y el permiso que la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), la Biblioteca_Apostólica_Vaticana_(BAV), la Enciclopedia Guadalupana (México), y otras instituciones culturales españolas y latinoamericanas que figuran al fondo de cada artículo correspondiente, nos han dado para poder reproducir debidamente algunos textos publicados por cada una de las Instituciones citadas, sobre todo con motivo de las celebraciones del V Centenario de los comienzos de la evangelización en el Continente Americano (1992) como “La Iglesia en América: Evangelización y Cultura”. Pabellón de la Santa Sede. Exposición Universal de Sevilla 1992. También cuando el artículo se haya basado en investigaciones específicas publicadas se dará la debida referencia y créditos debidos. Las voces o artículos, aunque sean de volumen menor, irán debidamente firmados por sus autores. En el caso de que una voz o artículo se haya compilado por varias personas a base de consultas y elaboraciones diversas, van firmados con la sigla DHIAL, para indicar tal trabajo de varias manos en la preparación del argumento y en su redacción, indicando siempre en las notas y bibliografía los créditos debidos. Tenemos que agradecer a todos los Autores su trabajo, que en este DHIAL es siempre voluntario y gratuito y sin ánimo de lucro. Hemos agregado recientemente un lista de los más de 300 Autores con una breve nota sobre su trayectoria académica, a fin no solo de agradecer a cada uno su colaboración, sino también de facilitar al lector una referencia sobre la seriedad del escrito.
Las colaboraciones están siempre abiertas a cuantos deseen cooperar en la redacción de temas considerados oportunos e importantes. En este sentido el DHIAL se propone ser como un río que crece con muchos afluentes que lo enriquecen y ayudan a crecer. Los artículos son responsabilidad de los firmantes. Ellos podrán en su caso corregirlos, enriquecerlos con aumentos o recortes, de acuerdo con los responsables de la edición. Los artículos en tal sentido no están abiertos a las correcciones de los lectores, que sin embargo podrán aportar sugerencias o críticas oportunas a los Editores. Las voces o artículos del DHIAL, como el mismo título indica, se encuentran en las lenguas española y portuguesa dependiendo de la lengua usada por los autores de los mismos.
El criterio fundamental que se ha querido seguir en la elaboración de este Diccionario de Historia Cultural de la Iglesia en América Latina, de carácter fundamentalmente temático, es cuanto ya Cicerón escribe en su obra De Oratore (Libro II, cap. 15), y que León XIII recoge en su Carta Apostólica Saepe numero considerantes del 18 de agosto de 1883 cuando ordena la apertura del Archivo Secreto Vaticano (ASV) a los investigadores de la historia: «primam esse historiae legem ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat» «La primera condición de la investigación histórica es no afirmar algo que sea falso, y la segunda no ocultar algo que sea verdadero» .
FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ
Coordinador General del Proyecto