VALERIANO, Antonio
VALERIANO, Antonio (Atzcapotzalco, 1520?; Ciudad de México, 1606).
Sumario
El personaje
Antonio Valeriano, autor del Nican Mopohua, era un indígena de raza tecpaneca pura. El historiador eclesiástico mexicano, el jesuita Mariano Cuevas, dice que era sobrino del emperador Moctezuma y que nació hacia 1520 en Azcapotzalco, antiguo reino del valle del Anahuac, México, población muy cercana al Tepeyac, pero vivió en México desde 1526. Bajo la dominación española Azcapotzalco, con otros antiguos reinos mexicas, tuvo una propia administración indígena, donde Antonio Valeriano ocupará cargos de notable importancia.
A la edad de 13 años, Antonio Valeriano habría entrado en el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado por Zumárraga, primer obispo de México, inaugurado en 1533, siendo así Valeriano uno de los estudiantes fundadores. Entre sus compañeros destacan: Martín Jacobita, de Cuauhtitlán (escrito también Cuautitlán; el más acertado lugar de nacimiento de Juan Diego) y amigo de Valeriano; Pedro de San Buenaventura, de Tlatilulcuo (o Tlatilolco); Andrés Leonardo. De aquí salieron entre otras obras: Códice de Chimalpopoca; Anales de Cuauhtitlán; Anales; los Himnos de los dioses; el Relato de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe (Nican Mopohua).
Antonio Valeriano fue gobernador de Azcapotzalco durante 35 años. Persona altamente dotada; fue el primer graduado en latín y griego. Su padre fue contemporáneo de Juan Diego Cuauhtlatoatzin y él mismo lo fue también (de modo que pudo escuchar de sus labios la historia guadalupana: tenía 11 años en 1531, año de las apariciones de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, y 28 en 1548, fecha de la muerte de Juan Diego). Adquirió una gran autoridad entre indios y españoles como hombre honrado y erudito; de él decía el conocido obispo Fuenleal (antiguo juez en México) que “era tan hábil y capaz que hacía gran ventaja a los españoles”. Sahagún lo califica como “el principal y más sabio” (entre los alumnos de aquella escuela). Fue honrado con varios honores y cargos por Felipe II. Escribe su relato sobre Guadalupe cuando aún vivían muchos de los testigos del Acontecimiento; su firma aparece en el Códice guadalupano Escalada.
Analizando más en concreto la personalidad y la obra principal del personaje se pueden señalar algunos datos. La mayoría de los investigadores modernos y la totalidad de los antiguos consideran que Antonio Valeriano, uno de los egresados del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, fue el autor del Nican Mopohua. Esta opinión sobre la autoría del Nican Mopohua es compartida también entre otros, por un notable antiaparicionista guadalupano: «en suma, tenemos por conjetura la más plausible y segura que Valeriano compuso el Nican mopohua...»[1].Incluso hay autores, como David Brading, que sostienen una cierta inspiración poetica “divina”, cosa que se puede decir de todos los artístas y poetas.
No se trata de inspiración en el sentido teológico bíblico del concepto. El notable nahuatlato León Portilla afirma de él: «hombre con merecida reputación de sabio, sí escribió el Nican Mopohua, bien sea a solicitud de Montúfar o porque el asunto le atrajo, o si se quiere por ambas razones, realizó con gran acierto su cometido. Por una parte, puso allí de relieve lo que consideró el meollo de esa historia: el mensaje de la señora celeste que había pedido se le edificara su casa al pie del Tepeyac para atender las súplicas de cuantos acudieran allí a invocarla; por otra, presentó el relato incorporando en él cuanto le pareció adecuado de la antigua visión indígena del mundo.» [2].En todo caso y aunque su autoría no fuera exclusiva, prácticamente no existe duda de que es al menos uno de los coautores. De «elevada cultura y distinguido desempeño social... reconocido intelectual mexicano, que ocupó un lugar preponderante en ese nuevo mundo que empezaba a mezclar con lentitud las culturas hispana y azteca»[3].
Este indígena «de raza tepaneca pura, muy culto...»[4], nació «en Azcapotzalco, entre los años de 1524 a 1526...»[5]. Si tenemos en cuenta las edades de ingreso e internación en el Colegio de la Santa Cruz, su nacimiento debe situarse entre los años enunciados. Otros autores consideran que habría nacido en 1520[6], y otros en el año 1516[7]. Vivió hasta principios del siglo siguiente. Si bien no era de origen noble[8],al casarse con una princesa azteca pasó a ser sobrino del emperador Moctezuma[9]. Algunos dicen que era posiblemente también sobrino político de Juan Diego Cuauhtlatoatzin.En todo caso llegó a pertenecer a la nobleza porque su esposa estaba ligada a las dos dinastías:a la mexicana de Moctezuma y a la de Texcoco.
Juan Diego Cuauhtlatoatzin era probablemente súbdito de Texcoco. Con el correr de los años incursionó en el campo político y «fué elegido por gobernador de México... en lo que toca á los indios, con grande aceptacion de los vireyes y edificacion de los españoles»[10], desde el año 1573 hasta el momento de su muerte. Existen testimonios del compromiso que tuvo con lo intereses de su pueblo y con la defensa de los mismos. Su lengua materna era el náhuatl y «fue un alumno brillante que llegó a dominar perfectamente las materias...»[11]del plan de estudios del colegio. Habiendo egresado «buen latino, lógico y filósofo, sucedió á los religiosos sus maestros... en leer la gramática en el colegio algunos años, y aún á religiosos mancebos en su convento... »[12]. Llegó incluso entonces don Antonio Valeriano, que hablaba y escribía con perfección el castellano y el latín transformándose en un reconocido traductor, al igual que otros miembros pertenecientes a la raza vencida y excluida del sacerdocio y la vida religiosa, a ser maestro de futuros frailes españoles[13]. Fray Bernardino de Sahagún al hablar de los gramáticos indígenas que fueron sus colaboradores dice que el «principal y más sabio fue Antonio Valeriano...»[14]. Sabemos también que realizó «diversos trabajos literarios tanto para ayudar a los religiosos como por su propia iniciativa...»[15].
En el caso del Nican Mopohua, si tenemos en cuenta que el padre de Valeriano fue contemporáneo de Juan Diego, y que al producirse los hechos fundantes del Acontecimiento Guadalupano él tenía muy poca edad, bien pudo haber conocido personalmente al vidente del Tepeyac que murió unos quince años después de los mencionados hechos. Esta posibilidad, que se acentúa aún más en caso de que hayan sido parientes, hace sumamente probable que haya escuchado de los propios labios de Juan Diego el relato de las apariciones. En este sentido y a la hora de acreditar su conocimiento sobre las mismas, es de destacar también que fue compañero de estudios y de tareas docentes de Martín Jacobita, otro indio muy culto (que fue rector del Colegio) y que era oriundo del mismo lugar que Juan Diego.
El texto parece corroborar lo anterior , ya que lo manifiesta muy preciso a la hora de situar el espacio y temporalmente los acontecimientos. Por otro lado, aparecen en el relato coordenadas de referencia y localización que indican que se estaría escribiendo precisamente desde Tlatelolco, donde Valeriano residió mucho tiempo no sólo como educando sino también como maestro e investigador del Colegio de la Santa Cruz. «Si se examina con qué expresiones se indican [en el Nican Mopohua] las numerosas idas y venidas de Juan Diego, como los números 5-7: "venía"; 39-41: "vino a bajar..vino a encontrar la calzada.. vino a llegar"; 46-47: "venía.. se volvió.. de allá se vino"; 68-7l: "se vino derecho a Tlatelolco. luego fue al palacio"; 81-83: "en cuanto se viene.. que lo vinieran siguiendo.. se vino derecho. Siguió la calzada."; 95-99: "fué a llegar a su casa.. saliera hacia acá, viniera a llamar a Tlatelolco...", aparecen unas coordenadas de referencia a un punto concreto desde donde estaría escribiendo el autor. Para quien conoce la topografía de la Ciudad de México, queda muy claro que ese punto es precisamente Tlatelolco, que está al sur del Tepeyac, dentro de la ciudad, no muy lejos del palacio del Obispo, que estaba en el centro, lo que da a suponer que el escritor residía allí, en Tlatelolco, lo que constituye una prueba accesoria más de que éste fue Don Antonio Valeriano».[16].
El relato lo muestra también como conocedor de la teología cristiana y de la cultura y psicología indias, como «cristiano sincero»[17], muy «familiarizado con muchos aspectos del antiguo pensamiento náhuatl»[18]y «conocedor de buen número de textos de la antigua tradición indígena»[19]. Logra unir gracias a ello dos mundos diversos, haciendo que se encuentren e intercambien ideas provenientes de cada uno de los mismos. Así, y aunque se adapta a la escala de valores del cristianismo europeo y lo que subyace en el texto como orientación específica no es exactamente igual a la de textos precortesianos; rescata objetivaciones del ethos cultural náhuatl y lo rehabilita. De este modo la narrativa del Nican Mopohua, contemplada desde su horizonte cultural originario, revela que su autoría es obra de un escritor mentalmente mestizo e influenciado por una formación que se da luego del contacto entre los españoles y los amerindios; ello manifiesta que estamos ante una obra, fruto de un pensador náhuatl.
Género literario de su obra
Según las clasificaciones indígenas del discurso literario el «conjunto de expresiones en náhuatl... pueden dividirse en dos categorías: la del tlahtolli o discurso, palabra, relato; y la del cuícatl o canto, poema...»[20]. Teniendo en cuenta composiciones literarias de origen indo-europeo, y aclarando que se trata de una aproximación bastante simple, se podría afirmar que el primero tiene una mayor relación de semejanza y correspondencia con las expresiones en prosa, mientras que el segundo con las producciones poéticas que poseen ritmo y medida. Es importante considerar que si bien estos grandes géneros de la literatura náhuatl poseen peculiares características que permiten distinguir claramente las creaciones correspondientes a uno y otro, « desde el punto de vista temático, estructural, estilístico y gramatical, las particularidades de los cuícatl pueden encontrarse utilizadas en el campo del tlahtolli y viceversa...»[21].
La terminología indígena distingue también distintos subgéneros dentro de uno y otro. En el caso de los tlahtolli, hay dentro de su gran universo, dos clases fundamentales: subgéneros que se sitúan o no en el campo de lo que nosotros hoy llamamos narrativa. «En lo que toca específicamente al contenido de las tlaquetzalli o formas de narración, pueden precisarse varios subgéneros...»[22]. Ellos son: los teotlahtolli o "palabras divinas" que relatan los orígenes del hombre y los mundos y hechos protagonizados por los dioses, los itoloca contienen lo que nosotros denominamos las historias o lo que se dice sobre alguien o algo y los xiuhámatl que agregan cacterísticas de lo que llamamos hoy cronología a su carácter histórico.
Temáticamente los teotlahtolli, comparables a relatos épicos o libros sagrados que en otras culturas de la antigüedad clásica tratan sobre el comienzo de todo lo existente, principalmente versan sobre los orígenes divinos y de las edades cósmicas, los héroes culturales, la acción de diversos dioses y personajes o nobles que los representan en la tierra, el culto religioso y los destinos humanos. El estudio de los mismos «ayuda a comprender, entre otras cosas, la conciencia que tenían los propios nahuas de su vinculación con el universo de los dioses... en los teo-tlahtolli se halla sl sustrato de ideas sobre el cual los antiguos mexicanos habían cimentado y desarrollado su visión del mundo, creencias religiosas y principios que normaban su organización social, religiosa y política»[23]. En el caso de los itoloca manifiestan la honda conciencia histórica de los nahuas y su permanente ocupación por conocer las medidas del tiempo y sus destinos. En el período prehispánico se transmitían los relatos históricos en el calmécac y, perdida su autonomía, ellos los intentaron conservar pasando a escritura fonética lo que consignaban los antiguos códices o sus tradiciones orales memorizadas.
En la realización de esta tarea, poco a poco el empleo del alfabeto latino, que primero acompaña a las pinturas y jeroglíficos al aparecer junto a ellos palabras o textos en náhuatl, se va imponiendo con totalidad en la preservación y transmisión de los mencionados relatos históricos. Si bien el Nican Mopohua no es la lectura en náhuatl de un códice elaborado en la época prehispánica, si lo es del códice guadalupano o imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. El Códice Escalada (o 1548) parece ser un término medio, empleando glifos, imágenes y palabras en náhuatl utilizando el alfabeto latino, entre dicha imagen y el Nican Mopohua. «El Códice 1548 [Escalada], fue descubierto recientemente y es la prueba irrefutable que habla de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Recibe su nombre de la data de su elaboración, exhibida en la parte superior central del mismo... El códice está conformado por: la fecha de su realización; dos apariciones de la Virgen de Guadalupe (la primera en la cumbre del cerro del Tepeyac, en pequeño, en la parte superior izquierda, y la cuarta en el llano, con las rosas de la prueba pedida por el obispo Zumárraga, en primer plano); el glifo del juez Antón Valeriano, y la firma de fray Bernardino de Sahagún; además aparece escrito dos veces el nombre de Juan Diego Cuauhtlatoatzin y tres inscripciones en náhuatl con caracteres latinos (“también en 1531, se hizo ver la amada madrecita nuestra niña Guadalupe México; murió con dignidad Cuauhtlatoatzin; Juez Antón Valeriano”)»[24].
Estructuración y estilística
Si bien en los tlahtolli se estructuran unidades de significación o escenas que parecen superponerse unas con otras, las mismas adquieren una tonalidad narrativa al presentar hechos y secuencias vinculados en progresión lineal sucesiva. No presentan cuadros que sólamente se acumulan para profundizar por convergencia en un tema que se enuncia al principio, en ellos «la imaginación y el recuerdo se ponen en juego para introducir secuencias, alterando a veces espacios y tiempos»[25], que se determinan siempre con precisión y se constituyen en un determinado escenario para las acciones que en ellos se concretan. De este modo y si bien las significaciones se redundan y sobreponen, también van desarrollándose sincrónicamente a través de sucesos vinculados y hasta alcanzar una plenitud de sentido. Este último se unifica y mantiene por la persistente presentación, a través de la mediación de una gran diversidad de variantes y formas de expresión, de imágenes y conceptos centrales. De este modo, «la narrativa indígena alcanza algunas veces sutiles abstracciones, expresadas a través de elementos concretos, flores y cantos, rostro y corazón, plumajes de quetzal, jades y piedras preciosas...»[26].
Lo anterior se combina con otro atributo muy característico de la estilística de este género de composiciones: el recurso de organizar lo que se transmite concentrando, en torno a un determinado sujeto u objeto gramatical, predicados verbales que se enuncian en forma sucesiva. Estos predicados, a veces constituidos por diferentes estructuras verbales, o bien alimentan el desarrollo sincrónico ya especificado o sólo refuerzan la acción de un determinado sujeto sin establecer una secuencia u orden temporal; pueden considerarse en su generalidad, como oraciones convergentes en las que se enuncia algo que se refiriere siempre a un individuo. La forma de concentración descripta no es la única, ya que «hay en los textos múltiples ejemplos de acumulación de atribuciones o explicitación de circunstancias o rasgos, que se refieren a complementos, bien sea directos, indirectos o circunstanciales»[27]para enriquecerlos y decir, en forma gradual y paso a paso, mucho más sobre ellos.
En literaturas de otras culturas se dan también acumulaciones como todas las explicitadas, pero «en la literatura náhuatl prehispánica esta forma de estructuración, con las características descriptas, es rasgo bastante característico. Por otra parte, esta estructuración de predicados que se acumulan o convergen incluye muchas veces paralelismos y difrasismos. La coincidencia de estos elementos estilísticos en muchos de los tlahtolli los hace reconocibles de inmediato»[28]. En ellos se recurre entonces con frecuencia a la utilización del difrasismo. «Llamo así a un procedimiento que consiste en expresar una misma idea por medio de dos vocablos que se completan en el sentido, ya por ser sinónimos, ya por ser adyacentes... Casi todas estas frases son de sentido metafórico, por lo cual hay que entender su aplicación, ya que si se tomaran a la letra, torcerían el sentido, o no lo tendrían adecuado al caso...»[29]. La estructura de su cultura exigía que la comunicación más importante se concretara en base a este recurso, es decir empleando dos palabras o símbolos para referirse a un único significado o pensamiento que se deseaba destacar. También y como ya hemos enunciado se emplea con asiduidad en los tlahtolli el paralelismo, una modalidad que «es un desarrollo de la anterior...»[30]. La misma «consiste en aparear dos frases complementarias, generalmente sinónimas»[31]es decir, en el uso de dos expresiones equivalentes que reiteran una idea (a veces dichas expresiones son difrasismos).
Según el nahuatlato A. Garibay, en el náhuatl se dan tres modalidades de expresión explicitadas y otras modalidades propias del lenguaje náhuatl que «se pueden reducir a una fórmula. Es como si el náhuatl no concibiera las cosas sino en forma binaria. Este dualismo de concepción es de los fenómenos más importantes de la lengua...»[32]. Considerando particularmente el aspecto estilístico de los teothahtolli, es común a todas sus variantes temáticas además de los expresado para los tlahtolli en general, «el sentido del pormenor al que se deben múltiples descripciones para expresar un hecho o idea desde muy variados puntos de vista»[33].
El Nican Mopohua
Valeriano, utilizando caracteres latinos, redactó «...el relato de las apariciones en elegante idioma nahuatl, el que hablaban los aztecas, hacia finales del siglo XVI...»[34]. El Nican Mopohua fue escrito por alguien que dominaba perfectamente «la estilística inconfundible del náhuatl clásico»[35]aflora en él «el rico universo de sus metáforas, muy frecuentes en esta lengua, sus difrasismos o palabras yuxtapuestas de las que brota una particular significación, así como sus expresiones paralelas que iluminan desde doble perspectiva lo que se quiere decir. Conocedor de todo esto fue Antonio Valeriano»[36].
Cómo se comprueba al contemplar el texto, la modalidad expresiva del Nican Mopohua, texto histórico y didáctico, es sin duda la correspondiente a un relato, sin que esto sea obstáculo para que se manifiesten en él algunas particularidades propias de los cantos. Aunque su autor no haya investigado sobre los géneros literarios precolombinos, la siguiente afirmación destaca que el correspondiente al Nican Mopohua no corresponde a uno de la literatura española: «.Valeriano [...]consignó por escrito las apariciones, empleando para ello no el género literario de una “interpretación ficticia”con el fin de justificar, después de los hechos, la conversión de los indios; ni menos aún un género literario de literatura española, ajeno totalmente a su modo de pensar, a la manera por ejemplo de un auto sacramental en cuatro o cinco actos, sino que utilizó simple y sencillamente el género literario de una “genuina narración” de acontecimientos históricos»[37].
“Todos los cantares de éstos son compuestos por unas metáforas tan oscuras que apenas hay quien las entienda, si muy de propósito no se estudian y platican para entender el sentido de ellas. Yo me he puesto muy de propósito a escuchar con mucha atención lo que cantan y entre las palabras y términos de la metáfora, y paréceme disparate y, después, platicado y conferido, son admirables sentencias, así en lo divino que agora componen, como en los cantares humanos que componen...»[38]. Además, podremos observar que sobre todo reúne características de los dos primeros subgéneros narrativos y que concentra una gran cantidad de predicaciones verbales en torno a los sujetos o actores de lo que narra. Estableciendo una secuencia temporal, para unir las numerosas frases correspondiente a los diferentes predicados que se van concentrando se emplean frecuentemente las partículas “niman ye” que significan “en seguida”[39].
Y un autor misionero de la primera hora, fino observador de aquella realidad cultural expresiva, como fray Diego Durán escribe: «Todos los cantares de éstos [pueblos] son compuestos por unas metáforas tan oscuras que apenas hay quien las entienda, si muy de propósito no se estudian y platican para entender el sentido de ellas. Yo me he puesto muy de propósito a escuchar con mucha atención lo que cantan y entre las palabras y términos de la metáfora, y paréceme disparate y, después, platicado y conferido, son admirables sentencias, así en lo divino que agora componen, como en los cantares humanos que componen...»[40].
En resumen: Don Antonio Valeriano nació en Atzcapotzalco en fechas aproximativas, entre 1520 y 1524. Debió ser muy joven al tiempo de las Apariciones al ser uno de los fundadores del Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco en 1536; quizá tenía unos 13 años cuando entró en el Colegio. El Colegio había sido fundado por Zumárraga, primer obispo de México, y fue dirigido entre otros por fray Bernardino de Sahagún, el famoso recopilador de las tradiciones indígenas y conocedor de aquel mundo. Valeriano fue alumno distinguido, luego profesor y más tarde director de aquel Colegio, teniendo entre sus alumnos a jóvenes frailes españoles. Fue el mejor colaborador de fray Bernardino de Sahagún, Juez y Gobernador indio de México durante 35 años. Fue muy estimado por todos por su piedad, ciencia y justicia, incluidos los virreyes, tanto que fue honrado también con honores y cargos por el Rey de España Felipe II. Murió en 1605 y fue enterrado en el convento de San Francisco, en la capilla de San José.
Algunos afirman que perteneció a la más alta aristocracia indígena, pero esto no es del todo exacto, pues quien debía conocerlo muy bien, Fernando Alvarado Tezozomoc (1519?-1598), que era su cuñado por ser hermano de Isabel Huanitzin, esposa de Valeriano, dos veces dice de él que era "amo pilli", o sea: "no era noble, sino tan sólo un gran sabio"[41]. Este autor mexica y mestizo al mismo tiempo, es un escritor de los básicos entre las fuentes de la historia de México. Dominó, por supuesto, el náhuatl, pero su castellano es rudo y difícil, no obstante lo cual escribió en él una obra importante para la historia de México: Crónica Mexicana, y otra pequeña en náhuatl: Crónica Mexicayotl. En cuanto a Valeriano efectivamente perteneció a la casa real de Tenochtitlán, pero sólo como consorte, y por ello no es posible rastrear su genealogía, aunque sí la de su mujer doña Isabel Huanitzin. Por ello, el historiador eclesiástico mexicano, el jesuita Mariano Cuevas, dice que era sobrino del emperador Moctezuma y que nació en Azcapotzalco, población muy cercana al Tepeyac, pero vivió en la ciudad de México (Tenochtitlán) desde 1526.
Sin embargo no resulta ser de origen noble, pero al casarse con la recordada princesa Isabel Huanitzin entró a formar parte de la más rancia aristocracia india emparentando con las casas reales de Tenochtitlán y de Texcoco. Siendo Señor de Azcapotzalco dio asilo a su sobrino político, Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin, pariente directo y antecesor de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, por quien llegó su célebre texto guadalupano al P. Sigüenza y Góngora (1643-1700), que es quien nos lo trasmite.
Antonio Valeriano gozaba de ser un hombre de eximias cualidades literarias. Ha llegado hasta nosotros una carta latina suya que en su concisa brevedad da perfecta fe de ello: "Hic litterarum gerulus ad vestram paternitatem portat id quod mihi traducendum jussisti. Nescio profecto an in traductione eius sim felix. Multa quippe in eo sunt praegnantia, ut nesciam in quem sensum meliorem verti debeant. Si quid est erratum, parcas obsecro. Et tuam gravem censuram adhibeas, et his litteris tam male formatis, simul et ignoscas, illiterae enim videntur potius quam litterae; nec mirum vestrae paternitati videatur, manus namque iam vacillant, oculi caligant, et aures occlusae. Iterum atque iterum parcas. Deus optimus, maximus longaevam tuae paternitati vitam concedat. De Mexico. Tui amantissimus etsi indignus. Antonius Valerianus"[42]. Esta es la traducción en español: "Este correo lleva a vuestra paternidad lo que mandaste traducir. A la verdad no sé si fui feliz al hacer la traducción. Muchas cosas hay plenas de sentido, de manera que no sé en qué mejor forma puedan traducirse. Si error hay, te suplico me perdones. Y también que pongas tu respetable censura, así como que disimules éstas tan mal formadas letras, pues más bien parecen borrones que letras. Y no debe extrañar esto a V. P., pues mis manos están ya vacilantes, nublados los ojos y tapiadas mis orejas. Una y otra vez te ruego me perdones. Dios óptimo máximo conceda a tu paternidad larga vida. De México. Amantísimo tuyo, aunque indigno de serlo. Antonio Valeriano".
Esta carta la conservó el padre Juan Bautista, en el prólogo a su Sermonario en lengua náhuatl, publicado en México en 1606-1607. Esta carta latina, pese a su brevedad, basta para demostrar el dominio que este indio de cultura náhuatl poseía de lengua de Cicerón, donde conjuga la elegancia del estilo con la concisión propia del latín y el juego armónico de las palabras como “litteris", "illiterae" y "litterae". Si así dominaba una lengua tan diferente de la suya, ya podemos entender porqué puede llamarse al Nican Mopohua una joya de la literatura náhuatl.
Notas
- ↑ O’GORMAN, Destierro de sombras, parte I, cap. III, 50
- ↑ Tonantzin Guadalupe, 89
- ↑ GALERA LAMADRID, Nican Mopohua: Breve análisis, p. 104
- ↑ CARRILLO, SALVADOR, El mensaje teológico de Guadalupe, 57
- ↑ GALERA LAMADRID, Nican Mopohua: Breve análisis, 103
- ↑ FLORES SEGURA, J.. Nuestra Señora de Guadalupe. México, 7
- ↑ CUEVAS, Álbum Guadalupano, 73; GALERA LAMADRID, 103
- ↑ GALERA LAMADRID, Nican Mopohua: Breve análisis ,103
- ↑ FLORES SEGURA, J.. Nuestra Señora de Guadalupe, 7; GALERA LAMADRID, Nican Mopohua: Breve análisis, 103
- ↑ MENDIETA, Historia eclesiástica, lib. IV, cap. XV, 416.
- ↑ FLORES SEGURA, J.. Nuestra Señora de Guadalupe. México, 7
- ↑ MENDIETA, Historia eclesiástica, lib. IV, cap. XV, 416
- ↑ Monarquia indiana,115
- ↑ SAHAGÚN, Historia general., lib. II, Prólogo, 74
- ↑ KOBAYASHI, La educación, 255
- ↑ GUERRERO ROSADO, El Nican... t.. 1, 200-201
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe, 87
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe, 87
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Miguel, Tonantzin Guadalupe...,36.
- ↑ SEGALA, 122.
- ↑ SEGALA, 122.
- ↑ SEGALA, 122
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 83
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 85
- ↑ TORRE DE LA VILLAR E., Fuentes guadalupanas, 37
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 48
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 85
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 61
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 62
- ↑ GARIBAY K, Llave del Náhuatl, 115
- ↑ GARIBAY K, Llave del Náhuatl, 117
- ↑ GARIBAY K, Llave del Náhuatl, 116
- ↑ GARIBAY K, Llave del Náhuatl, p. 117
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 85
- ↑ FLORES SEGURA, 8
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe,36
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe, 36
- ↑ CARRILLO, El mensaje, 62
- ↑ DURAN, Historia de las Indias, t. I, cap. XXI , 195
- ↑ LEÓN-PORTILLA, Cuícatl y Tlahtolli, 59
- ↑ DURAN, Historia de las Indias, t. I, cap. XXI
- ↑ FERNANDO ALVARADO TEZOZOMOC, Crónica Mexicayot1
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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ