BELAUNZARÁN Y UREÑA, José María de Jesús
(Ciudad de México, 1772; Ciudad de México, 1857) Obispo, Religioso.
Nació en la ciudad de México el 31 de enero de 1772; fueron sus padres Juan Bautista Belaunzarán y María Dominga Ureña. Realizó sus estudios en el Colegio de San Nicolás en Valladolid (hoy Morelia). Recibió el hábito de los franciscanos descalzos en 1789, y el presbiterado en 1796. En septiembre de 1810, cuando dio inicio el movimiento de Independencia encabezado por el Cura Miguel Hidalgo, José María Belaunzarán era Ministro de Terceros en Guanajuato, ciudad que cayó en poder de los insurgentes el 28 de septiembre, asesinando cruelmente a todos los defensores de la Alhóndiga de Granaditas.[1]
El 26 de noviembre los realistas retomaron Guanajuato y en venganza por la matanza realizada por los insurgentes en septiembre, el comandante realista Conde de la Cadena, Manuel Flon, dio la orden de degüello de todos los prisioneros insurgentes en su poder. Para interceder por ellos, Belaunzarán se entrevistó con el Conde y con el general Calleja, logrando convencerlos de retractarse de su cruel orden. Durante varios meses Belaunzarán quedó a cargo de la Parroquia de Guanajuato.
Al consumar Agustín de Iturbide la Independencia de México en septiembre de 1821, la Junta Inter-diocesana declaró que “por la Independencia del Imperio cesó el uso del Patronato (…) que para que lo haya en el Supremo Gobierno del Imperio sin peligro de nulidad en los actos, es necesario esperar igual concesión de la misma Santa Sede”.[2]Las presiones y amenazas del rey Fernando VII sobre la Santa Sede impidieron que Roma nombrara sustitutos a los obispos regalistas que regresaron a España al momento de la independencia, o bien a aquellos que fueron muriendo. El caso fue que “para el año de 1829 no había ni un solo obispo en la República mexicana”[3]. En febrero de 1831 S.S. Gregorio XVI decide desafiar a Fernando VII (que amenazaba separar de Roma a la Iglesia española) y nombra seis obispos para México; uno de ellos era José María Belaunzarán, sexto Obispo de Linares (Monterrey), quien fue consagrado el 17 de julio de ese mismo año. Fernando VII no cumplió su amenaza, aunque sí expulsó de Madrid al Nuncio. En 1833, mediante el intento de establecer un “neo-patronato unilateral”, Valentín Gómez Farías daba inicio a la persecución de la Iglesia en México.
Las reformas que Gómez Farías pretendió realizar en la Iglesia mexicana encontraron la fuerte oposición de Monseñor Belaunzarán quien escribía el 8 de marzo de 1834 al Congreso su Estado: “…Los magistrados civiles, que son los que presiden y gobiernan civilmente, en lo que es puramente temporal, las repúblicas y todos los reinos, reciben su autoridad de los pueblos, para regirlos y gobernarlos nada más que temporalmente; pero jamás se les concede por éstos autoridad alguna espiritual. Son muy distintas las dos potestades y jamás se han podido equivocar en sus funciones, sino después que la depravación Jansenística ha introducido estas intolerables competencias. La Iglesia no la fundaron los emperadores, ni los reyes, ni los gobernadores, ni los congresos; la fundó sólo el Hijo de Dios, y la trajo desde el cielo y del seno del Padre, de quien procede por generación eterna (…) Él sólo la adquirió, no con precios corruptibles de oro y plata, como dice San Pedro: la adquirió con su preciosísima Sangre, y la fundó sin haber tomado dictamen, ni parecer, ni consejo a los reyes de la tierra; y sin contar con ellos para nada, manda a sus Apóstoles autorizados ya por Él mismo..”[4]La respuesta del gobierno fue decretar su inmediata expulsión del país, pero la proclamación del “Plan de Cuernavaca” contra Gómez Farías impidió que esa disposición se llevara a cabo.
El general Antonio López de Santa Anna le otorgó la condecoración de la Orden de Guadalupe. Como Obispo consagró el templo de La Inmaculada Concepción para que fuera la Catedral de su diócesis. En 1839 pidió al papa Gregorio XVI le relevara como Obispo de Linares, lo cual le fue concedido. Ya como Obispo emérito cambió su residencia a la ciudad de México, donde falleció el 11 de septiembre de 1857.
Bibliografía
- Alamán Lucas. Historia de Méjico. Gobierno del estado de Guanajuato, 1989.
- Diccionario Porrúa, Historia, Biografía y Geografía de México, II, México, 1971.
- Orozco Farías Rogelio. Fuentes Históricas. México, 1821-1867. Progreso, México, 2 ed. 1965
JUAN LOUVIER CALDERÓN