MERCEDARIOS EN LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA
INTRODUCCIÓN
A la Orden de la Merced le cupo el honor de ser una de las cuatro Órdenes Reli¬giosas que tuvieron a su cargo la evangelización de América. Desafortunadamente, respecto a los orígenes y a la presencia de los primeros mercedarios en el Nuevo Mundo, carecemos de datos precisos. En los historiadores y cronistas españoles de la Orden se advierte una gran escasez de datos e informes acerca de la llegada y labor de los primeros religiosos en América. No obstante que en América la Merced des¬plegó una gran actividad misional y evangelizadora, y de ella los caudales para la re¬dención de cautivos en el África.
Como observa el historiador Antonio Ybot León, tal vez contribuyó a ello el he¬cho de que las provincias mercedarias de América «no llegaron a ser verdaderamente independientes», a causa de la presencia de los vicarios generales de la Merced, que, designados por el Maestro General, en alternativa entre las provincias de Castilla y Andalucía, cual virreyes blancos, con sede en México y Lima, interferían casi siempre la autoridad de los provinciales y mediatizaban el desenvolvimiento de las provincias. Lo dicho explicaría también el hecho de que la historia mercedaria de América haya sido bastante olvidada y poco conocida, y que algunas crónicas escritas por acá hubiesen quedado inéditas. Siendo un ejemplo, entre otros, la Historia General de los Incas de Fr. Martín de Murúa, terminada de escribir en el Perú en 1614 y editada ín¬tegra recién el año 1962.
El tema propuesto será desarrollado en tres partes: primero el establecimiento de la Merced en los diferentes territorios de la gran colonia española, luego su organización y gobierno y finalmente la labor evangelizadora que asumió. Por razones obvias se da preferencia al siglo XVI y en parte al XVII.
Las primeras fundaciones en América
La presencia de la Merced en América comienza con una referencia un tanto va¬ga pero al mismo tiempo concluyente. Los historiadores mercedarios comienzan ci¬tando aquel pasaje de Pedro Mártir de Anglería, quien, al extractar en 1500 los escri¬tos de Cristóbal Colón y al referir la exploración de la isla de Cuba, dice: «Desem¬barcó en él a fin de proveerse de agua y de leña. Entre palmeras y pinos altísimos, encontró dos fuentes naturales de agua dulce. Mientras se cortaba la leña y llenaban los toneles, uno de nuestros ballesteros se metió en la selva a cazar; de repente vio aparecer un hombre vestido de blanco, a quien tomó por el fraile de la Orden de Santa María de la Merced que el Almirante tenía consigo por capellán, pero al mismo tiempo salieron del bosque otros dos».
Según esto, parece indudable la presencia de un mercedario en el segundo viaje de Colón a América en 1493. Algunos historiadores de la Merced identifican al alu¬dido «fraile de la Merced» con Fray Juan de Solórzano. Apoyado en aquel pasaje de las Instrucciones de los Reyes al Almirante, a través de Juan de Aguado (1495) que dice: «Lo octavo que dexe venir a fr. jorge (...) por¬que haca han quejado a sus altezas dello diciendo que los tiene e maltrata», Hipólito Sancho, con grandes posibilidades, quiere identificar a dicho Fr. Jorge con Fr. Jorge de Sevilla, gran amigo y estimado de los Reyes Católicos, que, a su retorno de la isla de la Española, fue provincial de la Merced de Castilla.
Polanco Brito, obispo de Higüey en la República Dominicana, luego de decir que no hay prueba documental de que un mercedario le acompañara a Colón en la batalla del Santo Cerro en 1495, afirma que «Sí sabemos que para 1510-1511 ya ha¬bía mercedarios en la Isla pero sin formar comunidad organizada, lo que hicieron en 1527». Poco después se procedía a la edificación del primer convento de la Merced en la Española. En efecto, en documento de 15 de Julio de 1514, que trata de la distribu¬ción de caciques y naturales de la isla de Santo Domingo, se dice: «Al monasterio de la Merced de dicha ciudad para hacer el dicho monasterio y obra de él, se le deposi¬tan tres naborías de casa de las que registro el fator Juan Ampiés».
En el Libro de asientos de pasajeros a Indias, a 27 de Mayo de 1516, aparece el nombre del célebre Fr. Bartolomé de Olmedo, que vino en la nao de Francisco Rodríguez. Olmedo y su compañero Fr. Diego de Zambrana llegaron el mismo año a la ciudad de Santo Domingo. El 4 de Enero de 1528 la comunidad mercedaria de la ciudad de Santo Domingo estaba formada de quince religiosos, de los cuales nueve eran sacerdotes y los demás profesos. De tal manera que en 1534 el cabildo secular de Santo Domingo pudo es¬cribir a Carlos V que este convento «tenía muchas personas doctas y celosas que han servido mucho en la conversión» y que la fábrica del monasterio se hacía con suntuo¬sidad.
La isla de la Española fue para los mercedarios, como para las demás órdenes re¬ligiosas, el centro desde donde saldrán a otras partes los grupos misioneros. Así Fr. Bartolomé de Olmedo y Fr. Diego de Zambrana pasaron a la isla de Cuba, donde, en octubre de 1518, se encontraba el primero en Santiago de Cuba, tomando parte ya, como capellán, en los preparativos de la empresa de Hernán Cortés; y el segun¬do quedará en la isla como confesor y consejero del gobernador Diego Velásquez.
Fray Bartolomé de Olmedo y Hernán Cortés en la conquista de México
El 23 de Febrero de 1519, partió del puerto de la Habana Hernán Cortés a la conquista de México, llevando como capellán al mercedario Fray Bartolomé de Olme¬do. El viernes santo de 1519 desembarcó Cortés en la actual Veracruz, dirigiéndose luego hacia la capital del imperio azteca, donde hizo prisionero al emperador Moctezuma. Entre tanto, el gobernador de Cuba, Diego Velásquez, furioso porque Cortés por su cuenta había hecho informar de sus conquistas directamente al rey, mandó a Pán¬filo de Narváez, a cargo de una flota, con orden de llevarlo preso a Cuba. Ello provo¬có una difícil situación de enfrentamientos. En esta coyuntura a Olmedo le cupo ac¬tuar, con habilidad y tino, como mensajero y mediador ante Narváez, facilitando de este modo el triunfo de Cortés. El religioso estuvo presente en todos los sucesos que se dieron.
Luego de una azarosa actividad de casi seis años junto a Cortés, a fines de octu¬bre o principios de noviembre de 1524, en forma prematura, falleció el P. Olmedo en la ciudad de México. Como dice Ybot León, fue el P. Olmedo «quien erigió la cruz, bautizó los in¬dios, celebró la primera misa y predicó el primer sermón en el territorio de Nueva España». «Ocupábase Fr. Bartolomé -dice Bernal Díaz del Castillo- en predicar la santa fe a los indios e decía misa en un altar que hicieron (...), llevó una imagen de la Virgen, era pequeña, mas muy hermosa, y los indios se enamoraron de ella y el Fraile les decía quién era. La gente decía del religioso «era un santo hombre».
Agrega Bernal Díaz que «a los indios les había dado el conocimiento de Dios, y gana¬do sus almas para el Cielo; e que había convertido e bautizado más de dos mil y qui¬nientos indios en Nueva España, que así se lo había dicho el P. Olmedo». Por haber ido y actuado solo, el Padre Olmedo perdió la oportunidad de establecer su Orden en Nueva España, pues con su muerte se acabó esta solitaria presencia mercedaria en tierras aztecas.
Fray Francisco de Bobadilla en Panamá y Perú
Es probable que Bobadilla haya pasado a las Indias en 1514 en la expedición de Pedrarias Dávila, de quien era gran amigo y pariente de su esposa. Una vez fundada la ciudad de Panamá, en 1522 Pedrarias dio a los mercedarios un lugar para que hi¬cieran su convento e iglesia. Se supone que por entonces estuvo presente el P. Boba¬dilla. Cuando en 1524 Pizarro y Almagro partieron hacia el Perú en el primer viaje de exploración, el religioso se encontraba en el recién fundado convento de la Mer¬ced de Panamá y «bendixo el uno de los navíos».
Desde entonces, es Bobadilla el sacerdote explorador y presente en todas partes. Se le puede considerar el fundador de una buena parte de los primeros conventos de la Merced de América. Por carta escrita desde Panamá, en abril de 1524, Pedrarias suplica a Carlos V recibirle a Fr. Francisco Bobadilla, «vice provincial de la Orden de Santa María de la Merced destos Reinos», quien va a informar a S. M.; que es persona de «ejemplo y doctrina», que «ha fructificado mucho en la conversión de los indios y dado mucha consolación a los cristianos con sus predicaciones», y que «tiene fundadas ciertas ca¬sas de su santa Religión», y que se le permita traer religiosos.
Por encargo de Pedrarias el religioso volvió a España en 1526, ocasión en la que asistió al capítulo provincial de Castilla, celebrado dicho año en Burgos. Allí dio am¬plio informe sobre la Merced en América y de sus necesidades. El capítulo acordó volviese a Santo Domingo como vice provincial llevando doce religiosos, para implan¬tar en dicho convento la observancia regular. Por el mismo religioso se sabe que Carlos V le recibió hasta en cuatro ocasiones. Acaso fruto de estas entrevistas con el Rey sea la Real Cédula del 11 de mayo de 1526, por la que el monarca confirmaba la fundación de conventos mercedarios en América y fa¬cultaba para abrir otros. Con las ayudas y permisos requeridos para él y los religiosos, Bobadilla zarpó pa¬ra América llegando a Santo Domingo el 9 de marzo de 1527. De allí pasó a Santa Marta, probablemente el mismo año. Pedro N. Pérez conjetura que fue en esta oca¬sión que se fundó el convento de la Merced en aquella ciudad.
A comienzos de 1528 está de nuevo Bobadilla en Panamá con su amigo Pedra¬rias. El 4 de marzo de dicho año se dirigen ambos a Nicaragua. Allí el mercedario, a pedido de Pedrarias, funda con cuatro religiosos el convento de su Orden en la nue¬va ciudad de León. También a instancias del gobernador, el 28 de setiembre de 1528, hizo una «Información acerca de las creencias religiosas, ritos y ceremonias de los naturales de Nicaragua». Además aquí predicó con intensidad el evangelio y bau¬tizó a muchos nativos.
En setiembre de 1529 pasó Bobadilla a Santo Domingo, llevando de parte de Pe¬drarias 2.906 pesos y 4 tomines de oro para su remisión a S. M. De allí, en 1530 por segunda vez volvió a España, probablemente llevando el oro del rey. En setiembre de 1531 se embarcaba con destino a Santo Domingo con siete religiosos. El año 1533 Bobadilla volvió otra vez en España. De donde, el 8 de febrero de 1534, con el título de «vicario provincial en todas las Indias del mar Océano de la Orden de Nuestra Señora de la Merced», y en compañía de cuatro religiosos, pasó a Tierra Firme. En junio de 1534 aparece por última vez en Santo Domingo.
En virtud de la Real Cédula de 8 de diciembre de 1535, el año 1536 Bobadilla partió para el Perú, presumiblemente con el fin de visitar a los religiosos de la Orden, implantar la observancia regular en los conventos fundados y fundar otros. Pero en el Perú, pronto se vio involucrado en las disensiones entre los conquistadores. En efec¬to, en la villa de Chincha, el 25 de octubre de 1537, Francisco Pizarro y Diego de Al¬magro, en discordia por la posesión de la ciudad del Cuzco, nombraron al merceda¬rio árbitro de la contienda. Carlos V había señalado a Pizarro la gobernación de Nueva Castilla, con Lima por capital, con 270 leguas de costa, desde el río Santiago, cerca de la línea ecuato¬rial, y a Almagro la gobernación de Nueva Toledo, con la ciudad del Cuzco por capi¬tal, a continuación de la de Pizarro. La opinión general era que Cuzco quedaba den¬tro de la jurisdicción de Pizarro.
Para cumplir este cometido, el árbitro se trasladó al pueblo de Mala, afueras de Lima hacia el sur. Allí, a 15 de noviembre de 1537, dictó la sentencia ordenando que Almagro entregue a Pizarro la ciudad del Cuzco, entre tanto los pilotos determinen con precisión las distancias. Por su parte, Almagro interpuso apelación, y Bobadilla, modificando la sentencia, dispuso se pusiese en manos de un tercero la ciudad del Cuzco, hasta que S. M. proveyese. Todo terminó en 1538 en la batalla de las Salinas, cerca del Cuzco, en que Almagro fue vencido y ejecutado por los pizarristas.
Duramente acusado por los contrariados almagristas, Bobadilla murió en Lima, en el invierno de 1538. Pedro N. Pérez dice que el árbitro «no dio sentencia precipitada, sino de precedente estudio y conocimiento de causa en cuanto le fue posible».
Los mercedarios en Chiapas y Guatemala
Empecemos mencionando a Fray Marcos de Ardón, insigne misionero y buen orga¬nizador. En 1528 le encontramos en la Merced de Santo Domingo, de donde pasó a España el año 1532. Aquí le escribió a la Reina, quien, en su deseo de informarse mejor de las Indias, le respondió encargándole fuese a visitarla. En 1535 volvió a América y desembarcó en Cartagena. De aquí pasó a Chiapas. En julio de 1524 apa¬rece predicando y enseñando con gran celo la doctrina cristiana a los naturales de la provincia de Chiapas. Pronto fue nombrado por la Real Audiencia como protector y defensor de los indios de aquel distrito, cargo que desempeñó con gran dedicación durante cinco o seis años.
Dice la historia que Fray Marcos era muy conocido y querido por los naturales, a tal punto que en 1619 lo recordaban todavía con gran amor como Marcos Paleo El domi¬nico Remesal afirma que: «Era poco escrupuloso en el catecismo y sobre esto tuvo al¬gunos disgustos con el P. Fray Bartolomé de las Casas y los demás frailes dominicos; pero su buena intención le salvaba de todo». Al llegar las Casas, ya obispo, y el grupo de religiosos dominicos por primera vez en 1545 a Ciudad Real de Chiapas, los mercedarios le brindaron generoso hospedaje en su convento.
«Cuando llegada la Semana Santa el Obispo se reservó la absolución de los enco¬menderos que tenían indios esclavizados y se produjo el universal alboroto de la ciu¬dad, fray Marcos se marchó con sus frailes a la misión que tenían en Capanabastla para no tener que obedecer ni desobedecer al Prelado». Cuando a raíz de la anterior medida, el pueblo, amotinado contra su obispo, le exigía les señalase confesores que los tratasen como cristianos, los frailes de la Merced protegieron con sus cuerpos al prelado de las furias del populacho. El P. Ardón y sus compañeros tuvieron con los dominicos diferencias, más las re¬laciones «fueron corteses pero no cordiales». Dice Guillermo Vásquez que los merce¬darios, para evitar choques, ofrecieron dejar su casa, y fue el obispo quien se retiró al poco tiempo, para volver a España. También los religiosos abandonaron Chiapas pa¬ra establecerse en Tuxtla. Se tiene a fray Juan de Zambrana por fundador del convento de la Merced en la antigua ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, en 1534, antes de la erup¬ción del volcán de agua. El obispo Marroquín decía del P. Zambrana que «fue el pri¬mer mercedario que sembró doctrina entre los indios de Guatemala». Se destacaron entre sus colaboradores Fray Juan de Zárate y Fray Francisco de Almaraz, buenos pre¬dicadores en lengua mexicana.
En 1546 dejó Fr. Marcos de Ardón su convento de Chiapas para trasladarse a Guatemala, donde poco después aparece con el cargo de vicario provincial de la América Central. Designación que sería a raíz de la muerte del P. Bobadílla en Lima. Al P. Ardón, correspondió fundar conventos, organizar en su oportunidad la provincia mercedaria de Guatemala, así como impulsar la labor misional de los mer¬cedarios en las doctrinas de naturales. A petición del Presidente de la Audiencia, con el propósito de atender la evangelización de algunos pueblos nativos, dispuso en 1550 la fundación en Honduras de tres casas de misiones, y que fueron las de Gra¬cias a Dios, Tencoa y Comayagua. Del obispo Marroquín recibió en 1551 la atención del grupo de siete doctrinas en Guatemala. Murió Fray Marcos de Ardón en la ciudad de Guatemala el año 1558.
En Nueva España
Con la temprana muerte de Fray Bartolomé de Olmedo perdió la Merced la oca¬sión de haber fundado convento. Hubo un intento el año 1535, en el gobierno del vi¬rrey Antonio de Mendoza, pero no tuvo éxito.
Pese a que desde 1565 los mercedarios de Guatemala tenían real cédula para fundar en México «un colegio de ocho religiosos», encontraron una cerrada oposi¬ción en las autoridades. En 1590 el virrey hasta les prohibió celebrar misa en una re¬sidencia que tenían. Pero ellos siguieron insistiendo. El año 1592 se obtuvo una cé¬dula recomendando a las autoridades de Nueva España «favorezcan la obra de la ca¬sa» de los mercedarios. Y el virrey, el 12 de diciembre de 1593, les dio licencia para abrir convento-colegio para doce estudiantes. En lugar comprado cerca de la Univer¬sidad, el 8 de setiembre de 1602, pusieron la primera piedra de la iglesia, la que fue sustituida por otra más suntuosa, cuya construcción se inició en 1634. Tenía el con¬vento 42 religiosos en 1600; en 1614 ya contaban con una cátedra en la Universidad y en 1635 eran ya tres. El año 1646 el convento tenía 120 religiosos y 16 doctores graduados en la Universidad.
Los mercedarios en Nueva España se dedicaban al púlpito, al confesionario y a los estudios. No tuvieron misiones o doctrinas en pueblos de indios como en Guate¬mala, porque -decían algunas autoridades- «como todos están repartidos y enco¬mendados, a otros religiosos y clérigos, sentirán mucho cualquier novedad que en es¬to hubiese».
Por la distancia de 300 leguas que debían caminar los religiosos de Guatemala para ir a México a estudiar en la Universidad, con las consiguientes molestias en hos¬pedajes, etc., accediendo a las súplicas, el rey, por cédula de 26 de noviembre de 1597, autorizó la fundación de convento de la Merced en Puebla y Oaxaca, por ser lugares intermedios entre México y Guatemala. En el siglo XVII fueron fundados conventos como los de Valladolid (hoy Morelia) en 1604, Colima, Tacuba (1607), Veracruz (1612), Atlixco (1612), San Luis de Potosí (1628), Guadalajara (1629), Aguascalientes y Lagos de Moreno (1685). Siendo los demás del siglo XVIII.
En el Nuevo Reino de Granada
En el actual territorio de Colombia los mercedarios penetraron en el siglo XVI por el norte y por el sur. Llevando por capellán a Fray Hernando de Granada, el capi¬tán Sebastián de Benalcázar salió de Piura y Cali. El 6 de diciembre de 1534 fundó la ciudad de Quito. También estuvo presente Fray Hernando en Riobamba, en las con¬ferencias entre Benalcázar, Pedro de Alvarado y Diego de Almagro, que alegaban de¬rechos sobre esos territorios.
Siempre en compañía del capellán y obsesionado por la conquista del Dorado, el primer semestre de 1536 siguió Benalcázar hacia el norte, para culminar el mismo año con la fundación española de las ciudades de Popayán y Cali. Acompañando a los conquistadores en disputa por tierras, en 1539 se embarcó Fray Hernando para España. Allí, sirviendo de testigo en varias probanzas, dijo que estuvo en Popayán, «administrando los santos sacramentos y convirtiendo a los natu¬rales de aquella tierra a nuestra santa fe católica e que agora él quiere volver a la di¬cha provincia». En 1540 el religioso volvió con Benalcázar a la gobernación de Popayán, donde lo apoyó con lealtad en sus enfrentamientos con el intruso Andago¬ya, por la posesión de la provincia de Cali.
En 1543 los cabildos seculares de Popayán y Cali, escribieron a Carlos V solicitan¬do para el P. Granada la merced del Obispado de Popayán. En noviembre del año siguiente le encontramos en Sevilla. Pero cuando se disponía para volver a América, en marzo de 1545, se encontró con que el Príncipe había dispuesto que no le dejasen pasar. (Medida que sin duda guardaría relación con la orden real de 1543 para dis¬minuir los conventos mercedarios en América).
Por el norte, por lo menos desde 1529, según su propia declaración, se encontra¬ba Fray Juan de Chávez en Santa Marta, donde fundó un convento de su Orden y fue superior de una comunidad de tres religiosos. Consta que en 1532 estuvo en España buscando ayuda de la Reina para edificar su monasterio, y murió a principios del año siguiente cuando se aprestaba para volver a Santa Marta, en compañía de cuatro reli¬giosos. Como decía la Reina en su cédula: «para que allá prediquen nuestra santa fe católica e industrien y conviertan a ella a los indios naturales». Pese a este con¬tratiempo, la expedición pudo seguir adelante. En Santa Marta se destacó por su ac¬tiva labor misional el comendador Fr. Martin de Figueroa. Pero para 1583, tal vez por la pobreza de la tierra como por el constante saqueo de la población por corsa¬rios franceses, los mercedarios habían dejado este convento.
Los mercedarios en el Perú
Al tiempo de ultimarse los preparativos para la expedición al Perú, se encontra¬ban entre otros en el convento de Panamá Fray Miguel de Orenes, Fray Sebastián de Castañeda y Fray Diego Martínez. Después se incorporó Fray Juan de Vargas. Es ver¬dad que se carece de datos precisos acerca del arribo al Perú de los primeros merce¬darios, en cambio, desde temprano consta la presencia de ellos y de sus nombres. El cronista Ruiz Navarro dice que Fr. Miguel de Orenes y Fr. Vicente Martí estuvieron en la fundación de Piura, y allí quedaron cuando Francisco Pizarro se dirigió a Caja¬marca. Y pronto, sin que sepamos fechas ni circunstancias, aparecen más religiosos en el Perú. De Piura unos siguieron al Cuzco y otros a Lima.
Fray Sebastián de Castañeda fundó en 1534 el convento de la Merced del Cuzco, en el sitio que ocupa actualmente. El año 1539, se encontraba en Huamanga «donde asiste a la primera fundación de la ciudad de Quinua y luego a su traslado, siendo el primero en administrar los sacramentos en ella». Es cuando Castañeda fundó el convento de su Orden en Huamanga. Por su parte, Fray Miguel de Orenes y Fray Diego Martínez se dirigieron hacia Li¬ma, donde en 1534, establecidos a orillas del río Rímac en una precaria vivienda, lla¬mada «el conventillo», «hacían sus correrías apostólicas en los pueblos inmediatos de Surco, Lurigancho, Carabayllo, etc., antes que don Francisco Pizarro bajara a la cos¬ta».
Hecha la fundación de Lima por Pizarro el 18 de enero de 1535, Fray Miguel de Orenes fundó el convento de San Miguel el mismo año y en el lugar que ocupa hasta hoy. Orenes, como superior y personero de la Merced durante años, con la colabora¬ción de sus hermanos religiosos, fundó, extendió y organizó en Lima y sus provincias los centros misionales o doctrinas a cargo de los mercedarios. Al mismo tiempo fue, por su ascendencia moral y experiencia, consejero de conquistadores y gobernadores, y estuvo presente en cuantos acontecimientos tuvieron lugar en su tiempo, como al¬zamientos de naturales, guerras civiles, etc.
El obispo de Panamá Tomás de Berlanga, que vino a Lima en agosto de 1535 para residenciar a Pizarro y hacer las paces entre éste y Almagro, al año siguiente, desde Panamá informaba al rey, entre otras cosas, haber encontrado en Lima como residentes a dos franciscanos y cuatro mercedarios. Otro religioso importante de la Merced en el Perú fue Fray Juan de Vargas, quien, habiéndose embarcado en Sevilla, el año 1533, con destino a Santa Marta, en 1537 aparece en el Perú, y al año siguiente le encontramos de comendador del Cuzco, donde tendrá destacada actuación como superior y fundador de misiones o doctrinas, y sobre todo como el primer provincial de la Merced en América, como se verá más adelante.
Desde la llegada de los españoles, la antigua ciudad del Cuzco, capital del impe¬rio de los incas, se convirtió en el centro de las actividades misionales en las regiones andinas. En rápida expansión durante el siglo XVI, la Orden de la Merced fue fundando conventos en Piura, probablemente en 1533, en el Cuzco en 1534, en Lima en 1535, Trujillo (1535), Huamanga (1540), Arequipa (1540), Chachapoyas (1541); en los te¬rritorios llamados el Alto Perú, hoy Bolivia: Chuquisaca (1541), La Paz (1541), Poto¬sí (1549), Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba (1587), etc. A los mencionados con¬ventos hay que agregar los de Quito (1534), Popayán (1537), Cali (1537), Pasto (1539), Ibarra, Riobamba y Puerto Viejo, casas que dependían de la provincia de Li¬ma, hasta que con ellas, el año 1616, se creó la provincia mercedaria de Quito. En cambio los conventos de Cartagena de Indias, Panamá y Portobelo siempre formaron parte de la provincia de Lima.
En las provincias de Chile
Desde la ciudad del Cuzco, en 1535 salieron los mercedarios Fr. Antonio de Al¬manza y Fr. Antonio de Solís, como capellanes de la expedición de Diego de Alma¬gro al descubrimiento de Chile, la que terminó en un completo desastre. Procedente también del convento de la Merced del Cuzco, el año 1548, llegó a Santiago Fr. An¬tonio Correa, llamado «el primer apóstol de Chile», por haber empezado a catequi¬zar a los naturales en las faldas del cerro Huelén. En 1549 en compañía de Pedro de Valdivia, llegaron además Fr. Antonio de Olmedo y Fr. Miguel de Benavente. Año en que fue fundado en Santiago el primer convento de la Orden en Chile. En 1551 pasó Fr. Antonio Sarmiento Rendón, el cual desplegará una prolongada labor misio¬nera en el Arauco.
Entre 1549 y 1560 fueron erigidos los conventos de Santiago, la Imperial, Valdi¬via y la Serena; a su vez el número de religiosos iba en aumento. En cartas al rey los religiosos decían: hemos estado «ocupándonos de ordinario en la conversión de los naturales».
En las provincias de Tucumán
En la flota de Pedro de Mendoza, por el Atlántico, llegaron al Río de la Plata Fray Juan de Salazar y Fray Juan de Almacia, y estuvieron presentes en la fundación de Buenos Aires el 22 de enero de 1536. En tanto no se mencionó más al compañero, al P. Salazar le correspondió acompañar a Juan de Ayolas en la expedición al Paraguay y asistir, en agosto de 1537, a la fundación de Asunción. Aunque hubo manifestado deseos de volver a España, Fray Juan se quedó en dicha ciudad por cerca de diez años, donde «allanó a los indios del Paraguay, los bautizó y redujo a la fe y a la obediencia del emperador Carlos V» (Salmerón), hasta que en fecha no precisada fue martirizado por ellos.
Años después, en 1565, por orden del gobierno de Lima, y a instancias de la Au¬diencia de Charcas, entró por el norte en las provincias de Tucumán Martín de Al¬menaras, so pretexto de pacificar las zonas vecinas de Santiago del Estero, pero iba con instrucciones secretas de apresar a Francisco de Aguirre, intruso personero de Pedro de Valdivia, gobernador de Chile. En esta poca grata expedición iba desde Charchas el mercedario Fray Gonzalo de Ballesteros. Al morir Almenaras en Huma¬huaca, en una emboscada, el religioso socorrió como pudo a los desorientados solda¬dos que cayeron en manos de Aguirre, a quien tenían orden de apresarlo.
Poco después, en 1570, se encontraban en Tucumán, provenientes de la provin¬cia del Cuzco, Fray Luis de Valderrama, Fray Cristóbal de Albarrán y el visitador Fray Hernando de Almenares. Para entonces habían sido fundados conventos en Santiago del Estero, Nuestra Señora de Talavera de Esteco, y en San Miguel de Tucumán. Se¬gún testimonio del nuevo gobernador de Tucumán, Pedro Pacheco, dichos religiosos «todos hacen mucho fruto e mucho bien, ansí a los naturales de aquellas provincias, en les enseñar las cosas de nuestra santa fe católica, como a los españoles en les administrar los santos sacramentos». El P. Valderrama, el 6 de junio de 1573, asistió a la fundación de Córdoba, en tanto que el P. Albarrán, poco antes de 1584, fue vic¬timado a flechazos por los chiriguanos. Posteriormente, fueron pasando del Perú más religiosos a las provincias de Tucu¬mán para atender mejor la evangelización de los naturales.