TEOLOGÍA EN CHILE

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El comienzo de estudios sistemáticos de teología en Chile puede identificarse con la fundación del Seminario de Santiago. Fray Diego de Medellín, que había sido provincial de los franciscanos y que había promovido los estudios en Lima, siendo ya obispo de Santiago, en 1585, fundó el Seminario de acuerdo a las disposiciones del III Concilio de Lima, que buscaba aplicar el Concilio de Trento en América y que pedía que se fundasen casas de formación sacerdotal. Por ello, el Seminario de Santiago fue llamado «El Seminario Conciliar». El obispo Manuel Alday y Aspeé, en el siglo XVII, se preocupó por elevar la vida académica del seminario, vinculando sus estudios a la Real Universidad de San Felipe. En esta obra se destacó el presbítero Juan Blas Troncoso, rector durante cuarenta y siete años.

En 1622 y 1623, los colegios de los dominicos y de los jesuitas respectivamente obtuvieron el pase no para fundar universidades, sino para otorgar grados académicos en filosofía y teología. Esta situación se mantuvo vigente hasta 1738 en que se fundó la Universidad de San Felipe, que tardó 20 años en comenzar a funcionar. Naturalmente, la esta universidad contaba con una Facultad de Teología. En 1842, cambió la situación con la creación de la Universidad de Chile, la nueva universidad contaba con cinco facultades, entre ellas, una de teología, pero que era una facultad académica, es decir, no docente.

A mediados del siglo XIX, se destaca la actividad del presbítero y luego obispo, José Ignacio Víctor Eyzaguirre. Entre sus muchas obras, se destacan Historia eclesiástica, política y literaria de Chile (3 vol. 1850) y El catolicismo en presencia de sus disidentes (2 vol. 1855). Además, participó en la discusión sobre la tolerancia y las libertades civiles y realizó y significativo aporte por medio de la fundación del Colegio Pío Latinoamericano de Roma, en 1858, institución que ha prestado un valioso servicio al desarrollo de la Teología en la iglesia de latinoamericana. Por su parte, Mariano Casanova, Arzobispo de Santiago, además de la empresa cultural que representó la fundación de la Universidad Católica de Chile, desarrolló una importante actividad de gobierno, homilética y literaria, por medio de sus cartas pastorales: su preocupación se extiende a los temas religiosos, políticos, sociales y pedagógicos. A estos nombres, hay que agregar el de Rafael Fernández Concha, autor de dos tratados jurídicos, Derecho público y eclesiástico (1872 y 1888), uno de Teología mística (1889) y otro de antropología, Del hombre en el orden psicológico, en el religioso y en el moral (1900) de cierta apertura hacia la evolución, pero que niega que la inteligencia humana pueda haber surgido de la materia, por pura evolución.

Las tensiones entre la Iglesia y el Estado se hicieron sentir con fuerza durante la segunda mitad del siglo XIX, e incluso en 1885 hubo un proyecto de ley para suprimir la Facultad de Teología. Por esos mismos años, en 1888, se fundó la Universidad Católica, inicialmente sin facultad de teología, como proyecto de evangelización de la cultura en un clima de fuertes tensiones con el Estado. Finalmente, en 1927, en el contexto que concluyó con la separación de la Iglesia y el Estado, la facultad teológica de la Universidad de Chile fue suprimida.

En 1870, dos obispos chilenos participaron activamente en el Concilio Vaticano I. José Hipólito Salas, que defendió la infalibilidad pontificia y la potestad universal del Obispo de Roma, y José Manuel Orrego, que había sido decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Chile y autor del Tratado de los fundamentos de la fe, en una de sus intervenciones pedía que se circunscribiese cuáles eran las condiciones en se ejerce la infalibilidad pontificia.

Manuel Lacunza (1731-1801), jesuita chileno que debió abandonar el país cuando fue expulsada la Compañía de Jesús, en 1767, ejerció un importante influjo en el ambiente teológico chileno. Las simpatías por el milenarismo propuesto por Lacunza se harán sentir en Chile hasta el siglo XX. Tanto Rafael Eyzaguirre como Alejandro Huneeus, ambos rectores del Seminario de Santiago, escribieron sendos comentarios al Apocalipsis, que muestran ciertas tendencias milenaristas. De hecho, en 1944, la Santa Sede, a raíz de una consulta chilena, debió clarificar que «El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad» (DH, 3839).

Desde la supresión de Teología en la Universidad de Chile, se hacía necesario para la Iglesia chilena la fundación de una nueva Facultad de Teología, ahora en la Universidad Católica. En 1934, por impulso del rector Carlos Casanueva, se nombró una comisión especial presidida integrada por los presbíteros Eduardo Escudero, Alfredo Silva Santiago, Juan Subercaseaux, Francisco Vives y Manuel Larraín, con el fin de fundar la nueva facultad. Esta comisión contó con la generosa y eficaz colaboración desde Europa de san Alberto Hurtado, por esos años, alumno de doctorado en Lovaina. El 1 de abril de 1935 se inauguró solemnemente el primer curso de Teología en la Universidad Católica. El primer cuerpo de profesores estuvo integrado por Eduardo Escudero (decano), Juan María Restrepo (vicedecano), Rodolfo Arbesmann, Juan Stelzenberger, Manuel Larraín, Valentín Panzarasa y Daniel Iglesias. La nueva facultad quiso iniciar su vida con un buen nivel académico y orientada por las directrices de la Deus scientiarum Dominus, promulgada poco antes, en 1931, particularmente, se quiso dar lugar a la dimensión histórica en la enseñanza de la teología. Desde su inicios, la Facultad buscó ser un aporte para los católicos seglares, instaurando «cursos de Religión Superior para seglares, para formar la "élite" católica», según las palabras del rector Carlos Casanueva. A partir de 1940 la Facultad contó con una publicación periódica: Anales de la Facultad de Teología.

En 1938, se celebró en Concilio Provincial Chileno. Pero, al dividirse la provincia eclesiástica, pocos años después, en 1946, se realizó el Concilio Plenario Chileno. En sus actas y decretos, aprobados por la Santa Sede en 1953, se destacan dos notas características: un avance en la valoración del apostolado de los laicos (no sólo como ayuda, sino como colaboración) y la preocupación social (destacada en la pastoral del mismo año 1946). Ciertamente, estas insistencias están relacionadas con el desarrollo de la Acción Católica chilena y con su dimensión social.

En 1960, por obra del decano de la Facultad de Teología, Marcos McGrath, fue fundada la revista Teología y Vida. Esta revista, de gran prestigio internacional, ha reunido la buena parte de la producción académica de de la Facultad de Teología y de otros estudiosos chilenos.

Durante el Concilio Vaticano II, los obispos chilenos tuvieron una participación activa, en especial, por medio de la proposición de un esquema que, tal como lo reconocen los historiadores, tuvo mucha relevancia en la redacción de la constitución sobre la Iglesia. Los prof. Juan Ochagavía, Jorge Medina y Egidio Viganó fueron los teólogos de confianza de los obispos chilenos durante el Concilio. La Facultad de Teología de la UC participó también activamente en la difusión de la renovación conciliar por medio de cursos de teología para laicos, que tuvieron una amplia recepción.

En diciembre de 1988, la Asamblea Plenaria Ordinaria de la Conferencia Episcopal de Chile, aprobó los reglamentos de la Sociedad Chilena de Teología, dando así forma canónica y reconocimiento eclesial a una institución que convoca a todos quienes poseen un postgrado en Teología o están desarrollando docencia en el ámbito teológico. La Sociedad Chilena de Teología es un lugar de encuentro para reflexionar académicamente, a la luz de la fe cristiana, los desafíos del momento presente. Su actividad se concentra, aunque no exclusivamente, en un encuentro anual, sobre un tema específico que, de diversos modos, genera una publicación.

La teología en Chile ha buscado responder a los signos de los tiempos, en los diversos contextos históricos, eso se puede ver al comprobar la relación que existe entre las temáticas tratadas por los profesores de teología en sus artículos y el contexto eclesial y social de cada momento histórico. Por otra parte, el hecho de que sólo hay una Facultad de Teología en Chile, facultad que nunca ha optado por ser una «escuela», es decir, nunca ha asumido en su conjunto una única orientación teológica, ha permitido y fecundo diálogo al interior de las diversas tendencias teológicas que conviven al interior de la Iglesia. En otras palabras, allí donde ha habido varias facultades de teología, éstas han tendido a alinearse en diferentes tendencias, en Chile, las diversas tendencias, con todas las tensiones que ello implica, dentro de ciertos límites han estado representadas al interior de un mismo centro de estudios teológicos, lo que implica una gran riqueza y un gran servicio a la comunidad eclesial.

Bibliografía

  • SARANYANA, J. I., Teología en América Latina, I-III, Madrid- Frankfurt 1999-2002.
  • JIMENEZ, J., Apuntes para la historia de nuestra Facultad de Teología, en Teología y Vida, XVI (1975) pp. 221-240; 316-335;
  • MARTÍNEZ, A., Diez años de la Facultad de Teología, en Anales de la Facultad Pontificia de Teología, 6 (1945), pp. 9-34.
  • BARRIOS, M., La Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sesenta años de historia al servicio de Chile y de su Iglesia (1935-1995), Santiago 1995.
  • Fernández, S., Relación del Padre Alberto Hurtado S.J., con la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en Teología y Vida, XLIV (2003) 3-18.


SAMUEL FERNÁNDEZ EYZAGUIRRE