ALARCÓN Y SÁNCHEZ DE LA BARQUERA, Próspero María
(Lerma,1828-Ciudad de México 1908) Arzobispo de México.
En la población de Lerma, Estado de México, nació Próspero María el 29 de junio de 1828, hijo de Don Francisco Alarcón y Doña Magdalena Sánchez de la Barquera. Siendo aún muy niño murió su padre pero su tío materno, el Bachiller Don Guillermo Sánchez de la Barquera, en ese entonces cura de la parroquia de San Sebastián en Querétaro, se hizo cargo de él. En 1839 su tío fue trasladado a la parroquia de Tulancingo, donde Próspero terminó su educación primaria en la escuela del profesor Marciano Lezama, continuando en esa ciudad estudios de Latín y Humanidades bajo la dirección del célebre pedagogo Pbro. Don Nicolás García de San Vicente.
En octubre de 1844 ingresó al Seminario Conciliar de México donde, en los cursos de Filosofía, fue alumno del Bachiller Don Agustín de Jesús Torres y Hernández, quien sería el primer Obispo de Tabasco. De enero de 1847 a 1850 estudió Teología Dogmática, Escritura Sagrada y Patrología en la cátedra del sabio Doctor Don Ignacio Vera. Tras los exámenes correspondientes, la Universidad le otorgó los grados de Licenciado y Doctor en Teología el 19 de diciembre de 1855. Fue ordenado Diácono en diciembre de 1854 y Presbítero en marzo de 1855, cantando su primera misa en la parroquia de San José en la ciudad de México. En 1856 fue nombrado cura de la Parroquia de Santa Ana de Querétaro, responsabilidad que desempeñó hasta 1858 cuando fue designado Prebendado de la Colegiata de Guadalupe. En abril de 1864 fue promovido a Canónigo de la Catedral de México y en diciembre de 1885 Deán de la misma Catedral. Durante esos años fue también Prefecto de Estudios en el Seminario Conciliar y Rector del Colegio de San Juan de Letrán. El 10 de diciembre de 1890 fue nombrado Vicario General de la Arquidiócesis de México.
A la muerte del Arzobispo Pelagio Antonio Labastida y Dávalos ocurrida el 4 de febrero de 1891, el Venerable Cabildo Metropolitano eligió a Monseñor Alarcón como Vicario Capitular, solicitando a la Santa Sede que lo nombrara Arzobispo, súplica que fue atendida por S.S. León XIII el 17 de diciembre de ese mismo año de 1891. Mons. Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera fue consagrado Obispo en la Catedral de México el 7 de febrero de 1892 por el Dr. Don Ignacio Montes de Oca y Obregón, obispo de San Luis Potosí.
Durante los 16 años en que estuvo al frente de la Arquidiócesis, Mons. Alarcón demostró siempre una gran humildad y piedad, así como prudencia para gobernar. Reformó el plan de estudios del Seminario y edificó para el mismo un monumental edificio al que dotó un observatorio astronómico y de gabinetes para el estudio de la Física, la Historia Natural y la Química. Fundó y sostuvo muchas escuelas primarias en la capital y en parroquias foráneas, nombrando para ellas una Junta Técnica de vigilancia escolar.
Le tocó presidir la solemne Coronación de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe efectuada el 12 de octubre de 1895. Un año después restableció la Pontificia Universidad de México y en ese mismo año convocó y presidió el V Concilio Provincial Mexicano. En 1899 asistió al Concilio Plenario de América Latina celebrado en Roma entre mayo y julio de ese año, presidiendo tres de las más importantes sesiones. A su regreso de Europa fue recibido con extraordinarias muestras de regocijo. Sus Cartas Pastorales, a la vez que muestran una clara inteligencia, revelan un apostólico celo para cuidar la integridad de la fe de sus feligreses y atender a la formación moral y científica de los aspirantes al sacerdocio y su preocupación y acciones por la educación cristiana de los niños.
Siendo de complexión vigorosa, de vida sobria y metódica, gozó siempre de muy buena salud; pero siendo ya anciano cayó enfermo sufriendo sus dolencias con edificante paciencia y tranquilidad de espíritu hasta su fallecimiento, ocurrido el lunes 30 de marzo de 1908. Al día siguiente se celebraron solemnes honras fúnebres presididas por el Delegado Apostólico Nicolás Averardi. Fue sepultado en el cementerio del Tepeyac, donde sus restos permanecieron durante cinco años, al cabo de los cuales fueron trasladados a la cripta de la Basílica.
Bibliografía
- Valverde Téllez, Emeterio. Bio-Bibliografía Eclesiástica Mexicana. Tomo I. JUS, México, 1949
JUAN LOUVIER CALDERÓN