Diferencia entre revisiones de «AMAZONIA; Sínodo de los Obispos»

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Revisión actual del 16:25 19 abr 2020

Acogiendo el deseo de algunas Conferencias Episcopales de América Latina preocupadas por la situación pastoral y ecológica en la Amazonia, el 15 de octubre de 2017 el Papa Francisco convocó a una Asamblea Especial del «Sínodo de Obispos» para “identificar nuevos caminos para la evangelización de esa porción del Pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, frecuentemente olvidados y sin la perspectiva de un futuro sereno, también como resultado de la crisis de los bosques amazónicos, pulmón de capital importancia para nuestro planeta.”

En el Sínodo, celebrado en la ciudad de Roma, participaron obispos de nueve países cuyos territorios abarcan porciones de la Amazonia: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Con ellos participaron también en la Asamblea varios Presidentes de Dicasterios de la Curia Romana, representantes de Órdenes Religiosas, expertos, auditores e invitados especiales, entre los cuales estuvieron representantes de algunos de los pueblos indígenas de la Amazonia.

Situación geográfica, étnica y pastoral de La Amazonia

Teniendo por centro el río Amazonas, la región bajo su influencia llamada «Amazonia» es un territorio de 7,8 millones de km2. De esta inmensa extensión la selva ocupa unos 5,3 millones de km2, equivalente a una tercera parte de las existentes en la tierra. Pulmón verde por excelencia del planeta, depósito de oxígeno que hace respirar a toda la humanidad, la Amazonia es también una de las más grandes reservas de biodiversidad y sólo ella contiene el 20% de agua dulce no congelada de la tierra.

Se calcula que los habitantes de la Amazonia sean unos 34 millones de personas, de las que unos tres millones son indígenas pertenecientes a más de 390 grupos étnicos. Se trata de pueblos con culturas diversas, pero también campesinos, colonos, todos en una relación vital con la selva y con el agua de los ríos.

La mayoría de la población -entre un 70 u 80% - residen ya en ciudades, muchas de ellas sin disponer de las infraestructuras y de las contribuciones públicas necesarias para satisfacer las necesidades de la vida urbana.

Desde mucho antes los misioneros católicos habían trabajado en algunas regiones de la Amazonia, como fue el caso de la misiones de los Maynas, pero diversas circunstancias (como la expulsión de los jesuitas) marginaron la presencia de la Iglesia; sin embargo no dejó de preocuparse y en los inicios del siglo XX la Iglesia católica retomó con fuerza su labor en estas inmensas regiones pobladas por tantos pueblos indígenas a través de una presencia misionera.

Ya el 7 de junio de 1912 el papa san Pio X publicaba la encíclica «Lacrimabili statu Indorum»,[1]donde tocaba la situación penosa del mundo indígena. La Encíclica fue el resultado de una misión pontificia (1911-1913) encomendada a un visitador apostólico especial, el P. Giovanni Genocchi, misionero del Sagrado Corazón, enviado por el Papa y que visitó detenidamente estas regiones Amazónicas.

Se fueron creando en ellas Misiones y Vicariatos apostólicos encomendados en un principio a misioneros de las antiguas Órdenes religiosas: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Mercedarios y Jesuitas. Muchos misioneros dejaron sus vidas en esta inmensa región; algunos de ellos en tiempos recientes, o caídos debido a la insalubridad del clima y otras circunstancias físicas, y otros asesinados por los modernos traficantes y explotadores de estas tierras.

Son los nuevos mártires de la justicia y de la caridad. Entre ellos se puede recordar, para el caso de Brasil, al padre misionero comboniano Ezequiel (Lele) Ramín, «mártir de la caridad», así definido por san Juan Pablo II pocos días después de su asesinato. Fue asesinado por defender a los Indios Surui y a los trabajadores de la tierra en el Estado de Rondonia ( Brasil). Su Causa de martirio se encuentra bajo estudio en Roma.[2]

Celebración del Sínodo

Entre los meses de agosto y septiembre de 2019, una serie de incendios arrasaron miles de hectáreas de selva tropical de la Amazonia, provocando preocupación en todo el mundo por la afectación climática que abarcaría a todo el planeta. Distintas organizaciones ambientalistas señalaban que la causa de la crisis estaba en la tala y quema de árboles en busca de la obtención de recursos naturales para la industria maderera; a ello se sumaba el despeje del bosque para dar paso a actividades de ganadería, agricultura y explotación minera.

En ese contexto, el 6 de octubre del mismo año el Papa Francisco abrió el Sínodo de los Obispos con una Misa solemne en la que concelebraron más de 200 obispos y cardenales. En la multitud de fieles presentes en la Basílica de San Pedro destacaban numerosos indígenas de la Amazonia, algunos con su vestimenta tradicional.

Al día siguiente, en el Mensaje Inaugural de los trabajos, el Papa señaló: “No hemos venido aquí a inventar programas de desarrollo social o de custodia de culturas, de tipo museo, o de acciones pastorales con el mismo estilo no contemplativo con el que se están llevando adelante las acciones de signo contrario: deforestación, uniformización, explotación. Ellos también hacen programas que no respetan la poesía —me permito la palabra—, la realidad de los pueblos que es soberana. También tenemos que cuidarnos de la mundanidad en el modo de exigir puntos de vista, cambios en la organización. La mundanidad se infiltra siempre y nos hace alejar de la poesía de los pueblos.

Venimos a contemplar, a comprender, a servir a los pueblos; y lo hacemos recorriendo un camino sinodal, lo hacemos en sínodo, no en mesas redondas, no en conferencias o en discusiones ulteriores; lo hacemos en sínodo, porque un sínodo no es un parlamento, no es un locutorio, no es demostrar quién tiene más poder sobre los medios y quién tiene más poder entre las redes para imponer cualquier idea o cualquier plan. Esto configuraría una Iglesia congregacionalista, si pretendemos buscar por medio de las encuestas quién tiene mayoría.”.[3]

El 26 de octubre, después de veinte días de trabajo, el Sínodo fue clausurado en una ceremonia presidida por el papa Francisco quien, además de hacer un resumen de los principales puntos abordados, señaló:

“...estamos en un camino, estamos en un buen camino. Y estamos entendiendo, cada vez más que es esto de caminar juntos, estamos entendiendo qué significa discernir, qué significa escuchar, qué significa incorporar la rica tradición de la Iglesia a los momentos coyunturales. Algunos piensan que la tradición es un museo de cosas viejas. A mí me gusta repetir aquello que Gustav Mahler decía:«La tradición es la salvaguarda del futuro y no la custodia de las cenizas». Es como la raíz de la cual viene la savia que hace crecer el árbol para que dé frutos. Tomar eso y hacerlo andar adelante, es como concebían los primeros padres lo que era la tradición(...).

Junto a la dimensión ecológica está la dimensión social de la cual hablamos, que ya no es sólo lo que se explota salvajemente, lo creado, la creación, sino las personas. Y en Amazonia aparece todo tipo de injusticias, destrucciones de personas, explotación de personas a todo nivel y destrucción de la identidad cultural.”[4]

La Exhortación Apostólica Postsinodal «Querida Amazonia»

Las conclusiones y propuestas del Sínodo fueron presentadas al Papa, y en base a ellas el Romano Pontífice redactó su «Exhortación Apostólica » la cual tituló «Querida Amazonia», dándola a conocer el 2 de febrero del año 2020. En ella el Papa Francisco señala que “Escuché las intervenciones durante el Sínodo y leí con interés las aportaciones de los círculos menores. Con esta Exhortación quiero expresar las resonancias que ha provocado en mí este camino de diálogo y discernimiento. No desarrollaré aquí todas las cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de reflexión que encarne en la realidad amazónica una síntesis de algunas grandes preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y que ayude y oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal”.[5]

La Exhortación está estructurada en cuatro capítulos que el Papa Francisco llama «sueños», en el sentido de ideales a conseguir mediante la reflexión, el análisis, el trabajo y la oración. Estos son: Capítulo primero «Un sueño social»; Capítulo segundo «Un sueño cultural»; Capítulo tercero «Un sueño ecológico»; Capítulo cuarto «Un sueño eclesial».

El «sueño social» “es el de una Amazonia que integre y promueva a todos sus habitantes para que puedan consolidar un «buen vivir». Pero hace falta un grito profético y una ardua tarea por los más pobres. Porque, si bien la Amazonia enfrenta un desastre ecológico, cabe destacar que «un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». No nos sirve un conservacionismo «que se preocupa del bioma pero ignora a los pueblos amazónicos».”[6]

El «sueño cultural» “es promover la Amazonia, pero esto no implica colonizarla culturalmente sino ayudar a que ella misma saque lo mejor de sí. Ese es el sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Así como hay potencialidades en la naturaleza que podrían perderse para siempre, lo mismo puede ocurrir con culturas que tienen un mensaje todavía no escuchado y que hoy están amenazadas más que nunca.”[7]

En este mismo Capítulo el Santo Padre escribió “que «la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad». Esto afecta mucho a los jóvenes, cuando se tiende «a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie». Para evitar esta dinámica de empobrecimiento humano, hace falta amar y cuidar las raíces, porque ellas son «un punto de arraigo que nos permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos». Invito a los jóvenes de la Amazonia, especialmente a los indígenas, a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar». Para los bautizados entre ellos, estas raíces incluyen la historia del pueblo de Israel y de la Iglesia hasta el día de hoy. Conocerlas es una fuente de alegría y sobre todo de esperanza que inspira acciones valientes y valerosas.”[8]

Estrechamente relacionado con el sueño «cultural» se encuentra el «sueño ecológico» que es el que conforma el capítulo tercero pues “En una realidad cultural como la Amazonia, donde existe una relación tan estrecha del ser humano con la naturaleza, la existencia cotidiana es siempre cósmica. Liberar a los demás de sus esclavitudes implica ciertamente cuidar su ambiente y defenderlo, pero todavía más ayudar al corazón del hombre a abrirse confiadamente a aquel Dios que, no sólo ha creado todo lo que existe, sino que también se nos ha dado a sí mismo en Jesucristo. El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala. Esta es la primera ecología que necesitamos. En la Amazonia se comprenden mejor las palabras de Benedicto XVI cuando decía que «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar «humana», y que a su vez requiere una «ecología social».”[9]

El Capítulo cuarto «Un sueño eclesial» está dirigido especialmente a los hijos de la Iglesia, sacerdotes y laicos; señalando con claridad que “Frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, podemos responder a partir de organizaciones sociales, recursos técnicos, espacios de debate, programas políticos, y todo eso puede ser parte de la solución. Pero los cristianos no renunciamos a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio. Si bien queremos luchar con todos, codo a codo, no nos avergonzamos de Jesucristo. Para quienes se han encontrado con Él, viven en su amistad y se identifican con su mensaje, es inevitable hablar de Él y acercar a los demás su propuesta de vida nueva: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16).”[10]

“La auténtica opción por los más pobres y olvidados, al mismo tiempo que nos mueve a liberarlos de la miseria material y a defender sus derechos, implica proponerles la amistad con el Señor que los promueve y dignifica. Sería triste que reciban de nosotros un código de doctrinas o un imperativo moral, pero no el gran anuncio salvífico, ese grito misionero que apunta al corazón y da sentido a todo lo demás. Tampoco podemos conformarnos con un mensaje social. Si damos la vida por ellos, por la justicia y la dignidad que ellos merecen, no podemos ocultarles que lo hacemos porque reconocemos a Cristo en ellos y porque descubrimos la inmensa dignidad que les otorga el Padre Dios que los ama infinitamente.”[11]

En este Capítulo el Papa Francisco aborda el tema del papel de la mujer en la Iglesia, el cual ha sido motivo de polémicas pues, en varios ambientes sensacionalistas y en los de algún modo influidos por la «ideología de género», esperaban que ante la escasez de sacerdotes -especialmente evidente en la Amazonia- también en la Iglesia católica se abriera paso la ordenación sacerdotal de mujeres. Sobre esto escribió el Papa los párrafos 99 al 103:

“En la Amazonia hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas. Esto ocurrió gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe. Ellas mismas, en el Sínodo, nos conmovieron a todos con su testimonio.

Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un «status» y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable.

Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote. Este diálogo entre el Esposo y la esposa que se eleva en la adoración y santifica a la comunidad, no debería encerrarnos en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia. Porque el Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que es mujer, María. Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre. De este modo no nos limitamos a un planteamiento funcional, sino que entramos en la estructura íntima de la Iglesia. Así comprendemos radicalmente por qué sin las mujeres ella se derrumba, como se habrían caído a pedazos tantas comunidades de la Amazonia si no hubieran estado allí las mujeres, sosteniéndolas, conteniéndolas y cuidándolas. Esto muestra cuál es su poder característico. (…)

En una Iglesia sinodal las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio. Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo. Esto da lugar también a que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina.”

La «Madre de la Amazonia»

En perfecta consonancia con el «Sueño eclesial» y como en casi todos los documentos del Magisterio a partir del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco dedica la Conclusión de su Exhortación Apostólica a la Santísima Virgen María, y lo hace mediante una muy bella Oración:

“Madre de la vida,

en tu seno materno se fue formando Jesús,

que es el Señor de todo lo que existe.

Resucitado, Él te transformó con su luz

y te hizo reina de toda la creación.

Por eso te pedimos que reines, María,

en el corazón palpitante de la Amazonia.


Muéstrate como madre de todas las creaturas,

en la belleza de las flores, de los ríos,

del gran río que la atraviesa

y de todo lo que vibra en sus selvas.

Cuida con tu cariño esa explosión de hermosura.


Pide a Jesús que derrame todo su amor

en los hombres y en las mujeres que allí habitan,

para que sepan admirarla y cuidarla.


Haz nacer a tu hijo en sus corazones

para que Él brille en la Amazonia,

en sus pueblos y en sus culturas,

con la luz de su Palabra, con el consuelo de su amor,

con su mensaje de fraternidad y de justicia.

Que en cada Eucaristía

se eleve también tanta maravilla

para la gloria del Padre.


Madre, mira a los pobres de la Amazonia,

porque su hogar está siendo destruido

por intereses mezquinos.

¡Cuánto dolor y cuánta miseria,

cuánto abandono y cuánto atropello

en esta tierra bendita,

desbordante de vida!


Toca la sensibilidad de los poderosos

porque aunque sentimos que ya es tarde

nos llamas a salvar

lo que todavía vive.


Madre del corazón traspasado

que sufres en tus hijos ultrajados

y en la naturaleza herida,

reina tú en la Amazonia

junto con tu hijo.

Reina para que nadie más se sienta dueño

de la obra de Dios.


En ti confiamos, Madre de la vida,

no nos abandones

en esta hora oscura.

Amén.”

NOTAS

  1. En AAS, 4 (1912), pp. 529-525. Cf. “L’Osservatore Romano”, 6 agosto 1912. A esta encíclica se hace referencia a lo largo de los años sucesivos en las Istruzioni de la Secretaría de Estado vaticana a los Representantes pontificios en América Latina. Un estudio detallado sobre su génesis, contenido y desarrollo en: Per gli Indi del Sudamerica. Missione Pontificia di Studio. Relazioni e scritti di Giovanni Genocchi visitatore apostólico in America Latina (1911-1913). Introduzione, trascrizione e note di Mario L. Grignani, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma 2018.
  2. Trabajó algún tiempo entre los indios del Sud Dakota y luego en Baja California (México). Llega a Brasil el 20 de enero de 1984, a Cacoal en Rondonia, donde se inmerge en la problemática indígena de la repartición de las tierras; defendiendo a los indios y a los “sin tierra” injustamente expulsados de ellas, es asesinado por unos sicarios el 24 de julio de 1985. Cf. Lorenzo GAIGA, P. Ezechiele Ramin, Missionari Comboniani, Verona 1985.
  3. Apertura de los trabajos de la Asamblea especial del Sínodo de los obispos para la región panamazónica sobre el tema “nuevos caminos para la iglesia y para una ecología integral” saludo del Santo Padre Francisco, Aula del Sínodo, Lunes, 7 de octubre de 2019
  4. Clausura de los trabajos de la Asamblea especial del Sínodo de los obispos para la región panamazónica sobre el tema “nuevos caminos para la iglesia y para una ecología integral”. Discurso del Santo Padre Francisco aula del sínodo, sábado, 26 de octubre de 2019
  5. Exhortación Apostólica Postsinodal «Querida Amazonia», N° 2
  6. Ibídem, N° 8
  7. Ibídem, N° 28
  8. Ibídem, N° 33
  9. Ibídem, N° 41
  10. Ibídem, N° 62
  11. Ibídem, N° 63


DHIAL. Edición y Notas de JUAN LOUVIER