Diferencia entre revisiones de «AMERICA PONTIFICIA; Documentos del Archivo Secreto Vaticano»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Tal es el título de la obra de JOSEF METZLER (Antiguo Prefecto del Archivo Secreto Vaticano y Miembro del Pontificio Comité Pontificio de Ciencias Históricas), America Pontificia primi saeculi evangelizationis 1493-1592. Documenta pontificia ex registris et minutis praesertim in Archivo Secreto Vaticano existentibus , Ciudad del Vaticano 1991, 3 vols. Esta publicación se encuadra en la serie de otras publicaciones del mismo género, como la «Italia Pontificia» de Paolo Fridolino Kehr[1], o la «Germania Pontificia» de Brackmann[2], o la «Pontificia Hibernica» de Sheehy [3], o la «Papsturkunden in Frankreich» de Wiederhold e Ramakers[4].

En medio de fuertes polémicas, con frecuencia odiosas, sobre la oportunidad de celebrar solemnemente el quinto centenario de la llegada de Colón al mundo ultra oceánico, ya que algunos querían más bien que fuese proclamado un “año de luto y de penitencia” para recordar la “destrucción”, como decían, de antiguas culturas y el “exterminio”, como afirmaban, de poblaciones autóctonas enteras, el Archivo Vaticano publicó dos volúmenes con documentos pontificios que recogían la documentación pontificia sobre América a lo largo del primer siglo después del «descubrimiento».

La misma Secretaria de Estado de su Santidad había pedido al Comité Pontificio de Ciencias Históricas de contribuir con alguna publicación de carácter científico a la conmemoración del V Centenario. El Comité decidió presentar a los investigadores que debieran o quisieran tratar en el futuro las relaciones entre la Santa Sede y América desde sus comienzos, una colección de documentos oficiales y seguros en la transcripción, que se refieran a las iniciativas de los Sumos Pontífices en favor de las Misiones y de la implantación de la Iglesia en América a lo largo del primer siglo de la evangelización.

Se trata por ello de documentos pontificios que demuestran el compromiso de los Papas en la evangelización de los pueblos autóctonos en las islas y en el continente, solamente entonces «descubiertos» por los europeos. Apenas Alejandro VI tuvo noticias de la existencia de aquellos pueblos se preocupó de mandar misioneros. En nombre de la santa obediencia él obligó a los reyes de España a que enviasen sacerdotes óptimos que anunciasen la Buena Noticia a los Indios.[5]

Los temas centrales de los documentos pontificios están publicados en los dos primeros volúmenes de «America Pontificia»; el tercer volumen recoge otros documentos pontificios desde 1592 a 1644 en la misma línea; la documentación recogida se puede resumir así: erección de diócesis y nombramiento de los obispos; concesión del patronato misionero a los Reyes de España y de Portugal; fundación de Iglesias locales; envío de misioneros; intervenciones de los Papas en favor de la libertad y de los derechos humanos de los Indios; instrucciones para la evangelización; vida social y religiosa, inculturación; religiosidad popular; dispensas y facilitación en las leyes eclesiásticas para los Indios; erección de cofradías, y otros temas.

No todos los documentos eran del todo desconocidos. Muchos de ellos habían sido ya publicados precedentemente, algunos varias veces, como resulta y como puede verse en los volúmenes respectivos de la «Bibliotheca Missionum», especialmente en el segundo volumen.[6]Las publicaciones más serias son las de Heywood,[7]Hernáez,[8]Icazbalceta,[9]la «Colección de documentos inéditos»,[10]el Bullarium Taurinense, el «Bullariurn Patronatus», y los diversos Bularios de diversas Órdenes religiosas.

Una ventaja de «America Pontificia» consiste también en el hecho de haber recogido todos estos documentos hasta el momento de esta publicación desconocidos. Los documentos ya publicados precedentemente se refieren ante todo a la organización externa de la Iglesia en América y al Patronato Misionero. Los documentos relativos a las intervenciones de los Sumos Pontífices sobre la evangelización, el trabajo pastoral y la vida interna de las comunidades han sido descuidados porque han suscitado poco interés; no fueron nunca publicados antes, y en buena parte sus originales se han perdido. La única fuente por ello se encuentra en el A.S.V. y en sus Registros.

Pero tampoco estos están completos. Se sabe que el A.S.V. ha sufrido grandes pérdidas durante su traslado forzado a París [por orden de Napoleón]. Así faltan, por ejemplo, los Registros de Alejandro VI, 122 volúmenes, de los Registros del pontificado de Julio III, 123 volúmenes, de los de León X, 97 volúmenes, etc. Muchos otros documentos pontificios, que se refieren a la fundación de las Iglesias en América a lo largo del primer siglo de la evangelización probablemente fueron escritos [y se han perdido con el forzado traslado napoleónico a París]. De todos estos escritos pontificios resulta claramente el constante empeño de los Sumos Pontífices por las Iglesias en América. Los Papas consideraron los pueblos en América inmediatamente como parte integral de la Iglesia Universal, y no como una parte marginal. Expresiones como esta: « ... prout archiepiscopi et episcopi regnorum et dominiorum» Hispaniae ...» , se encuentran en muchísimos documentos.

De los diversos temas y argumentos, tratados o tocados en los documentos pontificios publicados en los dos primeros volúmenes [y continuados en el tercero] de «America Pontificia», quisiera referirme sobre todo a algunos en particular: 1) la fundación de Iglesias locales autóctonas; 2) del envío de misioneros y de las Instrucciones misioneras y pastorales oportunas dadas por los sumos Pontífices; 3) del empeño de los Papas por la libertad y los derechos humanos de los Indios; 4) de la inculturación; 5) de la organización de la vida religiosa; 6) del compromiso de los Papas por el desarrollo espiritual y material de los pueblos del «Nuevo Mundo»; 7) de la promoción de la piedad popular.

Dejo el gran tema del patronato misionero, que se encuentra en muchísimos documentos y que cuenta con una extensa bibliografía de expertos. Se encuentran historias curiosas y a veces emotivas como la de Juan Bautista Morales, que abandonada su esposa en España, se refugia en Perú donde se casa con otra mujer; es acusado de bigamia, encarcelado, huye, se esconde en las montañas, logra viajar hasta Roma, pide la absolución al Papa, que le es concedida bajo la condición de que vuelva con la primera mujer. O la historia del obispo elegido Juan de Castillo de Cuba que fue falsamente acusado de vivir en concubinato, pero que luego es plenamente rehabilitado por Pio V. O el extraño episodio de la abadesa de Santa Clara en México, que obligó a dos muchachas, enviadas al convento para ser educadas, tomar el hábito religioso para poder así recibir su rica dote.

A través de esta rica documentación aparecen numerosas aventuras y casos de la vida [que eran resueltos por la Autoridad superior]. También a través de los Documentos pontificios se pueden seguir las actividades misioneras de sacerdotes diocesanos y de misioneros seglares, como la de Stefano Faruffino di Alessandria, que emigró a México, se empeñó mucho en la propagación de la fe, fue confidente de obispos que lo enviaron a Roma con varios mensajes para el Papa, y para el que Pío V tuvo palabras de gran estima («vir certe probus, modestus et valde pius»). Otro argumento de sumo interés es el de los intentos por parte de los Papas de erigir, ya en el siglo XVI, una Nunciatura Apostólica en América.

1. Fundación de las Iglesias locales autóctonas Los dos primeros volúmenes de la «América Pontificia» contienen numerosos documentos sobre el argumento: erección de diócesis y nombramiento de obispos. Ya diez años después de la primera llegada de los españoles a América, Julio II erigió la Jerarquía eclesiástica en la isla Hispaniola (Haití), creando una diócesis metropolitana (Hyaguata) y dos diócesis sufragáneas (Maguá e Baynúa). Pero el gobierno español no lo permitió; pidió la supresión de las sedes episcopales, y su traslado a otras ciudades con nombres españoles (Santo Domingo, Concepción de la Vega, San Juan en la isla de Puerto Rico), bajo la sede metropolitana de Sevilla y el Patronato Misionero sobre las mismas. La decisión fue tomada por el mismo Julio II con las dos bulas «Universalis Ecclesiae regimini» del 28 de julio de 1508, y «Romanus Pontifex» del 8 de agosto de 1511.

Solamente en 1546 Pablo III separará las diócesis de América de la Iglesia de España y erigirá tres provincias eclesiásticas independientes (México, Lima, Santo Domingo) con las sus diócesis sufragáneas. Las preocupaciones de los Sumos Pontífices para la creación de Iglesias auténticamente locales en América son una especie de hilo rojo a través de los tres volúmenes de «America Pontificia» [Hay que notar que tal preocupación nacía en la misma América por parte de los evangelizadores y en España por parte de los Reyes que pedían a los Pontífices tales cambios y creaciones, como se evidencia en la documentación que se puede constatar en el Archivo General de Indias, en Sevilla].

El número total de las diócesis erigidas en el siglo XVI por los Sumos Pontífices en el «Nuevo Mundo», contando también aquellas que luego serán trasladadas a otras sede o que serían suprimidas, fueron: cuatro provincias eclesiásticas con otras tantas archidiócesis y 47 diócesis sufragáneas.

2. Envío de misioneros e Instrucciones de los Sumos Pontífices A los primeros misioneros que se embarcaron para América, bajo la dirección de Bernardo Boyl [monje] Alejandro VI recomendó la difusión de la fe en modo insistente y les dio instrucciones dignas de ser señaladas: que instruyesen bien a los pueblos del «Nuevo Mundo» en las verdades de la fe, que les bautizasen, administrasen los sacramentos, construyesen iglesias y capillas, fundasen conventos masculinos y femeninos. Con tal finalidad el Papa les daba amplias facultades. Paulo III promulgó en 1537 algunas instrucciones para los bautismos en masa. Se lee: «Catechismus et Exorcismus fiat singulis»; el uso de la sal, de la saliva, del vestido blanco podía ser restringido a dos o tres de los neo bautizados, pero cada uno de los catecúmenos debía ser ungido sobre la frente con el sagrado crisma; los hombres, los niños y las niñas debían recibir la unción con el óleo de los catecúmenos en el pecho, las mujeres adultas «in parte quam ratio pudicitiae demonstrabit».

Desde el primer año de su pontificado Pío V expresó en una instrucción al nuncio en Madrid sus preocupaciones pastorales y misioneros por las nuevas iglesias, dándole al mismo tiempo instrucciones para la propagación de la fe que recuerdan mucho aquellas  del concilio Vaticano II. El Papa se dirige a los misioneros, a las autoridades civiles y a los laicos. Insiste sobre el hecho de que la difusión de la fe cristiana y el conocimiento del verdadero Dios y de Su infinita misericordia constituían las preocupaciones pastorales más grandes del Papa; la finalidad principal era la conversión de los infieles y por ello no había que enviar sino misioneros cualificados, que diesen testimonio de la religión cristiana no sólo con la predicación sino también con su estilo de vida; las autoridades locales tenían la obligación de proveer de manera igual a las necesidades materiales de los misioneros. 

El Pontífice insiste también sobre la exigencia de dar una instrucción conveniente sobre las verdades de la fe a los catecúmenos y a los neófitos, y escribe que hay que organizar la enseñanza del catecismo de manera que los interesados no tengan que hacer largos viajes. Por ello se debían reunir a los Indios que vivían dispersos en los montes en una sola localidad. Allí donde cristianos y paganos vivían juntos en el mismo lugar, había que evitar que éstos últimos siguiesen el culto de sus ídolos impidiendo a los cristianos practicar su religión. Y allí, donde los cristianos de vieja fecha y los neófitos vivían juntos, los primeros habrían tenido que ser modelos de vida cristiana para los segundos, para reforzar su fe e invitar así a los infieles a la conversión.

Había además que preocuparse que los paganos siguiesen la ley natural y practicasen la monogamia. A las autoridades civiles el Papa recomienda una administración honesta, prohibiendo también estrictamente toda forma de esclavitud. Era lícito solamente tomar al propio servicio los Indios que espontáneamente lo pidiesen, dándoles un salario justo por sus servicios. Los funcionarios que no se adecuasen a estas reglas debían ser perseguidos por la ley. Finalmente el Pontífice recomienda que los inmigrantes españoles vivan como buenos cristianos. Sería este el modo mejor de la evangelización. Y todavía más: el Papa prohíbe toda agresión armada contra los Indios.

Con la concesión de amplias facultades espirituales concedidas a los misioneros, los Sumos Pontífices querían facilitar el compromiso de la predicación del Evangelio y de la administración de los sacramentos. Otra razón que explica la concesión de privilegios tan amplios era la necesidad de encontrar voluntarios misioneros para aquellas misiones.

Los misioneros, sobre todo religiosos, se dedicaron admirablemente a la evangelización del «Nuevo Mundo», y salieron [especialmente de España] en gran número para América. Clemente VII animó al mismo Superior General de los Franciscanos a visitar personalmente las Indias Occidentales para encontrarse con sus misioneros y participar en la evangelización. El mismo Papa, en 1532, concedió las facultades misioneras, inmediatamente y en conjunto a 120 Franciscanos, 70 Dominicos, 10 Jerónimos.

Paolo III, en 1544, concedió las facultades misioneras juntamente al obispo recién elegido Bartolomé de Las Casas y a otros trece Dominicos. Julio III, en 1554, concedió las facultades misioneras a 46 Franciscanos, nombrados por sus nombres. Esto sólo por citar algunos ejemplos.

3. Defensa de la libertad de los indios Muchos documentos pontificios testifican el empeño de los Papas en la defensa de la libertad y de los derechos humanos de los Indios. Este tema merece un amplio tratado, porque la indigna opresión de los Indios pesa todavía hoy sobre la conquista española y consecuentemente sobre la misión. Paolo III fue de hecho el primer Papa que tomó posiciones firmísimas sobre el problema de la esclavitud [solicitado precisamente por misioneros dominicos de la Nueva España y la Escuela Jurídica de Salamanca, animada por el dominico Francisco de Vitoria].

El breve con el que prohíbe severamente la esclavitud [solicitado por aquellos misioneros dominicos], comienza, según el texto del borrador conservado en el ASV con las palabras «Veritas ipsa», y según el texto del breve definitivo con las palabras «Sublimis Deus». (la diferencia entre los dos textos consiste únicamente en una nueva, pero muy bella frase introductoria) y es del 2 de junio de 1537. El párrafo crucial, traducido libremente, sería el siguiente: los Indios, comprendidos los que no pertenecen todavía a la Iglesia, no pueden ser privados ni de la libertad ni de los bienes materiales, porque son seres humanos y por lo tanto llamados a la fe y a la salvación eterna. Ellos no pueden ser exterminados reduciéndolos a la esclavitud, al contrario, hay que convertirles a la fe cristiana con la palabra y el buen ejemplo.

Con otro breve «Pastorale officium», Paolo III ordenó al Cardenal Arzobispo de Toledo la ejecución del breve de la condena de la esclavitud, amenazando con la pena de la excomunión «ipso facto» a todos los que privasen de la libertad a los Indios o los despojasen de sus bienes materiales, y condenando con las mismas palabras severas toda forma de esclavitud [incluida por lo tanto la de los africanos que ya empezaba a extenderse].

Los misioneros se sintieron sostenidos por estas expresiones enérgicas del Papa, y por ellos animados en su actitud y en la lucha contra la esclavitud de los indios. Pero las autoridades civiles y los colonos de América objetaron sobre la publicación de aquellos breves y apelaron al emperador Carlos V para que protestase ante el Papa, pidiéndole el retiro de dichos documentos. Carlos V prohibió su publicación y ordenó confiscar las copias que circulaban clandestinamente. El emperador advirtió al Papa que el orden público en el Nuevo Mundo se encontraba malhumorado por sus afirmaciones y que el Papa no estaba bien informado; que le habían forzado la mano para producir tales documentos. El Papa retirará los breves, aunque, considerando la formulación del nuevo texto, que comienza con las palabras «Non indecens», resulta claramente que no retiraba la condena de la esclavitud, sino la serie de duras sanciones eclesiásticas contra cuantos reducían a servidumbre a los Indios.

En 1537 el Papa había condenado también las restricciones de la libertad de los indios del Brasil portugués. Una ley del gobierno de Lisboa prohibía a los cristianos indígenas viajar a Europa o a Roma. La razón de esta medida era evidentemente para impedirles denunciar a los colonos y las autoridades civiles. El texto de la ley, sin embargo, daba como motivo el impedir que los cristianos indígenas entrasen en contacto con los hebreos, con el riesgo de convertirse al judaísmo. El Papa no cayó en un tal motivo engañoso y protestó contra la esclavitud de los cristianos indígenas afirmando que era mejor que los Indios se convirtiesen al judaísmo por voluntad propia antes que motivados por la maldad de los cristianos.

Algunos años después, en 1542, Paulo III se pronunció sobre otro problema misionero en América. Sucedía que los padres o la hija de un candidato al bautismo lo despojasen de sus bienes y de los derechos a la herencia precisamente porque se proponía bautizarse. Por ello muchos temían hacerse cristianos. El Papa prohibió entonces que esto sucediese, pero la aplicación de esta disposición dependía evidentemente de las autoridades civiles. Para hacer más atractiva a los indios la conversión al cristianismo, el Papa fue todavía más allá y permitió a los candidatos al bautismo poder conservar los bienes adquiridos de manera ilegal, en el caso en el que fuese imposible asegurarse sobre el propietario legítimo y restituir tales bienes. Este decreto se extendía también a los hebreos.

Otro documento pontificio contra la esclavitud fue publicado en 1547. Paulo III se quejaba que, a pesar de sus medidas severas emanadas precedentemente, los inmigrantes españoles en América Central y Meridional reducían a la esclavitud a los indios y los trataban de manera tan inhumana que muchos morían y otros temían hacerse cristianos. Verdaderamente las injusticias de las que los indios eran víctimas constituían el obstáculo más grande en la evangelización. Todavía una vez más el Pontífice subrayaba el hecho que los indios eran seres humanos, llamados a la fe cristiana y a la salvación eterna, y autorizaba a los sacerdotes a denunciar ante las autoridades a los colonos españoles esclavistas.

Será Pío V quién en 1567 se exprese con reclamaciones semejantes sobre los soldados, en una carta en la que manda con fuerza al arzobispo de México de proteger a los indios contra aquellos, invitando a los obispos sufragáneos a hacer lo mismo. El Papa añadía que debido a los malos tratos y a las injusticias que cometían los soldados, muchos indios se desviaban del camino de la conversión. La actitud de los soldados hacia los indios constituía un escándalo y una injuria del nombre de Dios, como también su conducta no cristiana era un obstáculo para la evangelización.

En otra carta, fechada el mismo día, el Papa suplicaba al Virrey de la Nueva España para que protegiese a los neófitos contra los soldados y los «otros cristianos» y tratase a los indios todavía no convertidos de manera que ellos se abriesen de buena gana al mensaje cristiano. Promover de esta manera la difusión de la fe, añadía Pío V, era la más noble de las obligaciones del Virrey.

La suerte de los esclavos encontraba en el corazón del Papa una sensibilidad también por otros motivos. Un buen número de esclavos estaban siendo deportados desde África hacia Brasil o hacia otros países de las Indias Occidentales y habían contraído en sus países de origen un matrimonio según su religión tradicional. El Papa estaba persuadido de que tales matrimonios eran válidos («vera quidem non tamen adeo rata»). Por lo tanto, si uno de los conyugues, separado del otro debido a la deportación hacia tierras lejanas, quería bautizarse, habría podido contraer un nuevo matrimonio, si no hubiese posibilidad algunas de determinar la existencia en vida del otro conyugue [dejado en África o en tierras lejanas y desconocidas…] o que la respuesta sobre el asunto no hubiese llegado a tiempo. Si se hubiese verificado el hecho de que el conyugue precedente viviese todavía, el matrimonio contraído en esclavitud era válido, también cuando el conyugue en cuestión hubiese ya recibido el bautismo. Así decretó Gregorio XIII dando a los obispos y a los Jesuitas las facultades necesarias para la dispensa.

4. La inculturación A partir de muchos documentos resulta evidente que los Sumos Pontífices respetaban, en cuanto era posible, las condiciones culturales y sociales de los indios. Algunos ejemplos: en la cultura de los indios no existía algún impedimento matrimonial por motivos de consanguineidad. Por esta razón Gregorio XIII suspendió para ellos los impedimentos de consanguineidad en la medida en que tales impedimentos no fuesen impuestos por la ley natural divina, y concedió a los jesuitas las facultades necesarias para dispensar en este campo. Paulo III había ya reducido los impedimentos matrimoniales para los Indios; había atenuado para ellos el mandamiento eclesiástico de la abstinencia y reducido el número de las fiestas y los días de ayuno. Otras medida pastoral introducida por los Papa en favor de la Iglesia en el Nuevo Mundo fue el permiso de utilizar los productos locales para la fabricación de sacro crisma, dada la dificultad de procurarse las plantas de bálsamo del Oriente

Como puede verse en los documentos pontificios ya citados, los Papas no tenían escrúpulos en suspender para los indios leyes de la Iglesia universal, y esto rechaza una vez más la afirmación, que tiene un tono de recriminación, según la cual en la evangelización de América haya sido trasplantada tal y cual la Iglesia europea, sin tener en cuenta las condiciones culturales de los Indios. Añadiré todavía un hecho. Sucedía que a veces 1os obispos se viesen obligados a poner el entredicho una iglesia o una parroquia, debido a hechos gravemente culpables cometidos por los colonos españoles.

En tal caso los indios se encontraban en una situación que les era incomprensible en cuanto la severa pena eclesiástica caía también sobre los inocentes. Por ello se preguntaban sobre las consecuencias del entredicho, por ejemplo, que cerraba los lugares de culto o prohibía la celebración de la Santa Misa. Por esta razón Pío IV permite a los indios, también durante el periodo del entredicho, de ir a la iglesia, de hacer celebrar las misas con las puertas abiertas, u otras ceremonias litúrgicas y también la de tocar las campanas en tales ocasiones.

El Papa temía que los indios considerasen el entredicho como un castigo divino que podía turbarles hasta el punto de perder la fe. Fue también permitido a los indios contraer matrimonio en los tiempos de Adviento y de Cuaresma, lo que no se permitía al resto de la cristiandad en aquellos tiempos. Es verdad que se tenían que evitar celebraciones demasiado ruidosas en tales periodos, cosa que, añade el Papa, no se usa entre los indios. Hay que decir también que la escasez grave de sacerdotes era una razón importante para dar tal permiso.

Pío V había prohibido a los inmigrantes españoles organizar corridas de toros en el Nuevo Mundo porque veía en ellas algo que podía ofender a los indios y que por lo tanto podía ser un obstáculo a la propagación de la fe. Las prohibió sin dudar, bajo pena de excomunión. Felipe II pidió más tarde al Papa de suspender tal prohibición, sosteniendo que la prohibición de corridas de toros comportaba graves pérdidas económicas para el estado. Gregorio XIII aceptó las razones del soberano y permitió las corridas, pero sólo para los laicos y soldados, no para los clérigos que se exponían a la excomunión si hubiesen asistido a las mismas.

5. Medidas para los religiosos y la vida religiosa Muy numerosos son los documentos de los tres volúmenes de «America Pontificia» que se refieren a los misioneros religiosos, sobre los que se apoyaba el peso principal de la evangelización del «Nuevo Mundo», y de la vida religiosa. Los Papas los sostuvieron y facilitaron su misión, concediendo facultades y privilegios extraordinarios, como ya Alejandro VI en 1493 con la bula «Piis fidelium» ; y más tarde sobre todo Adriano VI con la célebre bula «Exponi nobis» del 1522, llamada «Omnimoda», precisamente por las facultades espirituales amplísimas que les daba. Ello, evidentemente, no estuvo exento de causar varios conflictos con los obispos locales, que no veían bien restricciones o limitaciones de su jurisdicción.

En la controversia entre religiosos y obispos no todos los Papas siguieron la misma línea. Pío V permitió a los religiosos ser párrocos y ejercer el trabajo pastoral. Y por la insistencia de los obispos, Gregorio XIII ordenó que para ejercer este ministerio los religiosos tuviesen necesidad del permiso de los obispos. Gregorio XIV volvió sobre la línea de Pío V y prohibió a los obispos que molestasen a los religiosos. Varias veces los Papas declararon que a los religiosos que administraban una parroquia no se les debía considerar como «extra claustra viventes», como pretendían los obispos.

También las controversias o litigios entre los religiosos debían ser resueltos con la intervención de los Papas. Con severidad los Pontífices procedieron contra los religiosos que daban escándalo, porque eran ante los ojos de los indios un gran obstáculo de la evangelización. Gregorio XIII ordenó la expulsión de los religiosos apóstatas de América. Los Papas favorecían igualmente la introducción en el «Nuevo Mundo» de la vida religiosa contemplativa, que consideraban como un medio importante para implantar el cristianismo y como un elemento necesario de las jóvenes Iglesias. Ellos se preocuparon de modo especial de las religiosas que se ponían al servicio de la evangelización.

Con frecuencia los Sumos Pontífices tuvieron que intervenir para eliminar abusos y remediar escándalos, que de vez en cuando deformaban la vida religiosa y dañaban la evangelización en algunos lugares. Se daban casos en los que algunos religiosos se trasladaban a América para buscar fortuna o para escapar de la autoridad de sus Superiores en Europa. Normalmente los religiosos se iban por dos o tres años a las misiones, según sus Constituciones. Paulo III prolongó este límite, para asegurar mayormente el éxito misionero. Y cuando un religioso regresaba a Europa, le era prohibido severamente exportar dinero de América a Europa. Podía llevar consigo solo el dinero necesario para el viaje, y debía declarar a sus Superiores el dinero que llevaba consigo; y si los oficiales civiles descubrían dinero no declarado, tenían que confiscarlo.

De todos modos, los abusos y los aspectos negativos no pueden oscurecer el celo y el compromiso de los religiosos en favor de la evangelización ni menguar sus méritos. Los Papas se aseguraban que en el «Nuevo Mundo» existiese una organización racional de las Provincias religiosas que tuviese en cuenta las distancias geográficas enormes y las particularidades regionales.

6. Desarrollo espiritual y material de los pueblos del «Nuevo Mundo» Hay que señalar también otra de las preocupaciones pastorales de los Papas, que hoy llamaríamos «ayuda al desarrollo». Los Pontífices veían en ello un medio poderoso de evangelización. Consistía en la fundación de hospitales, y más en general, en el cuidado de los enfermos y en otras obras de caridad, en la creación de escuelas e instituciones de enseñanza superior, universidades comprendidas, en la promoción de mejores condiciones sociales y económicas, en una palabra en el desarrollo material y espiritual de la población indígena.

Es sorprendente el número de hospitales construidos en el siglo XVI con los fondos personales de laicos ricos, donativos de otras personas [y la cooperación eficaz de la Corona]. Se encuentran numerosos documentos sobre este tema en el fondo de la Secretaría de los Breves; en ellos los Papas alababan tales iniciativas y concedían indulgencias y otras gracias especiales.

En uno de estos documentos encontramos una observación muy interesante e instructiva. El Papa menciona los numerosos indios de México que todavía debían ser evangelizados y dice hablando de ellos «Hi enim qui totum fere mundum divitiis implent, pauperrimi sunt in charitatis operibus», (Ellos que llenaron casi el entero mundo con sus riquezas son pobrísimos en obras de caridad). Era una alusión a los inmensos tesoros de oro que eran transportados desde América a Europa.

7. Promoción de la piedad popular El celo misionero y pastoral de los Papas por las Iglesias jóvenes del Nuevo Mundo se manifestaba igualmente en el interés que tenían por la piedad popular de los creyentes, que buscaron de animar con la concesión de beneficios espirituales como las indulgencias. En tal perspectiva hay que recordar las numerosas cofradías que los misioneros erigieron por doquier. Las más amadas fueron las del Rosario y otras semejantes en honor de la Virgen María. En la segunda mitad del siglo XVI se observa un aumento notable del número de documentos con los que los Papas aprueban las cofradías y les conceden generosas indulgencias. El número global de las cofradías mencionadas en los volúmenes de «America Pontificia» es de 57.

Los escritos de los Pontífices sobre este tema son un testimonio elocuente de la piedad popular de la joven Iglesia americana del tiempo, y además nos permiten dar una mirada sobre las condiciones sociales y culturales del Nuevo Mundo en este periodo, que se reflejan ante todo en las condiciones exigidas por los Papas para ganar las indulgencias. En estas condiciones se encuentran igualmente las preocupaciones de interés general. Así los Papas buscaban educar a la Iglesia de América a pensar mayormente en términos de Iglesia universal. Otra característica de la piedad popular americana del siglo XVI consistía en la devoción por las reliquias. Por ello los Pontífices dieron al sacerdote secular Cristóbal de Torres, y a otros el permiso de llevar a América reliquias de diversos santuarios europeos, pero siempre bajo la condición de recoger reliquias verdaderas y auténticas de santos, y tener cuidado de conservarlas bien y de ofrecerlas a la veneración de los fieles.

Conclusión

Se puede observar sintéticamente: Los documentos pontificios relativos al primer siglo y medio de la evangelización del Nuevo Mundo muestran una participación responsable y activa de los Papas en la proclamación del anuncio de la fe entre los indios que consideraban su responsabilidad pastoral. Desde los comienzos ellos no miraron a aquellos países recientemente descubiertos como territorios marginales de la cristiandad, sino inmediatamente como partes integrantes de la Iglesia universal.

Ello explica igualmente el hecho de que muchas estructuras organizativas europeas hayan sido “exportadas” en ultramar. A esta falta de adaptación hay que contraponer de todos modos la idea perfectamente positiva de la integración inmediata y total del Nuevo Mundo en la Iglesia universal. En los documentos pontificios encontramos con frecuencia expresiones como “en el resto de la cristiandad”. Sobre los problemas misioneros y pastorales los Papas muestran una sorprendente apertura a la adaptación de las condiciones culturales de la población indígena.

Hay que notar las afirmaciones de los Papas sobre la cuestión de la esclavitud. Desde Paulo III en adelante, los Pontífices tomaron a los indios bajo su protección y animaron a los misioneros en la lucha por la libertad y protección de los derechos del hombre en favor de los indios. Solamente por esto la Iglesia puede, con conciencia tranquila, confrontarse con las celebraciones del quinto centenario del descubrimiento de América.

NOTAS

  1. Italia Pontificia sive repertorium prunlegiorum et litterarum a Romanis Pontificibus ante annum MCLXXXXVIII Italiae ecclesiis, monasteriis, civitatibus singulisque personis concessorum iubente Regia Societate Gottingensi congessit Paulus Fridolius Kehr. Vol. I, Roma (Berolini 1906); vol. Il, Latium (Berolini 1907); vol. III, Etruria (Berolini 1908); vol. IV, Umbria Picenum Marsia (Berolini 1909); vol. V, Apulia sive provincia Ravennatensis (Berolini 1911); vol. VI, Liguria sive provincia Mediolanensis (Berolini 1913-1914); vol. VII, Venetia et Histria (Berolini 1923-1925); vol. VIII, Regnum Normannorum - Campania (Berolini 1935); vol. IX, Samnium - Apulia - Lucania (Berolini 1962); vol. X, Calabria-Insulae (Turici 1975). Además 6 volúmenes «Papsturkunden in Italien. Reiseberichte zu Italia Pontificia», Cittá del Vaticano 1977.
  2. Germania Pontificia sive repertorium privillegiorum et litterarum a Romanis Pontificibus ante annum MCLXXXXVIII Germaniae ecclesiis, monastenis, civitatibus singulisque personis concessorum iubente Regia Societate Gottingensi opes porrigentibus Curatoribus Legati Wedekindiani congessit Albertus Brackmann. Vol. I, Provincia Salisburgensis et episcopatus Tridentinus (Berolini 1911); vol. II, Provincia Maguntinensis, 2 tom. (Berolini 1923).
  3. Pontificia Hibernica. Medieval Papal Chancery Documents conceming Ireland 640-1261. Critically edited and annotated by Maurice P. Sheehy. Vol. I, Dublin 1962; vol. Il, Dublin 1965.
  4. Papsturkunden in Frankreich. 1 Band: I. Franche-Comté von Wilhelm Wiederhold (Gottingen 1906); II. Burgund rnit Bresse und Bugey von W. Wiederhold (Gottingen 1906); III. Dauphiné, Savoyen, Lyonnais und Vivarais von W. Wiederhold (Gottingen 1907); IV. Provence mit Venaissin, Uzegois, Alais, Nemosez und Nizza von W. Wiederhold (Gottingen 1907). Papsturkunden in Frankreich. Neue Folge: 2. Band Normandie von Dr. Johannes Ramakers (Gottingen 1937); 3. Band Artois von Dr. J. Ramakers (Gottingen 1940); 4. Band Picardie von DI. J. Ramakers (Góttingen 1342); 5. Band Touraine, Anjou, Maine und Bretagne von Dr. J. Ramakers (Gottingen 1956); 6. Band Orléanais von Dr. J. Ramakers (Góttingen 1958).
  5. «Et insuper mandamus vobis in virtute sanctae obedientiae ut ... ad terras firmas et insulas predictas viros probos et Deum timentes, doctos, peritos et expertos ad instruendum incolas et habitatores prefatos in fide catholica et bonis moribus imbuendum destinare debeatis omnem debitam diligentiam in premissis adhibentes» («Inter cerera» 4 mayo 1493. Am. Pont. 1, 82).
  6. Bibliotheca Missionum. Zweiter Band Amerikanische Missionsliteratur 1493-1699. Rom - Freiburg - Wien 1963.
  7. J. C. HEYWOOD, Documenta selecta e Tabulario Secreto Vaticano quae Romanorum Pontificum erga Americae populos curam ac studia ... testantur, Typis Vaticanis 1893.
  8. F.J. HERNÁEZ, Colección de bulas, breves y otros documentos relativos a la Iglesia de América y Filipinas. Bruselas 1895, 2 voll.
  9. J.G. ICAZBALCETA, Colección de documentos para la historia de México, México 1858, 2 vols.
  10. Coleccion de Documentos inéditos (Madrid), primera y segunda serie.


JOSEF METZLER © PONTIFICIA COMMISSIO PRO AMERICA LATINA (Simposio Internacional: Historia de la evangelización de América. Trayectoria, identidad y esperanza de un Continente – Història da evangelizaçao da América. Trajetória, identidade e esperança de um Continente, Ciudad del Vaticano, 11-14 de mayo de 1992, LEV 1992, 427-440)

Traducción y notas complementarias a cargo del DHIAL