ARCHIVOS ECLESIÁSTICOS DEL PERÚ; Los problemas de su conservación

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Consideraciones sobre algunos de sus documentos

“La documentación conservada en los archivos de la Iglesia católica constituye un patrimonio inmenso y precioso. Basta considerar el gran número de archivos que se han ido formando como consecuencia de la presencia y de la actividad de los obispos en las ciudades episcopales. Entre los más antiguos deben mencionarse los archivos episcopales y los archivos parroquiales. Estos últimos, pese a las vicisitudes históricas se ha enriquecido a menudo con nuevos documentos relativos a las transformaciones de la organización institucional de la Iglesia y al desarrollo de su acción pastoral y misionera”.[1]

El número 7 de la «Revista Peruana de Historia Eclesiástica» donde se publicó este texto vaticano, está monográficamente dedicado a esbozar la problemática de los archivos eclesiásticos del Perú como repositorios documentales privados, que requieren de catalogación profesional y que deben estar instalados en locales apropiados, así como al cuidado de personal debidamente capacitado y remunerado.

Esta publicación ha sido instrumental para que en los últimos años los obispos, los superiores y priores de monasterios, de conventos, los párrocos y demás miembros de la iglesia particular en el Perú lleven a cabo un especial esfuerzo por detener el saqueo de los archivos eclesiásticos. Consecuentemente se considera que dar a conocer algunos detalles de las condiciones y circunstancias en que se llevan a cabo estos saqueos contribuirá a detener –y eventualmente revertir– la depredación documental del patrimonio cultural del pueblo de Dios en los Andes, que por supuesto tiene su contraparte en el saqueo de los archivos públicos del país.[2]

Esta vez se trata de presentar, tanto a nivel especializado como de difusión, el singular caso de la subrepticia desaparición de la Real Cédula del 15 de julio de 1802 –sobre la reintegración de Maynas al Perú– del obispado de Trujillo y su reaparición en el archivo del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú.[3]

Este es un suceso aún por esclarecer históricamente dado que debió ser robado –en algún momento de la década de 1980– del archivo del arzobispado de Trujillo y ofrecido para su adquisición a las autoridades de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Esta manera de preservar «in situ» –es decir, en el país– el patrimonio cultural del Perú es un proceso aún por documentar, estudiar y publicar para su mejor comprensión como un suceso inherente a la historia peruana reciente.


Ello lleva a escribir estas líneas teniendo en cuenta estas reflexiones: “[...] el escenario público del recuerdo es múltiple, tributario del presente y de intereses específicos, igualmente es verdad que el olvido es mucho más que un no-recuerdo y que el recuerdo es mucho más que un no-olvido, puesto que ambos están cargados de significación e implicancias concretas y obedecen a mecanismos que van más allá de lo individual.”[4]

El hurto o robo del patrimonio cultural -pinturas, esculturas, altares o sus fragmentos, partituras musicales y/o demás afines- se intensificó a niveles alarmantes en el Perú, desde la década de 1980 por diversas razones.[5]Por ello, aquí se hace una brevísima referencia a las implicancias éticas de lo que constituye una trasgresión del quinto mandamiento de la Ley de Dios: no robarás. Por lo tanto, el robo -o hurto del patrimonio cultural en su más amplia acepción- debe ser visto desde la óptica de la ética laica que rige la política gubernamental peruana en el siglo XXI.[6]

Este trabajo es parte de una tarea más amplia por la defensa y conservación del patrimonio cultural de la Iglesia católica que se está llevando a cabo siguiendo -por Internet- los documentos que la Santa Sede difunde para promover la custodia perpetua del ingente legado artístico e histórico que ha creado a lo largo de los siglos en las más diversas partes del mundo.[7]

En la investigación, redacción de los textos para su publicación tanto a nivel de difusión como especializada, se tiene en cuenta las llamadas de los obispos latinoamericanos y del Caribe en Aparecida, Brasil, en mayo del 2007. Se trata de llamadas generales que se deben aplicar a esta tarea de defensa, recuperación y conservación cultural cuya pérdida por destrucción, mal conservación, robo, etc… es una forma de empobrecimiento espiritual e histórico sin olvidar que:

“[...] la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre [y de la mujer con María, como ejemplo], que es lo único que verdaderamente salva y libera. En efecto, «Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas». La verdad de esta afirmación resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis.”[8]

En el contexto histórico del despotismo ilustrado español, la Corona constituye el Gobierno y Comandancia General de Maynas para su reincorporación gubernamental al Virreinato del Perú, mediante la Real Cédula del 15 de julio de 1802. La Iglesia católica procede a la creación del obispado de Maynas con igual extensión que la referida división política virreinal.

La finalidad de la Corona Española con esta Real Cédula era detener el avance de los portugueses en sus posesiones americanas, por lo que se emitieron varios originales de este documento para ser preservados en los archivos virreinales así como eclesiales. El embajador Juan Miguel Bákula Patiño dice al respecto:

“En primer término, esta Real Orden constituye una manifestación del pensamiento político que inspira la acción renovadora de Carlos III, en la que subyacen las ideas que, desde algunas décadas antes, había propuesto José Campillo y Cossío [consejero de estado]. En parte, esos propósitos estaban implícitos en el espíritu de la Recopilación de Leyes de Indias -que la moderna crítica atribuye en sus orígenes a la omnipresencia de Antonio de León Pinelo- y en las páginas de la «Política Indiana» de Juan de Solórzano y Pereira, oidor de la Audiencia de Lima en espera de un impulso de modernidad.

Desde otro ángulo, esta providencia aparece marcada por las contingencias políticas europeas. En el ámbito español, el siglo XVIII se cierra entre dos conflictos tan graves como la guerra de Sucesión y la invasión napoleónica, que condicionan la suerte del proyecto imperial configurado por Carlos V y por Felipe II. Más allá de las fronteras ibéricas, es contemporánea de dos de los movimientos más importantes de la historia: la revolución industrial y la ilustración”.[9]

El original más completo de estos documentos, que a lo largo del siglo XX devinieron en instrumentales para poner término a los conflictos fronterizos entre el Perú y el Ecuador, se encuentra -actualmente- en el archivo del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Este documento probablemente ingresó a dicho repositorio hacía finales de la década de 1980 y por entonces se comentaba en los círculos especializados que se trataba del original que estuvo destinado al obispado de Trujillo.

Este original fue exhibido el 29 de enero de 1996, en el contexto de la inauguración de una muestra documental conmemorativa del quincuagésimo cuarto aniversario de la suscripción del Protocolo de Río de Janeiro, la Pontificia Universidad Católica del Perú exhibió públicamente uno de los ejemplares originales de la Real Cédula del 15 de julio de 1802.

Esta Real Cédula ordenó agregar al virreinato del Perú “el Gobierno y la Comandancia General de Maynas, con los pueblos del Gobierno de Quijos excepto el de Papallacta”, constituye, como bien se sabe, el más importante de los títulos históricos que fundamentan el dominio del Perú sobre su región en la amazonia.

La Universidad Católica hizo una hermosa impresión facsimilar en julio de 1996 de la Real Cédula de 1802, asumiendo así -abiertamente- que poco antes había adquirido este documento único con la finalidad de promover la investigación histórica.

Cuando se hizo este trabajo de rescate del patrimonio documental y su indispensable difusión especializada, el historiador Dr. Franklin Pease G.Y. (1939-99), [esposo de la autora de este artículo, Mariana Mould de Pease], era decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP, por lo que este era tema de conversación entre nosotros y ese momento nos pareció que esa era la manera más apropiada para retomar el tema de la protección, conservación y recuperación del patrimonio documental de la Iglesia.

Él también fue miembro de número de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica. El padre Armando Nieto Vélez SJ., hizo una nota necrológica sobre su fallecimiento que se publicó en el número 7 de la Revista Peruana de Historia Eclesiástica que fue dedicado a bibliotecas y archivos tanto diocesanos como de conventos de religiosos.[10]Con este escrito se quiere subrayar el valor de la «Colección Franklin Pease G.Y. para la historia andina del Perú» en la Biblioteca Nacional.

La difusión de las enseñanzas de la Iglesia en asuntos de preservación del patrimonio cultural será mejor servida con la impresión en castellano y su difusión en el país de la Carta circular sobre la formación cultural -y pastoral- de los sacerdotes con la finalidad de promover, proteger y conservar el legado artístico de la Iglesia, publicada en «L'Osservatore Romano» por la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Cultural de la Iglesia, el 15 de octubre de 1992, festividad de Santa Teresa de Jesús, habida cuenta que:

“Esta Circular fue precedida por un cuidadoso estudio preparatorio. Fue redactada teniendo a la vista el pedido general, enviado por todas las iglesias, para intensificar la toma de conciencia de los futuros sacerdotes respecto al valor de las colecciones artísticas e históricas. Ello parece constituir la mayor deficiencia y necesidad en el tiempo presente. Esta iniciativa ha sido seguida de cerca por nuestro Santo Padre Juan Pablo II. Ha recibido la cordial aprobación de las Congregaciones involucradas en la formación de los futuros sacerdotes; principalmente, la Congregación de la Evangelización de los Pueblos [Propaganda Fide], la Congregación para las Iglesias Orientales, y naturalmente la Congregación para la Educación Católica”.

Esta circular retoma el documento anterior para sensibilizar a los futuros sacerdotes sobre el saqueo de los bienes culturales del pueblo de Dios y otras formas de depredación cultural, y anuncia la emisión de otros tres documentos, a saber: el dedicado a los archivos eclesiásticos (1997), al inventario de los bienes culturales de la Iglesia católica (2000), así como a los museos eclesiásticos (2002). Este documento vaticano nos recuerda estas palabras de San Pablo y su contexto histórico:

“Trae los libros y sobre todo los manuscritos (2 Timoteo 4.13). Hace esta recomendación en un momento en que reducía su vida a lo esencial al sentir que había llegado al ocaso y que quería utilizar lo que quedaba para que «todos los gentiles pudiera escuchar el mensaje» (2 Timoteo 4, 17). [....]

Las bibliotecas de propiedad eclesiástica, eran monumentos del conocimiento humano y la cultura cristiana de todos los tiempos protegidos y accesibles, que representan un tesoro inagotable de conocimiento del cual toda la comunidad de la Iglesia y la sociedad organizada puede traer al presente la memoria de su pasado”.

Sin embargo, el interés específico y primario que la Iglesia tiene en las llamadas « bibliotecas eclesiásticas» se basa en el hecho que la «levadura del Evangelio» -de la cual la Iglesia ha sido la custodia y la comunicadora- en la medida en que se ha insertado en las diferentes disciplinas del saber, ha dado origen a la historia cristiana así como a la cultura cristiana o una cultura inspirada por el cristianismo, produciendo un increíble incremento del pensamiento religioso, literario, filosófico, jurídico, artístico, psicológico y demás afines.

Estos documentos están en Internet en inglés y es así como se pueden fácilmente consultar puesto que la Santa Sede, al igual que el Perú, es Estado integrante de las Convenciones de la UNESCO de 1970 y 72. La diferencia está en que el Vaticano ha seguido emitiendo textos para ilustrar a las iglesias particulares sobre aspectos puntuales en la defensa del patrimonio cultural del pueblo de Dios que deben custodiar y preservar.

Los documentos son «colgados» inicialmente en italiano y luego traducidos al castellano o al inglés para incorporar sus enseñanzas a la preservación del patrimonio cultural de los pueblos, en este caso del Perú. Así se suple las deficiencias conceptuales de la Ley general del patrimonio cultural no. 28296 promulgada en julio del 2004 por el presidente del Perú y reglamentada dos años después.

La ocasión es propicia para recordar que la Iglesia católica es fundadora de la nación peruana y que de una u otra manera siempre sabe hacerse presente en el devenir nacional, por conflictivas que sean las circunstancias.

Debo decir que con este artículo -en homenaje a los ya más de 400 años del obispado de Trujillo- se quiere contribuir a que esta iglesia particular en estrecha colaboración de laicos con la jerarquía, haga un especial esfuerzo por cuidar del patrimonio bibliográfico y documental así como artístico histórico del pueblo de Dios en los Andes, siguiendo las recomendaciones vaticanas para suplir las limitaciones de la legislación peruana.

Luego de esta disquisición, se debe decir que en aquella hermosa publicación, Ada Arrieta Álvarez y Hugo Pereyra, ofrecen una historia de dicho documento. Así nos ilustran sobre la aplicación del concepto de «original múltiple», es decir, que desde el Real y Supremo Consejo de Indias se despacharon seis ejemplares originales.

Los destinatarios fueron los siguientes: 1.) el virrey del Perú; 2.) el virrey de la Nueva Granada; 3.) el presidente de la Audiencia de Quito: 4.) el arzobispo de Lima; 5.) el obispo de Quito, y 6.) el obispo de Trujillo. Un séptimo ejemplar original fue dirigido al «Comisario general de Indias de la Religión de San Francisco». Al parecer, este último ejemplar permaneció en España dado que su destinatario residía en la Península.[11]

Recordemos que el rey Carlos IV confió a los misioneros franciscanos del convento de Ocopa el cuidado espiritual de los habitantes de esta región tan apartada de los centros urbanos del Virreinato del Perú. En 1807, el fraile español Hipólito Sánchez Rangel fue nombrado para gobernar la extensa diócesis, dificilísima tarea debido a su extensión y aislamiento por la falta de comunicaciones con la Amazonia.

El padre Fernández García nos dice que: “En Mainas fray Hipólito Sánchez Rangel fue excesivo contra el movimiento patriota; se retiró a Moyobamba, pasó a Brasil y siguió a España, donde fue obispo de Lugo”.[12]

El historiador Julián Heras, O.F.M., radicado en Perú y miembro de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, a partir de la experiencia franciscana comenzó a esclarecer cómo se han empobrecido los archivos eclesiásticos peruanos.[13]


La copia original de la Real Cédula de 1802 que actualmente está en posesión de la Universidad Católica, es el único de los seis ejemplares que fueron enviados por el Real y Supremo Consejo de Indias a América que sus custodios dicen abiertamente dónde se encuentra. Por ello, con la publicación de este artículo se confía en sentar -además- un precedente ético para que las personas e instituciones residentes tanto en el Perú como en el extranjero hagan saber que tienen bajo sus respectivas custodias documentos hurtados de los archivos públicos del Perú.[14]

Creemos que la difusión de determinados documentos en ediciones facsimilares, consignando la indispensable información sobre su origen y procedencia, es una válida manera de evitar el robo de los originales para su venta a los coleccionistas. Es también una forma de generar recursos económicos propios y de promover la filantropía mediante el financiamiento de dichas impresiones facsimilares.

El director de la Biblioteca Nacional del Perú, el historiador Dr. Hugo Neira, ha informado que: “Parte de la historia colonial y republicana del país se encuentra plasmada en miles de libros, manuscritos, incunables, periódicos, fotos y estampas guardados en la bóveda de la Biblioteca Nacional del Perú. En octubre del 2005, la Biblioteca Nacional solicitó al gobierno español un crédito FAD (Fondo de Ayuda para el Desarrollo) para la adquisición de equipos que permitan digitalizar este material de consulta. El financiamiento que España aprobó para tal fin por 30 millones de soles caduca dentro de pocos días; y en el Perú, tres instancias ministeriales juegan al gran bonetón, mientras reliquias históricas permanecen sin poder ser estudiadas y comercializadas a nivel mundial”.[15]

Debido a esta publicación el entonces presidente de la República peruana, Alan García, intervino y ordenó al ministro de Economía que se agilizara dicho trámite.[16]

Una comparación indispensable

El ancestral descuido de los repositorios documentales en el caso del Perú [pero la observación vale para todo el resto de los países latinoamericanos] -en general- ha dado paso, desde la década de 1980, a un descomunal saqueo de los archivos latinoamericanos y en concreto peruanos, muy especialmente de los archivos eclesiásticos.

Así lo ha esbozado ya en este caso el citado historiador franciscano, pionero en el estudio y preservación del depósito cultural archivístico del Perú, Fr. Julián Heras O.F.M. para el caso específico de los franciscanos, en los siguientes términos:

“Más o menos incompletos, mutilados, reducidos en ciertos casos a meros fragmentos, existen todavía en el Perú varios archivos franciscanos de considerable importancia. Algunos forman hoy parte de bibliotecas o archivos públicos; otros permanecen bajo la custodia de la Orden franciscana. Los primeros representan, generalmente, lo que pudo salvarse de los despojos sucesivos desde comienzos del siglo XIX causados a las corporaciones eclesiásticas y religiosas.

De ordinario, los responsables de tales medidas expoliatorias no comprendieron el valor que los archivos incautados tenían para la historia. El caos resultante ofreció ocasión magnifica a eruditos y coleccionistas para surtir sus propias bibliotecas tanto dentro del país como en el extranjero”.[17]

Este testimonio del padre Heras lleva a preguntarse: ¿Cómo fue posible que el descuido de los archivos peruanos que caracteriza a los primeros tiempos republicanos deviniera en el permanente saqueo de nuestros depositarios documentales? Esta situación, ¿se puede revertir?

El Archivo Arzobispal del Cuzco es, sin duda alguna, uno de los más importantes repositorios documentales de la Iglesia católica peruana y -consecuentemente- también está entre los más saqueados; por ello, aquí nos marca pautas para la búsqueda y localización de los papeles eclesiales y religiosos en concordancia con la normatividad internacional especializada en la conservación cultural suscrita por el Perú. Así el historiador Dr. Pedro Guibovich dice que el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo (Madrid ¿? — Cuzco 1699):

“[...] fue mucho más que un activo mecenas y un fiel ejecutor de las órdenes reales. Fue un hábil administrador de su diócesis. De allí que promoviese la realización de extensas visitas eclesiásticas. La escasez de investigaciones sobre estas se debe, en parte, a que los estudios se han orientado hacia la figura del prelado, pero también a que la consulta de los originales no es fácil. Hace ya mucho tiempo que desaparecieron de los archivos eclesiásticos del Cuzco.

Afortunadamente, se guardan copias de estos valiosos documentos en la sección Audiencia de Lima, del Archivo General de Indias, en Sevilla. El primero en dar una noticia breve de su existencia fue Rubén Vargas [en 1938]. Más tarde, Horacio Villanueva Urteaga publicó sumillas de las visitas, aunque bastante incompletas [1959], y Waldemar Espinoza Soriano hizo hace pocos años una transcripción poco cuidada de las mismas [2001].

Las visitas pastorales, como tratamos de mostrar ameritan ser estudiadas, pues constituyen un excepcional testimonio para entender el ejercicio del gobierno episcopal en el contexto colonial. Mediante ellas, Mollinedo no solo se propuso restablecer la disciplina del clero, sino también al mismo tiempo, extender y fortalecer la autoridad episcopal sobre el cuerpo social.[18]

Estos antiguos papeles cuzqueños que registraron los conflictivos momentos iniciales del surgimiento en el centro del mundo hispano andino -que se remontan a 1532- de la Iglesia católica peruana, estuvieron en su sitio hasta la década de 1970, como se puede verificar en la guía del Archivo Arzobispal del Cuzco hecha por el ya fallecido dominico francés Juan Bautista Lasségue.

Allí se informa que este fondo documental alberga más de 25,000 documentos y que -además- tiene cerca de 50,000 hojas sueltas así como que hay 14 catálogos antiguos. Esta magnífica información sobre la clasificación moderna de tan importante archivo se hizo en momentos de gran agitación y polarización política -expresada muchas veces en violencia terrorista- que con excesiva frecuencia era tema que involucraba a los dominicos franceses establecidos en el Cuzco desde fines de la década de 1960.

Esta situación -explica por lo menos en parte- las circunstancias en que se lleva a cabo la depredación del patrimonio documental del pueblo de Dios en los Andes. Este trabajo del padre Lasségue ha sido complementado y actualizado en el referido número 7 de la Revista Peruana de Historia Eclesiástica,[19]y en la voz relativa publicada en el DHIAL.

Mención aparte merece el preciso recuento de dónde se encuentran -o se encontraban- los documentos mercedarios en el Perú a fines del siglo XX, publicado por Mons. Severo Aparicio Quispe O. de M. -residente de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica- en la citada revista eclesial especializada que él dirigió durante años,[20]y en la voz relativa publicada en el DHIAL.

Estos diferenciados trabajos son los referentes que se necesitan para iniciar la impresionante tarea de recuperación del patrimonio cultural peruano, teniendo muy en cuenta que a pesar de su magnitud, no debe abrumarnos. Percibimos la recuperación como la más eficaz manera de proteger y conservar este legado hispano andino después de la instalación de medidas de seguridad electrónicas.

UNESCO concede especial importancia a la eventual recuperación de los documentos robados -dado que los delitos culturales no prescriben-; es así que ha conformado el «Comité Intergubernamental para el fomento del retomo de los bienes culturales a sus países de origen o su restitución en caso de apropiación ilícita». La Iglesia católica peruana puede, consecuente y conjuntamente con el Estado peruano, acogerse a los pertinentes procedimientos de mediación y conciliación internacional para recuperar sus bienes culturales robados.

Esta tarea se asienta sobre el estudio que hiciera el ICOM en 1977 con miras a la recuperación de los patrimonios dispersos; luego en noviembre de 1999 la Conferencia General de la UNESCO invitó al director general o establecer en el seno de la organización el referido comité.

La finalidad de la «Protección de los objetos culturales y la lucha contra el tráfico ilícito de los mismos, Programa 2008-2009 de la UNESCO» -en el mediano plazo- es lograr una mejor aplicación en los respectivos niveles nacionales do los estados parte de la Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia do propiedad ilícitas de bienes culturales (1970).

En el largo plazo este programa apunta al fortalecimiento de las capacidades nacionales de protección jurídica y de conservación material de los bienes culturales muebles; y, a los progresos en los esfuerzos internacionales referentes tanto al retomo como a la restitución -además- del acceso a los bienes culturales muebles.

Este es un tema que requiere una sustentación más amplia e interdisciplinaria que esta breve comparación indispensable, que concluimos proyectándonos en la búsqueda y elaboración de indispensables respuestas -transparentes y veraces- a la intensificación de la depredación cultural de los países latinoamericanos desde hace ya varios lustros e intensificada a partir de la década de 1980.

Esta tarea conlleva necesariamente al paso de la historia oral a la historia escrita en el siglo XXI, a partir de este enunciado del documento vaticano: los archivos eclesiásticos, austeros sagrarios de la memoria (1997), habida cuenta que en el Perú de estos días, por ejemplo, se soslaya que la prosperidad -material e inmaterial- de una nación se asienta en el presente y se proyecta a su futuro sobre el entendimiento que tiene de su pasado. Por ello, concluimos recordando que la continuidad histórica -la transmisión- es la herramienta pastoral en esta tarea, teniendo muy en cuenta estas recomendaciones vaticanas:

“La memoria histórica forma parte integrante de la vida de cada comunidad, y el conocimiento ele todo lo que atestigua la sucesión de las generaciones, su saber y su conducta, le asegura un principio de continuidad.

Por ello, gracias al patrimonio documental que representan, a su conocimiento y divulgación, los archivos pueden llegar a ser útiles herramientas al servicio de una acción pastoral ilustrada, porque la memoria de los últimos hechos contribuye a hacer concreta la Tradición. También pueden proporcionar a pastores y a laicos [así como a las laicas] -unos y otros comprometidos en la acción evangelizadora- informaciones acerca de distintas experiencias llevadas a cabo en este ámbito, tanto en el pasado como en épocas recientes.

Una conciencia de la acción eclesial que mire al futuro y se derive del conocimiento de los archivos, depara también la posibilidad de una conveniente adaptación de las instituciones eclesiásticas a las exigencias de los fieles y de los hombres [y mujeres] de nuestro tiempo. Por medio de la investigación histórica, cultural y social, los centros de documentación favorecen el desarrollo de las anteriores experiencias eclesiales, la comprobación de sus insuficiencias o fracasos, así como su renovación ante los cambios de circunstancias. [...]”.[21]


NOTAS

  1. Francesco Marchisano y Carlos Chenis, “Los archivos eclesiásticos, austeros sagrarios de la memoria”, Revista Peruana de Historia Eclesiástica, no. 7 (2001): 258; También en DHIAL.
  2. Mariana Mould de Pease, “Defensa y conservación in situ de los papeles antiguos públicos en el Perú del siglo XXI”, Consensus, no. 1 (2008): 121-137.
  3. Mariana Mould de Pease, “Al obispado de Trujillo en sus 400 años, van algunas indagaciones sobre sus personajes y documentos” Lundero, Revista cultural de La Industria, no. 367 (2009).
  4. Liliana Regalado de Hurtado, Clío y Mnemosine. Estudios sobre historia, memoria y pasado reciente (Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007), 89.
  5. Mariana Mould de Pease, Apuntes Interculturales. Conservación y Uso de los bienes Culturales de la Iglesia católica del Perú. Lima: Fondo Editorial. Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002; Mould de Pease, “Defensa y conservación”.
  6. Miguel Giusti y Fidel Tubino, Debates de ética contemporánea (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007).
  7. Mould de Pease, “Defensa y conservación”, 237-262.
  8. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida. Documento Final (Lima: Paulinas, 2007).
  9. Ada Arrieta Álvarez, Juan Miguel Bakula Patiño y Hugo Pereyra Plasencia, Real cédula: reintegración de Maynas al Perú 15 de julio de 1802 (Lima: Pontificia Universidad Católica de Perú/Instituto Riva-Agüero, 1996), 5.
  10. Armando Nieto Vélez SJ., hizo una nota necrológica sobre su fallecimiento que se publicó en el número 7 de la Revista Peruana de Historia Eclesiástica (2001: 253)
  11. Ada Arrieta Álvarez, Juan Miguel Bakula Patiño y Hugo Pereyra Plasencia. Real cédula: reintegración de Maynas al Perú 15 de julio de 1802 (Lima: Pontificia Universidad Católica de Perú/Instituto Riva-Agüero, 1996), 26.
  12. Fernández García, “Perú Cristiano”, 360-362.
  13. Julián Heras, “Principales Archivos y Bibliotecas de la Orden Franciscana en el Perú”, Revista Peruana de Historia Eclesiástica, no. 7 (2001): 183-204.
  14. Mould de Pease, “Defensa y conservación”; y “El sentido de los archivos” Lundero. Revista cultural de La Industria, no. 359 (2008).
  15. SOMOS, revista sabatina de El Comercio, no. 1176 (20-VI-2009), 94-97.
  16. SOMOS revista sabatina de El Comercio, no. 117 (17-VII-2009), 23.
  17. Heras, “Principales Archivos y Bibliotecas”, 183.
  18. Pedro Guibovich Pérez y Luis Eduardo Wuffarden, Sociedad y gobierno episcopal. Las visitas del obispo Manuel de Móllinedo y Angulo. 1674-1694 (Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos & Instituto Riva Agüero/PUCP, 2008), 15.
  19. Juan Bautista Lassegue-Moleres, “Informe descriptivo del archivo Arzobispal del Cuzco”, Revista Peruana de Historia Eclesiástica, no. 7 (2001): 9-19.
  20. Severo Aparicio, “Archivos Mercedarios en el Perú”, Revista Peruana de Historia Eclesiástica, no. 7 (2001): 155-182.
  21. Marchisano y Chenis, “Los archivos eclesiásticos”, 261.

BIBLIOGRAFÍA

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MARIANA MOULD DE PEASE

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