Diferencia entre revisiones de «BARZANA ALONSO; Dones lingüísticos»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 14:46 8 jul 2018

Al servicio del Evangelio y de la promoción del mundo indígena

El Padre Alonso Barzana tuvo un don particular como lingüista; destacó por su espíritu apostólico y su gran capacidad para los idiomas; desde los comienzos de su misión evangelizadora destacó en su aprendizaje de las lenguas indígenas. Aprendió hasta once lenguas nativas, con la particularidad de tener que comenzar a aprenderlas en su edad madura.[1]

Entre ellas el quechua (difundido en el Perú y en las regiones del imperio Inca que hoy ocupan Bolivia y el norte argentino), el aymara (Perú y actual Bolivia), el puquina, el guaraní y su variante el chiriguano, y el tonocoté y kakán (hablados en Tucumán y Santiago del Estero), catamarca, natixana, mogosnana. A ellas se debe añadir las lenguas toba, natija, quiroquiní, abipónica, quiranqui. En una carta del mismo Barzana menciona el manejo de la lengua de la provincia de Calchaquí, llamada diaguita.[2]

Dejó apuntes manuscritos, que fueron usados por los misioneros. Su afán por las lenguas no era solo interés cultural, sino como herramientas necesarias para la evangelización, pues escribió catecismos, vocabularios, gramáticas y confesonarios en las lenguas indias: “Cierto que la finalidad de su trabajo no fue el mero estudio de las lenguas aborígenes por sí mismas, sino en cuanto posibilitaba la comunicación del mensaje cristiano a los naturales de aquellas regiones; pero, al facilitar con sus obras la catequesis de los indios en su propia lengua, nos ha dejado preciosos documentos de gran valor filológico. Por otra parte, sus Relaciones y Descripciones contienen noticias interesantes y de primera mano sobre la historia de la religión y costumbres de aquellos pueblos”.[3]

No sólo el Padre Barzana comienza a escribir gramáticas, diccionarios, catecismos, sermonarios y confesionarios en las distintas lenguas indígenas de aquellos pueblos y a enseñar estas lenguas indias a sus hermanos misioneros en Cusco y Puno. El Padre Barzana recorre y evangeliza las tierras andinas de la actual Bolivia y penetra en los territorios de la actual Argentina, llamado por el Obispo de Tucumán, Fray Francisco de Vitoria, que solicitaba jesuitas para trabajar en su diócesis.

En 1585 llegó a la provincia de Tucumán. Más tarde penetra en los territorios del actual Paraguay. Su trabajo se extendió hacia la región de los Calchaquíes y el Gran Chaco. Estando en Asunción del Paraguay escribió una carta al P. Provincial de la Provincia del Perú, Juan Sebastián de la Parra, fechada el 8 de setiembre de 1594, donde da cuenta de todas las regiones por las que debió pasar: Santiago del Estero, Salta, Guairá, Tucumán, Rio de la Plata, Córdoba, Nueva Rioja, Jujuy, Las Juntas, Santa Fe, Concepción, Buenos Aires, Villa Rica del Espíritu, Santa Cruz de la Sierra, etc. En dicha carta da cuenta del profundo interés acerca de la cultura y lenguas indígenas, por medio de las cuales realizó su gran labor evangelizadora en estas regiones.

Aunque el Padre Barzana no produjo obras notables en el campo de la teología, fue uno de los pioneros en el estudio de las lenguas nativas. Su vocación misionera en Suramérica se desarrolla sobre todo entre las poblaciones indígenas. Por ello se empeñó con intensidad en el estudio de sus lenguas para poder traducir en ellas catecismos y otros instrumentos literarios de evangelización.

De sus trabajos literarios sólo ha llegado hasta nosotros uno.[4]La documentación primaria sobre él existente fue recopilada y publicada por el historiador Padre Antonio de Egaña en su «Monumenta Peruana».[5]Gran parte de la abundante obra literaria y de archivo se dispersó o pereció tras la supresión de la Compañía de Jesús en los Dominios españoles (1767).

Se conserva una Carta escrita por el Padre Barzana al Padre Provincial Juan Sebastián de la Parra,[6]el 8 de setiembre de 1594 en Asunción del Paraguay. Esta carta es importante porque en ella Barzana da cuenta de todas las regiones por las que pasó en su labor evangelizadora y en las que para entonces ya se encontraban afianzadas las misiones jesuitas. Dichas regiones son: Santiago del Estero, Salta, Guairá, Tucumán, Rio de la Plata, Córdoba, Nueva Rioja, Jujuy, Las Juntas, Santa Fe, Concepción, Buenos Aires, Villa Rica del Espíritu, Santa Cruz de la Sierra.

En ella se ve su agudo interés por la cultura y lenguas indígenas, “Caca, Tonocote, la primera de quien hizo arte y vocabulario, y por cuyo medio ha reducido á Nuestro Señor muchos millares de infieles; la caca usan todos los díaguitas y todo el valle de Calchaquí, y el valle de Catamalca...”[7]

La carta habla del avanzado deterioro de su salud (había perdido ya los dientes), pero a pesar de todo seguía predicando en diferentes lenguas nativas y mostraba su incansable celo por continuar su misión. Luego de su muerte, durante los siglos siguientes, se siguió escribiendo sobre él, hasta ser una referencia en la historia de las misiones de Sud América, como un ejemplo de apóstol misionero.

Las fuentes mencionan a Barzana como uno de los primeros conocedores de la lengua indígena quechua; ya en Lima comienza su apostolado en quechua entre los indígenas en el llamado «Cercado de indios» puesto bajo la advocación del apóstol Santiago casi apenas recién llegado a Perú. También fue uno de los primeros en fundar la misión de Huarochirí, que pese a que fracasó, fue experiencia preparatoria de las demás misiones estables, en particular, la de Juli.

Las «Cartas anuas» de 1574, nos muestran a Barzana consagrado al ministerio de los indios por el Cusco y sus contornos. Durante la cuaresma de ese año hizo una excursión apostólica a Arequipa de donde siguió a la región del lago Titicaca y de la ciudad de La Paz (Bolivia), poblada por indígenas Aymara, cuya lengua aprendió en pocos meses.

En La Paz se encontraba cuando le fue mandado seguir hasta Potosí, donde llegó hacia julio de 1574, y se ocupó en predicar en las dos lenguas generales, quechua y aymara. En la cuaresma de 1576 lo hallamos dando misiones a indios por los pueblos de Mama, Guanchor, Huarochirí, Sisicaya y otros de la sierra de los Andes, no lejanos de Lima.

Hay que resaltar la enorme contribución hecha por el Padre Barzana en el campo lingüístico y en el trabajo de traducción que realizó desde su llegada al Perú. En el acápite 18 de la congregación provincial de 1576 del 16 de enero, se dice que “pareció a los Padres congregados, se escribiesen dos catecismos en las dos lenguas quechua y aymara”.

En el acápite 19 se anima a redactar un Confesionario, una Cartilla para niños, un Arte o Gramática y un Vocabulario. “Al P. Barzana se le encomendó que diese fin y corrigiese el catecismo Breve que tenía compuesto y juntamente Gramática y Confesonario, en ambas lenguas, quechua y aymara y que al citado Catecismo, añadiese una Cartilla o Rudimentos del Catecismo para los viejos e inhábiles y todo se entregase al P. Procurador para que lo hiciese imprimir...”.

A pesar de alguna duda sobre la posibilidad de una participación directa en el trabajo de Barzana en el Tercer Concilio Limense, pues ya se encontraba en Tucumán, lo cierto es que en el códice original del Concilio que se guarda en el Archivo del Cabildo Eclesiástico de Lima, se lee que “habrían participado en la elaboración del catecismo más largo para los muchachos de la Escuela y para los indios más capaces un canónigo de los Reyes, otro del Cuzco, un clérigo y el jesuita B. de Santiago”.[8]

Otro especialista menciona que “por toda una serie de testimonios y de datos se tiene la impresión de que el autor del catecismo en castellano fue el P. Acosta y que las traducciones al quechua y aymara fue el P. Barzana”.[9]Igualmente en una carta del Padre General de los Jesuitas al Padre Visitador Juan de la Plaza (28 de noviembre de 1576) se lee:

“Hame parecido bueno y útil trabajo el que ha tomado el Padre Barzana acerca del vocabulario, Arte y catechismos; y assí, V.R. le ayude con lo que fuere menester para que esto se acabe y perfectione para la utilidad de muchos. Quanto al sacarlo en luz, yo lo remito al parescer de V.R. y del Padre Provicnial, para que lo hagan bien examinar primero lo que toca a la doctrina, y vea si será de edificación publicarlo, o para los Nuestros solamente, o para todos”.[10]

En otra carta de enero de 1592, le hace mención al Provincial su trabajo de elaboración de gramáticas y vocabularios de las cinco o seis lenguas “más universales destas provincias para abrir un poco y facilitar el camino a los que nos han de suceder”. El trabajo lingüístico propiamente dicho estuvo al servicio de una misión apostólica.

Por lo tanto, el trabajo de lenguas y su incansable deseo de aprender, eran medios entendidos por Barzana como instrumentos de evangelización: “Agora pido yo a V.R. por Jesuchristo que me diga in Domino, como intérprete de su voluntad, quál destas lenguas que no sé bien tomaré a pechos esto poquito que me queda de vida para salir de veras con ellas, porque ya no tengo fuercas en la cabeca para saber muchas”.

Este asombroso conocimiento de lenguas hizo que fuese el primer ocupante de la cátedra de lengua indígena, y primer examinador de lenguas, instituido en la Audiencia de Charcas por Real Cedula de Felipe II, para mejorar el nivel de conocimiento de los clérigos y examinar aquellos que no estaban capacitados para las órdenes, ya que el conocimiento de lenguas se había vuelto requisito para la ordenación sacerdotal.

Así cundió la fama de que tenía don de lenguas, de cuya facilidad testificó el Padre Ruiz del Portillo en 1575, hablando de sus excursiones a Arequipa, hechas poco antes: “Él no se contentó con la general, que ya sabía, pero dióse a aprender la lengua aimará, que es la que por aquella provincia corre mucho, y en tres o cuatro meses salió con ella muy bien”.

En Cusco, consagrado Barzana casi exclusivamente al ministerio de los indios, hizo estudio especial de la propiedad y elegancia de la lengua quechua, que en esa tierra era donde se hablaba con mayor pureza, y compuso allí varios sermones y textos catequísticos, de mucho uso más adelante en la predicación del evangelio a los indios.

Las «Cartas Anuas» de 1574 dan la noticia de haberse fundado en Lima en el Colegio de la Compañía, una cátedra de lengua índica a la que asistían los jesuitas, y que interesó tan vivamente al arzobispo Jerónimo de Loaysa, que ordenó a sus curas, aun con censuras eclesiásticas, concurrir a ella: el primer maestro fue Alonso de Barzana. Un reconocimiento de sus destrezas lingüísticas fue su nombramiento como profesor de ellas.

Tras asistir a la congregación provincial de diciembre de 1582, fue enviado a Potosí, donde permaneció tres años. En 1583, la Audiencia de Charcas (actual Sucre) lo nombró catedrático y examinador diocesano de quechua, aymará y puquina, que debían aprender los párrocos por orden de Felipe II. Regentó la cátedra en 1584 y 1585. El 10 de febrero de 1586 quiso encargarle la Audiencia de Potosí la cátedra de las lenguas quechua y aymará de Chuquisaca “por su mucha destreza en todas las lenguas de los naturales, y demás partes de vida y ejemplo…”. También había ocupado Barzana el cargo de examinador de lenguas indígenas de los candidatos para misioneros en Potosí o en alguna otra ciudad del sur de Bolivia o del norte de Argentina. Más que el «don de lenguas», importa ver el impulso por la salvación de aquellas poblaciones indígenas.

Es en ese sentido como debemos leer ese don, posiblemente fortalecido por la gracia en la medida de que la entrega del misionero a su objetivo espiritual era total: “Solo diré que estando en Potosi, tierra de Nueba España en Indias, le dio Dios don de lenguas como a los Apóstoles pues ó en 3 meses aprendió 5 lenguas o en 5 meses aprendió 3, en las quales hablaba, leia y escrivia, y ansi en estas lenguas predicava con la facilidad que en la española”.

Su contribución al conocimiento de las lenguas indígenas

Según indica Egaña, habría conocido “con mayor o menor perfección” once lenguas autóctonas: quechua, aimara, kaka, tonocote, toba, guaraní, natija, quiroquiní, puquina, abipónica, quiranqui. En una carta de enero de 1592, hace mención al Provincial de su trabajo de elaboración de gramáticas («reducir a preceptos») y vocabularios de las cinco o seis lenguas “más universales destas provincias para abrir un poco y facilitar el camino a los que nos han de suceder”.

Su trabajo lingüístico propiamente dicho estuvo al servicio de una misión apostólica, tal y como lo mencionan especialistas: “Cierto que la finalidad de su trabajo no fue el mero estudio de las lenguas aborígenes por sí mismas, sino en cuanto posibilitaba la comunicación del mensaje cristiano a los naturales de aquellas regiones; pero, al facilitar con sus obras la catequesis de los indios en su propia lengua, nos ha dejado preciosos documentos de gran valor filológico. Por otra parte, sus Relaciones y Descripciones contienen noticias interesantes y de primera mano sobre la historia de la religión y costumbres de aquellos pueblos” .


NOTAS

  1. Bartolomé Alcázar (1648-1721), o.c., 272-273; León Lopetegui, o.c., 108. Vargas Ugarte, o.c., tratan sobre sobre su aptitud para las lenguas en 383-384.
  2. Cf. Carta del P. Barzana al P. Juan Sebastián, Asunción 8 de setiembre de 1594, MP V: 568-591.
  3. Manuel Caballero Venzalá, a.c., 206-208.
  4. Barzana, SJ. Alonso de, Vocabulario de la lengua Toba. Edición de Samuel Lafone Quevedo, La Plata, Publicaciones del Museo de La Plata, 1896.
  5. Monumenta Peruana: Volume 7; Volume 13; Volume 18; Volume 22 de Monumenta historica Societatis Iesu: Monumenta missionum Societatis Iesu, 1954.
  6. Publicada en las Relaciones geográficas de Indias, Madrid 1885 (Tomo II, apéndice 30, III); republicada por Guillermo Furlong, en 1964, en Argentina.
  7. Cf. Relaciones geograficas ... , p. LIV ss.
  8. Probablemente puede hacer referencia al “Cercado de indios” que estaba bajo el patronazgo de Santiago. El nombre completo era pues, “Santiago del Cercado de Indios”.
  9. P.Tineo, Los Concilios limenses, p. 388-389. Intervinieron también los jesuitas: Bartolomé de Santiago y Blas Valera.
  10. Monumenta Peruana, vol. II, p. 48.

BIBLIOGRAFÍA

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ