BUSTAMANTE, fray Francisco de

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Toledo, 1485; Madrid, 1562) Franciscano.

Entró a la orden franciscana a principio del siglo XVI y vino a la Nueva España en 1542. Fue destinado al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco; pasó a ser prior de Tecamachalco, donde instituyó, en pequeño, un colegio parecido al de Tlatelolco. Fue electo provincial y pasó a México; fue reelecto provincial en 1560 y al terminar su periodo, comisario general. Recorrió todos los conventos de su orden y estableció las custodias de Guatemala y Yucatán, más adelante erigidas en provincias. En 1561 volvió a Madrid como superior provincial en compañía de los provinciales de San Agustín y Santo Domingo, muriendo allá al año siguiente.


El primer evento antiaparicionista

En 1556, en la fiesta de la Natividad de la Virgen María, fray Francisco pronunció un sermón imprudente en que atacó la autoridad episcopal en presencia del virrey y de la Audiencia."En México, martes, 8 días del mes de septiembre de 1556, estando en Misa mayor en la Iglesia de San Francisco y Capilla de San José de naturales el virrey, el presidente y oidores de la real audiencia, y mucha gente, así hombres como mujeres, después de haberse cantado el Credo, el maestro fray Francisco de Bustamante, provincial de dicha orden de san Francisco, se subió en un púlpito que para el dicho efecto estaba puesto junto á la reja del altar y predicó de Nuestra Señora y su Natividad. Y habiendo dicho la mayor parte del sermón, de repente se paró atemorizado y la color mortal, y cambiando el tema del discurso: Dijo: que él no era devoto de Ntra. Sra.; quisiéralo ser: lo cual se entendió haber dicho con humildad y por no alabarse. Que no era su intención, por cosa que dijese, quitar la devoción á la menor vejezuela. Que lo que su Señoría había predicado de Nuestra Señora de Guadalupe, no lo quería contradecir, pero que si su Señoría conociera la condición de los naturales, tendría otro modo y orden al principio en esta devoción Que le parecía que la devoción que la gente de esta ciudad ha tomado en una Ermita ó casa de Nuestra Señora, que han intitulado de Guadalupe, es en gran perjuicio de los naturales, porque les daban á entender que hacía milagros aquella Imagen que pintó el indio Marcos: que esto era hacerles creer que era Dios y contra lo que ellos habían predicado y dado á entender. Que se maravillaba mucho de que el Sr Arzobispo hubiese predicado en los pulpitos y afirmado los milagros que se decía que la dicha Imagen había hecho, siendo prohibido como el Sr Arzobispo lo había predicado tres días antes. Y mostró un rostro muy airado, mostrando tener gran cólera contra lo que el Sr arzobispo había predicado y sustentado la devoción de dicha Ermita; y con la misma cólera que antes dijo que la devoción de Nuestra Señora de Guadalupe se había comenzado sin fundamento alguno. Y dado que en otras partes á imágenes particulares se tenga devoción, como á Nuestra Señora de Loreto y otras, éstas habían llevado gran fundamento y tenían grandes principios y que ésta se levantase tan sin fundamento estaba admirado, y en esto cargó la mano. Porque para aquella devoción aprobarla y tenerla por buena, era menester haber verificado milagros y comprobados con copia de testigos, pero que él tenía á su Señoría por tal persona en ciencia y en conciencia, y que lo había mirado todo bien, como á persona á cuyo cargo está el estado eclesiástico Pero que junto con esto el Ilmo. Virrey y los Señores Oidores, como supremos así en lo eclesiástico como en lo secular, lo examinasen; pues era á su cargo como personas que en todo estaban por su Majestad. Dijo también que bueno habría sido que al primero que dijo que la Virgen de Guadalupe hacía milagros, le hubiesen dado cien azotes, y que sobre su conciencia se debería dar doscientos al que en adelante lo volviese á decir y que encargaba mucho el examen de este negocio al Virrey y á la Audiencia: y que aunque el Arzobispo dijere otra cosa, que por eso el Rey tiene jurisdicción temporal y espiritual, y esto encargo mucho á la Audiencia. Dijo también que la limosna que á la dicha Ermita se daba, fuera mejor darla á pobres vergonzantes, que hay en la ciudad pues el tomín y candela que se llevaba á Nuestra Señora de Guadalupe no se sabía en qué se gastaba y que tenía por cosa más pía y meritoria socorrer los hospitales y necesitados de la ciudad que sabía que padecían necesidad extrema, que no ir á semejantes romerías”.


El escándalo que produjo el sermón

Como ya entonces estaba muy difundida la devoción a la Virgen de Guadalupe, el escándalo que produjeron las palabras del predicador fue tan grande en la ciudad entera, que no se hablaba de otra cosa entre toda clase de personas. Tomamos las expresiones de algunos testigos "hubo grande escándalo en el auditorio, y se alteraron las personas más principales que estuvieron en el dicho sermón, y los mismos Oidores dieron señal de indignación". Y el presbítero Marcial de Contreras, capellán del Colegio de niños de San Juan de Letrán. (y fue el tercer testigo citado en la información) luego que oyó decir que "el Arzobispo con predicar la devoción á la Virgen de Guadalupe, quitaba á los indios lo que ellos, los religiosos, en tantos años les había enseñado, como oyó lo dicho, dijo entre sí: esto parece que va con pasión, no lo quiero oir: y salió de la Iglesia. En toda la ciudad hubo también grande escándalo y corrillo de gentes, y á las principales personas de esta ciudad y á los Oidores, tratando de lo que dijo el Predicador, les pareció muy mal, y algunos llegaron á decir que bueno sería enviar al Predicador á España. Y no se trata de otra cosa, sino decir: Aunque pese á Bustamante, hemos de ir á servir á Nuestra Señora, donde quiera que su Imagen esté y contradiga él la devoción cuanto quisiere, que antes es dar á entender que le pesa de que vayan españoles allí. De aquí en adelante si íbamos una vez, iremos cuatro. Por lo que el dicho Bustamante dijo contra la dicha Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, había perdido mucho el crédito que tenía en la ciudad, y que ya no le oirían más sermones en la Nueva España”.

Y por toda prueba de la reprobación universal, baste decir a más de lo dicho, que el mismo día fue formalmente denunciado el predicador al Arzobispo, "por ciertos memoriales que truxeron diversas personas que oyeron predicar á Fray Francisco de Bustamante". Informado el arzobispo de lo que el predicador había dicho en su sermón, la misma tarde se fue al santuario, adonde había acudido mucha gente como para protestar contra el malhadado predicador, y por medio del presbítero Francisco de Manjarrés, que sabía muy bien la lengua mexicana, hizo desmentir en su presencia todas las falsedades y calumnias que el predicador había amontonado en su temerario y escandaloso trozo exabrupto que desgraciadamente soltó.

Un testigo dice que "el dicho Bustamante ha perdido mucho crédito que tenía en esta ciudad, y por lo que dicho Bustamante dijo contra la dicha Imagen, no ha cesado la devoción, antes ha crecido más, y que cada vez que va allá este testigo, ve allá más gente de lo que solía". El Padre Lauro López Beltrán refiere sobre la estancia de fray Francisco en Cuernavaca: "Tres largos años, privado de sus oficios, vivió en Cuernavaca reparando su falta. Dio grandes muestras de humildad, e hizo austeras penitencias Y cuando le ofrecían un poco de vino para remedio de sus males, declinaba la oferta, supliendo esta necesidad con agua hervida de amargas hojas de aguacate. La Virgen Santísima le habrá alcanzado de su divino Hijo misericordia y perdón. A la Causa Guadalupana, sin quererlo, le hizo un gran bien: ya que el Proceso del Metropolitano contra el predicador impugnante del Milagro de las Rosas, constituye una de las pruebas más fehacientes de que la celestial Señora escogió a México para su dote y muy amada heredad."[1]

Para alejarlo de México, quizá y en premio a su reacción de humilde obediencia, fue nombrado otra vez superior provincial, para ir a España en compañía de los provinciales de San Agustín y Santo Domingo, muriendo en España al año siguiente, 1562. Al exabrupto del apasionado fraile respondió la piedad de la población, que reaccionó enérgicamente contra lo que estimaron "disparates" malhumorados de Bustamante. Juan de Salazar, procurador de la Audiencia, testifica: “algunos vecinos de esta ciudad, que estaban junto a este testigo oyendo al dicho sermón se escandalizaban y tuvieron pena de lo que el dicho provincial decía, porque pretendían ser devotos de Nuestra Señora. y así le pareció a este testigo; y que después de salidos del dicho sermón, oyó decir este testigo a muchas personas que no les había parecido bien lo que en este caso el dicho fray Francisco de Bustamante había dicho, por haber tocado en la devoción de nuestra Señora de Guadalupe; y en toda la mayor parte de esta ciudad ha visto este testigo que ha tenido y tiene devoción, y han ocurrido a ella con sus limosnas y oraciones y esto es lo que sabe para el juramento que tiene hecho, y firmado de su nombre".

Otro testigo, Francisco de Salazar, también de la Real Audiencia, abogado, respondió en el proceso levantado por el escándalo del caso: "Lo que sabe es que el fundamento que esta ermita tiene desde su principio fue el título de la Madre de Dios, el cual ha provocado a toda la ciudad a que tengan devoción en ir a rezar y encomendarse a ella y de fuera de esta ciudad, estando este testigo en la dicha ermita así españoles como naturales ha visto entrar en ella con gran devoción, y a muchos de rodillas desde la puerta hasta el altar donde está la dicha imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, y éste le parece fundamento bastante para sustentar la dicha ermita, y querer quitar la tal devoción sería contra toda cristiandad, y esto sabe, este testigo, porque después que esta devoción está en la dicha ermita se han quitado los paseos que ordinariamente se solían tener desde esta ciudad a las huertas de ella, donde muchos españoles por irse a holgar, y algunas veces a hacer ofensas a Dios nuestro Señor, como es público y notorio, dejaban de oír misa domingos y fiestas de guardar; y de presente, este testigo, ha visto que toda la plática y conversación que en esta ciudad se trata entre los devotos de la Madre de Dios solamente es que vayan a rezar y encomendarse a ella; y lo tienen por devoción muchos ir a caballo y otros a pie, y en ello hay muy gran continuación en la distancia de camino que hay desde esta ciudad a la dicha ermita, porque allí oyen sermones y misa, y no solamente las personas que sin detrimento de su salud y sin vejación de su cuerpo pueden, van a pie; pero mujeres y hombres de edades mayores y enfermos, con esta devoción van a la dicha ermita, y asimismo, este testigo, ha visto que los niños pequeños que tienen entendimiento, como ven a sus padres y a otras personas tratar de esta devoción, importunan mucho que los lleven allá; por donde notoriamente se colige sustentar la dicha ermita y devoción será en gran pro y utilidad de esta república, y lo contrario sería quitar el mantenimiento del ánima, y así parte de la vida”.

Esto sobre los efectos de Guadalupe en la población de españoles. Acerca de la reacción que siguió, éste testigo añade: “Vio en muchas personas, que recibieron escándalo con las palabras que el dicho provincial dijo, y de tal manera, que todo lo que había dicho tocante a la natividad de Ntra. Sra. Había sido como si no hubiera dicho nada, por haber contradicho una devoción tan grande que esta ciudad tiene, y que a ella se mueve todo el pueblo, y habiendo su señoría reverendísima animado a la dicha devoción, como ordinariamente anima a la dicha ciudad, viendo el buen principio que llevan los españoles, y que de esta manera cree que este testigo, que redundará en pro y utilidad de los naturales, por lo que ha visto en esta devoción, y así vendrán convertirse, mayormente que este testigo ha visto, hallándose presente a ellos en la dicha ermita, que su señoría reverendísima ha mandado juntar los naturales que a la dicha ermita habían venido, y mediante un intérprete, Francisco de Manjarrés, clérigo presbítero, persona de buena vida le diese a entender cómo habían de adorar en aquella devoción a la imagen de Nuestra Señora. Que allí estaba en el altar porque representaba la del cielo, Madre de Dios verdadera, y que no hacía la reverencia al lienzo, ni pintura, ni palos de las imágenes, sino a las imágenes por lo que representaban, y así lo hizo el dicho Francisco de Manjarrés”.

Y en lo demás que esta pregunta dice de no oír sermón al dicho fray Francisco de Bustamante dijo: “Que por respeto del escándalo que hubo con la contradicción que hizo de la presente no se trata otra cosa sino decir aunque pese a Bustamante, hemos de ir a servir a nuestra Señora. Dondequiera que su imagen esté, y contradiga él la devoción cuanto quisiere, que antes es dar a entender que le pasa de que vayan españoles allí de aquí en adelante, si íbamos una vez iremos cuatro; y por estas causas han perdido muchas persona la devoción que tenían con los sermones del dicho fray Francisco de Bustamante”:

El proceso en contra de fray Francisco de Bustamante

Últimamente ha surgido un movimiento que niega toda la realidad de este proceso, y supone que todo fue inventado a finales del siglo pasado, porque de hecho el proceso fue clausurado y nadie habló de él hasta 1888, cuando apareció publicado en la Imprenta de la Guirnalda[2]. El Canónigo García Gutiérrez aclara la secuencia de este hecho, el sermón de Bustamante y las razones por las que fue archivado hasta más de tres siglos después: “Debió trascender a los superiores de la orden el resultado de la información y seguros de que si el proceso era llevado a su término, sería el P. Bustamante juzgado por los crímenes de difamación y calumnia contra el señor arzobispo y condenado, debieron rogar al señor arzobispo que suspendiera la información y prometerle poner el remedio. Se deduce lo primero de una nota que hay al final de la información, que dice: «Suspéndase y la parte es muerto», no materialmente, porque murió en 1562 sino moralmente, porque el P. comisario general quitó al P. Bustamante el cargo de provincial al año y medio de ejercerlo, y lo mandó al convento de Cuernavaca sin cargo ninguno, a que se perfeccionase en la lengua mexicana. Por cierto que para nada debió servirle el perfeccionamiento, porque años después fue nuevamente electo provincial y comisario general, pero nada más que para ir a España en compañía de los provinciales de S. Agustín y Santo Domingo, «y en España -dice el P. Mendieta-, trabajó todo lo que pudo porque se remediase lo que en el caso convenía, aunque fue sin provecho. Porque los del consejo taparon la boca a los dos Provinciales con sendos obispados, lo cual visto por el buen Fr. Francisco, alcanzó del Señor de los ministros que lo llevase a gozar de la verdadera dignidad que sus fieles ministros poseen en el cielo, y así acabó este destierro en Madrid, adonde está enterrado en el convento de S. Francisco. Partió de acá para los reinos de España año de 1561 y murió el siguiente de 1562.» Bien se deja ver en las fases copiadas un dejo de tristeza y su no poco de reproche, perfectamente explicables en quien fue, como Fr. Jerónimo de Mendieta, grande amigo y admirador de Fr. Francisco de Bustamante; pero, quitados los eufemismos, se saca en limpio que el que pensaba ver al señor Montúfar desterrado a España, lo fue en lugar suyo, y que la frialdad con que fue recibido en la Corte y el haber nombrado Obispos a sus compañero y haberlo dejado a él sin cosa alguna, abreviaron la vida de Fr. Francisco de Bustamante. Resulta, pues, de lo dicho que el tristemente célebre sermón del P. Bustamante, que tan caro le costó, no fue contra la Virgen de Guadalupe, sino contra el señor Montúfar. Pero ¿Y aquello de que la imagen la pintó un indio, con que hacen tanta alharaca y han resucitado en estos días? En primer lugar quienquiera que lea con atención lo expuesto anteriormente se convencerá de que fue un mero desahogo del predicador, y por eso el señor Montúfar no hizo el menor caso de ello. Consta por la información que el dicho señor andaba averiguando la verdad del caso y buena ocasión le prestó para ello el capítulo 34 del Concilio Primero Provincial, que decía: «Mandamos a nuestros visitadores que en las iglesia y lugares píos que visitaren vean y examinen bien las historias e imágenes que están pintadas hasta aquí, y las que hallaren apócrifas, mal o indecentemente pintadas, las hagan quitar de tales lugares y poner en su lugar otras…». El hecho de que conservemos todavía la imagen de Santa María de Guadalupe es argumento suficiente para concluir que nadie halló apócrifa la historia de su aparición y que, por lo mismo, ningún indio la pintó.

De estos sucesos no se supo una sola palabra durante tres siglos, porque apenas si en los cronistas franciscanos se encuentra alguna que otra alusión. En 1888 se publicó un folleto que tiene esta carátula: «Información que el Arzobispo de México Don Fray Alonso de Montúfar mandó practicar con motivo de un sermón que en la fiesta de la Natividad de Ntra. Sra. (8 de septiembre de 1556) predicó en la capilla de S. José de Naturales del Convento de S. Francisco de México, su Provincial Fray Francisco de Bustamante acerca de la devoción y culto de Nuestra Señora de Guadalupe» Madrid; 1888; Imprenta de la Guirnalda; Calle de las Pozaz núm. 12. Después de la vuelta en blanco tiene una «Advertencia» firmada por «Los Editores», que trae una carta de don José María de Agreda y Sánchez, en que hace la historia del hallazgo de Ms. que se conservaba en la Secretaría del Arzobispado; qué personas tuvieron noticia de él desde que vivía el Sr. Arzobispo Posada y Garduño y otras circunstancias, pero no dijeron quiénes eran los editores y cómo fue llevado el Ms. a Madrid para su publicación, por la sencillísima razón de que fue un embuste el pie de imprenta que le pusieron. Tengo entendido que el Sr. Don José María agreda y Sánchez, que, como él mismo lo confiesa en la carta aludida, tuvo el Ms. en sus manos y lo paleografió por encargo de los señores gobernadores de la Mitra; en ausencia del Sr. arzobispo Labastida, proporcionó esa copia al señor canónigo don Vicente de P. Andrade, el cual preparó la edición, probablemente en la imprenta clandestina de un señor Feria, muy amigo suyo y donde hizo ciertamente otras varias impresiones, y con el fin de hacer llamativa la edición y de que sirviera para hacer creer a los ignorantes e incautos que se trataba de demostrar la falsedad de la historia guadalupana, no se contentó con publicar el Ms. lisa y llanamente, sino que lo sembró materialmente de palabras y frases escritas con puras letras mayúsculas, con manecillas que sirven para más llamar la atención sobre algunos pasajes y con multitud de notas, algunas eruditas, otras que tienen por fin desviar el sentido de las frases, con lo que se llega a la página y en la siguiente comienza una especie de apéndice, que tiene el título de «Aditamentos», que sirven para remachar el clavo, aduciendo multitud de testimonios de autores para hacer creer que se confirma la falsedad de la historia guadalupana. E1 capítulo II de los dichos aditamentos lo forma el «catálogo de autores que no favorecen la llamada tradición» y si se le compara con la «Carta» de Don Joaquín García Icazbalceta, se ve que tiene los elementos que explayó dicho señor para aderezar su carta y darle mayores visos de autoridad.

Las notas de que está atiborrado el folleto y los aditamentos, fueron obra del dicho señor canónigo Andrade y de don Francisco del Paso y Troncoso. En 1891 hicieron en México los mismos señores, una segunda edición, más venenosa que la primera, en la «Imprenta. Litografía y Encuadernación de Ireneo Paz, Callejón de Santa Clara número 6». Comienza esta segunda edición con una hipócrita «Advertencia de la Edición Mexicana», en que se hace creer que la primera fue hecha realmente en Madrid; sigue el texto, que es enteramente igual al de la primera edición, pero añade, además, entre el final de la información y el comienzo de los «Aditamentos», una hoja en que están litografiadas las firmas de los personajes que figuran en la información y después de los aditamentos tiene unas Notas a esta segunda edición, que ocupan de la página 103 a la 165, sigue una página en blanco y comienza en la página 167 otra adición con Noticias del indio Marcos y de otros pintores del siglo XVI, que llegan hasta la página 188 en que termina el folleto. Las «Notas a esta segunda edición» fueron obra de don José María Agreda y Sánchez, y lo digo porque en el archivo general de la nación las encontré escritas de letra de dicho señor, que conozco bien. Las noticias de los pintores fueron escritas por Don Francisco del Paso y Troncoso. Así con todo ese aparato de erudición malsana y con la forma de publicar la información, en todo lo cual resalta una refinada mala fe, en verdad ponen en tela de juicio la verdad de la historia guadalupana; pero si se lee la información, sin hacer caso de llamadas, letras mayúsculas, ni notas, y sobre todo, teniendo en cuenta su historia, tal y como está contada en la primera parte de este trabajo, se convence uno: 1º de que así tiene que ver directamente con la Virgen de Guadalupe como con el gran turco de Valencia, y 2º y esto es lo más importante, se sacan datos preciosos del culto y veneración en que tenían a la sagrada imagen a mediados del siglo XVI el señor arzobispo y los españoles, con lo que la publicación que quisieron convertir en ariete contra la verdad de la historia guadalupana, se convierte en preciosa fuente de información para la dicha historia".[3]

Notas

  1. Sermones Guadalupanos, Jus, México, 1957.
  2. Calle de las Pozaz, núm. 12, Madrid, España
  3. Christus, febrero de 1945


Bibliografía

  • Enciclopedia Guadalupana, p. 155-160