Diferencia entre revisiones de «CARTA PASTORAL CONTRA LA FE RACIONALISTA»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Quizás vislumbrando la importancia de este documento y el peligro que podía entrañar para los cristianos, Jacinto Vera, vicario apostólico en Uruguay, decidió escribir a los fieles su Carta Pastoral de julio de 1872, “''para preveniros contra esas mismas doctrinas reprobadas por la Religión Santa que profesamos, y para compadecer a los que obcecados las profesan públicamente''”.<ref>(Villegas, 11)</ref>  
 
Quizás vislumbrando la importancia de este documento y el peligro que podía entrañar para los cristianos, Jacinto Vera, vicario apostólico en Uruguay, decidió escribir a los fieles su Carta Pastoral de julio de 1872, “''para preveniros contra esas mismas doctrinas reprobadas por la Religión Santa que profesamos, y para compadecer a los que obcecados las profesan públicamente''”.<ref>(Villegas, 11)</ref>  
  
El tono de la ''Pastoral'' era fuerte, similar al utilizado por los racionalistas en su «Profesión de Fe». La polémica de la llamada por entonces “cuestión religiosa”, fue dura y frontal. La Pastoral no pretendía contra-argumentar, sino que, por ser un documento destinado a los fieles, buscó ante todo evitar la propagación de esas ideas entre los católicos. Vera se refería a los contenidos del escrito racionalista como “documento notable por sus aberraciones y absurdas contradicciones”; de sus autores, opinaba que “no trepidan [...] de apostatar de la Santa Religión Católica”, y recordaba “a los que se han afiliado o se afiliaren en esa Profesión de fe racionalista, los anatemas en que la Iglesia los declara incursos; quien si bien es madre […] lanza también severos anatemas a los que obstinados se resisten a su voz maternal” (Villegas, 10 y 11).
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El tono de la ''Pastoral'' era fuerte, similar al utilizado por los racionalistas en su «Profesión de Fe». La polémica de la llamada por entonces “cuestión religiosa”, fue dura y frontal. La Pastoral no pretendía contra-argumentar, sino que, por ser un documento destinado a los fieles, buscó ante todo evitar la propagación de esas ideas entre los católicos.<ref>Villegas, XX y XXI</ref>Vera se refería a los contenidos del escrito racionalista como “documento notable por sus aberraciones y absurdas contradicciones”; de sus autores, opinaba que “no trepidan [...] de apostatar de la Santa Religión Católica”, y recordaba “a los que se han afiliado o se afiliaren en esa Profesión de fe racionalista, los anatemas en que la Iglesia los declara incursos; quien si bien es madre […] lanza también severos anatemas a los que obstinados se resisten a su voz maternal” (Villegas, 10 y 11).
  
 
En el cuerpo del documento, el Vicario recordaba a los fieles las verdades puestas en cuestión por los racionalistas: la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesucristo, la Sagrada Escritura, la eternidad de penas, el culto, los sacramentos, la autoridad infalible de la Iglesia -recientemente consagrada en el Concilio Vaticano I-, la existencia, en fin, de un orden sobrenatural, accesible a través de la fe (Villegas, 10).
 
En el cuerpo del documento, el Vicario recordaba a los fieles las verdades puestas en cuestión por los racionalistas: la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesucristo, la Sagrada Escritura, la eternidad de penas, el culto, los sacramentos, la autoridad infalible de la Iglesia -recientemente consagrada en el Concilio Vaticano I-, la existencia, en fin, de un orden sobrenatural, accesible a través de la fe (Villegas, 10).
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La Pastoral terminaba con una exhortación a los fieles a pedir a Dios la conversión de los racionalistas y a desagraviar a Dios por estos hechos: “Acudid al Dios de las misericordias para pedirle, no el castigo sino un destello de su gracia que mueva esos corazones al arrepentimiento y que los haga objeto de las eternas misericordias” (Villegas, 12)
 
La Pastoral terminaba con una exhortación a los fieles a pedir a Dios la conversión de los racionalistas y a desagraviar a Dios por estos hechos: “Acudid al Dios de las misericordias para pedirle, no el castigo sino un destello de su gracia que mueva esos corazones al arrepentimiento y que los haga objeto de las eternas misericordias” (Villegas, 12)
  
Es importante colocar el documento en su contexto eclesial: se acababa de realizar el Concilio Vaticano I, al que Vera había asistido. El Concilio había aprobado en 1870 la Constitución «Dei Filius», que, luego de mencionar el peligro del racionalismo, afirmaba la capacidad de la razón humana para conocer ciertas verdades: “''La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz natural de la razón humana''”.<ref>Villegas, XX y XXI</ref>Más adelante afirmaba: “aunque la fe se encuentra por encima de la razón, no puede haber nunca verdadera contradicción entre una y otra: ya que es el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, quien ha dotado a la mente humana con la luz de la razón. Dios no puede negarse a sí mismo, ni puede la verdad contradecir la verdad.''”<ref>Dei Filius, cap. 2</ref>
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Es importante colocar el documento en su contexto eclesial: se acababa de realizar el Concilio Vaticano I, al que Vera había asistido. El Concilio había aprobado en 1870 la Constitución «Dei Filius», que, luego de mencionar el peligro del racionalismo, afirmaba la capacidad de la razón humana para conocer ciertas verdades: “''La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz natural de la razón humana''”.<ref>Dei Filius, cap. 2</ref>Más adelante afirmaba: “aunque la fe se encuentra por encima de la razón, no puede haber nunca verdadera contradicción entre una y otra: ya que es el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, quien ha dotado a la mente humana con la luz de la razón. Dios no puede negarse a sí mismo, ni puede la verdad contradecir la verdad.''”<ref>Dei Filius, cap. 4</ref>
  
 
Cuando se leen ambos textos –la Constitución Dei Filius y la Pastoral de Vera– pueden observarse muchas similitudes. Ambos denotan la preocupación por la difusión del racionalismo y el consiguiente peligro para la fe. Ambos apelan a una adecuada relación entre los dos órdenes de conocimiento, el racional y el de la fe, que no se contradicen sino que, por el contrario, se potencian mutuamente. Así, por ejemplo, los racionalistas rechazan como “absurdos y contrarios a la razón” algunos dogmas fundamentales de la fe católica, en concreto, consideran que el misterio de la Santísima Trinidad implica la destrucción de la Unidad de Dios.<ref>Dei Filius, cap. 4</ref>El Vicario los rebatía y destacaba la conciliación posible entre razón y fe.
 
Cuando se leen ambos textos –la Constitución Dei Filius y la Pastoral de Vera– pueden observarse muchas similitudes. Ambos denotan la preocupación por la difusión del racionalismo y el consiguiente peligro para la fe. Ambos apelan a una adecuada relación entre los dos órdenes de conocimiento, el racional y el de la fe, que no se contradicen sino que, por el contrario, se potencian mutuamente. Así, por ejemplo, los racionalistas rechazan como “absurdos y contrarios a la razón” algunos dogmas fundamentales de la fe católica, en concreto, consideran que el misterio de la Santísima Trinidad implica la destrucción de la Unidad de Dios.<ref>Dei Filius, cap. 4</ref>El Vicario los rebatía y destacaba la conciliación posible entre razón y fe.
  
A la «Pastoral» siguió, pocos días después, una «Contra pastoral», en la que se reafirmaban los presupuestos de la «Profesión de Fe Racionalista», se criticaba la falta de argumentos de Vera, y se concluía vinculando el triunfo del racionalismo con el afianzamiento democrático: “''En la esfera política: el reinado del derecho; la libertad armonizada con el orden. ¡Racionalismo y Democracia! ¡He aquí los dogmas de la Religión universal del porvenir''!”<ref>Villegas, 10</ref>  
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A la «Pastoral» siguió, pocos días después, una «Contra pastoral», en la que se reafirmaban los presupuestos de la «Profesión de Fe Racionalista», se criticaba la falta de argumentos de Vera, y se concluía vinculando el triunfo del racionalismo con el afianzamiento democrático: “''En la esfera política: el reinado del derecho; la libertad armonizada con el orden. ¡Racionalismo y Democracia! ¡He aquí los dogmas de la Religión universal del porvenir''!”<ref>(Villegas, 20)</ref>  
  
 
Jacinto Vera no respondió a este nuevo embate, pero la “cuestión religiosa” no había hecho más que empezar en Uruguay. Durante el resto del siglo XIX y primeras décadas del XX, la polémica continuó.
 
Jacinto Vera no respondió a este nuevo embate, pero la “cuestión religiosa” no había hecho más que empezar en Uruguay. Durante el resto del siglo XIX y primeras décadas del XX, la polémica continuó.

Revisión del 17:22 9 abr 2015

El pensamiento dominante en los círculos intelectuales uruguayos en la década de 1870, era el racionalismo de corte espiritualista de origen francés. Esa ideología permeaba los estudios universitarios, en especial a través del magisterio de Plácido Ellauri.

En julio de 1872, jóvenes racionalistas nucleados en el Club Universitario firmaron la Profesión de Fe Racionalista, que apareció publicada en el órgano periodístico de la citada asociación el 14 de julio de 1872. El objetivo explícito de este texto era “formular nuestros dogmas fundamentales con la precisión posible, a fin de ofrecer a los que al presente piensan como nosotros, un centro de unión y un vínculo positivo de hermandad para la más eficaz realización de aquellos dogmas”.[1]

El cuerpo del escrito contenía las verdades a profesar y, a continuación de cada una, lo que se consideraba negación de dicha verdad. Así, por ejemplo: “profesamos la existencia de un solo Dios, Ser Supremo, creador y legislador del Universo” y “juzgamos como negatoria de la conciencia humana, como contraria a las revelaciones de la razón, como sacrílega, como blasfematoria, como impía, como desquiciadora de todo orden en el mundo, toda doctrina que […] predique la negación de la unidad divina; tal como el dogma cristiano de la Trinidad que es la negación de Dios mismo […] que predique el milagro, abrogación de las leyes de Dios por Dios mismo”.

Las principales afirmaciones eran las siguientes: creencia en un solo Dios, fe en la razón del hombre como medio único para llegar a la verdad, fe en la libertad humana y en el corazón humano, fe en el desarrollo y perfección del hombre, y afirmación de la ética del deber y la responsabilidad ante Dios de las acciones, pero negando la eternidad de las penas.[2]Finalmente, hay una «protesta» en la que los firmantes se comprometían a propagar y realizar estos dogmas y poner “como modelo para su perfeccionamiento, la bondad y suprema perfección de Dios”.[3]Con la «Profesión de Fe Racionalista», el espiritualismo ocasionó, dice Ardao, “la primera ruptura formal de la inteligencia uruguaya con la Iglesia católica.[4]

Quizás vislumbrando la importancia de este documento y el peligro que podía entrañar para los cristianos, Jacinto Vera, vicario apostólico en Uruguay, decidió escribir a los fieles su Carta Pastoral de julio de 1872, “para preveniros contra esas mismas doctrinas reprobadas por la Religión Santa que profesamos, y para compadecer a los que obcecados las profesan públicamente”.[5]

El tono de la Pastoral era fuerte, similar al utilizado por los racionalistas en su «Profesión de Fe». La polémica de la llamada por entonces “cuestión religiosa”, fue dura y frontal. La Pastoral no pretendía contra-argumentar, sino que, por ser un documento destinado a los fieles, buscó ante todo evitar la propagación de esas ideas entre los católicos.[6]Vera se refería a los contenidos del escrito racionalista como “documento notable por sus aberraciones y absurdas contradicciones”; de sus autores, opinaba que “no trepidan [...] de apostatar de la Santa Religión Católica”, y recordaba “a los que se han afiliado o se afiliaren en esa Profesión de fe racionalista, los anatemas en que la Iglesia los declara incursos; quien si bien es madre […] lanza también severos anatemas a los que obstinados se resisten a su voz maternal” (Villegas, 10 y 11).

En el cuerpo del documento, el Vicario recordaba a los fieles las verdades puestas en cuestión por los racionalistas: la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesucristo, la Sagrada Escritura, la eternidad de penas, el culto, los sacramentos, la autoridad infalible de la Iglesia -recientemente consagrada en el Concilio Vaticano I-, la existencia, en fin, de un orden sobrenatural, accesible a través de la fe (Villegas, 10).

La Pastoral terminaba con una exhortación a los fieles a pedir a Dios la conversión de los racionalistas y a desagraviar a Dios por estos hechos: “Acudid al Dios de las misericordias para pedirle, no el castigo sino un destello de su gracia que mueva esos corazones al arrepentimiento y que los haga objeto de las eternas misericordias” (Villegas, 12)

Es importante colocar el documento en su contexto eclesial: se acababa de realizar el Concilio Vaticano I, al que Vera había asistido. El Concilio había aprobado en 1870 la Constitución «Dei Filius», que, luego de mencionar el peligro del racionalismo, afirmaba la capacidad de la razón humana para conocer ciertas verdades: “La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz natural de la razón humana”.[7]Más adelante afirmaba: “aunque la fe se encuentra por encima de la razón, no puede haber nunca verdadera contradicción entre una y otra: ya que es el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe, quien ha dotado a la mente humana con la luz de la razón. Dios no puede negarse a sí mismo, ni puede la verdad contradecir la verdad.[8]

Cuando se leen ambos textos –la Constitución Dei Filius y la Pastoral de Vera– pueden observarse muchas similitudes. Ambos denotan la preocupación por la difusión del racionalismo y el consiguiente peligro para la fe. Ambos apelan a una adecuada relación entre los dos órdenes de conocimiento, el racional y el de la fe, que no se contradicen sino que, por el contrario, se potencian mutuamente. Así, por ejemplo, los racionalistas rechazan como “absurdos y contrarios a la razón” algunos dogmas fundamentales de la fe católica, en concreto, consideran que el misterio de la Santísima Trinidad implica la destrucción de la Unidad de Dios.[9]El Vicario los rebatía y destacaba la conciliación posible entre razón y fe.

A la «Pastoral» siguió, pocos días después, una «Contra pastoral», en la que se reafirmaban los presupuestos de la «Profesión de Fe Racionalista», se criticaba la falta de argumentos de Vera, y se concluía vinculando el triunfo del racionalismo con el afianzamiento democrático: “En la esfera política: el reinado del derecho; la libertad armonizada con el orden. ¡Racionalismo y Democracia! ¡He aquí los dogmas de la Religión universal del porvenir!”[10]

Jacinto Vera no respondió a este nuevo embate, pero la “cuestión religiosa” no había hecho más que empezar en Uruguay. Durante el resto del siglo XIX y primeras décadas del XX, la polémica continuó.

  1. (Villegas, 2).
  2. (Villegas, 2-6).
  3. (Villegas, 6).
  4. (Ardao, 16).
  5. (Villegas, 11)
  6. Villegas, XX y XXI
  7. Dei Filius, cap. 2
  8. Dei Filius, cap. 4
  9. Dei Filius, cap. 4
  10. (Villegas, 20)