CHINA POBLANA

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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SAN JUAN, Catarina de (¿India, 1605? ; Puebla, 1688) Mística

LA CONFIGURACIÓN DE UN MITO NOVOHISPANO

En el siglo XVII, la Puebla de los Ángeles fue la segunda ciudad más importante en la Nueva España. Era un pueblo que se enorgulleció de su herencia española y de su gran fervor religioso. En este mismo siglo, los jesuitas ocuparon un papel no desdeñable en el fomento y adiestramiento de este fervor. En particular, cultivaron el uso de las “vidas”, una especie de hagiografía que escribieron para llevar a cabo la estrategia evangelizadora de docere, delectare y moveré.[1]

Una manifestación biográfica o, a veces, autobiográfica, la vida asentaba, a manera del exemplum medieval, la vida, la obra y la muerte de personajes locales religiosos para abastecer los argumentos del éxito evangélico en la Nueva España y, entre 1450 y 1750, se redactaron cientos de estos textos en la Europa católica y sus colonias.[2]El afán de delectare habría complacido mucho al pueblo porque desde los tiempos de los Reyes Católicos, se empezó a controlar la impresión y venta de libros y paulatinamente, se tradujo en la prohibición de importar muchos textos de índole imaginativa a la Nueva España.

Las hagiografías se adhieren a modelos literarios novelescos: «división de la obra en libros; protagonismo del biografiado; profesión en el tiempo y el espacio; cambios marcados por los tonos de fortuna y las vicisitudes, lo que da a la narración suspenso y un tono de aventura […] y sentido de la fama y la permanencia en la memoria de los hombres».[3]Los personajes se destacan por sus rasgos épicos particularmente en sus hazañas contra el demonio, el pecado y las constantes enfermedades. Por tanto, las vidas, con su motivación tripartita de conmover y enseñar a la vez de entretener, suplieron quizás esta necesidad colectiva de materiales lúdicos para pasar el tiempo de ocio. Para Antonio Rubial, la redacción de las vidas era una estrategia para «promover el orgullo patrio, el amor al terruño entre los habitantes de Nueva España por medio de la construcción de su propia historia».[4]

Una de las figuras novohispanas más asombrosas para la imaginación colectiva fue Mirra, procedente de la India, raptada de chiquita por piratas y bautizada como Catarina de San Juan y conocida como la “China Poblana”. Su vida fue plasmada en el texto más voluminoso impreso en la Nueva España, bajo el título: Los prodigios de la omnipotencia y milagros de la gracia en la vida de la venerable sierva de Dios Catarina de San Juan, nombre muy prometedor para la población, sedienta de literatura lúdica, por la mención de “prodigios” y “milagros”. El autor del texto, el padre Alonso Ramos, profeso de la Compañía de Jesús, fue su confesor. Forjó su historia en tres tomos, publicando la primera parte en 1689 justo un año después de la muerte de la religiosa, la segunda en 1690 y la tercera parte en 1692.

También, circularon retratos suyos para veneración y su aposentillo fue convertido en altar.[5]Cuando la primera parte de la hagiografía salió a la luz en 1689, el volumen había recibido la aprobación de las más altas autoridades eclesiásticas novohispanas, incluyendo un calificador de la Inquisición. La publicación de la segunda parte, un año después, recibió la misma aquiescencia que la primera. Sin embargo, cuando se editó el tercer tomo en 1692, la primera parte ya se encontraba en el Índice de libros prohibidos en España. La Nueva España era más lenta en seguir el caso, sin embargo, en 1691 su retrato fue retirado de exposición. En 1696, la Inquisición mexicana había vedado sus biografías.[6]

En un intento por legitimar a Catarina, el padre Ramos le dotó de orígenes casi míticas, y, por tanto, no fácilmente clasificable en el sistema rígido de las castas. A fin de cuentas, ¿en qué casta se pudiera clasificar a «la nieta de un emperador del Oriente»? Clasificar puede conducir a censurar, y, por lo tanto, era más fácil crear un ser biográfico que desafiaba cualquier sistema de castas. La primera parte del texto del padre Ramos se asemeja a una novela picaresca a lo divino.

No le gustaba a Catarina hablar de su linaje por ser de origen pagano, pues, sus padres y demás parientes eran gentiles. Pero «dijo que su abuelo materno era Emperador de la Arabia, y añadió mascujando y como entre dientes que se llamaba Maximiano o Maximino».[7]Su abuelo tuvo una hija llamada Borta que se casó con un príncipe Mogol que «tenía absoluto dominio en la provincias o reinos vecinos a la feliz Arabia y a la India».[8]También, era pariente del Tamerlán de Persia.[9]

El padre Ramos indicó que «fue nieta o conjunta muy cercana al invicto emperador del Mogol, Mahameth Zeladin Ecchabar o Achabar que murió el año de mil seiscientos y cinco».[10]Posiblemente, el padre inventó un pasado mítico y fantástico basado en tres libros sobre el oriente que se encontraban en las bibliotecas conventuales y episcopales de todo el virreinato: India oriental (1601-1607) de Juan de Bry y Juan Israel, Missione al Gran Mogor (1663) de Daniello Bartoli, y uno de Atanasio Kircher, por cierto, extravagante y semimítico, intitulado China illustrata (1667) que describe la Asia oriental y la India, lugares que había visitado en sus sueños. Incluso, en la primera parte de la hagiografía, Alonso Ramos cita del libro de Kircher. Posiblemente para dar propaganda a las misiones jesuitas en aquellas partes del mundo y para justificar la inclusión de Catarina en la lista de posibles candidatas a la beatificación, emparentó a la mujer con personajes reales descritos por Kircher.

Entremezclado con las noticias del linaje de Catarina, Ramos incluye señales prodigiosas de santidad en la vida temprana de la mogola . Por ejemplo, la denomina «otro Moisés» y relata que cuando era bebé gateó de su cama al jardín y de ahí al río. Se perdió por varios días flotando en el agua hasta que la encontraron de nuevo y la devolvieron a sus progenitores. Desde muy joven, Mirra demostraba su virtud. Ella era muy bella y cuando tenía tres años «un noble mogol tío», quería desposarse con ella cuando tuviera la edad adecuada. Empezó a cortejarla pero Mirra se indignó y se escondió en una cueva en la cual vivían una víbora y sus viboreznos para demostrar que prefería perder la vida que su pureza.

Según el relato, Dios no soportaba que ella viviera entre la idolatría y convocó guerras constantes entre el reino de su padre y los turcos y mahometanos. Sus padres mudaron la corte temporalmente a una ciudad marítima y fue en este tiempo cuando Mirra, que contaba con nueve o diez años, fue raptada por piratas portugueses. La peor pena que sentía era: «el sentimiento que le causó el verse desnuda de sus vestidos y joyas que la adornaban y el verse arrojada entre la chusma del navío sin otra ropa que una frazadilla corta y raída que sirvió para cubrir su noble y delicado cuerpo hecho a holandas y ricas sedas».

Por fin, su llegada a Puebla de los Ángeles es inminente. Según reza el texto, la Providencia puso en los pensamientos del Capitán Miguel de Sosa, vecino de la Ciudad de los Ángeles, tener en casa una chinita. Por lo tanto, el Capitán encargó a otro noble portugués, compadre suyo, adquirirle una china cuando viajara a las Islas Filipinas. El compadre pagó un precio muy alto para Catarina. Tuvo que viajar escondida desde Manila hasta el Puerto de Acapulco porque el Virrey de la Nueva España había mandado una carta al Gobernador de Manila pidiendo también una china, pero Catarina ya estaba apalabrada con el Capitán poblano. Entonces, Catarina hizo el viaje entre Manila y Acapulco disfrazada de niño para que el Virrey no se la quitara al Capitán Sosa. Catarina de San Juan llegó a Puebla en 1619 a la edad de diez o doce o catorce años, como calculó Ramos.

Catarina era famosa por sus proezas milagrosas. Los milagros incluyen un remedo del milagro de Cristo de la multiplicación de los panes y peces, nada más, en el caso de Catarina, acrecentó mágicamente las velas y el jabón que despachaba a los miembros de la gran residencia de sus amos, el capitán Sosa y su esposa, Margarita Chaves. En otros, fantasmas de conocidos muertos le saludaban en la calle y pedían que orara por ellos. En el oratorio de sus amos, un Cristo empezó a sudar sangre cuando Catarina estuvo presente y se volvió una atracción turística local. En una ocasión un niño se cayó en un pozo profundo. Catarina echó unos panecitos estampados con un emblema de San Nicolás Tolentino dentro del pozo y las aguas subieron lentamente y depositaron salvo y sano el niño afuera del pozo. Era famosa por curar a los dientes a pesar de que ella se jactaba de no tener ya ninguno en su boca, ayudar a moribundos, y tenía el talento de hallar objetos perdidos, y hechizar a esposas prófugas para que regresaran con sus maridos.

Uno de sus dones, era la liberación de almas del purgatorio. Éstos tenían la costumbre de congregarse alrededor de una imagen de la Virgen María donde Catarina hacía sus oraciones. Gracias a la intercesión de la religiosa, se liberaron «millares de millares de almas de Purgatorio».

La vida de Catarina contiene más bilocaciones que cualquier otro texto hagiográfico novohispano. En esta sección, el propósito es de examinar las bilocaciones atribuidas por el confesor a la religiosa con el fin de comprobar que su función es múltiple: subrayan la lealtad de América y de la Compañía de Jesús a la Corona Española; resaltan el éxito de la evangelización jesuita en las cuatro partes del mundo y el gran sacrificio que habían sufrido sus miembros; y, como parte de los preceptos de docere, delectar, mover, una de las funciones más interesantes es la de entretener a los lectores.

PANEGÍRICOS A LA CORONA ESPAÑOLA

El término «bilocación» se refiere a una variedad de situaciones y pocas son las veces que se utiliza el vocablo. Técnicamente, una bilocación es cuando una persona está en dos lugares al mismo tiempo y en muchos episodios; el padre Ramos da a entender que Catarina estaba físicamente en lugares lejanos exóticos sin haber salido de Puebla. Pero, hay otras escenas en que las nombra «vuelos de espíritu» indicando que el viaje no fue físico. En otras, hay únicamente un «ojo claraboya» que está observando todo con perspicacia. En resumen, los viajes pueden ser físicos o espirituales y a veces únicamente observa, pero otras interviene determinantemente en los sucesos lejanos.

En diferentes secciones del texto, recalca los poderes extraordinarios de la mujer dentro de los cuales acentúa su capacidad de bilocalizarse y de intervenir de una manera directa en los sucesos de todo el mundo: “la manifestaba Dios repetidas veces toda la variedad del mundo, como si todo él estuviera dentro de la esfera de su vista: asistiendo a las elecciones de los pontífices, obispos, virreyes, y gobernadores y a sus gobiernos, disposiciones y muertes. Hacíase presente a las batallas y motines de todas las cuatro partes del mundo y en sus reinos y ciudades particulares. Veía los naufragios de los navegantes, las idas y venidas de las flotas, los despachos de galeones, los incendios, las disensiones, las conversiones de los infieles, los martirios y persecuciones de la Iglesia y de los justos, favoreciendo a unos y asistiendo a todos, impidiendo desgracias y sosegando inquietudes, estableciendo paces y ejerciendo el oficio de bienhechora del universo. Veía también su variedad material con tanta claridad y distinción que daba razón de los rostros y trajes de las gentes, de las varias formas y colores de los animales, daba las señas de cada tierra, de los montes, de las ciudades, de su situación con sus calles, plazas y casas, distinguiendo las antiguas de las nuevas, las pequeñas de las grandes y de lo que se estaba haciendo en cada una de ellas. Finalmente, la franqueaba Dios la noticia de los corazones como lo noté ya en otro lugar, unas veces haciéndose ella presente a todas las cosas, otras sintiéndose llevar corriendo o por mejor decir volando su espíritu con las alas de la divina voluntad por todas las naciones del mundo, registrando sus tierras y habitadores, penetrando los cielos, surcando los mares, bajando al Purgatorio y al Infierno.

En más de 40 episodios, Catarina viaja a otras tierras o se traslada a diferentes lugares en la Puebla de los Ángeles. Además, las bilocaciones van desde las de temas muy serios hasta las triviales en que hace viajes aéreos de iglesia a iglesia en Puebla. Además de las bilocaciones que comprueban el dominio de la evangelización jesuita en la Nueva España septentrional después de la rebelión de los indígenas contra los franciscanos y dominicos en Nuevo México, Catarina viaja a lugares exóticos mencionados por Atanasio Kircher en su China Illustrata, y por otros autores de la época.

Existió un galimatías geográfico en la época entre Arabia, India, China, Persia y Japón, y otros lugares distantes, que se manifiesta en las bilocaciones orientales de Catarina. La religiosa recorrió «las Islas Marianas a Filipinas, a los reinos de Japón, Mogol, y China, y en todas partes me manifiesta Dios los muchos que se convierten». Un día mientras viajaba con el arcángel san Miguel, la virgen María se sentó sobre su hombro y roció la sangre de Cristo por las: «ciudades, provincias, reinos […] [y] advertí con particular cuidado en el rostro del Emperador de la China, y me hallé movida a rogar por él, deseosa que se hiciese cristiano, pero no me respondió el Señor». .

El padre Ramos comprueba la eficacia de los ruegos de la mujer cuando llegaron las noticias en 1681 que el «Emperador de la China sabía las oraciones de la doctrina cristiana y con su permiso había muchos cristianos». Además de su presencia en las misiones de América y Asia, hay unas claras empresas políticas insertas en el texto que tienen que ver con la corte de Madrid de Felipe IV y algunas visitas a Carlos II. En las que hace a Felipe IV, dilata las traiciones y los problemas políticos que sufrió España en su reinado.

El padre parece estar describiendo un emblema o pintura que había visto: “Muchos años antes de su muerte, se halló en espíritu la sierva de Dios en la corte de Madrid y vio a la Real Majestad en forma de una Águila grande, de grandes alas, llena de plumas de varios y vistosos colores. Vio también que detrás de ella, estaban otras aves de rapiña aunque pequeñas que encubriéndose con la obscuridad como de una noche tenebrosa y recelándose con amagos de cobardía de ser vistas y sentidas de su coronada reina, la iban poco a poco desplumando y desnudando de la bizarría de sus plumas que iban entre sí dividiendo sin piedad ni justicia. Afligióse la venerable Catarina tanto con lo que entendía debajo de esta simbólica o enigmática figura que la obligó a clamar al Todo Poderoso: «Líbrase a nuestro Rey y señor del riesgo que le amenazaba y que consérvase en unión de verdadera lealtad a todos sus reinos y vasallos».

Felipe IV vivió bajo muchas amenazas por parte de sus reinos y vasallos: los problemas con Francia, Cataluña, Andalucía, Portugal, entre otros, le pesaban. También, narra la venganza de Felipe: «manifestándole cómo la noble y real águila volvió la cabeza con majestuosa gravedad hacia donde estaban las traidores aves y que asombrándolas primero con su vista, tomó después justa venganza de sus reales agravios, cortando con su pico la cabeza a algunas de las más atrevidas».

La bilocación es comprobada cuando «se entendió y verificó con las noticias que vinieron inmediatamente de España a estos reinos de la lastimosa tragedia en que pararon las vidas de tres caballeros, no tan leales como nobles». Transcurren muchos años entre la bilocación a la corte de Felipe IV (1605-1665), y la que hizo a la corte de Carlos II (1661-1700), el “Hechizado”. Cuando Catarina visita la corte de Carlos II, el monarca ya está casado con María Luisa de Orleans, acto que sucedió en 1679. Los primeros intentos de visitar a Carlos II fueron fútiles dado que sufrió mucho por «la desatención de las guardias y descortesías de los criados de escalera abajo con los vasallos pobres o de las sumisiones, venias y promesas vanas de los porteros cuya llave es precisamente la del engaño, interés y codicia».

También, glorifica a la corte de Madrid que tipifica como «nuestra belicosa e ínclita España y cuán bien regida y concertada es toda su monarquía, pues con tanto vigilante, atento y bien intencionado ministro, con tanto próvido y solícito consejero siendo medalla del celestial gobierno, viene a hacer modelo y ejemplar del régimen del orbe».

Rememora que el 14 de mayo de 1680, Carlos II se casó con María Luis de Borbón (Orleans) y la religiosa rogó y clamó a Dios por un heredero. La contestación es una bilocación al real palacio y el privilegio de entrar hasta en los lugares más recónditos y personales de los monarcas: «se la representó, en una de las recámaras en un bien proporcionado salón, su rey y señor debajo de dosel, en un majestuoso trono, asistido de dos gravísimas matronas con ropajes y coronas de reinas, desiguales sólo en edad».

Se refiere, seguramente, a las dos mujeres que dominaban la vida del “Hechizado”: su primera esposa, María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV, el Rey Sol, y, en segundo lugar, la madre del monarca, Mariana de Austria. En esta visita y visión simbólica, observó todos los problemas, rumores y supersticiones alrededor de la incapacidad que tuvieron de producir un heredero para el trono: “vio también un monstruo pez cuya fealdad y fiereza causaba horror y que no podía explicar, llamándole ya tiburón, ya caimán, ya monstruo marino porque su forma era extraordinaria y abominable y sus escamas con tales pintas y manchas que le hacían horrible a la vista. Este dragón infernal o fantástico monstruo dio varias vueltas al real trono, cual león rugiente, hasta que últimamente se recostó al lado de la reina que la pareció de menor edad y que la estaba como acechando la bestia fiera para hacer mal al hijo que se deseaba saliese a luz y juntamente se le representaba a la sierva de Dios en el seno materno, un embrión imperfecto que por falta de disposición no podía llegar a animarse por más que la reina reinante con grandes ansias y lastimosos alaridos lo pretendía conseguir del cielo como quien tenía en él colocadas las esperanzas de su gloriosa posteridad y real sucesión”.

Concluyó que el demonio había tenido la culpa por la esterilidad del rey porque era «a las instancias del demonio […] que desde el pavimento del real trono de día o de noche, no cesaba de presentar criminales querellas en el tribunal de Dios». Después de unos nuevos ruegos a Dios en la real capilla de Carlos II, Catarina amonestó al demonio: «¿Qué puedes tú, bestezuela, contra la Casa de Austria, tan favorecida del Altísimo Sacramento? Su Majestad divina quebrantará la cabeza y tú, avergonzado y corrido, te arrojarás a las lóbregas y obscuras mazmorras del abismo».

Glorifica la Casa de Austria y repite que el demonio es débil en su contra, pero no concluye lo mismo sobre la Casa de Borbón, posiblemente para no imputar esterilidad al Hechizado: «Bien puede ser que con tus astucias esterilices la Casa de Borbón de sucesores que sean reyes pero en la augustísima Casa de Austria no tiene lugar tu agigantado poder, ni refinada malicia». El hagiógrafo quiere universalizar a Catarina e incluirla en el macrocosmos de la religión católica y la política monárquica española. Además de las batallas europeas que la sierva presenció, también, reportó al padre Ramos sobre los ataques de los piratas en Cuba, Santa Marta, Caracas, Panamá, Campeche, Tabasco, Tampico y Veracruz.

No todas las bilocaciones son espectaculares, algunas son muy cotidianas y caprichosas. La intención es de entretener, posiblemente de romper el ritmo lento y pesado de los episodios largos. Por ejemplo, el padre relata que en 1674, Catarina estaba muy enferma. Durante este tiempo, tenía visiones y unas bilocaciones muy mundanas. Una vez, la religiosa recalcó: «he pedido a su Majestad me sacase de esta casa y me llevase a otra donde tuviese más comodidad y tiempo para hacer mis espirituales ejercicios […] porque […] luego me descubre las faltas o imperfecciones que van encubiertas y paliadas con los visos […] y si me doy por desentendida a sus voces, me castiga por desobediente y desconocida».

Por esto, una vez, el Señor la entregó a dos ángeles que «la llevaron a las orillas del mar y que amenazándola con aquel vasto monte de sal e hinchado promontorio de salobres aguas, conmutaron la amenaza en muy buenos azotes que la dieron». Cuando el padre le cuestionó sobre si la experiencia había sido física o en su mente, la mujer le revira que no entendía estas cosas, nada más sabía que le había dolido mucho.


TRASCENDENCIA DE LA VIDA DE CATARINA DE SAN JUAN

Cuando murió Catarina de San Juan el 5 de enero de 1688, hubo pandemónium en la Puebla de los Ángeles. Como si fuera de la elite de la Iglesia, por dos días sus admiradores y otros curiosos formaban una fila de más de cuatro cuadras para ver su cadáver. El sermón panegírico de sus ritos funerarios y dos hagiografías fueron publicados en menos de cuatro años de su muerte. El padre Ramos ha anotado a Catarina como parte de la historia oficial de la Compañía de Jesús en la Nueva España.

Además de los actos extraños y portentosos de la esclava, tiene mandos extraordinarios. Por un lado, el momento solemne causa un disturbio muy grande entre el gentío, «no solo popular sino de las personas de mayor lustre y autoridad en aquella nobilísima república». La extranjera tenía poderes sobrenaturales y todos estaban «ansiosos de ver el cuerpo difunto y conseguir por los merecimientos de su preciosa alma remedio para sus necesidades corporales y espirituales».

En cierto momento, empezaron a entrar en la casa a empujones para ver su cuerpo: «Procurase atajar la desordenada frecuencia de tanto concurso, cerrando y atrancando las puertas de la casa donde vivía, pero el tumultuoso aunque devoto gentío quebrantó los cerrojos y desquició las puertas por dos o tres veces que se intentó este medio como único para reprimir el pueblo en impedir la inquietud que causaba en una casa particular la concurrencia de una tan grande y populosa ciudad».

Por tres días, había una fila de personas que quería observar su cadáver. Sin poder razonar el pandemonio que surgió por la muerte de la esclava, extranjera, analfabeta, de color y sin techo, el biógrafo pretende neutralizarla: «quedó su rostro con una compostura admirable, no achinada, ni pálida, sino blanco y con las facciones que pudieran quedar en la muerte de su color nativo antes que Dios la mudase el rostro».

Los sucesos más pasmosos son cuando el cuerpo está en el Templo del Colegio del Espíritu Santo. El cuerpo “sagrado” es violentado pues todos querían una reliquia arrancada de la muerta: «creció el devoto tumulto y se avivaron las fervorosas ansias de adquirir cada uno de los presentes algún fragmentillo de la mortaja [...] fue necesario toda la humana solicitud y resistencia para que la devoción de los que asistían a honrar el cuerpo difunto no le despedazase [...] hasta que se ocultó el cuerpo con la tapa de la caja».

Con otros actos de fanatismo, el público se vuelve impetuoso: «El segundo asalto que hizo la violenta y desordenada devoción del pueblo para despojar al bendito cuerpo de sus adornos, fue al entrarlo en la capilla [...] la inconsiderada multitud se abalanzó a robarla los pocos adornos que le habían quedado a la difunta, haciendo presa también de los girones y parte de la mortaja sin dejarle ni aun sus zapatos».

CONCLUSIONES

Los múltiples episodios que contienen bilocaciones son cuidadosamente redactados. El padre Ramos ha investigado las circunstancias y los eventos tanto de los esfuerzos jesuitas evangelizadores como de los problemas y las realidades vividos en las cortes de Felipe IV y Carlos II. Sin embargo, las bilocaciones son fácilmente manipulables para servir a varios fines narrativos.

Como los sermones novohispanos que cubrieron las funciones de docere, delectare y movere, las hagiografías usaron las mismas técnicas para satisfacer sus objetivos. Por un lado, entretienen a los lectores y parecen apuntalar a un deseo de crear un expediente para una beatificación. Perú ya tenía sus santos, era hora que Nueva España también tuviera los suyos.

Por el otro, el padre Ramos podía insertar los logros de la Compañía de Jesús en tierras lejanas y posiblemente destacar su trabajo para poder recibir el apoyo económico de la Corona, tal como logró Sor María de Ágreda en Nuevo México. Mediante su obra, comprueba el éxito de la evangelización y la fidelidad del pueblo americano.


NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

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  5. Myers, 2003, pp. 44-45
  6. Myers, 2003, pp. 45-46
  7. Ramos, 1689, I, f. 4
  8. Ramos, 1689, I, f. 5
  9. Conquistador turco-mongol entre 1370-1405 que reinó en la dinastía Timúrida, actualmente formado por Irán, Afganistán, Iraq, y una gran parte de Asia central.
  10. Ramos, 1689, I, f. 5