COFRADÍAS EN URUGUAY

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En el siglo XVIII fueron varias las venerables cofradías que se fundaron en Montevideo y en algunas de las ciudades del territorio uruguayo. Entre ellas se cuentan la «Cofradía de la Virgen del Carmen y Benditas Ánimas del Purgatorio», la «Cofradía de la Virgen de los Dolores», la «Cofradía de San José», y la «Cofradía del Santísimo Sacramento y de la Pura y Limpia Concepción de María». Muchas de ellas estuvieron asociadas a la antigua Iglesia Matriz de Montevideo, devenida con el paso del tiempo en catedral metropolitana.

Las primitivas constituciones de estas hermandades fueron tomadas de sus similares de España, en particular de las de Sevilla. No debe olvidarse, asimismo, la existencia histórica de las llamadas «cofradías de negros», en una ciudad en tiempos en los que se toleraba la esclavitud y era lugar de destino o de paso de muchos miles de esclavos. Así, tuvieron asiento en Montevideo, la «Cofradía de San Baltasar» y la de «San Benito de Palermo», ambas integradas por negros esclavos y libertos.

En forma efímera se establecieron en el siglo XIX algunas cofradías identificadas con devociones que traían consigo los emigrantes, principalmente procedentes de España e Italia; es el caso de la «Cofradía de Nuestra Señora del Huerto», entre otras.

En el siglo XX, la mayoría de estas hermandades desaparecieron por efecto del laicismo imperante en la educación pública que llegó a las leyes y a la sociedad, arrinconando las expresiones de la fe y reduciéndolas al interior de los templos cuando no de las conciencias. No obstante, hacia la mitad del siglo XX, siendo arzobispo de Montevideo, el Dr. Antonio Mª Barbieri -quien fuera más adelante honrado con el capelo cardenalicio-, se intensificó la creación de cofradías sacramentales en las parroquias del país.

En 1948, la asamblea de cofradías sacramentales registró la participación de 22 hermandades: 14 de Montevideo y 8 del resto del territorio nacional, demostrando en los hechos el fervor eucarístico de miles de personas. Fue en esas décadas cuando se registraron las procesiones más numerosas que conocieron las calles de muchas ciudades del Uruguay, como la realizada en noviembre de 1959, en la ciudad de Minas, con 400 hermanos que acompañaron al Santísimo Sacramento. En los años finales de la década del 60 de ese mismo siglo, comenzó a declinar la participación de las hermandades y muchas de ellas fueron apagándose y desaparecieron. En 1983 no llegaban a 12 las hermandades sacramentales del país y en el siglo XXI son menos aún las existentes.

La más antigua de estas hermandades sigue siendo la más vigorosa: la Archicofradía del Santísimo Sacramento y de la Pura y Limpia Concepción de María, que registra una actividad ininterrumpida en la catedral metropolitana desde 1744 hasta el presente, asegurándose que su fundación data de 1740. En las «constituciones» de 1780 se establece que la archicofradía tiene dos funciones principales que son: la fiesta del Corpus Christi y la de la Purísima Concepción; en ambos casos se obliga la hermandad a celebrar estas fiestas con “el lucimiento posible”. En particular, la procesión del día de Corpus Christi era responsabilidad de la archicofradía. Recordando la descripción que el Pbro. Pérez Castellano hiciera de esta celebración en la plaza Matriz de Montevideo en los primeros años del siglo XIX, escribe V. Cicalese: “Hierbas odoríferas alfombraban las calles protegidas con toldos de indianas, reverberaba el oro en los paramentos sacerdotales y en el suntuoso palio de tisú alzado con diez varias de plata; entre los espirales del incienso titilaban los hachones con que los Esclavos del Santísimo Sacramento reverenciaban a su Señor” (Cicalese, 118).

En sus funciones, los hermanos de la Archicofradía del Santísimo Sacramento - tal como lo hicieron sus antecesores - llevan atravesada sobre el pecho una banda de terciopelo carmesí que, en su centro al frente, ostenta una custodia bordada en oro y en la espalda el “signo de la esclavitud del Santísimo Sacramento”, una S y un clavo. Las hermanas por su parte, usan un escapulario de terciopelo carmesí con una custodia bordada en oro en el frente y el signo de la esclavitud en la espalda. Esta hermandad, desde tiempo inmemorial, no solamente ha sostenido el culto eucarístico del principal templo nacional y el decoro de su liturgia, sino que ha contribuido al sostenimiento del Seminario Mayor Arquidiocesano y diversas obras de la Iglesia; también la restauración patrimonial de la fábrica catedralicia y los objetos de culto han sido su objeto.

Pertenecieron a esta hermandad gobernadores de Montevideo como el mariscal Antonio Olaguer y Feliú; grandes comerciantes de los tiempos coloniales, como Cristóbal Salvañach, J. Domingo de las Carreras, Mateo Magariños y Juan Francisco García de Zúñiga; numerosos sacerdotes entre quienes se destacan los del período de la independencia, como son los Pbros. José Manuel Pérez Castellano, Santiago Figueredo, Dámaso A. Larrañaga, y Rafael Zufriategui; militares distinguidos en las grandes campañas de comienzos del siglo XIX; el primer rector de la Universidad Mayor de la República, Pbro. Lorenzo Fernández; hombres de letras e intelectuales como el poeta Juan Zorrilla de San Martín, el codificador Joaquín Requena, el historiador Carlos Ferrés, el arquitecto Elzeario Boix, y una multitud de vecinos de Montevideo en los más de dos siglos y medio de intensa vida cofrade.

BIBLIOGRAFIA

BETTI, José, Primeras Capillas, Órdenes religiosas y Congregaciones piadosas en Montevideo, Montevideo, s. f.

CICALESE, Vicente O., Los Esclavos del Sacramento, Montevideo, 1983; Cofradía de la Guardia de Honor del Santísimo Sacramento en la Metropolitana, Montevideo, 1912; Flores y frutos del Huerto de María. En las Bodas Áureas de la Archicofradía Nuestra Señora del Huerto. 1901-1951, Montevideo, 1952.


FERNANDO AGUERRE