Diferencia entre revisiones de «COMPAÑÍA DE JESÚS. Supresión y restauración pontificia»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En enero de 1769 tal petición fue presentada al papa por España. Clemente XIII no resistió al disgusto por lo que, ya sumido en múltiples preocupaciones muere pocos días después. Tras la muerte de Clemente XIII, el conclave para elegir a su sucesor se abrió en febrero 1769 y duraría tres meses. En el centro de sus preocupaciones estuvo la cuestión de los Jesuitas. Al final se impuso la candidatura apoyada por España del cardenal franciscano conventual Lorenzo Ganganelli, que había sido incluso simpatizante de los Jesuitas, pero que en el conclave se había mantenido con una actitud ambigua.  
 
En enero de 1769 tal petición fue presentada al papa por España. Clemente XIII no resistió al disgusto por lo que, ya sumido en múltiples preocupaciones muere pocos días después. Tras la muerte de Clemente XIII, el conclave para elegir a su sucesor se abrió en febrero 1769 y duraría tres meses. En el centro de sus preocupaciones estuvo la cuestión de los Jesuitas. Al final se impuso la candidatura apoyada por España del cardenal franciscano conventual Lorenzo Ganganelli, que había sido incluso simpatizante de los Jesuitas, pero que en el conclave se había mantenido con una actitud ambigua.  
  
Ganganelli, quien tomó el nombre de Clemente XIV(1769-1774), era un hombre culto y piadoso, y una vez elegido papa se propuso ganarse la confianza de las cortes católicas, sobre todo las borbónicas. Al nuevo papa le faltaba aquella fuerza, sabiduría y capacidad de decisiones seguras que había caracterizado a otro antecesor suyo, Benedicto XIV, que ya se había encontrado en circunstancias semejantes.<ref>Cf. MARTINA G., Storia della Chiesa, vol. 2, Clemente XIV e la soppressione. Giudizio sulla soppressione della Compagnia di Gesù, pp. 313-318.</ref>Durante el conclave no se había pronunciado con claridad sobre el asunto.  
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Ganganelli, quien tomó el nombre de Clemente XIV(1769-1774), era un hombre culto y piadoso, y una vez elegido papa se propuso ganarse la confianza de las cortes católicas, sobre todo las borbónicas. Al nuevo papa le faltaba aquella fuerza, sabiduría y capacidad de decisiones seguras que había caracterizado a otro antecesor suyo, Benedicto XIV, que ya se había encontrado en circunstancias semejantes.<ref>Cf. MARTINA G., ''Storia della Chiesa'', vol. 2, ''Clemente XIV e la soppressione. Giudizio sulla soppressione della Compagnia di Gesù'', pp. 313-318.</ref>Durante el conclave no se había pronunciado con claridad sobre el asunto.  
  
 
==Fuertes presiones de algunas de las Potencias europeas sobre el Papa para la supresión total==
 
==Fuertes presiones de algunas de las Potencias europeas sobre el Papa para la supresión total==
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==El breve de supresión «Dominus ac Redemptor»==
 
==El breve de supresión «Dominus ac Redemptor»==
  
El 12 de agosto de 1773 Clemente XIV firmó el breve «Dominus ac Redemptor», prefechado el 21 de julio.<ref>Texto latino del breve en Bullarii romani continuatio, V, Prati 1845, pp. 619-629.</ref>Se trató de un breve, no de una bula, lo que tuvo una importancia fundamental, ya que su aplicación dependía de los receptores del mismo y por lo tanto no tenía un valor universal inmediato. Ello salvaría la sobrevivencia de los Jesuitas en aquellos Estados como la Prusia protestante de Federico II y en el Imperio Ruso de Catalina «la Grande», donde el documento no fue reconocido o aceptado.  
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El 12 de agosto de 1773 Clemente XIV firmó el breve «Dominus ac Redemptor», prefechado el 21 de julio.<ref>Texto latino del breve en ''Bullarii romani continuatio'', V, Prati 1845, pp. 619-629.</ref>Se trató de un breve, no de una bula, lo que tuvo una importancia fundamental, ya que su aplicación dependía de los receptores del mismo y por lo tanto no tenía un valor universal inmediato. Ello salvaría la sobrevivencia de los Jesuitas en aquellos Estados como la Prusia protestante de Federico II y en el Imperio Ruso de Catalina «la Grande», donde el documento no fue reconocido o aceptado.  
  
 
El texto del breve recuerda las acusaciones contra la Compañía de Jesús, pero no toca los puntos debatidos y justifica la supresión apelando a la necesidad de una paz duradera, imposible de conseguir mientras siga viva la Orden y los intereses de los miembros que podrían, una vez libres de su pertenencia a la misma, ocuparse debidamente a los varios ministerios. La supresión fue ejecutada en Roma el 16 de agosto de 1773.  
 
El texto del breve recuerda las acusaciones contra la Compañía de Jesús, pero no toca los puntos debatidos y justifica la supresión apelando a la necesidad de una paz duradera, imposible de conseguir mientras siga viva la Orden y los intereses de los miembros que podrían, una vez libres de su pertenencia a la misma, ocuparse debidamente a los varios ministerios. La supresión fue ejecutada en Roma el 16 de agosto de 1773.  
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Todas las casas de los Jesuitas fueron ocupadas por las tropas del Estado pontificio y el padre general de los Jesuitas, el Padre Lorenzo Ricci fue arrestado en la casa general de Roma y encarcelado en el Castillo de Sant Ángelo; le fue incoado un simulacro de proceso, interrumpido porque no tenía fundamento alguno al no existir hecho alguno de qué acusarlo. Sin embargo, el Padre Ricci permaneció injustamente encarcelado en aquel Castillo hasta su muerte.  
 
Todas las casas de los Jesuitas fueron ocupadas por las tropas del Estado pontificio y el padre general de los Jesuitas, el Padre Lorenzo Ricci fue arrestado en la casa general de Roma y encarcelado en el Castillo de Sant Ángelo; le fue incoado un simulacro de proceso, interrumpido porque no tenía fundamento alguno al no existir hecho alguno de qué acusarlo. Sin embargo, el Padre Ricci permaneció injustamente encarcelado en aquel Castillo hasta su muerte.  
  
Clemente XIV, muerto al año siguiente, 1774, catorce meses después del breve, probablemente lo habría hecho liberar, pero el mismo Padre Ricci morirá en 1775. El Padre Ricci, en su lecho de muerte protestó de nuevo confesando la inocencia de la Orden y la suya personal, y que lo hacía para que no quedase alguna duda sobre el comportamiento de la Orden, acusada por sus enemigos de entonces de intrigas políticas e incluso de haber instigado levantamientos revolucionarios y guerras.<ref>Un caso típico de estas acusaciones fue la calumnia levantada por Pombal con la publicación de un panfleto: Relación breve de la Republica que los religiosos jesuitas […] han establecido en los Dominios ultramarinos de las Dos Monarquías y de la Guerra, que en ella han movido y sostenido contra los Ejércitos Españoles y Portugueses, Lisboa 1758.</ref>
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Clemente XIV, muerto al año siguiente, 1774, catorce meses después del breve, probablemente lo habría hecho liberar, pero el mismo Padre Ricci morirá en 1775. El Padre Ricci, en su lecho de muerte protestó de nuevo confesando la inocencia de la Orden y la suya personal, y que lo hacía para que no quedase alguna duda sobre el comportamiento de la Orden, acusada por sus enemigos de entonces de intrigas políticas e incluso de haber instigado levantamientos revolucionarios y guerras.<ref>Un caso típico de estas acusaciones fue la calumnia levantada por Pombal con la publicación de un panfleto: ''Relación breve de la Republica que los religiosos jesuitas […] han establecido en los Dominios ultramarinos de las Dos Monarquías y de la Guerra, que en ella han movido y sostenido contra los Ejércitos Españoles y Portugueses'', Lisboa 1758.</ref>
 
 
En las demás ciudades el breve debía ser aplicado gradualmente, porque contrariamente a la práctica normal de la praxis canónica, entraba en vigor no solamente tras su publicación en Roma, sino tras su publicación en cada diócesis, y ello con el fin de salvar la usurpación indebida de sus bienes por gentes sin escrúpulos. Esta circunstancia y la prohibición de su publicación por parte de la zarina Catalina de Rusia, permitió que un pequeño grupo de Jesuitas polacos pudiesen sobrevivir,<ref>INGLOT Marek, S.J., La Compagnia di Gesù nell'Impero Russo (1772-1820) e la sua parte nella restaurazione generale della Compagnia, Roma: Editrice Pontificia Università Gregoriana, 1997.</ref>con la aprobación oral de Pío VI,<ref>Pio VI papa. - Giannangelo Braschi (Cesena 1717 - Valence, en el Delfinado, Francia, 1799), papa: 15/21774-+28/8/1799. Bajo su pontificado la Iglesia sufrió graves golpes con la difusión del jurisdiccionalismo y el regalismo, la explosión de la Revolución Francesa y luego con las campañas napoleónicas: tras la pérdida (Paz de Tolentino, 1796) de las Legaciones pontificias y la proclamación de la República romana (1798), el Papa fue despuesto y detenido; muere preso en Francia.</ref>que liberó a los Jesuitas encarcelados y aprobó oralmente a las provincias que habían sobrevivido.
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En las demás ciudades el breve debía ser aplicado gradualmente, porque contrariamente a la práctica normal de la praxis canónica, entraba en vigor no solamente tras su publicación en Roma, sino tras su publicación en cada diócesis, y ello con el fin de salvar la usurpación indebida de sus bienes por gentes sin escrúpulos. Esta circunstancia y la prohibición de su publicación por parte de la zarina Catalina de Rusia, permitió que un pequeño grupo de Jesuitas polacos pudiesen sobrevivir,<ref>INGLOT Marek, S.J., ''La Compagnia di Gesù nell'Impero Russo (1772-1820) e la sua parte nella restaurazione generale della Compagnia'', Roma: Editrice Pontificia Università Gregoriana, 1997.</ref>con la aprobación oral de Pío VI,<ref>Pio VI papa. - Giannangelo Braschi (Cesena 1717 - Valence, en el Delfinado, Francia, 1799), papa: 15/21774-+28/8/1799. Bajo su pontificado la Iglesia sufrió graves golpes con la difusión del jurisdiccionalismo y el regalismo, la explosión de la Revolución Francesa y luego con las campañas napoleónicas: tras la pérdida (Paz de Tolentino, 1796) de las Legaciones pontificias y la proclamación de la República romana (1798), el Papa fue despuesto y detenido; muere preso en Francia.</ref>que liberó a los Jesuitas encarcelados y aprobó oralmente a las provincias que habían sobrevivido.
  
 
==Sobrevivencia y restauración de la Orden==
 
==Sobrevivencia y restauración de la Orden==
  
Tras su muerte, el nuevo papa Pío VII,<ref>Pio VII papa, elegido en Venecia, al estar Roma ocupada por los revolucionarios franceses, el 14/3/1800: Gregorio Luigi Barnaba Chiaramonti (Cesena 1742 - Roma 1823). El nuevo Papa, tras las persecuciones sufridas por la Iglesia por parte de la Revolución Francesa, restaura el influjo de la Iglesia en Francia con el Concordato con Napoleón Bonaparte (1801) y promueve varias reformas en los Estados Pontificios. Corona (1804) emperador a Napoleón, que tras haber decretado el final del dominio temporal de los Papas (1809) lo hizo arrestar, liberándolo en vísperas de su derrota y caída definitiva. Tras la Restauración (1814), Pío VII reforma la administración pontificia (1816) y promueve concordatos con varios Estados.</ref>poco después de su elección en 1801, aprueba primero oralmente la Compañía. Poco podía hacer este papa que se vio también presionado por Napoleón y luego también obligado al exilio. Aquel grupo que había sobrevivido en el Imperio zarista sería el lazo de unión entre la Compañía, restablecida por Pío VII el 17 de agosto de 1814, tras su regreso a Roma el 24 de mayo de 1814, con el breve «Sollicitudo ómnium ecclesiarum».<ref>Breve de Pío VII, Sollicitudo ómnium ecclesiarum…,[Reintegratio Societatis Jesu in pristinum statum in universo orbe catholico] del “die nona augusti millesimo octingentesimo decimo quarto, pontificatus Nostri anno decimoquinto” [17 de agosto de 1814], en Bullarii romani continuatio, V, Prati 1845, pp. 1096-1099.</ref>
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Tras su muerte, el nuevo papa Pío VII,<ref>Pio VII papa, elegido en Venecia, al estar Roma ocupada por los revolucionarios franceses, el 14/3/1800: Gregorio Luigi Barnaba Chiaramonti (Cesena 1742 - Roma 1823). El nuevo Papa, tras las persecuciones sufridas por la Iglesia por parte de la Revolución Francesa, restaura el influjo de la Iglesia en Francia con el Concordato con Napoleón Bonaparte (1801) y promueve varias reformas en los Estados Pontificios. Corona (1804) emperador a Napoleón, que tras haber decretado el final del dominio temporal de los Papas (1809) lo hizo arrestar, liberándolo en vísperas de su derrota y caída definitiva. Tras la Restauración (1814), Pío VII reforma la administración pontificia (1816) y promueve concordatos con varios Estados.</ref>poco después de su elección en 1801, aprueba primero oralmente la Compañía. Poco podía hacer este papa que se vio también presionado por Napoleón y luego también obligado al exilio. Aquel grupo que había sobrevivido en el Imperio zarista sería el lazo de unión entre la Compañía, restablecida por Pío VII el 17 de agosto de 1814, tras su regreso a Roma el 24 de mayo de 1814, con el breve «Sollicitudo ómnium ecclesiarum».<ref>Breve de Pío VII, ''Sollicitudo ómnium ecclesiarum…,[Reintegratio Societatis Jesu in pristinum statum in universo orbe catholico''] del ''“die nona augusti millesimo octingentesimo decimo quarto, pontificatus Nostri anno decimoquinto”'' [17 de agosto de 1814], en ''Bullarii romani continuatio'', V, Prati 1845, pp. 1096-1099.</ref>
  
 
La supresión de la Compañía había sido vista como la victoria de la ilustración racionalista y del regalismo sobre la Iglesia; ahora su restauración tras las tormentas revolucionarias desencadenadas por la Revolución Francesa fue vista por muchos como una victoria del «ultramontanismo» católico contra el naciente liberalismo anticlerical. Sin embargo, dadas las circunstancias históricas del momento en el que se veían confrontadas las tendencias sostenidas por un anticlericalismo radical y por los reformistas liberales, formados por grupos importantes de responsables culturales y políticos, con otros grupos de conservadores del viejo régimen que pretendían restaurar. Precisamente por esta confusión latente en los viejos estados europeos y en los nuevos americanos, no fue sencilla la aceptación de la restauración de la Compañía en muchos de ellos por querer los primeros colocarla entre los intentos de restaurar el antiguo régimen.
 
La supresión de la Compañía había sido vista como la victoria de la ilustración racionalista y del regalismo sobre la Iglesia; ahora su restauración tras las tormentas revolucionarias desencadenadas por la Revolución Francesa fue vista por muchos como una victoria del «ultramontanismo» católico contra el naciente liberalismo anticlerical. Sin embargo, dadas las circunstancias históricas del momento en el que se veían confrontadas las tendencias sostenidas por un anticlericalismo radical y por los reformistas liberales, formados por grupos importantes de responsables culturales y políticos, con otros grupos de conservadores del viejo régimen que pretendían restaurar. Precisamente por esta confusión latente en los viejos estados europeos y en los nuevos americanos, no fue sencilla la aceptación de la restauración de la Compañía en muchos de ellos por querer los primeros colocarla entre los intentos de restaurar el antiguo régimen.
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¿Se puede hoy día, tras los numerosos debates historiográficos sobre el tema dar un juicio histórico desapasionado sobre un hecho como este que tuvo consecuencias de tan grave envergadura en la historia cultural y eclesial no sólo de entonces, sino también en los tiempos que siguieron?<ref>Un juicio sobre el argumento puede verse en una abundante bibliografía. Señalamos J. CEJUDO - T. EGIDO, Introducción, en P. R. de Campomanes, Dictamen Fiscal de Expulsión de los Jesuitas de España, pp.5-39.  G. MARTINA, Storia della Chiesa, vol. 2, Nuevas orientaciones historiográficas y metodológicas, ofrece una densa síntesis sobre el argumento, pp. 316-318.</ref>¿Cuáles han sido las motivaciones o las razones de aquella programada y metódica extinción? ¿Qué ha representado su supresión?
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¿Se puede hoy día, tras los numerosos debates historiográficos sobre el tema dar un juicio histórico desapasionado sobre un hecho como este que tuvo consecuencias de tan grave envergadura en la historia cultural y eclesial no sólo de entonces, sino también en los tiempos que siguieron?<ref>Un juicio sobre el argumento puede verse en una abundante bibliografía. Señalamos J. CEJUDO - T. EGIDO, ''Introducción, en P. R. de Campomanes, Dictamen Fiscal de Expulsión de los Jesuitas de España'', pp.5-39.  G. MARTINA'', Storia della Chiesa, vol. 2, Nuevas orientaciones historiográficas y metodológicas'', ofrece una densa síntesis sobre el argumento, pp. 316-318.</ref>¿Cuáles han sido las motivaciones o las razones de aquella programada y metódica extinción? ¿Qué ha representado su supresión?
  
 
Gran parte de los historiadores admiten que la supresión de la Compañía de Jesús fue una fuerte derrota de la Iglesia y del papado: fue la conclusión de una larga serie de humillaciones y de asaltos por parte del regalismo jurisdiccionalita. Su supresión trajo consigo daños incalculables, sobre todo en el mundo extraeuropeo, como en el Continente americano y en el de las misiones de Oriente, donde de repente grandes empresas misioneras se vieron clausuradas durante más de un siglo, prácticamente hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX.  
 
Gran parte de los historiadores admiten que la supresión de la Compañía de Jesús fue una fuerte derrota de la Iglesia y del papado: fue la conclusión de una larga serie de humillaciones y de asaltos por parte del regalismo jurisdiccionalita. Su supresión trajo consigo daños incalculables, sobre todo en el mundo extraeuropeo, como en el Continente americano y en el de las misiones de Oriente, donde de repente grandes empresas misioneras se vieron clausuradas durante más de un siglo, prácticamente hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX.  
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En algunos lugares como las reducciones del Paraguay, en el Río de la Plata y en Brasil, se cerraron para siempre causando uno de los mayores desastres de la historia misionera. Lo mismo se puede decir de las misiones jesuitas en otros lugares del entonces Imperio español americano, como en los virreinatos de la Nueva España, del Perú, Nueva Granada, en América Central, en Chile y en el Brasil portugués.  
 
En algunos lugares como las reducciones del Paraguay, en el Río de la Plata y en Brasil, se cerraron para siempre causando uno de los mayores desastres de la historia misionera. Lo mismo se puede decir de las misiones jesuitas en otros lugares del entonces Imperio español americano, como en los virreinatos de la Nueva España, del Perú, Nueva Granada, en América Central, en Chile y en el Brasil portugués.  
  
En otros lugares como en el Oriente el desastre fue de consecuencias incalculables, desde la India a China, pasando por el Vietnam y sobre todo las Filipinas.<ref>LOPETEGUI L., La Sda Congr. [de P.F.] en la supresión y restablecimiento de la Compañía de Jesús, en S.C.P.F. Memoria Rerum, 350 anni a servicio delle Missioni 1622-1992, II, 1700-1715, Roma – Friburg – Wien 1973.</ref>Luego, en los tiempos de la Revolución Francesa aquel desastre llegará a su zenit cuando esta destruyó prácticamente todas las Órdenes religiosas en Francia, proceso imitado más tarde por gobiernos liberales. Si bien en aquellos tiempos difíciles comienza un nuevo y lento nacimiento de un movimiento misionero y de congregaciones religiosas, con frecuencia a la sombra de la Compañía de Jesús restaurada, el proceso sería lento y lleno de dificultades objetivas.
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En otros lugares como en el Oriente el desastre fue de consecuencias incalculables, desde la India a China, pasando por el Vietnam y sobre todo las Filipinas.<ref>LOPETEGUI L., ''La Sda Congr.'' [de P.F.] ''en la supresión y restablecimiento de la Compañía de Jesús, en S.C.P.F. Memoria Rerum, 350 anni a servicio delle Missioni 1622-1992'', II, 1700-1715, Roma – Friburg – Wien 1973.</ref>Luego, en los tiempos de la Revolución Francesa aquel desastre llegará a su zenit cuando esta destruyó prácticamente todas las Órdenes religiosas en Francia, proceso imitado más tarde por gobiernos liberales. Si bien en aquellos tiempos difíciles comienza un nuevo y lento nacimiento de un movimiento misionero y de congregaciones religiosas, con frecuencia a la sombra de la Compañía de Jesús restaurada, el proceso sería lento y lleno de dificultades objetivas.
  
¿Qué juicio merecería la actuación de Clemente XIV? El tema ha sido objeto en el siglo XX de encendidos debates.<ref>Ya en el s. XVII comenzaron las diatribas anti jesuíticas por motivos especialmente de sus posiciones doctrinales frente al jansenismo, doctrinas sobre la gracia y galicanismo; la obra de Pascal Provinciales es un clásico de tales diatribas. Entre los adversarios más pertinaces encontramos en primera línea a los jansenistas, que combatidos doctrinalmente por los jesuitas (que sostuvieron las diversas intervenciones de los Papas sobre el argumento), promovieron una guerra sin cuartel contra ellos con la revista “Nouvelles Ecclésiastiques”. Por su parte los jesuitas, también polémicamente, habían a veces acusado de jansenismo a personalidades que poco tenían que ver con los mismos doctrinalmente sólo porque no compartían sus posiciones doctrinales del “molinismo” y del “probabilismo”, como se puede ver en la obra del jesuita francés Dominique de Colonia (1660-1741) en su Bibliothèque Janséniste (Lyon 1722), puesta en el Índice de libros prohibidos por Benedicto XIV en 1749, y republicada de nuevo, corregida por otro jesuita, Patouillet, en 1752 (Dictionaire des libres jansénistes ou que favorisente le jansénisme), también prohibida.<br>Otra cuestión, caballo de batalla contra los jesuitas fue la “cuestión de los ritos” (chinos y malabáricos) acusando a los jesuitas de mezclar actitudes sincretistas e incluso de aceptar posiciones ambiguamente idolátricas, y mostrarse desobedientes a las directivas de la Santa Sede. Los “ritos chinos”, en una polémica interminable que se arrastrará a lo largo de más de un siglo, serán condenados “sic ac simpliciter” por Benedicto XIV en 1742 según la versión que sus contrarios hicieron pasar de manera hoy juzgada errónea en su presentación.<br>Pero todos estos aspectos no eran las causas de la fuerte oposición anti jesuítica, sino bien otras, como eran el sistema educativo y el fuerte influjo que ejercitaban en las varias cortes europeas, así como su concepción de la vida religiosa regular y las fuertes controversias doctrinales del momento sobre la gracia y el probabilismo en el campo de la moral. Sus enemigos tenían fuertes apoyos en algunos miembros de la Curia romana, entre ellos algunos cardenales (Archinto, Passionei, Marefoschi, Orsi, Spinelli, Corsini, el general de los agustinos, el peruano Vázquez, y los numerosos círculos filo jansenistas en Roma y en el resto del mundo católico.<br>Ya en el s. XVIII sus enemigos crecieron a desmedida. Fueron publicados numerosos escritos a ellos hostiles, cuyo catálogo es muy abundante: cfr. A. GABRIELLI, Libelli antigesuiti nel secolo XVIII, en “Nuova Antologia”, 124 (1906), pp. 239-260. Entre otros escritos se deben recordar: B. TANUCCI, Le inquietudini dei gesuiti, Napoli 1764; I gesuiti convinti di spilorceria…, s.l. 1760; Lettera di un cavaliere amico fiorentino al Reverendissimo padre Lorenzo Ricci generale de’ gesuiti esortandolo ad una riforma generale del suo ordine, Lugano (Venezia, de hecho) 1761. Estuvo muy difundido el opúsculo de POMBAL, Relazione breve della Repubblica che i religiosi gesuiti […] hanno stabilita nei Domini oltremarini delle Due Monarchie, e de la Guerra, che in essa hanno mossa e sostenuta contro gli Eserciti Spagnuoli e Portoghesi, Lisboa 1758.<br>En tiempos actuales los estudios históricos tocan varios temas diversificados como: la “temporalidades” (bienes) de los jesuitas; la ejecución del breve papal en los varios Estados; la difícil y prácticamente no sustitución de los jesuitas en las misiones con el consecuente desastre para la historia de la evangelización: un ejemplo para todos el caso de la “Reducciones del Paraguay”, pero los casos son múltiples; la destrucción de un sistema educativo que aceró la educación (colegios, universidades, investigaciones científicas…) en los Estados donde fueron suprimidos con muy graves pérdidas irreparables a lo largo de más de un siglo en el campo cultural, con pérdidas ingentes de bienes culturales, como archivos y bibliotecas, y un largo etc…</ref>Algunos, como el jesuita Kratz, tachan al Papa su comportamiento ambiguo y enigmático y su desinterés por la suerte de las víctimas. Además, en el mundo político de entonces había potencias que eran todavía favorables a los jesuitas, pero Clemente XIV se dejó arrastrar por insistentes y pesadas influencias de las cortes borbónicas y que no habría visto que ceder ante tanta presión. Por otra parte, el Imperio austriaco bien poco podía hacer, según otros, ya que el mundo alemán estaba impregnado por una fuerte mentalidad febroniana (episcopalismo exacerbado) y por lo tanto con sentimientos claramente desfavorables al Papa.  
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¿Qué juicio merecería la actuación de Clemente XIV? El tema ha sido objeto en el siglo XX de encendidos debates.<ref>Ya en el s. XVII comenzaron las diatribas anti jesuíticas por motivos especialmente de sus posiciones doctrinales frente al jansenismo, doctrinas sobre la gracia y galicanismo; la obra de Pascal Provinciales es un clásico de tales diatribas. Entre los adversarios más pertinaces encontramos en primera línea a los jansenistas, que combatidos doctrinalmente por los jesuitas (que sostuvieron las diversas intervenciones de los Papas sobre el argumento), promovieron una guerra sin cuartel contra ellos con la revista ''“Nouvelles Ecclésiastiques”''. Por su parte los jesuitas, también polémicamente, habían a veces acusado de jansenismo a personalidades que poco tenían que ver con los mismos doctrinalmente sólo porque no compartían sus posiciones doctrinales del “molinismo” y del “probabilismo”, como se puede ver en la obra del jesuita francés Dominique de Colonia (1660-1741) en su ''Bibliothèque Janséniste'' (Lyon 1722), puesta en el Índice de libros prohibidos por Benedicto XIV en 1749, y republicada de nuevo, corregida por otro jesuita, Patouillet, en 1752 (''Dictionaire des libres jansénistes ou que favorisente le jansénisme''), también prohibida.<br>Otra cuestión, caballo de batalla contra los jesuitas fue la “cuestión de los ritos” (chinos y malabáricos) acusando a los jesuitas de mezclar actitudes sincretistas e incluso de aceptar posiciones ambiguamente idolátricas, y mostrarse desobedientes a las directivas de la Santa Sede. Los “ritos chinos”, en una polémica interminable que se arrastrará a lo largo de más de un siglo, serán condenados “sic ac simpliciter” por Benedicto XIV en 1742 según la versión que sus contrarios hicieron pasar de manera hoy juzgada errónea en su presentación.<br>Pero todos estos aspectos no eran las causas de la fuerte oposición anti jesuítica, sino bien otras, como eran el sistema educativo y el fuerte influjo que ejercitaban en las varias cortes europeas, así como su concepción de la vida religiosa regular y las fuertes controversias doctrinales del momento sobre la gracia y el probabilismo en el campo de la moral. Sus enemigos tenían fuertes apoyos en algunos miembros de la Curia romana, entre ellos algunos cardenales (Archinto, Passionei, Marefoschi, Orsi, Spinelli, Corsini, el general de los agustinos, el peruano Vázquez, y los numerosos círculos filo jansenistas en Roma y en el resto del mundo católico.<br>Ya en el s. XVIII sus enemigos crecieron a desmedida. Fueron publicados numerosos escritos a ellos hostiles, cuyo catálogo es muy abundante: cfr. A. GABRIELLI, Libelli antigesuiti nel secolo XVIII, en “Nuova Antologia”, 124 (1906), pp. 239-260. Entre otros escritos se deben recordar: B. TANUCCI, Le inquietudini dei gesuiti, Napoli 1764; I gesuiti convinti di spilorceria…, s.l. 1760; Lettera di un cavaliere amico fiorentino al Reverendissimo padre Lorenzo Ricci generale de’ gesuiti esortandolo ad una riforma generale del suo ordine, Lugano (Venezia, de hecho) 1761. Estuvo muy difundido el opúsculo de POMBAL, Relazione breve della Repubblica che i religiosi gesuiti […] hanno stabilita nei Domini oltremarini delle Due Monarchie, e de la Guerra, che in essa hanno mossa e sostenuta contro gli Eserciti Spagnuoli e Portoghesi, Lisboa 1758.<br>En tiempos actuales los estudios históricos tocan varios temas diversificados como: la “temporalidades” (bienes) de los jesuitas; la ejecución del breve papal en los varios Estados; la difícil y prácticamente no sustitución de los jesuitas en las misiones con el consecuente desastre para la historia de la evangelización: un ejemplo para todos el caso de la “Reducciones del Paraguay”, pero los casos son múltiples; la destrucción de un sistema educativo que aceró la educación (colegios, universidades, investigaciones científicas…) en los Estados donde fueron suprimidos con muy graves pérdidas irreparables a lo largo de más de un siglo en el campo cultural, con pérdidas ingentes de bienes culturales, como archivos y bibliotecas, y un largo etc…</ref>Algunos, como el jesuita Kratz, tachan al Papa su comportamiento ambiguo y enigmático y su desinterés por la suerte de las víctimas. Además, en el mundo político de entonces había potencias que eran todavía favorables a los jesuitas, pero Clemente XIV se dejó arrastrar por insistentes y pesadas influencias de las cortes borbónicas y que no habría visto que ceder ante tanta presión. Por otra parte, el Imperio austriaco bien poco podía hacer, según otros, ya que el mundo alemán estaba impregnado por una fuerte mentalidad febroniana (episcopalismo exacerbado) y por lo tanto con sentimientos claramente desfavorables al Papa.  
  
 
El historiador Ludwig von Pastor en su «Historia de los papas» se muestra severo con el modo de proceder del Papa.<ref>L. von Pastor, Storia dei papi dalla fine del Medio Evo, XVI, 2, Roma 1933 (las citas son de la ed. de 1955), a la cual siguió la polémica entre el franciscano conventual P.L. Cicchitto, "Miscellanea Francescana", 34, 1934, pp. 189-231, 313-21, y los jesuitas P. Leturia, "La Civiltà Cattolica", 84, 1934, nr. 4, pp. 225-40, ed. E. Rosa, ibid., 85, 1935, nr. 1, pp. 17-35. La posición jesuítica fue retomada y ampliada en G. Kratz-P. Leturia, Intorno al "Clemente XIV" del barone von Pastor, I, Sulla opera del Pastor; II, Sulla paternità del volume, Roma 1935. Más tardía, en la línea de Cicchitto, O. Montenovesi, Un pontificato da riabilitare, il papa Clemente XIV e il volume a lui dedicato da L. von Pastor, "Archivi. Archivi d'Italia e Rassegna Internazionale degli Archivi", 8, 1941, pp. 98-121. Ambas posiciones han sido claramente superadas por los debates historiográficos más recientes. A Theiner se debe también la edición: Clementis XIV Pont. Max. [sic] Epistolae et brevia selectiora ac nonnulla alia acta pontificatum ejus illustrantia, quae ex secretioribus tabulariis vaticanis depromisit et nunc primum edidit [...], Parisiis 1852 (para todos los documentos del pontificado de Clemente XIV: cfr. Bullarii Romani continuatio summorum Pontificum, IV, Continens pontificatus Clementis XIV, Romae 1841).</ref>Algunos santos como san Alfonso María de Ligorio y san Pablo de la Cruz, para sostener la medida extrema del Papa, citan algunas frases, que según ellos habrían pronunciado en defensa de su actuación. Sin embargo, no está claro la autenticidad de tales frases, que, si de veras hubiesen sido pronunciadas, y como señala Martina, les tocó vivir en medio de una fuerte tempestad y que su preocupación era sin duda la de defender al Papa.<ref>Cf. MARTINA G., Storia della Chiesa, vol. 2, Ibidem, p. pp. 316-318.</ref>   
 
El historiador Ludwig von Pastor en su «Historia de los papas» se muestra severo con el modo de proceder del Papa.<ref>L. von Pastor, Storia dei papi dalla fine del Medio Evo, XVI, 2, Roma 1933 (las citas son de la ed. de 1955), a la cual siguió la polémica entre el franciscano conventual P.L. Cicchitto, "Miscellanea Francescana", 34, 1934, pp. 189-231, 313-21, y los jesuitas P. Leturia, "La Civiltà Cattolica", 84, 1934, nr. 4, pp. 225-40, ed. E. Rosa, ibid., 85, 1935, nr. 1, pp. 17-35. La posición jesuítica fue retomada y ampliada en G. Kratz-P. Leturia, Intorno al "Clemente XIV" del barone von Pastor, I, Sulla opera del Pastor; II, Sulla paternità del volume, Roma 1935. Más tardía, en la línea de Cicchitto, O. Montenovesi, Un pontificato da riabilitare, il papa Clemente XIV e il volume a lui dedicato da L. von Pastor, "Archivi. Archivi d'Italia e Rassegna Internazionale degli Archivi", 8, 1941, pp. 98-121. Ambas posiciones han sido claramente superadas por los debates historiográficos más recientes. A Theiner se debe también la edición: Clementis XIV Pont. Max. [sic] Epistolae et brevia selectiora ac nonnulla alia acta pontificatum ejus illustrantia, quae ex secretioribus tabulariis vaticanis depromisit et nunc primum edidit [...], Parisiis 1852 (para todos los documentos del pontificado de Clemente XIV: cfr. Bullarii Romani continuatio summorum Pontificum, IV, Continens pontificatus Clementis XIV, Romae 1841).</ref>Algunos santos como san Alfonso María de Ligorio y san Pablo de la Cruz, para sostener la medida extrema del Papa, citan algunas frases, que según ellos habrían pronunciado en defensa de su actuación. Sin embargo, no está claro la autenticidad de tales frases, que, si de veras hubiesen sido pronunciadas, y como señala Martina, les tocó vivir en medio de una fuerte tempestad y que su preocupación era sin duda la de defender al Papa.<ref>Cf. MARTINA G., Storia della Chiesa, vol. 2, Ibidem, p. pp. 316-318.</ref>   

Revisión del 11:22 15 may 2021

Hacia la supresión pontificia de la Compañía de Jesús

Las Potencias católicas europeas que ya habían expulsado a los Jesuitas de sus respectivos dominios, continuaron con decidida fuerza su política anti eclesiástica sin que sirvieran para nada las protestas del papa Clemente XIII sobre la supresión de la Compañía en sus Estados. No solamente continuaron en su política, sino que se propusieron al unísono, capitaneadas por la España de Carlos III, exigir al papa la supresión total de la Compañía en toda la Iglesia.

En enero de 1769 tal petición fue presentada al papa por España. Clemente XIII no resistió al disgusto por lo que, ya sumido en múltiples preocupaciones muere pocos días después. Tras la muerte de Clemente XIII, el conclave para elegir a su sucesor se abrió en febrero 1769 y duraría tres meses. En el centro de sus preocupaciones estuvo la cuestión de los Jesuitas. Al final se impuso la candidatura apoyada por España del cardenal franciscano conventual Lorenzo Ganganelli, que había sido incluso simpatizante de los Jesuitas, pero que en el conclave se había mantenido con una actitud ambigua.

Ganganelli, quien tomó el nombre de Clemente XIV(1769-1774), era un hombre culto y piadoso, y una vez elegido papa se propuso ganarse la confianza de las cortes católicas, sobre todo las borbónicas. Al nuevo papa le faltaba aquella fuerza, sabiduría y capacidad de decisiones seguras que había caracterizado a otro antecesor suyo, Benedicto XIV, que ya se había encontrado en circunstancias semejantes.[1]Durante el conclave no se había pronunciado con claridad sobre el asunto.

Fuertes presiones de algunas de las Potencias europeas sobre el Papa para la supresión total

Una vez elegido papa, se encontró con la férrea decisión de los Borbones de actuar sus planes políticos regalistas en relación también a la supresión de la Compañía. Además, el nuevo papa no supo escoger colaboradores capaces en aquellos momentos tan sumamente delicados; actuaba confiando solo en algunos de sus más íntimos colaboradores, dejando de lado el consejo de cardenales y obispos que lo habrían podido ayudar a discernir en situaciones tan delicadas.

Moviéndose ambiguamente en sus encuentros y relaciones con los representantes de las potencias borbónicas, les fue dando señales, incluso con cartas a los reyes de Francia y España, de que habría con el tiempo llegar a suprimir la Compañía. De todos modos resistió a las fuertes presiones todavía durante tres años, concediendo sólo a las presiones con algunas decisiones que mermaban la actuación de los Jesuitas. Aquel modo de proceder ambiguo llegó incluso a engañar al general de los Jesuitas, el Padre Lorenzo Ricci, que interpretaba la actuación del papa como una estrategia de torear la situación.

La situación cambió totalmente en julio de 1772 cuando llega a Roma el nuevo embajador de España José Moñino, un diplomático hábil y sagaz. Moñino logró la plena colaboración del embajador de Francia, el cardenal de Bernis, que amenazó también al papa de suprimir a todas las órdenes religiosas. Tras una larga serie de audiencias, finalmente el papa se rindió y lograron de él que el 29 de noviembre de 1772 ordenase la preparación del breve de supresión.

La orden fue ejecutada por el eclesiástico español (futuro cardenal) Francisco Javier Zelada, uno de los adversarios más fuertes de los Jesuitas.[2]El breve fue entonces preparado a partir de un esquema proporcionado por Moñino y estaba ya listo en enero de 1773. Les quedaba a los Jesuitas el apoyo de la emperatriz Teresa de Austria, pero también este apoyo cayó cuando Francia puso como condición al matrimonio del Delfín con María Antonieta que cesase de apoyar a los Jesuitas.

El breve de supresión «Dominus ac Redemptor»

El 12 de agosto de 1773 Clemente XIV firmó el breve «Dominus ac Redemptor», prefechado el 21 de julio.[3]Se trató de un breve, no de una bula, lo que tuvo una importancia fundamental, ya que su aplicación dependía de los receptores del mismo y por lo tanto no tenía un valor universal inmediato. Ello salvaría la sobrevivencia de los Jesuitas en aquellos Estados como la Prusia protestante de Federico II y en el Imperio Ruso de Catalina «la Grande», donde el documento no fue reconocido o aceptado.

El texto del breve recuerda las acusaciones contra la Compañía de Jesús, pero no toca los puntos debatidos y justifica la supresión apelando a la necesidad de una paz duradera, imposible de conseguir mientras siga viva la Orden y los intereses de los miembros que podrían, una vez libres de su pertenencia a la misma, ocuparse debidamente a los varios ministerios. La supresión fue ejecutada en Roma el 16 de agosto de 1773.

Todas las casas de los Jesuitas fueron ocupadas por las tropas del Estado pontificio y el padre general de los Jesuitas, el Padre Lorenzo Ricci fue arrestado en la casa general de Roma y encarcelado en el Castillo de Sant Ángelo; le fue incoado un simulacro de proceso, interrumpido porque no tenía fundamento alguno al no existir hecho alguno de qué acusarlo. Sin embargo, el Padre Ricci permaneció injustamente encarcelado en aquel Castillo hasta su muerte.

Clemente XIV, muerto al año siguiente, 1774, catorce meses después del breve, probablemente lo habría hecho liberar, pero el mismo Padre Ricci morirá en 1775. El Padre Ricci, en su lecho de muerte protestó de nuevo confesando la inocencia de la Orden y la suya personal, y que lo hacía para que no quedase alguna duda sobre el comportamiento de la Orden, acusada por sus enemigos de entonces de intrigas políticas e incluso de haber instigado levantamientos revolucionarios y guerras.[4]

En las demás ciudades el breve debía ser aplicado gradualmente, porque contrariamente a la práctica normal de la praxis canónica, entraba en vigor no solamente tras su publicación en Roma, sino tras su publicación en cada diócesis, y ello con el fin de salvar la usurpación indebida de sus bienes por gentes sin escrúpulos. Esta circunstancia y la prohibición de su publicación por parte de la zarina Catalina de Rusia, permitió que un pequeño grupo de Jesuitas polacos pudiesen sobrevivir,[5]con la aprobación oral de Pío VI,[6]que liberó a los Jesuitas encarcelados y aprobó oralmente a las provincias que habían sobrevivido.

Sobrevivencia y restauración de la Orden

Tras su muerte, el nuevo papa Pío VII,[7]poco después de su elección en 1801, aprueba primero oralmente la Compañía. Poco podía hacer este papa que se vio también presionado por Napoleón y luego también obligado al exilio. Aquel grupo que había sobrevivido en el Imperio zarista sería el lazo de unión entre la Compañía, restablecida por Pío VII el 17 de agosto de 1814, tras su regreso a Roma el 24 de mayo de 1814, con el breve «Sollicitudo ómnium ecclesiarum».[8]

La supresión de la Compañía había sido vista como la victoria de la ilustración racionalista y del regalismo sobre la Iglesia; ahora su restauración tras las tormentas revolucionarias desencadenadas por la Revolución Francesa fue vista por muchos como una victoria del «ultramontanismo» católico contra el naciente liberalismo anticlerical. Sin embargo, dadas las circunstancias históricas del momento en el que se veían confrontadas las tendencias sostenidas por un anticlericalismo radical y por los reformistas liberales, formados por grupos importantes de responsables culturales y políticos, con otros grupos de conservadores del viejo régimen que pretendían restaurar. Precisamente por esta confusión latente en los viejos estados europeos y en los nuevos americanos, no fue sencilla la aceptación de la restauración de la Compañía en muchos de ellos por querer los primeros colocarla entre los intentos de restaurar el antiguo régimen.

Juicio sobre la supresión de la Compañía

¿Se puede hoy día, tras los numerosos debates historiográficos sobre el tema dar un juicio histórico desapasionado sobre un hecho como este que tuvo consecuencias de tan grave envergadura en la historia cultural y eclesial no sólo de entonces, sino también en los tiempos que siguieron?[9]¿Cuáles han sido las motivaciones o las razones de aquella programada y metódica extinción? ¿Qué ha representado su supresión?

Gran parte de los historiadores admiten que la supresión de la Compañía de Jesús fue una fuerte derrota de la Iglesia y del papado: fue la conclusión de una larga serie de humillaciones y de asaltos por parte del regalismo jurisdiccionalita. Su supresión trajo consigo daños incalculables, sobre todo en el mundo extraeuropeo, como en el Continente americano y en el de las misiones de Oriente, donde de repente grandes empresas misioneras se vieron clausuradas durante más de un siglo, prácticamente hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX.

En algunos lugares como las reducciones del Paraguay, en el Río de la Plata y en Brasil, se cerraron para siempre causando uno de los mayores desastres de la historia misionera. Lo mismo se puede decir de las misiones jesuitas en otros lugares del entonces Imperio español americano, como en los virreinatos de la Nueva España, del Perú, Nueva Granada, en América Central, en Chile y en el Brasil portugués.

En otros lugares como en el Oriente el desastre fue de consecuencias incalculables, desde la India a China, pasando por el Vietnam y sobre todo las Filipinas.[10]Luego, en los tiempos de la Revolución Francesa aquel desastre llegará a su zenit cuando esta destruyó prácticamente todas las Órdenes religiosas en Francia, proceso imitado más tarde por gobiernos liberales. Si bien en aquellos tiempos difíciles comienza un nuevo y lento nacimiento de un movimiento misionero y de congregaciones religiosas, con frecuencia a la sombra de la Compañía de Jesús restaurada, el proceso sería lento y lleno de dificultades objetivas.

¿Qué juicio merecería la actuación de Clemente XIV? El tema ha sido objeto en el siglo XX de encendidos debates.[11]Algunos, como el jesuita Kratz, tachan al Papa su comportamiento ambiguo y enigmático y su desinterés por la suerte de las víctimas. Además, en el mundo político de entonces había potencias que eran todavía favorables a los jesuitas, pero Clemente XIV se dejó arrastrar por insistentes y pesadas influencias de las cortes borbónicas y que no habría visto que ceder ante tanta presión. Por otra parte, el Imperio austriaco bien poco podía hacer, según otros, ya que el mundo alemán estaba impregnado por una fuerte mentalidad febroniana (episcopalismo exacerbado) y por lo tanto con sentimientos claramente desfavorables al Papa.

El historiador Ludwig von Pastor en su «Historia de los papas» se muestra severo con el modo de proceder del Papa.[12]Algunos santos como san Alfonso María de Ligorio y san Pablo de la Cruz, para sostener la medida extrema del Papa, citan algunas frases, que según ellos habrían pronunciado en defensa de su actuación. Sin embargo, no está claro la autenticidad de tales frases, que, si de veras hubiesen sido pronunciadas, y como señala Martina, les tocó vivir en medio de una fuerte tempestad y que su preocupación era sin duda la de defender al Papa.[13]

Existe un significativo documento de san Pablo de la Cruz que expresa claramente la estima de este santo por la Compañía de Jesús y su honda preocupación por la suerte de la misma en aquellos momentos. Se trata de una carta del 22 de septiembre de 1767 al jesuita p. Luigi Reali, del Colegio Romano, donde el santo expresa todo su pesar por la persecución que estaba sufriendo la Compañía y presagia que tras “varias tempestades Dios la hará resurgir con mayor esplendor”.

Escribe entre otros puntos: “Riguardo poi all’estreme afflizioni, alle quali soggiace cotesta inclita Compagnia di Gesù, s’assicuri pure che anco io ne sono molto a parte, ed al solo pensarvi non posso a meno di non gemere e lagrimare, vedendo angustiati in simi guida tanti poveri innocenti Religiosi, e nel tempo stesso trionfare il demonio, diminuita la maggior gloria di Dio e tante anime perdute per mancanza di quell’aiuto spirituale che dai medesimi Padri gli era somministrato in tutte le parti del mondo, e su tal riflesso non manco per parte mia di farne continuamente specialissime orazioni, sperando che dopo varie tempeste quel Dio che mortificat et vivificat, sarà per fare risorgere a su tempo con maggior splendore la Compagnia suddetta; e questo è stato sempre ed è il mio sentimento”.[14]

De todos modos no se puede negar que el Papa se comportó de manera débil en aquellas circunstancias que hubiesen pedido la presencia de un Pontífice fuerte que hubiese resistido a las amenazas y se hubiese comportado con firmeza. Hay que señalar que Clemente XIV sufrió sin duda alguna aquella clara derrota llevándolo al sepulcro un año después de su muy discutida decisión. Su sucesor, Pío VI, le tocará vivir los años tormentosos de la Revolución Francesa pagando en prisión su actitud firme frente a los revolucionarios franceses.

Visto el cuadro general histórico del momento, se debe concluir que con los dos papas citados se concluía el primer acto de un drama en el que todos los actores principales caen víctimas de la Revolución: un Papa encarcelado y muerto en el exilio, y los reyes Borbones de Francia guillotinados (Luis XVI y su esposa María Antonieta) y los españoles, Carlos IV y Fernando VII, presos de Napoleón y humillados. Pero con la Revolución da comienzo el largo siglo liberal, cuando entre otros acontecimientos los nuevos poderes políticos de la Revolución suprimen todas las órdenes religiosas, someten a la Iglesia en Francia a su voluntad con una «Constitución civil del Clero» y disponen según su voluntad de todos los bienes de la Iglesia ya nacionalizados. Aquella mentalidad, que había triunfado con la supresión de la Compañía de Jesús, se impondrá a lo largo de todo aquel «largo siglo liberal».

Ha habido razones de carácter general, válidas para todos los Estados Europeos y sus dominios. Ha habido otras de carácter particular en cada uno de los Estados. Entre las razones de carácter general hay que señalar: la evolución del fenómeno complejo y multiforme de la ilustración racionalista. Ya a mitad del siglo XIX Babington Macauly señalaba que el movimiento ilustrado europeo resultaba ser el ataque frontal más grande que nunca antes hubiese sufrido antes la Iglesia a lo largo de la historia, en cuanto se trataba de un movimiento radicalmente anticristiano, y que los Jesuitas habían sido el primer cuerpo eclesial que había recibido tal golpe mortal, antes que la Iglesia romana hubiese sido atacada. Otro autor, Paul Hazard, ha tipificado la supresión de la Compañía como una “crisis de la conciencia europea”.


¿Cómo reaccionaron los Jesuitas en el momento de su supresión?

Un historiador jesuita, E. Rosa, escribe: “Ni una voz de rebelión, ningún movimiento de protesta contra la autoridad del Pontífice ni siquiera en los escritos más encendidos de algún jesuita más vehemente […] mucho menos intentos de una resistencia colectiva”[15]. El manual de «Historia de la Iglesia» de Bihlmeyer-Tuechle (IV, par. 194) se expresa de manera muy distinta: “Una parte de los jesuitas se adaptó sólo con reluctancia a su propia suerte. El papa mismo sufrió los ataques y los ultrajes muy distintos de los que se podían esperar de católicos”.

En el mismo sentido escribe el historiador italiano, especialista en el tema jansenista, A. C. Jemolo, «Il giansenismo in Italia,» (p. 266): “… La rebelión y la resistencia de muchos exjesuitas, que en otras condiciones hubiese dañado enormemente la fama de la suprimida Compañía y creado un obstáculo a su resurrección mostrando la escasa fidelidad y la limitada obediencia de estos que querrían ser los fidelísimos del papa, pero que aman a su instituto más que al Papado…”.

En realidad, comenta Martina, “exageran tanto Jemolo como Rosa, que en toda su historia aparece dominado por la preocupación apologética prevalente en su tiempo, también bajo el influjo de la reacción antimodernista, y se muestra más equilibrado Bihlmeyer-Tuechle. La Compañía de Jesús en su conjunto se sometió (el caso de los jesuitas de la Rusia Blanca se justifica jurídicamente por la falta de la publicación del breve, vista obviamente con satisfacción da aquellos padres. Sin embargo no faltaron graves críticas en las cartas, con frecuencia que acabaron en manos ajenas, y no siempre, a propósito o no, tenidas secretas; además, a pesar de la prohibición de la Santa Sede, fueron publicados varios opúsculos duramente críticos con el papado y del breve de supresión juzgado invalido, por algunos anónimos, pero obra de los exjesuitas Bruno Martí, Agustín Puchol, Carlo Borgo: los dos primeros por sus vehementes ataques al papado fueron encarcelados en la fortaleza de S. Leo, en Urbino.”[16]

La sobrevivencia de la Compañía y su restauración.[17]

En el momento de la repartición de Polonia entre el Imperio Ruso, el Austríaco y el Reino de Prusia, en el territorio de la Rusia Blanca, se encontraban 18 domicilios de jesuitas: 3 colegios, 2 residencias, y 3 casas misioneras, que pertenecían a la provincia de Masovia y, además, el colegio de Dyneburg, con 9 estaciones misioneras pertenecientes a la provincia lituana.

En el Imperio Ruso se encontraban así, en 1773, un total de 201 jesuitas (97 padres, 49 escolásticos y 55 hermanos). Con la anexión de los territorios polacos en 1772, los jesuitas regresaron al Imperio Zarista. El primer jesuita que había entrado en Rusia había sido Antonio Possevino (1533 – 1611), acompañado con otros 4 jesuitas. Antes de la supresión de la Compañía, todavía se establecieron periódicamente los jesuitas en Rusia unas cinco veces, pero durante períodos breves. La permanencia más larga fue durante el reinado de Pedro el Grande, entre 1698 y 1719. La última fue la misión de los jesuitas de la provincia de Lituania a Pietroburgo (1713 – 1719). Con la repartición de Polonia comenzó el segundo período de la presencia de los jesuitas en el Imperio ruso, que duró 48 años hasta su expulsión en 1820. Sin embargo, algunos jesuitas quedaron en Rusia hasta 1827. Durante este tiempo, algunos nobles rusos entraron en la Compañía de Jesús en Francia.

Casi un siglo después durante el dominio soviético (1917 – 1991) fueron varios los jesuitas que entraron en Rusia para llevar adelante una misión clandestina. Alguno de ellos sería incluso consagrado obispo secretamente en Berlín por, el entonces nuncio, Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), y otros lo serían clandestinamente en la misma Rusia. En este período, en tiempos de Pío XI, fue creado en Roma el llamado «Colegio Rusicum».

El 21 de julio de 1773 el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús e instituyó el 13 de agosto una Congregación de cardenales que debía ocuparse de la ejecución del breve de supresión. El 18 de agosto, la Congregación cardenalicia emanó una circular en la que establecía la modalidad jurídica de la ejecución de la supresión. Conforme a la voluntad del Papa contenida en el breve, para seguir la supresión se escogió la modalidad extraordinaria de la promulgación «local» del breve.

En Roma la supresión había sido llevada a cabo el 16 de agosto de 1773, y su general Lorenzo Ricci fue encarcelado en Castel San Angelo, donde moriría el 24 de noviembre de 1775, cuando estaba por ser liberado por Pío VI.

En el momento de la elección del Padre Ricci como general (21 de mayo de 1758), la compañía estaba dividida en 42 provincias, y los jesuitas eran unos 23.000. En el momento de la supresión, gracias a la política del nuncio de Varsovia Giuseppe Garampi, la supresión fue regularmente llevada a cabo en el territorio de la primera repartición polaca, a pesar de una fuerte corriente de oposición. Sin embargo, esta se llevó a cabo gracias también a la actitud favorable de los obispos polacos en la ejecución del breve. En las 4 provincias de la Orden en Polonia, excluidos los 484 religiosos pasados a los dominios de los 3 países en los que se había dividido Polonia, quedaban allí 1869 jesuitas (901 sacerdotes, 512 escolásticos y 456 hermanos coadjutores).

La noticia del breve de supresión llegó a los jesuitas de la Rusia Blanca en septiembre, es decir, todavía antes de su promulgación en Polonia, lo que provocó un estado de incertidumbre y de espera. En esta situación, el rector del colegio de Polock recibió, el 1 de octubre, una carta del gobernador de Pskow que comunicaba la voluntad de la emperatriz Catalina II de conservar la Compañía de Jesús y de asegurar a los jesuitas su futuro en el territorio de su Imperio. En consecuencia, la Zarina rechazó el «exequatur» al breve «Dominus ac Redemptor» que el embajador en Varsovia le había hecho llegar en octubre y que, la Zarina lo consideró como nunca recibido, y por lo tanto, no admitido.

Este rechazo de Catalina no fue una excepción; otros soberanos, también católicos, limitaban la libertad del pontífice reservándose el derecho de «exequatur», y algunos documentos de la época hablan simplemente de tolerancia de “este gravísimo abuso”, con el que se refieren al breve del Papa. En el caso de Catalina, había establecido el «exequatur» para todos los decretos, bulas, breves y cartas pastorales de la Santa Sede, orden que renueva el 29 de enero de 1773, cuando prohíbe todas las publicaciones de cualquier tipo de acto proveniente del Papa en la Rusia Blanca sin la aprobación previa de la Emperatriz.

Su sucesor e hijo Pablo I mantuvo en vigor el «exequatur» de su madre el 28 de abril y del 8 de mayo, y del 3 y 14 de noviembre de 1798. Otro rey que se opuso durante algún tiempo a la decisión del Papa Clemente XIV fue el Rey protestante de Prusia Federico II (1740 – 1786), por razones semejantes a las de Catalina II; y por motivos de carácter educativo dejó que los jesuitas que trabajaban en las dos provincias de su reino, entre ellas la Silesia, en la Polonia pasada a la Prusia en 1772 y que eran respectivamente 139 y 133. Muerto Clemente XIV, el Rey Federico encargó a su representante en Roma comunicar al Papa la exigencia de mantener viva la Compañía en sus Estados, por lo que le pedía que se lo comunicase a los obispos de los mismos.

El Papa le responderá que no podía aprobar lo que le pedía por la oposición de las cortes borbónicas, pero que si el Rey encontraba modo de que continuasen en su trabajo, él no era contrario y que no les habría castigado por esta irregularidad. Por lo cual se entiende como, en los dos casos que hemos señalado, de hecho, los jesuitas continuaron viviendo en dos Estados con soberanos no católicos. Además, el 2 de diciembre de 1775 el Papa Pío VII, a través del cardenal Rezzonico, hizo saber a los jesuitas que continuasen en su trabajo. Sin embargo, el Papa se encontraba ante el problema de un reconocimiento legal explícito en unas circunstancias de carácter político sumamente complejas, sobre todo en el caso del Reino de Prusia, donde los jesuitas estaban dispuestos a someterse a las antiguas decisiones pontificias y los obispos eran contrarios, en este caso, a su supresión. Solamente, por varios motivos de carácter político, de hecho, en 1780, la Compañía sería suprimida en Prusia.

En conclusión los jesuitas, a pesar de las difíciles circunstancias, sobrevivieron en el Imperio ruso, constituyendo así una peculiar historia de los jesuitas de la llamada «Rusia Blanca», formando una Provincia excepcional y particular en toda la historia de la Orden de San Ignacio, y llevando a cabo históricamente la misión de continuar la existencia de la Orden desde su supresión en 1773 por Clemente XIV, hasta su restauración por el Papa Pío VII en 1814. En este largo período, los jesuitas vivieron en el Imperio Zarista bajo tres Zares distintos: Catalina (1762 – 1796), Pablo I (1796 – 1801), Alejandro I (1801 – 1825).

Esta historia es fundamental para entender la continuación y la constitución jurídica de la Compañía de Jesús llevada a cabo por el Papa Pío VII en 1814 con el breve «Sollicitudo ómnium ecclesiarum», 41 años después de su supresión por Clemente XIV.

NOTAS

  1. Cf. MARTINA G., Storia della Chiesa, vol. 2, Clemente XIV e la soppressione. Giudizio sulla soppressione della Compagnia di Gesù, pp. 313-318.
  2. Zelada, Francisco Javier de. - Cardenal de familia española (Roma 1717 - Roma 1801). Tuvo una parte fundamental en la supresión de la Compañía de Jesús, decretada el 21 de julio de 1773 por Clemente XIV, que pocos meses antes (abril. 1773) lo había creado cardenal. Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana (1779), Secretario de Estado (1789-96); le tocó llevar adelante los arduos y difíciles relaciones de la Santa Sede durante los años más complejos de la Revolución Francesa..
  3. Texto latino del breve en Bullarii romani continuatio, V, Prati 1845, pp. 619-629.
  4. Un caso típico de estas acusaciones fue la calumnia levantada por Pombal con la publicación de un panfleto: Relación breve de la Republica que los religiosos jesuitas […] han establecido en los Dominios ultramarinos de las Dos Monarquías y de la Guerra, que en ella han movido y sostenido contra los Ejércitos Españoles y Portugueses, Lisboa 1758.
  5. INGLOT Marek, S.J., La Compagnia di Gesù nell'Impero Russo (1772-1820) e la sua parte nella restaurazione generale della Compagnia, Roma: Editrice Pontificia Università Gregoriana, 1997.
  6. Pio VI papa. - Giannangelo Braschi (Cesena 1717 - Valence, en el Delfinado, Francia, 1799), papa: 15/21774-+28/8/1799. Bajo su pontificado la Iglesia sufrió graves golpes con la difusión del jurisdiccionalismo y el regalismo, la explosión de la Revolución Francesa y luego con las campañas napoleónicas: tras la pérdida (Paz de Tolentino, 1796) de las Legaciones pontificias y la proclamación de la República romana (1798), el Papa fue despuesto y detenido; muere preso en Francia.
  7. Pio VII papa, elegido en Venecia, al estar Roma ocupada por los revolucionarios franceses, el 14/3/1800: Gregorio Luigi Barnaba Chiaramonti (Cesena 1742 - Roma 1823). El nuevo Papa, tras las persecuciones sufridas por la Iglesia por parte de la Revolución Francesa, restaura el influjo de la Iglesia en Francia con el Concordato con Napoleón Bonaparte (1801) y promueve varias reformas en los Estados Pontificios. Corona (1804) emperador a Napoleón, que tras haber decretado el final del dominio temporal de los Papas (1809) lo hizo arrestar, liberándolo en vísperas de su derrota y caída definitiva. Tras la Restauración (1814), Pío VII reforma la administración pontificia (1816) y promueve concordatos con varios Estados.
  8. Breve de Pío VII, Sollicitudo ómnium ecclesiarum…,[Reintegratio Societatis Jesu in pristinum statum in universo orbe catholico] del “die nona augusti millesimo octingentesimo decimo quarto, pontificatus Nostri anno decimoquinto” [17 de agosto de 1814], en Bullarii romani continuatio, V, Prati 1845, pp. 1096-1099.
  9. Un juicio sobre el argumento puede verse en una abundante bibliografía. Señalamos J. CEJUDO - T. EGIDO, Introducción, en P. R. de Campomanes, Dictamen Fiscal de Expulsión de los Jesuitas de España, pp.5-39. G. MARTINA, Storia della Chiesa, vol. 2, Nuevas orientaciones historiográficas y metodológicas, ofrece una densa síntesis sobre el argumento, pp. 316-318.
  10. LOPETEGUI L., La Sda Congr. [de P.F.] en la supresión y restablecimiento de la Compañía de Jesús, en S.C.P.F. Memoria Rerum, 350 anni a servicio delle Missioni 1622-1992, II, 1700-1715, Roma – Friburg – Wien 1973.
  11. Ya en el s. XVII comenzaron las diatribas anti jesuíticas por motivos especialmente de sus posiciones doctrinales frente al jansenismo, doctrinas sobre la gracia y galicanismo; la obra de Pascal Provinciales es un clásico de tales diatribas. Entre los adversarios más pertinaces encontramos en primera línea a los jansenistas, que combatidos doctrinalmente por los jesuitas (que sostuvieron las diversas intervenciones de los Papas sobre el argumento), promovieron una guerra sin cuartel contra ellos con la revista “Nouvelles Ecclésiastiques”. Por su parte los jesuitas, también polémicamente, habían a veces acusado de jansenismo a personalidades que poco tenían que ver con los mismos doctrinalmente sólo porque no compartían sus posiciones doctrinales del “molinismo” y del “probabilismo”, como se puede ver en la obra del jesuita francés Dominique de Colonia (1660-1741) en su Bibliothèque Janséniste (Lyon 1722), puesta en el Índice de libros prohibidos por Benedicto XIV en 1749, y republicada de nuevo, corregida por otro jesuita, Patouillet, en 1752 (Dictionaire des libres jansénistes ou que favorisente le jansénisme), también prohibida.
    Otra cuestión, caballo de batalla contra los jesuitas fue la “cuestión de los ritos” (chinos y malabáricos) acusando a los jesuitas de mezclar actitudes sincretistas e incluso de aceptar posiciones ambiguamente idolátricas, y mostrarse desobedientes a las directivas de la Santa Sede. Los “ritos chinos”, en una polémica interminable que se arrastrará a lo largo de más de un siglo, serán condenados “sic ac simpliciter” por Benedicto XIV en 1742 según la versión que sus contrarios hicieron pasar de manera hoy juzgada errónea en su presentación.
    Pero todos estos aspectos no eran las causas de la fuerte oposición anti jesuítica, sino bien otras, como eran el sistema educativo y el fuerte influjo que ejercitaban en las varias cortes europeas, así como su concepción de la vida religiosa regular y las fuertes controversias doctrinales del momento sobre la gracia y el probabilismo en el campo de la moral. Sus enemigos tenían fuertes apoyos en algunos miembros de la Curia romana, entre ellos algunos cardenales (Archinto, Passionei, Marefoschi, Orsi, Spinelli, Corsini, el general de los agustinos, el peruano Vázquez, y los numerosos círculos filo jansenistas en Roma y en el resto del mundo católico.
    Ya en el s. XVIII sus enemigos crecieron a desmedida. Fueron publicados numerosos escritos a ellos hostiles, cuyo catálogo es muy abundante: cfr. A. GABRIELLI, Libelli antigesuiti nel secolo XVIII, en “Nuova Antologia”, 124 (1906), pp. 239-260. Entre otros escritos se deben recordar: B. TANUCCI, Le inquietudini dei gesuiti, Napoli 1764; I gesuiti convinti di spilorceria…, s.l. 1760; Lettera di un cavaliere amico fiorentino al Reverendissimo padre Lorenzo Ricci generale de’ gesuiti esortandolo ad una riforma generale del suo ordine, Lugano (Venezia, de hecho) 1761. Estuvo muy difundido el opúsculo de POMBAL, Relazione breve della Repubblica che i religiosi gesuiti […] hanno stabilita nei Domini oltremarini delle Due Monarchie, e de la Guerra, che in essa hanno mossa e sostenuta contro gli Eserciti Spagnuoli e Portoghesi, Lisboa 1758.
    En tiempos actuales los estudios históricos tocan varios temas diversificados como: la “temporalidades” (bienes) de los jesuitas; la ejecución del breve papal en los varios Estados; la difícil y prácticamente no sustitución de los jesuitas en las misiones con el consecuente desastre para la historia de la evangelización: un ejemplo para todos el caso de la “Reducciones del Paraguay”, pero los casos son múltiples; la destrucción de un sistema educativo que aceró la educación (colegios, universidades, investigaciones científicas…) en los Estados donde fueron suprimidos con muy graves pérdidas irreparables a lo largo de más de un siglo en el campo cultural, con pérdidas ingentes de bienes culturales, como archivos y bibliotecas, y un largo etc…
  12. L. von Pastor, Storia dei papi dalla fine del Medio Evo, XVI, 2, Roma 1933 (las citas son de la ed. de 1955), a la cual siguió la polémica entre el franciscano conventual P.L. Cicchitto, "Miscellanea Francescana", 34, 1934, pp. 189-231, 313-21, y los jesuitas P. Leturia, "La Civiltà Cattolica", 84, 1934, nr. 4, pp. 225-40, ed. E. Rosa, ibid., 85, 1935, nr. 1, pp. 17-35. La posición jesuítica fue retomada y ampliada en G. Kratz-P. Leturia, Intorno al "Clemente XIV" del barone von Pastor, I, Sulla opera del Pastor; II, Sulla paternità del volume, Roma 1935. Más tardía, en la línea de Cicchitto, O. Montenovesi, Un pontificato da riabilitare, il papa Clemente XIV e il volume a lui dedicato da L. von Pastor, "Archivi. Archivi d'Italia e Rassegna Internazionale degli Archivi", 8, 1941, pp. 98-121. Ambas posiciones han sido claramente superadas por los debates historiográficos más recientes. A Theiner se debe también la edición: Clementis XIV Pont. Max. [sic] Epistolae et brevia selectiora ac nonnulla alia acta pontificatum ejus illustrantia, quae ex secretioribus tabulariis vaticanis depromisit et nunc primum edidit [...], Parisiis 1852 (para todos los documentos del pontificado de Clemente XIV: cfr. Bullarii Romani continuatio summorum Pontificum, IV, Continens pontificatus Clementis XIV, Romae 1841).
  13. Cf. MARTINA G., Storia della Chiesa, vol. 2, Ibidem, p. pp. 316-318.
  14. Fuente: Lettere di S. Paolo della Croce, a cura di P. Amedeo della Madre del Buon Pastore, Vol. IV, pp. 20-22, Roma 1965. Esta carta desdice las opiniones expresadas por algunos que habrían atribuido a San Pablo de la Cruz, que mantenía una relación particularmente cercana a Clemente XIV, una opinión que justificaría la decisión del Papa relativa a la supresión de la Compañía, si bien es cierto que la carta está dirigida al Card. Ganganelli, antes de su elección al Pontificad, en 1767; pero está escrita en los momentos en que la lucha antijesuitica había alcanzado niveles despiadados. No se puede aportar algún fundamento para afirmar lo contrario y que el Santo haya cambiado su opinión (su sentimiento) radicalmente en sólo tres años, desde 1767 a 1773.
  15. E. ROSA, I Gesuiti dalle origini ai nostri giorni, Roma 19573, p. 287; cit. en MARTINA, o.c., p. 321, nota 9. (Nuestra traducción).
  16. Cit. en MARTINA, o.c., p. 321, nota 9: Cf. Briefe wegen der Verfolgungen der Gesellschaft Jesu in Portugal, en Murr, “Journal der Kunstgeschichte”, 7 (1779), pp. 280-292; y ahora G. PIGNATELLI, Aspetti della propaganda católica a Roma da Pio VI a Leone XII, Roma 1974, pp. 25-30.
  17. Cf. INGLOT MAREK., S.J., La compagnia di Gesù nell'Impero Russo (1772-1820) e la sua parte nella restaurazione della Compagnia. Ed. Pontificia Università Gregoriana, Roma 1997.


BIBLIOGRAFIA

Para la bibliografía general sobre la supresión de la Compañía de Jesús: cf. en este Diccionario: “Compañía de Jesús. Proceso Histórico de su supresión. Sobre Clemente XIV en algunos aspectos de su pontificado: A. THEINER, Storia del Pontificato di Clemente XIV scritta sopra documenti inediti degli Archivi secreti del Vaticano, I-III, Milano 1853-55; la de L. von PASTOR, Storia dei papi dalla fine del Medio Evo, XVI, 2, Roma 1933, a la que siguió la polémica entre P.L. Cicchitto [ofmconv.], "Miscellanea Francescana", 34, 1934, pp. 189-231, 313-21, y los jesuitas P. LETURIA, "La Civiltà Cattolica", 84, 1934, nr. 4, pp. 225-40, y E. ROSA, ibid., 85, 1935, nr. 1, pp. 17-35.

La posición jesuítica fue retomada y ampliada en G. KRATZ-P. LETURIA, Intorno al "Clemente XIV" del barone von Pastor, I, Sulla opera del Pastor; II, Sulla paternità del volume, Roma 1935. Más tardiamente, siguiendo la posición de Cicchitto, un estudio criticado de O. MONTENOVESI, Un pontificato da riabilitare, il papa Clemente XIV e il volume a lui dedicato da L. von Pastor, en "Archivi. Archivi d'Italia e Rassegna Internazionale degli Archivi", 8, 1941, pp. 98-121. A THEINER se debe también la edición de Clementis XIV Pont. Max. [sic] Epistolae et brevia selectiora ac nonnulla alia acta pontificatum ejus illustrantia, quae ex secretioribus tabulariis vaticanis depromisit et nunc primum edidit [...], Parisiis 1852. Para todos los documentos: del pontificado de Clemente XIV: cf. Bullarii Romani continuatio summorum Pontificum, IV, Continens pontificatus Clementis XIV, Romae 1841). De la abundante bibliografía sobre Clemente XIV aquí señalamos los temas más directamente relativos al argumento de su vida como Cardenal y Papa:

1) Para un juicio sobre Ganganelli cardenal: L'ABBÉ RICHARD [Jérôme], Description historique et critique de l'Italie, ou Nouveaux mémoires sur l'état actuel de son gouvernement, des sciences, des arts, du commerce, de la population et de l'histoire naturelle, V, Dijon-Paris 1766, p. 60. 2) Sobre el conclave, cf. L. BERRA, Il diario del conclave di Clemente XIV del card. Filippo Maria Pirelli, "Archivio della Società Romana di Storia Patria", ser. III, 16-7, 1962-63, pp. 25-97, 98-319 (docc.); L. SZILAS, Konklave und Papstwahl Clemens XIV. (1769). Vorspiel zur Aufhebung der Gesellschaft Jesu am 21. Juli 1773, "Zeitschrift für Katholische Theologie", 96, 1974, pp. 287-99. 3) Para las relaciones con los Estados europeos: con Portugal, S.J. MILLER, Portugal and Rome c. 1748-1830. An Aspect of the Catholic Enlightenment, Roma 1978; con Francia, y en general con las cortes borbónicas: F. MASSON, Le cardinal de Bernis depuis son ministère 1758-1794, Paris 1884, en partic. pp. 77-112, 140-73, 267-99; con España, fundamental para todos los momentos políticos-religiosos del pontificado: El espiritu de D. José Nicolas de Azara, descubierto en su correspondencia epistolar con don Manuel de Roda, I-II, Madrid 1846; con Austria, y también con la situación polaca: W.L. CHOTKOWSKI, Maria Theresia's Korrespondenz mit Klemens XIV. und Pius VI., "Historisch-Politische Blätter für das Katholische Deutschland", 145, 1910, pp. 31-48, 81-99; importantes: F. MAASS, Der Josephinismus. Quellen zu seiner Geschichte in Österreich 1760-1790, II, 1770-1790, Wien-München 1953, pp. 10-3, 21, 23, 18, 61, 165 s.; A. Ellemunter, A.E. Visconti und die Anfänge des Josephinismus, Graz-Köln 1963.

2) Para la supresión de la Compañía de Jesús y la actitud de Clemente XIV: L. von Pastor y las obras ya indicadas. Una reseña de estudios en: M. BATLLORI, Entre la supresión y la restauración de la Compañía de Jesús. 1773-1814, "Archivum Historicum Societatis Iesu", 43, 1974, pp. 364-93; para los juicios de los contemporáneos sobre la cuestión son de especial interés las cartas y los escritos del ex jesuita G.C. CORDARA: Lettere di G.C. Cordara a F. Cancellieri (1772-1785), publicadas en los autógrafos del British Museum, ed. por G. ALBERTOTTI, Modena 1912, y G.C. CORDARA, De suis ac suorum rebus alijsque suorum temporum usque ad occasum Societatis Iesu. Commentarij ad Franciscum fratrem comitem calamandranae, ed. por G. ALBERTOTTI-A. FAGGIOTTO, "Miscellanea di Storia Italiana", ser. III, 22, 1932, en partic. pp. 361 s.; cf. también Lettere inedite di Gaetano Marini, II, Lettere a G. Fantuzzi, ed. de E. CARUSI, Città del Vaticano 1938, pp. 21, 43, 66, 69 s.; y J.-F. GEORGEL, Mémoires pour servirà l'histoire des événements de la fin du XVIIIe siècle depuis 1760 jusqu'en 1806-1810, par un contemporain impartial, I, Paris 1817.

3) Para las misiones durante el pontificado de Clemente XIV: Sacrae Congregationis de Propaganda Fide Memoria Rerum, a cura di J. METZLER, II, Rom-Freiburg-Wien 1973, passim.

4) Para las relaciones con Rusia cfr. J.J. ZATKO, The Organization of the Catholic Church in Russia, 1772-1774, "The Slavonic and East-European Review", 43, 1964-65, pp. 303-13.

5) Sobre la muerte del pontífice: O. Montenovesi, La malattia e la morte del papa Clemente XIV, "Rassegna Nazionale", ser. III, 24, 1936, pp. 291-95.

6) Sobre el problema de sus cartas: Voltaire's Correspondence, a cura di TH. BESTERMANN, LXXII-LXXXIX, Genève 1962-63; Gli ultimi anni della signora d'Epinay. Lettere inedite dell'abate Galiani (1773-1782), a cura di F. NICOLINI, Bari 1933, pp. 80, 88 ss., 91, 95, 122, 255, 257; L. DAL PANE, Intorno alle lettere di Clemente XIV, "Atti dell'Accademia delle Scienze dell'Istituto di Bologna", classe di scienze morali, 62, 1973-74, pp. 24-35; R. SCHILTZ, Voltaire, le mythe de Ganganelli et les lettres apocryphes de Clément XIV, in Mélanges de littérature française offerts à René Pintard, Strasbourg 1975, pp. 599-612; F. VENTURI, Settecento riformatore, II, La Chiesa e la repubblica dentro i loro limiti, 1758-1774, Torino 1976, pp. 326-42, (en el cuadro de las tensiones politico-ecclesiásticas del tiempo).

7) Nuevas ediciones de documentos pontificios: Enchiridion delle Encicliche, I, Benedetto XIV, Clemente XIII, Clemente XIV, Pio VI, Pio VII, Leone XIII, Pio VIII (1740-1830), a cura di E. LORA-R. SIMIONATI, Bologna 1994; 250 anni di storia visti dalla Santa Sede, a cura di U. BELLOCCHI, II, Città del Vaticano 1994.

8) Para el cónclave que eligió Clemente XIV: I. PINEDO IPARRAGUIRRE, La intervención del gobierno de Carlos III en el Cónclave de Clemente XIV (1769), "Paramillo", 9-10, 1990, pp. 437-49.

9) Para la Iglesia en la América española y C. XIV: P. CASTAÑEDA, El Sínodo de la Iglesia de Charcas de 1773, "Missionalia Hispanica", 35-6, 1978-79, pp. 91-135; W. HENKEL, Eine Kontroverse über die Beurteilung des vierten mexikanischen Provinzialkonzils (1771), "Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft", 40, 1984, pp. 126-31.

10) Para la supresión de la Compañía de Jesús: L. SZILAS, Konklave und Papstwahl Clemens' XIV. (1769). Vorspiel zur Aufhebung der Gesellschaft Jesu am 21. Juli 1773, "Zeitschrift für Katholische Theologie", 96, 1974, pp. 287-99; G. EVANGELISTI, La presoppressione della Compagnia di Gesù a Bologna (1773), "Carrobbio", 6, 1980, pp. 123-34; G. SAVIOLI, L'Archivio del Patrimonio ex gesuitico. Prime note sulla sua natura e consistenza, in relazione alla presenza ed alle vicende della Compagnia in Ferrara, "Bollettino di Notizie e Ricerche da Archivi e Biblioteche", 1, 1980, nr. 2, pp. 115-28; H. GONZÁLEZ OROPEZA, La expulsión de los jesuitas en la Venezuela Hispana, "Montalban", 1991, nr. 23, pp. 35-68; C.M. RADULET, D. António José de Noronha, vescovo di Halicarnasso e il suo "Consilio per l'espulsione dei denominati Gesuiti dalle missioni orientali", "Studi e Ricerche sull'Oriente Cristiano", 14, 1991, pp. 435-63; A. DE ALDAMA, Como foi escrito o breve da supressão da Companhia de Jesus (21 de Julho de 1773), Cohiba 1992; Misiones Jesuíticas en la Orinoquia (1625-1767), Ed. de J. del REY FAJARDO, I-II, San Cristóbal 1992; A supressão da Companhia de Jesus 1773 (Documentos), Cohiba 1992; F. RENDA, L'espulsione dei gesuiti dalle Due Sicilie, Palermo 1993; G. SCARABELLI, La soppressione dei Gesuiti, la morte di Clemente XIV e l'elezione di Pio VI nella corrispondenza Salvini-Tosio (1772-1776), Viareggio 1993; La soppressione della Compagnia di Gesù. Atti del IX Convegno Giovanile di Storia della Compagnia di Gesù (Napoli, 3-4 aprile 1992): J. M. BENITEZ I RIERA, S.J., Il Processo storico della Soppressione della Compagnia di Gesù, Napoli 1993, 11-30; I. Pinedo Iparraguirre, El Antiguo Régimen, el Papado e la Compañía de Jesús (1767-1773), "Paramillo", 14, 1995, pp. 363-568; M. Batllori, Antes y después de la supresión, "Archivum Historicum Societatis Iesu", 64, 1995, pp. 169-85; E. Giménez López-M. Martínez Gomis, La secularización de los jesuitas expulsos (1767-1773), "Hispania Sacra", 47, 1995, pp. 421-71.

11) Biographisch-bibliographisches Kirchenlexikon, I, Hamm 1975, s.v., coll. 1062 s., e Dizionario storico del Papato, a cura di Ph. LEVILLAIN, I, Milano 1996, s.v., pp. 350-52. Además: Sobre Clemente XIV: "Enciclopedia dei Papi" – Treccani (www.treccani.it › enciclopedia.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ