Diferencia entre revisiones de «CONQUISTA PACÍFICA (3); Fundaciones evangelizadoras»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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==BIBLIOGRAFÍA==
 
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ASPURZ Fray Lázaro de: La aportación extranjera, a las misiones españolas del patronato regio, Madrid, 1946   
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ASPURZ Fray Lázaro de: ''La aportación extranjera, a las misiones españolas del patronato regio'', Madrid, 1946   
  
FERNÁNDEZ DE OVIEDO Gonzalo, Historia general y natural de las Indias, Edición de la Academia de la Historia, Madrid
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FERNÁNDEZ DE OVIEDO Gonzalo, ''Historia general y natural de las Indias'', Edición de la Academia de la Historia, Madrid
  
GIMÉNEZ FERNÁNDEZ Manuel. Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias, Vol. 1, Sevilla, 1953
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GIMÉNEZ FERNÁNDEZ Manuel. ''Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias,'' Vol. 1, Sevilla, 1953
  
  
GÓMEZ CANEDO Lino, Primeros intentos de evangelización franciscana en Tierra Firme (1508.1553), Archivum Franciscanum Historicum, 1957
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GÓMEZ CANEDO Lino, ''Primeros intentos de evangelización franciscana en Tierra Firme (1508.1553),'' Archivum Franciscanum Historicum, 1957
  
LAS CASAS Bartolomé,  Historia General de las Indias, tomo III.  Millares-Hanke. Fondo de Cultura Económica, México, 1951
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LAS CASAS Bartolomé,  ''Historia General de las Indias'', tomo III.  Millares-Hanke. Fondo de Cultura Económica, México, 1951
  
SERRANO Y SANZ Manuel, Orígenes de la dominación española en América, Madrid, 1915
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SERRANO Y SANZ Manuel, ''Orígenes de la dominación española en América,'' Madrid, 1915
  
  
 
DEMETRIO RAMOS
 
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Revisión del 15:33 10 feb 2017

Las fundaciones evangelizadoras y la coparticipación

Mientras en España se llevaban a cabo las gestiones para la conquista pacífica de Cumaná, en América, ciertamente, no se entregaban los dominicos a una cómoda espera. Tenemos que retroceder a los primeros meses de 1515, cuando ya ha sido conocido el ataque indio y el sacrificio de los dos misioneros enviados a la Tierra Firme.

En la realización práctica del plan evangelizador, hay que señalar una nota destacada en el Padre Córdoba: su voluntad de ocupación del terreno, pese al sangriento epílogo del «envío primero». Y esto, hasta el extremo de que, aun antes de salir el Padre Montesinos para España con la misión de negociar las fórmulas ya estudiadas, él mismo se cuenta entre los que embarcan para la Tierra Firme, como cabeza realizadora de su propia teoría. Pero, según el relato de Las Casas, testigo del hecho., hay en esta expedición algo especial: la coparticipación de los franciscanos.

Puede resultar asombroso este giro si se recuerda la oposición franciscana a la doctrina humanista de los dominicos de La Española, encabezada por Fray Alonso del Espinar en la época de las admoniciones de 1512. Pero aquí hay que reconocer una parte de apariencia y otra de habilidad del Padre Córdoba. La apariencia está en que no debe distinguirse entre las actitudes de franciscanos y dominicos, sino entre las de los conservadores y reformistas dentro de cada Orden, como acierta a verlo Giménez Fernández.[1]

El tacto de todos los dominicos reformados fue, pues, fácil con los franciscanos reformados, concretamente con fray Remigio de Faulx, cabeza visible de los mismos en La Española. Este entendimiento le permitía a fray Pedro de Córdoba ampliar la base de sustentación de sus planes, obtener en la Corte una mayor protección para los mismos -pues Cisneros, aun antes de ocupar la regencia, siempre fue pieza importante-. Además, con ello comprometía en el intento evangelizador a un sector bien influyente y entusiasta.

Aquí está la parte de habilidad del Padre Córdoba: transformar su ilusión de Tierra Firme de un proyecto exclusivo de los reclamantes de la reforma indiana, de los dominicos, en una empresa común a todos los religiosos. Con ello eliminaba también las suspicacias y apariencias partidistas.[2]Por consiguiente, apenas transcurridos unos meses del «envío primero» y resuelta ya la participación de los franciscanos, monta Fray Pedro de Córdoba la expedición misional hacia la Tierra Firme cumanagota, con fines fundacionales y bajo su directa dirección.

Las Casas, que en este momento llegaba a Santo Domingo, procedente de Cuba, para tomar contacto con el Padre Córdoba, nos relata el episodio de la partida, pues “alló que era embarcado [Fray Pedro] en un navío, y salido del puerto con ciertos otros religiosos de su Orden; iban también con él ciertos religiosos de Sant Francisco, extranjeros, creo que de Picardía... Salidos del puerto, sucedióles tan grande tormenta de viento contrario, que les hizo volver la proa al puerto, pero como del mismo puerto ventase otro viento terrible, adverso, y la corriente del río fuese impetuosa y las olas de la mar con ella peleasen, toda la ciudad que los estaba mirando los tenía por ahogados. Acudieron muchos barcos y bateles a socorrellos, mas para que si el navío se anegase recoger la gente que pudiese llegar a las barcas, que con pensamiento de que la nao o navío se podía escapar”.[3](47).

Por fin, amainado el viento, los expedicionarios pudieron regresar “y entraron con grandísimo peligro, teniéndose su entrada por milagro”. A este regreso se debe que, “pasados algunos días”, Las Casas pudiera visitar a fray Pedro, de cuyas entrevistas nació la gestión que éste llevó a España en compañía del Padre Montesinos. Esto nos permite situar este intento de partida del Padre Córdoba a mediados de 1515, pues en septiembre salía Las Casas para España.

Después de las entrevistas y de los nuevos preparativos, el Padre Córdoba prosiguió su viaje para la Tierra Firme, que, según hace constar Las Casas, tuvo lugar cuando ya eran “salidos de aquesta isla el P. dicho [Montesinos] y el clérigo [Las Casas]”, es decir, hacia fines de septiembre de 1515. La expedición la formaban cuatro o cinco padres dominicos, un lego y los franciscanos. Así pues, juntos van dominicos y franciscanos, y no separadamente como cree Oviedo.[4]

Todos, también, son desembarcados juntos por los marineros, que les dejan “a la punta de Araya”, como dice Las Casas, aunque, dada la esterilidad de esta península, hay que suponer no fue en ella precisamente donde quedaron, sino cerca, en la costa frontera de Punta Carenero. Lo cierto es que los franciscanos se establecieron en la ribera del río de Cumaná, es decir, junto al agua, para dominar el punto de aprovisionamiento de los españoles de Cubagua, mientras los dominicos siguen la Costa “diez leguas abajo” -como dice Las Casas para situarse en Chiribichi, “al cual nombraron Santa Fe”, lugar que, indudablemente, no coincidía con el del desgraciado ensayo del año anterior, que, por lo que se desprende de Oviedo, pudo estar situado más lejos, en Píritu.

A la vista de esta distribución, se deduce claramente que franciscanos y dominicos quedaban enlazados por la proximidad, y que se prefería Chiribichi a Píritu por su mayor cercanía a Cubagua, como posible refugio en caso de peligro. De los dominicos sabemos, por lo que escribe Las Casas, que ellos mismos, con su propio trabajo, construyeron su humilde monasterio “cortando la madera y las vigas trayéndolas a cuestas, haciendo hornos de cal y acarreando la piedra”, pues “creo llevaron un rocín y un carretón que les fue harta ayuda.”

Pero, además, supieron implantar un sistema de relación económica con los indios, quizá inspirado en el tipo de intercambio comercial que era más común entre los nativos, pues como con un chichorro o red que llevaron sacaban gran cantidad de pescado, el sobrante les serviría para cambiarlo por maíz con los indios, “los cuales se holgaban por la compañía de los frailes por el pescado que del chinchorro hablan y por el poco enojo que les daban y ningún trabajo en que les ponían”.

Bien es cierto que fray Pedro de Córdoba debió ir con sus planes bien madurados para este fin, pues según el informe de los oficiales y jueces al rey, de 5 de agosto de 1515, al anunciar que fray Pedro se preparaba para marchar a la costa, indicaban que tenía solicitados diez maestros albañiles, indicio claro del sistema de asentamiento que tenía premeditado, para no utilizar mano de obra indígena.[5]

De los franciscanos nada sabemos, excepto que con ellos no estaba todavía, como quiere Oviedo, fray Juan Garceto, como veremos más adelante. Ambas fundaciones, para su desarrollo, eran harto mermadas en número de misioneros, en lo que acierta el Padre Gómez Canedo.[6]Quizá de propio intento, pues seguramente se trataba tan sólo de reconstruir el fracasado paso inicial de toma de contacto y de posesión de la tierra, para lograr su pleno funcionamiento una vez que las gestiones encomendadas al Padre Montesinos en la Corte dieran su Fruto.

Seguramente, cuando llegaran las noticias de su buen camino -o al contrario, ante la falta de noticias sobre el particular-, se plantea toda la problemática y especialmente la necesidad de más misioneros y de su amparo. Esto explica que se precisara una nueva gestión, ya con realidades en la mano, que tiene un interés excepcional, por coordinarse con ella todas las distintas gestiones llevadas hasta ese momento separadamente.


La gestión coordinadora del Padre Córdoba en España

Si fray Pedro de Córdoba había resuelto, sobre el propio terreno americano, el dar entrada en su plan a los franciscanos reformados, en la Corte tal viraje no tenía estado oficial. Esta y la situación de las gestiones de Montesinos, justifican de sobra la directa movilización del dominico. Mientras los dos centros de evangelización de la Tierra Firme cumplían su papel de abrir la confianza de los indios -sin existir los asaltos de que habla Oviedo equivocadamente, por clarísima trasposición de fechas-, el viaje a España del Padre Córdoba va a realizarse en coincidencia, sintomáticamente, con una serie de circunstancias que no pueden marginarse.

En primer lugar, hay que señalar el pleno éxito de la coparticipación con los franciscanos, hasta tal punto que puede asegurarse la coordinación en su marcha a la corte con fray Remigio de Faulx.[7]Este, indudablemente, es su compañero, que va, además, con carta de los franciscanos de La Española, fechada el 15 de febrero de 1516, en la que solicitan del Regente Cisneros urgir de los superiores el envío de nuevos contingentes de misioneros, pero además planteándole la conveniencia de ser “encomendados a una Provincia o Custodia que especial cargo tengan de Nos y el Provincial o custodio della sea Comisario General y los frailes que ansi de su Provincia o Custodia como los otros que de otra Provincia vinieren para pasar acá, sean por él examinados y aprobados”.

Con ello se quería obviar la incomodidad de que cada expedición misionera tuviera que ser resuelta por el Capítulo General.[8]Este hecho no tendría mayor importancia a nuestro propósito sino fuera porque se asimilaba el sistema al que seguían los dominicos, indicio evidente del progreso de la coparticipación. Pero, por si fuera poco, en esta misma carta, los franciscanos de La Española pedían también a Cisneros ser reformados. En todo ello, evidentemente, trasciende la actividad del Padre Córdoba, cabeza del grupo misionero reformado, al que se pasaban ahora todos sus anteriores oponentes.

Al Padre Aspurz le resulta inexplicable que Cisneros no se preocupara de actuar sobre las provincias franciscanas españolas, lo que le induce a suponer que “fray Remigio -a quien llama custodio general- tenía madurado de antemano su plan”. Esto es evidente, por cuanto la participación de los franciscanos en la empresa de Tierra Firme del Padre Córdoba no podía decidirla Cisneros, sino que debía ser aprobada por el Capítulo, como procedimiento más conveniente, a cuya resolución quedaba ya subordinada la concesión del Comisario General, tal como se hizo en época del Rey Católico para los dominicos.

De la exposición de antecedentes que figuran en el encabezamiento de la Cédula Real de Cisneros y Adriano dirigida a los jerónimos sobre las ayudas que deben prestar a los franciscanos,[9]se desprende cómo fue llevada la gestión.

Allí se dice que decidida la Corona a que “se provasen todas las maneras que se pudiesen hallar” para convertir a la fe a los indios de las nuevas tierras, y convencidos los gobernadores del Reino de “que la cosa más provechosa y con que los dichos [indios] más presto venían en conoscimiento de las cosas de nuestra fe hera y es enbiar personas religiosas y de muy buena vida y conciencia a predicar e enseñar a los dichos indios, syn [ir] con gente ni manera de fuerça alguna”, se cometió el encargo al Capítulo General de los franciscanos en Ruán “para que se eligiesen ciertos religiosos de la Horden...con voluntad de yr a alguna provincia o costa de las Perlas, o Tierra Firme, donde no estén poblados de xpianos españoles”.

Como se ve, buen triunfo había cosechado la hábil diplomacia del Padre Córdoba, tras su afanosa toma de posesión de la tierra, hasta lograr no sólo la vigencia de su plan, sino el que éste fuera asumido por la Corona y planteado por su directa instancia como programa al Capítulo General de Ruán, celebrado en la vigilia de Pentecostés, el 10 de mayo de 1516. La coparticipación a título privado, iniciada a mediados de 1515 en La Española, no sólo había tomado estado oficial, sino que además, los planes del Padre Córdoba se insertaban en la práctica política de la Regencia como “la cosa más provechosa”.

Anteriormente hablamos de la Real Cédula del 3 de septiembre de 1516, por la que se declaraba el vedamiento para armadas y personas “desde Cariaco hasta Cuquibacoa”, es decir, desde el golfo de Cumaná al cabo de la Vela. En tal texto legal, es cierto, se menciona como negociador solamente al Padre Montesinos, a título de enviado del Padre Córdoba, pero no cabe duda que, encontrándose éste ya en España, alguna intervención tendría en el remate de la gestión, y si no figura puede ser por preferir reservar tal honor al que la iniciara.

No sólo parece lógica la intervención del Padre Córdoba, sino que se rastrea en el mismo documento (al decirse “fray Pedro de Córdova estaba” en la costa de las Perlas, en vez de está) y en otros textos legales que dan forma práctica al aprovechamiento de la tierra, como es el caso del poder otorgado por los gobernadores a los jerónimos en la misma fecha, para nombrar la persona que tuviese a su cargo el rescate con los indígenas, es decir, la implantación del régimen de factoría regia.

Al lado de esta disposición, debemos situar también la provisión entregada a los franciscanos que trajo fray Remigio de Faulx -entre otros fray Juan Garceto-, que se conecta también con la misión confiada a los jerónimos. Este documento, de 8 de noviembre de 1516, a nuestro entender puede ser considerado en un doble aspecto:[10]en cuanto a la compatibilidad con las facultades dadas al Padre Córdoba, de las que no podía ser desposeído, así como tampoco declarar -en razón de las mismas- sometidos a su jurisdicción a los franciscanos; y en cuanto a la orientación de las misiones en que debían poner éstos su principal empeño.

Respecto al primer punto, se indica a los jerónimos que juntándose ellos con los franciscanos y “personas que más os pareciere” -hábil fórmula para dar entrada legal en las decisiones al Padre Córdoba-, “platiqueys e sepays en qué parte e lugar, ansi de la costa de las Perlas e en Tierra Firme -es decir, dentro del ámbito confiado al Padre Córdoba- e en otras qualesquier yslas e provincias que a Nos pertenezcan...puedan yr los dichos religiosos a conbertir é atraer a los indios dellas", dándose facultad a los comisarios jerónimos para señalar a los franciscanos “la tierra e provincia donde asy han de yr”.

Como es bien claro, se trata de términos convenidos para hacer compatible el plan acordado entre el Padre Córdoba y fray Remigio con las posibles actitudes de independencia que los superiores de la Orden franciscana podían oponer. Al mismo tiempo, vemos aquí un esbozo de un plan más amplio para que, una vez cosechada la suficiente experiencia por los franciscanos extranjeros, bajo la tutela del Padre Córdoba, pudieran ser empleados en otros lugares.

Así, esa especie de consejo de franciscanos y dominicos presidido por los jerónimos, se nos antoja tomo una institución experimental que habría de entender en las colonizaciones evangélicas sucesivas, como instrumento de expansión.

Que la elección de lugar es sólo una nueva apariencia nos lo demuestra la Cédula Real de 3 de septiembre, en la que, de acuerdo con las peticiones del Padre Córdoba, ya se sitúa con los dominicos a los franciscanos y se establece todo el plan contando con la presencia de éstos en la costa de las Perlas. Respecto a la misión práctica que se les confía y provisiones que se ordenan en su favor, son más o menos calcadas de las que también aparecen en la Mencionada Cédula Real. Pero es interesante señalar que se orienta la tarea de los franciscanos en forma complementaria a la de los dominicos, como si formaran ambos parte de un plan de conjunto con una división de trabajo.

Los dominicos, según se vio antes, serían los adoctrinadores de los indios, como instrumento de aculturación de mayor cuantía. Los franciscanos en cambio, se dedicarían -según se les señala en este documento- a la enseñanza de los niños, con dos colegios al servicio de los cuales estaría un mayordomo designado por los jerónimos -pero sometido a los franciscanos- que entendería en el aviamiento y alimentación de los frailes y discípulos.

Y del mismo modo que a fray Pedro habían de serle entregados indios-lenguas de los que hubiera en La Española, también a los franciscanos se entregarían los niños-lenguas que necesitaran “para atraher y convertir los otros”. Por consiguiente, si se revela una unidad de plan, es muy clara la unidad de gestión, coordinándose la coparticipación de dominicos y franciscanos como se coordinaba todo este plan de Tierra Firme con la misión de reforma confiada a los jerónimos.

Como se ve, el viaje del Padre Córdoba a España tuvo necesariamente un contenido mucho más importante que el que señala de paso Las Casas; claro es que en un párrafo incidental, cuando dice que “había ido por traer Religiosos”.[11]

Hacia el 22 de diciembre de 1516 debieron embarcar los franciscanos en la nao «La María», camino de La Española,[12]cuando ya habían ido por delante los jerónimos y Las Casas. Fray Antón Montesinos no fue con ellos,[13]pero cabe la duda de si les acompañó fray Pedro de Córdoba, como es casi seguro, puesto que en el memorial de capítulos con que Cisneros responde a las cartas de consulta de los jerónimos, al contestarse la de 20 de enero de 1517 se hace referencia, en el planteamiento del punto XIII, a la provisión que les solicitó el viceprovincial fray Pedro de Córdoba,[14]solicitud que sólo podía hacer si ya estaba en La Española. Luego, evidentemente, tuvo que haber llegado con los franciscanos.


NOTAS

  1. Giménez Fernández Manuel. Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias, Vol. 1, Sevilla, 1953, p. 155.
  2. LAS CASAS Bartolomé, Historia General de las Indias, tomo III. Millares-Hanke. Fondo de Cultura Económica, México, 1951 libro III, cap. LXSSIII, p. 105. No toca este tema y se limita a informar que los franciscanos habían rogado al Padre Córdoba “les diese lugar para ir con él y ayudarle en la dicha conversión”, lo que es ya la conclusión de la gestión previa, que se trasluce en otra frase que da seguidamente, al atribuir a fray Pedro de Córdoba que “siempre procuró de conservar él amistad caritativa entre las dos Órdenes”.
  3. Las Casas, Libro III, cap. LXXXIII, pp. 105-106 del tomo III.
  4. Mención especial merece el relato de Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, origen de todas las confusiones que se han amontonado sobre este tema. Al seguir un orden geográfico, de Este a Oeste, se refiere antes a las actividades de los franciscanos. Pero, además, desplaza las realizaciones y sitúa en 1516 e1 intento inicial de los dominicos de 1514, en paralelo a la fundación franciscana de Cumana de 1515, por 1º que pasa la segunda fundación de los dominicos a 1517, cuando también fue 1616. Este arrastre de los acontecimientos origina tal trastoque de fechas que, al intentar muchos historiadores 1ª correspondencia con los hechos relatados por Las Casas, se vieron obligados a duplicar los envíos de misioneros y, por supuesto, los Levantamientos indígenas. No nos referimos a los demás cronistas, por seguir más o menos los relatos de Las Casas o de Oviedo.
  5. C.D.I. segunda serie, T. XXXV, p. 377
  6. GÓMEZ CANEDO Lino, Primeros intentos de evangelización franciscana en Tierra Firme (1508.1553), Archivum Franciscanum Historicum, 1957, p.107
  7. Giménez Fernández [3], p. 150, nota 441, cree que este viaje de fray Remigio de Faulx tuvo lugar en 1515 al lado de Las Casas “cuando llegó procedente de La Española en compañía de fray Antonio [Montesinos] y probablemente de fray Remigio de Faulx”, pero es evidente que no fue así, pues fray Remigio se traslada a España para asistir al Capitulo General de la Orden, que había de celebrarse en Ruán en mayo de 1516, en representación de la provincia franciscana de Santa Cruz, y, aprovechando su viaje, escriben los superiores con fecha 15 de febrero de 1516 al Regente Cisneros planteándole los temas que comentamos. La fecha de esta carta nos da, pues, la época aproximada de su partida de La Española. Conf. C.D.I., t. XXXVI, pp. 442-445
  8. Cfr. ASPURZ Fray Lázaro de: La aportación extranjera, a las misiones españolas del patronato regio, Madrid, 1946 pp. 53-58.
  9. Publicado por SERRANO Y SANZ Manuel, Orígenes de la dominación española en América, Madrid, 1915, CCCLXXVIII-LXXX.
  10. Ibídem.
  11. Las Casas [l], libro III, cap. XCV, pág. 153 del t. III
  12. Eran en total 14, más dos donados bretones, y el asiento en la Casa de Contratación se hizo el 22 de diciembre de 1516. A. G. 1. Contratación 4675, lib. Manual fol. 78-80. Serrano y Sanz 1361, pág. DXLV, publica la cédula de 13 de noviembre dirigida a los oficiales de la Casa de Contratación para que les proveyeran de cálices y otros elementos de culto, más dos vocabularios de Nebrija, media docena de Artes de Nebrija para cada fraile, aparte de las Florecillas y Conformidades de San Francisco, etc., lo que demuestra la efectividad del plan educativo.
  13. Este partió hacia el 7 de julio de 1517, según se deduce del descargo del tesorero Matienzo.
    A. G. I. Contratación 4675, cuad. 1, fol. 85. Publica fragmento Giménez Fernández, p. 625.
  14. Giménez Fernández [3], pág. 333, cree que “tal vez un poco después [que los franciscanos], entrado ya mayo, regresó de Castilla fray Pedro de Córdoba, llegado allá [a Castilla] cuando ya habían partido para Indias los jerónimos y Casas y que se apresuró a regresar a La Española”.
    Si esto fuera así, no habría podido acompañar a Fray Remigio. Pero debe tenerse en cuenta que no une Giménez Fernández a las dos personas en el mismo viaje, por creer que fray Remigio vino a España con Montesinos en el primer viaje de Las Casas, cuando este del franciscano debe situarse en febrero de 1516. Además, el párrafo de Las Casas parece permitir mejor nuestra interpretación de que fray Pedro regresa a La Española porque vienen los jerónimos, y poco después que ellos: “y como supo de la provisión del cardenal y de que los padres de Sant Hierónimo y el clérigo Casas eran para acá con el remedio de los indios venidos, dióse prima para tornar a esta isla” (lib. 111, cap. XCV), pues la frase en la que dice que fray Pedro de Córdoba "había entonces, poco antes, venido de Castilla”, tiene el mismo valor de proximidad que la que poco más arriba dedica a los franciscanos: “por este tiempo vinieron catorce religiosos de Sant Francisco”,cuando sabemos que salieron de España en diciembre de 1516.

BIBLIOGRAFÍA

ASPURZ Fray Lázaro de: La aportación extranjera, a las misiones españolas del patronato regio, Madrid, 1946

FERNÁNDEZ DE OVIEDO Gonzalo, Historia general y natural de las Indias, Edición de la Academia de la Historia, Madrid

GIMÉNEZ FERNÁNDEZ Manuel. Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros para la reformación de las Indias, Vol. 1, Sevilla, 1953


GÓMEZ CANEDO Lino, Primeros intentos de evangelización franciscana en Tierra Firme (1508.1553), Archivum Franciscanum Historicum, 1957

LAS CASAS Bartolomé, Historia General de las Indias, tomo III. Millares-Hanke. Fondo de Cultura Económica, México, 1951

SERRANO Y SANZ Manuel, Orígenes de la dominación española en América, Madrid, 1915


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