CULTURAS PRECOLOMBINAS. Panorama general

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Premisa

Se presenta aquí una aproximación muy esquemática y más bien aproximativa sobre los pueblos y culturas del continente americano precolombino. No todos ellos y ellas estaban vivas a la llegada de los europeos, pero todos ellos y ellas han ejercido un influjo notable y fundamental en la formación del gran y rico mosaico étnico-cultural de los pueblos originarios del continente. Los datos que aquí se ofrecen son solo una aproximación. Diversos antropólogos ofrecen divisiones variadas. Aquí referimos algunas ya clásicas.

Etnografía general. Grupos:[1]

La cuestión del primer poblamiento antropológico cultural del continente americano parece estar ya aclarado en el sentido de que tal poblamiento habría comenzado a través de una inmigración desde Asia a través del estrecho de Bering. La época de tales inmigraciones es todavía imprecisa. De todas maneras, muchos antropólogos coinciden sobre algunos puntos:

A.-Los grupos raciales que se pueden numerar son los siguientes: 1) el grupo esquimal; 2) el grupo nórdico de tipología múltiple de carácter mongólico; 3) el grupo central con caracteres euroasiáticos; 4) el grupo meridional con variaciones notables, también de carácter mongólico; 5) el grupo fueguino y patagónico.
B.- Los grupos lingüísticos septentrionales y centrales son: 1) el nadene (athapasca); 2) el algonquino; 3) el selish; 4) el sioux; 5) el sonoro mexica en sentido alargado (azteca es parte del grupo mexica y ya tardío); 6) el maya; 7) grupos aislados. Los grupos meridionales son: 1) el chibcha y el quechua; 2) el caribe; 3) el ges-tapuya; 4) el tupí-guaraní; 5) el araucano; 6) el chon; 7) el fueguino; 8) grupos aislados.
C.- El cuadro histórico–cultural del continente es también rico y variado: 1) la cultura primordial se encuentra en el norte, en las tribus árticas y en algunos pueblos paleo californianos: en el sur, entre los ges-tapuya y los fueguinos; 2) la cultura totemística es particular de las tribus sur–occidentales y nororientales de la América del Norte (sioux, paiute, etc.); en la América del Sur, a lo largo de las cordilleras, hasta el Chaco (arnachi, caribes, guaraní-tupí); 3) la cultura matriarcal florece en las tribus noroccidentales y surorientales de la América del Norte, en el sur entre las tribus de la cuenca del Amazonas y del Orinoco; 4) entre estas culturas corren zonas de mayor o menor mezcla; 5) las culturas de elevada especialización como las de los mayas, tolteca- chichimecas, mexicas- aztecas, purépechas, chibcha y quechua.

Estas últimas culturas, a diferencia de las grandes culturas mixtas de Asia con las cuales tienen afinidades evidentes, no han recibido ningún otro impulso por el encuentro con la civilización occidental, y habiendo permanecido completamente aisladas o destruidas por diversos factores y agentes externos, pertenecen al campo de una rama particular de la arqueología.[2]

Horizontes históricos

Al intentar trazar una especie de esquema histórico-cultural de los pueblos precolombinos del continente americano, habría que distinguir como intento sumario una serie de periodos que son genéricos y que no pueden pretender encerrar en los mismos con exactitud cronológica esas divisiones de carácter académico. Hay autores que suelen clasificar lo que denominan «horizontes culturales» de la siguiente manera:

1. Los primeros horizontes prehistóricos: desde al menos 10.000 años a.C. al 5.000 o 3.000 a.C.

2. El horizonte arcaico o teórico: desde el 5.000 o 3.000 a.C. al 1.500 a.C.

3. El horizonte preclásico: desde el 1.500 al 200 a.C.

4. El horizonte proto clásico: desde el 200 a. C. al 200 d.C.

5. El horizonte clásico: desde el 200 d.C. al 900 d.C.

6. Los horizontes postclásicos, que según las distintas regiones o áreas geográfico-culturales del continente, se pueden dividir o señalar por zonas y fechas aproximadas diversas. Así, en la región mesoamericana de México se señala el horizonte tolteca-chichimeca desde el 900 d.C. al 1.300 d.C.

7. El horizonte histórico: desde el 1.300 d.C. al 1521 d.C. (en Mesoamérica-México). Se trata de las culturas «vivas» a la llegada de los españoles.

Se deben recordar algunos de los pueblos y culturas presentes en la región durante este periodo:

  • Los totonaca (oriente del México actual) y huastecos: ciudades como Cempoala, Nautla, Misantla, Papantla…, cuyos habitantes practicaban una religión de carácter politeísta; vivían agrupados en sociedades bien organizadas social y políticamente; practicaban la agricultura y fuertes iniciativas comerciales.
  • Los purépechas (o tarascos) (Michoacán): eran de origen chichimeca; con una buena organización social formando un «imperio» encabezado por un monarca supremo (cazonci) y por jefes subalternos (jefes o caciques locales). Practicaban una religión de carácter politeísta y entre ellos predominaba también la agricultura, trabajos artesanales y el comercio.
  • Los mixtecas (occidente de Oaxaca), divididos políticamente, con ciudades como Tilantongo, Achiutla, Yanhuitlán, Tututepec…; eran agricultores, y en religión politeístas.
  • Los zapotecas (ubicados en el centro y oriente de Oaxaca), donde quedan notables lugares arqueológicos como Monte Albán, Teotitlán, Zaachila Yoo, Mitla... eran agricultores, y en religión politeístas.
  • El nuevo «imperio» Maya. El antiguo había desaparecido desde el año 900 d.C., y cuando llegaron los españoles solo quedaban prácticamente sus restos arqueológicos y núcleos de poblaciones escasas y dispersas. Esta última y nueva realidad social y antropológica se extendía a lo largo de la zona mexicana de Chiapas y por Centroamérica (con los centros de Uaxactún, Copán, Tikal, Palenque...). Eran agricultores y refinados constructores, como lo demuestran los restos arqueológicos de su cultura; peritos astrónomos y matemáticos, con una refinada cultura social y religiosa politeísta; también con manifestaciones de sacrificios humanos.

Los antropólogos suelen señalar como los factores y causas internas y externas de su decadencia y ruina la insuficiencia de tierras, guerras intra tribales y externas, y continuas calamidades naturales como sequías prolongadas y hambrunas causadas también por la falta de estructuras adecuadas para la conservación prolongada de las cosechas y alimentos.

En el horizonte histórico, junto con la maya del antiguo imperio que nos ha dejado monumentos grandiosos, habían también desaparecido otras grandes culturas: la de Teotihuacán y la de Monte Albán, entre otras. A la llegada de los españoles a las tierras mayas quedaban solo algunas poblaciones divididas en unos 19 grupos con escasa fuerza política y cultural, por lo que la penetración española no fue ardua. Los españoles encontraron por lo tanto una gloria pasada, pero ya desaparecida o solo con restos en las tradiciones religiosas y culturales, casi extintas en las poblaciones.

- Los aztecas-mexicas: los dos nombres suelen usarse como sinónimos, pero ellos se llamaban a sí mismos «tenochcas», y a su ciudad «meshico»; de ahí el gentilicio de «mexicanos».

Su organización política se desarrolló como una monarquía con una familia dinástica, cuya transmisión del poder se daba de forma semi hereditaria entre los varones. El gobernante o monarca supremo, llamado en náhuatl tlatoani, gobernaba de manera absoluta su imperio, y fungía aunando en sí todos los poderes religiosos, civiles-políticos y militares.


En resumen:

Los aztecas, de origen nahua, llegaron del norte al actual valle de México, donde se establecieron. Al principio estuvieron bajo el dominio de otra ciudad-estado: Azcapotzalco. Paso a paso crearon un poder político y conquistador, llegando a su zenit bajo Moctezuma Xocoyotzin a través de la conquista de grandes territorios del centro, sur y sureste del actual México.

Desde el aspecto familiar eran polígamos. Desde el religioso eran politeístas bajo una teocracia sacerdotal. La educación religiosa se llevaba a cabo en instituciones o centros llamados el Calmecac, el Cuicacalco y el Telpochcalli. Desde el aspecto social eran agricultores y artesanos, mercaderes y soldados.

Una visión fatalista de la vida sostenía su vivir diario y una educación severa y dura. Creían que el pueblo estaba al servicio del Sol. Por ello en su visión cosmológica-religiosa lo tenían que alimentar con los sacrificios humanos, para lo cual habían creado las llamadas «guerras floridas» con los pueblos vecinos para la captura de víctimas humanas para los sacrificios.

Usaban un tipo de escritura jeroglífica; su literatura escrita en códices y la oral es rica. Tenían unos conocimientos numéricos y cálculos muy precisos sobre el calendario. Cultivaban la música (pentafónica) y la danza de manera brillante, algo que se puede decir llevan en el alma y que ha perdurado a lo largo de los siglos, hasta hoy, en la cultura popular mexicana, lo mismo que la multi colorida artesanía tanto en cerámica, piedra, joyas como en la textil y en multitud de manifestaciones plásticas que muestran su fino sentido artístico.

Como escribe un historiador mexicano contemporáneo, Carlos Alvear Acevedo, en la geografía del antiguo México mesoamericano “no existía una sola nación. Esta realidad comienza con la unión de las humanidades indígena y española”.[3]

El mundo precortesiano mexicano antiguo −según el historiador citado− se encontraba dividido en cuatro grandes grupos: a) recolectores; b) cazadores; c) agricultores rudimentales; d) agricultores más avanzados. En cuanto a las lenguas en el antiguo México eran más de cien, y también dicho historiador las agrupa en cuatro grupos: a) grupo azteca; b) grupo zoquemaya; c) grupo macro-otomangue; d) grupo siux-hokano; e) grupo algonquino. Este complejo mosaico de culturas diferenciadas, tras el mestizaje con el mundo hispano, constituyen la formación de la moderna cultura mexicana ( mestizaje cultural) y su riqueza antropológica extraordinaria.


NOTAS

  1. Bernardo Bernardi, “América”, en Enciclopedia Cattolica, vol. I, (Città del Vaticano: L'Enciclopedia Cattolica u.a., 1949), p. 1049 (nuestra trad.).
  2. Bibliografía ofrecida por la «Enciclopedia Católica», ed. del 1948, p. 1049.
    I.- Georg Buschan, Illustrierte Völkerskunde (Stuttgart: Verlegt von Strecker und Schroder, 1923); Joseph Deniker, Races et peuples de la terres (Paris: Masson, 1926); Ales Hrdlicka, “Man’s antiquity in America”, en Annaes do XX Congresso Internacional de Americanistas realizado no Rio de Janeiro, de 20 a 30 de agosto de 1922, ed. International Congress of Americanists, L. F. R. Clerot, y P. J. Pires Brandã (1928), p. 57-61; G. L. Sera, America (antropologia), en Enc. Ital., II, pp. 903-906; Renato Biasutti, Razze e Popoli della Terra, 3 vol. (Torino: Unione Tipografica Editrice Torinese, 1941).
    II.- Wilhelm Schmid, Die Sprachfamilien und Sprachenkreise der Erde (Heidelberg: Winter, 1926).
    III.- Wilhelm Schmidt, Kulturkreise und Kulturschichten in Sudamerika, (s.l.: s.e., 1913); Erland Nordensköld, Comparative ethnografical studies (Goteborg: Elanders Boktryckeri Aktienbolag, 1919-22); Wilheilm Schmidt y Wilheilm Koppers, Völker und Kulturen (Ratisbone: Habbel, 1924); Wilheilm Schmidt, Der Usprung der Gottesidee, vols. II, V, VII (Münster: Aschendorff, 1929-40).
  3. Carlos Alvear Acevedo, Historia de México (México D.F.: Ed. Limusa, 2004), 99.

REFERENCIAS

Alvear Acevedo, Carlos. Historia de México. México D.F.: Ed. Limusa, 2004.

Brooks, Darío. “ Aztecas o mexicas: ¿quiénes fundaron México (y por qué causa confusión)?”. BBC News (2 septiembre 2020): disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-53828751

Canals Frau, Salvador. Las civilizaciones prehispánicas de América. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1955.

Céspedes del Castillo, Guillermo, Santiago Sobrequés Vidal y Jaime Vicens Vives. Historia de España y América. Vol. 2. Barcelona: Vicens-Vives, 1974.

Konetzke, Richard. América Latina. La Época colonial. México: Ed. Siglo XXI, 1979.

Sánchez Albornoz, Nicolás. La población de A.L. desde los tiempos precolombinos al año 2000. Madrid: Alianza Editorial, 1973.

Zavala, Silvio. El mundo americano. La época colonial. Vols. I y II. México: Porrúa, 1967.

DHIAL. FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ – Elaborados de la Santa Sede para el Pabellón de Sevilla de 1992: “n. 2”: “Conquistadores y encuentros entre diversas culturas indígenas”.