DESCUBRIMIENTO Y EVANGELIZACIÓN; El ocaso de Cristóbal Colón

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Situación de las relaciones entre el Almirante Colón y los Reyes Católicos

Todos reconocen a Colón los méritos como descubridor y navegante. No se puede afirmar lo mismo de sus dotes de gobernante, como él mismo recono¬ció al escribir con ejemplar humildad: “Seré juzgado como a capitán que fué a conquistar de España fasta las Indias, y non a gobernar cibdad ni villa ni pueblo, puesto en regimiento”.[1]

Por esta razón de su mal gobierno, desde las Indias llegan a España quejas conti¬nuas contra él, que fueron enrareciendo la atmósfera en torno suyo. Deseosos entonces los Reyes de comprobar la veracidad de tales acusaciones, nombran a su repostero Juan de Agua¬do para que practique una información. El 5 de agosto de 1495 salían del puerto de Sevilla las cuatro carabelas comandadas por Aguado, que llegaban a las Indias en octubre de este mismo año.

Pero Aguado no se portó imparcialmente excediéndose en sus atribuciones, por lo que el Almirante creyó oportuno volverse a España para contestar por sí mismo ante los Reyes de cuantas acusaciones se le hacían. Antes de emprender viaje de regreso, dejó el gobierno de la Isla a su hermano Bartolomé y puso como alcalde mayor de la Isabela, a un escudero y criado suyo, llamado Francisco Roldán, que sería el cabecilla de la insurrección más peligrosa que hu¬bo en Indias durante su mandato. Con este nombramien¬to vino a demostrar una vez más su pobre capacidad para conocer a los hombres.

Salió de Indias en dos carabelas el 10 de marzo de 1496, y después de una travesía con ciertas vicisitudes arribó a la bahía de Cádiz el 11 de junio de 1496. En cuanto el Almirante estableció contacto con los Reyes se desvaneció todo el enrareci¬do ambiente producido en la Corte por sus enemigos. Las nubes se disiparon con las pláticas mantenidas personalmente por Colón con los Monarcas.

La entrevista se celebró en Burgos a fines de octubre de 1496, y en ella pudo comprobar cómo no había perdido el favor Real, y que los Reyes Católicos continuaban siendo sus protectores natos; le confirmaron todos los privi¬legios anteriormente otorgados añadiéndole incluso otros nuevos, como prueba inequívoca de su entrañable afecto y agradecimiento a los servicios prestados.[2]

Tranquilo partió el Almirante Colón de vuelta a las Indias, el 30 de mayo de 1498, saliendo del puerto de Sanlúcar de Barrameda con seis buques,

“y atinó hacia ciertas islas donde no había llegado en las partes del Austro en par de las islas de los Caribes, y descubrió y halló la isla de las perlas y no quiso que resgatasen, salvo muy poca cosa por de muestra, de que los marineros fueron del muy mal contentos, que les había dicho que de lo que Dios les diese e echase en en¬cuentro en aquel viaje, que partiría con ellos, e después díjoles que el Rey y la Reyna lo envia¬ban a descubrir por aquella vía y no a resgatar, y siguió su viaje de vuelta a la Española, y llega¬do en ella dio forma en las minas de oro y en las poblaciones, donde trabajó mucho, y halló muy grandes minas de oro como él creía que las había, y lo decía, y no era creído de muchos, así caballeros como marineros e escuderos, e gente común, que hacían burla de su fablar; y fecha minas y dada orden muy agudísima en el buscar el oro, pasó cerca de un año, que no pudo ha¬llar la abundancia de él, e en el año de 1499 comenzó de hallar la abundancia y en el año de 1500, y como se cojía todo en nombre del Rey y de la Reyna, aunque pagaban algo a los que tra-bajaban en las minas, como el Almirante lo recibía y adquiría todo, había muchas murmuracio¬nes contra él, y él se engorró y tardó de enviar el oro al Rey algo más de lo que debía, en tal ma¬nera que ovo quien escribió de allá o vino acá a decir al Rey y a la Reyna que encubría el oro, y que se quería enseñorear de la isla, e otros que la quería dar a genoveses, e otras muchas cosas de lo qual lo menos, o ninguna cosa se debiera creer que él tal hiciera, y el Rey mandó un go¬bernador llamado Fulano de Bobadillá,[3]a la Española, e envió por el Almirante, el qual dicho gobernador se lo envió en ramo de preso con el oro que tenía...”.[4]Nótese que el cronista atri¬buye «al Rey» el envío desafortunado de Bobadilla.


La llegada de Colón «preso y encadenado» al puerto de Cádiz suscitó la indignación general contra quien así se había atrevido a maltratar a un personaje tan relevante; los mismos que antes habían declamado contra Colón alzaban ahora sus voces contra su inhumano persegui¬dor. Los primeros sorprendidos fueron los Reyes, quienes, al enterarse del lamentable estado en que se encontraba el Almirante, se apresuraron a ponerle en libertad, invitándole a presen¬tarse en Granada, donde a la sazón se hallaba la Corte, y librándole al efecto una buena canti¬dad de dinero para que pudiese hacerlo de una manera decorosa.

La entrevista de Colón «des¬graciado y perseguido» con sus Reyes, tuvo lugar en la Alhambra de Granada el 17 de diciem¬bre de 1500: entrevista ciertamente más patética, pero no menos acogedora que la dis¬pensada al navegante «afortunado y glorioso» siete años antes en Barcelona.

Los Monarcas se esforzaron por tranquilizarle, al mismo tiempo que le pro¬metían hacer justicia con sus enemigos,[5]y le confirmaban todos sus títulos y privilegios, menos el título y mando de Virrey y Gobernador de las Indias:

“El Rey, quizás no quiso aparecer aquí la Reina, le mandó que, porque así convenía a su servicio, que no entrase jamás en la Isla Española, y por los servicios que había fecho confirmó¬le su Almirantazgo para siempre con sus derechos e rentas, e que anduviese en la corte o estu¬viese en Castilla donde él quisiese, e díjole que en esto creyese que le hacía mucha honra y merced y que le quitaba del peligro de los castellanos, que estaban muy indignados contra él, y que si allá volviese no podría escusar el alboroto y escándalo, que sería dar a los indios mal ejemplo”.[6]

Caído Bobadilla en desgracia, fue sustituido en el mando de Virrey y Gobernador de In¬dias por fray Nicolás de Ovando,[7]quien tampoco se condujo correctamente con el Almirante ni guardó con él las consideraciones debidas al descubridor de aquellas tierras, cuando, con beneplácito de los Reyes emprendió este su cuarto y último viaje a Indias el 11 de Mayo de 1502.

Sobre todos estos viajes y descubrimientos del Almirante, estas son las fuentes principales de Indias o de documentación contemporánea:

1.-DON CRISTÓBAL COLÓN, «Carta a Mosén Luis de Santángel», “fechada en la Carabela «La Niña», sobre las islas de Canaria, quince de febrero de noventa y tres”, en su viaje de regreso del Descubrimiento. En ella se encuentra la primera descripción del Nuevo Mundo. Pronto se hizo una edición impresa, en Barcelona, casi con seguridad durante el mes de abril de este mismo año. Existe un solo ejemplar de valiosísimo documento, de 4 pp. in fol. Carlos Sanz lo reprodujo en edición facsímil, como fue impreso en Barcelona, en Pedro Posa, el año 1493: “La carta de Colón anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo, con notas críticas e históricas”. Madrid, 1956.

De esta «Carta de Co¬lón» se han hecho numerosas ediciones y traducciones; y de ella existe una abundante bibliografía recogida por CAR¬LOS SANZ, Bibliografía general de la Carta de Colón, Madrid 1958; ID., El gran secreto de la Carta de Colón (crítica histó¬rica). Madrid, 1959. De esta Carta hay una Copia manuscrita, en AGS, Estado-Caií/7/a, 1-2. ff. 164-165. Ha sido estudiada críticamen¬te y reproducida en fascímil, llegando a conclusiones sorprendentes, por D. RAMOS, La primera noticia de América, Valladolid, 1986. 2.-DON HERNANDO COLÓN, Historia... della vita et dé fatti dell' ammiraglio Chr. Colombo... Nuovamente di lin-gua spagnuola trad. del S. Alfonso Ulloa. Venetia, 1571. 3.-ANDRÉS BERNÁLDEZ, Historia de los Reyes Católicos, caps. CXVIII al CXXXI (Edic. BAE, tomo 70, Madrid, 1953), pp. 657-679. Muy amigo del Almirante, a quien varias veces tuvo hospedado en su casa y revisó en 1496 mu¬chos de sus manuscritos y diarios, dedica catorce capítulos de su obra a los viajes y descubrimientos de Colón , con noticias muy exactas y fidedignas.

4.-PEDRO MÁRTIR D'ANGLERÍA, De Orbe Novo Petri Martyris Anglerii e Regio rerum Indiarum Senatu decades octo quas scripsit ab anno 1493 ad 1526. Madrid, 1892 (2 vv.). En vida del autor se imprimieron ya las tres primeras Décadas, refundiendo la primera que se había anteriormente publicado (en 1511), con el título de Oceánica: De Orbe Novo de-cades, Alcalá de Henares 1516. A su muerte dejó preparadas cinco nuevas Décadas que le había pedido, en nombre del Papa León X, su Legado el Cardenal Egidio de Viterbo.

5.- BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, Historia de las Indias. Texto original: BN. MS. Res. 21-23 (3 vv.). Edición crítica de Juan Pérez de Tudela, en BAE, Obras completas, tomos 95, 96, 105,106 y 110 (Madrid, 1957-58); LEWIS HANKE y M. GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Bartolomé de Las Casas (1474-1566). Bibliografía Crítica. Santiago de Chile, 1954; R. MENÉNDEZ PIDAL, El padre Las Casas, su doble personalidad. Madrid, 1963; M. BATAILLON, Etudes sur Bartolomé de Las Casas, París, 1966.

6.- GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra firme del mar océa¬no... Edic. de la Real Acad. de la Historia, Prólogo y notas de José Amador de los Ríos. Madrid, 1851. y Edic. BAE., to¬mos 117-121, Madrid, 1959, con un estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela; ID. Rasgos del semblante espiritual de Gonzalo Fernández de Oviedo: La hidalguía caballeresca ante el Nuevo Mundo, en “Revista de Indias”, 69-70 (1957), pp. 391-444; JOSÉ DE LA PEÑA Y CÁMARA, Contribuciones documentales y críticas para una biografía del A., en “Revista de Indias”, 69-70 (1957), pp. 603-705; ENRIQUE OTTE, Aspiraciones y actividades heterogéneas de Fernández de Oviedo, en “Revista de Indias”, 71 (1958), pp. 9-61.

7.-MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos de los españoles desde fines del siglo xv... Este ilustre académico ha reunido en esta colección un verdadero arsenal de datos y documentos sobre el Almirante y sus descubrimientos, sacados de los Archivos de Simancas, de Indias y del particular de la Casa de Veragua, descendiente de Colón. Se inserta también en ella «El Diario de Colón».

Sinsabores del Almirante Colón

En rápida visión panorámica se puede suscribir la afirmación del historiador Antonio Ballesteros Beretta: “Parece que el sino del descu¬bridor era llegar apesadumbrado de sus gloriosos viajes"[8]. Excepto el primero del descubri¬miento de América, a la vuelta de los tres restantes su alma saboreó las amarguras del desen¬gaño y la contrariedad de las pasiones hostiles de los hombres.

Concretamente, al regreso su segundo viaje el nombre de Juan de Aguado; al final del tercero, la prisión y las injusticias de Francisco de Bobadilla; y al retorno de su cuarto y último viaje, a primeros de noviembre de 1504, la probable impunidad de los hermanos Diego y Francisco de Porras... En esta línea de desgracias casi no excluiríamos ni el regreso triunfal de su primer viaje, amargado por la actitud de Martín Alonso Pinzón.

Pero en todas sus tribulaciones nunca le falló el áncora segura de su salvación: la bondad de la Reina Isabel, su maternal acogida, defendiéndole siempre de las intrigas, acusaciones y persecu¬ciones de sus enemigos, porque “el Almirante tenía hartos contrarios que no lo podían tragar por ser de otra nación y porque sojuzgaba mucho en su capitanía e cargo, a los soberbios y ad¬versos”.[9]

De esto tenemos el testimonio del mismo Colón. Escribiendo a doña Juana de la Torre, ama del Príncipe Don Juan, mientras se queja amargamente del mal trato recibido muestra su estima y confianza solo en la Reina; la carta es de fines de 1500:

“... En todo hubo incredulidad, y la Reina mi Señora dio dello el espíritu de inteligencia y esfuerzo grande, y la hizo heredera como a cara y muy amada hija. La posesión de todo esto fui yo a tomar en su real nombre... Yo mucho quisiera despedir del negocio, si fuere honesto, para con mi Reina, el esfuerzo de nuestro Señor y de su Alteza fizo que yo continuase... ¿Donde pudiera yo tener mejor arrimo y seguridad de no ser echado della del todo que en el Rey e Reina nuestros Señores, que de nada me han puesto en tanta honra y son los más altos príncipes por la mar y por la tierra del mundo? Los cuales tienen que yo les haya servido y me guardan mis privilegios y mercedes, y si alguien me los quebranta, sus altezas me los acrescientan con ventaja, somo se vido en los de Juan Aguado y me mandan hacer mucha honra..., y tienen mis hijos sus criados, lo que en ninguna manera pudiera esto llegar con otro Príncipe; porque donde hay amor todo lo otro cesa... Yo sé que mis yerros no han sido con el fin de ha¬cer mal, y creo que sus altezas lo creen así como yo lo digo; y sé y veo que usan de misericordia con quien maliciosamente los desirve. Yo creo y tengo por muy cierto que muy mejor y mas piedad harán conmigo, que caí en ello con inocencia y forzosamente, como sabrán después por entero, y el cual soy yo su fechura, y mirarán mis servicios y cognoscerán de cada día que son muy aventajados...”.[10]

Evidentemente esta carta debe ser anterior a la entrevista de Colón con los Reyes el 17 de diciembre del 1500 en la Alhambra, en donde le confirmaron en estos sus sentimientos.

Las Casas, después de enumerar las principales acusaciones vertidas contra Colón, añade: “Pero en la honestidad de su persona ninguno tocó, ni cosa contra ella dijo, porque ninguna co¬sa de ello que decir había”.[11]El ocaso total del Almirante sobrevino cuando, al regresar de su último viaje, le llegó la noticia de la muerte de la Reina:

“Llegado el Almirante a Sevilla, para que sus adversidades recibiesen el colmo que más le podía entristecer y amargar en la vida, supo luego cómo la Reina doña Isabel, que tenía por to¬do su amparo y su esperanza, era fallecida pocos días había. Ningún dolor, ningún trabajo, nin¬guna pérdida, ni perder la misma vida le pudo venir, que mayor aflicción, tristeza, dolor, llanto y luto le causara que oír tales nuevas; porque aquella Señora y felice Reina, así como fue la que principalmente admitió su primera empresa del descubrimiento destas Indias, como en el primer libro queda visto, así ella fue la que lo favorecía, esforzaba, consolaba, defendía, sostenía, como cristianísima y de tan inestimable servicio como del Almirante rescibió muy agradecida”.[12]

Al recibir la noticia de la muerte de la Reina, Colón escribe en carta autógrafa a su hijo desde Sevilla, el 3 de diciembre de 1504: “Lo principal es encomendar afectuosamente con mucha de¬ voción el ánima de la Reina nuestra Señora, a Dios. Su vida siempre fue católica y santa y pronta a todas las cosas de su santo servicio: y por esto se debe creer que está en su santa gloria y fuera del deseo deste áspero y fatigoso mundo”.[13]

Año y medio más tarde fallecía don Cristóbal Co¬lón en Valladolid, el 20 de mayo de 1506.


La primera entrevista de Colón con los Reyes tiene lugar en Alcalá de Henares en plena campaña de Granada: 20 de enero de 1486. En ella les habla del Gran Kan de la India, que había pedido muchas veces a Roma misioneros sin conseguirlo, y que el viaje por occidente era fácil; la idea le quedó grabada en el alma a la Reina Isabel.

Mandó estudiar el proyecto a una Comisión de cosmógra¬fos, letrados y marineros con Colón; lo hicieron en varias reuniones en 1486-1487. La Comi¬sión estimó imposible la propuesta. Los Reyes dan a Colón una respuesta dilatoria por causa de la guerra en curso; pero no solo no le abandonan sino que le dan subsidios los años 1487-1488.

Pero Colón estaba impaciente y se fue a tratar, inútilmente, con el Rey de Portugal (1488) y, vuelto a Castilla, con el Duque de Medinaceli; este se ofrece a financiar la empresa, pero Isa¬bel responde que aquello era empresa para Reyes. Marcha Colón a La Rábida y se confía a fr. Juan Pérez, de antigua confianza de la Reina. Este le escribe una carta y ella lo llama al Real de la Vega de Granada, y enseguida llama también a Colón: parece que estas conversaciones fueron decisivas a favor del proyecto.

A los pocos días de la rendición de Granada, a la que asistió Colón (2 de enero de 1492), la Reina convoca una magna Asamblea de letrados, prelados, consejeros y nobles. Esta asamblea estudia el proyecto y las pretensiones exorbitantes de Colón; como resultado se da la orden de despedirle. Sabido por la Reina que se marchaba de Castilla, dio orden de seguir¬le y reclamarle de nuevo a la Corte, y el 17 de abril se formalizan las capitulaciones de Santa Fe, concediéndole a Colón todo lo que pedía.

Aquí la Reina asumió una grave responsabilidad, que llevaría hasta el fin como de costumbre. La decisión es comúnmente considerada a posteriori como de inspiración divina. De dos personas se sabe que apoyaron a Colón: Fray Diego de Deza precep¬tor del Príncipe heredero y entonces obispo de Jaén, y Luis de Santángel, contador del Rey y tesorero de la Santa Hermandad de Castilla; fuera del Consejo Fray Antonio de Marchena.

De cál¬culos crematísticos futuros en esta empresa no queda el mínimo indicio; ni eran objeto de conquista los dominios del Gran Kan; en cambio es desbordante la documentación que le atri¬buye como único objeto la expansión de la fe de Cristo. La financiación de la empresa corrió toda a cargo de la Reina, como ella misma lo dice en su testamento. Por este y otros motivos América quedaría incorporada al Reino de Castilla-León.

El primer viaje con tres naves y 87 tripulantes (cuatro de ellos delincuentes que redimie¬ron la pena) fue de exploración; por eso las concesiones hechas a Colón eran todas condiciona-das al buen éxito, y no se mandaban misioneros porque no se sabía si saldrían gentes que con¬vertir.

El recibimiento de Colón a su vuelta en Barcelona, fue apoteósico. Los Reyes tomaron conciencia inmediata de la importancia del Descubrimiento y de los horizontes que se abrían a la evangelización; y en efecto las máximas preocupaciones para los siguientes viajes eran ante todo de orden espiritual y organizativo. Las bulas de Alejandro VI, pedidas y concedidas en mayo-junio de 1492, además de conceder el dominio de lo descubierto y por descubrir hacia occidente, contienen un preciso «mandato misional», que los Reyes asumieron gozosamente.

En el segundo viaje en 1493 con 17 navíos y un millar de tripulantes, va un Delegado apostó¬lico: Fray Bernardo Boyl, con otros cuatro religiosos catequistas y, probablemente, Fray Antonio de Marchena, solicitado por la misma Reina.

En la expedición de 1502 la Reina envía doce religio¬sos franciscanos reformados, y otros tres el Cardenal Cisneros; no sabemos cuántos fueron en el tercer viaje de 1500. Más hubiera querido enviar la Reina, pero había dos graves dificultades: la ignorancia de la lengua y la organización eclesiástica simultánea del Reino de Granada y de las Canarias, que absorbían las disponibilidades de las Órdenes reformadas y de las Diócesis. Para la lengua se servían al principio de los seis indios bautizados en Barcelona (1493) y en la isla de Guadalupe (1496), que habían sido devueltos a su tierra. La Reina seguía todo con solicitud verdaderamente maternal; no se cansaba de inculcar en las instrucciones el buen trato y adoctrinamiento de los indios: “sus Altezas desean más la salvación de esta gente, porque sean cristianos, que todas las riquezas que de acá puedan salir”:[14]enviaba ornamentos sagrados, acudía como una madre a los siete indios traídos por Colón, especialmente al que quedó de paje del Príncipe, pedía informaciones de todo, has¬ta de las aves, que “querría verlas todas”.

Especial atención merece la conducta de Isabel en materia de esclavitud y libertad de los indios. Aquí Isabel superó la doctrina de su tiempo y las disposiciones pontificias: el caso puede bien decirse que sea único hasta aquel entonces. Había remitido Colón a los Reyes en 1495 para cubrir gastos cuatro navíos con unos 500 esclavos. Por cédula real del 12 de abril se da orden de venderlos en Andalucía; pero a los cuatro días, el día 16, se revoca la orden y se manda suspender la venta: “porque Nos querríamos informarnos de letrados, teólogos y canonistas, si con buena conciencia se pueden vender” (Doc. 16).

No conocemos los trámites de la consulta; sabemos que cansada de esperar, la Reina dispone por medio de una resolución el 20 de junio 1500: “... los quales aora Nos mandamos poner en libertad". La Reina ordena buscarlos y recogerlos todos, entregarlos a Pedro de To¬rres y repatriarlos a sus familias: todo a sus expensas; queda en España sólo una muchacha afi¬cionada a la familia que la ha acogido. Es el primer acto de reconocimiento público del respeto debido a la persona humana por ser tal. Y a Colón se le amonesta en las instrucciones para el cuarto viaje: “Y no habéis de traer esclavos”.

Claramente se excluía cualquier especulación so¬bre ese negocio, tan común entonces. Sólo los caníbales podían ser reducidos a servidumbre «para civilizar¬los». Podían traerse también los que quisieran venir para aprender la lengua y volver como in¬térpretes y catequistas. Los documentos constatan otras devoluciones de esclavos por cuenta de la Reina Isabel traídos a España por diversos exploradores. La esclavitud continuará aún practicán¬dose por siglos, incluso por los españoles de América con negros de África traídos por ingleses y holandeses; pero en Hispanoamérica quedó legalmente abolida para siempre por las Leyes de Indias.

Entre los años 1500-1504 se suceden una a otra las disposiciones regias favorables a los indios regulando su vida, sus costumbres, su religión, su instrucción, su contratación y tributa¬ción, y sobre todo su buen trato y régimen de trabajo; de ello queda un eco vivo en el Codicilo testamentario de Isabel, el XII. De aquí arranca la insuperable obra cristiana de las Leyes de Indias, el primer código social de la historia. Con razón es llamada Isabel la Católica, madre de los indios, madre de América.

A Isabel se debe la incorporación de América al mundo y civilización que hoy llamamos «occidental», y la impronta irreversible de la cristianización del Nuevo Mundo, sólo comparable a otros dos hechos misioneros transcendentales: la evangelización de los pueblos del Mediterráneo y la de los pueblos bárbaros de Europa. Actualmente la mitad de los católicos del mundo se encuentra en el continente americano.

Otro aspecto que muestra la profunda humanidad de la Reina Isabel es su tratamiento y fidelidad a Cristóbal Colón, tan perseguido y sacri¬ficado en sus últimos años de vida. Se puede serenamente afirmar que la Reina Isabel la Católica es una de las personas, por añadidura mujer, que más han influido en la historia universal.

Nota importante: Los Autores miembros de esta exposición histórica documental fueron varios[15]. El DHIAL presenta una relación sumaria de dicha exposición.


NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

  1. 1500, noviembre, 25. Sevilla.
    Carta del Almirante don Cristóbal Colón al ama del Príncipe don Juan, doña Juana de la Torre.
    Arch. del Monasterio de las Cuevas, Sevilla. Copia hecha por D. JUAN BTA. MUÑOZ, Colección de D. Juan B. Muñoz, Academia de la Historia, Viajes del Almirante Cristóbal Colón. Texto corregido por el del Códice Colombo Americano.
    Edic. MARTÍN FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos..., I (Madrid, 1858), pp. 413-423; en BAE, tomo LXXV (Madrid, 1954) pp. 217-222.
  2. El 23 de abril de 1497, le fueron confirmados en Burgos todas las mercedes y privilegios ya concedidos en la Vega del Real de Granada, el 17 de abril de 1492 (Edic. M. FERNÁNDEZ NAVARRETE, o. c, pp. 415-418, N.° CIX). Y con la misma fecha e idéntica fórmula, le confirmaron asimismo el título de Almirante, Visorrey y Gobernador de las In-dias, que le habían dado el 30 de abril de 1492 en la Vega del Real de Granada, insertando también la confirmación que le hicieron en Barcelona el 28 de mayo de 1493. Y como novedad, con esta fecha expidieron los Reyes también en Burgos una provisión concediendo al Almirante licencia y facultad para fundar a establecer de todos sus bienes uno o más mayorazgos.
  3. FRANCISCO DE BOBADILLA: De origen aragonés, desconocemos el lugar y fecha de su nacimiento. Goberna¬dor y juez pesquisidor de las Indias, su misión primordial era averiguar qué personas se habían levantado contra la justicia en la isla Española y proceder contra ellas según derecho (Cf. LAS CASAS, Historia de las Indias, lib. I, cap. 177; M. FERNÁNDEZ NAVARRETE, Col. de viajes y descubrimientos, en BAE, tomo 75, Madrid, 1954, n.° CXXVII, pp. 43-445). Sin embargo, sobrepasando sus poderes, ha quedado para siempre manchado su nombre en los anales de la histo¬ria por su actuación con Cristóbal Colón, a quien envió a España preso y encadenado como un vulgar malhechor. Su conducta ha sido duramente criticada y fue luego destituido de su cargo por los Reyes Católicos (Cf. J. MARIANO INCHAUSTEGUI, Francisco de Bobadilla. Tres Homónimos y un enigma colombino descifrado, Madrid, 1964).
  4. A. BERNÁLDEZ, Historia de los Reyes Católicos, cap. CXXXI. Edic. BAE, tomo LXX, Madrid, 1953, p. 679.
  5. Cédula sobre la orden que se debía observar en las cosas de la Hacienda, tocantes a don Cristóbal Colón, de que se apoderó el Comendador Bobadilla (M. FERNÁNDEZ NAVARRETE, O. c, N.° CXLII, pp. 466-468).
  6. A. BERNÁLDEZ, o. c, p. 679.
  7. FRAY NICOLÁS DE OVANDO: Nació en Cáceres el año 1460. Fue uno de aquellos diez jóvenes escogidos para educarse en palacio en compañía del malogrado Príncipe Don Juan. Su nombramiento de Virrey y Gobernador de Indias tuvo lugar en Granada el 3 de septiembre de 1501. Hombre bondadoso, íntegro, de probada virtud, le faltó tal vez el temple necesario y aquella grandeza de alma que se necesita para ciertos cargos en situaciones críticas como las que atravesaba la Española en estos días. Así y todo, fue una figura señera en los primeros tiempos de la colonización española de Indias (Cf. CÁNDIDO RUIZ MARTÍNEZ, Gobierno de fray Nicolás de Ovando en La Española, en "El Conti¬nente Americano", II (Madrid, 1892-1893), p. 28 ss.;U. LAMB, Fray Nicolás de Ovando, Madrid, 1956; JOSÉ MARÍA OTS, Las instituciones económicas hispanoamericanas del período colonial, en "Anuario de Historia del Derecho Español" XI (1934), pp. 211-282.
  8. A. BALLESTEROS, Historia de España, III (Barcelona, 1948) p. 183.
  9. A. BERNÁLDEZ, o. C, cap. CXXXI, p. 678.
  10. Archivo del Monasterio de Las Cuevas, Sevilla. Copia hecha por D. Juan Bautista Muñoz, "Colección de D. Juan B. Muñoz", Academia de la Historia, "Viajes del Almirante Cristóbal Colón". Texto corregido por el del Có¬dice Colombo Americano, Genova, 1823. Ed. Martín F. Navarrete. "Colección de viajes y descubrimientos", T. I., pp. 418-423. CIC, XIII, Doc. 1593, pp. 312-323.
  11. LAS CASAS, BARTOLOMÉ, Historia de las Indias, tomo I, cap. CLXXIX, p. 479, col 1.a.
  12. LAS CASAS, o. c, tomo II (Madrid, 1961), cap. XXXVII, p. 90.
  13. Carta autógrafa de Colón a su hijo Diego. Sevilla, 3 de diciembre de 1504 (M. FERNÁNDEZ NAVARRETE, o. c., pp. 484-485); CIC, tomo XV (Valladolid, 1970) p. 254.
  14. Cf. Instrucción del Almirante a Mosén Pedro Margarit (AGI. Patr., Leg. 5). Edic. M. FERNÁNDEZ NAVARRETE, Colección de viajes y descubrimientos, n.° LXXII, pp. 365-366.
  15. Este trabajo de sumaria recolección documental consta de CXXXIX + 1074 pp. Los Peritos de la Comisión Histórica, que en su tiempo examinaron la Relación (252 páginas) que una Comisión Histórica presentó para su examen procesual en Valladolid el 21 de enero de 1972, fueron los Doctores e Historiadores Prof. L. Suárez Fernández, Prof. Quintín Aldea, Mons. D. Mansilla y otros seis historiadores, archiveros (especialmente del Archivo de Simancas, ubicado en la provincia de Valladolid, –Archivo General de la Corona de Castilla-) y catedráticos de historia en Universidades españolas de reconocida solvencia. Cf. en la citada publicación, Relación de la Comisión histórica sobre la documentación, pp. XXXIII-XXXVIII. Los temas de carácter documental histórico-biográficos reunidos por la Comisión histórica, está formado por XXVII tomos que constituyen el conjunto de la Documentación recogida con más de 100.000 documentos estudiados, de los que se han seleccionado 2.160 en 27 volúmenes (cf. ibídem, pp. XXIII-XXXIII: descripción sumaria de los mismos: fuentes documentales y narrativas de la época). La síntesis sumaria de la exposición en CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 1074 pp., es obra de Justo Fernández Alonso - Anastasio Gutiérrez - Luis Suárez Fernández.