DE LANDA Fray Diego

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Misionero y primer «mayanista»

Diego de Landa, fraile franciscano y pionero de la evangelización de Yucatán, es justamente considerado una de las grandes figuras, aunque controvertida por parte de algunos, en la historia de aquella evangelización; pero es además es una de las fuentes principales para conocer la cultura maya. En su edad madura Landa estudió también con suma dedicación aquella cultura, de la que él había intentado cancelar en sus expresiones culturales religiosas.

Trató de recoger todas la información que pudo sobre aquella cultura; reunió una notable cantidad de datos documentales sobre la historia, el estilo de vida y las creencias religiosas de los mayas. Intentó descifrar sus sistemas de contabilización vigesimal que ellos empleaban en matemáticas, en su calendario y sobre todo de la escritura maya, con comprensibles errores de interpretación. Landa partió del presupuesto equivocado de que la lengua maya se escribía con un alfabeto fonético, como las lenguas latina y española, mientras que el maya se basaba en sílabas y logogramas (este es descubrimiento moderno).

Compuso entonces una tabla comparativa entre las letras del alfabeto latino y los caracteres mayas, que estudios actuales han demostrado errada. Sin embargo, este supuesto alfabeto, si es interpretado de manera correcta, como un silabario, como ha hecho el lingüista ruso Jurij Valentyinovics Knorozov, demuestra ser importante instrumento para descifrar la escritura maya. Fray Diego de Landa escribió su «Relación sobre las cosas de Yucatán» en 1566, obra básica para entender el mundo maya en los tiempos de la conquista española. En ella narra la historia de los mayas, con una crónica de los descubrimientos y de la conquista españolas. Landa encabezó en su día, con algunos de sus hermanos misioneros franciscanos, una campaña de derribo de imágenes y símbolos sagrados de los antiguos mayas. La quema de los antiguos códices que pudieron recoger fue un desastre indiscutible desde el punto de la trasmisión y conocimiento posterior de la historia del mundo maya.

Sin embargo, la completa destrucción de la misma solo se salvó, precisamente, por la actuación del mismo Landa que la estudió a fondo y nos la trasmitió en sus escritos. Paradójicamente, la obra de Landa, que había trabajado convenidamente por borrar las expresiones religiosas de la cultura maya consideradas como antítesis del Evangelio, hoy constituyen la referencia principal para todos los investigadores y los «mayanistas».

La personalidad de Fray Diego de Landa Calderón

Fray Diego de Landa Calderón nació y murió en España (1524 –1579). Fue obispo de Yucatán y de Tabasco. La historiografía sobre la evangelización de los franciscanos en Yucatán se ha fijado en varios aspectos de este fraile misionero, pionero en la misma. Por una parte, se ha puesto en evidencia como Fray Diego de Landa llevó una vida rígida en la más genuina tradición de la pobreza franciscana, e incansable misionero evangelizador al que se debe la fundación de toda una red de conventos misioneros. Además se le reconoce como una de las fuentes documentales más importantes para el conocimiento del mundo cultural maya y de la historia de la evangelización en Yucatán.

Pero al mismo tiempo Fray Diego de Landa es una figura muy discutida por sus métodos misioneros radicales en cuanto que, ante situaciones evidentes de la permanencia de la idolatría entre los neo-conversos mayas, programó y llevó a cabo una destrucción sistemática de cuanto podía representar la ancestral cultura religiosa maya: sus códices y otros notables monumentos, por ver en ellos una clara supervivencia de antiguos cultos idolátricos. Por ello presidió un «Auto de Fe» en Maní, en el cual dispuso que se quemaran numerosos códices mayas.

En agosto de 1549 llegó un grupo de frailes al Yucatán, antes de que se erigiera oficialmente la Custodia de San José de Yucatán,[1]aprobada en el primer Capítulo Custodial celebrado el 29 de septiembre de 1549 en la ciudad de Mérida. Fray Luis de Villalpando fue elegido para el cargo de custodio, mientras que Fray Diego de Landa fue asignado al convento de Izamal junto a Fray Lorenzo de Bienvenida, guardián de ese convento. Fray Diego de Landa destacó desde pronto por su facilidad para aprender la lengua maya. Fray Luis de Villalpando, considerado el proto-lingüista maya,[2]le ayudó en esa labor.

Villalpando fue el primero en estudiar ese idioma, reduciéndolo a una serie de reglas con el fin de facilitar su aprendizaje. Pero Fray Diego de Landa consiguió superar al maestro en tal arte, revisando y añadiendo otras reglas, para componer todo un sistema de normas que resultaron tan perfectas que asombra al cronista Lizana para quien no dejaba de ser «cosa misteriosa» que los religiosos que llegaban de España en solo dos meses pudieran aprender y dominar la lengua para predicar a los naturales.

Fray Diego de Landa se convirtió en un verdadero maestro del idioma maya, posibilitando así, con el permiso de sus superiores, que se dedicara a recorrer las poblaciones indígenas de la península yucateca, para llevar adelante la evangelización cristiana. Se adentró en las provincias de Valladolid hasta llegar al mar, y en su deseo por extender su labor apostólica llegó por el sur hasta los más apartados lugares atravesando bosques y manglares. Su ardua labor dio como resultado la evangelización de multitud de indios, a los que catequizó y bautizó, y también la fundación de varios pueblos para constituir «repúblicas», semejantes a las villas españolas, donde congregar a los mayas, con el objetivo de facilitar su evangelización.

A Fray Diego se le conocía en la provincia con el nombre de «Misionero de la Cruz». En 1551 fue convocado a la celebración del segundo Capítulo franciscano en el convento mayor de Mérida. De ahí salió elegido como cuarto definidor,[3]con residencia en el convento de Conkal. En este convento se dedicó con gran intensidad a la actividad misional, dando testimonio con su vida de oración, penitencia y sacrificios. Su entereza de carácter es resaltada por los cronistas Bernardo de Lizana[4]y López de Cogolludo, como también resaltan su valor apostólico y su rigor doctrinal. Destacó en su labor evangélica por las muchas conversiones que obtuvo por su celo y perseverancia, lo cual contrasta con los juicios adversos que mereció su actuación misional, tanto de sus coetáneos como de los historiadores posteriores que valoraron su actuación.

El capítulo de la Orden franciscana celebrado en 1553 reconoció su entrega, y le eligió como guardián del convento de Izamal. Se le encargó reedificar ese convento que, por entonces, solo estaba constituido por unas chozas de paja donde moraban los religiosos. Decidió situarlo en el cerro más alto de la zona, en un lugar que en la época prehispánica había sido un santuario de culto a los dioses mayas. La fábrica del convento la inició bajo la advocación de San Antonio y también del Santuario de Nuestra Señora de Izamal. Las obras serían culminadas en 1561, ya con Fray Francisco de la Torre de custodio, pero fue Fray Diego de Landa el gran impulsor de su construcción, a la que contribuyó con su trabajo personal, porque el mismo se desplazaba a los montes, junto con los indígenas, para acarrear la madera y las piedras para la construcción del convento.

Durante su estancia en Izamal se produjo una gran carestía de maíz por la pérdida de las cosechas y, en consecuencia, una terrible hambruna golpeó a toda la región, afectando a los naturales y a los españoles. Refieren Lizana y López de Cogolludo cómo Fray Diego de Landa, ante la dramática situación, ordenó distribuir el maíz que almacenaban los religiosos para su sustento entre los pobres. Lo asombroso fue que el maíz del granero de los frailes, que no debía de ser mucho, sirvió para socorrer tanto a los indígenas del pueblo como a los forasteros que acudían para ser socorridos, ya que el maíz no se agotó durante los seis meses que duró la hambruna. Hay controversia respecto a este hecho pues lo que para Lizana y Cogolludo fue un prodigio e, incluso, un verdadero milagro, y para otros, como el obispo de Yucatán Carrillo y Ancona, fue una prueba del talento previsor, buena economía y gran caridad de Fray Diego de Landa.

Una figura controvertida

Muchos han sido los denigradores y críticos modernos de Fray Diego de Landa debido a su severidad con los antiguos ritos religiosos mayas y la consecuente destrucción de códices y de otros antiguos monumentos por considerarlos expresiones de culto religioso idolátrico; también fue objeto de duras críticas por sus severas actitudes con los colonos españoles, al denunciar sus actuaciones injustas con los indígenas. Sin embargo, los testimonios de la época no confirman que en Yucatán se tuviera un concepto denigrante del padre guardián de Izamal.

Es cierto que Fray Diego de Landa se vio obligado a dejar Izamal y trasladarse a Mérida cuando resultó elegido custodio y primer definidor de la provincia en el Capítulo Custodial de la Orden (1556). Ante la ausencia de obispo en Yucatán y como comisario apostólico, Fray Diego de Landa se consideró investido de con una autoridad diocesana competente para actuar tanto en el ámbito religioso —frailes y clero secular— como en el civil, tratando de remediar los problemas que afectaban a los indios y censurando la conducta moral de los colonos españoles.

Se preocupó por los indígenas tratando de moderar las cargas tributarias y laborales que soportaban, al igual que trató de combatir las malas costumbres y los vicios públicos. Sus constantes e implacables disposiciones, aun tendiendo a un loable fin, provocaron grandes alarmas entre los pobladores por considerar que emanaban de una pretendida autoridad por parte suya y que no era competente en materias civiles. Por ello recibió fuertes críticas y se ganó enemistades por sus actuaciones que algunos consideraban ilegítimas.

Además, la creación de nuevas doctrinas a cargo de la orden franciscana sembró las primeras semillas del litigio que enfrentaría por largo tiempo a los clérigos diocesanos y a los frailes. Sin embargo, se debe afirmar que Fray Diego de Landa, como superior de los franciscanos mantuvo una actitud de atenta vigilancia del proceso colonizador, con el fin de conjugar los varios elementos que confluían en la nueva sociedad en formación.

Por ello viajó a Guatemala donde residía la «Audiencia de los Confines», de la que entonces dependía Yucatán, para informar de los abusos que padecían los mayas. Gracias a su gestión fue enviado el oidor García Jofre de Loaísa como visitador de la provincia (1560-1561), que procedió a reducir el tributo que anualmente pagaban los indígenas a los encomenderos o al Rey.

En el ámbito civil, en enero de 1560, las provincias de Yucatán y Tabasco se incorporan definitivamente a la jurisdicción de la Audiencia de México. En febrero de 1560 la Corona nombraba al que había de ser el último alcalde mayor de Yucatán, el doctor Diego Quijada; en adelante, el gobierno de la provincia sería asumido por gobernadores.

En el ámbito religioso, en noviembre de 1560 tendría lugar el quinto Capítulo Custodial de la Orden, siendo electo como custodio Fray Francisco de la Torre, mientras que Fray Diego de Landa pasaba a ocupar el puesto de guardián del convento mayor de Mérida. Al poco regresaría a Yucatán Fray Lorenzo de Bienvenida, que había asistido al Capítulo General de la Orden de San Francisco, celebrado en Aquila (Italia) en 1559.

Allí consiguió que las custodias de Yucatán y Guatemala se erigieran como provincia separada de la del Santo Evangelio de México, pero con la condición de que se alternasen los Capítulos Provinciales en Yucatán y Guatemala, y que la primera elección se hiciese entre los religiosos yucatecos. Esta nueva situación supuso la convocatoria en Mérida del primer Capítulo Provincial para septiembre de 1561. Se eligió a Fray Diego de Landa primer provincial de Yucatán y Guatemala. La unión de las dos custodias en una sola provincia duró poco tiempo, pues por los múltiples inconvenientes que de ello resultaban se terminó imponiendo en 1565 la separación en dos provincias franciscanas diferentes: la de San José de Yucatán y la del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala.

Fray Diego de Landa había alcanzado la más alta responsabilidad dentro de la Orden en la provincia yucateca (1561) siendo él así la mayor autoridad religiosa al no haber todavía ningún obispo en esa provincia. El número de frailes había crecido al incorporarse los diez que acompañaron a Fray Lorenzo de Bienvenida en su regreso a Yucatán en 1561, ello facilitó la expansión misionera, que en esas fechas alcanzaba a los conventos de Campeche, Mérida, Maní, Conkal, Izamal y las recién creadas de Homun y Calkiní.

Ardua empresa evangelizadora ante la pervivencia de la antigua idolatría

Los frailes más experimentados eran conscientes de su pequeño número frente a la gran población maya. Entendían que había transcurrido poco tiempo desde el inicio de la evangelización. Todo esto constituía un serio obstáculo a la hora de conseguir que la fe cristiana arraigase en la vida de los indios. Los frailes no dejaban de reconocer la antinomia[5]que existía entre los antiguos ritos indígenas y las enseñanzas cristianas y percibían, por tanto, el peligro latente de la apostasía. Es por tanto comprensible la preocupación de los misioneros ante el resurgimiento de idolatrías y supersticiones, y también es comprensible la reacción de Fray Diego de Landa ante el descubrimiento de ritos idolátricos en Maní.

En mayo de 1562, los acontecimientos se desataron cuando se encontraron por casualidad en una cueva cercana al pueblo de Maní numerosos ídolos ensangrentados que evidenciaban el ofrecimiento de sacrificios sangrientos a las divinidades paganas. El descubrimiento realizado por los indios fue de inmediato comunicado al guardián del convento de Maní, quien, a su vez, lo puso en conocimiento del provincial. Fray Diego de Landa se convenció de que el resurgimiento de la práctica de la idolatría estaba renaciendo, así que decidió asumir su responsabilidad como juez eclesiástico y desplazarse personalmente al lugar de los hechos.

Al mismo tiempo dio a conocer la situación al alcalde mayor Diego Quijada, quien proporcionó al provincial el apoyo de la autoridad civil, dadas también las implicaciones políticas de las prácticas idolátricas. Quijada no ignoraba la gran influencia que la antigua clase sacerdotal maya había ejercido en el gobierno de los diferentes grupos prehispánicos mayas, hasta el punto de que en aquella antigua tradición era muy difícil diferenciar las funciones sacerdotales de las políticas; el retorno a los antiguos cultos paganos se consideraba no solo como una apostasía práctica de la fe cristiana, sino también como un indicio de rebeldía a la dominación española.

En Yucatán no se olvidaba la sublevación de 1546, en la que habían perecido unos veinte españoles y unos cientos de indios, y que había sido impulsada por motivos de reafirmación de las antiguas creencias religiosas indisolublemente unidas a las políticas. Ahora, las autoridades provinciales, tanto civiles como religiosas españolas, temían que se repitiese lo mismo.

Auto de fe de Maní

En junio de 1562 Fray Diego de Landa llegó a Maní. Ante la aparente implicación de muchos de los caciques, principales, antiguos sacerdotes mayas, procedió a incoar un proceso de carácter inquisitorial. Estudió la situación y estableció con los franciscanos los métodos a seguir: se acordó tomar declaración al pueblo en general y resolver la causa en un solo proceso, para excusar costos y obviar la tardanza que supondrían muchos procesos individuales.

Sólo con «los principales» (autoridades indígenas locales) se procedería por vía inquisitorial individual, por varias razones: el que hubieran vuelto a la idolatría y renegado de la fe católica, que hubieran practicado los ritos idolátricos en lugares sagrados, que hubieran pactado con el demonio y que hubieran corrompido la cristianización de la gente simple. Para el desarrollo de la causa contaba Fray Diego de Landa con la colaboración de Bartolomé de Bohórquez, alguacil mayor de la Inquisición ordinaria propuesto por Quijada, quien debía ejecutar sus órdenes de prender a los indios mayas idólatras, ya bautizados, y hacer que se cumplieran sus autos y sentencias.

Por último, se decidió que varios frailes se repartiesen por los pueblos próximos a Maní con el fin de averiguar la propagación de las prácticas idolátricas y castigar a los inculpados, debiendo enviar a los más culpables a Maní, donde quedaron como jueces inquisitoriales Fray Diego de Landa, Fray Pedro de Ciudad Rodrigo, Fray Miguel de la Puebla y Fray Juan Pizarro. Así comenzaba uno de los procesos más célebres de la llamada «extirpación de idolatrías» acaecidos en la América hispana.

La investigación se llevó a cabo activamente y los resultados no se hicieron esperar, aunque los métodos empleados por los frailes para obtener las confesiones despertaron una creciente hostilidad entre los indios, a pesar de ser los propios de la época. Las informaciones de los indígenas mayas, otorgadas voluntariamente o conseguidas mediante la tortura, pusieron de relieve los diferentes ritos que, con diversas peculiaridades según los pueblos, venían practicándose desde dos, tres y hasta cinco años atrás.

Destacaban entre ellos los sacrificios humanos de muchachos y muchachas, y en algunos casos de niños de corta edad, procedentes de otros pueblos, que eran comprados o robados para ser sacrificados. Otras ofrendas a los dioses, menos graves, se reducían a sacrificar animales o quemar copal y cirios de cera. El secreto en que se habían mantenido dichos cultos por parte de los indígenas implicados explica al ser descubiertos el desconcierto de los misioneros ante la expansión y dimensiones que habían alcanzado tales ritos idolátricos y la sorpresa inesperada ante la responsabilidad que en ello tenían algunos neo-bautizados que consideraban ya mejor preparados en la fe cristiana. Como resultado de los exámenes e informaciones obtenidas de los indios, se procedió al arresto de un gran número de principales y caciques o gobernadores de diferentes pueblos. Una vez terminados todos los procedimientos, el 11 de julio de 1562 el provincial dictó las sentencias. La mayoría de los indios fueron acusados de ofensas menores y, por tanto, condenados a pagar pequeñas multas, a ser trasquilados o a recibir algunos azotes. Otros fueron desterrados de sus pueblos, imponiéndoseles como castigo la obligación de servir en conventos o casas de españoles durante varios años, en función del grado de culpabilidad.

Contra los principales más implicados se instituyeron procesos formales y se les aplicaron penas más severas, sumándoseles los azotes, la privación de sus cargos, el destierro y los servicios forzados. Como culminación del proceso, el 12 de julio se celebró el famoso «Auto de Fe de Maní», al que debieron asistir todos los indios inculpados para oír públicamente las sentencias y en el que el alcalde mayor se comprometió a la ejecución de las mismas por haber sido dadas en justicia y derecho. Algunos de los condenados más prominentes fueron trasladados posteriormente a Mérida para aguardar la resolución final de sus procesos.

Los acusados condenados fueron trasquilados, encorazados y ensambenitados según el uso aplicado a los acusados por la inquisición en los procesos, y algunos fueron ejecutados.[6]Unos 200 indios fueron castigados con penas que iban de 100 a 200 azotes, hasta la «esclavitud» (servidumbre) por periodos de entre tres y cinco años. Durante los procesos inquisitoriales se usaron también métodos de tortura para interrogar a los acusados e intimidarles para evitar sublevaciones pretendiendo así también pacificar a la población maya.

Fray Diego de Landa mando detener a los gobernantes de Pencuyut, Tekit, Tikunché, Hunacté, Maní, Tekax, Oxkutzcab y otros lugares, entre ellos a Francisco Montejo Xiu, Diego Uz, Francisco Pacab, y Juan Pech. Además, retuvo como rehenes a otros 127 entre mujeres y hombres, los cuales tuvieron que pagar 45 nueces cada uno por su libertad.[7] ganancia 4 540 pesos oro.

La destrucción de códices mayas

Durante el Auto de Fe del 12 de julio de 1562 se destruyeron numerosos códices prehispánicos. Fray Diego de Landa escribió: “Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sentían a maravilla y les daba pena”. El número de códices mayas destruidos es incierto. Según el discutido estudioso Sylvanus G. Morley, Fray Diego de Landa habría destruido 191 ídolos, 27 códices y 14 templos.[8]

Para otros se destruyeron “5,000 ídolos de distintas formas y tamaños, 13 piedras grandes que servían de altares, 22 piedras pequeñas de varias formas, 27 rollos de signos y jeroglíficos en piel de venado, y 197 vasos de todas dimensiones y figuras”.[9]Parece que solo cuatro códices han sobrevivido a la destrucción de la ceremonia de 1562.

Relación de Fray Diego de Landa con el obispo Fray Francisco de Toral

El juicio de Maní enfrentó, por un lado, a la provincia franciscana y al alcalde mayor Diego Quijada y, por el otro, al recién nombrado primer obispo de Yucatán, el también franciscano Fray Francisco de Toral; el resto de la élite gobernante yucateca ( encomenderos, miembros del cabildo de Mérida y otros funcionarios civiles y eclesiásticos) también tomó partido dando su apoyo a uno u otro partido; la mayoría de las veces debido a enemistades o alianzas anteriores.

Los opositores al proceso estaban preocupados por la posibilidad de perder la provincia porque el exceso de castigos podría dar lugar a rebeliones o la huida de los indios a los montes; a algunos también les preocupaba el excesivo poder de los frailes que excedía sus competencias y que de hecho vigilaban estrechamente las creencias, vidas, trabajos y hasta la economía de los indígenas.[10]Esta actuación hacían crecer también sentimientos antiespañoles entre los indígenas, razón por la cual los colonos protestaron al gobierno de España.

La sociedad de Yucatán se dividió entre partidarios y detractores de Landa. El evento tuvo otras repercusiones internas; además no se evitó el perdurar del paganismo, pues los indígenas habrían disimulado sus antiguas creencias bajo nuevas apariencias ideando sus medios para preservar sus cultos ancestrales. A la llegada del obispo de Yucatán, Toral, en 1562, y a pesar de las mediaciones del marqués del Valle de Oaxaca, Martín Cortés, Fray Diego de Landa fue obligado a regresar a España. Las noticias habían llegado hasta Felipe II, por lo que, en abril de 1563, Landa tuvo que viajar a España para presentar su propia defensa.[11]

Terminado el proceso de Maní, prosiguieron las investigaciones en los cacicazgos aledaños de Hocaba-Homun y Sotuta, para los que se adoptaron los mismos métodos y se aplicaron sentencias similares. Pero, antes de que Fray Diego de Landa pudiera completar toda la investigación, se recibió la noticia de la llegada a Campeche del primer obispo Fray Francisco de Toral. En diciembre de 1561 Pio V había instituido el nuevo obispado de Yucatán, que integraba también la provincia de Tabasco.[12]

Al llegar a la diócesis, agosto de 1562, Fray Francisco de Toral fue informado sobre lo acaecido en Maní y en los pueblos colindantes. El nuevo obispo se encontró una población indígena muy intranquila y una sociedad sumamente alterada, porque la comunidad española estaba dividida en dos bandos contrapuestos: uno integrado por los franciscanos y el alcalde mayor Diego Quijada, y el otro formado por vecinos influyentes y algunos clérigos que no aprobaban los métodos de Landa y de los frailes que lo seguían.

Toral asumió de inmediato las investigaciones que se estaban realizando, desautorizando lo realizado hasta entonces por el provincial y los religiosos y preocupándose de la resolución del proceso inquisitorial. El mismo Landa refiere cómo el obispo “deshizo lo que los frailes tenían hecho y mandó soltar los presos y que sobre esto agravió al provincial”. Y es que, según Fray Francisco de Toral, “en lugar de doctrina han tenido estos miserables [los indios] tormento; y en lugar de les dar a conocer a Dios, les han hecho desesperar; y en lugar de los atraer al gremio de nuestra madre la Santa Iglesia de Roma, los han echado a los montes”.

Por ello, dado los apasionados temperamentos del obispo y del provincial, la relación entre los dos franciscanos se volvió tirante, desembocando en un agrio enfrentamiento personal. Se contraponían dos formas de entender el problema de la idolatría y los procedimientos para erradicarla. Fray Diego de Landa defendía el empleo de la tortura como único medio de conocer con exactitud la magnitud de las prácticas idolátricas, aunque negaba que los tormentos hubieran sido tan duros como se había denunciado.

En cambio, el obispo Fray Francisco de Toral, conmovido por los crueles castigos infligidos a los indios, creía que estos eran demasiado neófitos como para someterlos a tales suplicios y que tan excesivo rigor podía, además, acabar destruyendo su precaria cristianización y echando por tierra los objetivos de la evangelización. Algunos autores actuales, como Eric Thompson,[13]defienden a Fray Diego de Landa afirmando que fue un producto de las circunstancias, y que su actuación refleja una mentalidad corriente en su tiempo.

En su obra «Relación de las cosas de Yucatán», Fray Diego de Landa dedica el capítulo XIX a observar las acciones del obispo Fray Francisco de Toral. Landa menciona que el obispo regresó para liberar a gentes que fueron encarceladas y torturadas injustificadamente,[14]pero considera que esos indios fueron castigados por sus propios delitos o que fueron perjudicados por los abusos de los colonos, pero nunca por la actividad misionera de los frailes.[15]:

“...Y por las confesiones así hechas, luego los condenaban estos padres a tantos reales de pena y se los llevaban, y a tantos azotes, y se los daban y a obra de servicio en casa de los españoles. E hicieronse inquisidores: El Provincial [Landa] era el inquisidor mayor, y otros tres, inquisidores que juzgaban con él […] Hé dicho todo esto para que V. M. sepa que en lugar de doctrina han tenido estos miserables tormento; y en lugar de les dar a conocer a Dios les han hecho desesperar; y en lugar de los atraer al gremio de nuestra madre Santa Iglesia de Roma, los han echado a los montes; y lo que es peor que quieren sustentar que sin tormentos no se les puede predicar la ley de Dios, lo cual reprueba la Santa Madre Iglesia”.[16]

Justificaciones de Landa

Alguno indica cómo Fray Diego de Landa estuvo tal vez inspirado por el pensamiento en la materia relativa a los métodos evangelizadores del ambiente francisano de entonces, y cita a los métodos del también franciscano, cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, bastantes años antes en Granada. Landa residió en el mismo convento de Toledo por donde había pasado Cisneros, por lo que sería comprensible su influjo, pero esto es una mera hipótesis.[17]

De todos modos, Landa era radical en sus juicios respecto a las antiguas culturas locales indígenas.[18]Landa pensaba que existía una red oculta de «apóstatas»[19]dirigida por las antiguas autoridades religiosas mayas que conservaban aquellas tradiciones religiosas. Estos «apóstatas», según Landa consideraban que debían conservar la antigua religión a toda costa. Por ello Landa consideraba deber de los evangelizadores desenmascarar al «demonio» antes de que los indígenas mayas retornaran a sus antiguas tradiciones religiosas. Además, Fray Diego de Landa aseguraba que, producto de su investigación, tenía evidencia de la pervivencia de sacrificios humanos y otras prácticas «idólatras». Los críticos de Landa demandaron el fin de las actividades de aquella Inquisición.[20]

López de Cogolludo, biógrafo de Landa, relató que en su primer viaje para evangelizar a los indios mayas, alrededor del 1549, estando en una remota aldea de la región de Cupules, después de dialogar y predicar ante un grupo de unos 300 indios, procedió a destruir gran cantidad de figuras y esculturas religiosas mayas.[21]Se duda de que el fraile pudiese entonces conversar adecuadamente con los indígenas, porque en aquel entonces sus conocimientos de la lengua maya eran rudimentarios y no podía conversar con la población local sin el uso de intérpretes.

Fray Diego de Landa comenzó a visitar las regiones recientemente dominadas por los españoles, donde la oposición a los conquistadores todavía era grande, y comenzó ya tempranamente a informarse de las tradiciones y costumbres locales para cristianizar a la población.[22]Su interpretación de la cultura religiosa maya partía de los presupuestos comunes en la lectura que generalmente los frailes franciscanos hacían entonces de las inscripciones literarias mayas, y en las que creían apreciar «prácticas diabólicas». Así escribe Landa en referencia a los escritos mayas:

“Usavan también esta gente de ciertos caracteres o letras con las quales escrivian en sus libros sus cosas antiguas y sus sciencias, y con ellas, y figuras, y algunas señales en las figuras entendian sus cosas, y les davan a entender y enseñavan. Hallamosles grande número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa, en que no oviesse superstiçion y falsedades del demonio se los quemamos todos, lo qual a maravilla sentían y les dava pena”.[23]

Landa «estaba convencido»[24]del poder demoníaco y nunca dudó de la necesidad de la Inquisición, como instrumento para extirpar la idolatría y sus manifestaciones en las prácticas idolátricas persistentes en Yucatán.[25]Además, Landa, según algunos modernos estudiosos de los hechos narrados, debía creer en el «milenarismo»,[26]y habría insistido por ello en la conversión de los paganos a la religión cristiana. Se debía terminar por con las costumbres religiosas consideradas «demoniacas» en cuanto contrarias a la fe cristiana.[27]Así escribe Fray Diego de Landa:

“...los frailes hicieron inquisición y pidieron la ayuda del alcalde mayor prendiendo a muchos y haciéndoles procesos; y se celebró un auto (de fe) en que se pusieron muchos cadalsos encorozados. [Muchos indios fueron] azotados y trasquilados y algunos ensambenitados por algún tiempo; y otros, de tristeza, engañados por el demonio, se ahorcaron...”.[28]Estas prácticas se realizaron antes de que las Leyes de Indias, quizá en razón del juicio a Fray Diego dejaran a los indígenas fuera de los juicios inquisitoriales (Libro I, Título 18, Ley 17; y también el Libro VI, Título 1, Ley 35)

Juicio contra Diego de Landa

Como hemos indicado, no todos aceptaban los métodos de Fray Diego de Landa. Por ello fue enviado a España por el entonces nuevo obispo Fray Francisco de Toral. Gaspar Antonio Chi (hijo de Napuc Chi), miembro de la nobleza maya «Chi chibal» de Maní, estuvo presente en el Auto de fe en su ciudad natal que duró tres meses, y fue testigo de la labor inquisitorial de Fray Diego de Landa. Una vez que el primer obispo de Yucatán Fray Francisco de Toral llegó a la península, como solo sabía hablar náhuatl y popoloca, Chi se ofreció como traductor y le informó de la actuación de Fray Diego de Landa con las gentes de Maní, actuación que superaba en dureza las instrucciones recibidas de las autoridades eclesiásticas españolas. Toral consideraba que los métodos evangelizadores de Landa no eran los adecuados para cristianizar a los indios. Por lo que informó directamente al Rey de aquellos métodos injustos e inhumanos:[29]

“… Sabrá su Majestad que se descubrieron unos ídolos en la provincia de Maní, pueblo puesto en la Corona Real. Y como no había aún venido el obispo, él [Fray Diego de Landa], como juez ordinario… invocó el brazo secular, un juez que proveyó vuestra Majestad a mi petición, que se llama el Doctor Quijada… él fue a la provincia de Maní con muchos españoles manu armata, y el Provincial Fray Diego de Landa se hizo Inquisidor Mayor y tomó otros tres acompañados frailes consigo… El modo con que sacaban los ídolos los frailes era que colgaban los indios. Primero azotaban a los indios por manos del Provincial [Landa], y cuando menos azotes le daban eran ciento, y si no confesaba tener ídolos, lo colgaban públicamente en la ramada de la iglesia por las muñecas y echabanle mucho peso a los pies, y quemabanle las espaldas y barrigas con hachas de cera encendidas hasta que confesaban los ídolos… Fue tanto el exceso que andaban atónitos los indios que no sabían qué hacer…”.

Fray Francisco de Toral inició un proceso de juicio contra Fray Diego de Landa, que fue reclamado en España para incoarle el juicio debido ante tales acusaciones.[30]Ya en España, ante el Consejo de Indias, un colegio de doctores fue encargado de investigar la actuación de Landa. La resolución de este Consejo en 1569, amonestó a Fray Diego de Landa por su rigidez, pero le absolvió de las acusaciones que se hicieron contra él. No obstante, el obispo Fray Francisco de Toral no permitió la vuelta de Landa a Yucatán en aquellos momentos.

Escritos de Fray Diego de Landa

Fray Diego de Landa escribió en 1566 su «Relación de las cosas de Yucatán», valiosa fuente de información sobre la cultura maya. Con su obra contribuyó al desciframiento de los jeroglíficos de la escritura maya. En ella describe esta civilización, y cuenta la llegada de los exploradores españoles a los territorios yucatecos y la conquista. Describió con precisión la geografía, la historia, la fauna y la flora de Yucatán, así como las costumbres y comportamientos de los mayas. Su obra se perdió al poco de ser escrita. En 1862, una versión de alrededor de 1660 fue encontrada por el abate francés Charles Etienne Brasseur de Bourbourg en la Real Academia de la Historia de Madrid. Brasseur tradujo la obra al francés. En 1864 se publicó en París una edición bilingüe español-francés, titulada «Relation des choses de Yucatán de Diego de Landa». Landa también fue autor de otras obras, entre ella «Doctrina Cristiana» (1574), en lengua maya destinada a catequizar a los indígenas, e «Informe contra Idolorum» del obispado de Yucatán (1639).

Noticias que da Landa acerca de la conquista de Yucatán

Sus cartas son informaciones sobre la cultura originaria maya, su historia, literatura y tradiciones conservadas en numerosos códices, que, paradójicamente en parte fueron destruidos por el proceso inquisitorial por él incoado, pero que nos han llegado precisamente por él,[31]todo esto sin contar con las autoridades eclesiásticas y coloniales españolas porque la autoridad era él.[32]

Entre los documentos más conocidos reescritos por autoridades eclesiásticas de Yucatán dirigidas por Diego de Landa se encuentra el «Popol Vuh». Sin embargo, estudios de finales del siglo XIX[33]y de la década de los 1950 ponen en duda su originalidad.[34]Existen otras críticas a las interpretaciones de Landa sobre aspectos de la cultura maya, como la escritura de sus códices o monumentos paleográficos conocidos hoy. Según el investigador Yuri Knorozov, el «alfabeto» de Landa parecía ser impreciso y hasta contradictorio (por ejemplo, empleaba variaciones múltiples para algunas de las letras y algunos de sus símbolos no se encontraron en las inscripciones que perduraron), de modo que los esfuerzos previos habidos para usarlo como clave que descifrara el sistema de escritura maya no dieron resultado.[35]

La descripción y traducción de los glifos mayas como letras de un alfabeto, según los textos de Landa, estudiados en 1862 por Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, resultaron infructuosos para intentar traducir los códices mayas.[36]Los últimos indígenas capaces de entender los glifos mayas desaparecieron en el siglo XVIII.[37]Por fin con los estudios de Knorozov, en los años 1950, proponiendo el lenguaje maya como silabario, se pudo empezar a descifrar la escritura de los códices mayas.[38]

“… Hízose información contra -la gente- de Yobain, pueblo de los Cheles, y prendieron a la gente principal y, en cepos, la metieron en una casa a la que prendieron fuego abrasándola viva con la mayor inhumanidad del mundo, y digo yo Diego de Landa que ví un gran árbol cerca del pueblo en el cual un capitán ahorcó muchas mujeres indias en sus ramas y de los pies de ellas a los niños, sus hijos... Que se alteraron los indios de la provincia de Coyhua y Chectemal y los españoles los apaciguaron de tal manera que, siendo esas dos provincias las más pobladas y llenas de gente, quedaron las más desventuradas de toda aquella tierra”.[39]

“Y en este mismo pueblo y en otro que se dice Verey, a dos leguas de él, ahorcaron a dos indias, una doncella [soltera] y otra casada, no porque tuvieran culpa, sino porque eran muy hermosas y temían que se resolviera el real de los españoles sobre ellas y para que mirasen los indios que a los españoles no les importaban las mujeres; de estas dos hay mucha memoria entre indios y españoles por su gran hermosura y por la crueldad con que las mataron.”.[40]

Otros testimonios de Landa sobre la cultura maya

Landa, a pesar de describir ciertos objetos de metal no cree que los mayas conocieran la metalurgia en la vida corriente, como escribe: “En esta tierra no se ha hallado hasta ahora ningún género de metal que ella de suyo tenga, y espanta que no habiendo con qué, se hayan labrado tantos edificios porque no dan los indios razón de las herramientas con que se labraron; pero ya que les faltaron metales, proveyólos Dios de una sierra de puro pedernal... Tenían cierto azófar blanco [latón] con alguna poca mezcla de oro, de que hacían las hachuelas de fundición y unos cazcabelazos con que bailaban, y una cierta manera de escoplillos con que hacían los ídolos y agujeraban las cerbatanas...”.[41]

Se puede, por lo tanto, constatar afirmaciones contradictorias donde aparecen factores que muestran alto grado de «civilización», y otros en los que se apuntan aspectos de notable «salvajismo»; estas contradicciones a la hora de juzgar y apreciar las culturas indígenas precolombinas, en general se encuentran a veces en los escritos de cronistas y escritores europeos del tiempo y reflejan la mentalidad común de la época cuando se juzgaban los pueblos no europeos y cristianos como «bárbaros» y por lo tanto «salvajes». Así Landa escribe contradictoriamente que los mayas eran abstemios, pero también que eran alcohólicos:

“Que los indios eran muy disolutos en beber y emborracharse, de lo cual les seguían muchos males como matarse unos a otros, violar las camas pensando las pobres mujeres recibir a sus maridos, también con padres y madres como en casa de sus enemigos y pegar fuego a sus casas: y que con todo eso se perdían por emborracharse.”[42]

Se debe tener presente que Landa, Cogolludo y otros cronistas y autores de la época no eran etnólogos, ni antropólogos ni historiadores en el sentido moderno de la etnografía, de las ciencias antropológicas, sociológicas e históricas. Por ello sus escritos por fuerza carecían de enfoque científico en el moderno sentido de los estudios en tales campos, que han sido abiertos a partir del siglo XIX. Sus relatos y sus descripciones cuentan situaciones como ellos las leían, con la preparación intelectual y psicológica con la que se acercaban a aquellos mundos culturales totalmente ajenos a sus experiencias y formación; por ello ante situaciones y manifestaciones culturales para ellos inéditas, crean narraciones inverosímiles e imaginarias por una parte, y por otras ponen de relieve los avances de la civilización occidental cristiana ante los mundos que encontraban tan distantes del suyo en todos los sentidos; por ello también nos encontramos con frecuencia narraciones de hechos portentosos o de «milagros» acontecidos entre los indígenas. Un ejemplo entre mil lo encontramos en un hecho narrado por Diego López de Cogolludo: “..Compráronse las dos imágenes [de la Virgen], y puestas ambas en un cajón, de suerte que no se maltratasen, le traían indios cargado en hombros. Sucedió en el camino, que lloviendo muchos aguaceros, nunca llovía sobre el cajón de las imágenes, ni indios que las traían, ni aun algunos pasos en circuito donde estaban....”.[43]

También en los relatos de Landa existen errores documentales respecto a la toponimia de Yucatán, cosa normal teniendo en cuenta que eran tierras desconocidas para los descubridores españoles. De acuerdo a sus «Relaciones», el nombre proviene de «Ci u t’ann» con el significado de «ellos lo dicen».[44]Sin embargo, el significado correcto de esta palabra es «no entiendo».

La raíz del nombre en la que más investigadores están de acuerdo es «Yuk'al-tan mayab», que era la designación lingüista de su nación, y que textualmente quiere decir: «todos los que hablan la lengua maya». Otro ejemplo del desconocimiento toponímico es el nombre de la región «Ti-bu lon», la cual traduce erróneamente como «fuimos tocados con», en tanto que el significado es «nosotros paseamos». Landa desconoce que los topónimos mayas son siempre simples o sustantivos compuestos.[45]Otros ejemplos aducidos por los modernos expertos son: que con respecto al armamento maya también traduce de manera incorrecta la descripción de los «gambesones» (protección corporal) mayas. Landa afirma que era una combinación de algodón con sal, pero sal en maya es «tab», mientras que el nombre correcto es con «taab» que significa «trenzado».[46]

NOTAS

  • En la elaboración de este artículo se han usado fundamentalmente: artículos en castellano e en inglés: Wikimedia Commons®.Datos: Q379672; Multimedia: Deigo de Landa. Identificadores: WorldCat. VIAF: 5056082. ISNI: 0000 0001 0865 1199; BNE: XX820364: NNF: 12723636f (data);CANTIC: a11125792; GND: 128558768; LCCN: n85163096; NDL: 00446761; NKC: jo20179590013; SNAC: w6kq0q1g; SUDOC: 029322480; UB: a1251854; Open Library: OL614376a. RAH (Real Academia de la Historia: Diego de Landa - por Manuela Cristina García Bernal, doctora en Historia (1943-2015); Dominicos y Franciscanos en país maya - siglo XVI; Clendinnen, Inga (2003). Ambivalent Conquests: Maya and Spaniard in Yucatan, 1517-1570 (2 ed.). Cambridge University Press. ISBN 9780521527316; Durbin, Marshall E. (1969). An interpretation of Bishop Diego de Landa's Maya alphabet. New Orleans: Middle American Research Institute, Tulane University. OCLC 1136497; Diego de Landa, William Gates. Yucatan Before and After the Conquest (PDF). Dover Publications. ISBN 9780486236223; Martínez Viana, Víctor (2009). Breve historia de Fray Diego de Landa. Guadalajara. ISBN 9788461344116; López de Cogolludo, Diego (2011). Historia de Yucatán. Barcelona: Red Ediciones. ISBN 9788498166408; Lizana, Bernardo de (1988). Historia de Yucatán. Cambio 16. ISBN 9788476791097; Benavente Motolinía, Toribio de (1991). Historia de los indios de la Nueva España. Castalia. ISBN 9788470394645; Carrillo y Ancona, Crescencio (1892). El Obispado de Yucatán. Mérida: Ricardo B. Caballero. Y sobre todo las obras escritas conocidas de Fray Diego de Landa, O.F.M.


  1. La Península del Yucatán en el archivo General de la Nación. La Custodia de San José de Yucatán estaba formada por los conventos de Mérida, Campeche, Maní, Conkal e Izamal.
  2. Cf. Luis de Villalpando, en RAH.
  3. Religioso delegado por su orden para tratar cuestiones disciplinarias y administrativas entre otras.
  4. Lizana, Bernardo de. Ocaña (Toledo), 1556 – México, 1631. Franciscano (OFM), cronista.
  5. Conflicto o contradicción entre las antiguas ideas y tradiciones religiosas paganas y las propuestas por el Evangelio.
  6. Martínez Viana, Victor. Breve historia de Fray Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán. p. 357. «Que estando esta gente instruidos en la religión y los moços aprovechados, como diximos, fueron pervertidos por los sacerdotes q en su idolatría tenian y por los señores, y tornaron a ídolatrar y hazer sacrificios no solo de saumerios sino de sangre humana sobre lo qual los Frayles hizieron inquisicion, y pidieron ayuda al alcalde mayor y prendieron muchos, y les hizieron procesos y se celebró un auto en que pusieron muchos en cada balços encoroçados; y açotados, y tresquilados, y algunos ensambenitados por algun tiempo, y que algunos de tristeza engañados del demonio se ahorcaron y q en comun mostraron todos mucho repentimiento, y voluntad de ser buenos cristianos».
  7. Las nueces de cacao se cotizaban entonces a 437 por un maravedí de oro; aunque en 1553 el precio de 20 granos de cacao era de 1/5 de Real. Algunos cuentan que se obtuvieron 125 000 almendras de cacao con una
  8. Cf. Morlby, Sylvanus G., La Civilización Maya [The Ancient Maya]. Edición revisada por George W. Brainerd y notas de Betty Bell. Traducción al español de la tercera edición en inglés, de Cecilia Tercero. Fondo de Cultura Económica, México, 1972. Según Alberto Ruz Lhuillier: la primera edición en ingles de The Ancient Maya, una reseña en "Acta Americana", vol. VI, números 1-2, 1948. La publicación de la edición revisada por Brainerd (1956) modificaba sensiblemente y aun suprimía totalmente algunos de los conceptos básicos de Morley, es decir ponía al día su obra. Dieciséis años han transcurrido durante los cuales dos ediciones mas hizo el FCE (1961, 1965) de la obra, en muchos aspectos obsoleta, antes de decidirse a editar la versión revisada. A su vez, actualmente, esta no puede considerarse tampoco al día, ya que nuevas investigaciones han alterado aspectos importantes en los últimos tres lustros. Actualmente la revista “Cultura Maya”, órgano de comunicación oficial del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, publica artículos sobre el complejo universo cultural maya desde sus comienzos hasta la actualidad. Cf. Ruz Lhuillier, “Cultura Maya”, Vol. 9 (1973).
  9. El detalle de los objetos destruidos es atribuido a la carta que escribió un jesuita yucateco, Domingo Rodríguez, al obispo de Yucatán Estévez y Ugarte, el 20 de marzo de 1805 (véase John F. Chuchiak IV, El regreso de los autos de fe: Fray Diego de Landa y la extirpación de idolatrías en Yucatán, 1573-1579, Península, UNAM, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, vol.1, n°0, Mérida, 2005, nota 8).
  10. Un baluarte diferente: Iglesia y control social durante el período colonial, por Adriana Delfina Rocher Salas
  11. de Landa, Diego. «XIX Llegada del obispo Toral.-Suelta a los indios arbitrariamente presos.- Viaje de Landa a España para justificar la conducta de los franciscanos..». Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán.
  12. Ibidem.
  13. John Eric Sidney Thompson, (1898 –1975) inglés: arqueólogo, etnólogo, historiador, especialmente especializado en estudios mayas.
  14. Toral, Francisco (1963). «Tomo II». Documento LXXXV en Scholes, Francia y Eleonor Adams, Don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, (1561- 1565). Antigua Librería Robledo.
  15. Toral, Francisco (1963). «Tomo II». Documento LXXXV en Scholes, Francia y Eleonor Adams, Don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, (1561- 1565). Antigua Librería Robledo.
  16. Toral, Francisco (1963). Ibidem.
  17. Eisenberg, Daniel (1992), «Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos», Journal of Hispanic Philology 16: 107-124.
  18. Schwaller, John Frederick (2005), «Introduction: Franciscans in Colonial Latin America», The Americas 61: 565-570, doi:10.1353/tam.2005.0100..
  19. Tozzer, A.M. Review of Don Diego Quijada, Alcalde Mayor de Yucatan, 1551-1565. Documentos sacados de los archivos de España, by France V. Scholes and Eleanor B. Adams. The Hispanic American Historical Review (November, 1939): 520.
  20. Clendinnen, Inga (2003), Ambivalent Conquests: Maya and Spaniard in Yucatan, 1517-1570 (2nd edición), New York: Cambridge University Press, p. 67, ISBN 0521820316. Es importante señalar que si bien la actuación de Fray Diego fue de tipo inquisitorial, no correspondía formalmente al Tribunal de la Inquisición, pues esta fue erigida formalmente en la América española hasta 1569
  21. Roys, Ralph L. Review of Landa's Relacion De Las Cosas De Yucatan: A Translation by Alfred M. Tozzer, by Alred M. Tozzer. The American Historical Review (October, 1943): 133.
  22. de Landa, Diego. Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán. p. 458.
  23. de Landa, Diego. Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán. p. 458.
  24. Clendinnen, 70
  25. Tedlock, Dennis (1993), «Torture in the Archives: Mayans Meet Europeans», American Anthropologist 95 (1): 139–152 [p. 147], doi:10.1525/aa.1993.95.1.02a00070.
  26. Milenarismo: doctrina según la cual Cristo volverá para reinar sobre la Tierra durante mil años, antes del último combate contra el mal, produciendo la condena del Diablo a perder toda su influencia para la eternidad y comenzar el Juicio Universal. Tuvo influencia en la Iglesia en la Edad Media; a fines del siglo XII el milenarismo encontrará su teórico influyente en el monje calabrés Joaquín de Fiore (1135-1202). Estas corrientes, según algunos, habrían tenido también ecos en actitudes y teorías en los primeros tiempos de la evangelización de América. En tiempos modernos se encuentran ecos en algunas corrientes fundamentalistas protestantes.
  27. Tedlock, Dennis (1993), «Torture in the Archives: Mayans Meet Europeans», American Anthropologist 95 (1): 139–152 [p. 147], doi:10.1525/aa.1993.95.1.02a00070.
  28. de Landa, Diego. «XVIII Vicios de los indios. Los frailes estudian la lengua del país. sus enseñanzas a los naturales. castigos a los apóstatas.». Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán.
  29. Toral, Francisco (1963). «Tomo II». Documento XXXIV en Scholes, Francia y Eleonor Adams, Don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, (1561- 1565). Antigua Librería Robledo. p. 465.
  30. Andrien, Kenneth (2013). The Human Tradition in Colonial Latin America (The Human Tradition around the World series). Rowman & Littlefield Publishers. p. 24. ISBN 978-1-4422-1298-5.
  31. Chuchiak, John F. (2005). «In Servitio Dei: Fray Diego de Landa, the Franciscan Order, and the Return of the Extirpation of Idolatry in the Calonial Diocese of Yucatán, 1573-1579». The Americas 612 (4): 611–646.
  32. Casares G. Cantón, Raúl; Duch Colell, Juan; Antochiw Kolpa, Michel; Zavala Vallado, Silvio et ál. (1998). Yucatán en el tiempo. Mérida, Yucatán. ISBN 970 9071 04 1. Algunos muralistas modernos mexicanos como Diego Rivera, Juan O'Gorman y Fernando Castro Pacheco entre otros, han reflejado en sus murales estos hechos respondiendo a interpretaciones ideológicas.
  33. «Eleventh annual report». Peabody Museum [of Natural History, f. 1866, of Yale University, New Haven, USA]: 391. 1880 : «an evident fabrication, or, at least, accommodation of the Indian mythology to Christian notions, a pious fraud».
  34. Girard, Rafael (1952). «Tomo I». El Popol-Vuh, fuente histórica. Guatemala: Ministerio de Educación Pública.
  35. Yuri Valentinovich Knorozov (1922 –1999) lingüista, epigrafista y etnólogo, que alcanzó especial renombre debido a su investigación y desciframiento de los escritos mayas, sobre el sistema de escritura de la civilización maya precolombina de Mesoamérica. Knorozov estudiando el manuscrito dejado por Diego de Landa, que era la materia fundamental de su estudio de doctorado, se dio cuenta de que el llamado “alfabeto de Landa” de los jeroglíficos mayas contenía interpretaciones y signos silábicos errados o discutidos. Viendo que el “alfabeto de Landa” parecía contener afirmaciones contradictorias y oscuras, -por ejemplo con cantidades de variaciones en el uso de algunas letras y símbolos desconocidos en las inscripciones que han llegado a nosotros- ), y que los intentos precedentes en el uso de aquella lectura como llave para la descifración de la escritura maya, Knorozov comenzó a estudiar los glifos representados en el alfabeto de Landa, no como un alfabeto, sino más bien como un silabario. Knorozov de hecho no llevó a cabo nuevas transcripciones basadas en sus análisis, sin embargo mantuvo que su acercamiento al estudio era una llave para entender el escrito. Ya en los años 1930 el investigador británico Eric Thompson había sido el experto mundial más reconocido en el estudio de estos glifos. Sus logros incluían la descifración de signos relacionados con el calendario y con la astronomía así como con la identificación del léxico maya.
  36. Ferrer Muñoz, Manuel (2002). «Brasseur de Bourbourg ante las realidades indígenas de México». Serie Doctrina Jurídica (Instituto de Investigaciones de Jurídica, Universidad Nacional Autónoma de México) (56): 261–286. OCLC 50761138.
  37. McKillop, Heather (2004). The ancient Maya : new perspectives. New York, N.Y.: W. W. Norton & Company, Inc. p. 294. ISBN 978-0-393-32890-5.
  38. Grube, Nikolai (Abril-Junio 2000). «Yuri Valentinovich Knorozov (1922-1999)». En Vargas González, Alfredo, ed. Actualidades arqueológicas (Instituto de Investigaciones Arqueológicas-UNAM) (22). OCLC 34202277.
  39. Landa, Diego de (1963). «XV». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  40. Landa, Diego de (1963). «XV». Ibidem.
  41. de Landa, Diego (1963). «XLIV: Producción de la tierra». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  42. de Landa, Diego (1963). «XXII: Pintura y labrado de los indios. -Sus borracheras, banquetes, farsas, músicas y bailes.». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  43. López de Cogolludo, Diego (2011). «II. De la muy celebrada y devota imagen de la virgen santísima de Ytzamal». Historia de Yucatán. Red Ediciones. ISBN 978-84-9897-657-1.
  44. Landa, Diego de (2015). «2. Ethymology of the name of this province. Its situation ». Yucatan before and after the conquest. Global Grey ebooks.
  45. Landa, Diego de (2015). «9. Chronological Monuments of Yucatan. Foundation of the kingdom of Sotuta. Origin of the Chels. The thre principal kingdoms of Yucatan». Yucatan before and after the conquest. Global grey ebooks.
  46. Landa, Diego de (2015). «8.Arrival of the Tutul-Xius and the alliance they made with the lords of Mayapan. Tyranny of Cocom, the ruin of this power and of the city of Mayapán ». Yucatan before and after the conquest. Global grey ebooks. (cf. abajo).

BIBLIOGRAFÍA.

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  • Chuchiak, John F., IV, El regreso de los autos de fe: Fray Diego de Landa y la extirpación de idolatrías en Yucatán, 1573-1579, Península, UNAM, Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales, vol.1, n°0, Mérida, 2005, nota 8).
  • López de Cogolludo, Diego (2011). «II. Cómo murió el obispo don fray Diego de Landa, y fue revelada su muerte por un difunto». Historia de Yucatán. Red Ediciones. ISBN 978-84-9897-657-1.
  • López de Cogolludo, Diego (2011). «II. De la muy celebrada y devota imagen de la virgen santísima de Ytzamal». Historia de Yucatán. Red Ediciones. ISBN 978-84-9897-657-1.
  • Martínez Viana, Víctor (2009). Breve historia de fray Diego de Landa. Guadalajara. ISBN 9788461344116. Martínez Viana, Víctor. Breve historia de fray Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán. p. 357, escribe: «Que estando esta gente instruidos en la religión y los moços aprovechados, como diximos, fueron pervertidos por los sacerdotes q en su idolatría tenían y por los señores, y tornaron a ídolatrar y hazer sacrificios no solo de saumerios sino de sangre humana sobre lo qual los frayles hizieron inquisición, y pidieron ayuda al alcalde mayor y prendieron muchos, y les hizieron procesos y se celebró un auto en que pusieron muchos en cada balços encoroçados; y açotados, y tresquilados, y algunos ensambenitados por algún tiempo, y que algunos de tristeza engañados del demonio se ahorcaron y q en común mostraron todos mucho repentimiento, y voluntad de ser buenos cristianos».
  • RAH (Real Academia de la Historia): voz: Diego de Landa.
  • RAH: voz: Francisco Toral.
  • Revista Explore (29 de enero, 2020 3). «El cronista de la cultura maya: Fray Diego de Landa».
  • Toral, Francisco (1963). «Tomo II». Documento XXXIV en Scholes, Francia y Eleonor Adams, Don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, (1561- 1565); Documento LXXXV), Idem, en Antigua Librería Robledo.

Escritos de Fray Diego de Landa

  • Landa, Diego de (O.F.M.), 1524-1579, Relación de las cosas de Yucatán, Ed. Biblioteca Digital Real Academia de la Historia.
  • Landa, Diego de Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa Calderón, Fray Diego de (2007). Relación de las cosas de Yucatán. México D.F.: Monclem Ediciones.
  • Landa, Diego de (1963). «XLII: Multitud de edificios de Yucatán.- Los de Izamal, Mérida y Chichén Itzá.».

* Landa, Diego de (1963). «XLIII: Por qué cosas hacían otros sacrificios los indios». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.

  • Landa, Diego de (1963). «XXII: Pintura y labrado de los indios.-Sus borracheras, banquetes, farsas, músicas y bailes.». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (1963). «XXIII: Industria, comercio y moneda. Agricultura y semillas. Justicia y hospitalidad». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (1963). «XXVIII: Sacrificios y mortificaciones crueles y sucios de los yucatecos.- Víctimas humanas matadas a flechazos.». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (1963). «XXX: Penas y castigos a los adúlteros, homicidas y ladrones. Educación de los mancebos.- Costumbre de allanar la cabeza a los niños». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (1963). «XXXII: Castidad y educación de las Indias de Yucatán. Sus relevantes cualidades y su economía.- Su devoción y especiales costumbres en sus partos». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (1963). «XXXVII: Sacrificios del año nuevo de la letra IX.- Pronósticos malos y sus remedios». Relación de las cosas de Yucatán. Antigua Librería Robledo.
  • Landa, Diego de (2015). «2. Ethymology of the name of this province. Its situation». Yucatan before and after the conquest. Global grey.
  • Landa, Diego de (2015). «8.Arrival of the Tutul-Xius and the alliance they made with the lords of Mayapan. Tyranny of Cocom, the ruin of this power and of the city of Mayapan». Yucatan before and after the conquest. Global grey.
  • Landa, Diego de (2015). «9. Chronological Monuments of Yucatan. Foundation of the kingdom of Sotuta. Origin of the Chels. The thre principal kingdoms of Yucatan». Yucatan before and after the conquest. Global grey.
  • Landa, Diego de. «XIX Llegada del obispo Toral. Suelta a los indios arbitrariamente presos. Viaje de Landa a España para justificar la conducta de los franciscanos..». Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán.
  • Landa, Diego de. «XVIII Vicios de los indios. Los frailes estudian la lengua del país. sus enseñanzas a los naturales. castigos a los apóstatas.». Manuscrito de Relación de las cosas de Yucatán.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ. DHIAL.