ECUADOR: Iglesia, historia y cultura.

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Una nota previa mirando a la historia actual del Ecuador

El desarrollo histórico de las regiones culturales –intra y extra nacionales– más significativas del país, tanto de pueblos indígenas como de sociedades mestizas o de emigrantes, constituye la necesaria atención para todo historiador. Reconocimiento y transmisión de la memoria cultural y cristiana: obstáculos, rupturas y desafíos significativos para la trasmisión religiosa y cultural tienen que ser objeto atento para todo estudioso de esta gran, larga, rica y compleja historia cultural a lo largo de los siglos.

Un somero estudio de la historia ubicada en este actual espacio geográfico cultural y político conocido como el Ecuador, debe tener en cuenta una serie de elementos fundamentales e imprescindibles.

Ante todo, en este Ecuador actual las dos regiones culturales más significativas son la Sierra y la Costa. La primera fue durante varios siglos la más habitada y conservó mayores elementos de la antigua cultura indígena, ya sea en su propio entorno o en el blanco-mestizo: elementos lingüísticos y alimenticios se fundieron en lo europeo. Del mismo modo, aspectos formales de los ritos prehispánicos fueron incorporados por los misioneros a las celebraciones cristianas. En la Costa la población era muchísimo menor y los indígenas renunciaron muy pronto a sus costumbres e idioma y se aculturaron rápidamente.

En la población urbana serrana se mantuvo la influencia indígena señalada, pero los estamentos dominantes buscaban asemejarse lo más posible a las élites europeas y copiaban sus valores culturales. Los grupos ascendentes renunciaban rápidamente a todo lo que los vinculara con la cultura popular por considerarla inferior y poco elegante.

En las poblaciones de la Costa sucedió lo mismo, aunque recibieron una pequeña inmigración caracterizada por el prurito de distinguirse de los ecuatorianos y de mantener una forma de vida europeizante. Una muestra de la visión aristocratizante de la sociedad ecuatoriana es que casi todos los inmigrantes de origen europeo pretendían pertenecer a la nobleza con el fin de ser aceptados.

En la Sierra se mantuvo hasta fines del siglo XX, una vinculación mayor con la cultura católica por medio de escuelas y colegios, y alimentada por la religiosidad popular con sus diversos elementos constitutivos, desde la sacramentalización hasta la liturgia festiva. En la Costa ese vínculo se debilitó muchísimo por la falta de sacerdotes y la presencia de líderes antirreligiosos, lo cual nos lleva al siguiente punto.

A partir de la independencia el Ecuador sufrió el impacto del liberalismo jacobino que buscaba eliminar toda presencia de Dios en la sociedad, y por consiguiente, la actividad de la Iglesia en el campo religioso y cultural. Sin embargo, las tradiciones católicas estaban profundamente arraigadas en la población y esa tendencia deletérea no tuvo éxito hasta finales del siglo XIX, cuando triunfó en una cruenta guerra civil y por obra de la felonía de algún general. Esto no significa que no se hubieran realizado actos como la expulsión de los jesuitas bajo un dictador liberal, o el asesinato del arzobispo de Quito bajo otro. Pero es a partir de 1895 cuando se da la gran ruptura: el viejo paradigma político-religioso que incluía el reconocimiento de la presencia de la fe y de la moral católicas fue eliminado a la fuerza y con derramamiento de sangre.

Si bien era necesaria una separación de la Iglesia y del Estado, ya que su unión demasiado estrecha siempre ha traído problemas a ambos, el gobierno liberal jacobino impuso un laicismo perseguidor y fanático que eliminó totalmente a Dios de la educación y de la vida pública. Ese laicismo impregnó todos los ámbitos de la sociedad, y poco a poco no solo educó a las nuevas generaciones en la indiferencia frente a Dios, sino en la desconfianza y odio hacia la religión católica y la Iglesia.

De manera sistemática se ocultó y se oculta la labor positiva de la Iglesia en la construcción del ser nacional y en la formación y valoración de su cultura; por ejemplo: se habla de la prohibición de libros, pero no de las formidables bibliotecas eclesiásticas. El gran público ignora todo lo que los religiosos, los sacerdotes y los laicos han hecho por el Ecuador en todos los campos, pero sobre todo en el cultural.

Pero no solo eso, sino que se ha negado y se ha logrado borrar de las conciencias el hecho de que la cultura ecuatoriana moderna tenía como ingrediente fundamental y positivísimo la fe católica, ahora pareciera que la ecuatorianidad se afina más mientras más se aparta de la catolicidad.

En los grupos indígenas la labor ha sido mucho más grave, tanto los liberales jacobinos como después los marxistas y los protestantes, y ahora los nihilistas posmodernos les han presentado una imagen de la Iglesia totalmente negativa, siempre como cómplice de los opresores.

En esta labor, cuyos frutos se comenzaron a cosechar en las décadas de los años 70 al 80 del s. XX, colaboraron con entusiasmo algunos religiosos y religiosas. Para estos, dicho sea de paso, presentar la labor de los católicos, eclesiásticos y laicos en bien de la cultura nacional y en pro de las mayorías no era otra cosa que triunfalismo.

En consecuencia, la población indígena –que no llega al 10% de la población– no solo se ha apartado de la Iglesia, sino que la odia y se ha volcado al protestantismo, a un marxismo populista andino bastante sui géneris y a supuestas corrientes ancestrales con ingredientes importados de la Nueva Era (New Age). Lo mismo puede decirse de los jóvenes, cuya subcultura, alimentada por los medios de masas, no solo es indiferente en religión sino totalmente contraria al catolicismo.

En ocasiones, los mismos centros educativos católicos se han convertido en quinta columnistas contra una Iglesia que tuvo muchos defectos y debilidades pero que contribuyó como ninguna otra institución o comunidad en la mejora de las condiciones para un desarrollo cultural propio e injertado en la corriente universal. Es impresionante constatar que la gran mayoría de los egresados de esos centros educativos no ven en la fe el sentido de su vida, como también que la inmensa mayoría de los llamados intelectuales tienen una fobia visceral contra la Iglesia.

A pesar de que la presencia de la Iglesia en la promoción humana es enorme y muy eficaz, la mayor parte de la población no lo percibe y tiene una imagen de ella como entregada a los poderosos y enemiga de los pobres (en esto la propaganda calumniosa de marxistas y protestantes ha sido exitosísima).

Considero que el desafío mayor de la Iglesia es recobrar su imagen positiva, no por medio de autopropaganda vacía sino con estudios serios de historia que demuestren todos los aportes de los católicos a la sociedad ecuatoriana en general y a su cultura en particular. Esos estudios serios deben ser puestos en conocimiento de la comunidad por los medios de comunicación y, si no fuera posible en ellos, por lo menos en los centros educativos llamados católicos y en las parroquias.

La Iglesia solo podrá tener presencia como portadora de la fe que ha sido la levadura dela cultura de Occidente si es que logra superar esa imagen negativa que la sociedad se ha hecho de ella. Los historiadores tenemos parte de responsabilidad en este proyecto, la otra la tienen los eclesiásticos, sobre todo quienes regentan centros educativos, para que no sean tontos útiles al servicio de la mentira y sepan también recordar con gratitud y energía a quienes en el pasado dieron su vida por la fe, ya en el esfuerzo diario, ya en el sacrificio sangriento.

Otro desafío para los católicos es presentar a las jóvenes generaciones una fe que no deshumaniza ni envilece –como ellos creen– sino que dignifica y da sentido a la vida, una fe que ayuda a vivir el auténtico amor –agape y eros– de la única manera que permite alcanzar la felicidad, más allá de los hedonismos, de las voluntades de poder y de las ambiciones desmedidas. En otras palabras, una fe capaz de informar una cultura diferente y más acorde con sus altos ideales.

Viene bien y justo traer a colación precisamente aquí un pensamiento del sacerdote italiano, fundador del movimiento católico internacional de Comunión y Liberación y profesor en la Universidad Católica de Milán, Don Luigi Giussani (+2005): debemos estructurar “una cultura que favorezca la formación de una mentalidad marcada por una religiosidad auténtica, determinada por una imagen de Dios como horizonte totalizador de cada uno de los actos del hombre, es decir, por una concepción de Dios como algo pertinente a todos los aspectos de la vida, que subyace en cualquier experiencia humana, sin excluir ninguna, y por tanto como ideal unificador de todo”,[1]ya que, como decía –recordaba– T.S. Eliot: “Sin templo no hay morada”.

Intento de presentación global para una historia del Ecuador

Las historias ya escritas

Valiosos ensayos sobre historia de la Iglesia en el Ecuador ofrecen un panorama previo de la investigación ya realizada con importantes referencias a lo cultural, que deberían examinarse a la luz del concepto de cultura expuesto en «Gaudium et Spes» y de los documentos sobre cultura de los papas que en tiempos modernos han tocado directa o indirectamente el tema, sobre todo a partir de León XIII, como ya en tiempos más recientes a partir de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y del Papa Francisco, a fin de señalar los aportes ya hechos, lo que falta y lo que podría completarse o precisarse en aquellas historias.

La historia de la Iglesia tiene como máximo referente en el Ecuador a monseñor Federico González Suárez, Arzobispo de Quito, cultor de una historia nacional que va desde los ancestrales tiempos prehispánicos hasta los prolegómenos de la Independencia y que, no obstante el enfoque sobre lo político, en realidad lo es también sobre lo religioso por estudiar los siglos que estuvieron sujetos al Patronato Regio Español.

Entre los no pocos historiadores que continuaron su labor, ya con más detenido examen del hecho religioso, debemos mencionar particularmente al Dr. Julio Tobar Donoso y a fray José María Vargas, O.P., este último con sendas historias, todas valiosas y complementarias entre sí, de la Iglesia, la cultura y el arte ecuatorianos.

El desarrollo en Quito de las comunidades religiosas, masculinas y femeninas (Iglesias y adjuntos monasterios de frailes de San Francisco, La Merced, Santo Domingo y San Agustín, y de monjas de La Inmaculada Concepción, Santa Clara, Cármenes Alto y Bajo) ha permitido una rica bibliografía bien delimitada y definida sobre hechos, personajes, problemas y controversias, momentos de alegría y triunfo, pero también de tristeza, persecuciones, sufrimiento y sangre de los institutos religiosos.

Un campo amplio de investigación ofrecen las vidas, virtudes y trascendencia de algunos notables compatriotas que alcanzaron el honor de los altares, y sobre quienes se han escrito numerosos libros o semblanzas biográficas, análisis de su espiritualidad, trascendencia social, etc. como Santa Mariana de Jesús, Azucena de Quito (beatificada por Pío IX y canonizada por Juan Pablo II), el santo hermano Miguel de las Escuelas Cristianas (beatificado y canonizado por Juan Pablo II) y las beatas Mercedes de Jesús Molina y Ayala, y Narcisa de Jesús Martillo Morán (beatificadas por Juan Pablo II). Hay además numerosos procesos en estudio por la Congregación para las Causas de los Santos, todos ellos con importantes hagiografías.

La Conferencia Episcopal Ecuatoriana ha acogido la propuesta hecha por el Instituto Ecuatoriano de Historia Eclesiástica: de llevar adelante una Historia de la Iglesia Católica en el Ecuador, desde los orígenes hasta nuestros días, empeño multidisciplinario, y de responsabilidad compartida por haber sido llamados a colaborar numerosos autores, cuya coordinación y dirección ha sido confiada al Prof. Dr. Jorge Salvador Lara.

Han aparecido ya hasta el presente cinco volúmenes, cada uno de aproximadamente 500 páginas que procuran estudiar la historia de la Iglesia en el Ecuador hasta 1895, fecha de la transformación política de signo liberal, jacobino y sectario que condujo a la ruptura de relaciones entre la Iglesia y el Estado ecuatoriano. Tres volúmenes más se encuentran en preparación, dos para el siglo XX y un tercero para estudios monográficos generales y de conjunto que complementen la visión propuesta.

Las bibliotecas

Entre los varios repositorios públicos y privados que albergan la bibliografía básica (ciencias, historia, letras) sobre el Ecuador, es digna de mención la Biblioteca, Archivo y Museo «Aurelio Espinosa Pólit», fundada por ese eminente humanista quiteño, donde se albergan ricas colecciones sobre historia general e historia de la cultura del Ecuador (biblioteca, hemeroteca, pinacoteca, etc.). La BNAEP está oficialmente reconocida, mediante decreto legislativo, como instituto custodio de todas las publicaciones que en el Ecuador o sobre el Ecuador se publiquen.

Otras bibliotecas importantes son, en Quito, la municipal González Suárez; la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, con su importante Museo del Libro (incunables; otros ejemplares antiguos, raros y curiosos, inclusive pertenecientes al precursor Dr. Espejo, y buena parte de la antigua Biblioteca de los Jesuitas; las bibliotecas de la Universidad Central y de la Pontificia Universidad Católica; la Biblioteca del Clero, hoy en el Seminario Mayor; las de los Conventos de Santo Domingo, San Francisco y La Merced, etc. En Guayaquil, la municipal Carlos A. Rolando.


Restos arqueológicos

La vigorosa geografía del Ecuador, a horcajadas sobre la Línea, presenta tres grandes regiones continentales –Costa, Sierra y Oriente– y un archipiélago oceánico en el Pacífico –las Galápagos–, todas con multiplicidad de subregiones: el litoral ante-andino muestra numerosas puntas, cabos, estuarios, caletas, bahías y el golfo de Guayaquil; la alta meseta interandina entre las cordilleras Occidental y Oriental o Real, presenta abigarrada variedad de sus hoyas, cada una con su río o su ciudad epónimos y sus imponentes nevados y volcanes; por fin, la inmensa selva amazónica cisandina, al levante, exhibe, llenas de meandros, sus numerosas cuencas hidrográficas, afluentes del Amazonas que bajan de las montañas.

Las manifestaciones del hombre auroral presentan, por una parte, evidentes expresiones de unidad y por otra, asombrosa variedad, unas y otras influenciadas por la diversidad del medio ambiente, y se las halla en agricultura, cerámica, orfebrería y estatuaria.

La diversidad ha podido ser detectada no solamente en las varias lenguas, de diversas familias idiomáticas y en la supervivencia de ideas, ritos y prácticas religiosas con rasgos comunes explicables por la presencia diaria del sol ecuatorial y su culto, sino también en las costumbres funerarias y la capacidad arquitectónica, montículos artificiales, las «tolas», inclusive las de forma piramidal trunca, escalonadas, con rampa lateral de acceso.

En torno a Quito, ciudad sagrada por su condición solar y su ubicación ecuatorial (0° 0' 0") se fue forjando una confederación tribal unificadora, el Reino de Quito, que resistió vigorosamente la penetración de los Incas del Cuzco, cuyo totalitario dominio duró solamente 40 años en la región Cañari de Tomebamba, y 80 años aproximadamente en la capital Quito y el área Caranqui.

La muerte del Inca Huayna Cápac hacia 1426 originó un recrudecimiento de la pugna Cuzco-Quito, polarizada esta vez en el enfrentamiento de Huáscar y Atahualpa y definida en Quipaypán con la derrota y ejecución del cuzqueño y el triunfo del monarca quiteño, momento en el cual irrumpió la reducida hueste del conquistador español Francisco Pizarro, quien a su vez apresó y ejecutó a Atahualpa, sojuzgó totalmente al poderoso imperio de los Incas e inició, con la conquista, el absoluto dominio de España y la evangelización de esta parte de América.

A diferencia del Perú, donde el Incario duró casi tres siglos y dejó no pocos y grandes vestigios pétreos, algunos ciertamente monumentales, inclusive verdaderas ciudades (Machu-Picchu), en el territorio andino-ecuatorial son escasas las ruinas arqueológico-monumentales (la mayor de todas es Ingapirca).

Es, sin embargo, notable, la riqueza de los museos locales de arqueología, con rica y exigente parafernalia de objetos cerámicos, metálicos (cobre, oro, plata, platino), demostrativos de alta y avanzada cultura en proceso de unificación. El Banco Central del Ecuador, la Casa de la Cultura Ecuatoriana en algunos de sus núcleos provinciales, y varias universidades custodian estos museos. Los estudios de análisis e interpretación de sus piezas avanzan poco a poco.

Las hipótesis sobre el hecho religioso prehispánico han aumentado durante el siglo XX basándose, en parte, en las investigaciones sobre prácticas religiosas de la población indígena sobreviviente, entramado de mitos y creencias aborígenes ancestrales con manifestaciones litúrgicas debidas a la evangelización; por otra parte, en el análisis ya casi exhaustivo de las noticias proporcionada en la primera hora por los aborígenes, cronistas y soldados españoles. El propio papa Juan Pablo II, en la gran concentración de indígenas en Latacunga durante su visita al Ecuador,[2]se hizo eco de la necesidad de realizar estos estudios.

Desafíos y huellas de una visita papal histórica

El 29 de enero de 1985 se dio la primera y hasta entonces única visita de un papa a Ecuador. Fue la de Juan Pablo II, que incluyó a Quito, Latacunga, Cuenca y Guayaquil en su decimoquinto viaje apostólico. Desde su llegada, que coincidió con los 450 años de la primera evangelización en Ecuador y con los dos mil años de nacimiento de la Virgen María. En aquellos encuentros el Papa se encontró con las familias, religiosos, indígenas, trabajadores y los fieles católicos, que en el país del siglo XX superaban entonces el 90%, según la World Religión Database, una ONG que mide la filiación a las religiones.

Treinta años después, otro papa, el argentino Francisco, visitó de nuevo el Ecuador un país en el que el a diferencia de treinta años antes, solo 79% de su población se declaraba católico y solo uno de cada cuatro participaba activamente en la vida de la Iglesia, según el Centro de Investigaciones PEW, lo que indica a las claras los cambios vertiginosos en materia de filiación religiosa que se están dando en el continente latinoamericano, debido sobre todo a la programada y fuerte invasión de las sectas procedentes del Norte del continente.

El escenario social, político y económico también es diferente entre el Ecuador de la década del 80, que recibió a Juan Pablo II, y el que recibió al papa Francisco. Para entonces el Banco Mundial registraba una tasa de incidencia nacional de pobreza –bajo el parámetro de personas que viven con menos de $ 2 al día– de 23.03% en 1987, mientras que, en el 2012 (según datos disponibles) fue de 8,4%.

El desempleo llegó a ser uno de los tres más altos de esa década, 10.4% en 1985. Al 2014, en cambio, esta llegó a 5.3%, según estadísticas de la Cepal, produciéndose en Ecuador una de las corrientes migratorias de las capas menos afortunadas de la sociedad hacia el mundo exterior (tanto Norteamérica como Europa).

Los cambios socio-políticos se van dando de manera galopante, y ello incide fuertemente también en la dimensión religiosa. Actores políticos, así como quienes participaron en la organización de la visita de Juan Pablo II, describían la importancia de aquel viaje a un mundo que ya sufría un derrumbe interior humanamente imparable, afectado por todos los males endémicos del continente latinoamericano.

Entonces la visita del Papa tuvo un eco importante en cuanto logró por el momento denunciar la plaga de las injusticias crónicas que aquejaban a la sociedad y ofrecer propuestas eficaces para superarlas. Se puede bien decir que la visita aplacó el tenso ambiente que se vivía entre el Gobierno del entonces presidente León Febres-Cordero y varios grupos sociales.

Una historia de progreso, y avanzado deterioro social y político

Ecuador vivía desde hacía años una crisis social endémica y galopante. Desde finales de 1984, se registraron manifestaciones en contra del decreto que elevaba los precios de los combustibles y de los pasajes del transporte público. También emergió el grupo guerrillero izquierdista Alfaro Vive Carajo (AVC), cuya presencia constituyó uno de los mayores problemas del Gobierno.

Blasco Peñaherrera Padilla, vicepresidente del régimen de León Febres-Cordero (1984-1988),[3]mirando a la visita del papa Juan Pablo II, juzgaba que ante este panorama la presencia de Juan Pablo II fue “un paréntesis muy positivo” y que “su figura histórica incuestionable” creó un clima favorable para la visita.

En esta visita, beatificó a Mercedes de Jesús Molina,Error en la cita: Etiqueta de apertura <ref> sin su correspondiente cierre </ref>envió a la Asamblea los proyectos de Ley de Herencia y Plusvalía. Las protestas y la cercanía de la visita del papa Francisco, lo llevaron a retirar los proyectos «temporalmente» y llamar a un «diálogo nacional». Incluso entonces el ministro del Interior habló de un supuesto intento de golpe de Estado y de que se buscaba crear caos para que el Papa suspendiese su visita. Lejos de la confrontación y de los cambios que ha tenido el país, ambos papas coincidieron en el mismo lugar con sus fieles en Guayaquil.

Luego de la visita del papa Francisco, el pontífice agradeció con tuit en español su visita apostólica por Ecuador, Bolivia y Paraguay, con fecha del 18 de Julio, 2015, desde Roma, en un mensaje publicado únicamente en la versión española de su perfil oficial, disponible en otros ocho idiomas.

Arquitectura

Hace años la UNESCO declaró a Quito, junto con Cracovia, primeras ciudades Patrimonio cultural de la Humanidad. La causa para esta honrosa designación es la extraordinaria concentración en Quito de espléndidas construcciones de los siglos XVII y XVIII, destinadas al culto religioso (ermitas, capillas, iglesias, basílicas, catedrales, santuarios) y a la hospedería y servicio de las comunidades religiosas (monasterios, conventos, claustros, seminarios).

Las construcciones dedicadas a la enseñanza (colegios, universidades, academias) y las destinadas al cuidado de enfermos (hospitales, leproserías, asilos), así como las que se efectuaron para el servicio administrativo y de la Corona española (Palacios de la Real Audiencia y de los Cabildos municipales, cuarteles, Casa de la Inquisición, prisiones, etc.) han constituido una rama distinta –la de arquitectura civil– relacionada, aunque diferente de la religiosa.

El estudio de esas construcciones, su proliferación en Quito y su vinculación con el barroco –altamente cultivado en Quito y con sus significativos rasgos de originalidad– han motivado una rica floración de estudios de historia del arte, entre los que descuellan como pioneros los de José Gabriel Navarro y luego los de fray José María Vargas, O.P. y fray Agustín Moreno Proaño, O.F.M.

Obras de arte

Ese desarrollo de las artes arquitectónicas y de las técnicas de construcción fue precedido por la extraordinaria sensibilidad artística del aborigen ecuatorial, presente desde los más remotos tiempos, que permitió desde el primer instante de la evangelización un notable desarrollo de la pintura y la escultura, en parte motivado por la presencia entre los primeros misioneros de los franciscanos flamencos fray Jodoco Ricke de Marselaeer y fray Pedro Gosseal, quienes establecieron la famosa Escuela de Artes y Oficios de San Andrés.

Desde el siglo XVI adquirió renombre la escuela quiteña de pintura y escultura, que prosiguió con fuerza en los siglos XVII y XVIII, también estudiada por los ya mencionados historiadores Dr. Navarro y el padre Vargas y Moreno. La Real Audiencia y Presidencia de Quito tuvo, entre sus fuentes de ingreso en los siglos hispánicos, la nutrida exportación de obras de arte de la Escuela Quiteña, no pocas de las cuales son hasta ahora motivo de especial estimación en acreditados museos de Iberoamérica y España.

La Escuela Quiteña es como se ha llamado al conjunto de manifestaciones artísticas y de artistas que se desarrolló en el territorio de la Real Audiencia de Quito, desde Pasto y Popayán por el norte hasta Piura y Cajamarca por el sur en la Intendencia de Trujillo, durante el período hispano-virreinal, es decir durante la dominación española (1542-1824).

La Escuela Quiteña alcanzó su época de mayor esplendor entre finales del siglo XVI y los siglos XVII y XVIII, llegando a adquirir gran prestigio entre las otras colonias americanas e incluso en la corte española de Madrid. También se la considera como una forma de producción y fue una de las actividades más importantes desde el punto de vista económico en la Real Audiencia de Quito.

La fama de este movimiento alcanzó tanto prestigio, incluso en Europa, que se dice que el rey Carlos III, refiriéndose a la Escuela Quiteña y a uno de sus escultores en concreto, expresó: “no me preocupa que Italia tenga a Miguel Ángel, en mis colonias de América yo tengo al maestro Caspicara”.

Entre los artistas más importantes, representantes de la Escuela destacan:

  • Bernardo de Legarda (escultura)
  • Manuel Chili conocido como Caspicara (escultura)
  • Manuel de Samaniego (pintura)
  • Vicente Albán (pintura)
  • Francisco Albán (pintura)
  • Sor María Estefanía Dávalos y Maldonado (pintura y escultura)
  • Bernardo Rodríguez (pintura)
  • Miguel de Santiago y Goribar
  • El escultor P. Carlos y su discípulo Pampite

Archivos

El repositorio más antiguo del Ecuador es el Archivo Metropolitano de Historia, donde se custodian documentos correspondientes al proceso fundacional de la ciudad de Quito en el año 1534; diversas cédulas reales relativas a su crecimiento, títulos honoríficos y mercedes otorgadas por la monarquía española, actas ordinarias y extraordinarias del Cabildo municipal, correspondencia interna del Cabildo, correspondencia de otras dependencias, etc. El Archivo Metropolitano de Historia tiene su sede en el local de la antigua Biblioteca del eminente historiador y hombre pública don Jacinto Jijón y Caamaño, en el Parque de la Circasiana, en Quito.

Al Archivo Nacional de Historia, con sede en Quito (dirigido en su tiempo por la Lic. Grecia Vasco) deben ir periódicamente los papeles de todos los municipios a partir de la instauración de la República, pues Quito es la capital del Ecuador; se debe enviar periódicamente el material custodiado.

Repositorio de capital importancia son el Archivo de la Compañía de Jesús y de la Curia Metropolitana de Quito, donde se guardan papeles eclesiásticos y civiles desde el siglo XVI. El principal de los repositorios regionales es el Archivo Histórico de Guayas, con sede en Guayaquil; cuenta con importante documentación salvada a través de los siglos de los frecuentes incendios que asolaron a la gran ciudad portuaria, ahora rescatada en copias obtenidas en diversos archivos de América y España.


NOTAS

  1. Luigi Giussani, Por Qué la Iglesia (Madrid: Encuentro, 2004), 43.
  2. La Visita de Juan Pablo II a Ecuador, realizada entre el 29 de enero y el 1 de febrero de 1985, fue el único viaje del papa Juan Pablo II a Ecuador y fue la primera oportunidad en que un papa había visitado ese país sudamericano, hasta la visita del papa Francisco en 2015.
  3. León Febres Cordero (Guayaquil, 1931 - 2008): político ecuatoriano, presidente de la república entre 1984 y 1988. Ingeniero titulado en Estados Unidos, fue presidente de la cámara de comercio de Guayaquil antes de afiliarse al Partido Social Cristiano, por el que fue diputado en 1979. Candidato conservador, fue elegido presidente de la república en 1984. En la primera vuelta de las elecciones consiguió menos votos que su rival, el socialdemócrata Rodrigo Borja, al que sin embargo superó en la segunda vuelta.

    Tomó posesión como presidente el 10 de agosto de 1984 y gobernó hasta 1988 con mano dura, bajo el lema “pan, techo y empleo” y poniendo en práctica políticas neoliberales. Líder durante años el Partido Social Cristiano, León Febres Cordero es considerado uno de los políticos de derechas más influyentes de Ecuador durante los últimos treinta años, y también uno de los más polémicos por su autoritarismo.

    En el momento de su fallecimiento estaba siendo investigado por la denominada Comisión de la Verdad, que buscaba aclarar múltiples denuncias de violaciones de los derechos humanos acaecidas durante su administración. Figuraba también entre los cinco ex presidentes que, según la fiscalía, debían declarar por la implicación de sus gobiernos en contratos ilegales de deuda externa. Cf. Ruiza, M., Tomás Fernández y Elena Tamaro. (2004). “Biografía de León Febres Cordero”, en Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea, acceso el 10 de enero de 2021, https://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/febres_leon.htm

BIBLIOGRAFÍA

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Banco Central del Ecuador. «La Escuela Quiteña».

Borchart de Moreno, Christiana Renate. La Audiencia de Quito: aspectos económicos y sociales (siglos XVI-XVIII). Quito: Editorial Abya Yala, 1998.

Escudero de Terán, Ximena. América y España en la escultura colonial quiteña: historia de un sincretismo. Quito: Ediciones del Banco de los Andes, 1992.

Escudero Albornoz, Ximena y José María Vargas Arévalo. Historia y crítica del Arte Hispanoamericano, Real Audiencia de Quito: (siglos XVI, XVII y XVIII). Quito: Editorial Abya Yala, 2000.

Freile, Carlos. Hitos de la Historia de la Iglesia en el Ecuador. Quito: Academia Ecuatoriana de Historia Eclesiástica, 2010.

_________. Historia esencial del Ecuador. Quito: Academia Ecuatoriana de Historia Eclesiástica, 2010.

Giussani, Luigi. Por Qué la Iglesia. Madrid: Encuentro, 2004.

Ortiz Crespo, Alfonso. Arte quiteño más allá de Quito. Quito: FONSAL, 2010.

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Salvador Lara, Jorge. Historia contemporánea del Ecuador. México: Fondo Cultura Económica, 1994.


JORGE SALVADOR LARA </https:></ref>