Diferencia entre revisiones de «EL SALVADOR; Raíces prehispánicas»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El Salvador formaba parte de la región mesoamericana al momento de la llegada de los españoles. Esta región comprendía desde la parte central del altiplano mejicano, pasando por Centroamérica y terminando hasta Panamá. Se trata de una extensa área geográfica donde existían una gran movilidad de diversos pueblos que se desplazaban o establecían. Teniendo como punto de partida a El Salvador, dividimos el territorio centroamericano en tres regiones.  
 
El Salvador formaba parte de la región mesoamericana al momento de la llegada de los españoles. Esta región comprendía desde la parte central del altiplano mejicano, pasando por Centroamérica y terminando hasta Panamá. Se trata de una extensa área geográfica donde existían una gran movilidad de diversos pueblos que se desplazaban o establecían. Teniendo como punto de partida a El Salvador, dividimos el territorio centroamericano en tres regiones.  
  
La primera región es la parte Norte, escenario de la vida de los grupos comúnmente llamados mayas, y que se extiende desde el istmo de Tehuantepec, abarcando los Estados meridionales de México, la república de Guatemala y Belice, hasta los territorios noroccidentales de Honduras y El Salvador.<ref>Cfr. Historia del istmo centroamericano I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Querétaro, México 2000, p. 71.</ref>
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La primera región es la parte Norte, escenario de la vida de los grupos comúnmente llamados mayas, y que se extiende desde el istmo de Tehuantepec, abarcando los Estados meridionales de México, la república de [[GUATEMALA;_Afrodescendientes | Guatemala]] y Belice, hasta los territorios noroccidentales de Honduras y El Salvador.<ref>Cfr. ''Historia del istmo centroamericano'' I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Querétaro, México 2000, p. 71.</ref>
  
La región central comprende la mayor parte del territorio de Honduras y El Salvador, a excepción del sector correspondiente a la zona norte, el flanco pacífico de Nicaragua, las estribaciones norte y noroeste de los lagos nicaragüenses -llamados por los indígenas Xolotlan o Managua, y Cocibolca o de Nicaragua- y las tierras adyacentes al  golfo de Nicoya en Costa Rica. El desarrollo sociocultural de esta región estuvo muy vinculado a la zona norte a partir del primer milenio a. C., hasta el punto de ser considerada por algunos autores como su periferia.  
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La región central comprende la mayor parte del territorio de Honduras y El Salvador, a excepción del sector correspondiente a la zona norte, el flanco pacífico de Nicaragua, las estribaciones norte y noroeste de los lagos nicaragüenses -llamados por los indígenas Xolotlan o Managua, y Cocibolca o de Nicaragua- y las tierras adyacentes al  golfo de Nicoya en [[COSTA_RICA;_Afrodescendientes | Costa Rica]]. El desarrollo sociocultural de esta región estuvo muy vinculado a la zona norte a partir del primer milenio a. C., hasta el punto de ser considerada por algunos autores como su periferia.  
Por último, forma parte de toda esta región centroamericana la zona sur, que va desde el sureste de Nicaragua hasta Costa Rica y Panamá. Cabe recordar que, si bien no se contempla como parte integral de Centroamérica -definida en términos políticos y económicos actuales-, el noroeste de Colombia guarda estrecha afinidad con los procesos socioculturales que se dieron en la historia antigua de esta zona.  
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Por último, forma parte de toda esta región centroamericana la zona sur, que va desde el sureste de Nicaragua hasta [[COSTA_RICA;_Afrodescendientes | Costa Rica]] y Panamá. Cabe recordar que, si bien no se contempla como parte integral de Centroamérica -definida en términos políticos y económicos actuales-, el noroeste de Colombia guarda estrecha afinidad con los procesos socioculturales que se dieron en la historia antigua de esta zona.  
  
 
Esta división del territorio centroamericano, en la época pre-hispánica no constituirá una unidad económica y política -tal y como la organizaron los españoles posteriormente-, sino que será una área muy compleja y fragmentada, aunque se puede mencionar la existencia de redes de interacción más o menos intensas, dependiendo de la época y los lugares específicos que se tomen en consideración.  
 
Esta división del territorio centroamericano, en la época pre-hispánica no constituirá una unidad económica y política -tal y como la organizaron los españoles posteriormente-, sino que será una área muy compleja y fragmentada, aunque se puede mencionar la existencia de redes de interacción más o menos intensas, dependiendo de la época y los lugares específicos que se tomen en consideración.  
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Además, ha conducido a especulaciones y fantasías acerca de una supuesta repentina y misteriosa desaparición de esta cultura. Lejos de desaparecer, la sociedad maya enfrentó una etapa de transformaciones políticas y administrativas de carácter y profundidad variable en cada una de las regiones.
 
Además, ha conducido a especulaciones y fantasías acerca de una supuesta repentina y misteriosa desaparición de esta cultura. Lejos de desaparecer, la sociedad maya enfrentó una etapa de transformaciones políticas y administrativas de carácter y profundidad variable en cada una de las regiones.
  
La magnitud de los restos arqueológicos mayas en Guatemala, México, Belice, Honduras y El Salvador, son testimonio del avance de dicha civilización, del poder de sus gobernantes y de la productividad de sus campesinos y artesanos. Por la complejidad del sistema de gobierno, podemos clasificar las sociedades mayas en sociedad estatal y sociedad cacical. Ambas presentan una jerarquización de sus miembros en cuanto al prestigio y poder que detentaban.  
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La magnitud de los restos arqueológicos mayas en [[GUATEMALA;_Afrodescendientes | Guatemala]], México, Belice, Honduras y El Salvador, son testimonio del avance de dicha civilización, del poder de sus gobernantes y de la productividad de sus campesinos y artesanos. Por la complejidad del sistema de gobierno, podemos clasificar las sociedades mayas en sociedad estatal y sociedad cacical. Ambas presentan una jerarquización de sus miembros en cuanto al prestigio y poder que detentaban.  
  
 
Así, podemos decir que los Estados se caracterizaban por ser entidades políticamente centralizadas, con instituciones permanentes de gobierno basadas en las desigualdades sociales, por la existencia de élites que detentaban el poder y el monopolio sobre recursos estratégicos, que utilizaban la coacción física o ideológica para reforzar su autoridad y que tenían, por ende, la capacidad de apropiarse de los excedentes.
 
Así, podemos decir que los Estados se caracterizaban por ser entidades políticamente centralizadas, con instituciones permanentes de gobierno basadas en las desigualdades sociales, por la existencia de élites que detentaban el poder y el monopolio sobre recursos estratégicos, que utilizaban la coacción física o ideológica para reforzar su autoridad y que tenían, por ende, la capacidad de apropiarse de los excedentes.
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Un elemento importante en la conservación del prestigio social lo constituía el desempeño en los enfrentamientos bélicos.  En términos de territorio y demografía, los cacicazgos eran entidades de menor escala que los Estados. A pesar de las diferencias señaladas, muchas veces es muy difícil en la práctica establecer límites tajantes entre una sociedad cacical y un Estado.  Aunque las sociedades estatales  la mayoría de veces eran precedidas por cacicazgos o jefaturas, no es correcto afirmar que toda sociedad cacical hubiera sido solo un escalón hacia el Estado.
 
Un elemento importante en la conservación del prestigio social lo constituía el desempeño en los enfrentamientos bélicos.  En términos de territorio y demografía, los cacicazgos eran entidades de menor escala que los Estados. A pesar de las diferencias señaladas, muchas veces es muy difícil en la práctica establecer límites tajantes entre una sociedad cacical y un Estado.  Aunque las sociedades estatales  la mayoría de veces eran precedidas por cacicazgos o jefaturas, no es correcto afirmar que toda sociedad cacical hubiera sido solo un escalón hacia el Estado.
  
De acuerdo con esta hipótesis, alrededor del año 731, según las inscripciones que aparecen en una estela de Copán, había cuatro estados regionales, cada uno de los cuales controlaba una extensa región circuncidante: Copán, Tikal, Calakmul y Palenque.<ref>Cfr. Historia del istmo centroamericano,  cit., p. 87.</ref>Había, además, dos territorios con centros de baja jerarquía: Yaxchilan y Petexbatun, que con el tiempo se convirtieron en centros políticos de primer orden.<ref>Cfr. L.PERICOT Y GARCIA, Historia de América I, Salvat Editores, Barcelona 1938, p. 566.</ref>
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De acuerdo con esta hipótesis, alrededor del año 731, según las inscripciones que aparecen en una estela de Copán, había cuatro estados regionales, cada uno de los cuales controlaba una extensa región circuncidante: Copán, Tikal, Calakmul y Palenque.<ref>Cfr. ''Historia del istmo centroamericano,'' cit., p. 87.</ref>Había, además, dos territorios con centros de baja jerarquía: Yaxchilan y Petexbatun, que con el tiempo se convirtieron en centros políticos de primer orden.<ref>Cfr. L.PERICOT Y GARCIA, ''Historia de América'' I, Salvat Editores, Barcelona 1938, p. 566.</ref>
  
Los centros organizativos mayas se caracterizaban, en efecto, por su monumentalidad. Las estructuras arquitectónicas y su elaborada ornamentación transmitían mensajes relacionados con el mundo social, político y religioso, como lo constatan las pirámides del Tikal en Guatemala, y de Tazumal y Quelepa en El Salvador. Los bajorrelieves y esculturas convierten a los monumentos en verdaderos textos donde se registran las dinastías gobernantes, remontándose a sus ancestros mitológicos y en muchos casos divinos, en los cuales legitimizaban su fuente de poder terrenal.  
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Los centros organizativos mayas se caracterizaban, en efecto, por su monumentalidad. Las estructuras arquitectónicas y su elaborada ornamentación transmitían mensajes relacionados con el mundo social, político y religioso, como lo constatan las pirámides del Tikal en [[GUATEMALA;_Afrodescendientes | Guatemala]], y de Tazumal y Quelepa en El Salvador. Los bajorrelieves y esculturas convierten a los monumentos en verdaderos textos donde se registran las dinastías gobernantes, remontándose a sus ancestros mitológicos y en muchos casos divinos, en los cuales legitimizaban su fuente de poder terrenal.  
  
 
Se encuentra también en estos centros de mucha concentración poblacional una amplia tipología de edificaciones, con funciones tanto residenciales como ceremoniales. Sobre grandes plataformas se construyeron edificios con muchas dependencias, agrupados asimétricamente alrededor de plazas. Hay, además, estelas, altares y canchas de juego de pelota. Algunos ejemplos de estos asentamientos los encontramos en la cuenca de El Paraíso, en El Salvador, así como en Los Naranjos y Yarumela, situados en las tierras altas centrales de Honduras. En ellos se encuentran construcciones sobre plataforma de más de veinte metros de alto.  
 
Se encuentra también en estos centros de mucha concentración poblacional una amplia tipología de edificaciones, con funciones tanto residenciales como ceremoniales. Sobre grandes plataformas se construyeron edificios con muchas dependencias, agrupados asimétricamente alrededor de plazas. Hay, además, estelas, altares y canchas de juego de pelota. Algunos ejemplos de estos asentamientos los encontramos en la cuenca de El Paraíso, en El Salvador, así como en Los Naranjos y Yarumela, situados en las tierras altas centrales de Honduras. En ellos se encuentran construcciones sobre plataforma de más de veinte metros de alto.  
  
Los asentamientos de Chalchuapa y de la cuenca de El Paraíso así como también el sitio de Quelepa, todos ellos en El Salvador, muestran señales claras de la interacción con la meseta mexicana, tanto en los estilos constructivos como en las representaciones iconográficas. Podemos decir que los últimos quinientos años previos a la conquista, fueron  testigos de la emergencia de los aztecas en el valle central de México, al mismo tiempo que del desarrollo de las culturas que hemos citado anteriormente. Debe destacarse el papel que ejercían los pochtecas y los putin -comerciantes mexicas- con los mayas y los nahuat. Los comerciantes aztecas al parecer también recopilaban información política y militar que pasaban a Tenochtitlán.  
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Los asentamientos de Chalchuapa y de la cuenca de El Paraíso así como también el sitio de Quelepa, todos ellos en El Salvador, muestran señales claras de la interacción con la meseta mexicana, tanto en los estilos constructivos como en las representaciones iconográficas. Podemos decir que los últimos quinientos años previos a la conquista, fueron  testigos de la emergencia de los [[AZTECAS | aztecas]] en el valle central de México, al mismo tiempo que del desarrollo de las culturas que hemos citado anteriormente. Debe destacarse el papel que ejercían los pochtecas y los putin -comerciantes mexicas- con los mayas y los nahuat. Los comerciantes [[AZTECAS | aztecas]] al parecer también recopilaban información política y militar que pasaban a [[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca | Tenochtitlán]].  
  
 
Gran parte de su vida diaria giraba en torno a la agricultura. En toda la región se cultivaba el maíz, los frijoles y las calabazas, actividades que, combinadas con la caza de venados, jabalíes y otras especies, además de la pesca, hacían posible la dieta de estos pueblos. Poseían árboles frutales de diversa especie como el nance y el coyol, asimismo una grandiosa variedad de tubérculos, como la yuca y el camote.  
 
Gran parte de su vida diaria giraba en torno a la agricultura. En toda la región se cultivaba el maíz, los frijoles y las calabazas, actividades que, combinadas con la caza de venados, jabalíes y otras especies, además de la pesca, hacían posible la dieta de estos pueblos. Poseían árboles frutales de diversa especie como el nance y el coyol, asimismo una grandiosa variedad de tubérculos, como la yuca y el camote.  
Con respecto a los grupos étnicos, la zona central de Honduras y todo el este de El Salvador era dominado por las lencas,<ref>Cfr. ibid., p. 568.</ref>que hablaban una lengua de origen chibcha, pero que habían asimilado mucho de la cultura mesoamericana circundante. Los lencas, al parecer, constituyeron cacicazgos muy desarrollados que llegaban hasta el golfo  de Fonseca, dominando toda la zona entre el río Lempa y el golfo. La región presentaba una notable diversidad cultural y sociopolítica al momento de la llegada de los españoles.  
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Con respecto a los grupos étnicos, la zona central de Honduras y todo el este de El Salvador era dominado por las lencas,<ref>Cfr. ''ibid''., p. 568.</ref>que hablaban una lengua de origen chibcha, pero que habían asimilado mucho de la cultura mesoamericana circundante. Los lencas, al parecer, constituyeron cacicazgos muy desarrollados que llegaban hasta el golfo  de Fonseca, dominando toda la zona entre el río Lempa y el golfo. La región presentaba una notable diversidad cultural y sociopolítica al momento de la llegada de los españoles.  
  
 
En su extremo occidental encontramos los límites de la cultura maya, así como las colonias muy desarrolladas de pueblos de habla nahua y nahuat. Para algunos especialistas, los territorios dominados por los nahuas pipiles en el noreste de El Salvador, eran considerados Estados, en tanto que la mayor parte de las unidades políticas del este, también de habla nahua como los nicaraos y los chorotegas, tenían estructuras cacicales.
 
En su extremo occidental encontramos los límites de la cultura maya, así como las colonias muy desarrolladas de pueblos de habla nahua y nahuat. Para algunos especialistas, los territorios dominados por los nahuas pipiles en el noreste de El Salvador, eran considerados Estados, en tanto que la mayor parte de las unidades políticas del este, también de habla nahua como los nicaraos y los chorotegas, tenían estructuras cacicales.
  
Los pipiles mantenían también una relación de intercambio con el valle del río Motagua, en la provincia de Naco, al norte de Honduras, donde al parecer su presencia era la de una colonia dominante en medio de grupos de habla maya. Tanto los pipiles como los nicaraos,  sobre los cuales se posee más información  que sobre los chorotegas  y lencas, reflejan en su organización socio-política muchos rasgos gracias a los cuales podrían considerarse como Estados, aunque al mismo tiempo mantienen una dicotomía al tener semejanzas de cacicazgos.<ref>Cfr. Historia del istmo Centroamericano,  cit., p. 129.</ref>
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Los pipiles mantenían también una relación de intercambio con el valle del río Motagua, en la provincia de Naco, al norte de Honduras, donde al parecer su presencia era la de una colonia dominante en medio de grupos de habla maya. Tanto los pipiles como los nicaraos,  sobre los cuales se posee más información  que sobre los chorotegas  y lencas, reflejan en su organización socio-política muchos rasgos gracias a los cuales podrían considerarse como Estados, aunque al mismo tiempo mantienen una dicotomía al tener semejanzas de cacicazgos.<ref>Cfr. ''Historia del istmo Centroamericano,'' cit., p. 129.</ref>
  
En general, en la región se dieron interacciones de tipo variado entre sociedades étnicamente diferenciadas, entre las cuales predominaba una estricta estratificación social con poca oportunidad de pasar de un estado a otro. Así, la sociedad se dividía en tres clases verticales y permanentes: nobles, comunes y esclavos. Existieron además, sistema de tributos y ejército de guerreros, quienes se mantenían en alerta ante cualquier agresión de las poblaciones cercanas.  
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En general, en la región se dieron interacciones de tipo variado entre sociedades étnicamente diferenciadas, entre las cuales predominaba una estricta estratificación social con poca oportunidad de pasar de un estado a otro. Así, la sociedad se dividía en tres clases verticales y permanentes: nobles, comunes y esclavos. Existieron además, sistema de tributos y ejército de guerreros, quienes se mantenían en alerta ante cualquier agresión de las poblaciones cercanas.  
  
 
Estos ejércitos estaban constituidos de manera permanente, su papel no era ocasional, siempre estaban en pie de guerra, aunque también se exoneraba a sus miembros para desempeñar otras tareas. Así, por ejemplo, Tezoteaga, provincia vecina al golfo, tenía una fuerza de 6,000 hombres armados con arcos y flechas.   
 
Estos ejércitos estaban constituidos de manera permanente, su papel no era ocasional, siempre estaban en pie de guerra, aunque también se exoneraba a sus miembros para desempeñar otras tareas. Así, por ejemplo, Tezoteaga, provincia vecina al golfo, tenía una fuerza de 6,000 hombres armados con arcos y flechas.   
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==BIBLIOGRAFÍA==
 
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VV.AA. Historia del istmo centroamericano I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Tomos I y II. Querétaro, México 2000
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VV.AA. ''Historia del istmo centroamericano'' I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Tomos I y II. Querétaro, México 2000
  
PERICOT Y GARCIA L., Historia de América I, Salvat Editores, Barcelona 1938
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PERICOT Y GARCIA L., ''Historia de América'' I, Salvat Editores, Barcelona 1938
  
  
 
'''KELVIN ROMERO'''
 
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[[TENOCHTITLAN;_Capital_del_pueblo_Azteca|TENOCHTITLAN; Capital del pueblo Azteca]]
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Revisión actual del 12:23 9 ago 2020

El Salvador formaba parte de la región mesoamericana al momento de la llegada de los españoles. Esta región comprendía desde la parte central del altiplano mejicano, pasando por Centroamérica y terminando hasta Panamá. Se trata de una extensa área geográfica donde existían una gran movilidad de diversos pueblos que se desplazaban o establecían. Teniendo como punto de partida a El Salvador, dividimos el territorio centroamericano en tres regiones.

La primera región es la parte Norte, escenario de la vida de los grupos comúnmente llamados mayas, y que se extiende desde el istmo de Tehuantepec, abarcando los Estados meridionales de México, la república de Guatemala y Belice, hasta los territorios noroccidentales de Honduras y El Salvador.[1]

La región central comprende la mayor parte del territorio de Honduras y El Salvador, a excepción del sector correspondiente a la zona norte, el flanco pacífico de Nicaragua, las estribaciones norte y noroeste de los lagos nicaragüenses -llamados por los indígenas Xolotlan o Managua, y Cocibolca o de Nicaragua- y las tierras adyacentes al golfo de Nicoya en Costa Rica. El desarrollo sociocultural de esta región estuvo muy vinculado a la zona norte a partir del primer milenio a. C., hasta el punto de ser considerada por algunos autores como su periferia. Por último, forma parte de toda esta región centroamericana la zona sur, que va desde el sureste de Nicaragua hasta Costa Rica y Panamá. Cabe recordar que, si bien no se contempla como parte integral de Centroamérica -definida en términos políticos y económicos actuales-, el noroeste de Colombia guarda estrecha afinidad con los procesos socioculturales que se dieron en la historia antigua de esta zona.

Esta división del territorio centroamericano, en la época pre-hispánica no constituirá una unidad económica y política -tal y como la organizaron los españoles posteriormente-, sino que será una área muy compleja y fragmentada, aunque se puede mencionar la existencia de redes de interacción más o menos intensas, dependiendo de la época y los lugares específicos que se tomen en consideración. Las culturas de esta pequeña región traslaparon las fronteras políticas de los países centroamericanos, por lo cual es imposible estudiar de manera separada y precisa cada una de dichas naciones.

El concepto de territorio permanente no se aplica perfectamente en nuestra región que, como la de otros lugares del mundo, está en constante cambio y evolución. Los estudiosos de la arqueología, movidos por la necesidad de ordenar la información recopilada a través de monumentos y documentación antigua, han desarrollado diferentes propuestas para hacer una división en áreas o culturas.

Para ello, se basaron en la distribución de rasgos y lenguas, tal como se presentaban a fines de la época pre-hispánica. Por ejemplo, los pueblos que habitaban Honduras, El Salvador y la costa pacífica nicaragüense tuvieron su propia historia autóctona, tal como lo demuestran los trabajos arqueológicos actuales en las ruinas de Copán en Honduras, y en la Joya del Cerén en El Salvador, aun cuando se vinculan en determinado momento a la esfera de la interacción mesoamericana.

No se puede caer entonces en una visión simplista, como la de creer que los pueblos centroamericanos fueron como una frontera del desarrollo de los pueblos mexicanos por un lado y de los pueblos andinos por el otro. Por otra parte, el intento de explicar los cambios ocurridos en el mundo maya ha generado múltiples discusiones en la arqueología.

Además, ha conducido a especulaciones y fantasías acerca de una supuesta repentina y misteriosa desaparición de esta cultura. Lejos de desaparecer, la sociedad maya enfrentó una etapa de transformaciones políticas y administrativas de carácter y profundidad variable en cada una de las regiones.

La magnitud de los restos arqueológicos mayas en Guatemala, México, Belice, Honduras y El Salvador, son testimonio del avance de dicha civilización, del poder de sus gobernantes y de la productividad de sus campesinos y artesanos. Por la complejidad del sistema de gobierno, podemos clasificar las sociedades mayas en sociedad estatal y sociedad cacical. Ambas presentan una jerarquización de sus miembros en cuanto al prestigio y poder que detentaban.

Así, podemos decir que los Estados se caracterizaban por ser entidades políticamente centralizadas, con instituciones permanentes de gobierno basadas en las desigualdades sociales, por la existencia de élites que detentaban el poder y el monopolio sobre recursos estratégicos, que utilizaban la coacción física o ideológica para reforzar su autoridad y que tenían, por ende, la capacidad de apropiarse de los excedentes. Por otro lado, el concepto de sociedad cacical implicaba un verdadero reto en la medida en que su definición ha conducido a discusiones aún no acabadas entre los especialistas. Los cacicazgos -denominados también jefaturas por los antropólogos- eran formas de organización socio-política, constituidas por un grupo de aldeas dirigidas por individuos que, junto a sus grupos de parentesco, tenían acceso preferencial de los recursos. A diferencia del Estado, no existía en ellas un aparato burocrático institucionalizado y sus líderes no ejercían un poder.

Un elemento importante en la conservación del prestigio social lo constituía el desempeño en los enfrentamientos bélicos. En términos de territorio y demografía, los cacicazgos eran entidades de menor escala que los Estados. A pesar de las diferencias señaladas, muchas veces es muy difícil en la práctica establecer límites tajantes entre una sociedad cacical y un Estado. Aunque las sociedades estatales la mayoría de veces eran precedidas por cacicazgos o jefaturas, no es correcto afirmar que toda sociedad cacical hubiera sido solo un escalón hacia el Estado.

De acuerdo con esta hipótesis, alrededor del año 731, según las inscripciones que aparecen en una estela de Copán, había cuatro estados regionales, cada uno de los cuales controlaba una extensa región circuncidante: Copán, Tikal, Calakmul y Palenque.[2]Había, además, dos territorios con centros de baja jerarquía: Yaxchilan y Petexbatun, que con el tiempo se convirtieron en centros políticos de primer orden.[3]

Los centros organizativos mayas se caracterizaban, en efecto, por su monumentalidad. Las estructuras arquitectónicas y su elaborada ornamentación transmitían mensajes relacionados con el mundo social, político y religioso, como lo constatan las pirámides del Tikal en Guatemala, y de Tazumal y Quelepa en El Salvador. Los bajorrelieves y esculturas convierten a los monumentos en verdaderos textos donde se registran las dinastías gobernantes, remontándose a sus ancestros mitológicos y en muchos casos divinos, en los cuales legitimizaban su fuente de poder terrenal.

Se encuentra también en estos centros de mucha concentración poblacional una amplia tipología de edificaciones, con funciones tanto residenciales como ceremoniales. Sobre grandes plataformas se construyeron edificios con muchas dependencias, agrupados asimétricamente alrededor de plazas. Hay, además, estelas, altares y canchas de juego de pelota. Algunos ejemplos de estos asentamientos los encontramos en la cuenca de El Paraíso, en El Salvador, así como en Los Naranjos y Yarumela, situados en las tierras altas centrales de Honduras. En ellos se encuentran construcciones sobre plataforma de más de veinte metros de alto.

Los asentamientos de Chalchuapa y de la cuenca de El Paraíso así como también el sitio de Quelepa, todos ellos en El Salvador, muestran señales claras de la interacción con la meseta mexicana, tanto en los estilos constructivos como en las representaciones iconográficas. Podemos decir que los últimos quinientos años previos a la conquista, fueron testigos de la emergencia de los aztecas en el valle central de México, al mismo tiempo que del desarrollo de las culturas que hemos citado anteriormente. Debe destacarse el papel que ejercían los pochtecas y los putin -comerciantes mexicas- con los mayas y los nahuat. Los comerciantes aztecas al parecer también recopilaban información política y militar que pasaban a Tenochtitlán.

Gran parte de su vida diaria giraba en torno a la agricultura. En toda la región se cultivaba el maíz, los frijoles y las calabazas, actividades que, combinadas con la caza de venados, jabalíes y otras especies, además de la pesca, hacían posible la dieta de estos pueblos. Poseían árboles frutales de diversa especie como el nance y el coyol, asimismo una grandiosa variedad de tubérculos, como la yuca y el camote. Con respecto a los grupos étnicos, la zona central de Honduras y todo el este de El Salvador era dominado por las lencas,[4]que hablaban una lengua de origen chibcha, pero que habían asimilado mucho de la cultura mesoamericana circundante. Los lencas, al parecer, constituyeron cacicazgos muy desarrollados que llegaban hasta el golfo de Fonseca, dominando toda la zona entre el río Lempa y el golfo. La región presentaba una notable diversidad cultural y sociopolítica al momento de la llegada de los españoles.

En su extremo occidental encontramos los límites de la cultura maya, así como las colonias muy desarrolladas de pueblos de habla nahua y nahuat. Para algunos especialistas, los territorios dominados por los nahuas pipiles en el noreste de El Salvador, eran considerados Estados, en tanto que la mayor parte de las unidades políticas del este, también de habla nahua como los nicaraos y los chorotegas, tenían estructuras cacicales.

Los pipiles mantenían también una relación de intercambio con el valle del río Motagua, en la provincia de Naco, al norte de Honduras, donde al parecer su presencia era la de una colonia dominante en medio de grupos de habla maya. Tanto los pipiles como los nicaraos, sobre los cuales se posee más información que sobre los chorotegas y lencas, reflejan en su organización socio-política muchos rasgos gracias a los cuales podrían considerarse como Estados, aunque al mismo tiempo mantienen una dicotomía al tener semejanzas de cacicazgos.[5]

En general, en la región se dieron interacciones de tipo variado entre sociedades étnicamente diferenciadas, entre las cuales predominaba una estricta estratificación social con poca oportunidad de pasar de un estado a otro. Así, la sociedad se dividía en tres clases verticales y permanentes: nobles, comunes y esclavos. Existieron además, sistema de tributos y ejército de guerreros, quienes se mantenían en alerta ante cualquier agresión de las poblaciones cercanas.

Estos ejércitos estaban constituidos de manera permanente, su papel no era ocasional, siempre estaban en pie de guerra, aunque también se exoneraba a sus miembros para desempeñar otras tareas. Así, por ejemplo, Tezoteaga, provincia vecina al golfo, tenía una fuerza de 6,000 hombres armados con arcos y flechas.

NOTAS

  1. Cfr. Historia del istmo centroamericano I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Querétaro, México 2000, p. 71.
  2. Cfr. Historia del istmo centroamericano, cit., p. 87.
  3. Cfr. L.PERICOT Y GARCIA, Historia de América I, Salvat Editores, Barcelona 1938, p. 566.
  4. Cfr. ibid., p. 568.
  5. Cfr. Historia del istmo Centroamericano, cit., p. 129.

BIBLIOGRAFÍA

VV.AA. Historia del istmo centroamericano I, Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana, Tomos I y II. Querétaro, México 2000

PERICOT Y GARCIA L., Historia de América I, Salvat Editores, Barcelona 1938


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